El gabinete de los ángeles
Índice de Capítulos
- 👉 La noche en que subí a la villa del Cielo
- 👉 Cuando me contrataron como jefe de seguridad del palacio de Gardenia
- 👉 El autogolpe de estado y el gabinete de los ángeles
- 👉 El incómodo día de mi boda
- 👉 La noche del ángel caído
- 👉 La vez que fui el peor mujeriego de Celes
- 👉 Cuando comenzaron los rumores de guerra civil
- 👉 La guerra civil en Celes
- 👉 Cuando el cielo se cayó
La noche en que subí a la villa del Cielo
Celes es una isla de apenas 885 km², no necesitaba mucho para mantenerse en orden. Yo, con quince años y sin más ayuda que un viejo revólver y la compañía de mi amiga Ilmari, patrullaba todo el cuadrante noroeste de la isla y era suficiente. Lo veíamos sencillo: “hicimos leyes, hicimos que se respeten, y ya está”. Ignorábamos que el crimen no solo acecha en los caminos oscuros, sino que nace y se esconde en los pensamientos más íntimos de cada ciudadano. A nuestra tierna edad, ya habíamos enfrentado y combatido al ladrón, al extorsionista y al abusador de mujeres; pero todavía no conocíamos la esencia de la perversidad…
En mi opinión, el conflicto en Celes empezó hace ya varios siglos, ¡que nadie te diga que no hay mal que dure cien años! Los problemas duran el tiempo que tú tardes en resolverlos. Originalmente, Celes estaba escasamente poblada por descendientes de marinos escandinavos; estos nativos que antes dominaban toda la isla fueron relegados a la cordillera del norte. Hasta nuestros días viven allá, ocultos en túneles bajo las montañas, contando historias sobre todas las cosas extraordinarias y paranormales que se supone suceden aquí. Es interesante escucharlos, pero no puedo creerme todo lo que dicen. Por la evidencia arqueológica existente, solo estoy seguro de que en 1520 la familia Oread llegó con armas capaces de exterminar dos tercios de los místicos norteños y someter al resto. Fue una intervención tan sanguinaria que esa gente quedó marcada por el miedo, los místicos todavía evitan relacionarse con el resto de los isleños. Desde entonces los Oread hicieron con Celes lo que se les ha venido en gana.
Las consecuencias de estos orígenes cruentos se viven hasta nuestros días. El desarrollo de la isla ha sido muy limitado, se estancó desde 1900. Los Oread, que se autoproclamaron reyes al poco tiempo de llegar, eran los únicos con los recursos para viajar libremente y tener contacto con el resto del mundo; del mismo modo administraban a su gusto qué tanto acceso a la tecnología y la información teníamos todos los demás. Todavía es normal ver a los celestinos ataviados con trajes de tres piezas y sombrero, y a sus mujeres con largos vestidos como en la época victoriana; esto sucede no solo por las costumbres locales conservadoras, ¡es que la mayoría de los isleños no conoce otra cosa! Las prendas modernas son productos de importación muy caros, generalmente solo los ricos las conocen y pueden comprarlas. Los decorados más populares son flores y querubines, algunas casas todavía se iluminan con lámparas de gas y poseer teléfonos inteligentes o computadoras sin permiso especial hasta hace poco era penado con cárcel.
A mis 15 años en 2015, lo más revolucionario que había hecho en mi vida fue usar mis ahorros para comprarle un viejo reproductor de CD’s con su respectiva colección de discos compactos desgastados de metal pesado a un compañero rebelde en mi escuela militar, un tipo que conocía gente mala de la peligrosa villa del Cielo al sur de la isla. Yo miraba las carátulas con fotografías de las bandas y uniendo los puntos con lo poco que podía ver en los escasos televisores de los grandes almacenes de Gardenia, la ciudad capital, me imaginaba cómo era el mundo afuera. Parecía ser que se podía vivir sin que te impusieran una forma de comportarte, hablar, vestirte y pensar. Y yo estaba dispuesto a proteger mi isla, pero también a luchar porque algún día pudiéramos ser parte del resto del mundo; no solo una bonita cárcel flotando en mitad del océano.
Déjame explicarte algo, antes de seguir: al graduarte de la escuela militar con sede en mi pueblo natal, el humilde Pote Caliente, debes comenzar a servir al ejército real patrullando diferentes zonas de la isla. Por entonces no había policía, ni bomberos, ni nada más que militares como yo protegiendo la isla con nuestros uniformes azules, un puñado de armas viejas y verdadera pasión por la justicia. Éramos muy pocos estudiantes, de mi promoción apenas tres, y debía desempeñarme mejor que todos por el rango de mi padre que había sido nombrado ministro de justicia y seguridad pública en 2014. No me gusta hablar específicamente de mí, pero en este punto tengo que hacerlo: mi nombre es Ocean Fèng, Cian para la familia y amigos, ahora teniente coronel de la armada y durante algunos periodos también ministro de justicia y seguridad pública; pero entonces, hablo del verano de 2015, era un joven soldado de primera. Me recuerdo recién graduado, con un uniforme viejo de mi padre y remendado por mi madre; larguirucho y nada popular con las damas. Vengo de una familia humilde que lentamente prosperó gracias al arduo trabajo de mis dos padres que también son militares, además soy mestizo pues mi abuela materna fue una mística del norte. Por ella debo llevar siempre el cabello un poco largo para honrar la costumbre de los hombres adultos en la cordillera del norte y heredé los ojos azules junto a la habilidad de prender fuego directamente con mis manos; según los místicos este es uno de tantos dones sobrenaturales que solo ellos reciben al crecer, yo sé que esto debe tener una explicación científica. Algo que tendrá que ver con la química de mi cuerpo y la estática, no lo sé, pero es una destreza respetable en un lugar donde la mitad somos militares y la otra mitad herreros o fabricantes de pólvora para espectáculos pirotécnicos, la expresión artística de nuestro pueblo. En El Pote Caliente nos encanta el fuego, somos gente cálida y de carácter fuerte que se divierte quemando cosas. Los celestinos estirados de Villa Ishikawa nos llaman animales pirómanos, pero la palabra de esos ladrones mentirosos vale muy poco.
Los Ishikawa llegaron junto a mis antepasados en el siglo XVII, no se sabe exactamente cuándo, la historia está llena de fantasías y manipulaciones a causa de los mismos Ishikawa que se adueñaron de los registros históricos de la isla al construir una supuesta biblioteca real dentro de su pueblo fortificado entre dos enormes murallas, los altos acantilados que rodean la isla y el lago Engla alimentado por el río Seren que baja desde la cordillera del norte. ¡Prácticamente solo ellos tienen acceso libre a su villa, pese a que claman que la biblioteca es pública! De cualquier forma, la verdad se ha corrido de boca en boca durante generaciones: un buque cargado de oro y joyas partió de las costas de China rumbo a la India, su tripulación constaba de marinos experimentados y militares. Tras ellos partió sigilosamente un barco japonés de piratas, la familia Ishikawa, que desde entonces solo le importaba obtener poder y riquezas. Durante la persecución, los navíos perdieron el rumbo y llegaron a las aguas inhóspitas que rodean a la isla de Celes. Es un hecho el que una vez entras a esta zona extraña del océano no sobrevives, y si lo haces terminas naufragando en Celes. Solo el misterioso transatlántico real, que cada año hace un viaje a tierras continentales para traer suministros, ha conseguido navegar entre la bruma espesa y las olas monstruosas.
Mis antepasados y los Ishikawa terminaron encallando en las playas rocosas bajo los acantilados. Mientras los soldados y marinos trataban de salvar a sus compañeros llevándolos a tierra firme, los Ishikawa dejaron morir a su propia gente con tal de tomar el cargamento y llevárselo como pudieron. Hubo testigos entre los místicos del norte que vieron a los sobrevivientes Ishikawa cruzar los bosques rumbo al lago Engla, cargando sacos y cofres llenos de oro, mientras mis antepasados rogaban a los nativos por medicinas y alimentos para sus heridos en la costa. Así, fueron “ricos” desde su llegada y compraron la amistad de los Oread, que les permitieron construir su villa-fortaleza junto al lago y con los años incluso se fueron emparentando; hasta el punto de que ahora el líder de los Ishikawa también ostenta el cargo de primer ministro de la isla; un puesto de poder que se volvió hereditario, legalizando el nepotismo entre otras barbaridades. Por supuesto, si ellos te hubieran contado su versión de la historia, dirían que todo sucedió a la inversa: que fueron los Ishikawa, supuestamente de origen noble, los que zarparon de Japón cargados de riquezas cuando los soldados chinos del otro barco intentaron asaltarlos. Que por eso ellos ya tenían los modales y la distinción para mezclarse con la realeza celestina mientras mis ancestros solo consiguieron amigarse con los silvestres místicos del norte, obteniendo su derecho a establecerse en la isla únicamente tras aceptar convertirse en fuerzas de seguridad al servicio de los reyes. ¡No les creo nada! Si realmente mi pueblo hubiera sido fundado por ladrones, no tendríamos ética militar. Los estándares y códigos que respeto y guían cada decisión que hago y cada interacción que tengo con los demás son la esencia de mi vida y la fuerza que me motiva. Yo soy y siempre seré un hombre derecho e incorruptible.
O al menos lucharé por serlo.
Aquella noche en que subí a la villa del Cielo, fue después de pasar el día de malas. Como ya me había graduado de la escuela militar, tenía la mayor parte del día libre hasta que llegaba mi turno para patrullar el cuadrante noroeste de la isla de 6 p.m. a 12 a.m. Esa mañana acompañé a mis padres a un evento especial en honor al cumpleaños de la reina Zoeila en el palacio real de Gardenia, la ciudad capital. Gardenia siempre llamaba mi atención, era el único lugar en toda la isla donde entre la arquitectura al estilo Art Nouveau y la gente aun vestida como en el siglo XIX podías ver dos o tres autos del año, teléfonos inteligentes, pantallas planas, luces led y otras cosas que, a mí como adolescente, me maravillaban. Solo por eso fui, pues el orador era como siempre el primer ministro Eiden Ishikawa. Y yo no soportaba a Eiden. Quizás no tanto por su actitud diplomática al punto de ser inquietante, era simplemente por su edad; Eiden en ese tiempo tenía apenas trece años y, tras siglos de mestizaje entre los Ishikawa y los blancos Oread, su aspecto era muy poco de japonés noble y mucho de nerd adicto a las drogas: ojeroso, pálido, con una sonrisa y mirada sospechosas. Yo, dos años mayor que él, me sentía un hombre a su lado, pero no tan mayor como para que me despertase el instinto paternal que él inspiraba a los adultos reales. A los mayores les daba ternura verlo ejercer un cargo que tendría que estar en manos de su madre, Kanon Ishikawa, que según cuentan fue una mujer muy dulce y amada por el pueblo; ella murió cuando Eiden nerd-diabólico nació. Nunca fue revelado al público quién era su padre y, a falta de otros familiares aptos para relevar a la primera ministra fallecida, la reina Zoeila decidió tomar a Eiden como su protegido y lo puso a hablar en actos públicos tan pronto como el mocoso pudo decir frases de más de tres palabras. ¡Así que todos amaban a Eiden! Era el bebé prodigio de la isla, y yo desde que era muy pequeño tenía ganas de darle una tunda. De mala gana lo vi llegar al escenario ante el palacio de Gardenia esculpido en mármol blanco al estilo barroco. Apareció saludando a todos con su sonrisa de niño-viejo y ataviado con el traje negro ceremonial inspirado en el de los jueces de la corte del Reino Unido, mientras yo escuchaba a mi madre alabarlo por estar tan bien entrenado como perro caniche para seguir el protocolo de los eventos públicos. Entre sus mayores admiradoras estaba mi hermana menor Yanmei, que era un año menor que Eiden y lo amaba con la pasión de un burro en celo, eso me hacía aborrecerlo mucho más. Aquella mañana fue un poco diferente a otros eventos de este tipo. La reina Zoeila enfundada en su ominoso vestido negro, pues siempre estaba de luto por la muerte de su esposo ocurrida el mismo año de la muerte de la madre de Eiden, se veía extrañamente animada. Su rostro, todavía joven pero endurecido por su permanente gesto de tristeza, se había suavizado con una leve sonrisa. Estaba complacida. Eiden andaba correteando por ahí, se notaba que había perdido algo. Anduvo un rato preguntando quien sabe qué a los ancianos de su familia, que siempre parecían cadáveres polvorientos en trajes formales, hasta que llegó su tía Emi; ella era una mujer muy bonita que sí se veía asiática y siempre vestía al estilo tradicional de su villa. La única del clan que me caía bien y la última “joven” además de Eiden. Ella le entregó unas hojas de papel, le compuso el traje y lo mandó a empezar el discurso pues ya se había hecho tarde. Eiden corrió al podio y se tropezó una vez, pero logró salir ileso. “Ay, ¡qué lindo!”, exclamó mi mamá. Yo hubiera querido verlo tropezar así, pero en los acantilados de la costa. Eiden ordenó los papeles, se caló los anteojos, tocó el micrófono y sonrió deleitándonos con la hermosa vista de su dentadura chueca pues le faltaban los colmillos, todavía estaba cambiando los dientes de leche. “Ay, ¡qué lindo!”, gimoteó mi hermanita de todos modos. Entonces Eiden habló, con voz destemplada a medio mudar, patético:
—Hoy es un día especial, no solo por ser el cumpleaños de su excelencia. También me dejaron por primera vez escribir mi propio discurso.
Hubo risas y aplausos. Después silencio, ¡había que dar espacio para que el bebé Jesús hablara! Eiden comenzó a decir, con la formalidad que cada año iba perfeccionando:
—Su majestad, quería tomarme un momento para expresarle mi más profundo respeto y gratitud por su guía a lo largo de los años. No sólo ha sido usted una reina para su reino, sino también una madre para quienes hemos tenido el privilegio de conocerla de cerca. Su liderazgo ha sido una luz en tiempos de oscuridad, inspirándonos a buscar la independencia y asumir la responsabilidad de nuestro propio destino como un paso natural en nuestro camino hacia la madurez y la autodeterminación. Su legado seguirá inspirándome mientras navego por las aguas inexploradas del futuro. Gracias por todo lo que ha hecho por mí y por nuestro reino. Su influencia seguirá siendo una parte integral de lo que soy, incluso mientras busco mi propio camino.
Yo arqueé las cejas cruzado de brazos en mi asiento y comenté en voz baja a mi madre y hermana:
—¡Acaba de decirle a la reina que lo reprime!
Mi papá me respondió, sentado junto a mí sin perder la compostura, aunque todos sabíamos que también estaba ansioso por que terminara el discurso y por fin llegara la hora de ir a comer:
—Calla, Ocean. Ese niño tiene más libertad que todos nosotros, solo pasa las temporadas frías en Celes porque aquí siempre hace buen tiempo. Él estudia en el extranjero. Se ha criado en Alemania.
—Hm, eso explica por qué es tan libertino.
Le respondí mirándome las uñas, con desdén, mi padre murmuró:
—No, Eiden es igual a su madre Kanon. Era la muchacha más buena y dulce que haya conocido.
Yo me encogí de hombros mientras todos aplaudían el discurso pedorro y sin gracia de Eiden. Luego fuimos invitados a tomar el té en los jardines del palacio, yo estaba aburrido e incómodo apoyado en una veranda un poco lejos de todos cuando escuché unos grititos y risas desde el interior del palacio, el cual podía ver a través de una gran puerta. De repente Eiden bajó corriendo por unas escaleras, ya en ropa más casual, mientras una mujer bonita, delgada, cabello oscuro algo rizado, ojos azules, muy pálida y que podría ser su madre, le gritaba que era un atrevido desvergonzado. Él la miró suspirando, se lamió un dedo y sonrió como un total degenerado. ¡Quise imaginar que la mujer tenía un pastel de manzana allá arriba y Eiden probó un poquito metiéndole el dedo! Pero todos sabemos que no fue eso… Pasó corriendo a mi lado mientras yo lo miraba con indignación. Fui a contarle todo a mi papá, él me creyó poniendo uno de sus brazos sobre mis hombros y charlamos un poco, mientras caminábamos bajo las hileras de pinos en los jardines del palacio:
—¡Debes comprender las circunstancias en que las faltas son cometidas! En la villa Ishikawa, la gente está envejeciendo sin tener hijos, es un pueblo de ancianos. Todos tienen su fe puesta en Eiden, por eso nunca lo castigarán por ser “curioso” con las mujeres. Quieren que tenga hijos pronto.
Yo giré los ojos y comenté, enojado:
—¿Se puede ser más privilegiado en la vida? Nosotros debemos esforzarnos y ganarnos un lugar en la sociedad. Ellos solo necesitan reproducirse.
—A veces verás que algo está mal sin caer legalmente en el delito, debes dejarlo pasar. Todos esos errores tarde o temprano serán enderezados, es el orden de la naturaleza. Todo sana, mejora o se destruye para dar paso a algo mejor.
—¿Cuánto será permitir demasiado daño como para que la naturaleza lo repare por si sola?
—Nunca lo sabremos porque ese proceso a veces dura más que nuestras vidas. No sabes si en tus años vas a presenciar la solución a un problema que se originó siglos atrás. Solo debes tener la certeza de que aun cuando ya no estemos en este mundo, la justicia llegará. La reparación será hecha.
—¿Y qué tal si no me fio del tiempo y decido ser la mano de la naturaleza para ejercer justicia?
Le pregunté con determinación y un poco retador. Mi padre sonrió, respondiendo:
—¿Qué tal si el destino decide que no lo seas? ¡Aún eres muy niño y no comprendes el poder de la naturaleza y la insignificancia del hombre! Fíjate en los campos: no todos los capullos llegan a florecer, ni todos los polluelos viven lo bastante para volar. Vas a morir frustrado si te impones metas que no dependen al 100% de tu voluntad. ¡Déjalo pasar!
—Los fuertes alcanzan esas metas, los que se esfuerzan. ¿No me crees? Un día verás, papá. No necesitas esperar a la lluvia para que florezcan los campos, o días cálidos para que vuelen las aves, ¡tenemos manos para regar la tierra, criar pollos y para lo que sea que nos propongamos!
Mi padre se echó a reír y poco después volvimos a casa en el Pote Caliente. Al caer el ocaso subí a mi viejo todoterreno, alisté mi arma y salí a patrullar. El cielo comenzaba a pintarse de coloridos celajes mientras yo subía por los caminos rocosos que surcan los bordes del cráter dentro del cual descansa el Pote Caliente y al que le debe su nombre; poco después comenzaron a brillar algunas estrellas solitarias y juegos pirotécnicos, como cada anochecer en mi alegre pueblo. A veces me gusta simplemente conducir así por los caminos rurales de mi isla, donde el verano es casi eterno y agridulce; todos vivíamos con la sensación de estar estancados en el tiempo, dudando de si aquello era un sueño o una pesadilla. La brisa movía mi cabello, fresca y perfumada a ciprés y pino; todo en Celes es tan sereno y silencioso al anochecer que termina siendo inquietante. Iba camino a la cordillera del norte, ahí me esperaba mi prima lejana Ilmari, hija menor de los Petersen, una legendaria familia de curanderos que durante siglos habían sido los líderes de Adalsteinn, el pueblo escondido en las entrañas de la cordillera. Yo solía acercarme al poblado y silbar, si ella ya estaba esperándome, me lo hacía saber con un canto heredado de sus ancestros escandinavos que las mujeres místicas usan para llamar a los suyos y resuena entre las montañas. Es muy hermoso y dulce. Ilmari entonces era una mística de catorce años alta como un muchacho, con dos larguísimas trenzas rojas, pecas y ojos azules iguales a los míos. Era tímida y buena, como los ciervos del bosque; tenía seis hermanos mayores, todos hombres, la obligaban a vestirse como montañés al igual que ellos y solo en ocasiones especiales la dejaban usar vestidos y ornamentos como las otras chicas de los bosques del norte. Las místicas tienen fama de ser muy bonitas, por eso todos estábamos de acuerdo en que por seguridad de Ilmari era mejor esconderla bajo ropa holgada y un balaclava. Ella no protestaba porque su alma era pura y sin malicia, no tenía prisa por hacerse mujer, le gustaba jugar con mi hermanita Yanmei e ir a patrullar conmigo pretendiendo ser un chico. Su trabajo era apoyarme con su ballesta y sus cristales, conocía cada mineral de la cordillera y las supuestas propiedades mágicas de cada uno. Para mí los cristales místicos son patrañas, pero uno de sus cuarzos lanzado con su buena puntería seguro podría matar. Le conté lo que vi esa mañana, ella opinó sin quitar los ojos de la ruta que recorríamos entre los bosques del norte cubiertos de bruma y luciérnagas:
—No lo sé, Cian. Es que Eiden es un niño con problemas. Mataron a su mamá y vive secuestrado.
—¿Qué quieres decir?
—Eso. Que su madre fue asesinada por la reina, y desde entonces lo tiene bajo su control.
—¿Por qué lo dices? ¿Tienes pruebas?
Le pregunté mirándola de reojo mientras conducía. Ilmari buscó en su bolso lleno de talismanes y hierbas, de ahí sacó un mechón de cabello negro, lacio y reluciente, diciendo:
—Mira, es cabello de Kanon Ishikawa. Mi mamá lo guardó para seguir orando por ella. Mis padres fueron a verla la noche en que murió porque la reina tuvo un ataque histérico y los llamó para que la purificaran con nuestros rituales. Su esposo, el entonces rey, había estado abusando de Kanon desde que era niña. Finalmente la dejó embarazada y trataron de mantener el secreto porque la tía de Eiden, quien gobierna en las sombras la villa Ishikawa, ordenó que no la dejaran abortar. Necesitaban un heredero ¡Dicen que Eiden lo sabe! Que todos en su familia saben que es medio hermano del hijo de la reina, Ángel, el que nadie ha visto.
Yo la miré intrigado, Ángel era un personaje de vez en cuando mencionado en las noticias, pero al que jamás habían fotografiado o mostrado en video:
—¿Crees que exista? El hijo de la reina...Es raro que no lo deje ver.
—Yo solo sé que la reina Zoeila aceptó el embarazo de Kanon sin protestar por un tiempo, ¡quizás ya se había hecho a la idea de robarle el bebé! Quizás no estaba satisfecha con su propio hijo que por entonces ya había nacido. Pero cuando faltaba poco para que Kanon diera a luz, perdió la paciencia y envenenó al rey. Emi Ishikawa dijo sospechar que después de que Zoeila matara a su marido llamó llorando a Kanon y le pidió que viniera a ayudarla porque había sucedido algo terrible, pero que no le avisara a nadie. Kanon, para ser discreta y respetar su autoridad, acudió sola. Fue un error, la reina la atacó también. A ella le abrió el vientre estando aún viva y le sacó a Eiden. Se fue corriendo con el bebé al dormitorio de Ángel y se encerró ahí. Decía que “debía proteger a los niños de un monstruo”, mi mamá cuenta que se escuchaba el llanto de los pequeños de fondo y la escena era algo horrible. Kanon había muerto desangrada, el rey yacía tirado en su despacho, y Eiden se veía muy débil. Tuvieron que llevarlo en secreto a mi casa, lo estuvieron curando y cuidando hasta que cumplió dos años. En ese tiempo, mi madre fue su nodriza y él durmió conmigo en mi cuna. Pobrecito. Dicen que nos queríamos mucho, por eso me cae bien. He oído que habla seis idiomas, ha ganado varios torneos de ajedrez y creo que toca el piano.
—Nah, según los periódicos el que toca piano es Ángel, el príncipe que si acaso existe quizás es deforme. Eiden solo toca señoras mayores…Pobre de tu madre, mi tía Norma, que tuvo que cuidar a ese pesado por culpa de las locuras de la reina.
Le comenté y seguí hablando:
—Los isleños no deberíamos permitir que Zoeila siga gobernando. Por lo que cuentan podemos decir que es cruel e inestable.
—No digas eso…A los reyes los pone Dios, debes aceptarlos. Además, ella no gobierna realmente. Quien administra todo es el primer ministro.
—Eiden es un niño, no decide nada…
—Tras él está su tía. No sé mucho de ella, pero parece más cuerda que la reina… Por ella hemos sabido casi todo lo que pasó esa horrible noche.
—Entonces ella ha regado estos rumores… Y me acabas de decir que obligó a su hermana, sobrina, prima o qué se yo a dar a luz al fruto de una violación. No me imagino nada más horrible, esa chica Kanon pasó meses con una parte del viejo rey dentro, y esperaban que lo criara con amor…Eiden no se ve nada asiático. Es igual al padre.
—Ocean Fèng…Todos los niños son buenos y lindos, él es inocente. Merecía vivir. ¡No sé por qué siempre eres tan suspicaz!
—Nadie merece vivir, vivir no es un privilegio sino una condena; al nacer Eiden solo retoñó la sangre de un violador y nada bueno puede venir de eso… Tú y yo provenimos de padres que se amaban, familias relativamente felices. Venimos de lo bueno y por eso somos buenas personas. Todo debe empezar bien, ir bien desde el inicio. Eso no sucedió por ejemplo en Gardenia, desde que la capital se fundó estuvo llena de corrupción y cosas turbias. Si fuera por mí, cerraría todos esos casinos y cabarés, pero en lugar de eso Ishikawa firmó una orden para que no entremos a ver qué sucede dentro de esas cuevas de viejos ricos degenerados. ¡Y tú no ayudas en nada con esa actitud de buenecita, Ilmari! Gente como tú es la que dona dinero a las supuestamente altruistas organizaciones no gubernamentales, empezando por la más grande: La Sociedad de Azrael. Esa basura es la que luchó porque la ley de Celes no se aplique dentro de la villa del Cielo.
Entonces Ilmari me miró extrañada y preguntó:
—¿Eso que tiene de malo? Tú sabes que los habitantes de la villa del Cielo son discriminados y oprimidos. Nuestro gobierno por siglos ha sido brutal con los extranjeros. No les permiten dejar la isla, salvo en raros casos con la venia de los reyes, y si se quedan deben hacerlo en la horrible villa del Cielo; pagando aranceles absurdos con la esperanza de salir de ahí y mudarse a Gardenia para pasar el resto de sus vidas trabajando como esclavos en los clubes y restaurantes; ganando apenas para mal comer y pagar la renta, ¡no les permiten instalarse en ninguna otra parte de la isla! La gran mayoría de ellos se quedan allá arriba, hacinados y aislados en la villa del Cielo. En condiciones terribles y forzados cada día a cultivar los campos del sur o pescar en las playas. Solo pueden soñar con salir algún día de la miseria en que están atrapados.
“Bah” murmuré mientras meneaba la cabeza y veía a uno de los costados, ahí estaba un claro del bosque donde solíamos ir a jugar Ilmari y yo bajo el cuidado de su hermano más mayor. Ese chico era raro y rebelde, destacaba aún más por ser albino y negarse a seguir las tradiciones místicas. Escapó de casa antes de que yo comenzara la escuela y desde entonces vivió alejado de todos y desafiando la ley, pero me dejó un buen recuerdo. De hecho, lo extrañaba, era sincero y no tenía pelos en la lengua. Un tipo interesante. Aun pensando en él, retomé la charla con Ilmari:
—La calidad de vida en la villa del Cielo mejoraría si nos dejaran entrar a poner orden, pero La Sociedad de Azrael se tiene algo ahí… Y hablando de romper la ley, ¿qué pasó con tu hermano Leif? El que construyó una casa ilegalmente en los prados del sur que se supone solo deben servir para el trigo y nadie debería tocar
Mi amiga se arrellanó en su asiento y me contestó con tristeza:
—No lo sé. No lo veo desde hace años. Tu papá dice que mientras él viva lo va a mantener a salvo, pero no podrá hacer mucho si él sigue provocando a la reina. Mi mamá sufre mucho por él, es su primogénito. Y mi papá dice que Leif solo está esperando una excusa…Buscando un apoyo…Y ya mucha gente tiene su misma idea…Un poco como tú, creen que no deberíamos seguir viviendo así, con tanta represión y tan separados del resto del mundo.
—Es que podríamos solo modernizar un poco la ley conservando nuestra identidad. Si alguien quiere vestir como la gente de las tierras continentales, que le vendan la ropa a un precio accesible; si quiere comprar tecnología, que tenga acceso libre a los aparatos. ¡El desarrollo no es un lujo! Debe ser un derecho para todos.
—Pero me da miedo…Realmente estamos bien así. No hablemos de estas cosas ahora, Cian. Vamos pasando por el bosque espeso entre Gardenia y la cordillera del norte. Podemos atraer alguna entidad negativa. Hasta ya se me perdió mi cuarzo rosado… ¿No recuerdas si lo traje?
—Al diablo tus rocas mágicas, ¡no valen nada!… A veces me desespera vivir así. Saber que allá afuera el mundo es tan distinto y libre…
Dije entre dientes y miré al exterior. La niebla del bosque oscuro nos envolvía como una manta gruesa, algodonosa. Reconocí un punto en la distancia y exclamé:
—Mira, llegamos al sitio donde matamos al tipo que estaba asaltando a un señor. Toda una semana ha pasado ya y se sigue sintiendo feo pasar por aquí…
—¿Cómo puede ser si tú dices que no crees en lo sobrenatural?
—Y no creo. Solo me viene el mal recuerdo. ¿Para qué le disparaste? Iba a morir de todos modos, estaba todo prendido en fuego y roto.
—Para que no sufriera más. ¡Eres un bruto, Cian! No tienes la menor compasión por los seres humanos que no cumplen tus requisitos de decencia.
—Fue nuestro bautizo de sangre. Somos fuertes, jóvenes y valientes, Ilmari. Si a esta isla se acercara un maremoto, seríamos las primeras rocas en recibirlo.
Ilmari me miró preocupada, luego sacó una medalla de su bolso y empezó a susurrar un rezo por el alma del ladrón. Poco después llegamos a las afueras de Gardenia. Mi ronda incluía sus calles principales, estas siempre estaban bastante animadas por la actividad nocturna de los ricos que vivían en la zona. La mayoría ni siquiera eran celestinos, tampoco vivían permanentemente ahí, pero nadie hablaba sobre eso. Eran “turistas” o “inversores extranjeros”, los inmigrantes solo eran un problema cuando no venían por placer y para gastar mucho dinero. La gente en la ciudad capital dormía de día y por la noche se despertaba solo ir de juerga. Estaba harto de ver a esos ricos petulantes en su sueño dorado de vivir en una bella época eterna donde el verano nunca terminaba; pero aún entre ellos había algunas excepciones. Uno de esos pocos gardinenses simpáticos era Micky, un tipo elegante pero excéntrico que parecía encarnar todo el romanticismo decadente de la ciudad. Siempre iba cubierto por una bufanda y a veces incluso lentes de sol, su voz que sonaba juvenil y de acento afrancesado no era suficiente para determinar su edad pues todo lo que decía eran disparates que esperarías escuchar de un anciano demente. Ilmari y yo lo conocíamos desde niños, cuando mi padre nos dejaba acompañarlo a patrullar la ciudad y solía saludarlo. Me caía bien por estar medio loco y porque siempre estaba atento a señalar si alguien dañaba la arquitectura de la ciudad. Micky cuidaba de Gardenia con más dedicación que todos los elementos del ejército de Celes. Esa noche hizo señas con su bastón para que me detuviera, entonces me asomé por la ventanilla para preguntarle:
—¿Otra vez revisando estos edificios viejos? ¿Qué pasó con la mujer albañil que mi papá te presentó aquella vez? Invítala a ver ladrillos juntos.
—Yo no busco el amor, amigo Cian. Si conozco y comprendo ese sentimiento es porque existo para vivir enamorado de la durabilidad, utilidad y belleza de estos gigantes de mármol y piedra. Mi pasión es defenderlos y velar porque sigan intactos. ¡Ellos nunca mueren a menos que los abandonemos!
—Sí, pero con la mujer albañil puedes…Y con el edificio…No puedes…
—¡Ah, tus ojos jóvenes y sanos todavía no perciben el placer con la distorsión y turbidez con que lo vemos los viejos! Viejos cansados de observar el mundo con ojos húmedos por lágrimas que se han ensuciado con el polvo del tiempo y la inmundicia de la sociedad. El acto de penetrar un inmueble cuya belleza sea capaz de arrebatarte el aliento, ¿no es algo erótico?
—No lo sé, ¿alguna vez te viniste solo de ver lo bien hecha que estaba una pared?
—Oui, cela s'est passé. Yo siempre me confundo en ese aspecto, no es algo natural en mí.
—No entendí que dijiste y prefiero quedarme así. ¿Cuál es el problema esta noche?
El pintoresco ciudadano me mostró un pedazo de piedra y me contó.
—Una vaca estúpida aparcó su auto en la banqueta y astilló una columna corintia de doscientos años, ni más ni menos. Mira, el auto está ahí todavía, le grite que ese no era lugar para estacionarse, y la maldita cerda solo se volvió, y me dejó hablando con su gordo culo.
Bajé de mi vehículo para comenzar a escribir en mi libreta y le advertí:
—Si no hablas con respeto de esa señora te multaré también a ti por faltas a la moral.
—Pues: una respetable dama cuyas dimensiones titánicas compensaban su escaso valor estético fue a estacionarse sobre la acera, ocasionando daños en una columna corintia de doscientos años de antigüedad. Advertí a la señora que ese no era un lugar adecuado para estacionar, pero ella, ignorando mi advertencia, se giró y se alejó para dejarme hablando con su parte posterior de considerable volumetría. ¡Múltala!
Fui a revisar el auto en cuestión, verifiqué que estaba estacionado en zona prohibida y escribí la esquela. Micky, que no perdía el tiempo, ya estaba abrumando a la pobre Ilmari con sus rarezas, así que me apresuré para ir y hacer que se moderara un poco:
—En serio, Micky, desde que tengo memoria te he visto aquí, cuidando estos viejos caserones de piedra. ¿Qué tienen de especial? Yo antes me preocuparía por todas esas estatuas de ángeles desperdigadas por la ciudad: Siempre sufren por el vandalismo, no sé cómo hacen para destruirlas tan rápido...
—¡Solo hace falta dinamita! Un poco en el lugar correcto basta para demolerlas.
—Micky, ¿quién andaría por ahí cargando algo así en caso de que le den ganas de reventar una estatua?
Mi extraño amigo desenroscó la parte superior de su bastón, sacando una candela de dinamita Y yo me froté el entrecejo diciendo:
—Dime por qué no debería arrestarte ahora…
Él me señaló uno de los monumentos, específicamente el de una pareja, y me preguntó:
—¿Crees que ese adefesio cursi vale algo? ¡Es una forma indigna y humillante de representar a un hombre, a un ser capaz de desarrollar raciocinio y sintiencia propios! Si fueras tú al que retrataran de una forma tan empalagosa seguramente no volverías a dejarte ver en público. La escultura que no está hecha específicamente para ofrecer refugio y un ambiente encantador para que la gente pueda vivir me repugna. Es arte egoísta, excesivamente inútil, no soy ese tipo de creador y de hecho guardo una larga enemistad contra los que sí lo son. Hace unos minutos le decía a Ilmari que los cimientos para mis queridos edificios se cavaron con manos trémulas por el odio y sus acabados se pulieron con sangre. Esas empalagosas estatuas son monumentos a la vanidad, las veo y es como contemplar una pintura del beso de Judas. Ídolos de mármol para rendirle culto a una maldición que nos apresa a todos…
Ilmari bajó del todoterreno y habló:
—Espera un momento, Micky. Desde hace un rato has dicho cosas…Que solo los místicos sabemos…
Él la miró y dijo en un tono serio, bastante raro en él:
—¿Por qué no lo dices directamente? No hace falta guardar los secretos de tu pueblo frente a Cian. Es de los tuyos, nieto de una mística.
—Pero ¿cómo lo sabes tú? Ni siquiera eres celestino.
Le interrogó Ilmari y decidí hacerlos dejarse de rodeos:
—¿De qué están hablando? ¿Qué me esconden?
Finalmente, Ilmari explicó:
—¡Se supone que Gardenia está maldita por los místicos! Y por eso el resto de la isla también lo está. La maldijeron por la esposa del chico que inspiró esas estatuas, era la primera ministra de Celes en ese momento. Sobre el chico no se sabe mucho, nadie recuerda de dónde vino; solo consta que llegó a la isla específicamente para trabajar en las obras de remodelación de Gardenia que, para ese entonces, más o menos 1810, era una ciudad oscura, sucia y de aspecto medieval. Ella era una pintora y escultora aclamada en la isla, todos estos murales y estatuas que adornan los edificios son su obra, pero el chico diseñó los edificios y la gente estaba más maravillada con sus obras. Entonces ella tuvo celos.
Micky comentó, quitándole la palabra a Ilmari:
—A ella le lastimaba el ego ver estos palacios elevarse al cielo mientras sus estatuas sosas no podían despegarse del suelo, aunque tenían alas. Un día se inventó una excusa, infidelidad, no recuerdo. El final fue espantoso y por eso vino la maldición...
Concluyó y se fue diciendo lánguidamente:
—Iba de camino al casino, pero de pronto me he sentido mal. Soy incapaz de dormir, pero voy a proponerme hacerlo esta vez. Au revoir.
Nos despedimos de nuestro raro amigo con un abrazo, después miré a Ilmari y pregunté con curiosidad:
—¿Qué pasó? ¿Por qué maldijeron a Gardenia?
Ella me contestó bajando la voz:
—Porque a la primera ministra se le ocurrió sacarle el corazón del pecho a su marido. Lo atacó con un pico frente a todos, mientras él supervisaba una construcción. Mi pueblo quería darle sagrada sepultura al chico, pero su cuerpo desapareció después del ataque. Dicen que ella conservó el corazón y desechó el resto del cadáver mutilado como si se tratara de basura cualquiera. Los albañiles de la villa del Cielo que atestiguaron el hecho salieron a protestar por las calles de Gardenia pues era inaudito que no solo no castigaran a la mujer, además le estaban consintiendo su capricho morboso de conservar el corazón de su víctima como si lo estuviera forzando aún después de la muerte a ser suyo. Esa noche, al volver a sus casas, unos mercenarios masacraron de la forma más cruel a todos los albañiles y prendieron fuego a la villa entera. Sus cenizas llovieron sobre los prados del sur y los reyes opinaron que “serían un buen fertilizante para las tierras”. Así que los místicos, indignados por lo sucedido, maldijeron la ciudad y la isla entera. Dicen que viviremos atrapados en esta realidad agridulce hasta que aparezca el corazón del ángel de mármol y él por fin deje de ser un alma en pena. Se supone que sigue vagando por Gardenia, quizás Micky lo ha visto y por eso sabe este secreto que solo mi pueblo conoce. Los niños y los locos ven cosas que la gente normal no puede. Y él es un poco de ambos.
—Bah, más patrañas… Son tonterías, el corazón del ángel de mármol es una metáfora del origen de la corrupción en Celes. Mientras no se ataque directamente, seguiremos atascados. Y el mismo ángel es una representación del estado actual de la isla: es un ángel de luz que oculta una historia sangrienta. ¿Sabes qué quiere decir todo eso, Ilmari? Que hay algo que no sabemos, la reina solo es la punta del Iceberg. Tendríamos que investigar todo el sistema y arreglarlo. Arrancar la corrupción de raíz para sacar adelante la isla. ¿No has pensado en qué futuro nos espera a todos si las cosas siguen como están? ¡No cambiará nada!
—Bien, si vas a jugar al psicoanalista con tal de no creer en la maldición, ¿por qué nunca te has atrevido a ir al sur, donde los campos están cubiertos por las cenizas de la masacre? No puedes negarme que sientes que hay algo oscuro ahí.
No pude responderle porque justo escuchamos un auto acelerando con la zona de los clubes nocturnos y casinos, un área bastante conflictiva. Frente al club más lujoso de la isla, “El Inferno”, se encontraba un grupo de personas mayores visiblemente agitadas; así que le pedí a Ilmari que vigilara mi vehículo mientras yo iba a tomar declaración. Me acerqué preparando mi cámara y mi libreta en caso de necesitarlas. Cuando llegué, todos me rodearon hablando a la vez, me costaba entenderlos. Aparentemente, había ocurrido una pelea entre clientes y el que la inició se dio a la fuga. Noté que en la entrada había un portero de aspecto amenazador, era extraño que no interviniera para poner orden. Fui a preguntarle qué sabía y solo dijo que tenía una petición para mí: que tratara todo discretamente y entrara al club para pedir más información a la barista. Intrigado, le hice señas a Ilmari desde donde estaba, indicándole que iba a entrar; ella me respondió levantando un pulgar y fui al interior del edificio. Ahí comprendí un poco a Micky y su fascinación por los lugares así. El vestíbulo era majestuoso, tras cruzar una puerta inmensa ornamentada con curvas sinuosas y detalles florales, llegabas a un umbral flanqueado por columnas estilizadas y lámparas de vidrio soplado. El salón principal era inmenso y luminoso, tenía paredes cubiertas de paneles de madera tallada con motivos vegetales y grandes espejos que replicaban la luz de las lámparas colgantes. Había sillones tapizados en terciopelo rojo y dorado, con respaldos curvos y patas en forma de hojas bajo un techo abovedado de vitrales con motivos florales y geométricos. Debí verme como un tonto niño perdido mirando a mi alrededor boquiabierto, por suerte no había casi nadie, apenas dos o tres ancianos con frac y sombrero de copa que iban por ahí arrastrando los pies y apoyándose en las barandillas de las escaleras con intrincados detalles ornamentales en hierro forjado. ¡Todo aquello se veía más caro y elegante que el mismísimo palacio de Gardenia!, que en comparación ya me parecía solo la casa de una señora con un poco de dinero. Un mesero me llamó, dijo que necesitaban hablarme en un espacio más íntimo debido a la delicadeza del asunto. Luego me condujo a un pequeño salón tras unas cortinas de terciopelo. Ahí, entre candelabros de cristal y lámparas colgantes con pantallas de vidrio esmerilado que irradiaban una luz cálida, había un pequeño bar; y justo en ese punto, el fondo de ese abismo de lujo, sensualidad y misterio fue donde por fin me encontré con la persona que me esperaba para rendir declaración. Al verla, sentí que el corazón me daba un vuelco y me quedaba sin aliento. La reina Zoeila, Emi Ishikawa y mi amiga Ilmari eran muy hermosas, pero eso nunca me afectó en realidad. La mujer que debía hablar conmigo, la barista, tuvo en mí un efecto inesperado: era bella, más que cualquier otra que hubiera visto en mi vida, pero me miraba directamente a los ojos y de una forma que me intimidó. Me quedé un momento sin palabras hasta que ella rompió el silencio:
—¿Tú eres el oficial…?
“Así es”, murmuré bajando la mirada y con voz apenas audible. Preparé mi libreta para escribir y me sentí como un retrasado. Ella comentó:
—Hubiera preferido a un oficial más viejo, es decir, experimentado. Este caso es muy especial. Debes ser muy discreto por los involucrados.
La miré rápidamente sin levantar el rostro y comencé a preguntarle sus datos mientras escribía, con el deber me regresó un poco el valor. Ella se llamaba Dulce Consuelo Del Mar, su nombre me hizo gracia y tuve que morderme los labios para no sonreír. Tenía 18 años, era originaria de un país centroamericano poco más grande que Celes, pero cuando vacacionaba en un yate naufragó en nuestra isla y desde entonces residió junto a sus padres en la villa del Cielo hasta que consiguió mudarse a Gardenia gracias a su empleo. Pude ver que se ponía nerviosa al explicar qué hacía trabajando ahí, no cualquier chica de las que llegan a la isla por un naufragio acaba trabajando en el Inferno. Pero ella, como dije, era demasiado bonita, y eso de seguro algo tenía que ver. Finalmente le pregunté qué había ocurrido esa noche y ella me señaló a una dama de sociedad que tomaba una copa a unos metros de nosotros y nos miraba de reojo, parecía estar de muy mal humor. La reconocí al instante: delgada, cabello oscuro algo rizado, ojos azules, muy pálida; era la mujer que esa misma mañana vi jugueteando en el palacio de Gardenia con Eiden Ishikawa. Consuelo me “explicó”:
—Tuvimos un problema con la familia de la señorita Estelle Angenoir, ¿comprendes?
Estuve pensando unos segundos antes de preguntar, sincerándome:
—¿Quién es esta señorita Angenoir?...
—La estrella del teatro, ¿te suena? Está en un montón de publicidades, es una bailarina muy famosa, además ocasionalmente canta en la ópera.
—Es una señora rica de Gardenia. Ya veo.
—No solo eso…
Murmuró Consuelo y luego me dijo al oído:
—¡Es la hija del director de “La Sociedad de Azrael”! Es la mujer más rica de la isla, y quizás una de las más ricas del mundo.
No pude disimular mi cara estupefacta por la indignación, ¡esa era la tipa que se estaba dando la gran vida a costa del sufrimiento de los pobres de la isla! Finalmente vi también a los ojos a Consuelo y le respondí:
—Me importa un cuerno.
Ella me miró sorprendida, luego se echó a reír y habló:
—¿Entonces tú no eres de los que aceptan sobornos? ¿Eres el legendario chico bueno que sí quiere proteger a la ciudad? O, ¿solo un resentido social que odia a los ricos?
—Un poco de ambos. ¿Qué pasó con esa Estelle?
—Su sobrino estaba aquí departiendo con ella y otro muchacho, cuando de pronto el joven se puso insolente a causa del alcohol y se marchó con su amigo. La señorita Angenoir está preocupada por ellos, quiere que vayas a buscarlos y los traigas de regreso a casa antes que el padre de ella se entere. El señor tiene un carácter volátil y es muy estricto con este muchacho… El sobrino. Por favor, debes ser discreto, no es necesario hacer un escándalo, ¡mi trabajo depende de esto! Me han pedido que te ruegue, ¡que te pague si eso quieres!, pero que lo traigas de regreso a Gardenia y lo lleves a su casa.
—Lo haré solamente por servirte a ti, que eres una ciudadana trabajadora y honrada. ¿verdad?
Le pregunté mirándola lánguidamente. Esta vez fue ella la que bajó la mirada. Suspiré y dije:
—Bien, ¿y a dónde vive ese zángano?
—Lo sabrás cuando lo encuentres.
Respondió siempre como con miedo a decir nombres específicos. Luego me tomó de un brazo diciendo mientras me conducía de nuevo a la entrada del casino:
—Por favor, apresúrate, la señorita Angenoir está muy alterada y a menudo se queja de mí con su padre… Mira, se fueron al este, las luces del auto se vieron ir en dirección a la colina del cementerio a gran velocidad. Iban en un Mercedes de este año, color negro, cristales oscuros, la matrícula dice FMOR4D. ¡Por favor date prisa!
Regresé a mi vehículo donde Ilmari ya tenía preparada su ballesta en caso de problemas y le intenté contar lo sucedido, mientras encendía el motor:
—Un pleito de borrachos, dos se fueron a la colina del cementerio. Exceso de velocidad y desórdenes públicos, van a pasar la noche en una celda del Pote Caliente. Toma la libreta, ahí están sus datos.
—¡Un auto del año! ¿Son ricos?
—Claro, son clientes del casino Inferno. Oye, dentro vi una chica muy bonita. ¿Debería decirle algo después de atrapar a los tipos alcoholizados?
—No. Eres feo, no le vas a gustar.
Me informó mi “amiga” entre risas y le contesté:
—Eiden Ishikawa es feo y le gusta a mi hermanita.
—¡No es feo!, además tiene carisma y tú eres rancio. Pero si sentiste una conexión, entonces quizás el destino simplemente los volverá a poner juntos.
Las palabras de Ilmari bastaron para perder mis esperanzas con Consuelo, pero al menos ya sabía que esa fue la primera muchacha que me gustó en serio. Conduje un poco al sureste en dirección a la colina del cementerio de la isla. Está en la zona de las huertas frutales, un sitio que de día es soleado y desde el cual es posible ver los trigales del sur. Por la noche es igualmente agradable, el cielo estrellado brilla más que nunca cuando lo ves desde ahí, y la hierba medio seca por el terreno un poco árido ondea con destellos dorados. Algunos piensan que es un lugar tétrico porque en el punto más alto hay una gran cruz y a pocos metros yacen las tumbas, a mí me inspira paz. Le temo más a la espesura del bosque y no soy el único con preferencia por esa solitaria zona de la isla, también es la favorita de las parejas que no pueden pagar un motel y de los jóvenes juerguistas que quieren seguir la fiesta fuera de Gardenia sin molestar a ningún vecino. Ilmari iba en actitud de alerta, buscando con la vista el Mercedes 2015 que me indicaron, desde niña había cazado con sus hermanos en el bosque y realmente me ayudaba mucho cuando debía rastrear sospechosos. Yo estaba más ausente, imaginándome que solo a esos parajes podría llevar a una novia si la tuviera. No tenía dinero para pagar un restaurante caro de Gardenia y mucho menos posibilidades con una mujer como Consuelo, pero soñar era gratis. De repente Ilmari señaló a unos matorrales, detrás se podía ver un auto nuevo y lujoso. Me estacioné, preparamos las armas y bajé alumbrando el camino con mi linterna de mano. Sin duda ese era el vehículo que buscábamos. Revisé mis apuntes, había tan pocos en la isla que era fácil averiguar a quién pertenecía cada uno. Ese en cuestión era parte de la flota del palacio real de Gardenia, no debería estar ahí si no se trataba de un asunto oficial. Alguien tendría que responderme muchas preguntas, pero no había nadie dentro. Me volví a mirar a Ilmari, necesitaba que me ayudara otra vez rastreando a los tipos perdidos. Ella comenzó a observar el suelo en busca de huellas y tras encontrarlas me indicó con señas que la siguiera, las pistas nos llevaron hasta una ladera donde dos tipos reían bebiendo en una vieja mesa de madera de las que usan los hortelanos para almorzar durante su faena. Siguiendo el protocolo, toqué mi silbato y los alumbré con la linterna exclamando:
—Ejército real de Celes, identifíquense.
Los dos, un chico negro y otro blanco vestidos con ropa cara y moderna, se miraron entre sí y rieron un poco nerviosos, de pronto el blanco me señaló y dijo:
—Un momento, yo lo conozco a él.
Al instante, yo también lo reconocí, por la voz y los anteojos, era Eiden Ishikawa… Las cosas se ponían complicadas. Me sorprendió más que nada que dijera conocerme, así que por el momento solo guardé silencio y escuché que tenía que decir sobre mí:
—Es el hijo mayor del Capitán Fèng, Ocean. Me cae bien porque es listo y sincero, siempre gira los ojos cuando yo también quiero hacerlo, pero no puedo porque soy yo quien está diciendo algo absurdo.
El chico negro suspiró alzando las cejas y mostrando las manos en señal de rendición, diciendo:
—Oficial, le juro que no estamos borrachos, este chico siempre se comporta raro. Yo, yo solo soy un estudiante, a él ya debe conocerlo.
—De todas maneras, necesito sus datos.
Respondí secamente mientras preparaba mi libreta. Eiden no tardó en proporcionármelos:
—Ishikawa Eiden, nací el 1 de abril de 2002 en la ciudad de Gardenia. Mi ocupación es poeta y cuentacuentos.
Su amigo comentó al instante, iniciando una pequeña discusión amistosa entre los dos:
—Es un vendedor de aceite de serpiente, oficial. Fíjese en como ofrece su fecha de nacimiento evitando simplemente decir que tiene trece años.
—Yo nunca miento, siempre digo la verdad, pero de la forma adecuada. De eso se trata la política.
—¡No! Jódete, Eiden. Cuando hay una epidemia de cólera en la villa del Cielo y tú dices “estamos tomando todas las medidas posibles para solucionar esta crisis”, pero sabes que solo están cavando una nueva fosa común…Simplemente whoa, viejo…
—Pero no miento, esas son las medidas posibles. ¿Te imaginas lo que pasaría si intentara hacer algo más? Yo no los entiendo, cuando se trata de seguir órdenes soy un hombre “y demasiado mayor para hacer niñerías”; pero si debo tomar decisiones por mi propia cuenta, entonces soy un niño y no tengo suficiente experiencia para eso.
En ese momento tuve que poner orden, se hacía tarde y debía llevar a ese par de mocosos mimados a su casa:
—¡Silencio! Sin importar su edad, un hombre debe hacer lo que los hombres deben hacer. Un primer ministro que no administra bien ni vela por la seguridad de su pueblo es un fracaso. Tú, el de aspecto extranjero, ¡nombre y edad!
—Ángel Oread, oficial. Dieciséis años. También nací en Gardenia, pero estudio con Eiden en Alemania; prácticamente no vivo aquí. El auto es de mi madre, no tengo licencia de conducir en Celes, pero tengo una alemana, ¿esa sirve también?
Respondió el otro chico y yo me quedé atónito. Me volví a ver a Ilmari, pude ver la mirada de asombro en su rostro medio cubierto por el balaclava. Ángel simplemente comentó, entre risas y bajando la mirada con humildad:
—¡Sé lo que están pensando! Aquí en Celes no hay muchos… Y yo debo verme muy extraño… En fin, ¿qué pasará ahora? ¿Estamos arrestados?
Yo seguí haciendo mi deber sin inmutarme:
—Tienen una denuncia por exceso de velocidad y desórdenes públicos. Yo llevaría sus traseros a una celda en el Pote Caliente, pero ya que el primer ministro está presente…Deberé preguntarle si desea interceder en el caso…
Lo miré de forma amenazadora y él respondió alegremente:
—¡Me dejo en libertad bajo fianza! Pero me condeno a tener vigilancia de ahora en adelante. Y tú vas a ser quien me vigile, Fèng. Mi tía Emi siempre está diciendo que es peligroso que salga a pasear cuando estoy en Celes, pero si tengo seguridad ya no habrá problema. ¡Además pareces muy interesante!
—No soy niñero de nadie.
Respondí calándome el quepis y Ángel rogó:
—¡No te hagas el apretado, Fèng! ¡No somos ricos tontos y malvados! Yo apenas salgo de casa, siempre estoy jugando videojuegos y mi único amigo es Eiden que es menor que yo. Y Eiden es un fenómeno, míralo, es como una mezcla entre Harry Potter y el chico predicador de Los niños del maíz. En Europa nos tratan como apestados y aquí en Celes nos aburrimos mucho más porque no conocemos a nadie, solo vagamos por ahí sin conocer nada y temiendo que nos pique una serpiente o nos coma un coyote, ¡yo que sé! Anda, ayúdanos…
Luego Eiden me ofreció:
—Hablaré con tu padre, será como un empleo de verano. Seguro alguien más puede patrullar en tu lugar, tú solo tendrías que salir con nosotros por las noches. ¿Qué dices? Piensa en el futuro, los primeros ministros nunca han sabido trabajar en conjunto con las fuerzas de seguridad, nosotros dos podríamos cambiar eso. Por favor…
Ilmari, que había permanecido en silencio, me tomó de un hombro y asintió con la cabeza; estaba de acuerdo. Suspiré y me quedé un rato pensando. Realmente era muy aburrido patrullar los mismos lugares cada noche y pude notar como Ilmari veía a Eiden con ternura. En ese momento recordé a mi padre y uno de sus consejos: no estorbes a la naturaleza, no separes a las criaturas jóvenes cuando se buscan entre sí; hay maldad en quien intenta manipular la primavera. Así que finalmente abrí los brazos para luego dejarlos caer a mis costados diciendo:
—Está bien, hagámoslo.
De repente todos me abrazaron saltando entusiasmados y celebrando, sin duda en ese tiempo todos aún éramos niños. Así se formó nuestro grupo de amigos.
Recuerdo que en algún momento Eiden llamó a mi padre desde su teléfono móvil y le informó la situación, papá no se opuso. De hecho, parecía contento. Cuando Eiden y Ángel preguntaron el nombre de Ilmari, yo contesté por ella evitando que hablara:
—Su nombre es Ilmari, él es un místico. Más vale que lo respeten y no lo hagan enojar, es muy violento.
Eiden comentó alegremente:
—Yo viví un par de años con los místicos, con la señora Norma Petersen, ¿la han visto? ¡Es preciosa!, ¡me encantan las chicas místicas! Cada vez que hay un acto oficial, me fijo si ha llegado alguna, pero son muy tímidos y raramente se ven. ¡Dios, me encantan! Si tuviera una cerca les juro que me le tiro encima, le arranco la ropa y le hago el amor ahí mismo. No me podría contener.
Yo me quedé pálido al escucharlo, pero Ilmari solo rio un poco, así que lo reproché indignado:
—¡Niño calenturiento! Si sigues hablando así, Ilmari te golpeará tan fuerte que te romperá algún hueso.
—Pero no estoy diciendo nada malo, sinceramente me encantan. Podemos hablar de esto, ¿no? Estamos entre hombres y tú e Ilmari seguro ya no son vírgenes y me entienden, ¡no me digan que son como Ángel que piensa que clítoris es un Pokémon!
El pobre Ángel se echó a reír escondiendo la cabeza dentro de su camiseta como una tortuga en su caparazón, e Ilmari y yo intercambiamos miradas. Los dos estábamos tan puros que podrían usarnos para cazar unicornios. Pese a todo, me hice el hombre de mundo y le di un zape a Eiden, diciendo:
—¿Qué dices, niño? ¿Acaso tú ya lo has hecho?
—He logrado meter la puntita, pero nunca me dejan terminar dentro. Siempre han sido encuentros casuales, necesito una novia formal. ¿Ilmari podría presentarme una mística?
Mi facilona amiga asintió sonriendo con la mirada y yo la vi con ganas de darle un zape a ella también. Entonces Ángel intervino sacando unos juguetes para cambiar de tema:
—¿Alguien juega al League of Legends o a las cartas de Yu-Gi-Oh? ¿No? ¿Quieren que les enseñe?
Ilmari levantó la mano y se acercó a él para ver qué traía, entonces Eiden me sirvió vaso de lo que bebían y seguimos charlando mientras contemplábamos los prados del sur y él encendía un cigarro para fumar como un viejo:
—¿Te gusta la sidra, Cian? Es lo único que pudimos conseguir, no nos venden alcohol así que tomamos algo de la cocina a escondidas.
—¿Te estás quedando en el palacio de Gardenia?
—Sí, le pedí a mi tía ese favor. La villa Ishikawa es muy solitaria y silenciosa, me hace sentir triste. Prefiero quedarme con Ángel. Mañana podemos ir todos a visitarla si quieres. No hay mucho qué hacer, pero en compañía todo es divertido.
—¿Y realmente has salido de la isla? ¿Cómo es el mundo allá afuera?
Pregunté intrigado, él se encogió de hombros y replicó:
—Es más sencillo. Todo es tan trivial que ya nada parece tener importancia. Por ejemplo, la primera vez que salí a comer una pizza afuera, sentí extraño el ir entre una multitud sin que me preocupara que alguien me reconociera. Aquí todo mundo sabe quién soy, afuera no soy nadie. Luego el mesero que nos atendió tenía un gafete con su nombre y decía “Ishikawa”. Yo me sorprendí, porque creía que todos los Ishikawa éramos parte de la misma familia noble, pero no es así. Hay Ishikawas que te sirven pizza, o limpian baños, y fuera de Celes yo soy uno de tantos como ellos. Así que prefiero quedarme aquí. Cuando termine la secundaria, mi tía quiere que estudie administración y ciencias políticas, luego volveré y tendré una familia grande para llenar otra vez la villa Ishikawa con gente joven.
—¿Con una chica mística? A tu tía le dará un ataque.
—¡No me importa! Quiero que los Ishikawa seamos mágicos, como los místicos. Tú eres místico también, ¿verdad? Escuché que eres sobrino de los Petersen.
—Algo así, pero no soy mágico.
Sonreí un poco. Pude notar como los adultos forzaban a Eiden a comportarse como otro adulto, pero él realmente seguía pensando como un chiquillo. Bebí un poco de mi vaso y quise sacarle más datos sobre el incidente en el casino Inferno y todo el secretismo de aquellas mujeres:
—¿Qué problema tuviste con esa señorita Angenoir?... ¿También es tu tía? Tienen una relación muy rara…
—¡No es mi tía! Sí somos parientes…Pero muy lejanos. Ella vive conmigo cuando estamos fuera de Celes, yo me he enamorado un poco… ¡Pero ella me rechaza! Insisto e insisto, a veces parece que se animará a darme una oportunidad, me deja dormir con ella en su cama, me deja besarla… ¡Y luego nada!
—Eiden, tienes trece años, lo que me estás contando se llama delito de estupro. ¡Ella podría ser tu madre! Enamórate de una niña de tu edad, o simplemente piensa en otra cosa. La vida no se trata solo de casarte y tener hijos. Tú dijiste que te gustaría trabajar en equipo conmigo por mejorar esta isla, ¿no? En unos años, cuando seamos realmente hombres, y no hombrecitos de juguete que los viejos mueven a su antojo, ¡podríamos cambiar todo esto! ¿No ves que te están adormeciendo con la idea del amor y la familia? Estás tan ocupado buscando meter el pito en una chica y estudiando en tu escuela elegante que no te fijas en todas las cosas turbias que suceden en Celes.
Eiden se quitó los anteojos para limpiarlos y me explicó, como si fuera un tipo de cuarenta años:
—Comprendo perfectamente que la madre de Ángel, mi tía Emi y cierto grupo de personas ocultas en la directiva de La Sociedad de Azrael desean que yo siga siendo un joven despreocupado y me convierta pronto en un padre dedicado a una numerosa familia para que nunca me entrometa en sus asuntos. Pero ¿qué puedo hacer al respecto? Soy solo un hombre a cargo de una villa repleta de ancianos a los que tengo un cariño entrañable. Quiero que al menos pasen sus últimos días en paz. He escuchado rumores sobre que en Gardenia hay mercenarios ocultos, y muchos más en la villa del Cielo, ¿sabes qué pasó cuando le sugerí a mi tía Emi que investigáramos? Se puso histérica, me gritó que no puedo hacer nada sin antes consultárselo a ella, que por mi atrevimiento esos sujetos podrían masacrar la villa Ishikawa. El poder no está en manos de la reina, o de mi tía, o de una sola persona. Es todo el grupo de personajes que invierten mucho dinero para que Celes siga siendo su paraíso vacacional privado. Yo veo todo y pienso que esto no es un reino, ningún tipo de nación, en realidad solo es una casa de playa y de campo muy grande para personas muy ricas. Si tuviéramos la fuerza para enfrentarnos a ellos, las armas, los aliados… Pero estamos solos. Quizás cuando mi tía Emi me dé más independencia, si consigo que la comunidad internacional intervenga y envíe ayuda…
—¿Por qué no confías en tu propio ejército?
Le pregunté de forma desafiante. Él se me quedó mirando sin saber qué contestar; como si nunca se hubiera cuestionado eso antes. Entonces seguí hablando:
—¿No dijiste que yo era mágico? No lo soy, pero puedo hacer más de algún truco cuando se trata de defender a mi gente y a mis ideales.
Justo en ese momento, emergió la villa del Cielo de entre un banco de nubes. Eiden y Ángel, quien al parecer nunca la habían visto, se quedaron boquiabiertos mirándola. Siempre tiene ese efecto en los extranjeros. La villa del Cielo no está en ninguna parte concreta de la isla. Los Celestinos repudian tanto a los inmigrantes, sin importar si son buenos o malos, que no los dejan establecerse realmente en su tierra. Desde hace siglos viven en una “abominable quimera arquitectónica”, como la llama Micky, y es que la Villa del Cielo es una comunidad marginal que desafía las leyes de la gravedad y la lógica. Imagina una plataforma flotante suspendida en el aire, sostenida por cientos de globos aerostáticos que se hinchan con el aire caliente que brota de los hornos y calderas donde se cocina e incinera según las necesidades de los miserables hogares que la componen. Por las noches se ve como una enorme nube de tormenta en llamas, que oscila en un circuito en forma de ocho, eternamente vagando sobre los prados del sur, de vez en cuando subiendo y bajando elevadores de cuerdas iluminados con faroles y luces de navidad. No es raro que estos últimos se caigan y ocurran tragedias. Ángel cayó sentado en la hierba y preguntó, sin apartar la mirada del coloso que volaba ante nosotros:
—¿Eso es…?
“La villa del cielo”, murmuré respondiéndole. Eiden caminó unos pasos como para verla más de cerca y por fin dijo sin poder creer lo que estaba mirando:
—¡Es absurdo! Esa mole de cartón y madera elevada con globos de aire calentado por hogueras de… ¿Qué usarán? ¿Sus propios desechos? Debe haber un par de miles de habitantes, a juzgar por el tamaño. Claro, ¡es una bomba de tiempo!, ¡puede incendiarse y desplomarse en cualquier momento!
Yo me le acerqué para preguntarle en un tono un poco desafiante:
—¿No se supone que los historiadores de la isla son los Ishikawa? Dicen que ya ha sucedido. De todas maneras, no necesito pruebas, es obvio que esa cosa se ha caído más de alguna vez. La pregunta es, ¿por qué siguen permitiendo que exista? Deportarlos sería más humano, pero supongo que la isla necesita mucha mano de obra barata.
—El 75% de los alimentos de la isla provienen de los campos sobre los cuales flota esa villa. Si las cosechas se perdieran por el fuego de un desastre de esas dimensiones, tendríamos un problema grave. Esa cosa debe solucionar sus problemas de seguridad o simplemente ahorrarnos el gasto bajándolos. No sé, podríamos reubicar a los habitantes en tiendas de campaña, o como dices, deportarlos…Pero creo que algunos ya nacieron aquí, ¡no lo sé! Lo que tengo claro es que la villa del Cielo debería desaparecer.
Concluyó Eiden hablando como un señor mayor y de repente escuchamos un gruñido, un bulto peludo de color claro salió de entre los matorrales y se lanzó sobre Eiden, que tras ser revolcado un poco en la hierba consiguió arrancarse el bulto de encima y aventarlo de nuevo a la maleza. Ilmari preparó su ballesta y yo mi revolver, halando a Eiden de un brazo para ponerlo tras de mí. Esperamos un poco y murmuré para que Eiden y Ángel se calmaran:
—Parece que es una zarigüeya. ¿Te mordió? Podrías necesitar una vacuna contra la rabia.
—Eso tenía un rostro humano…Era una especie de mono…Un pie grande o algo así…
Me volví a mirar a Ilmari y le pregunté susurrando entre dientes: “¿alguna vez has visto un mono en los bosques?” Ella me miró meneando la cabeza negándolo. Ilmari sabe todo de los bosques. De repente, los matorrales se agitaron de nuevo, vimos asomar el bulto otra vez y de pronto se reveló como una extraña niña rubia con un abrigo marrón corriendo y haciendo una especie de berrinche. Cuando pienso en que la única razón por la cual no le disparé cuando apenas salía de entre el follaje fue la curiosidad de ver qué demonios era, me dan ganas de matarla de todas formas. Bajé mi arma con un suspiro de alivio, decepción, y enojo; mientras ella me pasaba de largo para ir a tirarse sobre Eiden y atacarlo de nuevo entre chillidos agudos. Ángel comentó aliviado:
—Solo es una niña salvaje. ¿Hay muchos así?
Entonces le repliqué volviendo a enfundar mi arma:
—No lo creo, es la primera vez que veo una.
Luego Eiden dijo, ya resignado a los golpes de la niña:
—Mi pregunta es, ¿por qué me odia específicamente a mí? Hoy viví mi primer atentado terrorista y fue a manos de una niña loca. ¡Deja de reírte, Ángel!
—Tú dijiste algo sobre usar las palabras adecuadas para decir las cosas. Tú le llamas niña loca, yo le llamo novia sin domesticar. Tiene casi tu misma edad, Eiden, ¡son el uno para el otro!
Dijo Ángel en tono burlón y yo agregué:
—Definitivamente mejor que tu tía, Eiden. Piénsalo.
—¿Acaso parezco un pedófilo? No lo digan ni en broma, a mí solo me interesan las mujeres adultas. ¡Alguien quítemela de encima!, hay que entregársela a sus padres. No presentaré cargos con tal de no volverla a ver jamás.
—Déjamelo a mí, tengo una hermanita y sé cómo tratar con niñas pequeñas.
Sugerí, y con delicadeza tomé a la niña de la cintura, le hice cosquillas para que soltara a su presa y cuando lo hizo la levanté llevándomela bajo el brazo. Hizo una pataleta, pero de todas formas la senté en una roca y le dije:
—Oye, yo no te hice nada. Y estoy aquí para defender a la gente de aquellos que los molestan. ¿Qué te hizo Eiden y porqué estás enojada con él?
La chica no respondió, traté de hacerla sentir cómoda:
—Bueno, hablemos de otra cosa. Me llamo Cian y quiero ser tu amigo. ¿Qué princesa de Disney te gusta más? ¿Las conoces?
Ella asintió con la cabeza mirándome con recelo, así que seguí con el tema:
—A mi hermanita le encanta Anna, la de Frozen, porque su hermana mayor crea hielo; y como mi hermanita tiene un hermano mayor que soy yo y puedo crear fuego... ¿Quieres ver?
Pude notar su interés cuando asintió de nuevo, pero abriendo mucho los ojos. Entonces pretendí tener un mechero en la mano y encenderlo, haciendo que una pequeña llamita naciera de mi pulgar. Ella se quedó mirándola con admiración y por fin me habló:
—Soy Uoliena, el lunes cumplí diez años y mi princesa favorita es la sirenita. ¿Tú eres el novio de Elsa?
—No, por desgracia estoy fuera de su liga. ¿Dónde viste a las princesas? ¿Tus padres te han llevado a Gardenia? ¿Vives ahí?
—No, las veía en mi casa, antes del accidente con el bote. Ahora vivo…
Volvió a quedarse muda y miró a la villa del Cielo con ojos llorosos. Deduje que era hija de náufragos recientemente establecidos en la villa del Cielo. Quizás urgía llevarla con un médico a Gardenia pues aparentemente había caído de la plataforma, traté de sacarle más información:
—¿Tus padres viven en la villa del Cielo? ¿Te caíste?
—No, mis papás se enfermaron hace unos meses, ellos murieron. Entonces me llevaron al orfanato de la señora Marta. Ella me dijo que mis padres se murieron porque el chico que aparece en la tele del orfanato no envió medicinas, aunque dijo que sí lo haría. Y ahora él quiere destruir la villa.
Respondió llorosa y señalando a Eiden. Así que le expliqué:
—Eiden solo es un niño, como tú. Hay adultos malos que lo hacen hablar por ellos para que la gente se enoje con él y no sepa quienes son. Esa gente mala es la que no quiso ayudar a tus padres. Recuerda: hay adultos muy malos, debes tener cuidado.
—Lo sé, como el hombre malo que me quería llevar a Gardenia. ¿A ese sí vas a castigarlo?
La miré intrigado y pregunté:
—¿Qué te hizo el hombre malo?
—Me compró a mí y a otras niñas para llevarnos a una casa en la ciudad de Gardenia, la señora Marta tomó el dinero y antes de que nos fuéramos nos encerró con él en un cuarto sucio. Él les hizo daño a otras niñas, con su pipi. Yo, cuando vi eso, me asusté y me escapé por una ventana antes de que fuera mi turno. Me persiguieron, pero logré saltar a un ascensor cuando iba bajando y al llegar a la tierra corrí a esconderme en los matorrales. Desde entonces ando bajo la villa, como moras y lo que encuentro en el camino, casi no he podido dormir porque si me descuido perderé a la isla y dicen que no tengo permiso de vivir en ningún otro lado. Si me alejo me llevarán a la cárcel.
Sentí nauseas, volví a cargarla y fui a reunirme con los demás, exclamando:
—Es huérfana. Parece que está huyendo de una red de trata de blancas… La vieja maldita que debía cuidar de ella la ha dejado muriendo de hambre quien sabe desde cuándo y presuntamente dejó que abusaran a otras pequeñas. La ley me permite ir a buscarla y ajusticiarla donde la encuentre… Ilmari, vamos a la villa del Cielo.
Eiden me miró extrañado, diciendo:
—¿Estás seguro? Sé que hay un orfanato en esa villa, se mantiene con impuestos destinados a que los administre La Sociedad de Azrael. Si lo que dice esta niña es verdad… Necesito saberlo.
—Ni hablar, tú y Ángel no pueden subir ahí. No puedo permitir poner sus vidas en riesgo y la villa del Cielo es un infierno en la tierra.
Sentencié y la pequeña exclamó:
—¡No es cierto! No es el infierno que ustedes creen, es nuestro hogar y lo amamos.
Me conmovió escuchar a esa niña defendiendo el miserable lugar en que la alojaron al llegar a nuestra isla. Ángel se frotó las sienes y sugirió:
—Debemos cuidar a la niña nosotros mismos, amigos, si esto es cierto… Apuesto a que en cuanto le quitemos la vista de encima otro degenerado se la llevará. Y hay que cerrar ese orfanato…
En ese momento, Eiden nos ordenó:
—Dejen de estar especulando. Vamos a ver qué está pasando en realidad y después decidamos qué puede hacerse sin que mi tía Emi lo sepa. Esto es un asunto muy serio para mi familia.
—Olvídalo, tú no entrarás ahí…
Objeté y Eiden me replicó con su extraño aire de madurez:
—No te insubordines, Cian. Eso es un delito.
Lo dijo con tanta determinación que decidí arriesgarme y hacerle caso. Pero, de todas maneras, tomamos algunas precauciones. Antes que nada, todos nos movilizamos en mi viejo todoterreno; el auto caro de los chicos de Gardenia llamaría mucho la atención. Ángel, que era realmente el hombre más importante del grupo, no presentaba mayor problema al mostrarse en público porque nadie imaginaba su verdadera identidad. Le confié su seguridad a Ilmari y lo vestimos con nuestro único chaleco antibalas que luego cubrimos con una capa impermeable. También teníamos a la mano otro impermeable que le pusimos a Eiden, pidiéndole por favor que tratara de cubrirse siempre el rostro con la capucha y no hablara mucho frente a los extraños, pues su voz era muy reconocible en toda la isla. En el camino hacia la villa del Cielo, Ilmari se fue en la parte trasera del vehículo con Uoliena y Ángel, quien se tomó la tarea de sacarle más datos a la niña. Así supimos que no iba a la escuela, ni recordaba el nombre de sus padres o su propio apellido. Eiden, sentado junto a mí en el asiento del copiloto, iba escuchando todo atentamente y después me dijo en voz baja:
—Está condenada, no le espera ningún buen futuro en la isla. Me parte el corazón pensar que exista tanta gente así, sin ninguna oportunidad de escapar de la crueldad de una sociedad que te aplasta si no tienes suficientes privilegios.
—Sabes que desde tu puesto de autoridad podrías cambiar eso…
Le comenté, él contestó:
—Todavía no. Pero en unos años… Por ahora, me arriesgaré en algo: voy a adoptar a Uoliena. ¡No me digas que soy un niño y bla bla bla! Es lo mejor que puedo hacer por ella, y mi tía no podrá quejarse porque nos hace falta sangre joven en la villa. Podríamos casarla cuando ya esté adulta con algún soltero maduro Ishikawa y obtener más herederos.
—Cásala contigo, con un anillo de caramelo.
—¡No me gustan las niñas pequeñas! Y aunque no lo creas, tengo un instinto paternal fuerte. Nunca he tenido nada parecido a un padre en mi vida, y la única figura masculina importante en mi familia es temible. Yo tuve que aprender a ser mi propio papá.
—Pero ¿tú sabes…quién es tu padre biológico?
Pregunté con un poco de recelo, Eiden replicó:
—Sí. Sí, sé toda la historia de mi nacimiento. Eso tiene algo que ver con que yo repudie tanto la idea de acercarse demasiado a las niñas pequeñas. ¡No es importante, Cian! Un día quiero ser ese padre que escucha a sus hijos, y los hace sentir mejor y los acepta tal como son. Que se preocupa por todos, y que todos estén bien. Me siento mal cuando mi tía y la reina no me dejan administrar los recursos para que alcancen para todos en la isla, ellas me dicen que ahora soy muy joven y al crecer entenderé estos “sacrificios”. Pero no lo creo. Siempre me dolerá algo dentro, algo instintivo, lo que siente el padre de una manada cuando no logra cazar alimento para todos sus cachorros.
—De alguna forma te comprendo, la compasión está dormida dentro de todos; sin importar la edad, el sexo o tu origen. A mí a veces me pica aguijonazos… Quiero que entiendas que solo bromeo cuando te digo “niño”. Desde hace un buen rato me fijé en que no eres solo un mocoso frágil. Yo mido 1,80 metros y tú pareces ser apenas unos diez centímetros más bajo que yo. A mi edad vas a ser muy alto y de seguro fuerte. En fin.
Justo en ese momento nos acercamos lo suficiente a la quimérica villa del Cielo. Al estar a pocos metros de ella, el sonido era sobrecogedor; te estremecía el eco de toda la gigantesca estructura de madera rechinando al sostener el peso entero de la villa precariamente suspendida por globos de aire caliente. Era un sonido que retumbaba contra el suelo como si una bestia enorme se quejara y rugiera desde el cielo. No se veía nada acogedora. Ángel sacó la cabeza por una ventanilla para mirar con espanto como bajaba una cesta zarandeándose desde una altura de ciento cincuenta metros y preguntó:
—¿Esa es la única forma de subir y bajar?
—Parece que también hay escaleras…
Le respondí mirando como el viento agitaba unas escalerillas de cuerda medio podrida que se iban arrastrando colgadas de la villa hasta el piso. Entonces me dijo, con bastante respeto:
—¿Sabes, Cian? Creo que sería buena idea que me dieras las llaves de tu auto y que yo me quede aquí con Ilmari y Uoliena cuidándolos. ¡Ellos no saben conducir! Y esa cosa voladora suena como si fuera a desplomarse en cualquier momento, o se le va a caer un pedazo, ¡y haría falta que alguien mueva el auto!
—¿Dejarás que tu amigo Eiden vaya sin ti?
Le interrogué saliendo del auto e inclinándome para verlo desde el exterior de la ventana y él me contestó.
—Él se irá solo si no te apresuras, te está dejando atrás. Ya irás conociéndolo mejor…
Entonces me volví a mirar y efectivamente, el jodido Eiden ya estaba bien lejos y a punto de subirse al elevador. Tuve que correr para alcanzarlo. Cuando intenté entrar a la cesta, el tipo que la “operaba” con un sistema de poleas intentó detenerme diciendo “los militares no entran aquí, cualquier visitante uniformado es recibido a balazos”. Tuve que volver al auto para pedirle el otro impermeable a Ángel y así ocultar mi uniforme, y luego negociar un poco con el tipo de la cesta: le hice elegir entre dejarme pasar o recibir un balazo en la frente. Aceptó llevarme y por suerte al distraerse conmigo no le puso mucha atención a Eiden, no lo reconoció. Mientras subíamos, la condenada cesta se movía con cada ráfaga de viento como si fuera a voltearse. A Eiden le parecía divertido, yo hice un esfuerzo por recordar mi entrenamiento y mantenerme firme sin mostrar ninguna expresión. En ese camino vertical, el tipo que estaba operando la cesta me preguntó qué iba a buscar a la villa, le expliqué que estaba buscando información sobre los padres o cuidadores de una niña que encontré persiguiendo a la plataforma. El hombre comentó:
—¡Ah, Uoliena! Ya era hora que alguien hiciera algo, lleva un buen rato así. Se le escapó al grupo que iba para Gardenia. En parte quizás fue lo mejor… Ya debes saber, esas niñas nunca regresan. Muchas no sobreviven a su primera noche… Pero como ustedes lo permiten…
—No sabíamos que algo así estaba sucediendo. Si ustedes siguen impidiendo que las autoridades entren a su villa, ¿cómo esperan que haya orden?
—Las autoridades son corruptas. Cada vez que hemos ido al Pote Caliente a denunciar lo que sucede aquí, nos dicen que el mismísimo palacio de Gardenia ha pedido que nadie intervenga en la villa del Cielo. Ellos solo se preocupan por los negocios de los ricos. La tal reina vive a los pies de los dueños de los grandes casinos y pone al niño huérfano con anteojos a hablar por ella en público para que a todos nos dé lástima criticarlos. Tú te ves muy joven, debes saber que no importa si cierran el orfanato, a Uoliena la dejarán en paz un tiempo y luego volverán a buscarla para llevársela ya por la fuerza. El proxeneta que las compra siente un placer especial en salirse siempre con la suya burlando las autoridades, vas a tener que matarlo.
—¿De quién me estás hablando?
—No daré nombres, yo mismo no lo sé. Solo digo… Cada mes eligen niñas nuevas, a las seleccionadas las van guardando en un cuarto especial del orfanato hasta que llega el proxeneta. Ahí les hace “la prueba de calidad”. La que sobrevive es enviada a Gardenia, las que mueren son incineradas en los hornos que alimentan los globos de aire caliente. Ni siquiera en eso son honestos, las venden como vírgenes y ninguna llega sana a Gardenia… Nos tienen a todos amenazados. Esta noche vas a tener que matar si realmente sirves para algo.
Me quedé en silencio y solo me volví a mirar a Eiden, él se encogió de hombros viendo al suelo. Cuando por fin llegamos y dimos nuestros primeros pasos en la villa, nos tomó un momento recobrar el equilibrio. Todo se movía. La Villa del Cielo vista desde dentro y de noche lucía sorpresivamente hermosa, era un lugar donde la pobreza se mezclaba con un aire festivo que flotaba junto a los globos aerostáticos en un eterno baile nocturno pese a que la realidad era mucho más sórdida y cruel. Las casas estaban hechas de madera vieja y lata abollada, adornadas con guirnaldas de papel picado, luces navideñas, estampas de santos y verdaderos jardines de flores de cera y plástico; todo era inesperadamente muy colorido, cálido y acogedor. Había miles de molinillos y campanitas de viento adornando los tejados y las esquinas de las casas, podías escuchar un tintineo suave entre el sonido del viento todo el tiempo. Las calles hechas con tablones de madera gastada eran angostas y serpenteaban entre las casas, además había puentes colgantes que conectaban las diferentes secciones de la villa y faroles hechos con botellas de cristal que colgaban de una telaraña de cables a lo largo de las calles emitiendo una luz suave y dorada que iluminaba todo. Los habitantes de la villa eran de lo más variado, gente de todas partes del mundo. Sus rostros estaban curtidos por el sol y el viento, pero todavía con fuerzas para sonreír mirando a sus hijos harapientos soplando y persiguiendo burbujas que se elevaban hacia el cielo estrellado y los globos colosales que reflejaban la luz de las calles. Eiden me dijo:
—Es como ir de fiesta en un barco. ¿Cómo será estar aquí en época de huracanes?
—No lo sé, en invierno se aparecen muertos tirados en el valle. Se caen de la villa con las tormentas.
—¿Crees que los rayos sean un problema?
—Lo son, a veces incendian los globos. Pero los de la villa tienen extintores. Creí que el gobierno se los había dado y lo sabrías.
—Mi tía Emi siempre hace un papeleo exagerado por cada centavo destinado a la villa del Cielo, así que prácticamente solo reciben ayuda de parte de La Sociedad de Azrael; ese grupo de ancianos ricos no son de fiar. En público dicen que quieren ayudar a la isla y en realidad pareciera que solo buscan crear problemas y mantener el subdesarrollo.
—¿Qué le pasa a tu tía Emi? ¿Quiere matar a la villa de hambre? ¿Y hablas de La Sociedad de Azrael, cuyo líder es el papá de tu novia/tía la del casino…?
—¡No es mi tía! Y su padre es un hombre frío y temible. Él solo avienta fajos de dinero a cualquiera que haga enojar a mi tía Emi, los dos viven en una constante disputa. Si no les llevo pruebas a la reina y a tía Emi, y las convenzo de lo que está pasando, el crimen terminará por salirse de control. Lo que no entiendo es porqué dieron la orden de no intervenir la villa del Cielo. Quizás fue solo un capricho, querer demostrar quién tiene más poder… No entiendo ese amor-odio que mi tía Emi siente por el padre de Estelle, a veces quiere matarlo y luego le ayuda indirectamente en sus fechorías; mientras él no esconde que la detesta y su único anhelo es desestabilizar las cosas para hacerla sufrir.
—Algo así como tú y esa Estelle Angenoir, parece que ustedes son propensos a tener relaciones complicadas. Ella te romperá el corazón antes de que te salgan pelos en las bolas, mocoso.
—¡Ya me salieron y no soy un mocoso! Oye, ¿en serio me tienen lástima?
—No puedes negar que es obvio que tu tía Emi y la reina te usan para eso. Siempre te toman fotos y filman lejos de cualquier adulto, para que no se note que ya estás muy alto. Recuerdo cuando les encantaba sacarte de los eventos públicos cargado en brazos. ¿Quién podría quejarse de un gobierno de mujeres donde el único hombre visible es un niñito?
Caminamos un rato entre las callejuelas, distraídos mirando las ventas callejeras que ofrecían cosas rarísimas, y seguimos charlando. Eiden se veía enojado al hablar:
—¿Sabes lo que más me molesta? Que nunca me han tratado como un niño. Desde que tengo memoria me han dicho que ya estoy demasiado grande para todo, que soy un señor, que no debo llorar, ni hacer ruido, ni pedirles juguetes, ¡nada! Ángel es mayor que yo y tiene videojuegos y cartas de personajes, yo nunca tuve nada de eso, aunque pude comprarlos yo mismo. Es que siempre me he sentido culpable cuando no me comporto como si fuera un adulto. Tía Emi siempre me está forzando a ser un hombre formal y tener preocupaciones de gente mayor, ¡pero luego sale en público y quiere venderme como un bebé inocente! ¿Alguna vez te han regañado por ver caricaturas, pero te han regalado condones para salir de noche? Eso hace ella. La mayor parte del tiempo no me molesta que me trate como adulto, pero no sabía que para todo el resto del mundo soy “un pequeño niño huérfano con anteojos”.
—¿Entonces nunca has jugado en la tierra o con muñecos de acción y todo eso…?
—No, a la edad de Uoliena ya me sentía ridículo si me quedaba mucho tiempo viendo un juguete en una vitrina. ¡Ya estaba muy grande para eso!
Nos quedamos un rato en silencio mientras caminábamos por las callejuelas miserables pero alegres, miré a Eiden de reojo, temiendo que llorara o algo. No lo hizo, así que le dije:
—Un día te llevaré a un carnaval, meteré tu culo en un carrusel y te daré vueltas hasta que me aburra.
Eiden me dedicó una de sus sonrisas pícaras, me dio unas palmaditas en un hombro y exclamó:
—¡Pues ya estamos en la villa del Cielo y es como un gran carrusel destartalado! ¿Cómo encontraremos el orfanato de la tal señora Marta?
—Espero sea cierto eso de que eres multilingüe pues la gente aquí habla distintos idiomas y habrá que preguntarles dónde queda. Y trata de fingir la voz, ¡cualquiera puede reconocerte con ese tono de hablar de cadena nacional inoportuna!
Eiden me volvió a sonreír mostrándome sus pulgares, luego se acercó a unas viejas y les habló de la forma más fingida humanamente posible. Las señoras le dieron una moneda y lo dejaron solo, luego tuvo suerte con una pareja extranjera con la que habló un rato. Le dibujaron un mapa y regresó conmigo explicándome mientras me entregaba el papel:
—Estamos cerca, pero debemos tener cuidado de no perdernos entre las callejuelas.
—Te tardaste una eternidad hablando, era solo obtener una dirección, no socializar.
—¡Pero fue interesante! Vienen de Cuba, estaban decepcionados porque creían que su mala suerte era tanta que habían ido tan lejos en el mar solo para llegar a Corea del Norte. ¡Se confundieron por los militares de aspecto asiático y la “tiranía”! Tuve que explicarles que la gente del Pote Caliente eran una minoría étnica y esto no es una tiranía, es una monarquía corrupta. Espero no haberlos ofendido por hablar de minorías. Les dije que yo tengo raíces japonesas, pero opinaron que me veo peruano.
—¿Eso significa que eres guapo?
—Ah… Sí, por supuesto. ¡Vamos ya!
Me apresuró adelantándose. Eiden niño tenía la personalidad de un perro Collie, ya viejo se volvió un coyote ladino. Cuando por fin llegamos al lugar, una especie de bodega mugrienta en un callejón oscuro, encontramos una vieja obesa en una silla. Le pregunté su nombre y le hice una foto. Antes de responderme hizo una cara de perro enojado, se levantó y nos cerró la puerta en la cara. Eiden me dijo en voz baja:
—Bien, no a todo el mundo le gustan las fotos…
—Pero la evidencia es importante.
—Puedo conseguir que te den una cámara GoPro más discreta…
—Mi polaroid es mejor, es valiente. Como sea, con o sin su permiso, vamos a entrar.
Estuvimos revisando los alrededores hasta encontrar unas tablas flojas, le propuse a Eiden arrancarlas y entrar por el hueco. Fue una tarea difícil, pues uno debía vigilar por si alguien se acercaba. No queríamos que nos confundieran con rateros. Por fin logramos abrir un boquete lo bastante grande para meternos por ahí y entramos a la parte del fondo de una cocina casi abandonada. Todo estaba sucio y polvoriento, una gran olla era lo único que parecía haber sido movido recientemente; dentro había restos de una sopa rancia. No pudimos ver ningún otro alimento cerca. No pude tomar una foto de eso pues el flash y el sonido de la cámara podrían delatarnos, pero Eiden lo hizo con su teléfono e inmediatamente envió todo junto con un mensaje a alguien. Yo le pregunté:
—¿Le vas a contar a tu tía?
—Todavía no, solo le aviso a Estelle.
—No es momento de intentar impresionar chicas, menos las del tipo que te dan falsas esperanzas.
—Es que ella es tesorera de La Sociedad de Azrael y debe saber en qué se está gastando…
Justo en ese momento el teléfono de Eiden sonó, Estelle tuvo la maravillosa idea de llamarle… Él consiguió apagar su teléfono, pero la vieja que vimos en la entrada ya nos había escuchado. Apareció hecha una furia y armada con un garrote. Yo desenfundé mi arma y le apunté, pero Eiden rápidamente se interpuso entre nosotros y exclamó:
—¡Momento! ¿Usted es Marta? No se altere, no estamos haciendo nada malo. Solo vinimos a buscar a mi prima…Se llama Uoliena, nos dijeron que un caballero la llevaría a Gardenia. ¿Podríamos hablar con él para discutir este asunto?
La mujer le respondió con voz áspera:
—Soy Marta. Si no están aquí con malas intenciones, dile a tu amigo que me dé su arma. Entonces les hare ver a ese señor, justo estaba por llegar.
Eiden me indicó que entregara mi arma, lo obedecí con recelo y sabiendo que en el fondo no me estaba quedando del todo indefenso; pero siempre corría el riesgo de que la vieja nos ejecutara con mi propio revolver. Pronto supimos que no lo haría, pues tenía planes para nosotros. Se acercó a mí para tocarme el rostro y dijo:
—Un muchacho mestizo de ojos azules, con la piel tersa y de color aperlado, algunos pagarían mucho por estar contigo. ¿Tienes pelo en el pecho?
Miré a Eiden con extrañeza y le respondí negativamente meneando la cabeza a los lados. Ella replicó:
—¡Bien! Síganme, los llevaré al lugar donde se encontrarán con el señor.
La mujer nos condujo por un pasillo oscuro y maloliente entre puertas cerradas a través de las cuales podías escuchar niños llorando y una vieja grabadora reproduciendo música infantil. Ese ambiente debía ser aterrador para cualquier pequeñín. Finalmente nos metió en un cuarto donde solo había una cama con seis niñas pequeñas dormidas y una mesa con unos vasos de plástico y una jarra medio llena de algún líquido de color lechoso. Marta indicó:
—Esperen aquí, el señor tardará un poco. Beban limonada mientras tanto.
Luego se fue y murmuré entre dientes:
—Genial, Eiden. Casi nos matan por tu culpa.
—Para no empeorar las cosas, te aconsejo no beber la limonada. Apuesto a que esas niñas no están simplemente dormidas…
Intenté abrir la puerta con delicadeza y noté que estaba cerrada con llave desde fuera, entonces comenté:
—Creo que esa vieja acaba de intentar drogarnos para que el tipo ese nos viole…
—O quizás lo haga ella, estaba perdida en “tus ojos azules y tu pecho lampiño de piel aperlada”.
—Alégrate, hoy terminarás de perder tu virginidad.
—¡Solo me hacía falta acabar dentro de una chica! No que acaben dentro de mí. Debemos defendernos como sea. Prefiero morir peleando a que mi familia me encuentre muerto y con el trasero roto.
—Vete a una esquina y sostén mi cámara. Creo que tendré que hacer algo de trabajo físico, me quedaré tras de la puerta y lo atraparé por la espalda cuando entre. La idea es hacerlo rápido para que no grite y alerte a la vieja. Espero venga solo, ¡apaga la luz!, que esté oscuro.
Pasaron unos quince o veinte minutos hasta que de repente oímos pasos y me puse en guardia, Eiden se quedó en una esquina; la puerta se abrió y alguien entró cerrando la puerta tras de sí, yo solo logré distinguir un cuerpo entre la media luz y lo tomé para taparle la boca y contraminarlo contra la pared. Entonces me fijé en que era Consuelo, la chica del casino. Le murmuré al oído “no grites” y la solté lentamente. Ella murmuró preguntándome:
—¿Qué demonios está pasando…?
—Yo hago las preguntas, ¿qué haces tú aquí?
—¡La señorita Angenoir me mandó! Está histérica, su sobrino le dijo que estaba en este sitio y me mandó a recogerlo. ¿Para qué lo has traído a la villa del Cielo? ¡No es lugar para él!
—El decidió venir, yo solo soy su escolta.
—¡Tiene trece años! ¡Es un niño!
Entonces Eiden habló desde donde estaba:
—Si Estelle hubiera sabido que estaba bebiendo en un motel con dos prostitutas no te hubiera enviado, pero sucede que estoy involucrándome en sus negocios. Ya no puedo confiar en quienes me rodean, por eso he solicitado el apoyo de Cian. Es el hijo del ministro Fèng y su familia tiene fama de ser incorruptible. Tú, Conny, deberías alejarte de esto mientras puedas. Estelle en realidad te detesta, buscará la forma de sacarte del mapa si no te vas por tu propio pie.
—¿Y cómo escapar, joven Ishikawa? ¿A dónde ir? El señor Angenoir es el verdadero dueño de la isla, al final se hace lo que él diga, se ha encaprichado conmigo y juega con todos nosotros. Nadie lo contradice, su tía Emi al final siempre lo defiende y su majestad la reina ni siquiera opina.
Le contestó Consuelo indignada. Eiden dijo, con las manos metidas en los bolsillos:
—Es posible que el señor Angenoir recapacite sobre sus actitudes si le demuestro que las consecuencias de sus caprichos están afectando a inocentes reales. Ahora solo necesitamos salir de aquí, pero de seguro la puerta nuevamente está cerrada desde fuera.
La chica fue a comprobarlo y nos miró asustada:
—Dios mío, ¿qué significa esto?
En ese mismo instante escuchamos pasos, volví a ubicarme junto a la puerta y Eiden llevó a Consuelo hasta una esquina. La puerta se abrió y entró un tipo desnudo con una máscara de panda hecha de plástico. La sorpresa y el asco me hicieron perder un momento la guardia mientras lo miraba y el tipo tuvo tiempo de notarme y reaccionar, logrando darme un puñetazo que me hizo caer al piso. Era grande, bastante pesado, pero yo tenía entrenamiento en artes marciales mixtas y soy místico mestizo; eso último se vuelve un problema porque cuando peleo cuerpo a cuerpo estando muy enojado me prendo en llamas y quemo la ropa. Claro, en aquel tiempo mi familia no tenía dinero de sobra para uniformes resistentes al fuego, el enfado iba a salirme caro, pero en ese momento no pensé en las consecuencias; me paré de un salto y lo ataqué con rabia y sin compasión. Ilmari no estaba cerca para recordarme que me moderara, así que el tipo acabó en el suelo sin moverse y empezando a incendiarse. Todo el lugar terminaría quemándose si no hacía algo al respecto, así que me apagué y tuve que empezar a tratar de sofocar las llamas con una manta que tomé de la cama. Eiden me ayudó, luego le buscó el pulso al sujeto, aunque creo que ya era innecesario: tenía los ojos abiertos y no volvió a cerrarlos hasta que Eiden se los cerró. Entonces Consuelo, o Conny como le diría más tarde, no sé cómo demonios me cayó encima desmayada como un saco de papas en un momento bastante inoportuno. No podía dejarla aventada por ahí, tuve que cargarla y eso me dejó fuera de combate justo en el momento en que la vieja Marta llegaba corriendo con mi arma en la mano. Las cosas se veían muy mal para todos. Justo entonces sucedió algo que no esperaba: Eiden, que estaba a un costado de la puerta, hizo un movimiento rápido y fuerte de dedos lanzando una aguja que pinchó a la mujer en el cuello, y luego de un tirón la recuperó volviéndola a guardar en su bolsillo. Marta cayó al piso convulsionando y después se quedó tiesa, miré a Eiden como esperando explicaciones; él solo dijo:
—Le inyecté veneno. Mi tía Emi me enseñó en caso de que tuviera que defenderme en una emergencia.
—¿La mataste?
Le pregunté seriamente, él se encogió de hombros y respondió entre desconcertado y asustado; no creía en lo que él mismo acababa de hacer:
—Mi tía dice que, si la aguja envenenada se te clava en la piel, mueres…
—Larguémonos de aquí, el proxeneta ya no dará problemas. Deja las puertas abiertas para que los niños se vayan por si solos.
—¿Y estos muertos…?
Me interrogó, finalmente sonando como un niño de verdad. Hice lo posible por sostener a Consuelo con un brazo y con la mano libre recuperé mi arma de la mano de la muerta. Después le tomé un hombro a Eiden, que parecía un preescolar perdido, y le hablé para que recuperara el valor; no había tiempo para debilidades:
—No es nuestro trabajo recogerlos. De ahora en adelante tú y yo somos hermanos de armas. Ven conmigo, siempre debemos avanzar juntos.
Cuando salimos del lugar, ya había un grupo de tipos en traje formal negro parecidos a los guardias de los casinos de Gardenia, Consuelo casi inmediatamente se compuso de su desmayo y me abrazó llorando mientras Eiden me decía en voz baja:
—Son empleados de La Sociedad de Azrael, deben haber venido tras ella. Quedémonos juntos, temo que vayan a tratar de silenciarte si te pierdo de vista.
Los tres seguimos caminando hacia la salida de la villa, rodeados por los tipos en traje. Fue un trayecto muy tenso. En el camino, uno de los hombres le entregó un teléfono a Eiden diciendo: “el señor quiere hablarle”. Mi ahora nuevo amigo respondió con gran respeto y en francés a un tipo, muchas veces antes había oído a Micky diciendo frases en ese idioma y pude reconocer algunas palabras. Eiden se estaba disculpando. Yo me sentí un poco molesto, ¿por qué el primer ministro de Celes debía estar rindiéndole cuentas a un extranjero y pidiéndole disculpas como si fuera su papá? En cierto punto de la conversación, Eiden me mencionó, dijo algo así como “fui con Ocean Fèng”, y el tipo, cuya voz no podía escuchar bien, le contestó algo así como: “¿Cian? ¿Ilmari está con ustedes?” y esto me dejó algo preocupado. Ese sujeto sabía bastante de mí y de mi familia. Por el momento no quise hacer preguntas, Eiden me había demostrado que era un hombre valiente y quien no se somete al miedo difícilmente toma los caminos fáciles y torcidos. Desde entonces supe que si bien tras su amable sonrisa era un tipo un poco frío y calculador, no era realmente malo. Ángel y Consuelo se fueron con los tipos formales en una caravana de autos caros para ir a recoger el auto de Ángel y luego volver a Gardenia. Eiden insistió en irse conmigo e Ilmari en mi auto viejo, se llevó a la pequeña Uoliena informándole que desde entonces ella sería su hija. La niña le preguntó que quién sería su madre y él le dijo que “estaba en proceso de conseguirle una”. Después le preguntó a Ilmari si conocía chicas místicas y yo respondí por ella diciendo que no le contestaría pues “los místicos son serios”. Realmente no le estaba poniendo mucha atención pues había tenido una noche muy dura y yo solo no quería que escuchara la voz de Ilmari pues se daría cuenta de que era una chica. Él me contó que a veces cuando se aburría y se sentía triste en la villa Ishikawa se iba a las orillas del lago Engla y miraba a la cordillera del norte, escuchando el viento frío que bajaba de las montañas entre las coníferas con la esperanza de oír también el lejano canto de los místicos; que había algo que lo hacía sentir nostálgico cuando pensaba en Adalsteinn. Le pregunté si recordaba a mi tía Norma y la extrañaba, él dijo que no, que se suponía que era un secreto que ella lo había criado y no creía que su melancolía se debiera simplemente a que echara de menos a tía Norma. Que había otra cosa inexplicable que lo atraía a la cordillera, pero no tenía tiempo ni razones concretas para ir allá sin parecer raro. Después que lo dejamos en el palacio de Gardenia y nos fuimos ya de madrugada a Adalsteinn para descansar en casa de Ilmari, ella se puso a llorar y me confesó que ya no podía seguir escondiendo que estaba enamorada de Eiden. Eso me sorprendió. Ella era arrebatadoramente hermosa y buena, como un hada de cuento, y Eiden…Pues, su aspecto era bastante aburrido y su forma de ser un poco maligna para un chico de su edad. Era como imaginarse a un cisne junto a un cuervo flaco. Nunca hubiera adivinado que a partir de esa noche nosotros cinco: Ángel, Eiden, Ilmari, Uoliena y yo, solo nos volveríamos cada día más unidos.
Cuando me contrataron como jefe de seguridad del palacio de Gardenia
Después que fui por primera vez a la villa del Cielo y volvimos a casa de Ilmari en Adalsteinn, recuerdo que mi tía Norma ya nos estaba esperando con un largo chal en la entrada de los túneles que recorren la ciudad subterránea de los místicos. Mi introvertido tío Teppo Petersen, el padre de Ilmari, estaba cerca vigilando desde unas rocas en compañía de los cinco hermanos del medio de Ilmari y otros hombres místicos. Tía Norma se alarmó al verme sin camisa y con el pantalón y los zapatos medio chamuscados. Ya le habían contado que pasamos la velada con Eiden y tenía muchas preguntas, pero yo me moría de frío y sueño; dejé que me envolviera con una manta en la cocina mientras bebía una taza de caldo que nos ofreció y le conté todo lo que vi e hice en la villa del Cielo. Tía Norma, todavía examinándonos por todos lados en busca de heridas o moretones, me preguntó después de escucharme:
—¿Y cómo está Eiden? Se ve pálido y delgado en las noticias, me parte el corazón.
—Está ojeroso, seguro estudia mucho y se desvela, pero es muy enérgico y tiene la misma estatura que Ilmari. Va a ser muy alto, tía Norma.
—¡Oh, así debe ser! Lo salvé engordándolo con leche de mística pura. Cuando tú eras bebé, Cian…
—Tía, no cuentes eso de nuevo…
—…Le dije a mi prima Henna que teníamos que fortalecer tu sangre mística para que no perdieras tu herencia espiritual, así que todos los días te dábamos una tetada mía. Eras un niño testarudo y desconfiado desde entonces, ¡no aceptabas mi teta! Solo querías la de tu madre y a regañadientes.
—Tía Norma, basta… ¡Me avergüenzas!
—Tu mamá te tapaba la nariz y solo así te podía meter el pezón hasta la garganta. Poco después te empezaste a poner cachetón y rosado, antes del año ya caminabas y eras un lechón muy grande como Ilmari y todos mis hijos; por eso siempre me han rogado que sea nodriza de los niños más importantes de la isla, por la leche de mística pura.
Mi tía Norma era la partera y curandera más famosa de la isla, pero cuando empezaba con el cuento de la leche mística me hacía sentir como una babosa bañada en sal y no había forma de callarla; así que solo me fui corriendo y la dejé con Ilmari en la cocina. En Adalsteinn, yo siempre dormía en la vieja habitación del primogénito de los Petersen que ya se había independizado. Me gustaba quedarme ahí porque Leif, que presuntamente se fue a Gardenia para trabajar como guitarrista en una banda, dejó toda su colección de posters y discos de rock de los 80’s y 90’s; eso para un adolescente era genial. Pero cuando llegué a la cama me encontré a mi hermanita Yanmei roncando ahí. La aparté para acostarme a su lado y ella se despertó, así que aproveché para saber el porqué de su presencia:
—¿Qué haces aquí? ¿Viniste sola?
—No, bobo, vine hace un rato con papá. Él está afuera con el tío Teppo. Mamá se quedó atendiendo el centro de atención telefónica del Pote Caliente. Hubo un gran escándalo, llamaron los de La Sociedad de Azrael. Y yo oí que viste a Eiden…
—Y por eso estás aquí, coqueta… ¡Pues te tengo malas noticias! Eiden Ishikawa ya tiene novia.
—¡No! ¡Júrame que es verdad!
—Bueno, no es su novia del todo… Pero le gusta Estelle Angenoir, ¿recuerdas cuando mamá y tú nos arrastraron al teatro a ver el ballet? ¿La que bailó con el vestido blanco que tanto te gustó?
—¡¡¿Ella?!!
—Tu ídolo te ha traicionado, ¿eh?
Yanmei enojada se escondió bajo las mantas y yo solo me acomodé a su lado y me dormí como en dos segundos. Cuando desperté estaba solo en la cama y era casi medio día. Me duché y me vestí con ropa vieja de Leif que tía Norma conservaba limpia para mí. Podía escuchar claramente a las chicas reír en la habitación de al lado, la de Ilmari. Cuando me asomé a su puerta para saludarla vi que estaban jugando a ser madres y eligiendo nombres de flores para sus muñecas, se disputaban el nombre “Rosa” así que preferí dejarlas en paz y me dirigí a la sala en busca de papá y tío Teppo; pero me encontré con que tenían visitas: había un chico aparentemente como de mi edad y vestido muy formal, como si fuera un señor de Gardenia. Se me hacía familiar, más no recordaba de dónde. En todo caso, me acerqué para saludar a mis familiares y averiguar qué hacía ahí el extraño. Les di los buenos días con recelo y papá bromeó diciéndole al visitante:
—Ya no te reconocen si no apareces todo tapado como leproso en mal invierno.
Me quedé extrañado mirando al tipo y él simplemente se rio. Su risa me pareció familiar, pero no lograba adivinar todavía. Por fin tío Teppo dijo:
—¿Acaso nunca habías visto a Micky de Gardenia?
Entonces solté una carcajada y me lancé a darle un abrazo. ¡Nunca lo había visto descubierto! Y sin embargo había algo en su mirada y forma de sonreír, algo entre inocente y dulce, que me hacía sentir como si ya lo hubiera visto antes. Le grité a Ilmari que Micky estaba ahí. Ella llegó incrédula y al igual que yo fue a verlo de cerca jaloneándole el pelo negro y rizoso que era bastante distintivo en él. Entonces mi hermana Yanmei llegó tras de Ilmari malhumorada, arrastrando una muñeca y protestando:
—¿Qué tiene de especial ese hombre flaco? ¡Solo es otro amigo de papá! ¡Sigamos jugando, Ilmari!
Papá saltó de su asiento como si mi malcriada hermana hubiera hecho algo terrible, pero antes de que pudiera reprenderla, Micky dijo:
—Está bien, estoy acostumbrado. Tuve dos hijos y la última fue una niña, igual o más guerrera que esta.
—¿Entonces tienes familia, Micky?
Le pregunté con curiosidad y me contestó:
—No realmente… Mi hijo mayor murió hace mucho y la menor, nacida de una relación pasajera, ya es una mujer adulta; vive su vida y yo estoy solo.
—¡Así que eres ya viejo, pero no lo aparentas!
En ese punto mi papá habló ya enojado:
—¡¿Qué pasa con ustedes?! ¡¿Cómo pueden ser tan irrespetuosos con un venerable amigo de la familia?!
Entonces Micky opinó, siempre despreocupado:
—Déjalos, Lee. Son inocentes y sinceros, su peor falta es recordarme sin tacto que ya se me hizo tarde para mi propio funeral. Preocúpate si fueran como Eiden Ishikawa. El muchacho tiene más vicios que años de vida y ahora quiere juntarse con tu hijo.
—¡No lo exageres! Todos tenemos un amigo medio libertino, ¡tú mismo eres bastante rebelde con la ley! Y sin embargo nunca me has sido una mala influencia o te has metido realmente en líos.
—Porque sé bien hasta qué tanto se pueden estirar los límites de lo legal. Pero ese niño es impulsivo e inconsecuente, un día hará algo muy grave.
—Di lo que quieras, yo no puedo creer que el hijo de Kanon Ishikawa sea realmente malo. Más bien temo que lo culpes por lo que pasó… Y eso no es justo.
En ese momento apareció mi tía Norma, amenazante:
—¿Otra vez este ente maligno quejándose de Eiden? ¿Qué puede saber él de crianza de niños?
Yo le contesté, todavía algo sorprendido:
—¡Ha tenido dos hijos! Respétalo, tía. No es mal chico, lo conozco desde siempre.
—¡Já!, tú no lo conoces. Que no te engañe su cara de ángel tonto y su nombre amujerado. Michel “Micky” Angenoir tiene nombre de mujer, apodo de ratoncito de Disney, y la perversidad de un demonio.
Tío Teppo, tímido y pacífico como Ilmari, se alejó discretamente hasta una esquina ya resignado a la forma de ser de su esposa. La respuesta de Micky vino con calma y sin perder su sonrisa medio triste y dulzona, que transmitía una misteriosa nostalgia:
—Norma, “Michelle” es para mujer. “Michel” es de hombre. Y lo que más me desconcierta es que te importe tanto el género de un nombre y luego le pongas “Ilmari”, que es para chicos, a tu única hija.
—Ya lo tenía elegido, creí que iba a ser varón como los demás. Y a mí nada ni nadie me hace cambiar de parecer. En todo caso “Ilmari” suena muy bonito, como Rosemary. Pero “Michel” suena a “Michelle”.
— Pero hay una “e” de diferencia…
—¿Qué tanta diferencia puede poner una “e”?
—Mucha, como la que hay entre tú y una dama delicada y con clase… Siempre te recuerdo cavando y cavando, parecías un topo. Nunca imaginé que evolucionarías de niña minera a partera bruja.
—¡Solo vienes a Adalsteinn para chismorrear y crear problemas! ¡Eres un ente maligno!
—¡Solo vine a decirles que no deberían dejar que Eiden pase tiempo con Cian e Ilmari!, lejos de tu isla reina la autodestrucción y ese niño es embajador de ese mundo. Lo único que va a enseñarle a tu hija y a tus sobrinos es a ser rebeldes y abandonar la tradición. Y tus cristales curativos, hierbas y magias no van a impedirlo.
—¿Qué quieres que hagamos? ¿Rechazar la oferta? Sería peor, crearíamos tensión entre los Ishikawa y nuestras familias.
—Puedes hacer algo sutil. He visto que Cian ya es un hombre e Ilmari igualmente se ve muy adulta. Además, se llevan muy bien. ¿Todavía no han preparado un pozo para tu hija?
—Ya está listo, el más lindo de toda la cordillera.
Entonces mi hermana, que estaba escuchando todo tirada en el piso y aburrida, se colgó de las faldas de tía Norma y preguntó:
—¿Por qué preparan un pozo para Ilmari, tía?
—Porque cuando un místico se casa, la dote de la novia siempre es una mina en cuyo interior hay un pozo de agua pura. Ahí los novios deben derramar cada uno una gota de su sangre y desde entonces el mineral y el agua de la mina servirán para la familia que formen. Para Ilmari, nuestra única hija, hemos preparado una linda mina de amatistas y cuarzo rosado en cuyo interior hay un manantial de agua termal. Nadie más que ella y su familia lo usarán.
—¿Entonces Ilmari va a casarse pronto?
—Si este franchute entrometido sigue presionando a tu tío para que lo haga, sí. Por lo que veo quiere que Ilmari se case con tu hermano para entretenerlos con la boda y así evitar que el pobre Cian vaya a probar suerte como jefe de seguridad en el palacio de Gardenia. Esta mañana recibimos una carta de la señorita Emi Ishikawa, tras los eventos de ayer ha decidido que Cian se haga cargo formalmente de proteger a Eiden, la reina y su hijo. ¡Pero el franchute Michifuz no está de acuerdo porque le tiene ojeriza a la señorita Emi y le lleva la contraria en todo! Y además no deja de criticar al pobre Eiden…
Micky se arrellanó en su asiento y opinó:
—Vas a arrepentirte de no escuchar mi consejo, Norma. Si no retienes a tu hija y tu sobrino en casa, se desatará una catástrofe que afectará a toda la isla.
Yo los detuve en ese momento, tenía que aclarar lo que estaba escuchando:
—¡Un minuto! ¿Qué Emi Ishikawa ha pedido que yo sea el jefe de seguridad del palacio? ¡Tengo que ir a Gardenia ahora mismo, necesito hablar con Eiden!
Corrí a traer una gorra y una sudadera, Ilmari fue tras de mi por algo de ropa de hombre. Mientras me preparaba para salir me sentí incómodo, nunca me había imaginado la posibilidad de ver a Ilmari como mujer y no como hermana, pero si la familia y nuestros pueblos lo pedían tendría que aceptarlo. Era un asunto bastante difícil de afrontar porque yo sabía que Ilmari estaba enamorada de Eiden, además él ya me consideraba su amigo y yo sabía que él anhelaba tener una novia mística; iban a ponerme en medio de dos chicos que se atraían entre sí, pero no debían estar juntos; pero pensé en que realmente Ilmari era muy inocente y Eiden aparentaba ser todo lo opuesto a ella, supuse que en realidad sería peor que se quedara con él porque solo iba a asustarla con sus calenturas de muchacho morboso. Cuando salí para despedirme rápidamente de mis mayores antes de irme, pude notar que papá y mis tíos ya se habían ido a ocuparse de sus asuntos mientras Micky estaba fuera de combate en la sala siendo interrogado a muerte por mi hermana Yanmei que no le podía perdonar que se quejara de Eiden e intentara casarme con Ilmari. Ahí me convenció de que fue padre de una niña loca peleonera, parecía experto en esquivar con santa paciencia los ataques de la bocona de Yanmei y cuando no podía evitarlos solo se reía haciéndolos pasar por algo gracioso. Los noté muy interesados en lo suyo, ahora pienso que quizás debí quedarme y ser más precavido, pero por lo pronto solo vi que era una oportunidad perfecta para irnos sin perder más tiempo en los adultos. Ilmari y yo subimos a mi todoterreno y tomamos rumbo a Gardenia. En el camino le pregunté sin rodeos:
—¿Qué haremos si nos piden casarnos? Tú dijiste que estás enamorada de Eiden y yo… Sé que no estoy enamorado de ti, me parece muy duro, como si me pidieran que lo hiciera con Yanmei. No podría.
—Supongo que, para mí siendo mujer, no es tan difícil. La abuela decía “no importa con quien te casen, tú solo cierra los ojos y déjalo a él ocuparse de todo”. Si nos negamos será peor, Cian. Podemos solo pretender, intentarlo.
—Esta es la razón por la que tantos matrimonios en la isla no tienen hijos o los tienen hasta muchos años luego, ¿no? Se casan por la presión familiar.
—Ayer le dije a papá que vi a Eiden y supe que quería casarme con él y tener sus bebés. Él siempre es más comprensivo que mamá, simplemente me dijo que guardáramos el secreto porque muy poca gente aparte de él me apoyaría. Que era mejor que me hiciera a la idea… Yo no tengo el valor ni el corazón para rebelarme a mi familia. ¿Y tú?
No pude contestarle, la verdad es que muchas veces era respondón y desafiante con mis padres, pero en realidad no me habría atrevido a ir realmente en contra de sus voluntades. Era un hijo obediente y respetuoso pese todo. Me limité a replicarle con otra pregunta:
—¿Pero te sigue gustando Eiden?
—A mí no me gusta nada más, yo lo amo.
—¡Pero es más chico que tú!
—Apenas un año. Lo cuidaría mientras crece.
—Suenas como tu mamá, te volverías una gallina culeca cuidando un novio pollo.
—Sería menos feo que nosotros dos encerrados juntos cada noche. Pero si es lo que deciden…
Llegamos al palacio y en la entrada nos recibieron unos compañeros del Pote Caliente, me dijeron que tenían órdenes de no dejar pasar a nadie sin aprobación de unos guardaespaldas enviados de parte de La Sociedad de Azrael. Esos tipos al vernos nos negaron la entrada y cuando insistimos en hablar con Eiden dijeron que no podíamos contactarlo personalmente, por lo visto hubo un desacuerdo entre lo que ordenaba la señorita Emi y lo que querían hacer los de la Sociedad de Azrael. Ya casi nos íbamos cuando Ilmari me dijo que esperara, de repente nos dejaron pasar y pude ver a lo lejos a Eiden saludando desde los jardines antes de correr entre los árboles perdiéndose de vista. Ilmari me explicó:
—Lo llamé con mi mente. No creí que funcionaría, pero me lo dijo la intuición... Quiero que tengas claro, Cian, que pase lo que pase Eiden y yo siempre estaremos conectados. Somos almas gemelas.
—¿Ya lo habías llamado antes?
—Desde que tengo memoria. Pero mi telepatía no era lo bastante fuerte hasta hace poco que alcancé la pubertad. Quizás por eso nos lo encontramos. Quería que lo supieras pues si nos casan…
“La infidelidad será inminente”, pensé. Una parte de mí quiso enojarse, pero realmente no había una razón justa. La situación entre nosotros se estaba volviendo un dilema. Entramos a los terrenos del palacio y desde el estacionamiento nos condujeron a una sala en la segunda planta del edificio, poco después apareció Emi Ishikawa custodiada por guardaespaldas de su villa. Había algo imponente en ella, aunque era una figura un poco oscura en Celes, tenía un gran poder sobre todos e incluso sobre la reina; tenerla frente a frente siempre te intimidaba. Justo en ese momento recordé que cuando yo era pequeño decía sin pudor que estaba enamorado ella, creo que por eso me puse un poco más nervioso al saludarla. Le presenté a Ilmari como “mi muchacho asistente” y por fin pregunté para qué me había llamado exactamente. La dama me explicó:
—Todo es a raíz de los eventos de ayer, como ves, Eiden y yo siempre tenemos seguridad de parte de nuestra villa y la sociedad de Azrael. Pero Eiden de alguna forma siempre encuentra la forma de escaparse de los guardaespaldas.
En ese momento llegó el mencionado sobrino corriendo con su traje ceremonial negro, nos saludó a Ilmari y a mí con un abrazo y su tía continuó diciendo:
—Este día es especial porque Eiden debe dar un mensaje a la nación. Casi siempre lo hace fuera de la isla con una pantalla verde, pero hoy lo haremos en vivo y en Gardenia. Es necesario vigilar que no entre ningún curioso a los jardines, pero especialmente velar porque este chico no se vaya a vagabundear mientras preparamos el set… Quizás lo haremos en el ala oeste, ante la gran pintura del abuelo.
Eiden se quejó entonces:
—¡No, tía! ¡Odio esa pintura! No podré hablar bien si lo tengo en la espalda, sentiré que me atrapará…
—Eiden, ya eres un señor. Vamos al set. No puedes temerle a una pintura, menos una de más de doscientos años de antigüedad, es una reliquia…
De repente, Eiden cayó al piso y cerró los ojos. Por un segundo me asusté, luego vi que el tonto solo se había quedado ahí aguado para que su tía no pudiera llevarlo ante la pintura que le daba miedo. Emi, abochornada, comenzó a tratar de levantarlo o llevárselo a rastras, pero obviamente ya pesaba mucho y la delicada dama no podía:
—¿Ves, Ocean? Tú tan disciplinado, aun sin tu uniforme; mientras Eiden es un joven insolente y desgarbado, ¡levántate, Eiden! ¡Vamos! Tendré que pedirles a todos que no grabemos el mensaje en ese punto, iremos a la fachada principal del palacio. ¡Vamos, Eiden! Debes ir a traer tu guion, ¡prepárate!
Yo opiné, con un poco de timidez:
—Si él estuviera en la escuela militar haciendo eso, lo levantarían de una patada. Así no se comportan los hombres, Ishikawa, y para ser hombre no se necesita edad sino simplemente serlo.
Eiden de inmediato se levantó y fue a abrazarme muy contento, como si su pequeño berrinche solo hubiera sido una broma. Desde ese día se me pegó como un cachorro sin dueño y yo empecé a sentir algo así como la necesidad de protegerlo simplemente porque él parecía pensar que yo era capaz de hacerlo y no quería defraudarlo porque me sentiría mal al verlo triste o lastimado, ¿eso es el instinto paternal? Aún no lo sé. Su tía Emi dijo sorprendida:
—¡Parece que con tal de impresionar a sus amigos se está esforzando! Ocean, has logrado cautivar la atención de mi sobrino. Por favor ayúdame a encaminarlo hacia la verdadera madurez, él debe comprender que ser mayor no es solo fumar, beber y salir de fiesta. Tiene responsabilidades y una reputación que cuidar.
Con esas palabras bastó para terminar de comprometerme a ser una especie de ángel guardián para el jodido Eiden, realmente él necesitaba de alguien que le diera una mano y de vez en cuando le dijera que estaba cagándose en algo. Luego fuimos a conseguir el guion de Eiden en las oficinas del palacio, ahí estaba su despacho. Entonces me explico un poco de lo que hacía ahí, aunque en realidad él solo estudiaba y hablaba en público, todo lo demás lo hacía su tía Emi:
—Aquí nos hacemos cargo de todos los asuntos de hacienda y economía de la isla. Administramos los fondos para los demás ministerios, que son el de defensa y seguridad pública que lidera tu papá, el de cultura y educación, el de agricultura y obras públicas, y el de salud. Así que en realidad no soy el primer ministro sino el ministro de hacienda, porque aquí no nos preocupamos de otra cosa que el dinero. Contamos dinero, pedimos dinero, damos dinero… Mi tía Emi dice que gobernar la isla es como administrar una finca, tú debes hacerla producir y mantener a los trabajadores tranquilos y productivos.
—Pero ¿qué se supone que produce la isla?
—Más dinero. Hace mucho dinero.
—No te creo que haga mucho porque la gente no tiene suficiente de nada y vivimos como en el siglo XIX. Parece que los impuestos no alcanzan.
—Oh, con lo que se recauda cada mes podríamos darle un auto a cada celestino, pero es que el dinero no es para la isla ni sería bueno que cada isleño tenga un auto. Lo que me dices es como tener una máquina de hacer helados y usar todo lo que ganes de la venta en darle mantenimiento a diario a cada engranaje, cuando la máquina solo necesita un poco de aceite para seguir produciendo sin problema.
Me respondió Eiden hablando en tono adulto, pero en realidad como un loro inocente que dice lo que aprendió de memoria sin entenderlo. Así que le dije:
—Eres tonto, Ishikawa. Y los tontos corren el riesgo de volverse malos. No hablamos de una máquina con engranajes, sino de una isla con personas. Y la vida digna no es un regalo frívolo, es un derecho. La gente no quiere coches caros, pero una casa con servicio de agua y electricidad en lugar de un pozo y una letrina ya es algo que no debería ser “cosa de ricos”. Te llevaré a la cordillera un día a ver si no crees que las cosas deberían mejorar luego de pasar un día trabajando en las minas.
—¿Vas a dejarme seguir saliendo del palacio y mi casa para ir a conocer la isla?
—Sí, pero siempre que vayas conmigo y sin que sepa tu tía. Voy a arriesgarme a romper un poco las reglas para que entiendas de qué te estoy hablando.
Eiden sonrió encantado, me dio unas palmaditas en la espalda y siguió caminando junto a mí a saltitos. Entonces le dije, porque ya me estaba poniendo incómodo:
—¿Qué haces? Camina como hombre.
—¿Qué los hombres no brincan?
—Pues… No. No siempre. Deja de hacerlo. Camina como yo, con paso firme y erguido. Y si vuelves a hacer lo de tirarte al piso como muñeca de trapo te daré una tunda cuando tu tía no me mire.
—Es que si no hacía eso me iba a obligar a grabar dándole la espalda a la pintura de mi abuelo.
—¿Y por qué le tienes miedo a tu abuelo, marica?
Él solo me miró como asustado y sorprendido, pero no contestó. Así que yo seguí hablando:
—Imagina que sin que lo supieras hubiera estado presente una chica mística de esas que tanto te gustan. ¡Habrías quedado como un perdedor!
—Pero no estaba ninguna, solo mi tía que cree que eso es normal y tú que eres mi amigo y me aceptas como soy. Y como no lo volveré a hacer, no hay problema. Todavía puedo follarme una.
—Escucha al tremendo macho semental adulto que le teme a su abuelito…
Le comenté a Ilmari que iba caminando en silencio detrás de nosotros. Ella solo se encogió de hombros y pude ver en su mirada que sonreía, otra boba igual a Eiden… Llegamos a su despacho donde un retrato de Kanon Ishikawa, la antigua primera ministra y madre de Eiden, se empolvaba entre telarañas y libros viejos. Me pareció triste la rapidez con que fue olvidada por el pueblo y hasta por su propio hijo, que la tenía tirada ahí como a cualquier cosa. Entonces le pregunté por Ángel, a quien recordé por ser también un aristócrata dulce y pacífico víctima de su entorno. Eiden respondió:
—Él nunca baja del último piso del palacio, donde están sus habitaciones. Se pasa el día ahí estudiando, jugando videojuegos, leyendo libros muy antiguos o tocando el piano. Es lo que más le gusta. Su madre le ha prometido que cuando termine la escuela lo inscribirá en una gran academia de arte, luego le dará una casa en Europa y le conseguirá empleo como curador de un museo. Es lo quiere.
—¿Y cómo gobernará si no está en la isla?
—La reina dice que está enfermo de algo que le impedirá ser rey. Así que mi primer hijo varón se hará pasar por hijo suyo y tomará el trono. No me gusta la mentira o que digan que mi hijo es de Ángel, pero si será rey y Ángel está de acuerdo…
—¿Pero acaso Ángel no puede tener hijos?
—Pues, creo que sí, porque también le dicen que si hace “travesuras” en el casino debe usar condón; porque no quieren que tengamos hijos con chicas de ese ambiente. Pero… No sé.
—Y si está enfermo para ser rey de Celes, ¿cómo puede trabajar en un museo de Europa?
—Tampoco lo sé, no soy doctor.
—Hm. A mí se me hace que la que está enferma es la reina. ¿O será tu tía presionándola porque …?
Eiden se caló los anteojos y se me acercó para decirme en voz baja, mirándome fijamente:
—Es que… Tú ya imaginarás que Ángel nació de una infidelidad de la reina, y no debe saberse…
—Y ¿tú no naciste de una infidelidad del rey?
—Pero se tolera mejor un hombre infiel que una mujer infiel. Así que es mejor que se diga que está enfermo y que nadie lo vea.
—Ajá, y entonces toda la otra gente negra de la isla que casualmente también vive encerrada en la azotea que es la villa del Cielo, ¿también son hijos de mujeres infieles a sus maridos?
—Es que también hay mucha gente en Gardenia y en general en toda la isla que dice que no se ven bien con la estética de Celes. ¡Por ejemplo tu papá! Él dijo en una reunión que preferiría ver a tu hermana casada con el hombre blanco más malo de isla antes que con un negro simplemente porque cree que son feos. Luego propuso arrestarlos si trabajaban fuera de la Villa del Cielo o caminaban por Gardenia, La reina casi se desmaya. Por supuesto, no aceptaron su idea, aunque tampoco le revelaron el porqué.
Eso me dejó boquiabierto, ¡¿mi papá?! ¡¿siendo racista?! No supe qué decir y solo me desplomé en un sillón. Luego reí por no llorar, pues estaba decepcionado de mi modelo a seguir, mi padre, al que consideraba el hombre más sabio y justo. Entonces murmuré:
—¡Qué tonto! De todas formas, su hija quizás nunca se va a casar pues está perdidamente enamorada de ti Eiden; y tú, como él, solo ve hermosa a la gente blanca y sueñas con desposar una mística, no una chica de rasgos asiáticos del Pote Caliente.
—Me casaría con tu hermana por lealtad a ti.
Replicó Eiden muy serio y conmovido, yo le contesté:
—No hace falta. Sería peor si lo haces por lástima. Tampoco es bueno forzar los gustos, bastaría con no esconder en los áticos a la gente que te parece “fea”.
Eiden ya no supo qué decir, revisó sus apuntes y me comentó sobre ellos:
—Van a anunciar un cambio importante en la estructura del gobierno, es sobre Uoliena.
—¿Dónde está la pequeña salvaje, por cierto?
Pregunté, él me contó, sentándose en el piso frente a mí:
—¡Con la reina! Ella ha quedado fascinada con esa niña, la ha estado cuidando desde que llegó. Mandó a comprarle muñecas, vestidos, de todo. Quiere asegurarle un puesto de poder importante.
—Hm, lo que no hizo con Ángel pudo hacerlo con una niña rubia… Al menos te libró de ser su padre, y será más feliz como hermana adoptiva de Ángel.
—No es solo un capricho egoísta de la reina, y con esto no quiero decir que haya algo bueno detrás del cambio, verás: pondrán a Uoliena como vocera del pueblo, crearán todo un equipo que la respalde en algo llamado “secretaría de prensa”. Ella compartirá noticias sobre la Villa del Cielo, sucesos de la isla en general y comunicados del palacio de Gardenia. A través de esta nueva institución gubernamental también van a adueñarse de todos los periódicos y medios de comunicación de la isla. Si alguien posee un teléfono y en alguna red social comparte algo sobre Celes, será apresado. Solo la secretaría de prensa podrá aprobar y publicar noticias nacionales. Creo que en realidad lo que sucede es que mi tía Emi ya se dio cuenta de que estoy volviéndome hombre en serio y… Supongo que van a reemplazar al huerfanito con anteojos por una huerfanita rubia.
—Sí eso parece... Ese par de señoras necesitan otra forma de dar lástima y seguir tomando decisiones que en realidad no benefician en nada a la gente.
—Además, no quieren que se sepa realmente en Gardenia lo que pasa en la villa del Cielo y al sur de la isla. Ellas darán su “versión oficial” de las cosas.
Yo me quedé un rato mirando al vacío y cavilando. Me sentí pequeño entre todo lo que estaba mal y parecía tan trivial, pero en realidad estaba aplastando a tanta gente en la isla. Era como estar en mitad de un río de aguas turbulentas y si no nos aferrábamos los unos a los otros aquella corriente nos arrastraría hacia corrompernos como nuestros viejos. Luego miré a Eiden para decirle:
—Oye, debemos hacer que Uoliena esté siempre del lado de nosotros y se tome en serio su cargo. Que aprenda lo que se hace, pero no a ser como tu tía Emi, y que comprenda que un día debe adueñarse de todo eso. Lo mismo va contigo y conmigo. Solo mantengamos un perfil bajo, aprendamos, y un día...
—Sí, por eso me alegra que estemos juntos. Si a través de Uoliena unimos a la gente del sur, llegará el día en que la mayoría sea más fuerte que el poder de la élite que vive en Gardenia y podremos quitarles el control. Solo nos faltaría el apoyo de los Místicos. Pero ellos nunca se meten en nada.
—Hay gente que te apoyaría en Adalsteinn. No solo mi tía Norma, la que te cuidó cuando eras un bebé y todavía se acuerda de cuando te limpiaba el pañal meado. Solo hay que mantenerse unidos.
Concluí mirando a Ilmari, que asintió aceptando nuestro pequeño acuerdo secreto. Poco después nos reunimos con Emi en la fachada del palacio, Eiden fue a un podio preparando su guion, un equipo de técnicos alistaba ya cámaras y luces cuando apareció la reina Zoeila con Uoliena. Desde ese momento yo vi que había algo diferente con la reina, quien siempre solía estar seria, distante y con la ropa perfectamente arreglada; llegó con el pelo suelo, un vestido muy casual, la mirada llena de vida y una sonrisa. Uoliena, por su parte, venía muy feliz con su ropa nueva; corría alegremente junto a la reina, que también iba como jugando recargada de energías. Comencé a sospechar que algo raro pasaba ahí, pues los rumores de parte de la mismísima Emi Ishikawa decían que la reina no estaba bien mentalmente y era incapaz de salir de su alcoba sin ayuda. Hubo un momento en que se tropezó con un escalón, cuando me acerqué para ayudarla ella me miró y sonrió diciéndome:
—Gracias. Tú eres el incorruptible, ¿verdad?
Me quedé viéndola los ojos sin comprender y ella dijo:
—Es lo que dicen, espero que sea cierto.
Rápidamente llegó Emi Ishikawa y la llevó a sentarse, le dio unas píldoras y ya no se apartó de su lado. Todo aquello me pareció demasiado extraño. Minutos luego, Eiden comenzó a decir su mensaje ante las cámaras. Realmente sabe hablar muy bien en público, es fotogénico y sabe, como él dice, “hacerle el amor a la cámara”; era todo lo contrario de Uoliena que parecía más empeñada en romperla y cuando fue llamada a presentarse enmudeció y fue a esconderse detrás de Eiden. Por suerte los adultos lo tomaron como algo tierno, pero era evidente que ella estaba lejos de ser Eiden 2.0. Fue casi triste, el fin de una era, Eiden dejó de ser el niño símbolo de Celes para que Uoliena tomara su lugar. Ya era oficial, él estaba convirtiéndose en adulto; el mismo proceso que estábamos experimentando Ilmari y yo. Cuando el mensaje se terminó de transmitir, Emi fue a buscarme para pedirme que la ayudara el día siguiente, pues se celebraría la toma de posesión del nuevo ministro de agricultura y obras públicas. Esto me sorprendió porque los nombramientos de ministros habían sido a inicios de ese año, cuando mi padre fue elegido por la reina. Ella me respondió un poco evasiva:
—Es que el ministro de agricultura y obras públicas no es elegido por Zoeila. Su caso es especial, como sucede con Eiden y el señor ministro de cultura y educación que nunca se cambian, el ministro de agricultura y obras públicas lo elige la Sociedad de Azrael. El anterior ha fallecido repentinamente y fue reemplazado de emergencia por un joven y carismático líder rural recomendado por el señor ministro de cultura y educación.
—¿Entonces la reina no elige sus ministros?
Pregunté extrañado, ella me contestó algo incómoda:
—¡Ella elige al de salud!... Con mi ayuda. Mañana todos se reunirán en el palacio y se ofrecerá una fiesta privada. Por supuesto tu padre y tu madre están invitados. Si gustas, tú y tu asistente Ilmari pueden quedarse aquí a dormir. La reina, desde anoche, no se ha sentido bien y deberemos medicarla. Necesitaré ayuda vigilando a la pequeña Uoliena y evitando que Eiden y Ángel se escapen de noche a vagabundear. ¡Puedo llamar a tu padre para pedirle permiso de que se queden en el palacio esta noche! Tenemos muchas habitaciones para ustedes.
Yo acepté de buena gana porque sería interesante explorar el palacio y además era divertido estar con Eiden y Ángel. Ilmari, por supuesto, estuvo de acuerdo. Nos invitaron a almorzar en la azotea, donde se encontraban las habitaciones de Ángel y un jardín privado con alberca; pasamos un buen rato con él, Eiden y Uoliena. Ilmari con la excusa de “las misteriosas tradiciones místicas” tomo su plato y se fue un poco lejos para no ser vista comiendo descubierta, mientras tanto los chicos y yo hablamos en confianza. Nos habían dejado totalmente solos allá arriba y aparentemente Eiden y Ángel estaban acostumbrado a vivir en ese pequeño abandono. Ángel bromeó mientras nadaba, por lo visto lo hacía a menudo, su cuerpo estaba tan desarrollado que parecía capaz de noquear a un tipo de un solo golpe:
—Y bien, ¿qué les parece mi nido? No está mal, ¿eh? Tengo comida, cervezas, todos los videojuegos que quiera, todo el anime que pueda ver y toda esta azotea más los techos. Poseo la vista más genial de Gardenia y el cielo abierto. ¿Qué más me hace falta?
—Atención de tu mamá y un papá.
Le respondió Eiden mientras hacía barquitos de papel para Uoliena y fumaba junto la alberca. Ángel farfulló:
—Ja, ja, por lo menos tengo una mamá.
Yo los detuve exclamando:
—¡Eh!, ¡basta! Con eso no se juega. Este sitio es genial, Ángel. Tu madre se ha preocupado por darte un espacio agradable, pero esas estatuas de tipos con alas son algo inquietantes. Están por todos lados.
—La obsesión de la gente de Celes con los ángeles es muy antigua, San Miguel Arcángel es el patrono de la isla desde la edad media; y para colmo al arquitecto del palacio, que inspiró estas esculturas, solía ser popular por su aspecto Angelical. Quizás por eso te da miedo, hay muchas historias de terror sobre ese tipo. Todos son el mismo sujeto, si te fijas bien, era como el Justin Bieber de las viejas de inicios del siglo XIX.
—No sé quién es Justin Bieber, pero creo que te comprendo. El tipo no era feo. Pero los tiempos cambian, así como las modas y los gustos, y el galán del pasado ahora solo es aterrador. Hay algo inquietante en esa mirada que se supone que es dulce, pero también es la de alguien que sabe algo horrible y no quiere decírtelo por compasión, ¿no te parece? Ilmari me dijo que tiene algo que ver con una maldición en la isla.
—Se supone que nunca se murió en verdad, que no es una cosa humana, es como que un ángel caído, una criatura oscura sobrenatural que sería un buen jefe final de videojuego de no ser porque su tataranieto es tan aburrido que le mata todo lo épico. ¡Es un antepasado de Eiden! Es su abuelo.
—Así que ese es el famoso abuelo que le da miedo…
Reí mirando a Eiden, quien dijo:
—No hablen de eso, van a asustar a la niña.
Entonces Uoliena le respondió:
—A mí no me da miedo. No me uses de excusa. ¡Cuenten más historias de fantasmas!
Ángel y yo nos echamos a reír, Ilmari se nos unió yéndose a sentar cerca de mí y Ángel siguió relatando:
—Por las noches, se escucha que alguien camina por los pasillos o en las escaleras. ¡Pero nunca hay nadie! Si estás solo y te le quedas mirando a una estatua del ángel poco a poco notarás como su rostro se distorsiona, su cuerpo se vuelve trémulo y da la impresión de que comenzará a moverse. No te queda más que salir corriendo. Y si después de medianoche vas al salón donde murió el rey y Kanon Ishikawa no te encenderá ninguna lampara, reina una agobiante penumbra espesa junto a la horrible sensación de que ahí, entre la negrura, todavía yacen los cuerpos…
Eiden agregó, exhalando el humo de su cigarrillo:
—¡Son cuentos! En realidad, lo único aterrador es la pintura de mi abuelo, aunque les parezca gracioso. No es la imagen en sí, es algo, una atmósfera… de tensión. A él le hicieron algo parecido a lo que pasó con mi madre: abierto a cuchilladas para extraerle el corazón. Quizás el recordar eso viendo su mirada es lo inquietante, creo que enferma a la reina. Desde que llegó a la isla para casarse, la pobre ha tenido que vivir bajo la pesada vigilancia de mi abuelo y los mil ángeles de piedra; la angustia debió llevarla al límite y por eso hizo lo que hizo. No estoy enojado con ella porque sé que no andaba en sus cinco sentidos. Me enoja mi madre, Kanon Ishikawa. Estaba embarazada, debió ser más cuidadosa. Pero, bueno, en realidad no sé si quería que yo naciera, ¡no sé! Solo creo que pudo haber evitado todo, pero jamás hizo algo por defenderse o pedir ayuda. Esto es algo que no puedo entender y me enoja.
—Pero no fue mi madre.
Replicó Ángel muy serio y siguió diciendo:
—Yo recuerdo ese día, tenía tres años, pero les juro que lo recuerdo. Ella no estaba ensangrentada salvo por unas manchas que se hizo al cargar a Eiden. Para lo que sucedió…tendría que estar bañada en sangre. Además, decía que algo había envenenado al rey, que abajo había algo, un monstruo que solo los místicos podrían enfrentar. Por eso llamó a los Petersen. Toda la tarde había estado jugando conmigo en mi habitación, ¡ya ni se acercaba a su marido! Se sentía demasiado culpable porque no podía esconderme de él, ¡aunque no era realmente su culpa! El maldito degenerado tenía ese fetiche de mirar y él mismo le pidió ser infiel… La obligó, como obligó a Kanon a otras cosas… Mi madre no pudo haber tenido tiempo de emponzoñar la comida de su marido y, de hecho, cuando me asomé a mirar mientras recogían los cuerpos no vi alimentos en la mesa donde supuestamente lo habían envenenado. Él estaba muerto en un sillón junto a los ventanales, como si hubiera estado en mitad de una charla. Mamá solo repetía que aquello no era humano. Luego, ya quedó como está ahora. Extraviada, distraída…
Yo lo escuché, mordiendo una pajita de lavanda de los maceteros y recordando la versión de los místicos sobre el homicidio que antes me había contado Ilmari, y después le interrogué tratando de obtener más pistas sobre lo que en realidad pudo haber sucedido:
—Entonces, ¿crees que alguien más estuvo esa noche en la escena del crimen? ¿Un sirviente?
Ángel me respondió.
—Puede ser, pero a esas horas todos los empleados del palacio se iban de la zona donde el rey y mi madre hacían su vida de familia. Un guardia vigilaba la escalinata que conduce a esa sección del edificio. En teoría, en el piso donde todo ocurrió solo estábamos el rey, mi madre y yo.
Pensé unos segundos y opiné:
—Además en las pesquisas posteriores a las muertes se habrán revisado los registros de entrada y salida de cada empleado.
—A menos que fuera lo que sea que vaga por los pasillos del palacio cada noche…
Murmuró Ángel tímidamente, yo exclamé:
—¡Ángel! Comprendo que por el amor que sientes por tu madre y la compasión que inspira su condición quieras… ¡Pero se realista! O acabarás como ella… ¡No existen los fantasmas!
Entonces Eiden me miró y dijo sonriendo retador, pero con la seriedad de un funeral:
—¿Estás seguro? Cian, no sé qué es mi abuelo. Solo sé que “no es normal”. Y sí, es verdad, hay algo más que ronda el palacio por las noches. En esta isla suceden cosas que no comprendemos, por eso siento miedo. No te burles, ya comprenderás.
Levanté una ceja con escepticismo y me volví a mirar a Ilmari, ella me susurró al oído: “sí se siente algo pesado en el ambiente, habría que investigar”. Luego sacó un péndulo y se alejó haciendo sus magias. Yo dije a los demás:
—Creo que son patrañas. Esta noche, después que Uoliena se duerma, bajaremos a ver qué demonios hace los famosos ruidos.
De inmediato Uoliena protestó:
—Oye, soy valiente pero no tonta. Si todos se van y me quedo sola durmiendo aquí, los fantasmas vendrán a comerme. Iré con ustedes, de todas formas, en las películas de terror siempre muere primero el chico negro y el adolescente obsesionado con las mujeres. Tú, el mudo y yo podemos huir mientras se comen a Ángel y a Eiden.
Ángel exclamó arqueando las cejas:
—Ahora, ¡eso es racista! Niña, yo soy el príncipe de la isla, soy como Leía en Star Wars o Aragorn en el Señor de los anillos, ¡si me muero los buenos pierden o la película se vuelve tonta!
—Todavía puedes mandarnos mensajes desde el cielo haciendo aparecer tu rostro entre las nubes y hablando con eco. Nadie es imprescindible.
Le respondió la pequeña jodida encogiéndose de hombros. Entonces Eiden se puso de pie e intentó poner orden en todo mientras tiraba la colilla del cigarro para pisarlo:
—Realmente Cian tiene razón, lo más probable es que solo estemos exagerando las cosas con nuestra imaginación y todo se resuelva simplemente bajando y ver que los sonidos tienen explicaciones sencillas y lógicas. Pero… eso no niega que sí existen cosas… negativas y sobrenaturales en Gardenia. Es mejor que bajemos todos juntos y con precaución, y te pido una cosa, Cian: si bajamos voy de la mano de Ilmari. ¡Yo no bajo sin llevar un místico junto a mí!
Ilmari volvió corriendo al oír desde lejos la petición de su amorcito… ¡Si Eiden hubiera sabido! Yo giré los ojos y me burlé de sus miedos:
—¿No quieres llevar también un osito de peluche mientras Ilmari te lleva tomado de la manita? ¿No eras tú el único no virgen del grupo?
—¿Entonces ustedes nunca lo han hecho?
Preguntó Eiden extrañado y yo me mordí la lengua calándome la gorra. ¡A mis dieciséis años ni siquiera había besado a una chica! Lo más sexual que me había pasado en la vida era tocarme solo en la ducha imaginándome a la tía de Eiden ataviada con su vestido tradicional y puliéndome el sable. Él haló a Uoliena para acercarla y le cubrió fuertemente los oídos diciendo en voz baja:
—Yo tampoco lo he hecho del todo, como les dije: Estelle me dejó algunas veces tocarla en su cama, me tocó, llegué a meterle la puntita, pero no me dejó acabar adentro. Mañana que venga a la fiesta de los ministros le pediré oficialmente que seamos pareja y así podré llenarla de leche como se debe.
Yo comenté entre risas y sin levantar la vista:
—A ti no te sale leche, te sale fórmula para bebés. ¡Te va a mandar a volar, Eiden, no hagas eso!… Ella solo jugó un poco contigo. ¡Nunca será tu novia! Parece tu mamá y no querrá que los vean así en público.
—Pero creo que ella entiende que no es solo el sexo. Apenas paso tiempo con mi tía, me separaron de la señora Norma muy pronto y siempre me están presionando para ser adulto. Hay noches en las que solo quiero que una mujer me abrace y me acaricie mientras intento no llorar. Tú sabes, sentirse amado.
Entonces soltó a Uoliena y ella lo miró muy seria diciendo:
—¡Oí todo! Sé que estabas hablando de tu pipi. Si no te lo piden, ¡no lo ofrezcas!
“Bocona pero sabia” opinó Ángel en voz baja. Ilmari no se pudo contener y abrazó a Eiden, por suerte no lo hizo el tiempo suficiente para que él percibiera su ya curvilíneo cuerpo femenino oculto bajo la ropa holgada de hombre. Pero pude notar que Ángel, mucho más observador y moderado que Eiden, se les quedó mirando como dándose cuenta de que Ilmari tenía algo extraño. El resto del día lo pasamos en la habitación de Ángel que intentó iniciarnos en los videojuegos mientras Uoliena veía caricaturas en su pequeña habitación improvisada dentro de un armario que Eiden y Ángel debieron tapizar con papel periódico porque la primera noche Uoliena dibujó “pipis” en todas las paredes. La pobrecita se había salvado del abuso, pero no del trauma. Eiden y yo resultamos ser un par de mancos jugando, pero Ilmari pronto se volvió muy buena e hizo equipo con Ángel. Desde entonces los unió el ser un par de nerds de videojuegos. Al caer la noche, esperamos a la hora en que todos los empleados regresaban a sus casas y solo quedaban los guardias en las entradas del palacio. Yo bajé un poco antes para hablar con ellos, algunos habían sido compañeros míos en la escuela militar y me explicaron cuáles eran las rutinas y peculiaridades del palacio. Lo más interesante que supe fue que corría el rumor de la existencia de una red de pasadizos secretos por todo el edificio y de túneles que lo conectaban con el resto de la ciudad, pero nadie había visto en realidad. Era un secreto escondido en los planos del palacio que no se sabía a ciencia cierta si estaban en poder de los Ishikawa o de la Sociedad de Azrael. Aquella información daba más fuerza a la teoría de Ángel sobre una tercera persona presente en la noche de los asesinatos del palacio. Subí a contarle esto a los demás y a preguntarle a Eiden si sabía dónde estaban los planos del palacio. Él me contestó muy seriamente:
—La gente cree que los Ishikawa tenemos las pertenencias del arquitecto del palacio porque era parte de nuestra familia, pero en realidad nunca fue tratado como un miembro de nuestra comunidad. Sus descendientes no adoptamos su apellido, ni vivió en nuestra villa. Su matrimonio con la primera ministra de esa época fue un misterio muy poco documentado. Él residió en Gardenia, la ciudad que amaba, separado de su esposa; de modo que sus planos, apuntes y objetos personales quedaron aquí en la ciudad, de seguro en alguna de las propiedades compradas a lo largo de los años por la Sociedad de Azrael cuyos miembros anónimos no van a divulgar ese tipo de datos que les pueden ser útiles, seamos realistas… Pero también es cierto que después del ataque al arquitecto en 1817 nunca se volvió a tratar el tema de los pasadizos secretos con seriedad. Nadie los ha encontrado o visto, todo el mito nació del hecho de que varios personajes históricos de la familia real aparecían repentinamente en distintos lugares y teorizaron que el arquitecto hizo los pasadizos para ellos; pero mi tía una vez me dijo que eso no podía ser porque para algunos gardinenses las puertas y paredes no son un impedimento. Ve tú a saber qué me quiso decir, me dio miedo preguntar más.
Me volví a mirar a Ilmari y ella me veía como diciendo que tomara en cuenta lo que estaba escuchando. Pero para mí todo aquello eran patrañas. Ángel y Uoliena habían bajado a darle las buenas noches a la reina; Ilmari, Eiden y yo fuimos también como una muestra de cortesía después de darles un tiempo a solas a los tres Oread, pues Uoliena ya había sido legalmente adoptada por la reina y recibió el apellido de la familia real. Cuando fuimos a tocar la puerta de las habitaciones de la señora, Uoliena corrió a abrirnos y sorprendimos a Ángel arropando a su mamá y cantándole para que se durmiera. Ángel nos miró y sonrió, luego le avisó a la reina con voz suave:
—Madrecita, mis amigos han venido a desearte buenas noches.
Ella le respondió muy somnolienta:
—No, no hijo… No quiero que me vean…
—¿Por qué madre mía? Eres muy bonita.
—Ellos piensan que estoy loca.
—No, madre, ya sabemos que solo estás triste porque tu vida ha sido dura y te sientes cansada.
—No, no, yo no quiero estar cansada, pero no dejo de sentirme así. La medicina no me ayuda.
—Debes tener paciencia y dormir bien. Luego todo se aclarará y los rumores se disiparán.
—Los rumores que son mentiras nunca se disipan porque quienes los crearon quieren creerlos, por fe diabólica, usan la mentira como insulto. Y aún si decidieran dejar de mentir, en tu reputación siempre quedará una mancha por la suciedad de la duda infundada. Ya no hay solución ni reparación real.
—¿Pero quienes mienten, madre?
—No lo sé, no lo recuerdo, mi mente está embotada. Aquella noche yo vi algo y no me dejan hablar de eso. Unos, como Emi, creen que sufro al recordar; pero otros solo no quieren que lo diga. Y a estas alturas, hijo, ¿qué importa? ¿Quién me creería? Apenas conservo la corona por la ayuda de Emi, y vivo por la esperanza de que Eiden saque adelante al país. Quisiera tener las fuerzas para pelear por ti, reclamar lo tuyo, pero no puedo. Ya no tengo ese poder en mis manos. Solo puedo esconderte.
—Está bien, madre. Duerme, mañana jugarás otra vez con Uoliena. Buenas noches.
—Sí, ella es la que me hacía falta. Ya recordé. Buenas noches, mi ángel. Mañana seré fuerte.
Luego la señora se acomodó y se quedó dormida mientras Ángel le acariciaba el cabello. Yo antes había asistido varias veces a interrogatorios y jamás había escuchado a un sospechoso convencido de que no le iban a creer su única versión de los hechos, pero de todas formas sosteniéndola durante tantos años. Desde ese momento decidí llegar al fondo de todo ese enredoso asunto. Una sola cosa estaba clara: alguien mentía y, si no era la reina, entonces estaban jugando con todos nosotros y algunos podríamos ser piezas desechables del tablero; en riesgo de terminar como Kanon Ishikawa, el rey o la mismísima reina que sería víctima de un abuso inmensamente cruel y repugnante. De momento guardé mis conclusiones, pues Ángel apoyaba a su madre ciegamente y Eiden no negó ni admitió la existencia de los pasadizos secretos. Solo me acerqué a Ilmari y le pregunté en voz baja qué le decía su intuición. Ella me respondió hablándome al oído:
—Nadie ha mentido esta noche, Cian. Y eso me preocupa.
Bajamos todos juntos y por fin pude explorar el palacio real de Gardenia a mis anchas, en la soledad y silencio de la noche. Su arquitectura se caracterizaba por su elegancia, con salones y pasillos espaciosos de techos altos y líneas limpias. Columnas, arcos y detalles ornamentales dispuestos de manera simétrica flanqueaban los pasillos adornados por más estatuas de ángeles y relieves en los muros que en contraste representaban motivos vegetales y paganos. Era como si el arquitecto y el decorador estuvieran peleados en cuanto al tema central del ambiente. Las lámparas de araña de cristal y los candelabros irradiaban una luz cálida y misteriosa que bañaba las esculturas, dotándolas de un brillo trémulo inquietante que parecía darles vida. Por un momento empecé a sentirme perdido en esa caverna gigantesca de mármol, oro, plata y espejos; aquello era un espectáculo majestuoso que evocaba la grandeza de la antigua Grecia y Roma, se hacía inevitable estar ahí y no recordar que en esos grandes imperios también se buscaba que el lujo y la belleza resultaran embriagadores para distraer más fácilmente al ojo aguzado ante la corrupción. Ángel, que hacía las veces de nuestro guía, iba adelante mientras abría cada salón y con actitud jovial me platicaba un poco durante mis inspecciones de cada estancia:
—¿Pero estás entrenado para pelear, Cian? ¿Eres algo así como un monje Shaolin y haces Kung Fu?
—Hago artes marciales mixtas.
—¿Pero puedes…? ¡Iá, wu, jiá! ¿Ninja, con patadas voladoras y eso? ¿Como Bruce Lee?
—Me puedo abrir de patas como Van Dame y grito muy fuerte. ¿Eso cuenta?
—Obvio, si eso no mata al enemigo al menos lo deja confundido. ¿Cuál es tu movimiento más letal?
Por respuesta le hice una estereotípica pose de Kung Fu levantando un pie por encima de la cabeza y le mostré el dedo índice derecho. Ángel sonrió y levantó las manos en actitud pacifista y preguntó:
—No me digas que puedes matar de un dedazo.
—Cuando tiro del gatillo de mi arma sí. Eso es lo más peligroso que puedo hacer.
Ángel se echó a reír y me comentó:
—Eiden tomaba clases de aikido en su villa, sabes, lo acompañé unas veces.
—¿Haría un encuentro amistoso de lucha contra mí?
—No lo sé, su único movimiento era “el ataque del guerrero aguado que nadie puede levantar”. Con eso siempre derrotaba al instructor y a su tía, que terminaban por consentirle que no entrenara.
—¡Ah, ya lo he visto! Muy efectivo cuando peleas contra tu niñera y tienes tres años.
Los dos nos reímos y Eiden solo nos ignoró mientras se alejaba junto a Ilmari sin soltarle un brazo, al mismo tiempo que llevaba a Uoliena de la mano. Entonces Ángel aprovechó y me preguntó en voz baja:
—¿Ilmari es una chica? Cuando estábamos jugando se le escapó un grito y sonaba demasiado chica. Además, camina como…raro…
—¿Y qué si lo fuera?
Le respondí mirándolo de reojo, él me contestó:
—Nada, no diría nada porque Eiden se le tiraría encima como buitre. Pero ella también lo busca, creo que tarde o temprano terminarán siendo novios.
—Naah…Mira, sí es una chica, pero es muy tímida e inocente. Ella no querría ni besar a Eiden en los labios, mucho menos ser su novia. Todavía juega con muñecas y cree en hadas y espíritus del bosque.
—No sé, yo también soy así, me entusiasman más las cosas “de niños pequeños” y no quiero meterme en problemas de amores; pero las mujeres son distintas. Ellas pueden seguir teniendo corazón de niña, aunque se vuelvan mujeres. Como mi madre. La tía de Eiden me ha contado que era muy sumisa con el rey, él la trataba como una mascota en público y como un juguete en lo privado. Conoció a mi padre biológico así…. Porque él jugó con los dos, sabes… Con mis dos padres, no solo con mi madre.
Yo guardé silencio mientras en mi cabeza había una incongruencia: ¿no fue la misma Emi Ishikawa quien dijo que la reina tuvo un ataque de celos y cólera que la llevó a matar al rey? ¿Cómo entonces era sumisa? La tía de Eiden comenzaba a sonar sospechosa, especialmente cuando el verdadero hijo del rey era Eiden y prácticamente los Ishikawa ya estaban gobernando la isla, pero ¿qué hubiera ganado ella matando no solo al rey sino también a Kanon Ishikawa, quien fue parte de su propia familia? La idea era tan absurda que se volvía comprensible cómo en todo ese tiempo ni Eiden ni Ángel hubieran sospechado de ella. La única explicación lógica que quedaba era que los pasillos secretos sí existían y un extraño había entrado en el palacio. Entonces Ángel siguió relatándome:
—Se supone que solo se verían bajo la vigilancia del rey como una forma horrible de diversión para él, pero en algún punto mi madre se enamoró de mi padre y creyó que iba a rescatarla como a una princesa de cuento. Cuando mi madre le confesó que estaba embarazada, mi padre le pidió dinero y un pasaje para el crucero de la isla; supuestamente iba irse un par de meses a tierras continentales donde prepararía una casa para esconderse juntos después de huir de Celes. Pero se fue y jamás regresó, ella no volvió a saber nada de él. La dejó con el problema completamente sola. Por eso… No sé. Si tú dices que Ilmari es buena y yo sé que Eiden es algo ladino, pero también bueno, deberíamos hacer que estén juntos. ¡Es muy raro encontrar parejas donde ambos se amen sinceramente y en la misma intensidad! Y no quiero ver a nadie más con el corazón roto. Mejor que estén juntos desde temprano y no sufran probando suerte con nadie más, porque la mayor parte del tiempo solo van a encontrarse gente que los lastimará, es lo que he visto y por eso nunca he querido buscar novias. Pero ellos son eso que dicen los místicos: almas gemelas, para toda la vida.
Escuchar aquello por alguna razón me molestó, nunca me había sentido atraído por Ilmari y sin embargo estaba teniendo celos. Quizás celos de hermano al verla intentar tener su primer novio, pero debo admitir que una parte de mí sí quería casarla conmigo para retenerla de alguna forma. Además, estaba empezando a encariñarme con Eiden y no tenía ganas de que el noviazgo entre ellos dos estorbara en la amistad que estaba empezando entre todos. Claro, años luego los amoríos en nuestro grupo de amigos no nos separaron, sino que nos fueron volviendo más íntimos, pero en ese momento todos éramos prácticamente niños y por suerte algo sucedió que me sacó de esa situación incómoda. De pronto, se escuchó el eco de pasos en la lejanía, en alguna parte del palacio. Ilmari preparó su ballesta y me miró esperando ponernos de acuerdo en qué hacer. Yo me acerqué corriendo sigilosamente a ella y le indiqué que se fuera con los demás de regreso a la alcoba de la reina para tener a todos seguros. Preferí ir solo a ver qué estaba pasando sin arriesgar a nadie más, algo que mi padre hubiera reprochado, pero entonces yo era un joven soldado impetuoso. El sonido de pasos me guio hasta el ala oeste y ahí, en unas grandes escalinatas, estaba la pintura del “abuelo” de Eiden. Por primera estaba viendo a colores, sin túnicas y sin alas al famoso ángel de Gardenia, el arquitecto del palacio. Era un retrato enorme, al menos tres metros de altura. Pude entender como al mirar un hombre tan grande a la luz de las velas un niño pequeño podría asustarse; pero aquel chico tenía un rostro pacífico y sereno, sin duda era lo más similar a cómo podría imaginarme a un ángel en la vida real. ¡Eiden estaba lejos de verse así, pese a que era su descendiente directo! Al observarlo mejor noté que tenía algo que no me gustaba, quizás era porque inevitablemente me hacía la imagen visual de su cuerpo ensangrentado con el pecho abierto y las costillas y los pulmones expuestos mientras el corazón faltaba; peor aún, me imaginaba que estaba ahí, medio despedazado, pero con las entrañas aun palpitando. Tuve un escalofrío, me acerqué a verlo más de cerca y entonces me di cuenta: el color de los ojos, la palidez de la piel, el negro casi azulado del cabello era idéntico a Micky, el excéntrico amigo de mi familia. Me acerqué un poco más para hacerle una foto del rostro, quería mostrarle a Ilmari para saber su opinión como mística de esa inquietante coincidencia; cuando repentinamente, la voz del mismísimo Micky me sobresaltó. Sonaba como nunca lo había escuchado, enojado:
—¿No te enseñaron historia en la escuela militar?
Me volví a mirarlo, venía bajando por otra escalinata otra vez todo cubierto como un leproso, era él quien hacía el eco de pasos en los pasillos del palacio. Por primera vez noté el parecido con las estatuas y comencé a sospechar que su manía por ocultar el rostro y el amor por los edificios no podía ser casualidad. Pocas veces he sentido miedo, pero aquella noche a solas en el enorme y frío palacio de Gardenia ante ese personaje siniestro lo sentí. Y fue tan fuerte que no supe que responderle. Solo lo miré hasta que llegó junto a mí y señaló a la pintura, preguntando:
—¿Quién es? ¿Cómo se llama?
En ese instante se me erizaron todos los vellos del cuerpo, tragué saliva y respondí haciendo mi mejor esfuerzo por mantener mi aparente calma:
—No lo recuerdo, Micky. Seguramente lo aprendí a las carreras y de mala gana para algún examen de historia nacional que a mí como militar no me parecía importante. Pero ¿qué haces tú aquí?
—Michel Angenoir, se llamaba Michel Angenoir. El arquitecto del palacio y de toda Gardenia.
“Michel…Micky”, pensé y por una centésima de segundo me quedé mirando negro, presa de un mareo. Di unos pasos para verme natural y no caerme, luego dije mientras veía unas macetas cercanas y trataba de controlarme:
—Angenoir…Ese apellido me suena. ¡Ah, sí! Eiden tiene una pariente lejana con ese apellido. Entonces…esa chica es descendiente del arquitecto del palacio. Es un honor, ¿no te parece? Se parece bastante a ti, por cierto. ¿Tú también eres de la familia Angenoir?
—Oui, mon ami. El patriarca.
—Pues…Ese chico salió bien en la pintura.
—Bien amujerado, pero eso es culpa de la artista empalagosa y cursi que lo pintó.
Me contestó otra vez sonando irreverente y amistoso. Entonces decidí simplemente confiar, porque creí que sería demasiado tonto y arriesgado preguntarle: “¿eres un ente sobrenatural descorazonado de doscientos años?” Así que sonreí y volví a preguntarle:
—¿Qué haces aquí? ¿Mi papá te envió?
—No, vengo habitualmente a ver en qué estado se encuentra el palacio. Quiero ver si recibe un mantenimiento adecuado y si no le han hecho modificaciones abusivas. ¿Cómo te han tratado aquí? Veo que al final decidiste venir.
—No me viste irme, Yanmei te tenía capturado en su calabozo de preguntas y reclamos.
—Sí, de alguna forma terminé pidiéndole perdón por cosas que no hice y jurándole comprarle una muñeca nueva cada fin de semana. Es una niña adorable, me hizo recordar lo que es la vida de casados. Pero responde…
—¡Ah, sí! Pues, bien… Ángel es muy hospitalario.
—Es un joven pacífico y bonachón, como lo fue su madre antes de volverse una adicta. ¿Y los Ishikawa te han tratado bien…?
—Espero no te enojes, pero Eiden me cae genial. Es divertido y me apoya en todo.
—¿Y su tía que dice al respecto?
Me interrogó Micky comenzando a caminar en círculos en torno a mí, dando golpecitos con su bastón. Yo repliqué:
—Es amable, pero…
—¿Pero?
—No sé, no le tengo mucha confianza.
—¿Te da mala espina?
—No, pero…Creo que es de esas señoras sí se enojan no te lo dicen y luego hacen cosas malas a escondidas. Por eso prefiero a mi tía Norma y a Yanmei, ellas te gritan todo en la cara al momento.
Micky se echó a reír como complacido de oírme, se paró frente a mí y siguió preguntando:
—Y la reina, ¿te ha dicho algo?
—Algo raro, que yo no rompo la ley o algo así.
—Tiene razón, eres un muchacho muy especial…
Comentó mirando al suelo, después me vio directamente a los ojos y me interrogó:
—Tú no desobedecerías a la reina en ninguna circunstancia, ¿o sí?
—El bien de todos está antes que el de la reina, Micky. Si ella me pidiera algo que dañe a un inocente o al pueblo, la desobedecería.
—¿Y si te pidiera algo bueno para el pueblo, pero que tu familia no apruebe?
—La reina es la máxima autoridad y está por encima de la familia. Y la prioridad es ayudar al pueblo.
Respondí con convicción. Micky bajó la mirada viendo a un costado, pensando, después dijo:
—No la vas a decepcionar, ¿eh? Y yo no te voy a reprochar, eres un buen chico. Muy íntegro.
Luego notó algo en las losas del piso y se acercó a examinar el defecto, entonces aproveché para preguntarle sobre los pasadizos puesto que él parecía saber cada secreto del palacio:
—Oye, ¿es verdad que hay túneles y pasajes ocultos en el palacio?
Él me contestó haciéndome señas para que lo siguiera:
—Sí, no muchos, pero los hay en cada edificio de Gardenia. Existen más que nada por seguridad, como vías de escape alterno; yo los uso para estas inspecciones. Tu padre conoce cada uno, ¡esto no lo saben los Ishikawa y nunca debes decírselos! Es un secreto guardado por los militares y yo. Te los mostraré ahora, de todas formas, iba a hacerlo alguna vez; memorízalos y solo revela donde están si es necesario. Pero jamás digas mucho sobre estos, deja la incertidumbre.
—Oye, ¿crees que esos pasadizos se usaron para asesinar a Kanon Ishikawa?
Él suspiró antes de responderme con las manos detrás de la espalda y cabizbajo sin dejar de caminar:
—Kanon… Mi hija tenía su misma edad, eran amigas. Vivieron un tiempo juntas en mi casa, yo me hice cargo de pagar sus estudios en Europa. Más que nada porque, debo ser sincero, ¡fui un padre muy mimoso para mi hija! Quería que la otra niña le hiciera compañía mientras yo no estaba en casa, pero cuando estaba trataba de consentirlas y pasar los mejores momentos con ellas porque quería que mi niña viviera en un mundo perfecto. Era como tener dos hijas hasta que los Ishikawa me pidieron que la devolviera a Celes. Emi Ishikawa llevaba años con el puesto de primera ministra, pero de repente ya no quiso seguir y exigió que Kanon tomara su lugar. Yo tontamente accedí porque legalmente no era el padre de Kanon, aunque la estaba criando y ella me veía como si lo fuera. Hubiera querido matar al rey cuando mi hija me contó lo que la pobre niña estaba sufriendo, nos escribió desde un correo electrónico secreto pidiendo ayuda, quería volver a Europa y ya estaba embarazada a causa de tantos abusos… Pero nos confesó todo muy tarde. La misma noche en que yo lo supe, la mataron. La rabia que siente un padre cuando su hija es violada repetidamente, asesinada y su cuerpo mutilado durante su ausencia es infinita. Cuando días luego vine a Celes, nadie me dio explicaciones, no tuve la oportunidad de confrontar al violador y de conocer al asesino. Pero una cosa tengo clara, a Kanon no la mató la reina. Por una sencilla razón…
—¿Cuál?
Micky se volvió a mirarme y dijo:
—Había cámaras en el palacio que grabaron todo lo ocurrido, pero Emi Ishikawa ordenó desinstalarlas y borrar los videos. Solo ella sabe la verdad y yo la conozco. No fue la reina. Tuvo que ser alguien de los mismos Ishikawa y ella lo está encubriendo porque nunca quiso a Kanon y nadie ganó más que ellos con estas muertes. Estoy seguro.
—Pero… Ella adora a Eiden…
—Sí, ella ama a los hombres de su familia. A las mujeres las detesta y destruye, las ve a todas como sus rivales. Su rancia actitud de dama de tradicionalista los está llevando al borde de la extinción atrapados en su propio mundo. Y eso me molesta porque con el tiempo provocará cambios bruscos en Celes. Esta isla es el paisaje perfecto para estos refinados edificios, el clima adecuado, los ciudadanos vestidos de acuerdo con el estilo… Y ella no puede mantener la belleza de Celes porque está más interesada en sus tonterías sentimentales. Kanon se veía tan tierna, tan perfecta junto a mi hija, hubiera sido una primera ministra tan delicada y elegante, ¡pero estos horribles animales vulgares arruinaron todo el diseño! Es imperdonable.
Mientras Micky hablaba iba atravesando salones y pasillos caminando casi a zancadas, no es un tipo muy alto y su voz y aspecto son bastante suaves, pero tiene un aire como de que si se enoja te va a noquear de un puñetazo en el pecho porque es hasta ahí donde él te alcanzaría. A cada tanto empujaba un candelabro o movía una moldura de yeso abriendo una puerta oculta que atravesábamos para llegar a otros salones, pasillos escondidos entre las paredes o escaleras de emergencia que recorríamos a toda prisa hasta que finalmente llegamos a un túnel muy largo y oscuro donde él tuvo que encender una linterna mientras seguía hablándome y yo hacía mi mayor esfuerzo por escucharlo y a la vez memorizar todos los recovecos que me estaba mostrando:
—Cian, por cierto, ¿has pensado en lo que sugerí a tu padre? En casarte con Ilmari.
—Eh… Es demasiado pronto. Además, tú sabes que hemos crecido juntos, sería extraño…
—Mira, Cian, está bien tener un corazón puro; pero no te vuelves realmente un hombre hasta el día en que empiezas a cuestionarte la forma en que tus padres te programaron la mente. Recuerdo una tarde, hace unas semanas, tu tío Teppo fue a mostrarme sus minas porque yo necesitaba comprarle plata para hacer unas restauraciones. En el camino pasamos por un río subterráneo donde tú e Ilmari estaban bañándose juntos y desnudos. Tuve que detenerme un momento, estaba sorprendido por la hermosura y sensualidad del cuerpo de Ilmari y lo aguado que estaba tu pito frente a ella. ¡Eso no es normal en los hombres a tu edad!
—Yo… Pues, claro, es solo que nunca me había puesto a pensar… Y ustedes los adultos siempre nos dijeron que no debíamos ver con ojos morbosos los cuerpos de las mujeres. Si llego a casa de los Petersen y veo a tía Norma amamantando a un niño, y después le veo los senos descubiertos a Ilmari, ¿por qué debería reaccionar distinto? Yo creía que a las mujeres debías encontrarles algo más para que te gusten. La inteligencia, el coraje...
—Todo depende del contexto, Cian. No es lo mismo ver a Ilmari con su pecho voluptuoso de alabastro esculpido nadando entre las rocas como una ondina, que ver a Normota Petersen con un muchachito prendido en cada teta mientras está sentada en la sala de su casa carcajeándose con otras cinco cuarentonas. ¡En fin! No sabes, eres muy ingenuo... A mí también me costó comprender, pero lo conseguí al darme la licencia de experimentar la satisfacción de poder sentir y hacer sentir. De ya no solo valorar la belleza sino de desearla y atreverme a poseerla.
Finalmente llegamos a una especie de cripta donde abrió una reja y salimos a través del mausoleo de los Oread al cementerio de los celestinos ilustres, un panteón privado en una colina cerca de la ciudad de Gardenia al que muy pocos tienen acceso y menos aún conocen. Era un lugar perfecto para esconderse en caso de ataque al palacio. Yo como militar, estaba más enfrascado en repasar mentalmente todo el camino e imaginar posibles estrategias de escape en una emergencia. Pero Micky simplemente se sentó en una lápida y sacó una licorera de la que bebió y me ofreció un poco. Yo acepté tomar un trago para parecer mayor, me quemé la garganta, pero traté de disimularlo. Mi extraño amigo siguió hablando:
—Cásate con Ilmari, Cian. Déjate de indecisiones. Cuando Eiden la vea no podrás detenerlo, ese niño tiene las manos largas como su padre biológico. Lo peor es que Ilmari, siendo hija de Norma que es más fértil que todos los suelos de la isla juntos, de seguro no tendrá problemas en parir sin tregua. Tendremos toda una nueva generación de Ishikawas con dones sobrenaturales y gobernando la isla sin la timidez de los místicos. Sería muy difícil controlarlos.
Me senté a su lado y por un rato solo vimos en silencio las luces de la ciudad, hasta que le interrogué:
—Micky, ¿tú rechazas a Eiden por ser un hijo no deseado? ¿O solo crees que es una mala persona?
Él bebió algo más de licor y me respondió:
—Sabes, yo no creo en la magia. Creo que existen eventos actualmente inexplicables y me gustaría comprenderlos; por eso me fascinan los místicos, las mujeres complicadas, la humanidad en general… ¡Y todo eso puede estudiarse muy bien en esta isla! Uno de estos hechos extraños es lo que los místicos llaman “herencia espiritual”. Algo que viaja oculto en los genes a través de los siglos, dones y maldiciones heredados de los padres, y Eiden es la mezcla más homogénea que he visto hasta ahora de los Oread con los Ishikawa. Nacido de la más sucia corrupción, no puedo no verlo como a una amenaza pues solo tiene dos opciones en la vida: repetir lo que hicieron sus padres o hartarse de cómo han sido hasta ahora las cosas y poner un punto final a una historia que no necesita terminarse ya.
Luego se levantó y me señaló una lápida diciendo:
—Tu bisabuelo, ese era un buen amigo. Me quedaré aquí bebiendo con él un rato. Allez, vuelve al palacio a dormir. Cerca de Ilmari, no dejes que te la roben.
Sonreí y nos despedimos con un abrazo. Después de todo, para mí seguía siendo el viejo Micky de siempre. No quise sobre analizar las cosas. Volví al palacio repasando todos los pasadizos y puertas escondidas; poco después encontré a Ilmari haciendo guardia ante la puerta de la reina, los demás se habían dormido en un sofá cercano. Los despertamos y fuimos todos a descansar en las habitaciones de la azotea. En el camino les expliqué que los pasos que escuchamos eran los de un aficionado a la arquitectura que andaba inspeccionando el palacio, luego le susurré a Ilmari al oído que simplemente era Micky. Eiden se veía preocupado, pero no opinó nada; estaba muy cansado y solo quería acostarse. Ilmari y yo, que compartíamos habitación y cama, tomamos turnos para usar la ducha antes de dormir; entonces me tomé un tiempo para verla por una rendija de la cortina del baño. Era realmente hermosa: senos grandes, cintura estrecha, caderas anchas y piernas largas; pero yo ni siquiera sabía exactamente qué hacer con todo eso. La educación sexual en Celes era tan mala que los maestros solo te decían que los niños nacían del óvulo fecundado por el espermatozoide contenido en el semen del hombre. ¡Y eso era todo! Yo no sabía exactamente dónde se metía el pene o si era necesario meterlo o bastaba con eyacularle encima a la mujer. Y mis padres tampoco eran muy abiertos con el tema. Cuando nos metimos a la cama, le comenté esto a Ilmari y ella por respuesta se bajó las pantaletas, se sentó en la cama abriendo las piernas frente mí para separarse con los dedos los labios de la vulva mostrándome su vagina sellada por una medialuna de himen rosado y me explicó todo el proceso de concepción hasta el parto. Su madre le había enseñado cada detalle porque esperaba que ella también fuera una partera. Yo solo me encogí de hombros incómodo y le di las gracias, luego se volvió a poner las pantaletas y se acostó a dormir muy tranquila. Yo apenas pude hacerlo luchando contra una erección involuntaria hasta que Morfeo me venció y pude aliviarme a través de la polución nocturna gatillada por el vívido sueño de decidirme por fin y acostarme sobre Ilmari para penetrarla con vehemencia. Desde esa noche me di cuenta de que ya era tiempo de poner límites en nuestra intimidad como amigos o dejar de ser solo amigos.
El autogolpe de estado y el gabinete de los ángeles
Al día siguiente, temprano en la mañana, una mucama llegó a tocar la puerta para entregarnos un paquete enviado por nuestros padres. Era ropa limpia para los eventos a los que tendríamos que asistir ese día. Mi pobre madre había pasado la noche remendando y cambiando los botones de un viejo uniforme de gala de mi padre para mí hasta dejarlo como nuevo. A Ilmari le enviaron una antiquísima capa de sus abuelos hecha con la piel de uno de los últimos osos que se encontraron en la isla y debió pasar un buen rato cepillándola, mientras ella hacía eso yo fui a ver cómo estaban los demás chicos. Ángel andaba persiguiendo a Uoliena que no quería desayunar ni peinarse, así que corría y saltaba chillando por la azotea como una especie de mono endemoniado. Preferí hacerme el distraído y mejor ir a la habitación de Eiden. Toqué anunciándome y él desde el interior me gritó que pasara adelante. Al entrar me topé con una nube de vapor de agua y perfume, fui a buscarlo a su baño limpiándome las lagañas de los ojos y lo encontré peinándose como si fuera mi mamá antes de una fiesta:
—Eiden, marica, ¿qué tanto te arreglas?
—La apariencia influye mucho en cómo te trata la gente y además hoy es un día especial, veré a Estelle. Quiero pedirle disculpas por lo del otro día y que sea mi novia. Te lo dije.
—¿Qué hago si acabas llorando después que te rechace definitivamente?
—¡Eso no pasará! Hay sentimientos involucrados.
—Solo de tu parte… La ley clasifica esta relación como estupro y ella no querrá acabar en la cárcel por tu culpa. Créeme que la única razón por la que no la denuncio es porque te vas a sentir doblemente mal y porque ella seguramente usaría sus influencias para evadir el castigo.
—Cian, si en tu mano estuviera mi felicidad, ¿en serio me la quitarías solo por cumplir la ley?
Entonces recordé a Ilmari desnuda y a nuestras familias presionándonos por casarnos, me sentí mal porque yo la verdad amanecí caliente por ella aun cuando sabía que su gran amor era Eiden y él estallaría de alegría si supiera que una chica mística de su edad lo amaba. Así que solo respondí en voz baja:
—Si luchas por tu felicidad y eres el más apto, la conseguirás. La victoria siempre es del más fuerte.
Luego me fui algo malhumorado a la azotea, ahí, Ángel al fin había conseguido que Uoliena se sentara a comer. Me invitó a acompañarlos a desayunar y mientras me contó:
—Mi madre dice que este día será muy importante, algo decisivo. A las diez de la mañana se hará una modesta ceremonia de toma de posesión para el nuevo ministro de agricultura y obras públicas. Dice que es un hombre peligroso.
—¿Peligroso? ¿Por qué?
—Bueno, se hizo popular al sur de la isla de repente. La gente simplemente lo obedece, se organizan y toman decisiones para sus comunidades por sí mismos. Hasta el momento, todo ha sido en beneficio de la población, pero tanto poder es sospechoso. Emi Ishikawa debió investigarlo antes de darle el apoyo de la reina, pero como es incapaz de oponerse a la Sociedad de Azrael, así como mi madre jamás se niega a las propuestas de Emi…
—Ángel, ¿no sientes como que estamos perdidos? Tu madre y la señorita Emi no controlan la isla, parece que está en manos de los tipos ricos de la Sociedad de Azrael.
—Mi madre quisiera negarse, siempre hablamos de modernizarla, abrir más escuelas y universidades, pero sin perder nuestra identidad. Allá afuera, los políticos abusan de la gente forzando ideologías que solo sirven para destruir las culturas nativas y, no sé tú, pero a mí me gusta Celes; tenemos una hermosa cultura y solo nos hace falta pulirla. Adaptarla al resto del mundo. Ahora la isla funciona como la casa de veraneo de estos tipos que ven a mi madre y a la tía de Eiden como sus amas de llaves. Yo debería… Bueno, Eiden y tú… Pero no podemos pedirles tanto y yo estoy frito porque aunque amo a Celes la realidad es que la mayoría de celestinos son racistas.
Ángel suspiró desalentado y luego dijo, sirviéndome café:
—Dicen que hay un barrio de negros en la villa del Cielo. Ya llevan mucho tiempo viviendo en Celes, no quieren irse, este es su hogar. Quisiera que les permitieran establecerse dignamente. Hay un lugar cerca del puerto, está cerrado al público, una pequeñísima porción de la costa donde no hay acantilados sino una playa rodeada de arrecifes; nadie vive ahí, solo es visitada de vez en cuando por gente muy adinerada. Me gustaría que hicieran su pueblo cerca de ahí, podrían vivir de la pesca, libres, sin depender de nadie. Ya no vivirían escondidos como yo… ¡No asistiré al evento de la mañana!, tampoco iré a la fiesta. Nadie debe verme. Haz muchas fotos para mí, quiero conocer al hombre peligroso. Se llama L. Specter. ¿Lo habías escuchado mencionar?
—No. Y te traeré muchas fotos.
Me quedé mirando al vació mientras tomaba el café, luego le pregunté:
—Oye, ¿cómo le llamarás a ese pueblo?
Ángel sonrió, como si por primera vez sus sueños fueran tomados en serio:
—San Pedro, la puerta al cielo. ¿Qué tal? Va con el estilo de la isla. Cada familia negra tendrá su casa, pero cualquiera podrá llegar a visitarlos. O hasta mudarse si quieren. No discriminarán a nadie ahí.
—¡Já!, permite eso y en dos años tendrás un montón de bares y casinos. Disciplina y límites, Ángel, eso es algo que nunca debe faltar.
Pude ver como el príncipe de Celes se alegraba de escucharme, pero en el fondo no creía que aquello algún día pudiera ser verdad. ¿Cómo? La realidad era demasiado abrumadora y no veíamos la forma de que se hicieran cambios notables. Después me fui a vestir para la ceremonia. Ilmari tardó un poco más recogiendo su largo cabello y platicamos un poco de pie ante un gran espejo. Entonces tomé valor y decidí aprovechar la oportunidad y le hablé con cautela:
—¿Sabes qué me dijo Micky ayer?
—¿Siguió insistiendo con lo de casarnos?
—Sí. Mi padre seguro también dirá algo al respecto ahora que lo veamos. Quizás deberíamos hacernos a la idea. Van a casarnos.
Ilmari se quedó pensando mientras se trenzaba el cabello, luego opinó, mirando al suelo:
—Ya me he decidido a luchar por Eiden. Él es un líder nato, es tenaz y seguro de sí mismo.
De pronto me pregunté si lo sucedido la noche anterior había sido una prueba, quizás nunca sabré si ella intentó perder la virginidad conmigo o fue algo inocente; pero en ese instante tuve la urgencia de hacer algo y la arrinconé contra una pared, le tomé el rostro y la besé. Aquella noche no llegué a desflorarla, pero al menos fui yo quien le dio su primer beso. Estuvimos así un rato, fue bastante espontáneo y dulce, creí que podría derivar en algo más sexual pero luego me di cuenta de que solo nos estábamos dando cariño; como cuando una madre besa cada pulgada del rostro de su hijo sencillamente porque lo adora, porque le importa cada detalle de él; nos amábamos, pero de una forma tierna, como hermanos. Lentamente la solté y no necesitamos decir una sola palabra. Era un “no”. Luego ella me besó la frente, me abrazó sonriendo antes de cubrirse el rostro y me llevó de la mano fuera de la habitación. Salí y mientras iba caminando me cuestionaba todo: mis deseos, mi futuro, mi valor, incluso mi hombría... Ángel y Eiden ya andaban apresurados intentando terminar de peinar a Uoliena y sin estar seguros de si sería capaz de repetir las palabras que Eiden iba a dictarle a través de un audífono que ella no paraba de arrancarse y aventar contra las paredes. Ilmari fue en su apoyo intentando atrapar a la niña salvaje y yo solo me quedé como marginado en una esquina. No quería hablar con ninguno de ellos. Me hubiera sentido peor, pero por suerte mi madre apareció en el pasillo. Había subido a saludarme y se veía realmente orgullosa, sin embargo, notó que algo me pasaba. Me llevó a un salón vacío y trató de hacerme hablar. Por suerte con ella nunca debo esforzarme mucho, me comprende en todo:
—Te veo muy pálido. ¿Qué tienes?
—Ayer vi a Micky, sigue con lo de casarme con Ilmari. Dile a papá que ya no insistan con eso, ella no quiere casarse… tan pronto. Y… Yo tampoco.
Mamá supo inmediatamente que Ilmari había elegido ya a otro muchacho y trató de animarme con caricias y diciéndome que yo le parecía el chico más guapo de la isla, ¡pero eso es lo que la madre promedio piensa de su hijo mayor adolescente flaco y larguirucho! De todas formas, hice un esfuerzo por verme más animado para que ella estuviera contenta. Se le notaba llena de ilusión al verme en el palacio y con amigos importantes. Bajé con ella para reunirnos con mi padre mientras me contaba que Yanmei se había quedado en casa de los Petersen y otros asuntos del Pote Caliente, cuando llegamos a los jardines saludé a papá y él me presentó al ministro de salud, Christian Cauldron, que estaba hablando con él; este era un tipo calvo, miope, obeso y velludo que no quiso darme la mano y se marchó dándome la espalda. Papá me explicó, diciéndome disimuladamente al oído:
—El tipo al que mataste con ayuda de Eiden era el ministro de agricultura y obras públicas. Cauldron me estaba pidiendo que al menos te castigara por lo que hiciste, pero yo le dije que no podía hacerlo. Tú sentido de la justicia es más apasionado que el mío y jamás podría obligarte a ser corrupto o castigarte por hacer lo correcto. El hombre era un pedófilo.
Yo lo miré a los ojos, todavía decepcionado por lo que había sabido sobre él, y le interrogué:
—Papá, ¿Me das tu palabra de hombre de que será siempre así? ¿Qué siempre me apoyarás cuando deba hacer cumplirse la ley?
—Así es. Jamás te obligaré a no hacer lo correcto.
Me contestó cuadrándose. Yo le di un breve abrazo y me alejé a la mesa del bufet a buscar un vaso de agua, tenía un nudo en la garganta. Estaba ahí bebiendo cuando escuché una voz femenina y nerviosa llamarme, me volví vi a Consuelo, que miraba a uno y otro lado con temor:
—Eres Cian, ¿verdad? ¿Me recuerdas?
—Sí, la chica del casino…
Le respondí extrañado y con algo de timidez. Como siempre, se veía muy bonita, se me prendió de un brazo y habló a toda prisa:
—¡Por favor no me dejes sola! Me costó mucho colarme en este evento y no quiero que me saquen, necesito hablar contigo. Quiero pedirte, suplicarte, un favor… Escuché que el palacio se hará cargo de ahora en delante de administrar los medios de comunicación, que estaban buscando reporteros, editores, fotógrafos y eso… ¡Yo trabajé mucho tiempo en el periódico de mi escuela! Sé redactar, hago buenas fotos, soy extrovertida, ¡y realmente quiero escapar del maldito casino y el degenerado Angenoir!... ¿Puedes ayudarme a conseguir un empleo? ¡No te pido que me lo des! Solo que me recomiendes, yo ya envié mi currículo, pero sé que eso no sirve de nada si no tienes palancas…
—Eras Dulce Consuelo Del Mar. Le pediré a Eiden que te ayude. Eh… ¿Qué te hizo Angenoir…?
—¿Recuerdas mi nombre completo?
Preguntó ella como sorprendida con las mejillas rojas e interrumpiéndome, y yo me sentí fatal porque de alguna forma lo interpreté que la había asustado y que soné como un enfermo obsesivo cuando la verdad es que solo memoricé su nombre porque me pareció lindo. Me limité a encogerme de hombros y miré al piso. Luego Consuelo se aferró más a mi brazo diciendo:
—Puedes decirme Conny, así me llaman todos mis amigos. Me gustaría seguir en contacto contigo, en caso de que me tengas noticias, ¿puedo pedirte tu número de teléfono?
—No tengo teléfono propio, puedes llamarle a mi mamá al número de emergencias del Pote Caliente, el 123. Dale a ella tu recado.
—Sí, lo conozco. El Pote Caliente tiene una de las pocas páginas celestinas que puedes encontrar en línea. La reviso a menudo, he dado me gusta a todas las fotos en que sale tú.
—Son fotos terribles que mi papá hace con su teléfono… En todas parezco una jirafa chueca… No sé por qué siempre le salen tan mal. Yo tengo una polaroid y mi colección de fotos privada. Un día si quieres te la muestro. Tengo una tuya y yo sé hacer fotos sin que la gente salga fea. De hecho, debo hacer algunas ahora… Para un amigo que no pudo venir…
Ella me respondió con entusiasmo, supuse que fingido por cortesía:
—¡Sí por favor! Yo también puedo mostrarte las mías, tengo una cámara réflex digital que compré con mi primer sueldo, puedo usarla en el nuevo empleo. Pero antes necesitaría practicar, ¿te parece si salimos un día juntos para hacer fotos?, ¿cómo una cita…? Quizás al bosque, ¿al huerto cerca del cementerio? Puedes hacerme fotos…
—See, cuando no tenga nada que hacer.
—¿Puedes hacerme una foto ahora?
Me preguntó y le respondí que sí, siempre con el temor de malinterpretar toda una conversación totalmente no de flirteo y sonar como un violador demente asesino. Estaba fotografiándola cuando vi al fondo de mi encuadre a un tipo extraño en una parte lejana de los jardines, lejos del resto de los invitados. Yo de inmediato me puse en alerta y le avisé a Ilmari con señas. Me disculpé con Conny, dejándola acompañada por mi madre, y junto a mi amiga mística nos fuimos acercando a el extraño discretamente; en el trayecto le pregunté a un compañero del Pote Caliente si ese sujeto se había identificado. Me informó que ese era L. Specter, y su aspecto hacía honor a su nombre siendo bastante espectral. Pálido como el papel y de cabello tan rubio que se veía casi blanco grisáceo, largo hasta llegarle al final de la espalda como era la costumbre de los hombres místicos adultos, se fue aún más lejos a un rincón entre los árboles buscando la sombra aun cuando se protegía del sol con un sombrero y gafas de sol, entonces Ilmari dijo:
—Ese hombre es albino, como mi hermano Leif…
Desde donde estábamos ella entonó un breve canto y el tipo pareció reconocerla al instante, yo también reconocí la voz de él cuando nos gritó:
—¡Que me lleve el diablo si esa no es mi hermanita Ilmari!, ¡qué grande estás!
Fuimos corriendo a su lado y los hermanos se abrazaron felices de por fin reencontrarse, me detuve para hacer una foto del momento y después Leif me haló de un brazo para abrazarme diciendo:
—Y tú estás igual, Cian, solo que casi tan alto como yo. ¡¿Cómo está mamá? ¿Sigue atendiendo a sus parturientas? ¿Y papá?
Ilmari le contestó mientras seguía abrazándolo:
—Todo sigue igual salvo porque ahora mamá sufre tu ausencia y pasa de estar triste a enojada contigo.
—No he querido visitarlos ni contarles nada a mis padres, ¡estoy bien!, pero seguro se molestarán... Ahora soy “L. Specter”, el caudillo rebelde del sur. Comencé luchando porque me dejaran erigir mi casa fuera de Adalsteinn y ahora otros quieren seguirme en mi camino en contra de la segregación en la isla. ¿Y ustedes qué hacen aquí?
Yo le respondí entonces:
—Emi Ishikawa me pidió que fuera el jefe de seguridad del palacio, y especialmente que vigile a su sobrino Eiden. ¡Ilmari y yo dormimos aquí la noche pasada! Incluso conocimos al hijo de la reina.
—Los rumores dicen que es negro, ¿es verdad?
—Sí, lo ocultan solo por eso.
—Es una excusa injusta para que los Ishikawa se conviertan en los nuevos Oread. ¿Y han hablado ya con el pequeño anticristo? El Eiden ese… ¡Es un mentiroso profesional! Siempre diciendo que la isla es genial y no hay problemas, cuando la gente vive a duras penas como si estuviéramos en 1900.
Rápidamente Ilmari salió en defensa de su amorcito…:
—¡No, hermano! Él no quiere mentir, lo obligan…
—¡Pues si no se rebela es un traidor a su pueblo! No te quiero ver cerca de él, Ilmari, si te llega a poner un dedo encima lo mato. Es el mocoso más repugnante de toda la isla, todavía recuerdo cuando mamá lo trajo a casa y lo puso en tu cunita. Te despertaste toda preocupada y sorprendida a ver qué era el bulto que pusieron a tu lado y cuando notaste que era otro bebé lo besaste en la mejilla y lo abrazaste; el bodoque solo se quedó ahí disfrutando del cariño, a partir de entonces debí ver a ese hijo de violador alimentándose del seno de mi madre y durmiendo en la misma cuna con mi hermana. ¡Nauseabundo! Juro que voy a pelear porque un día ese pequeño diablo con anteojos pierda todo poder sobre Celes.
Sentenció Leif e Ilmari solo guardó silencio mordiéndose los labios y bajando la mirada. Yo no lo contradije, Eiden me caía bien, pero ya no lo quería demasiado cerca de mi amiga. Cambié de tema nada más:
—¿Y cómo te eligieron ministro de agricultura y obras públicas? No te veo cercano a ninguno por aquí, ¡ahora incluso te escondes de mis padres!
—Tu papá siempre me sermonea, es bueno, me protege, pero ya le dije que es muy tarde. Yo no volveré a quedarme tranquilo ante todo lo que pasa. La gente que trabaja las tierras del sur me apoya, pero por supuesto nadie los toma en serio aquí en Gardenia. Me dieron el puesto porque el franchute Michifús tiene mucha influencia en el palacio y me ayudó. ¡Figúrate que el jodido Micky era el director de la sociedad de Azrael! ¡El líder de todos esos viejos oligarcas! Es dueño de casi toda Gardenia y lo ves por ahí, como si fuera otro vicioso de tantos que vagan por los casinos a medianoche. Y no me preguntes por qué lo hizo, yo mismo quise saberlo y solo me dijo: “a veces me gusta experimentar”.
—Micky…Ya veo, entonces es Micky Angenoir… Hasta hace poco supe su apellido y que tiene una hija ya mayor, qué pequeño es el mundo…
Dije volviéndome a mirar a Consuelo, “Conny”, recordando que ella dijo que “el señor Angenoir” se había encaprichado con ella. Suspiré triste pero aliviado de no haberme dejado ilusionar con Conny, era la mujer que Micky deseaba y no se la iba a quitar. Ya tenía ese tipo de problemas con Eiden y era suficiente. Además, la extrovertida y sensual Conny se veía más acorde para Micky que era un aristócrata poderoso de la isla; la típica esposa preciosa casada con el rico excéntrico. Justo entonces un compañero del Pote Caliente nos avisó que la ceremonia estaba a punto de empezar. Fuimos todos a reunirnos con los demás y mientras mis padres saludaban a Leif noté que en el palco de honor estaba vacía la silla del ministro de cultura y educación, así como muchas otras sillas en el área del público general. Se notaba el poco interés, y quizás resignación, de la gente ante lo que se decidía en la isla. Cuando el evento empezó, Uoliena hizo un trabajo terrible. Subió al escenario de mala gana, dijo tres palabras y tiró el audífono antes de irse corriendo. Tuvieron que saltarse el protocolo y darle a Leif la banda de honor sin más. Todos aplaudimos y se acabó. Emi Ishikawa se veía sumamente molesta, pero la reina seguía animada. Contenta. Leif también estaba de buen humor, no le molestó en lo absoluto la informalidad del acto, desde chico le había gustado todo lo que salía de lo común. Quizás por eso le llamó la atención la reina, y digo que le interesó por lo que hizo más tarde en la fiesta que ofrecieron en su honor esa noche… Por lo pronto, todos fuimos a almorzar y después a descansar antes de la noche. Eiden, Ilmari, Uoliena y yo subimos a la azotea con Ángel y le contamos todo lo que sucedió; especialmente lo tranquilizamos al decirle que conocíamos al misterioso L. Specter y que no era una mala persona, solo un tipo un poco rebelde. Luego pasamos largo rato los tres chicos sentados en el piso intentando amonestar a Uoliena por lo que hizo, pero ella de pronto dejó de estar garabateando con sus crayones, se paró, nos pateó las bolas a todos y se fue huyendo mientras chillaba como un simio. Ilmari debió ir tras ella, y así Eiden, Ángel y yo nos quedamos solos charlando mientras veíamos al cielo tendidos sobre el piso de la azotea. Aproveché la ocasión para preguntarle a Eiden:
—¿Sabías que mis padres y los de Ilmari son amigos del padre de tu tía/novia Estelle?
—No, eso es terrible, no deberían hablarle. Él es mi abuelo. Verás, ¡no era realmente el padre de uno de mis padres! Le digo abuelo porque es el hombre más viejo de mi familia.
—Eiden, los místicos lo detectarían si fuera algo maligno y sobrenatural, ¡el chico se ve unos quince años! No entiendo como puede ser tan viejo.
—Es que no es algo sobrenatural, es…algo más. No sabría explicártelo porque yo mismo no sé qué demonios es. Pero definitivamente él no es una persona, ¡solo imita a las personas!
—¿Es un extraterrestre…?
—Es “algo más”. Puede tener hijos, tiene libido, experimenta emociones, tiene autoconsciencia, pero no es un ser humano de verdad.
Ángel lo miró con escepticismo y preguntó:
—La pregunta del millón y respóndeme esta vez, pues siempre la evades: ¿es el mismo tipo de las estatuas y las pinturas? Porque entonces es el jodido Edward Cullen, es un vampiro o algo así.
Entonces Eiden replicó, muy serio y cortante:
—Ya les dije, no es algo sobrenatural. Es “algo”.
Yo me acomodé en el suelo y comenté:
—Pues ese algo junto a tu tía Emi mueven muchos hilos en esta isla. Es mejor tenerlo de amigo.
Me quedé mirando al cielo, las nubes algodonosas pasaban surcando el cielo serenamente, como si las preocupaciones no existieran en el mundo. Pensaba en el poder inamovible de la naturaleza cuando Ángel sacó su teléfono inteligente y puso una música que jamás había escuchado y no me gustó, preguntándonos:
—¿Has escuchado a The Weeknd, Cian?
—Apaga esa cosa o ponme a Iron Maiden.
—Esa es música de viejos, modernízate…
Me criticó él y Eiden salió en mi defensa:
—Yo también escucho música antigua de los 90s, creo que nací en la época equivocada. ¿Conocen a The Smashing Pumpkins?
Dijo sacando su propio teléfono y haciéndonos escuchar música de chicas, yo me tapé los oídos y Ángel comentó:
—Esta es la prueba de que Eiden en realidad no es asiático, es un chico blanco. Apuesto a que también le gusta Ed Sheeran y Taylor Swift…
Entonces Eiden le contestó girando los ojos:
—No soy ni asiático ni blanco, ni tú eres un chico negro americano, todos somos celestinos. Nacimos en la isla. Deberíamos estar escuchando la música clásica de Estelle, es lo de aquí, valses y eso…
—Aún más patriótico y hípster: nos vestimos de señoras místicas entonamos cantos nórdicos al viento. Juro que oí una a lo lejos ahora.
Dijo Ángel y luego hizo algunos ajustes en su teléfono, esperó mirando al cielo y me lo entregó diciendo:
—Toma, le borré todos mis datos, ahora es tuyo. Le di otro a Ilmari, necesitamos estar comunicándonos siempre. Tengo un mal presentimiento, ¿no sienten como una calma extraña? Algo va a pasar…
Eiden y yo nos quedamos un rato en silencio, quizás ambos quisimos responderle con una broma, pero la verdad era que se sentía cierta opresión en el ambiente y no pudimos hacerlo. Finalmente, Eiden dijo:
—Cuando las cosas están estancadas, como en Celes, cualquier cambio es bueno. Significa movimiento.
Después Ángel se levantó y nos dijo:
—Bueno, no lo sé, pero yo necesito un teléfono nuevo. Además, quiero aprovechar el momento, ahora que Ilmari no nos ve; vamos a comprarle una laptop como agradecimiento por venir a ayudarnos en el palacio. Cian va a recibir un sueldo, ella no… Digo, él… ¡Vamos, rápido!
Le lancé una mirada acusadora a Ángel y él solo se encogió de hombros avergonzado. Eiden ni siquiera se dio cuenta, andaba nervioso y distraído, esa noche iba a apostarlo todo por Estelle. Entonces nos pusimos ropa casual y fuimos al único centro comercial de Gardenia. Ángel compró lo que necesitaba y después los invité a un slushie, lo único que los ahorros de mi mesada podían costear. Estando todavía castigado por mi madre tras quemar un uniforme, la paga trabajando en el palacio me caería como regalo del cielo. Tuvimos que irnos poco después, cuando un guardia del centro comercial se puso a vigilarnos como si fuéramos terroristas simplemente porque Ángel tenía piel oscura. El infeliz jamás podría imaginarse que ese era su legítimo futuro rey… Después fuimos a arreglarnos de nuevo para la fiesta, los empleados del palacio la estuvieron preparando toda la tarde y al anochecer el quinto piso del edificio se había vuelto un lugar mágico, especialmente el gran salón de baile donde una orquesta ya tocaba el infaltable vals. En torno a la pista de baldosas de mármol espejado se prepararon rincones más íntimos con divanes, cojines, candelabros de oro y mesas con jarrones de cristal llenos de frescas rosas rojas y blancas llenando el aire con su fragancia; todo envuelto en una tenue luz cálida y misteriosa. Los invitados eran pocos e iban llegando despacio, entre ellos destacaban el ministro de salud, Leif y mis padres que vinieron juntos, los miembros más viejos e importantes de la familia Ishikawa y luego de hacernos los tontos en la escalinata un rato fuimos Eiden y yo, que entré tímidamente porque nunca me habían anunciado al llegar a un lugar como si fuera un gran señor mientras Eiden estaba en su salsa saludando a todo mundo como reina del baile. Cuando fue a darle la mano a Leif, el rebelde norteño lo tomó con firmeza y le susurró algo al oído, después lo soltó y se alejó. Eiden se quedó desconcertado y cuando le pregunté qué le dijo me contestó:
—Que si toco a su hermana me matará. ¿Hay una chica mística aquí? Amigo, aunque ese me mate yo le doy. ¡No me importa! Me voy a morir en paz.
Agradecí el que Ilmari a última hora decidiera quedarse jugando al League of Legends y cuidando a Uoliena con Ángel, pues seguramente su propio hermano la hubiera delatado ahí en mitad de la fiesta y frente a Eiden. Poco después se anunció la llegada de la reina, todos los invitados se levantaron y aplaudieron. Otra vez se veía triste y distante, aletargada por los fármacos, pero aun así imponente en un vestido de seda plateada y luciendo diamantes junto a la corona real. Era realmente hermosa y distinguida, es fácil creer que ese tipo de gente ya es bonita por naturaleza, un halo de exquisita elegancia la rodeaba pese a todos los rumores y la gente parecía querer simplemente admirarla de lejos como si fuera una delicada criatura de otro mundo. Rápidamente, Emi Ishikawa fue a su lado y la condujo a un trono preparado para ella. El baile estaba por comenzar. Justo entonces, y ya tarde, apareció Micky, “el señor Michel Angenoir”, acompañado por su hija Estelle Angenoir. Hubo una oleada de murmullos entre los demás invitados. Unos se sorprendían de ver al director de La Sociedad de Azrael en persona, cosa que por lo visto era rara, mientras otros de ver por fin llegar a sus compromisos al ministro de cultura y educación… Que resultó ser él. Que Micky, un tipo excéntrico y despreocupado, estuviera a cargo de velar por el arte de la isla, y al mismo tiempo de la educación de los jóvenes, me explicaba muchos fallos en el sistema…Eiden se congeló al verlo, se me acercó tanto que casi se escondió tras de mí diciéndome en voz baja:
—Vamos con mi tía y la reina. No estemos solos…
—Él irá a saludarlas, Eiden.
Le recordé sin entender su miedo, él replicó:
—No importa. Se moderará un poco ante mi tía.
No terminábamos de cuchichear cuando Micky anunció alzando la voz: “¡ahora sí empezó la fiesta!, saquen el alcohol caro, ¡todavía no estoy en el punto en que confundo el urinal con la ponchera y si me dan el que sabe a gasolina me voy a dar cuenta!”, mientras su hija lo miraba como si quisiera matarlo. Yo le comenté a Eiden:
—Creo que después de esto no hay nada peor que pueda hacer. Tranquilo, vamos con tu tía.
Mientras íbamos vi que alguien más estaba comportándose de forma extraña: Emi Ishikawa se les quedó mirando pálida y lívida. Tanto que tuve que ir pronto a su lado para sostenerla porque parecía estar a punto de un desmayo. Ella se apoyó en mi brazo y dijo como para sí misma:
—Hacía tanto tiempo que no lo veía con el rostro descubierto, no creí que volvería a verlo…
Yo, confundido, la miré y ella pareció volver en sí. Mientras, Micky llegó ante la reina y le tomó una mano para besarla saludándola:
—Zoeila, no te ves nada bien. Te están enterrando viva, ¿no quisieras ir a descansar unos meses de regreso a Europa? Tus padres todavía viven.
—No volveré a salir de la isla, señor Angenoir. No quiero que nadie me vea fuera de Celes… Aquí están mis amigos, como usted, quería verlo… ¿Usted me apoyará siempre? ¿En todo?
—Siempre que no sea algo que te haga daño. ¡Me gusta cómo te ves siendo reina! Eres perfecta para el palacio. ¿Por qué me preguntas esto?
—Porque necesito saberlo.
Le contestó la reina agitándose un poco y Emi Ishikawa estuvo lista para usar su abanico y darle aire calmándola:
—Su majestad, ya es tiempo de que tome sus medicinas. Se las traeré. Descanse, cierre los ojos y disfrute la música, no le hace bien hablar tanto.
La reina obedeció, agradeciéndole:
—Me cuidas mejor que una madre, Emi. Soy afortunada de tenerte, pero llegará el día en que Eiden crezca lo suficiente para que decidas casarte y tener tus propios hijos, dejándonos solos en palacio.
—Eso no me hace falta, su majestad. Prefiero servirle a usted y acompañar a mi querido sobrino.
—¿Cómo no te hará falta vivir, Emi? Sé libre… No quiero que gastes lo que queda de tu juventud conmigo, ha sido tanto tiempo, conoce un hombre… Usted, señor Angenoir, ¿cómo ha criado solo a su hija teniendo a esta maravillosa mujer tan cerca?
Micky y su hija se miraron entre sí con una sonrisa creo que burlona y él respondió:
—¡Qué disparate, Zoeila! Vivir en pareja no siempre trae la felicidad. La última pareja estable que tuve fue la madre de Estelle y prácticamente abandonó a mi niña en su primera enfermedad, luego solo volvió para pedirme una tercera parte de mi fortuna a cambio de no volvernos a molestar jamás. Pasé varios años creyendo que me había estafado, pero el examen de ADN y el comprobar con los años que Estelle es una granuja igual que yo me convenció de que sí es mía. ¡Y esa mujer no era ni la tercera parte de mala y psicópata de lo que fue la primera! Luego de tan malas experiencias decidí mejor ser padre soltero. Quizás me case en un futuro, solo por razones estéticas, ¡las esposas dan vida a las casas! Pero será con una jovencita inocente que pueda moldear a mi gusto. De hecho, ya puse los ojos en una. ¡En todo caso no te preocupes por Emi! ¿Crees que sufre la soledad? Para nada. Ella es la cúspide de la autorrealización femenina, ¡no necesita al hombre! Ni espiritual ni físicamente. Tú no lo sabes, has vivido consagrada a tu hijo y adormecida por los fármacos; pero Emi ha tenido mucho tiempo para despilfarrar dinero en proyectos sin pies ni cabeza, y para conocer la importante labor de los juguetes para adultos como herramientas de la filosofía femenina en su camino al topus uranus.
Estelle Angenoir lo miró con reproche y tras darle una palmadita como de castigo abandonó la conversación alejándose del grupo. Emi Ishikawa permaneció en calma, pero con una mirada rara, turbia, le respondió sin más:
—Señor Angenoir, qué palabras tan ordinarias son esas, “juguete para adulto”. Suena más romántico y elegante decir “consolador”. Los juguetes fácilmente se rompen o pasan de moda, pero si les atribuimos cualidades y atributos humanos se les guarda con cariño en el corazón. ¡Oh, lo siento!, no debí decir…
—¿Corazón? ¡Yo que sé! Coincidimos en que los sentimientos los procesa el cerebro, no las piezas que llevamos en el pecho. A mí en realidad no me hace falta y el sistema hidráulico para que funcione la parte que a usted le interesa era independiente de esa otra. ¡Eso todavía funciona de maravilla!
—¿Ya repararon el fallo imperdonable en los genes que heredas? Esa fue la razón… Por eso te odié.
Le contestó él y tuve escalofríos. Entonces Micky le respondió con algo de melancolía, pero sin dejar de sonreír:
—Algún castigo merecía la humanidad por jugar a ser Dios. ¿Quieres aclararme algo más?
Sentí las manos frías de Eiden aferrarse a una de las mías, el chico estaba sinceramente asustado; se las estreché con fuerza para recordarle que se comportara con entereza. Emi Ishikawa tenía la mirada fría, nunca la había visto así. Era como otra persona, alguien que se nos había ocultado todo el tiempo. Con esa mirada fija en Micky, le preguntó:
—Tú aclara mis dudas ahora. Lo que sucedía en la villa del Cielo, ¿La Sociedad de Azrael lo ignoraba?
Él se encogió de hombros y respondió:
—¡Lo ignoraba Azrael, no la sociedad!
—Estás perdiendo poder sobre los tuyos… Yo al contrario sigo firme. Algunos gardinenses se quejan por la poca tecnología presente en la isla, eso afecta la comodidad de todos. Me han sugerido demoler algunos edificios, modificarlos, importar productos modernos, más autos… ¡Modernizarnos!
—¿Y si yo no quiero dar permiso de que intervengan mis edificios? Los he comprado, yo los alquilo.
—Pueden expropiarse. La Sociedad de Azrael no está por encima de la autoridad de La Corona.
Micky se le quedó mirando, perdiendo por fin la sonrisa, y habló seriamente:
—Sé que actúas al amparo de cierto sentido de justicia. Desde hace años los hombres han jugado con Zoeila, una extranjera inocente, primero como si fuera un animal al que se pudiera domesticar a base de miedo y violencia. Ahora anulándola al etiquetarla como una enferma incapaz. ¡Esfuerzo inútil del señor ministro de salud! Con o sin Zoeila despierta, tú eres su titiritera. No lo niego, Emi, se han comportado como perfectos patanes y muy insensatamente sin saber que estaban siendo observados por alguien que podía aplastarlos. Tú.
Emi Ishikawa siguió viéndolo a los ojos con esa mirada aguda. Micky continuó diciendo:
—Cometieron un error, se creyeron muy listos. ¡Pero tú también caíste en el mismo fallo! Y así han estado todos estos años: engañándose, descubriéndose, luego volviéndose a engañar. Les parece un juego astuto, pero solo es una larga y tonta pérdida de tiempo. Burocracia, corrupción, y ríos de dinero desperdiciado entre los recovecos del laberinto de sinsentidos que a la larga solo perjudica a la isla. Y yo no puedo permitir eso, Emi. Esto no debe cambiar, ni para lo que tú consideras un bien, ni para lo que realmente sería un mal. Celes simplemente debe ser como se decidió que sería en el anteproyecto. Exacta y sin errores.
—¿Y qué piensas hacer para detenerme? Para seguir deteniendo el tiempo, la gente está harta.
Le preguntó de forma desafiante, él respondió:
—La gente es parte del plan. Por eso invité a mi amigo Specter al juego. Sabes, los místicos son muy interesantes, al volverse adultos desarrollan habilidades extrasensoriales. La madre de Specter tiene el don de sanar a sus semejantes, su padre adivina en qué parte de las rocas se oculta el agua o los minerales preciosos, pero este joven…
Entonces llamó a Leif con un gesto de la mano y él llegó haciendo un saludo leve tocando un ala de su sombrero. Micky le informó:
—Parece que su majestad está indispuesta. Hace años que asiste al baile sin participar, apenas puede mantenerse en pie a estas horas de la noche.
Leif le tomó el mentón a la reina para hacerla mirarlo a los ojos, ante la sorpresa de Emi Ishikawa, y habló serenamente:
—Si su profunda depresión se debe a que la alta sociedad a la que pertenece le obliga a esconder un hijo negro, ¿por qué no se deja hacer un hijo místico? Yo la veo hermosa, aunque me superé en edad. Eso les encantaría y no sería una infamia peor a la que ya está haciendo al resignarse en lugar de defender la herencia de un muchacho que depende de usted.
—¿Cómo se atreve…?
Exclamó la reina al mismo tiempo que Emi Ishikawa se levantaba alarmada, pero Micky la detuvo indicándole que esperara. Leif le tendió la mano a la señora Zoeila y dijo:
—Levántese. Vamos a la pista de baile.
Para sorpresa de todos, la reina Zoeila se levantó de prisa y sin problemas. Se dejó guiar dócilmente y bailó un vals ante la incredulidad de todos, que no la habían visto moverse con soltura en años. Ella misma estaba atónita, actuaba en contra de su voluntad. Entonces Micky explicó:
—El don de Specter es la hipnosis. ¡La gente hace lo que él les diga! Y no tienes idea de lo que puede lograr cuando le habla a una multitud, sus discursos nunca pasan desapercibidos.
—¡Canallas! Siempre abusando de las mujeres, forzándonos a hacer lo que ustedes quieran…
—Oh, no, Emi, no han sido los hombres. ¡Tú lo hiciste primero! Creíste que luego del tremendo enredo que tejiste entre mentiras y manipulaciones la realidad sería tan confusa que ya nadie sería un santo, que todos estaríamos un poco llenos de mierda y sin derecho a juzgar. Pero te equivocas, aquí hay dos demonios muy claros, tú y yo; los demás son piezas de ajedrez y ahora te voy a comer una: el ministro de salud que me traicionó desfalcando los fondos de la Sociedad de Azrael con tu protección. ¡Estabas tan agradecida con él por mantener a Zoeila sedada y dócil! Tan ocupada usurpando el trono que no te pudiste preguntar en qué se estaba gastando el dinero. ¡Qué desperdicio! Todo lo que pude ocupar en material de construcción para restaurar mis obras consumido en burdeles. Y luego te pones a fingir que velas por los derechos de las mujeres. ¡Leif!, es momento.
Entonces el aludido, sin dejar de bailar el vals, chasqueó los dedos. Con el sonido, el obeso Christian Cauldron reaccionó corriendo de donde estaba y saltando por una ventana. Leif lo tenía previamente hipnotizado, sería casi imposible probarlo en una corte, pero los que conocíamos las costumbres de los místicos lo sabíamos. Los gritos sustituyeron la música y los invitados se agolparon en torno a los cristales rotos diseminados por el piso, algunos aventurándose a asomarse por la ventana destrozada para ver el cuerpo del hombre muerto en el piso de la entrada del palacio. Leif besó la mano a la reina y le comentó:
—Parece que se terminó la fiesta. Nos veremos de nuevo cuando se elija un nuevo ministro de salud.
Luego la soltó y ella salió corriendo a mi lado, me miró a los ojos y me dijo entre dientes:
—¡Ahora, apóyame!
Después gritó, poseída por una fuerza que a los demás les pareció el delirio de una enferma, pero ahora que lo pienso fue el grito de ataque de una madre defendiendo a su hijo:
—¡Atención! He decidido hacer cambios de última hora. ¡Voy a renovar mi gabinete de gobierno! Y hoy que Cauldron ha muerto es el mejor momento. Señor Angenoir, señor Specter, lo siento, ¡pero están destituidos de sus cargos! Señor Fèng, usted también se va, de ahora en adelante su hijo Ocean será el ministro de justicia y seguridad pública. Ahora todos abandonen por favor el palacio. Ocean, dale la orden a tus hombres de que saquen a todos, hasta a los empleados. ¡Quiero todo limpio! Solo se quedarán tú, tu asistente, Eiden y mis hijos. ¡Necesito reorganizarlo todo!
Yo me quedé congelado y ella me gritó: “¡muévete!” Al instante hice señas a mis compañeros del Pote Caliente para que retirasen a la gente. Mi padre me miró como si fuera a detenerme, yo lo tomé de un hombro y le dije:
—Le di mi palabra de hombre a esa mujer, debo apoyarla. Y tú dijiste que me apoyarías a mí.
Entonces él me miró fijamente unos segundos, después tomó a mi madre y la sacó casi a rastras mientras le gritaba a los demás que me obedecieran. Leif tampoco estaba dispuesto a irse y me retó:
—Cian, si estallara una guerra Civil yo haría lo posible por no matarte, pero definitivamente te daría problemas. ¡Nada personal!
Por respuesta, desenfundé mi arma y le apunté diciendo:
—Yo tampoco quiero matarte, Leif. A mí no me podrás hipnotizar nunca, mi voluntad es de hierro. Vete, cuidaré a tu hermana con mi vida.
Él solo se caló el sombrero y se fue con las manos en los bolsillos. Me volví a mirar a donde estaba la reina, temiendo que Eiden me hubiera escuchado, pero había desaparecido. Solo estaba Emi Ishikawa, a quien la reina le dijo:
—Tú también vete. Ya dame espacio.
Emi se quedó boquiabierta, pero se fue sin protestar. De la misma forma Micky se fue con Leif, parecía divertido con todo. Luego la reina se me acercó para abrazarme con agradecimiento y me pidió:
—Cuando saquen a todos, trae a Eiden y reúnanse conmigo en la azotea. Debemos hablar.
Yo asentí mostrando mi obediencia, pero antes debía encontrar a Eiden. Empecé a buscarlo entre la gente que salía custodiada por mis compañeros soldados mientras murmuraban que la reina finalmente había enloquecido; algunos preocupados, otros entre risas. Aproveché también para salir a ver a mis compañeros que estaban recogiendo al cadáver del ministro, cuando miré en los jardines a Eiden en compañía de Estelle Angenoir. Desde lejos pude ver que pasó lo que me esperaba, Eiden le rogaba angustiado que no lo dejara y ella lo empujaba alejándolo. Me acerqué cabizbajo y pude escucharla decir:
—Lo siento, Eiden. No puede ser. Me gustaste un tiempo porque me recordabas a Kanon, yo la veía en ti, ¡pero estás creciendo! Cada día te vuelves más distinto a ella y… No me gustas, nunca me gustarás. Vas a tener que quedarte en otra casa cuando vayas a Europa y ya deja de buscarme en el casino. Se terminó, los amores no son para siempre.
Eiden suplicó, ya con los ojos llorosos:
—Pero… Es que no solo quiero que seas mi novia… A mí me gustaba cuando me abrazabas… ¿Cuándo voy a recibir cariño? No me sirve de nada llorar porque nadie me consuela, nadie se compadece de mí, nadie me hace sentir como parte importante de su vida… Nadie me hace sentir suyo.
Estelle solo se encogió de hombros y empezó a fumar mirando a un costado. Me dio rabia, pareció disfrutar el sufrimiento de mi amigo. Pero creo que mi enojo fue nada comparado al de Ilmari, que no sé en qué momento apareció cerca y con el rostro descubierto exclamó:
—¡Perra!
Todos nos volvimos a mirarla. Eiden se quedó confundido y ella fue a buscarlo, diciéndole:
—Soy la hija más pequeña de la señora Norma, Eiden. Ella siempre te ha amado como hijo suyo. La madre no es siempre la mujer que te da a luz, sino la que te cría y se preocupa por ti. Ven, tú eres parte de mi familia. Eres mío.
Entonces Estelle cambió por completo de actitud, realmente comportándose como una perra que ya no quiere un hueso, pero gruñe cuando se lo intentan quitar, y lloriqueó:
—Eiden, hemos vivido juntos varios años. Aunque yo ya no quiera dormir contigo, ¿cómo podrías reemplazar a tu familia? Nosotros somos tu sangre, ¡tu verdadera sangre!
Eiden la miró y después vio a Ilmari emocionado, pero tragó saliva contestándole a Estelle:
—Siempre he soñado con tener una novia mística, ella es la chica de mis sueños. ¡Y es de mi edad! Pero quiero demostrarte que por ti renunciaré a mi propia felicidad, para que veas cuanto…
Y en ese momento yo intervine, porque Eiden estaba comportándose como un gigantesco idiota:
—Eiden, si rechazas a Ilmari solo para subirle el ego a esa señora pederasta te golpearé. ¡Ve y abraza a tu nueva amiga y quizás futura novia! Luego suban a la azotea. ¡Rápido!
Él me miró todavía dudando y luego corrió a los brazos de Ilmari, que lo estrechó contra su pecho suspirando de amor. Y eso no me gustó nada, pero no podía dejar que la vieja asalta cunas siguiera abusando a Eiden. Luego se fueron corriendo tomados de la mano y yo me volví a mirar a Estelle, ordenándole:
—Váyase, la función terminó.
—¿Qué clase de hombre eres tú?
Me preguntó con un poco de desprecio y un poco de curiosidad, yo le respondí:
—La clase que no está tan desesperada como para interesarse en usted. ¡Váyase! Yo no la veo guapa.
Luego giré sobre mis talones y me fui. Poco sabía yo a esa edad sobre las mujeres mayores vanidosas, que cuando un joven les dice “no” se obsesionan por obligarte a dar un “sí”. De todas maneras, en ese momento no había tiempo de pensar en Estelle. Cuando ya todos se habían ido, cerré cuidadosamente cada entrada del edificio, revisé incluso los pasadizos secretos, y por fin subí a la azotea. Ya los demás me esperaban sentados junto al fuego, la reina, Ángel y Uoliena abrazados; Eiden e Ilmari platicando entre risas y un intenso flirteo adolescente. Ya cansado pues era más de la media noche, me senté con ellos quitándome la gorra militar y le informé a la reina:
—Se han ido todos. ¿Qué procede, señora?
Ella habló, mientras los demás escuchábamos atentamente:
—Necesito que tú y Eiden sean valientes y me ayuden. Debe hacerse oficial. De ahora en adelante el consejo de ministros estará conformado de esta forma: Eiden seguirá siendo el primer ministro y se hará cargo de los asuntos de hacienda y economía, tú Cian, desde esta noche eres el ministro de justicia y seguridad pública. Uoliena necesitará la ayuda de todos y definitivamente lo suyo no es ser sociable, pero es fuerte. Será la ministra de agricultura y obras públicas, la secretaría de comunicaciones deberá quedar en manos de otra persona. Necesito que sea joven y de confianza. ¿Alguna recomendación?
Entonces yo le respondí dudoso, todo me parecía una locura, pero tenía que apoyarla:
—Hay una muchacha… No la conozco lo suficiente para decir que es de confianza, pero dice que sabe de periodismo, fotografía, computadoras y esas cosas. Señora Zoeila, ¿no le parece muy pronto? Soy el único que ha terminado la escuela y no me siento listo. Suponía que Eiden iba a ir a la universidad, ¿cómo podrá hacerlo si está ocupándose de la isla?
—Tendrán que aguantar unos años estudiando y trabajando, Eiden ya está acostumbrado. Para ahorrar el tiempo gastado en llevarlo fuera de la isla para que estudie, voy a tramitar la importación de equipo didáctico y nacionalizaremos catedráticos extranjeros para fundar la primera universidad de Celes. Confiando en la palabra del señor Angenoir, le pediré algunos edificios donde acondicionar los nuevos centros de estudio. Una escuela también. Necesito educarlos, en especial a Ilmari. La quiero como ministra de salud. Ahora, deberás defenderte con lo que has aprendido de tu madre Norma, pero en un futuro serás una doctora en medicina. Lo mismo con Ángel, necesito que estudies y te muestres en público como ministro de cultura y educación; ya luego diremos quién eres en realidad. Escúchenme, muchachos, quiero que la isla deje de estar en manos de la Sociedad de Azrael y los Ishikawa. Ya hemos dado los primeros pasos, si nos echamos atrás ahora ya nunca más podremos conseguirlo.
Eiden le contestó, serio y un poco preocupado:
—Su majestad, sus intenciones son buenas. Pero vaya con cautela, no dudo en que el señor Angenoir la ayude solo por molestar a mi tía Emi que siempre se opone a lo que sea que altere la tradición; pero no es aconsejable confiar mucho en él. Él tampoco está abierto a los cambios. Deberemos estar muy atentos con los traspasos legales de esas propiedades. Yo entiendo un poco del papeleo, ¡pero tengo trece años! Seguramente algo se me pasará. Hay empleados honestos y generosos que podrían ayudarme, así como también muchos corruptos que van a intentar aprovecharse de esta situación tan inusual. En lo referente al dinero, si trae profesores de otros países, habrá que brindarles alojamiento y sueldos. No sé si los fondos del estado alcanzarán para estos nuevos y grandes gastos…
Yo le respondí entonces:
—Eiden, los fondos alcanzarán cuando los parásitos del gobierno dejen de robárselos. Los casinos y tus parientes ricos de villa Ishikawa deberían pagar impuestos. Además, la gente del Pote Caliente lleva años deseando meter presa a mucha gente de la villa del Cielo y Gardenia que es atrapada cometiendo delitos y luego sale impune por sus influencias. Así como hay dinero para darle a la Sociedad de Azrael, ¡no sé exactamente para qué!, debería haber también para comprar armamento, cámaras de seguridad, vehículos, y apresar a todos los ladrones. Desde los que atormentan a las familias pobres en el sur, hasta los que se reúnen vestidos con frac en el casino. Y entonces alcanzaría el dinero para escuelas, universidades y hasta para mejorar el sucio hospital que no se ha remodelado desde 1870. Si tú y su majestad quieren que esto salga bien librado, deben apoyarse en la gente del Pote Caliente. ¡Y en los místicos!, en la gente de la villa del cielo, la gran mayoría… Leif lo sabe, y ya lo está haciendo. Pero ustedes han estado todo este tiempo apoyándose en su dinero y en las mentiras políticas que al caerse revelarán a un puñado de burócratas indefensos contra todo un pueblo enfurecido.
Eiden me dijo, calándose los anteojos:
—Bien, es verdad, sería un buen momento para sacar de nuestras oficinas a cierto grupo de ratas que dan problemas. Pero recuerda que los juicios serán largos y en todo ese tiempo…
—¡Al demonio los juicios, Eiden! No hay tiempo para eso, es basura burocrática para dejar espacio a que las ratas se escapen. ¿La ley no te da el poder para dejarse de tonterías y solo actuar?
Luego de pensar un rato, Eiden replicó:
—Podemos declarar una situación extraordinaria, un estado de emergencia a causa de la ola de crímenes en el sur, durante el cual se limiten las libertades como de tránsito, de expresión y presunción de inocencia junto otras garantías del debido proceso. Esto es legal y se ha hecho antes. Pero ten por seguro que todo mundo nos llamará tiranos y los rebeldes se pondrán más agresivos.
—Dame más armas para el ejército y mi gente los hará estar tranquilos.
La respuesta de Eiden fue rascarse la cabeza y levantar ambos pulgares. Finalmente, la reina habló, poniéndose de pie y con Uoliena dormida en sus brazos:
— Mi consejo de ministros será especial, diferente a cualquier otro, tendré un gabinete de ángeles. Todos puros e inocentes, ¿cómo podría fallar? Quiero que llames a esa joven periodista, Cian, ponla a cargo de la secretaría de comunicaciones y dile que anuncie en toda la isla que ahora estaremos amparados por el gabinete de los ángeles. Libres de corrupción.
Luego todos nos dimos las buenas noches y fuimos a nuestras habitaciones a dormir. Eiden no quiso separarse de Ilmari y cuando me di cuenta estábamos los tres en la cama viendo la tele, el único canal de la isla estaba ya hablando de un autogolpe de estado y podía deducir que se nos venían días duros intentando sacar a flote lo que esa noche se había comenzado; esto sería trabajo especialmente duro para Eiden en las oficinas del palacio, pero él estaba demasiado embelesado con Ilmari. Esa misma noche le pidió que fuera su novia y ella aceptó muy contenta. Cada vez que les daba la espalda o iba al baño se escuchaban besos y me molestaba… Pero no fui capaz de intentar aguarles la fiesta. Eran dos niños felices. Fue curioso ver como luego de que él hablara tanto de sexo y de todo lo que haría cuando se encontrara una mística, al estar ya con Ilmari tomó la actitud de un polluelo tímido escondido bajo las alas de su madre. Parecía tener ganas de llorar y de sonreír a la vez, quizás miedo de que los separaran, o tal vez solo estaba emocionado de ya no sentirse huérfano. Yo francamente los dejé en un segundo plano, el peso de ser parte del “gabinete de los ángeles” sabiendo que ninguno de nosotros era un ser de luz perfecto me estaba matando. Esa noche apenas pude dormir.
El incómodo día de mi boda
Los meses después de que se anunció el nuevo gabinete de gobierno fueron un caos. Eiden, Ángel e Ilmari se encontraron con un desorden gigantesco en las oficinas de cada ministerio. No había registros de los estudiantes de la isla, ni inventario de las medicinas y equipo que había en el hospital, ni planillas de sueldo para los empleados; les pagaban lo que les daba la gana y cuando se acordaban de hacerlo. Fue necesario organizar todo y al mismo tiempo pelear porque los respetaran y obedecieran pues ya fuera porque Eiden era muy joven y por primera vez en su vida siendo el primer ministro de Celes sin ayuda de su tía, porque Ilmari era una chica de las montañas o porque Ángel era un chico negro, siempre había empleados que se negaban a acatar sus órdenes y los despreciaban. Eiden e Ilmari soportaban los desprecios tranquilamente porque ambos estaban demasiado enamorados para pensar, solamente la pasaban mal cuando el trabajo les impedía estar juntos; en esas ocasiones Eiden usaba cada segundo libre para escribir poemas de amor melosos como sus discursos que luego Ilmari leía suspirando como una boba; pero el pobre Ángel acabó varias noches llorando en silencio y dando puñetazos a la pared. Ángel era el más amable, el más preparado académicamente, el más sensato y aun así los oficinistas viejos querían tratarlo como un sirviente tonto del que había que burlarse. Puesto que todos estábamos durmiendo todavía en el palacio porque ya no teníamos tiempo ni de volver a nuestras casas, tuve que verlo muchas veces lavándose la cara y tratando de controlar su respiración para que al llegar a darle las buenas noches a su madre no notara que lo habían hecho llorar de impotencia. Mi forma de ayudarlo fue discretamente empezar a esperar a la salida del trabajo a los que lo molestaban para darles una paliza. Uoliena mientras tanto ayudaba acompañando a la reina y vigilando que Eiden no usara su “pipi” con Ilmari. Fue de alguna forma útil.
No se vieron avances reales en el área ejecutiva hasta que comenzaron los despidos de empleados problemáticos o ineficientes, entonces comenzaron también las protestas y las críticas en los periódicos. Las cosas se estaban saliendo de control, empezaron a inventar rumores terribles sobre todos nosotros y finalmente la reina me recordó que debía buscar a Consuelo, “Conny”, y pedirle que nos ayudara a manejar nuestra imagen pública desde la secretaría de comunicaciones. Por ese tiempo yo también andaba muy atareado. Con mi padre y mis compañeros del Pote Caliente nos propusimos limpiar la isla de maleantes, comenzando por la Villa del Cielo. Ya que el cargamento de suministros comprado en las tierras continentales no llegaría hasta dentro de un par de meses, teníamos que ingeniarnos las formas de enfrentar a los delincuentes equipados con mejores armas que las nuestras. Casi a diario teníamos un herido y de vez en cuando un muerto. Por suerte estábamos obteniendo bastante simpatía de la población, eran más lo que se alegraban de vernos sacar de las calles a quienes los extorsionaban, asaltaban y violaban sus hijas, que los que pedían clemencia por los tipos capturados; estos últimos no tardaron en poner especial atención a las veces en que apresábamos por error a un inocente y se ensañaron conmigo. Me dieron la fama de ser brutal y sanguinario, ¡y lo era!, pero es que los casos que me tocaban a mí siempre ameritaban el puño de hierro. Se volvió casi una diversión que por las noches algún presumido hiciera un alboroto en Gardenia para que yo llegara y termináramos peleando. Quemé todos mis uniformes y acabé saliendo a trabajar con lo que sea que tuviera a la mano, procurando que alguien me tirara una cubeta de agua antes de cada riña para evitar que saliera medio desnudo con jirones de tela chamuscada. Realmente hubiera deseado que mi herencia mística desarrollara algo menos destructivo, pero la verdad era que el verme dar golpes entre fogonazos a veces bastaba para convencer a los revoltosos de cooperar. Uno de esos incidentes sucedió en el Inferno, para ese momento yo ya le había mandado un mensaje de texto a Conny diciéndole que necesitaba hablar con ella sobre asuntos del palacio, pero en todo ese tiempo no me había respondido. Estaba a mitad del pleito y rompiéndole el brazo a un sujeto, cuando apareció la hija de Micky, Estelle. Estaba seguro de que ella me odiaba desde la última vez que nos vimos, pero estaba muy sonriente, con las manos detrás de la espalda y sacándome plática:
—¡Excelente coordinación y equilibrio! ¿Alguna vez has bailado?
—Eso es para mujeres y maricas.
Le respondí de mala gana arrastrando al revoltoso al exterior del casino, ella siguió hablando:
—Soy inmune al machismo de los celestinos, Cian. Me crie con un hombre que considera los derechos humanos y el feminismo como tonterías modernas.
—¿Y qué hace usted afuera de la cocina?
—¿Le preguntas eso a tu amiga mística pelirroja?
—Ilmari sabe pelear igual que yo. La única razón por la que no es una mujer militar es porque nació siendo mística. Aquel día pudo haberla matado a usted, por suerte ella siempre se compadece de los malos. ¡Yo no soy así!
Tiré el hombre a mis compañeros para que se lo llevaran y fui a tomar aire apoyado en una pared, mientras unos aplaudían y otros me gritaban “maldita jirafa asesina”. Estaba enojado escuchándolos cuando de golpe Estelle me preguntó insinuante:
—¿Entonces te gustan las agresivas? Creí preferías dominar, no ser dominado. A mí me atraen los extremos.
No entendí bien qué me quiso decir, pero la forma en que me veía me hizo ruborizar y miré al piso para que la gorra me cubriera la cara. Estelle se rio diciendo:
—¿Qué te pasa? Parecieras un niño, no creo que tengas menos de dieciocho años, te ves legal.
—Pues se equivoca, solo tengo quince.
—Tan joven y ya te gusta jugar con fuego. Hablando con una mujer mayor de edad como yo, o como Conny. Ella me pidió un permiso de un día para ir a entrevistarse contigo, se lo negué porque debiste contactarme primero pues soy la encargada de recursos humanos en los negocios de la Sociedad de Azrael, como el casino; luego la cambié de puesto y la mandé a la cocina donde tiene mucho menos tiempo libre para perderlo tontamente. Creo que según tú hice lo correcto.
—Pues iré a la cocina a verla y más vale que no me intente detener o la haré apresar por corrupción de menores. Pase buenas tardes.
—¿Siempre eres tan implacable? ¿Nunca sientes compasión por los chicos malos? ¿O las chicas malas…?
—No soy como usted, no me identifico con ellos.
Le dije yéndome con paso firme y ella todavía me gritó:
—¡Si me necesitas ve a buscarme al teatro después de la función, hoy a las ocho! Yo procuraré complacerte en lo que me pidas.
La miré de reojo y no le contesté. Yo no iba a ser tonto como Eiden, supuse que esa vieja leona de montaña solo quería sexo con jovencitos para enamorarlos y luego rechazarlos. Me cruzó por la mente la idea de usarla de la misma forma que ella intentaba hacerlo conmigo y perder así mi virginidad, pero me desanimó recordar que yo realmente no me consideraba atractivo y quizás si acudía a buscarla iba a rechazarme antes de darme nada. Me calé la gorra y fui a buscar a Conny en la cocina, la encontré lavando platos y me dio rabia. Era tan bonita que podría ser una actriz de cine o una modelo de pasarela y ahí estaba haciendo uno de los trabajos peores pagados de la isla. Le hice una foto como prueba del abuso cometido por Estelle y ella me saludó diciendo con una sonrisa tranquila:
—Una compañera me dijo que tuviera cuidado porque la jirafa asesina quería verme.
—Me dieron el nombre más tonto. Eiden es el huérfano con anteojos, Ilmari la médico bruja, Ángel el rapero y Uoliena la niña sin techo; pero yo soy la jirafa asesina… ¿Por qué estás aquí?
—Estelle Angenoir… Cuando le pedí permiso para ir a verte le avisó a su padre… El señor Angenoir se puso… ¿Celoso? ¿Perfeccionista? ¿Psicótico? Me dijo literalmente: “te necesito en este edificio. Aquí tengo un dormitorio en tonos dorados y cobrizos con cortinas del mismo color de tu cabello, ¡no voy a cambiar las cortinas solo porque tú no quieres estar en el dormitorio y vestida de una forma que no sea disonante con todo el conjunto o no vestida!”
—Eso suena muy Micky Angenoir, sí… Pero no es realmente un mal tipo.
—No lo sé. Desde el primer día se fijó en mí, y yo cometí el error de querer ser lo que no era; él parecía un rico apacible y dulce fácil de engatusar, pero en realidad es como un marciano diabólico haciendo experimentos retorcidos con seres humanos… ¡Y en fin!, me mandó a la cocina como castigo… No quise protestar porque tiene demasiado poder en la isla y todos temen a sus represalias…
—Es una mierda, lo siento. Pero no puedes seguir soportando este trato. Por lo que veo, los Angenoir son muy distintos con sus empleados. Mejor ven a trabajar con nosotros en el palacio. Pagamos lo justo, aunque no somos elegantes y la gente nos pone nombres feos.
Conny se echó a reír secándose las manos en el uniforme y me contestó:
—¡Ya me di cuenta! Y me encantaría ayudarlos a manejar esa situación, pero creo que no podré dejar el casino sin irme con enemigos fuertes.
—¿Tú le gustas… de verdad?
—No, tiene un fetiche raro entre muchos otros, busca mujeres que discutan con él. Y a mí me aterra, ¡es que algo tiene y no es normal! Estando a solas no lo confronto por más que me provoque; así que ya se está aburriendo de mí. Literalmente me trata como a un mueble.
—Bueno, es que es amigo de mis padres y mío. No quisiera hacerlo sentir mal. Quizás si hablo con él te dejará en paz.
—¡¿En serio?! Ahora está en su oficina allá arriba, tomando el brunch con un amigo extraño. Quizás lo conozcas es un místico…
—Debe ser Leif… Estaba algo enojado con él, pero… si es por ti, iré. Te necesitamos en la secretaría de comunicaciones, Uoliena la niña sin techo solo sabe dibujar penes en las paredes. Eso no es muy útil.
Concluí y salí de la cocina rumbo a la oficina de Micky. Estuve un rato perdido buscándola y cuando entré lo encontré acompañado de Leif que estaba ahí pasando el rato con su guitarra, envueltos en una nube de alguna mala hierba y bebiendo, ya ebrios a las tres de la tarde. Ese era el brunch. Cuando me vieron abrir la puerta rieron, me saludaron y siguieron hablando como si nada. Yo me les acerqué tosiendo y apartando el humo con las manos para decirles:
—¿Ustedes dos no pueden pasar un día sin meterse en problemas o meter en problemas a los demás? Micky, hay una joven empleada tuya que se queja de maltrato en la cocina del casino. Creo que debes saber de quién estoy hablando y que a nosotros nos hace falta su ayuda en el palacio… ¿Qué demonios están fumando?
Leif siguió tocando como si nada y me respondió:
—Son artes místicas, Cian.
—¿Esto es legal?
—See…Confía en mí, soy un místico. Soy como mi mamá. ¡Sé lo que hago!
—Tu madre no es herbolaria, sino partera y nodriza.
—No sabes a cuantas almas tristes he curado con la leche de hombre místico puro, Cian.
Los dos viciosos se echaron a reír y yo, tras entender su vulgaridad, le dije:
—Ustedes son un par de vagos inmorales que tratan a las mujeres como si fueran reses. ¿Cómo puedes hablar de derechos y justicia si eres así, Leif?
—Somos todo eso, pero al menos no hemos metido a una sexta parte de los isleños en los insalubres y oscuros calabozos del Pote Caliente. Dicen que eso es el mismísimo infierno, peor que morir.
Comentó Leif y Micky le contestó sirviéndose otra copa:
—Son húmedos y calientes, te sofocas al poco rato de entrar. Oí que los más débiles están muriendo. Esta es información filtrada por la pequeña Yanmei Fèng. La hermanita de Cian es adorable, por ella incluso les ayudaría a construir una prisión formal. Hay un lugar perfecto al oeste del Pote Caliente, junto a los acantilados. Hablaré con su padre, ya me hace falta visitarlo y ver a Yanmei. Solo me cuesta una muñeca cara y la humillación de conformarme a tomar el té con una niña pequeña después de haber sido rechazado por la barista más bonita del casino.
“Amigo, qué extraño sonó todo eso”, murmuró Leif bebiendo más y yo me dirigí a Micky, tratando de negociar:
—Mi papá estaría feliz de que lo ayudes en eso. Tu gesto humanitario sería muy bien visto por la gente, pero si se llegara a hacer público lo que ha pasado con Conny tú quedarías muy mal. Déjala que se vaya a trabajar con nosotros y te prometo que ella nunca dirá nada en tu contra.
Micky Angenoir replicó:
—No me importa lo que ella diga de mí, ni tengo poder alguno sobre ella. Verás… Últimamente he sentido curiosidad el tacto, por las texturas y la temperatura; descubrí como una caricia, un abrazo, ese juego antes del sexo, puede consolar y relajar una psique torturada. Necesitaba comprender mejor este fenómeno para aplicarlo a mis diseños. Quise experimentar esa sensualidad con la voluptuosa Conny, pero sé que para algunas mujeres soy…
Leif le ayudó, diciendo como pudo porque el alcohol ya lo estaba venciendo:
—Un degenerado. ¿Un “degenerado”, Michel?
—Sí, puede ser.
—Ese es el problema del amor, todos queremos ser el degenerado, el raro, el incomprendido víctima de la sociedad esperando que una mujer venga y llena de compasión nos dé el cariño y la paciencia que nadie nos brindó. ¡Esperamos un ángel salvador!
—Es irónico porque yo me veo…
—Flaco. Bajo y flaco, Michel. Ninguna mujer creerá que vas a ser el fuerte leñador que le construirá una cabaña en el bosque para llevarla a vivir en paz…
—Pero es que yo de hecho soy un…
—¡Tonto porque no entiendes que todos debemos salvarnos a nosotros mismos! No habrá ningún amor que venga del cielo y te acepte flaco, bajo y degenerado. ¡Amate a ti mismo! O muere esperando que otra persona haga lo que tú nunca quisiste hacer.
—¡Bueno, el asunto es que Conny rechaza mis avances amorosos y yo no la retengo! Yo no decido sobre el casino. El Inferno es uno de tantos negocios relacionados con dinero de la Sociedad de Azrael y yo no me encargo de esas trivialidades. Si ella al final acaba contigo, no me afectará. La que se empeñó en molestarla y puede ayudarte con ella es Estelle.
Yo giré los ojos al cielo y dije:
—Creo que ya están muy borrachos y pierdo mi tiempo… Entonces… Estelle Angenoir…
Salí de la oficina y volví con Conny para contarle lo que me dijeron el par de viejos alcoholizados. Ella me miró preocupada y opinó, bajando la voz:
—Cian, mejor no vayas. Me quedaré aquí en la cocina, no importa. Los Angenoir son perversos… Te van a enseñar malas mañas…
—¿Cómo así que malas mañas?
Ella me miró a los ojos suspirando, me abrazó y después me dijo:
—Bueno, es solo que me gusta tanto que seas así… Serio y apasionado en tu deber… En tres años yo tendré veintiuno y tú dieciocho. Prométeme que vamos a celebrar mi cumpleaños a solas y tú estarás bien, conmigo, y apenas habrás cambiado tu forma de ser. Serás el mismo, solo que más experimentado.
—No me pidas que no cambie, sería renunciar al progreso. El tiempo desecha las debilidades y pule las destrezas si eres fuerte para conservarlas.
—¿Tú lo eres?
Me encogí de hombros y asentí. Mi padre siempre decía que yo no era el más fuerte ni el mejor de mi generación, pero sí el más resistente y por eso raramente perdía en combate. Yo sin duda iba a luchar neciamente por mis ideales y por ser quien siempre fui. Después le di el número de mi recién adquirido teléfono y ella me dio el suyo. Yo seguía consciente de que Conny era extremadamente bonita y era arriesgado ilusionarme con ella, así que me obligué a creer que su cariño era por simple amistad o quizás intentaba manipularme. Siempre trataba de estar un poco distante e indiferente con ella. Años luego me arrepentiría de muchas decisiones que tomé en esa época, pero entonces tenía quince años y era bastante inseguro. Volví a las oficinas del palacio donde Ángel y Eiden tomaban un descanso en un balcón, ojerosos y cansados luego de pasar días casi sin dormir con tal de digitalizar los datos de los ciudadanos celestinos que estaban apuntados en cuadernos, libretas sucias y hasta servilletas, amontonados en las oficinas de registro civil del palacio. Eiden se veía especialmente desaliñado. Ángel me explicó, mirándolo de forma acusadora:
—Lo que tiene es un grave caso de bolas azules… Alega que le duele la cabeza y sufre porque Ilmari lo excita, pero le ha dicho que no importa que tan duro se le ponga el plátano no tendrá sexo antes del matrimonio y él aún no cumple catorce años, que es la edad de consentimiento en Celes.
Eiden habló, malhumorado:
—¡Por eso voy a bajarla a doce años! Solo necesito tu firma en nombre de tu madre, Ángel. No explotará el mundo por ese pequeño cambio.
—¿Eres tonto? Si acepto que los niños de doce años puedan decidir si tener sexo solo porque tú quieres casarte con tu novia de catorce, otros niños de tu edad quedarán vulnerables. ¿Qué tal si una niña de doce es seducida por un viejo y la convence de dejar a su familia para irse con él?
—¡Eso no pasará! ¡Cian, dile que me ayude! Si me caso ya, recibiré toda mi herencia y me liberaré de mi intrigante tía Emi. Tendré una vieja casa grande en villa Ishikawa, un apartamento en el centro de Gardenia, cuatro carros, una casa de playa en Estados Unidos y como seis millones en el banco. No es mucho, pero nos alcanzará para vivir modestamente.
Ángel se frotó el rostro y exclamó luego tomándolo por los hombros y zarandeándolo:
—Imagina la indignación de la gente por la desigualdad entre tú y los otros adolescentes de la isla: tú te casas con tu novia y ya tienes resuelta la vida para ti y tu familia de juguete, mientras que otros chicos si se casan acabarán viviendo en una pocilga de la villa del Cielo y trabajando sin descanso en las granjas para alimentar a sus hijos. Además, siempre será un escándalo, ¡ella tiene catorce y tú trece! ¡Si tienen un hijo, el niño ya estará empezando el jardín de infancia antes de que ustedes cumplan la mayoría de edad!
—Yo también tengo un horrible trabajo, solo que en un lugar bonito como mi oficina en el palacio de Gardenia. Por otro lado, quiero que seamos padres temprano, así viviremos más tiempo con nuestros hijos. Es muy triste crecer sin tus papás.
Entonces yo me sumé a la plática, disimulando mi disgusto porque en el fondo seguía celoso de ver a Eiden con Ilmari:
—Ángel tiene razón en muchas cosas. Piensa en todas las consecuencias, Eiden, y toma en cuenta la incertidumbre de la relación entre tú e Ilmari a largo plazo. ¿Y si luego te gusta otra mujer?
—¡Ah, verás que no pasará! Ilmari será una gran madre para mis hijos, la sangre de los místicos por fin entrará en mi familia y va a revitalizarla. Ella será la mujer de mi vida y todas las que vengan luego serán solo un pasatiempo. No la dejaré jamás.
En ese instante sentí que me hervía la sangre y lo miré a los ojos al responderle:
—Al menos admites que solo quieres atarla a ti, pero luego le serás infiel. Ella tiene honor y jamás te fallaría. ¡No creo que merezcas tanto…!
—Lo sé. Por eso la amo. Y ella me ama, aunque sabe cómo soy. ¡Siento que toda la primavera me estalla en el pecho y solo pienso en cubrir de besos a Ilmari! Y abrazarla fuerte, y vivir juntos y tener hijos. Soy muy feliz y nunca volveré a estar tan feliz, déjenme disfrutarlo. Déjenme casarme con ella.
Ángel ya no respondió, solo se peinó el cabello con las manos mirando al paisaje, pensativo y preocupado. Al cabo de un rato dijo simplemente:
—Solo sé que la reina está enferma, como mi patria, y tengo que buscar la forma de sanarla. La madre y la tierra donde naciste solo es una, no puedes darte el lujo de abandonarla cuando más te necesita. Arréglense como puedan y sigamos trabajando…
Luego se fue y yo estaba todavía molesto por la forma en que Eiden estaba haciendo planes con mi mejor amiga como si se estuviera comprando un refrigerador nuevo. Así que quise devolverle un poco el golpe, presumiéndole que su “exnovia” me había invitado a verla esa noche:
—Estelle Angenoir me pidió hablar con ella esta noche después de su presentación en el teatro. Es sobre Conny, la del casino. Se oía muy entusiasmada en verme… No sé por qué.
Él me miró alarmado y exclamó:
—¿Tú estarías con la ex de un amigo?
—No sé. Tú estás con Ilmari. ¿No te ha dicho que nuestras familias planeaban casarnos?
—No… Solo me dijo que desde que era pequeña y me veía hablando en público quería tener un hijo que fuera como yo, y conmigo. Ella siempre ha querido ser mía.
—Pero su familia quiere dármela a mí. De todas formas, yo creo que ella es la que debe decidir. Si ella lucha por estar contigo, está bien. Y si tú luchas por estar con ella, ¡está bien! Pero si me dicen que me case con Ilmari y ella no se niega, lo haría porque debo obedecer a mis mayores.
Entonces me fui, estaba enojado y sin ganas de hablar con Eiden. Él de todas formas llevaba rato sin estar apretujado contra las tetas de Ilmari, así que pronto se iría a buscarla. Anduve callejeando un rato por Gardenia, preguntándome qué quería en mi futuro. No tenía las cosas tan claras como Eiden que ya había decidido el resto de su vida; yo solo sabía que por lo pronto debería seguir siendo “la jirafa asesina” porque nadie más tenía mi rabiosa pasión por hacer que se cumpla la ley. Estelle Angenoir no me gustaba en lo absoluto, pero la idea de que había alguna remota posibilidad de tener sexo con ella no se me quitaba de la cabeza y me atraía al mismo tiempo que me daba un poco de miedo. No quería besarla, ni acariciarla, ni un simple abrazo amistoso, solo follarla y saber qué se sentía. Conforme pasaba la noche iba intentando imaginar formas de conseguir eso, no sabía nada de cortejos o insinuaciones. De mala gana compré una entrada para verla bailar y cada vez que saltaba y se abría de piernas me imaginaba de todo; sentado en una butaca de la esquina, pude escuchar a una señora comentar mientras me miraba de reojo: “qué muchacho más serio, ¡siempre es tan formal!” Y me sentí mal, porque yo solo estaba figurándome como meterle el pito a Estelle. Cuando terminó el baile-obra de teatro-cosa que no entendí, ella salió a saludar a su público con una reverencia, me vio directamente y me mandó un beso. Frente a todos. Me puso muy nervioso y sonrojado. Luego un acomodador llegó a decirme que Estelle me esperaba en su camerino y me quedé un rato en mi butaca pensando que estaba a tiempo de irme corriendo de ahí dejándola plantada. Pero fui. Me abrí camino entre varios mensajeros que le traían ramos de flores, evidentemente a Estelle no le faltaban pretendientes y mi presencia ahí era algo definitivamente anómalo. El acomodador me pidió que esperara, cuando todos los mensajeros dejaron sus flores y se fueron, me dijo que entrara al camerino. Dentro, todo estaba a media luz y Estelle me esperaba sentada en un diván, vestida con una camisola de seda transparente que permitía ver que no tenía ropa interior, y dijo:
—Cierra la puerta y pídeme lo que quieras.
—Vístase.
Le respondí por orgullo y cerrando la puerta. Luego le hablé metiendo las manos en los bolsillos para ocultar que estaba duro como piedra:
—Su padre me informó que usted mandó a Conny a la cocina porque quería molestarla.
—Eso es obvio.
—Entonces le pido que la deje en paz y le permita ir a trabajar con nosotros.
—Eso pudiste decidirlo con Michel, él es el dueño de todo, al fin y al cabo. Si él dio el visto bueno ya no tenías nada que venir a hablar conmigo. ¡Es mi papá! Y yo lo quiero mucho y lo obedezco. Pero viniste.
Me quedé sin palabras, tenía razón. Muy en el fondo había llegado solo para ver si podía metérsela. Miré a un costado y luego al piso murmurando “me voy”. Pero ella se levantó y me detuvo parándose ante la puerta y diciendo:
—Espera… Al menos acompáñame a tomar el té.
Di unos golpecitos con el zapato con impaciencia y repliqué:
—Tome su té mientras la acompaño, yo no beberé nada. No confío en que no le pondrá algo a la taza. Tengo que ir a patrullar en quince minutos.
—Cinco minutos nos bastarían. Soy precoz.
Me contestó sonriendo y no le entendí del todo. Ella empezó a prepararse el té, yo intenté platicar para no parecer un niño secuestrado:
—¿Usted llama a su padre por su nombre de pila?
—Ya conoces a Michel, no le va el papel de padre serio. Pero le agradezco el haberse esforzado por hacerme sentir que era su niña perfecta. Siempre me estaba diciendo todo lo que le costó obtener mi custodia, lo linda y talentosa que era, lo mucho que me admiraba y lo orgulloso que estaba de mí. Me compraba las mejores cosas, me vestía como a una princesa y me decía que yo era la más hermosa y la más popular. Las palabras de los padres son como magia, lo que sea que te digan que serás se cumple. O al menos te lo hacen creer tanto que las personas a tu alrededor también lo empiezan a creer. Para bien o para mal, somos lo que nuestros padres nos dijeron que seríamos. Y Michel me dijo que yo era una estrella. ¿Qué te dijeron a ti?
—Que no soy tan fuerte como otros, pero aguanto muchos golpes y ser resistente es bueno.
—Yo también aguanto mucho…Conmigo puedes ser tan rudo como quieras…
Comentó mirándome a los ojos y yo le entendí que hablábamos de defensa personal. Así que le contesté:
—¿Alguna vez le han pegado en serio?
—¡Oh!, no, pero creo que podría defenderme. Te he estado observando, golpeas sin usar tanto la fuerza, sino la velocidad y buscando puntos vitales.
—Más o menos es así…
—Te dije que lo que haces es algo así como bailar.
—A ver, intente pegarme. Despacio, solo de prueba.
Ella dejó su taza a un lado y trató de darme algunos golpes que pude bloquear y esquivar fácilmente. Pude darme cuenta de que Estelle era competitiva, como no lograba darme siguió intentando más rápido y fuerte; era realmente ágil. Consiguió pegarme un poco y me reí, pero no paró y yo tampoco iba a dejarme, así que tuve que atraparle una muñeca y hacerle una llave en serio para detenerla. Quedamos en una posición rara, con su trasero justo rozándome donde no debía. Y justamente se frotó un poco. Yo me reí con nerviosismo, la solté y dije que debía irme. Ya no le di ni tiempo de darme más excusas para que no me vaya, solo logró gritarme desde la puerta que fuera a visitarla a su casa cuando quisiera. Le respondí desde lejos que sí, o algo parecido, corrí al baño del teatro y entré a un cubículo solo para encerrarme y quedarme de pie apoyando la frente en una pared. Estaba sin aliento y sudando frío. Ahí mismo me masturbé como poseso imaginando que me tiraba a Estelle como los perros, con violencia. Cuando terminé miré la mancha de semen en la pared y me sentí culpable. Salí corriendo a la calle y fui a patrullar, con las manos en los bolsillos y la visera de la gorra cubriéndome la cara. Quería esconderme de todos. Luego me fui a dormir y creí que el asunto se había acabado. Pero a la mañana siguiente me despertó una llamada de Conny, estaba hablando alarmada:
—¡Cian, los Angenoir me dieron mi liquidación y ya puedo ir a trabajar con ustedes! ¡Y creo que es urgente que tome mi puesto, tengo una idea para manejar la situación!
—¿Eh?, ¿Qué situación…?
Le pregunté yo amodorrado con Ilmari y Eiden durmiendo junto a mí en la misma cama. Conny me explicó:
—Lo de Estelle Angenoir. Alguien contó que ayer fuiste a su camerino. Todo mundo da por cierto que tú y ella son amantes, ¡la gente está escandalizada!
Me levanté de un salto, seguro de que ese día sería terrible. Poco después me llamó mi madre, estaba furiosa, me preguntó si había usado condón y me dijo que tenía que ir a chequearme en caso de tener alguna enfermedad por acostarme con mujeres “malas”. Mi tía Norma también me llamó enojada, luego Micky preguntándome qué había pasado pues mis padres le habían retirado su amistad. Todo se volvió un problema inmenso, Eiden y Ángel estaban sorprendidos mientras que Ilmari y Uoliena solo me veían de lejos un poco asustadas. De repente me volví el macho mujeriego del palacio y eso no me gustó, así que decidí ser honestó y les grité a mis amigos en el desayuno:
—¡No hice nada! Esa señora y yo solo platicamos y ya está. ¡No pasó nada indecente!
De repente escuché la voz de Conny exclamando: “¡yo te creo!”, había subido a la azotea y venía corriendo:
—¡Ya estoy a la cabeza de la secretaría de prensa, con la venia de los Angenoir! Me han pedido mediar entre ellos y los Fèng. La mismísima Estelle me aclaró que no pasó nada y está dispuesta a decirlo en público, pero creo que es mejor solo no hacer ninguna declaración oficial al respecto. Eso haría ver a Cian como si fuera un chico pusilánime que debe darle explicaciones a todos y además su nueva fama de conquistador le ha venido muy bien. Hice unas encuestas rápidas en redes sociales, ahora los hombres lo perciben más masculino y las mujeres creen que es un joven atractivo. ¡Ya muy poca gente le llama jirafa asesina! Ahora le dicen jirafa follona, pero al menos ha subido su popularidad.
Yo escondí la cara dentro de la camisa y dejé que Eiden se pusiera de acuerdo con Conny; poco después Ilmari me informó que nuestros padres querían vernos en el Pote Caliente esa misma tarde y se oían muy enojados. Salimos después del almuerzo en el auto que me habían asignado de entre los de la flota del palacio, Ángel nos acompañó pues estaba preocupado de que mi padre en su enojo fuera a regañarme con demasiada severidad. Además, quería conocer el Pote Caliente y no me opuse, sé que los visitantes siempre se impresionan la primera vez que llegan a mi pueblo y ven las antiquísimas casas de estilo tradicional chino entre las calles empedradas y las fuentes de agua casi hirviendo, a veces incluso expirando llamas de fuego, puesto que en realidad son ausoles que nos recuerdan que alguna vez el Pote Caliente fue un poderoso volcán que dio origen a la isla. Frente a mi casa ya nos esperaba mi hermana Yanmei, le presenté a Ángel y ella apenas lo saludó antes de pedirme ir a hablar a solas junto a una fuente. Ahí empezó a reclamarme:
—¿Qué hiciste, Cian? Mamá y la tía Norma están muy enojadas. Lo peor es que por tu culpa se enojaron también con Micky. ¿Qué tiene él que ver? Yo me aburro aquí y lo único divertido que pasa es cuando él viene a hablar conmigo y me regala alguna muñeca. Aunque ya estoy muy grande para jugar con ellas, me gusta coleccionarlas y que venga.
—¿Tú qué haces hablando con ese señor raro, boba? ¡Deja de contarle cosas del Pote Caliente! Deberías estar practicando, pronto serán tus exámenes en la escuela militar.
—Mamá dice que ahora es más importante ayudarla en los preparativos de la boda. Van a casarte con Ilmari este fin de semana. Dicen que no pueden esperar más, es una cuestión de honor, para demostrar que eres un líder serio.
Aquello me tomó desprevenido, la dejé y entré corriendo a mi casa. Ahí me lo confirmaron, los Petersen y mis padres estaban horrorizados ante los rumores que circulaban sobre mí, no querían que me tomaran por un aventurero que frecuentaba mujeres libertinas, por eso habían acordado casarme con Ilmari y volverme un hombre de familia. Ilmari lloró y confesó a sus padres que amaba a Eiden y era su novio. La tía Norma se puso más enojada, la abofeteó y le dijo que eso era absurdo, que los místicos nunca se habían mezclado con los Ishikawa porque los consideraban ruines y no querían compartir sus dones con ellos. La tía Norma se alteró tanto que se fue de regreso a Adalsteinn gritando que la boda se haría de emergencia al día siguiente en el pozo de Ilmari. No quería que se supiera que su única hija, al igual que Leif su primogénito, estaba abandonando la cordillera del norte. Era momento de demostrar que éramos buenos hijos y debimos hacerlo, aceptamos el enlace y vino entonces la parte más dura: volver al palacio para dejar a Ángel de nuevo con su madre y avisarle a Eiden nuestro enlace, luego tendríamos que volver y prepararnos para la boda de urgencia. En el camino ya de noche, mientras volvíamos a Gardenia en silencio con Ilmari aún llorosa, Ángel murmuró luego de ir largo rato mirando al paisaje con la frente apoyada en el cristal y emocionalmente agotado:
—Eiden no va a aceptarlo nunca. Será como volver a dejarlo huérfano. Chicos… Quizás debo… Actuar. Ser valiente, aceptar que mi madre ahora no puede asumir todas sus responsabilidades, y ser yo quien ponga orden en situaciones como esta. Nadie debería casarse tan pronto y por la fuerza.
—¿Tú podrías hacer algo?
Le pregunté entre dientes mientras conducía sin quitar la vista de la oscura autopista iluminada solo por los faros del auto, él me respondió.
—Ser firme y decirles a sus padres que paren. No están listos para el matrimonio, ya no vivimos en la edad media. Soy el hijo de la reina y… Debería.
Todos guardamos silencio y por fin yo dije:
—Será algo peor, Ángel. Se rebelarán abiertamente contra ti. La gente del Pote Caliente y de Adalsteinn son más ricos que los de la villa del Cielo y más pobres que los de Gardenia y la villa Ishikawa; pero son más racistas que todos ellos juntos. Son lo que sucede cuando los seres humanos se convencen de que están en perfecto equilibrio y son “lo normal y correcto”, caen en toda clase de extremos creyendo que eso también es parte de la normalidad.
Ángel no me contestó, ¿qué podía contestarme? Era un muchacho solitario al que le estaban arrebatando el trono y no sabía qué hacer para defenderse a sí mismo y a su madre. Solo se secó las lágrimas en silencio. Ilmari habló de pronto:
—Ángel, baja la edad de consentimiento a doce años. Sé que es algo arriesgado, pero ya ves que nuestros adultos están podridos. Eiden y yo te podremos ayudar mejor si nos liberamos de Emi Ishikawa y de mi madre Norma. Yo no puedo hacer mucho por ahora, pero dale las armas legales a Eiden. Déjanos casarnos, nos amamos en serio.
Él se limpió el rostro con la manga de su sudadera y le contestó tímidamente:
—¿Y si te embarazas? Ustedes hablan de casarse como si fueran a unas vacaciones juntos, pero es algo que podría traer consecuencias de por vida.
—Ya lo sé. Pero si no nos arriesgamos en serio jamás veremos cambios reales.
Seguimos en silencio y cuando ya íbamos entrando en el palacio, luego de identificarnos en la entrada, Ángel dijo:
—Hablen ustedes con Eiden, yo voy a firmar ya los documentos para bajar la edad de consentimiento a doce años. Si Eiden y tú quieren casarse esta noche...
Yo le contesté estacionando el auto:
—No. Fírmalos si quieres, pero no pueden casarse esta noche así nada más. Es una locura.
Entonces Ilmari me replicó mientras salía del auto enojada:
—¡Tú no deberías decidir en esto, Cian! Es algo entre Eiden y yo, y todo el problema comenzó porque tú fuiste a ver a esa vieja pervertida. A nadie le consta realmente que no te acostaste con ella. ¡Y así me quieren casar contigo! ¿Debo comerme todas las sobras de la bruja Angenoir?
—Pareciera que le tienes celos…
Opiné saliendo del auto y cerrándolo de un portazo. En ese momento realmente empezamos a pelearnos a los gritos:
—¡Fue tu culpa, Cian! ¡¿Por qué fuiste a ver a una mujer mayor de noche?! ¡Pudiste ir de día!
—Iba a dar lo mismo. Tú has estado durmiendo con tu novio todo este tiempo, ¡solo yo puedo atestiguar que no han estado teniendo sexo, pero nadie me lo creería! ¡La gente siempre hablará!
—¡Pero lo mío es algo que nunca se ha hecho público! ¡A ti te vio toda Gardenia!
—¡Todos los empleados del palacio saben que vas a la cama con Eiden! ¡Y para colmo también conmigo!
—¡Eso ya no importa porque ahora van a casarnos y yo solo quedaré como la tonta que se casó con un tipo que ya tenía un amante!
—¡Y yo como el que hacía tríos con su novia y tiene una amante, pero en realidad sigue virgen! ¡Y voy a quedarme así, aunque me case contigo, porque no quiero tocarte ni con guantes!
—¡Pues yo tampoco quiero tocarte!
En ese instante apareció Eiden, que había salido a fumar en los jardines esperando a que volviéramos. Preguntó “¿qué demonios pasa aquí?”, Ángel levantó las manos y murmuró: “voy a firmar los documentos” y se fue. Luego de un silencio terrible, yo hablé:
—Ilmari y yo debemos regresar a Adalsteinn esta misma noche, nuestros padres han decidido casarnos mañana temprano para que la gente deje de hacer rumores sobre nosotros.
—¡Pero ella es mi novia! ¡Solo quiere estar conmigo!
Exclamó Eiden enojado y con la voz quebrándosele, a punto de llorar. Ilmari corrió a abrazarlo y rompieron en llanto como niños pequeños. Me sentí horrible. Pero se hacía tarde y debía volver a Adalsteinn con ella, ante todo temía el enojo de nuestros padres y estaba seguro de que lo correcto era obedecerlos. Debí separarlos por la fuerza y llevar a rastras a Ilmari de regreso al auto. Eiden trató de pelear conmigo, pero obviamente no pudo hacer nada. Yo lo tiraba lejos de un manotazo, pese a todo siguió luchando y golpeando el auto cuando ya nos íbamos. Pude ver por el espejo retrovisor que venía corriendo detrás de nosotros hasta que lo perdí de vista en la oscuridad. Entonces a mí también se me saltaron las lágrimas y no pude decir nada porque tenía un nudo en la garganta. Ilmari y yo ya no nos dijimos nada, llegamos a Adalsteinn y solo obedecimos a nuestros mayores en los preparativos mientras yo rogaba mentalmente que sucediera algo, un milagro, lo que fuera para que no nos casaran. Al salir el sol, llegaron los pocos invitados: toda mi familia del Pote Caliente, los Peterson y sus amistades de Adalsteinn, y Micky Angenoir que con su inquietante halo angelical y al mismo tiempo demoníaco escuchaba atentamente a mi tontísima hermana menor que le estaba contando quien sabe qué muy animada. Leif, mi última esperanza, no había sido avisado; por lo visto Micky era un amigo doble cara que no quería que el albino llegara a impedir que Ilmari fuera forzada a casarse. Cuando yo ya estaba vestido con mi uniforme de gala e Ilmari se puso su traje de novia, fuimos todos en una silenciosa y triste procesión hacia las minas de Adalsteinn. La ceremonia se oficiaría en el pozo de Ilmari, donde ambos debíamos teñir el agua con unas gotas de nuestra sangre. Para hacer todo aún más incómodo, apareció Estelle Angenoir sonriendo como si nada. Mi madre y mi tía Norma estuvieron a punto de ir a gritarle algunas cosas, pero tío Teppo les suplicó que se moderaran; ya todo el pueblo estaba muy tenso presenciando la boda. Vi que también estaba ahí cerca Conny, haciendo fotos de todo y escribiendo notas en su teléfono. En un momento se me acercó y me dijo al oído:
—No quieres casarte, ¿verdad? Se te nota en la cara. No he publicado nada todavía, aunque tu padre me pidió que anunciara tu matrimonio. Ángel también me dijo que los felicitara de parte de la familia real tan pronto como los declaren marido y mujer. Pero yo voy a esperar hasta el último minuto. Todavía puedes negarte, ¡solo di que no!
Le contesté igualmente en un susurro:
—No puedo, esto es lo que nuestras familias han acordado. Debo obedecerlos.
—Cian, ¡a veces debes rebelarte a lo que tus viejos han decidido para ti!
—Esperaba que Eiden hiciera algo, como hombre, él debe pelear por su mujer. Pero solo es un niño. ¿Cómo está él?
—No lo vi. Ángel me avisó de la boda casi a las dos de la madrugada, a las tres vine con mi equipo y empecé a documentarlo todo.
Entonces llegamos a la gruta de cuarzo rosa y amatista cuya entrada se había decorado ya con flores blancas, sentí un escalofrío, angustiado al darme cuenta de que había llegado la hora. Mi madre y mi tía se tomaron de las manos emocionadas, mi tío Teppo suspiró como resignado, y mi padre solo permanecía solemne como buen militar. Pero cuando entramos finalmente al manantial vimos que había alguien dentro. Era Eiden, lloroso y enojado, sentado en el agua que lo rodeaba tiñéndose de rojo. Estaba herido. Yo corrí a verlo imaginando lo peor:
—¡¿Qué te has hecho?!
—Ahora Ilmari ya no podrá casarse con nadie más…
Murmuró Eiden resentido. Entonces, la voz de Emi Ishikawa se escuchó desde una esquina:
—No se alarmen. Son heridas superficiales. Se las hizo solo para ensuciar el agua, quise detenerlo, pero… Me cuesta tanto controlar a este muchacho. ¡Me fue imposible! Lo siento mucho.
Tía Norma iba a reclamarle cuando Micky Angenoir la apartó de su camino y fue primero a gritarle a Emi, mientras los demás trataban de sacar a Eiden del agua sin tocarla y él solo se metía más en ella:
—¡Vieja arpía alcahueta! ¡Lo trajiste desde Gardenia solo para que viniera a hacer su capricho! Es una maldad, se ha metido completamente vestido, con los zapatos llenos de barro, en un manantial de agua pura que jamás había sido tocado por el hombre.
Emi Ishikawa le respondió igualmente enojada:
—¡Él me llamó! ¡Se supone que como sus mayores debemos velar por su felicidad y él ama a esta chica! No iba a negarme, salí de villa Ishikawa y fui a recogerlo tan pronto como pude.
—Si tanto te importa su felicidad entonces hubieras salvado a su madre, ¡eso lo hubiera hecho realmente feliz! Pero tú detestas a todas las demás mujeres de la familia, ¡quieres ser la única!
—¡Y tú consientes demasiado a las mujeres hasta convertirlas en monstruos! ¡Tu hija es una zorra narcisista y Kanon era incapaz de defenderse sola!
—¡Tu estabas celosa hasta de esa pobre niña!
—Tú no puedes ver un rostro bonito sin intentar algo, quizás respetes a tu hija, pero a esa Kanon…
—Estás enferma…
Entre el tumulto, todos escuchamos la voz de Ilmari que se me perdió de vista y cuando volví a verla estaba en el agua. Se había cortado un poco la mano con los cristales y vertía varias gotas de su sangre mezclándolas con la de Eiden mientras alegremente exclamaba:
—¡Acepté! ¡Ahora ya estamos casados!
Eiden corrió a abrazarla y los adultos empezaron a regañarlos, algunos hablaron de drenar el manantial, limpiar todo y volver a llenarlo con agua limpia para anular la boda; entonces yo desenfundé la espada que llevaba con mi uniforme de gala y sentencié:
—¡La ley de los místicos dice que los manantiales de las novias son sagrados! Esta ceremonia no puede ser tomada como un juego, o todas las tradiciones místicas comenzaran a perder seriedad. ¡Ilmari y Eiden se han casado! Y quien se oponga lo mato.
Luego tomé a los novios que seguían aferrándose el uno al otro, los saqué del agua de un tirón y me los llevé fuera de la gruta a toda prisa. Eiden me preguntó:
—¿A dónde vamos? ¿En verdad ya nos casamos?
—Vamos a la habitación de Ilmari, ahí es donde deben pasar su primera noche según la tradición. Pero no tengo tiempo para esperar la noche. Hagan lo que deben hacer rápido, luego de que la novia se ha desflorado ya no hay devoluciones… ¿Ángel cambió la edad de consentimiento?
—¡Sí! Si le llamas puede redactarnos un acta de matrimonio, solo debe poner nuestros nombres y firmar. Que le ponga “Ilmari Ishikawa”. ¡Ya es mía!
—Deja de hablar como si te hubieran comprado un cachorro, ¡ahora eres un hombre casado!
Por fin llegamos a la casa de Ilmari, los metí en la habitación de ella y dije:
—Listo. Voy a quedarme en el pasillo y vigilaré para que nadie los moleste hasta que… Y entonces avísenme. Deben irse con la tía de Eiden a la villa Ishikawa lo más pronto posible.
Antes de entrar y cerrar la puerta, los dos me abrazaron. Cuando se fueron y me dejaron solo, me senté en un sillón y solo me sentí extraño. Los escuchaba reír y besarse, la casa estaba sola excepto por nosotros, me levanté, caminé en círculos ante la puerta y finalmente pegué el oído en la madera para escuchar a Eiden hablar:
—¿En serio no lo has hecho antes?
—Me he tocado sola… Nada más…
—¡Ponte de rodilla, por favor!
Me alejé con espanto, como si la puerta me hubiera quemado la oreja. En aquel tiempo yo nunca había visto un video porno o algo que me diera una idea de lo que estaba pasando, así que solo estaba confundido. De repente escuché pasos, y me cuadré como si estuviera en un ejercicio militar. Era Estelle Angenoir. Venía sonriente y se me acercó para decirme al oído:
—Eres un chico extraño. Nadie quiso entrar porque no quieren correr el riesgo de oírlos. Piensan que tú estás aquí, sufriendo el rechazo y tragándote los celos, porque eres un amigo noble y los proteges. Yo les dije que entraría a ver si estabas bien, si no llorabas o algo. Pero ya sabía…
Justo entonces comenzamos a oír claramente la cama rechinando rítmicamente, Estelle me susurró:
—Tú querías escuchar. ¿Es curiosidad u otra cosa?
Después me besó y yo sinceramente no me entusiasmé por ella. No me gustaba su cuerpo, no me gustaba su rostro, no me gustaba su forma de ser, pero me paralicé. Ella me dio mi primer beso francés real y no terminaba de salir de mi estupor cuando sentí que me metía una mano en los pantalones sin dejar de deslizar su lengua entre mis labios. No supe qué hacer, solo me quedé ahí congelado, mientras mis amigos se escuchaban de fondo:
—¿Te está doliendo, Ilmari?
—No, solo me siento rellena… ¿Puedo tocarme?...
—Sí. ¿Te gusta, mi amor?
—Sí… Me encanta el sexo…
De pronto me vine en la mano de Estelle con una mezcla de enojo y disgusto; fue grotesco escuchar a Ilmari hablando así, y me molestó que Estelle me ordeñara de pie como a un animal, irrespetando el uniforme militar de gala que mi madre con tanto amor preparó. La aparté bruscamente, me compuse el uniforme con rabia y fui al exterior de la casa. Todos los invitados estaban ahí incómodos esperando a que los novios acabaran, fue algo muy bochornoso. Se me quedaron mirando como con lástima. Yo solo exclamé muy firme, harto de la estupidez de la tradición:
—No quería casarme tan pronto. Que nadie vuelva a meterse en mi intimidad. Si tengo una amante o cien, eso no debería ser problema de nadie mientras siga desempeñando bien mi trabajo.
Poco después apareció Ilmari aún con el vestido de bodas puesto y cargando una sábana blanca, solo algo despeinada y acalorada. Frente a la casa de los Peterson ya se había preparado un tendedero especial. Orgullosamente colgó ahí la sábana, mostrando la prueba de su virginidad recién perdida al consumar el matrimonio: una pequeña mancha de sangre entre una gran sección empapada en líquido. Mi tía Norma le preguntó asqueada: “¿se orinó?”, e Ilmari le respondió con serenidad:
—No. Se vino tantas veces que me rebalsó.
Los demás presentes se quedaron muy serios y callados, salvo mi tío Teppo que opinó encogiéndose de hombros:
—El pequeño Eiden es compacto pero efectivo. Es… Eh… Está bien. Vamos a tomar unas copas.
Tía Norma se petrificó con cara de soldado traumatizado, luego dijo sin quitar la mirada de la sábana:
—Meteré esa cosa a la lavadora, tú ve y empaca la ropa que te llevarás a tu nueva casa con tu marido y cuando llegues comienza a tejer.
Yanmei se paró junto a mí y me habló sin mirarme a la cara:
—Ilmari y tú sabían que yo amaba a Eiden, nunca los perdonaré. ¡Es horrible! ¡El peor día de mi vida!
Después se fue corriendo a llorar en los brazos de su amiguito don Michel Angenoir, que me dijo con una mirada fría que jamás le había visto:
—Es realmente imperdonable, Cian. Si tus padres y tus tíos no tienen corazón de decírtelo, te lo digo yo: ¡esto ha sido horroroso! Se casaron a la fuerza e irrespetando el pudor de todos al no tener al menos el recato de esperar a que nos fuéramos para hacer sus costumbres medio salvajes y ahora Ilmari sufrirá el resto de su vida en territorio de los Ishikawa y entre las garras de Emi. Con esto me has demostrado que estás del lado de ella.
Yo no me digné a contestarle, pese a que me dieron ganas de gritarle lo que su hija me acababa de hacer, fui al cuarto de Leif y me encerré. El resto del día solo dormí deseando no despertar, hasta que a medianoche revisé mi teléfono y leí un mensaje de Conny: “lo importante es que los buenos estemos siempre juntos. ¡Ánimos!” También había fotos que Ilmari y Eiden me habían enviado ya desde la villa Ishikawa, agradeciendo mi apoyo. Yo me hice un ovillo y me quedé pensando en la cama. Los amigos que quedan a tu lado al final de la tormenta son los únicos que debes conservar.
La noche del ángel caído
La mañana siguiente a la boda de Ilmari y Eiden, yo seguía dormido en la antigua habitación de Leif cuando el propio Leif me levantó a sacudones. Se veía desolado:
—Amigo, ¿qué mierda? Mi hermanita se casó con el líder de Los niños del maíz. ¿Cómo pudiste dejar que te robaran la novia en frente de todos?
—No me la robaron, solo respeté el deseo de tu hermana. Está enamorada de Eiden en serio.
Le respondí amodorrado. Él se desplomó en la cama y exclamó cubriéndose el rostro con ambas manos:
—¡Qué mierda! ¡Ese piojo miope sedujo a mi única hermana! ¡Debo matarlo! ¡Debo quemar la villa Ishikawa! ¡No hay otra opción que la venganza!
Yo me senté a su lado y traté de organizar ideas:
—No puedes evitar que las chicas se enamoren de quienes ellas decidan, tienen sus propios gustos.
—Imagina si fuera tu hermana…
Me dijo y antes de responderle me di cuenta de que yo también estaría furioso. Así que solo me levanté y comencé a cambiarme y revisar mi teléfono, diciendo:
—Bueno, ya sucedió. Ilmari se ve muy feliz y hasta Emi Ishikawa parece contenta.
—Apariencias, ilusiones falsas…Yo no quería que mi familia se involucrara demasiado en el conflicto entre los Ishikawa y los Angenoir. Emi Ishikawa es malvada, puedo apostarlo, pero por muy bien que me caiga Micky sé que hay algo en él que no cuadra.
—Eso creo. Pero no logro descifrar qué será.
—¿También lo has notado? Esta mañana anunció que comenzará a construir una nueva cárcel para ayudar “al gabinete de los ángeles”, como le dicen ahora de forma irónica a tu grupo de amigos y a ti. ¿En serio te tiraste a Estelle Angenoir?
—Solo llegamos a tercera base, no la tomo en serio. ¿Por qué crees que Micky ayuda a mi padre si se supone que al igual que tú no está de acuerdo en que apresemos masivamente a los criminales?
—No lo sé, no he querido reclamarle, antes me era difícil discernir de qué lado está. Ahora sé que Michel Angenoir está del lado de Michel Angenoir. Él solo quiere que Celes siga siendo como es. Quizás te ayudará a limpiar la villa del Cielo de delincuentes, pero no te dejará que bajes a la gente para que viva donde quiera. ¡Y sin embargo me dona dinero para comprar armas y equipar a mis hombres que están reclamando tierras al sur! Mira, por cierto, Micky está enojado contigo, me lo dijo y te daré un consejo: es mejor tenerlo como aliado. Estelle puede ayudarte mediando entre los dos, ve a visitarla.
—No. La próxima vez que me vea con Estelle sí que vamos a follar. Lo sé y no quiero precipitarlo. ¿Tú y ella han tenido algo…?
Le pregunté, Leif bajó la mirada sonriendo y asintió. Con eso me terminé de convencer de que Estelle era una cualquiera, pero aun así podría meterle el pito solo porque era una oportunidad segura. Entonces mi teléfono sonó, lo revisé y vi que Ángel me pedía ir a recogerlo al palacio para visitar a Eiden e Ilmari en su casa. Me apresuré a recoger mis cosas y antes de irme abracé a Leif exclamando:
—¡Siempre me has caído bien, hombre! ¿Realmente un día vamos a tener que enfrentarnos por nuestros ideales? Los dos queremos ayudar a la gente.
—A ti nunca te tocaría, Cian. Soy la chusma que lincha enardecida, ebria en sus propias emociones, y te quiero, chico jirafa. Pero no puedo prometerte no matar al huérfano con anteojos.
—Tendré que defenderlo de ti.
—Procura no ponerte tanto en mi camino, no te mataré, pero voy a apartarte.
Nos dimos la mano y otro abrazo, luego me fui. Ya estaba afuera despidiéndome del tío Teppo cuando pude escuchar desde donde estaba a la tía Norma gritándose con Leif. De tal palo, tal astilla. Fui al palacio y ya me esperaban Ángel y Uoliena con un regalo de bodas de parte de la reina, inmediatamente partimos hacia la villa Ishikawa tratando de no hablar directamente sobre la boda pues ya todos sabíamos que fue una experiencia terrible para todos menos los novios. Yo tenía curiosidad porque nunca había entrado aesa zona de la isla, Ángel ya la conocía y mientras yo iba conduciendo él iba en el asiento del copiloto contándome que el lugar era “como el Pote Caliente, pero con agua”:
—Me refiero a que las casas son de estilo asiático, ¡yo sé que los inmigrantes que fundaron la villa Ishikawa son japoneses y los del Pote Caliente son chinos y por eso en realidad son muy diferentes! Pero quiero decir, hay algo similar…
—Yo tampoco los veo muy diferentes, Ángel, no te preocupes. No me siento chino o algo así, solo sé que mi casa hay un montón de comida y costumbres que no encuentras en otras partes de la isla. Pero la verdad es que luego de tantos años desde que se fundaron estas ciudades, ya casi no quedan rastros de las culturas de donde emigraron nuestros antepasados, somos celestinos y ya.
—Pero te molesta si confundo las tradiciones y costumbres del Pote Caliente con los de la villa Ishikawa, ¿verdad?
—¿Qué comen en la villa Ishikawa? ¿Sushi? ¿Los saludo diciendo “konichiwa”?
—¡No! Solo háblales como a cualquier celestino.
—Eso es lo que te venía diciendo, simplemente hay que tratar a todos con igualdad y respeto. ¡Dah!
De pronto miré por el espejo retrovisor a Uoliena. Venía muy callada y preocupada. Estiré un brazo para alcanzarla y le toqué una pierna para sacarla de su ensimismamiento y le pregunté:
—¿Estás bien?
Ella me sonrió, siempre tuvo cierta conexión conmigo. Ángel me explicó entonces:
—Está preocupada porque Ilmari era una chica y ahora se fue a vivir sola con Eiden. Y tú sabes…
—La palabra con “P”.
—Cree que le hará daño a Ilmari.
Me quedé un momento pensando sin apartar la vista del camino y después le dije a Uoliena:
—¡No te preocupes por Ilmari! Ella está contenta. Cuando las parejas están enamoradas… Eso no les duele y Dios los premia con un bebé.
—Mierda, Cian, Eiden la matará con su pipi. Lo sé.
Me contestó ella gravemente y yo solo me eché a reír, Ángel intentó apoyarme:
—No, Cian tiene razón. Cuando hay amor no hay sufrimiento, y así nacen los bebés. Fin, Uoliena. No necesitas saber más por ahora. Lo que vistes era algo malo y extraño, no funciona así. ¿De acuerdo?
—¿Ustedes van a casarse también o a hacer daño…?
—Cian de seguro se casará cuando se enamore. Yo no. No quiero usar mi pipi. Así que no temas, nosotros nunca haremos daño a una chica.
Me volví a mirarlo incrédulo y le interrogué en voz baja:
—¿En serio?
—Sí, creo que soy asexual.
—¿Qué es eso…?
—Es una orientación sexual muy válida, si no la puedes comprender así pues haz de caso que me haré cura, monje, ¡seré célibe! Nunca me voy a casar ni quiero tratar a las mujeres de otra forma que no sea como mis madres, hermanas o hijas.
Me lo anunció con tanta seriedad y convicción que yo solo me encogí de hombros asintiendo. Años luego, cuando el matrimonio de Ilmari y Eiden empezó a verse desgastado, hubo momentos tensos en los que Ilmari y Ángel pasaban demasiado tiempo jugando juntos en línea, conversando por Discord y mandándose memes. Pero en realidad Ángel fue sincero y también me aventajó en encontrar su camino de vida: siempre prefirió la soledad en paz, era de nadie y de todos, libre. Poco después llegamos al lago Engla y al antiquísimo puente de piedra que lo cruza para llegar a la villa Ishikawa. La entrada estaba custodiada por la seguridad privada de la villa, ellos no permiten pasar a nadie sin una invitación. Todos debimos identificarnos y hubo un leve contratiempo porque los perros racistas que nos recibieron no creían que Ángel era un Oread. Ya me estaba hartando de ese tipo de situaciones. Al fin nos dejaron pasar y el paisaje desde el puente era realmente hermoso. Al norte podías ver la cordillera al final del lago y la desembocadura del río Seren, al este la villa con sus tejados pintorescos con el mar de fondo. Hubo que volver a identificarse al terminar de cruzar el puente y hasta entonces entramos. La villa Ishikawa se nos reveló con sus canales de agua cristalina serpenteando entre jardines y casas antiquísimas de estilo japonés. Puentes de piedra y madera cruzaban las aguas, conectando los distintos sectores de la villa. Era hermoso, pero había algo triste en el ambiente. Todos los habitantes eran ancianos y tan pocos que las calles prácticamente estaban vacías, muy distinto al bullicio y el gentío que reinaba en el Pote Caliente. Cuando llegamos a la casa de Eiden, me sorprendió ver que era en realidad un complejo de edificios casi tan grande como el palacio de Gardenia. En uno de ellos, el más grande, se había instalado Eiden con Ilmari. Los encontramos todavía alegres y emocionados, nos mostraron su casa que parecía el escenario de una película de terror japonés y me sentí mal por Ilmari que venía de vivir entre hierbas, coloridas flores y cristales a ese mundo minimalista. Almorzamos algo que ella cocinó porque su primera orden como señora de la casa fue despedir a las sirvientas pues las místicas no aceptaban que otra mujer se hiciera cargo de su hogar, y entonces noté el primer disgusto de la pareja. Ella preparó un guiso no muy bueno que Eiden insistió debía comerse con palillos porque “tradición” y por supuesto solo él podía usarlos bien. ¡Ni siquiera yo comía con esas cosas! Luego le dijo a su mujer, bastante serio:
—Debes aprender a cocinar lo que se come aquí. Ahora eres una señora de la villa Ishikawa, nuestros hijos no podrán comer esto. Tiene mucha grasa y sal.
—Pero soy mística y si no alimento a mis hijos con mucha carne se van a quedar bajitos como su papá.
—¡Todavía no he dado el “buen estirón”! ¡Creceré más! Seré hasta más alto que tú.
—Ahora sí porque te haré comer mucha carne.
Aseveró Ilmari y Eiden definitivamente no se veía a gusto. Cuando ella se fue a lavar los platos y Uoliena fue a ver los peces de un estanque cercanos, los chicos salimos a caminar por una arboleda y Ángel nos confió:
—Amigos, creo que voy a necesitar un baño pronto. El potaje medieval de Ilmari me mató.
Yo le respondí, muy tranquilo:
—Es alimento para hombres, ustedes son un par de niños sin destetar…
Eiden me confesó, tocándose la barriga:
—En ese caso, lo de hacerte hombre al perder la virginidad era mentira. Yo no sé si mi mujer cocina o prepara laxantes. ¿Tarda uno en acostumbrarse?
—Dale tiempo, ya aprenderá tus costumbres. ¿No estás contento? Ya te casaste con una mística.
Le respondí mirándolo de reojo, no dejaba de estar algo celoso. Él replicó muy contento:
—¡Sí! Ayer se bañó por primera vez conmigo. Es una costumbre de la familia, mi tía se bañaba conmigo y me ayudaba a enjabonarme, luego nos metíamos un rato a la tina. Hacer el mismo ritual con Ilmari fue algo hermoso, en especial porque fue la primera vez que nos vimos completamente desnudos. Ella se ve mucho más desarrollada que yo y me puse algo inseguro; pero me abrazó y me dijo que, aunque soy bajito, le encanto y me ama mucho.
Ángel hizo cara de asco y yo simplemente los miré de reojo mientras mordía una agujita de pino que corté al pasar. Supuse que Ilmari en su mente lo había comparado conmigo y le pareció “bajito”. Pequeño. Eso me dio cierta satisfacción malvada que guardé para mis adentros. De repente escuchamos que se acercaba un caballo, pude ver que era Leif, venía cabalgando sobre las aguas y rocas de un arroyo y los místicos no cabalgan a través de los afluentes por gusto. Él no quería dejar huellas de que estuvo ahí. Eso me hizo ponerme en guardia y me interpuse entre él, Ángel y Eiden; preguntándole mientras me levantaba un poco la sudadera para tocar mi revólver:
—¿Qué haces aquí, Leif?
—Vine a ver a mi hermana, luego me arrepentí. Preferí hablar con mi cuñado, pero mi madre me dijo que no le hiciera ningún daño, pues ella nos ha criado a todos. Que fuera paciente. ¡Yo solo quiero que mi hermana se divorcie!
—No existe el divorcio entre los místicos, recuerda.
—Solo viudas, ¿eh?
Respondió él y yo saqué mi arma solo para verla, como una forma de advertencia. Ángel y Eiden ya estaban muy tensos. Entonces Leif habló de nuevo:
—Celes necesita atreverse a hacer algunos cambios. Que los místicos concedan el divorcio cuando una pareja se casa por motivos descabellados sería un buen cambio. Quiero a mi hermana de regreso en su casa antes de que conciba un piojo Ishikawa. Mi cuñado estará listo para negociar su divorcio hoy antes de la media noche, se los garantizo.
Después azuzó a su caballo y se alejó siempre por el arroyo, perdiéndose entre los árboles. Eiden murmuró:
—Mierda, ¿el tipo Specter me ha hipnotizado? ¿Voy a tirarme por una ventana como el señor Cauldron?
Yo le repliqué:
—Si no quieres que te hipnotice, simplemente no podrá hacerlo. Su poder solo funciona con gente muy influenciable. Mejor dile a la seguridad de la isla que revise todo, tu casa, las de tu familia, seguro que Leif vino a hacer algo.
Así lo hizo Eiden y en menos de una hora habíamos notado la desaparición de Emi Ishikawa. Por ser ya cercano a la familia, fui el único militar designado a entrar y revisar la alcoba de la dama. Ahí noté algunas cosas extrañas: un pequeño libro aparentemente muy antiguo y gastado que al hojearlo resultó ser el manual de algún aparato sofisticado que no entendí porque estaba en francés, pero tenía en el título la palabra “Angenoir” y abajo otras que no entendí, me pareció interesante; además sobre una cómoda estaba una figurita de porcelana extremadamente antigua del ángel de Gardenia. Anoté el título completo del librito y después comenzamos a peinar la zona, pero no fue hasta que se revisaron los videos de las cámaras de seguridad que se notó como los mismos guardaespaldas de la aristócrata la tomaban por la fuerza, seguramente estando bajo la hipnosis de Leif, y la metían en un auto de la familia para sacarla de la villa. Había sido secuestrada. Eiden estaba alarmado, pero ni él ni Ilmari iban a aceptar divorciarse. Ella estaba segura de que, como estaba ovulando, probablemente ya estaba en cinta y Eiden pensaba lo mismo. Yo no lo podía creer porque Eiden era un niño bobo que de seguro ni tenía pelos en las bolas, pero se cerraron en esa opinión. Ángel, conmovido por todo lo que había sufrido la joven pareja y pese a que le desagradaba Emi Ishikawa que llevaba años dopando a su madre, decidió que lo mejor sería mandar un batallón de mis hombres del Pote Caliente para cazar y matar a Leif. Entonces Ilmari salió a rogar por la vida de su hermano y Eiden por la seguridad de su tía. Yo les sugerí entonces pedirle a Micky Angenoir ir como mediador con Leif, pero entonces Eiden dijo:
—Nadie detesta más a mi tía Emi que el señor Angenoir… Antes sería mejor hablar con Estelle y que ella presione a su padre. Pero ella y yo somos enemigos ahora.
De seguro habló así para impresionar a su esposa y yo, muy generosamente, me ofrecí a sacrificarme yendo a hablar con ella al mismo tiempo que me revisaba los bolsillos para asegurarme de llevar listo un condón. Me sentí como una rata, pero el instinto es una cosa muy fuerte. Dejé a mis amigos en Villa Ishikawa y partí a Gardenia. La casa de Estelle Angenoir era muy famosa, su padre por supuesto había construido un palacete justo en el corazón de la ciudad para que su niña se sintiera el centro del mundo y ella tenía una especie de orgullo perverso en que todos se dieran cuenta de quienes entraban a visitarla pues eran casi siempre hombres apuestos o importantes. Estacioné el auto frente a la casa, bajé ante las miradas maliciosas de los curiosos y fui a tocar a la puerta. Estaba bastante nervioso, no sabía muy bien qué actitud tomar cuando me abrieron la puerta. Era una criada que ya estaba preparada para mi posible visita, pues simplemente dijo: “la señorita lo esperaba más tarde”. Luego me invitó a pasar y me condujo hasta los aposentos de su señora. Ahí me dejó ante la puerta y se retiró. Yo me quedé un rato entre tímido y ansioso, finalmente toqué para saber si podía pasar y me abrió Micky, quien me miró extrañado y preguntó:
—¿Tú? Bueno. Pasa adelante.
Entré con recelo al lujoso dormitorio y vi que Estelle estaba postrada en cama con un aspecto demacrado, pero de buen humor, la miré y pregunté confundido:
—Lamento molestar ahora, pero se trata de algo serio. Eh, antes que nada, ¿estás bien?
Me respondió Micky mientras preparaba unas píldoras:
—Son achaques de un defecto en los telómeros de sus cromosomas y yo que sé, solo entiendo que es mi culpa. Fue lo mismo con mi primer hijo. ¡Esto es lo que pasa cuando se construye con bases de mala calidad y material de imitación!
Estelle opinó arrellanándose en su cama, junto a la cual pude ver una foto de ella muy joven junto a la madre de Eiden en sus épocas de estudiante:
—Nací, eso ya fue un milagro. No pidamos más, fuiste afortunado.
—Me gustaría que un día tuvieras tus propios hijos, eso me haría feliz y podrías comprenderme. No hay cosa más horrible que no dar el 100% por tu creación. Lo siento, Estelle, hubiera querido poder entregarte lo mejor, pero… Es todo lo que tengo.
—Los hijos… No tendré hijos, Michel. Tú mismo me has sembrado el miedo.
—El defecto se va borrando en cada generación. Mira el padre de Kanon, vivió hasta los setenta y algo. Es bastante. Ella seguramente hubiera llegado a vivir mucho más.
—No insistas y no me recuerdes a Kanon, es demasiado doloroso… Y bien, Cian, ¿qué era eso tan serio que debías decirme? Siéntate, cuéntame.
Yo me senté tímidamente y dije:
—Leif Peterson, Specter, ha secuestrado a Emi Ishikawa. Pretende con eso forzar a Eiden para que se divorcie de Ilmari, pero ellos no están dispuestos a hacerlo. Ángel está pidiéndome que envíe un batallón del Pote Caliente al sur contra Leif. Eso significaría poner en riesgo la vida de Leif y de la señorita Ishikawa.
Micky respondió riendo:
—La vida de Leif es la que peligra, no te preocupes por esa bruja. Tiene el corazón de una máquina diseñada para aguantar lo que sea.
Yo me levanté confundido, tratando de hacerlo ver la seriedad de la situación:
—Tú sabes bien que mi gente siempre dispara a matar. Serán doscientos hombres Micky, iremos a su casa y no quedará nadie vivo. Dile que la devuelva o todo lo que ha logrado se perderá. Leif ya estaba comenzando a ganar relevancia y respeto en el palacio de Gardenia. Con esto solo se ha hecho enemigos, pero si se disculpa podría ser que Ilmari y yo convenzamos a los demás de perdonarlo y olvidar este incidente.
—Leif no se disculpa, ya lo conoces. Pero si muere no habrá nadie que sea capaz de unir a la gente y hacerla moverse en una sola dirección. La mayoría lo sigue, aunque a él en realidad no le gusta el papel de líder sino fundirse en la multitud.
—Todos deberíamos valorar un poco más lo que puede hacer influyendo en la población.
—Sí, en eso tienes razón… Leif me sirve solo vivo.
Me respondió Micky, luego se sentó en la cama junto a su hija, sacó su teléfono y esperó poniendo el audio en altavoz. Poco después le respondió Leif:
—¿Michifús?
—Gracioso. ¿Has visto a mi exesposa?
—¿Cuál de todas?
—La más vieja, dicen que se ha perdido.
Escuchar que la misteriosa Emi Ishikawa era exesposa de Michel Angenoir me dio escalofríos, Leif le respondió riendo y tranquilo:
—¡Dicen bien! La escondí aquí en la villa del Cielo, los hombres que usé para sacarla de su casa se han matado entre sí, tal como se los ordené.
Micky me miró, suspiró y le dijo:
—Aquí está Cian Fèng. Dice que Ángel Oread va a mandar doscientos hombres del Pote Caliente a matarte si no la devuelves.
—¡Ja, jaja! Dile a Cian que no sea tonto, yo tengo mil compañeros listos para responderle si vienen. Si no me regresan a Ilmari, no les regresaré a la Ishikawa.
Yo le contesté alzando la voz y ya enojado:
—Leif, Ilmari se casó con todos los honores de los místicos y está enamorada de Eiden. No aceptará divorciarse pues ahora está luchando por su nueva familia. Si sigues con este capricho, tendré que obedecer las órdenes de Ángel e ir a enfrentarte. Matarás a muchos hombres buenos y quizás ganes esta batalla, pero desatarás una guerra que a la larga no ganarás. En unos meses llegará el nuevo armamento y equipo para el Pote Caliente, y las guerras no las ganan quienes tienen más hombres sino quienes tienen mejores armas.
Luego Micky intervino:
—Sí, realmente esta es una mala idea, Leif. A la larga quienes van a sufrir más son los inocentes y la infraestructura. Las guerras no ayudan en nada al paisaje urbano…
—¡¿Qué demonios?! ¿Michel Angenoir, no piensas en otra cosa que no sean tus jodidos edificios y el aspecto de la jodida isla?
—¡Realmente no, Leif! Desde mi visión integral todos somos parte de la isla y debemos organizarnos de la forma más armoniosa posible. Debes estar a juego con los edificios o irse, o esconderse.
Yo me froté el entrecejo ya harto de oír a ese par de locos retorcidos y luego Leif dijo:
—Hagamos esto, Micky. ¿Recuerdas que tú me dijiste que te gustaría desarrollar la costa de la isla, pero no podías porque la reina te negó todas las licitaciones en la zona de la playa con arena porque su hijo tenía no sé qué proyecto? Pues tengo una comunidad marginal viviendo en los riscos del suroeste, chozas construidas casi en vertical, algunas datan de hace cientos de años…
—¿Hablas de la barranca de los piratas? No, por favor, eso es un basurero… He luchado desde que vine a la isla por desalojarlos y que no aparezcan en los mapas, es lo peor y más sucio…
—¡Necio! Los casinos y cabarés que los Oread están cerrando en Gardenia y a la larga solo te generan pérdidas, podrían reabrirse ahí. ¡A ti de seguro se te ocurrirá alguna forma de que las construcciones sean seguras! Mi gente te lo agradecerá, hay veinte mil almas en ese barranco y todos son pescadores fuertes, temerarios y leales. Ayúdame con eso y te regreso a tu exmujer en paz.
—Bien… Acepto… Pero ¿qué haremos con Ángel Oread? Seguramente pedirá que se te juzgue como criminal por secuestrar a Emi.
—¡Tú puedes hacer que ella no presente cargos! Solo debemos eliminar las evidencias, hay cuerpos…
Yo moví la cabeza en un gesto negativo de rechazo y Micky se despidió diciendo:
—Très bien... Ah, déjame ir a la villa del Cielo y ahí hablaremos de esto… Cian sigue aquí. Te veré luego.
—Solo un gobierno de niños podría ser peor que un gobierno de mujeres.
Le contestó Leif y cortó la llamada. Entonces yo miré a Micky y le pregunté:
—¿En serio? ¿Van a destruir pruebas del secuestro como criminales de cuarta? Yo vi a Leif amenazando a Eiden en la villa Ishikawa, hay videos de los hombres llevándose a la dama por la fuerza.
—Claro, pero ninguna evidencia de que fue culpa de Leif. Deja las cosas como están, Cian. Vuelve con tus amigos y los adultos no encargaremos de todo. He velado por la paz en esta isla desde mucho antes de que nacieras tú o tus padres.
—Vivir reprimidos y resignados no es vivir en paz.
Entonces Micky guardó su teléfono girando los ojos y quejándose:
—Ingratos... Se les dio un hermoso hábitat y ustedes quieren modificarlo en base a su mal gusto. Como dijo un joven arquitecto una vez: “la arquitectura es el punto de partida del que quiera llevar a la humanidad a un mejor porvenir”. ¡Pero para eso la humanidad debe someterse a la arquitectura!
Luego de eso se fue y me quedé solo con Estelle, ella me tomó una mano, sentándose en su cama y me suplicó:
—Ya no te entrometas. Emi volverá a casa. Michel tiene razón, él siempre encuentra la forma de que las cosas no se salgan de control.
—Él siempre mantiene a la isla estancada. ¿Qué es tu padre? Dime la verdad, tú debes saberlo.
—¡Es el arquitecto de Gardenia! No lo molestes más, Cian. No es algo maligno, ni quiere dañarte. Solo hace lo que quieren que haga, es una herramienta. Hay muchos otros arriba de él.
No me atreví a preguntar más y me disponía a irme cuando Estelle me detuvo para darme un beso. No la rechacé, pero tampoco me quedé para más, no estaba de humor y creo que ella en realidad tampoco. Ya iba de regreso a la villa Ishikawa cuando mi padre me habló, dijo que nuestros hombres ya estaban rastreando el sector sur de la isla en busca de Leif; yo le advertí que podríamos quedarnos cortos ante la cantidad de rebeldes que lo apoyaban. Él me dijo que convocaría más soldados y yo decidí no darle más detalles e ir por mi cuenta a ver cómo estaba la villa del Cielo. Para mi sorpresa, en el camino me encontré unos compañeros que caminaban por el valle inspeccionando la zona sobre la cual flotaba la villa; con ellos estaban mi padre y Yanmei que lo había acompañado para no pasar la tarde aburrida en casa. Se veían tranquilos, obviamente ignorando que Leif estaba en la villa. Me estacioné cerca y bajé a saludarlos. Yanmei rápidamente se alejó, ignorándome. Mi padre me comentó en voz baja:
—Está muy enojada contigo y con Ilmari. Para colmo hace unas semanas tu madre me contó que… Bueno, su cuerpo ha desarrollado y ya se ve que se volverá más enojada ahora que es una señorita.
—Entonces es eso… Ayer apenas me fije en ella, ahora ya más relajado veo que hasta tiene busto… Qué triste, papá, ¿así de repente crecen los niños?
—¿Por qué te parece algo triste, Cian?
—No sé. Es que mientras más me hago adulto, más sucio y malo me parece el mundo y la gente.
—Es lo normal, hijo. Ya te acostumbrarás.
Me replicó tocándome un hombro, creo que él fue el único que aceptó mi decisión de no casarme tan pronto y conocer a varias mujeres antes de decidirme por una. Caminé con ellos un rato hasta que vimos un ratero intentando abrir un auto caro de cristales oscuros estacionado en una de las veredas del prado. Mi papá lo miró atentamente y dijo:
—Ese Mercedes de cristales polarizados…
Yanmei le respondió, yendo a confrontar al ladrón:
—Es de Michel Angenoir. ¿Cómo se atreve a tocarlo?
Fui tras ella por precaución, aunque ya sabía que mi hermana pese a ser una chica tan joven era capaz de noquear a un hombre adulto. Para mi sorpresa, no solo hizo eso, sino que también tenía la misma fuerza y brutalidad que tenía yo al pelear. Todavía no salía de mi asombro cuando casi al final de la pelea dio un grito e hizo que el delincuente se elevara en el aire y después lo estrelló contra el piso. Mi padre me contó con orgullo:
—Es muy precoz, ya descubrió su don místico: telekinesis. Lo consiguió mucho antes que Ilmari que es una mística pura y criada en Adalsteinn.
Yo me encogí de hombros, un poco aturdido por lo que acaba de ver. Luego le dije que iría a echar un vistazo a la villa del Cielo, que iba flotando sobre nosotros, en caso de que Micky estuviera ahí; él se preocupó un poco, me pidió estar comunicándonos en caso de que hubiera problemas y envió a otros seis compañeros armados conmigo. Ya íbamos abordando el elevador cuando escuchamos una especie de trueno en el cielo y el eco de una explosión. Toda la villa se movió un poco y cambió de curso. Eso era totalmente anormal. Mi padre ordenó a los que se quedaban en tierra alejarse un poco, pidió se le enviara el único helicóptero de la isla y el Pote Caliente como apoyo y a mí me ordenó descender si algo empeoraba allá arriba. Yo asentí y subí con mis compañeros. Arriba todo estaba demasiado en calma, no había gente fuera de las casas y los negocios se cerraron tan pronto que incluso las mercaderías seguían dispuestas en la calle. Pude notar que algunos habitantes nos veían por las rendijas de sus ventanas. Todos desenfundamos nuestras armas y empezamos a recorrer la villa, vimos que uno de los colosales globos que la sostenían estaba desinflándose y entonces escuché unos disparos; todos nos pusimos alerta y después escuchamos la voz de Leif, gritándole a alguien:
—¡No me molestaría morir contigo si estuviéramos los dos solos!, ¡pero vas a masacrar a todo un pueblo simplemente porque te sientes muy enojada!
Poco después lo vi correr por una calle, no difícil notar a un místico de dos metros con el pelo largo hasta la cintura. Fui tras él y me di cuenta de que seguía a una chica que ágilmente saltaba por los tejados con una especie de vestido azul medio abierto que dejaba al descubierto sus largas y pálidas piernas. Le grité a Leif que no disparara y rápidamente trepé por las paredes y techos hasta alcanzarla, ahí me di cuenta de que era Emi Ishikawa, que al verme dejó de huir y corrió a mis brazos. Al sentir su pequeño cuerpo aferrándose a mí, me dio una especie de ternura y la calmé diciéndole que todo estaría bien. La tía Emi resultó ser más atlética y ruda que su sobrino Eiden. Bajé de un salto con ella en brazos y después la puse cuidadosamente en el suelo. Luego ella me hizo inclinarme y me besó una mejilla haciéndome sonrojar y diciendo:
—Tú sí eres realmente un ángel, ¿verdad?
De repente Leif se nos acercó y ella con un rápido movimiento le disparó algo con las manos. Eran las mismas agujas que usó Eiden y hubieran matado a Leif de no ser porque justo en ese instante apareció Micky Angenoir ocultando su identidad bajo una bufanda como solía hacer al salir en público e interpuso su mano clavándose él las agujas, cuyos hilos haló con una fuerza que no me esperaba de ese hombre de aspecto delicado. De un tirón atrajo a Emi hacia él, atrapándole una muñeca, arrancándose las agujas y exclamando:
—¡Clávame todas las que quieras! Estas tonterías no le hacen nada a mi sangre de agua teñida de rojo. ¡¿Te das cuenta de lo que has hecho?! La villa no se caerá de pronto, pero le has alterado el curso y su equilibrio, ¡irá inclinándose hasta ir a estrellarse con Gardenia!
—¡¡Eso es justo lo que quería!! Derrumbar a todos tus malditos edificios de una vez. ¿Crees que en todos estos años no he ido aprendiendo un poco de tus mañas?
Entonces la soltó empujándola bruscamente y replicó:
—Has demostrado que, si se necesita inteligencia para construir, para destruir se necesita justamente lo opuesto.
Luego nos dijo a Leif y a mí:
—Ya revisé el daño e hice los cálculos. La estructura todavía puede salvarse, sacrificando una sección mientras siga en el área donde el viento se encajona y la hace seguir su circuito eterno. No hay otra solución, esta horrible quimera sin sentido no está diseñada para sobrevivir intacta en este tipo de casos. Toda esta parte se va al piso.
Leif le preguntó, guardando su arma:
—¿Cómo se puede hacer eso y cuánto tiempo hará falta? ¿Habrá más muertos?
A lo que Angenoir le respondió:
—Se puede hacer rápido con explosivos y no tendría que haber más muertos, los cuatro que provocaste y los siete que mató Emi ya son bastantes. Yo no puedo permitir que los seres humanos sufran daño, ni siquiera por mi inacción, es algo que me propongo cada día y realmente me cuesta cumplir; así que esperaré hasta que estén todos seguros. Ayúdame a sacar a la gente de esta zona, necesito ir al eje de esta plataforma que está allá en el extremo. Un diseño verdaderamente tonto… Y date prisa, antes de que la villa salga de la zona segura. Por los cuerpos ya no te preocupes, con suerte no quedará nada de lo que caiga al suelo.
Entonces yo me acerqué a Micky para preguntarle:
—¿Qué pasará con la gente que esté abajo? Mi papá y mi hermana están en el valle.
Él se volvió a mirarme sobresaltado y exclamó:
—¿Tu hermana? ¡Baja inmediatamente y llévalos al menos a unos cinco kilómetros lejos de la villa! Voy a llamar a tu padre para explicarle.
Cuando me fui, llevándome a Emi Ishikawa del brazo, lo vi hablando por teléfono mientras se alejaba entre las callejuelas de la villa del Cielo. Ya en tierra firme, nos alejamos hasta una zona segura y nos quedamos ahí mirando a la villa. Papá seguía en contacto con Leif Specter y Michel Angenoir por teléfono, yo por mi parte llamé a Ángel y le conté todo. Recuerdo que ya anochecía y me aparté un poco del grupo para comentarle a mi amigo las rarezas que averigué sobre la misteriosa vida de Emi Ishikawa, él me preguntó sobre el título del manual que vi en su habitación y saqué mi libreta para deletreárselo porque estaba en francés. Ángel me tradujo:
—“Herramienta de diseño asistido por inteligencia artificial general”, ¿para qué lo usará?
En ese momento se escuchó una explosión tan grande que retumbó en toda la isla, y una bola de fuego se encendió a un costado de la villa del Cielo, apagándose casi inmediatamente mientras una masa de escombros caía al piso. Papá, que estaba en videollamada con Leif, le preguntó cómo estaban. Y yo con el oído agudizado por la alerta pude escuchar a través de la bocina de su teléfono:
—Se cayó Michel, él estaba en esa parte de la villa. Lo vi irse entre las llamas, ¡se cayó Michel!
Emi Ishikawa se desplomó sobre sus rodillas tomándose el pecho y los demás solo permanecieron en silencio por un buen rato. Nadie decía nada. Finalmente, yo me acerqué a papá y le pregunté:
—¿No debemos ir a recuperar los cuerpos?
—Es que ahí está Michel…
Cuando Yanmei lo escuchó, se acercó corriendo al lugar y yo también fui lentamente tras ella, junto a todos los demás. Volví a preguntarle a mi padre:
—¿No quieres mirar sus restos?
—Es que no sé qué vamos a ver si lo encontramos…
Como una forma de consuelo, pude ver que la villa del Cielo volvía a enderezarse y a recuperar su curso, alejándose de Gardenia. Angenoir tenía razón y de momento no me pareció raro que hiciera los cálculos tan pronto, solo con inspeccionar la estructura. Cuando nos íbamos acercando a la zona del impacto, vimos que una gran parte de los pastizales se habían incendiado y de los escombros venía saliendo una persona. No le costaba caminar, se le veía venir tranquilamente con las manos en los bolsillos. Conforme se fue acercando, varios hombres gritaron palabras soeces o se persignaron. Era Michel Angenoir con el rostro medio chamuscado y literalmente roto, como si fuera de plástico. Podía verse parte de un cráneo hecho de algún material que no era hueso, pero se le parecía, y un ojo totalmente expuesto sin párpados. Emi Ishikawa se le acercó con compasión, pero él, con lo que le quedaba de labios, le habló en tono desdeñoso:
—¿Esperas que el dolor me reblandezca? Pues te equivocas. Solo me enoja un poco más. Yo no tendría por qué estar experimentando esto, es grotesco, ¿para qué? Si realmente sientes algo de lástima, o lo que sea, dime, tú tienes el manual, ¿cómo apagar?
—Se debe apagar desde el corazón.
Le respondió Emi lánguidamente. Él la miró un rato, suspiró y finalmente nos dijo a los demás con su habitual buen humor, solo que luciendo como si recién hubiera salido del infierno:
—Bueno, ¿nadie me va a preguntar quién es mi sastre? Este traje aguanta más que mi cara. Y para colmo no recuerdo dónde estacioné mi auto.
De pronto mi hermana Yanmei salió corriendo a abrazarlo con los ojos llorosos y él le acarició el cabello, con las falanges hechas de quién sabe qué material sintético expuestas, mientras ella le interrogaba:
—¿Te vas a morir?
—No, ma chérie. La suerte nunca está de mi lado.
Después se sacó un pañuelo y se inclinó para secar las lágrimas de mi tonta hermana menor, comentando:
—Creí que me odiarías al verme así.
Yanmei le contestó tocándole la piel quemada con las yemas de los dedos:
—¡Nunca me ha importado tu aspecto! De hecho… Creo que te ves medio afeminado, flacucho y raro... Pero me encanta pasar tiempo contigo. ¡Por mí podrías no tener cuerpo y aun así me gustarías!
Después le dio un rápido beso en los restos de sus labios y él se quedó tan incrédulo y sorprendido como todos los demás. Luego miró a Emi Ishikawa como recriminándola y yo tuve que actuar, porque todo aquello era ya demasiado extraño. Tomé a mi hermana de un brazo apartándola de él y le grité:
—¡No te le acerques a mi hermana menor! ¿Qué carajos eres? ¡¿Qué mierda eres?!
Michel Angenoir me respondió con calma, antes de irse a buscar su auto:
—¿Conoces el AutoCAD? Pues yo soy mejor.
Desde esa noche, temí y desconfié del rarísimo Micky de Gardenia.
La vez que fui el peor mujeriego de Celes
Pasaron un par de meses luego del extraño incidente en la villa del Cielo, cuando una mañana mientras Eiden, Ángel y yo nos matábamos de ansiedad haciendo papeleos en las oficinas del palacio, apareció Ilmari llamándonos a los gritos y muy contenta. Venía a mostrarnos una prueba de embarazo, ya estaba esperando su primer bebé. Eiden, lleno de orgullo, nos convidó a todos los hombres un cigarrillo que salí a fumar por primera vez en los jardines. Por poco y me asfixio, pero aprendí. Nos quedamos ahí platicando un rato, aprovechando el momento para almorzar y descansar un poco. Ángel estaba preocupado por su madre, como solía ocurrir:
—Ha dejado la medicación, pero sigue sosteniendo la historia del monstruo en el palacio. No sé, la noto más fuerte, más lúcida, pero los médicos que trae Emi Ishikawa siempre dicen que es una alucinación y no dejan de prescribirle los mismos sedantes que ya no quiero darle. Tengo muchas sospechas…
Yo le sugerí entonces:
—¿Y sí la ayuda el hermano de Ilmari?
—¿El albino loco que la sacó a bailar?
—Puede hipnotizarla para que recuerde bien qué pasó. ¿Qué tal si dice la verdad?
—Hay que medicarte a ti también, Cian…
—No, piénsalo… Angenoir no es algo normal y su hija me dijo que él es solo una herramienta de otros con más poder que él, podríamos estar enfrentando cualquier cosa. Incluso algo monstruoso.
—Es la hora de la conspiración con Cian Fèng: son reptilianos, illuminatis, ¡reptilianos illuminatis!
Bromeó Ángel y Eiden apoyó mi idea diciendo:
—Ríete, Ángel, pero yo siempre he pensado eso mismo. Tú y tu madre en realidad no tienen ni una gota de sangre de los Oread, los reales ya se extinguieron en la isla. Nunca supimos realmente quienes eran. O qué eran. Dejaron abandonada “su casa de veraneo”, creo que perdieron interés en Celes desde 1900 y desde entonces ha estado en automático a cargo del abuelo Angenoir. ¡Y mi tía Emi! Ella también esconde algo.
Nos quedamos un rato en silencio, después Ángel le dijo a Eiden, con cierta preocupación:
—Todavía hay un Oread. Tú.
—¡¿Vas a desconfiar de mí?!
—No… Pero debes saber que tarde o temprano el resto de tu familia paterna quizás se interese en ti, deberías estar preparado y cortar lazos. Dicen que hay más de ellos en las tierras continentales y tú nunca has sido muy apegado a tu familia materna, de hecho, nunca te he visto defender a tu madre de las cosas que la señorita Emi dice de ella.
—¿Qué dice mi tía Emi de mi madre?
—Nada abiertamente negativo, pero cuando da a entender que no se opuso al rey, que debió ser más cuidadosa… Es como si la culpara.
—¡Es que en parte fue su culpa!
—¡No, Eiden, la violaron! Y te has dejado envenenar por tu tía Emi. Yo ya no confío en ella. Quiero decirte una cosa, voy a prohibirle que siga viendo a mi madre. ¡Y tú también deberías alejarla de Ilmari!
Por fin Eiden le respondió ya enojado:
—¿Tienes pruebas de que sea realmente tan mala?
Ángel sacó su teléfono y nos lo mostró diciendo:
—Juzguen ustedes. Dejé la cámara grabando en el dormitorio de mi madre y obtuve esto.
En la pantalla podía verse a la reina frágil y triste mirándose en el espejo de su tocador, hablando sobre su encuentro con Leif en el baile mientras Emi la peinaba:
—Debe ser al menos diez años menor que yo, ¡pero de qué forma me miraba! ¿Crees que realmente no le importe mi pasado…?
Entonces Emi le respondía con rudeza:
—Abre los ojos, ¡a los hombres no les interesa si eres bella o si eres pura! Se conforman con que tengas un agujero y estés dispuesta. Lo que le hayan dicho de tu vida y los detalles horribles que te avergüencen en realidad le importarán poco. Siempre habrá un charlatán que te diga que eres la flor más fragante del jardín, aunque solo seas otra maleza ordinaria. Mantén los pies en la tierra y recuerda: no es verdad. Son las palabras de un desesperado, porque cuando un hombre ama en realidad no lo hace solo con la verga, lo hace con la mente y el corazón, ¡y no elige revolcarse con la podredumbre! Él no puede amarte ya, y si lo hace será solo por lástima.
Yo alcé una ceja y comenté:
—No deja de sorprenderme lo dura que es detrás de su aspecto delicado. Emi Ishikawa es una mujer interesante… Y quizá peligrosa.
Ángel me contestó guardando su teléfono:
—¡Es cruel! Y te lo digo, Eiden, si no te alejas de ella voy a considerar el poner a otro primer ministro. ¡Ya tienes tu propia familia! Cuida a la madre de tus hijos, no la dejes en manos de esa Emi.
Vi que Eiden se quedó un rato mirando al piso, preocupado, luego Ángel lo abrazó y le dijo:
—Oye, siempre has sido mi mejor amigo, como mi hermano. Solo quiero que conserves la felicidad que has alcanzado. Tómate la tarde libre, ve a casa y descansen con Ilmari.
Eiden le devolvió el abrazo y mientras se alejaba, Ángel me habló con seriedad:
—No estoy en paz con Emi Ishikawa metida en todo. ¿Pero crees que haré bien echándola del palacio?
—Si Eiden también le pide no poner un pie en su nueva casa, se sentirá abandonada.
—¿Qué importa? ¿Por qué le tienes compasión?
Yo me encogí de hombros y dije:
—Es linda. ¡Y fuerte!
—Si tanto te gusta, hazme un favor y vigílala. En verdad me preocupa que le haga algo a Ilmari. No me gusta como la mira de pies a cabeza, con desdén.
Asentí por respuesta, le hice un saludo militar y me alejé. Poco después recibí un mensaje de Conny. Le habían informado que una gran cantidad de camiones con materiales de construcción se estaban dirigiendo al sur, y cientos de albañiles construían en los acantilados; por lo cual la gente estaba preguntándose si tenían los permisos necesarios. Yo ya estaba al tanto del problema, Ángel y Eiden habían decidido hacerse de la vista gorda porque no teníamos dónde meter a los que vivían en la zona marginal que estaba ahí. Le dije que mejor no diera explicaciones claras al respecto y se enojó un poco. Eso me cayó bien, no iba a dejar que le ordenáramos desinformar a la población. Así que le pedí vernos esa noche para darle más detalles sobre la situación y decidir qué hacer. Ella misma me invitó a ir a un bar, yo esperaba encontrarnos en un café o algo así, pero acepté, aunque jamás había ido a un sitio como ese. Mis padres ya me habían dado la libertad de dormir fuera de casa, así que decidí empezar a aventurarme un poco más en el mundo de los adultos. Al principio fue un poco incómodo estar en un lugar donde se vendía alcohol porque no sabía qué pedir, creo que Conny lo adivinó y ordenó que solo me trajeran un refresco. Ella pidió algo más fuerte, me preguntó si quería probarlo y estaba amargo. Al menos ella estaba contenta de que compartiéramos el vaso, ¡cosas de mujeres, supongo! Le expliqué la situación en los acantilados, Conny lo comprendió y me hizo ver otro problema: existían al menos cinco revistas y periódicos independientes que estaban dando sus propias versiones de todo, ella creía que no era aconsejable reprimirlos. Yo no estaba de acuerdo y hablábamos sobre esto cuando apareció Leif Specter y Michel Angenoir, aparentemente los habían echado de otro lugar por revoltosos. Micky fue el primero en vernos y aunque traía medio rostro cubierto por una bufanda pude notar que ya estaba “reparado” y que le disgustó verme con la chica que lo había rechazado meses antes. Le dijo algo casi al oído a Leif y él nos miró con su forma de ser irreverente al punto de ganarse enemigos, se nos acercó extendiendo los brazos y exclamó:
—¡Alguien dejó entrar un niño al bar! ¿Desde cuándo se le puede vender alcohol a menorcitos?
Le contesté sin mirarlo:
—¿Qué te pasa, Leif?
—Pasa que estás con la latina y ella ha regado el rumor de que el franchute y yo somos maricas.
Rápidamente, Conny le respondió:
—¡No, yo no dije eso! De hecho, es un shipeo que nació en redes sociales, las chicas creen que ustedes hacen una linda pareja, y eso en realidad es bueno porque su popularidad…
Leif la interrumpió gritando, siempre escandaloso, ¡como si no quisiera dejar dudas de ser el hijo de Norma Petersen!:
—¡Soy un místico! ¡Soy uno de los hombres más heterosexuales de esta isla! ¡Soy tan heterosexual que no tengo una sola amiga del sexo opuesto! ¡Me encanta la compañía de los machos, hacer cosas de hombres y ser hombre! ¿Verdad, Michel?
—Suenas definitivamente gay, pero yo no lo soy, aunque me veo definitivamente gay.
Opinó Micky, a lo que Conny comentó entre dientes y moviendo su bebida, como recordando algo horrible:
—Ojalá fuera gay y no… Lo que sea que es eso…
Esto me puso en modo hostil, especialmente porque recordé que el Michifús andaba demasiado cerca de mi hermana menor. Me levanté de la mesa y hablé en forma retadora:
—¿Así que muy hombres? ¿Y por qué andan como venaditos asustados construyendo sus casitas a escondidas en los acantilados? El mes pasado vino el primer cargamento de equipo para el ejército. Una tanqueta bastaría para demoler tu casa de madera en los prados, Leif. Si todavía existe es porque mi padre te defiende. Yo ya te la hubiera tirado y mandado de regreso a la cordillera con tu mamá.
—Y yo te mandaré al Pote Caliente a jugar con las Barbies de tu hermanita.
—Por lo menos la mía juega con Barbies y no con su futuro, como la tuya que ya está bien preñada. ¡Felicidades! Vas a ser tío de un Ishikawa.
Escuchar esa noticia lo terminó de poner rabioso y gritó:
—¡He tenido suficiente de tu mierda! Sin tus armas y tus soldados no eres nada, Cian Fèng. Te voy a recordar que todavía eres un niño.
Yo me puse en guardia y Leif se empezó a quitar la gabardina, la chaqueta y la camisa, su torso descubierto no era tan impresionante como el de mi enorme tío Teppo; pero eran dos metros de estatura y quizás cien kilogramos de músculo y salvajismo norteño. Algo me dijo que no iba a ser una pelea sencilla. Como solía ser, empecé con unas patadas altas, él simplemente me detenía los golpes con el antebrazo como si no fueran más que empujoncitos. Luego de un manotazo me hizo perder el equilibrio, pero me levanté de un salto y literalmente echando chispas. Me estaba enojando en serio. Volví a lanzar dos otres ataques, él ni siquiera me intentó esquivar y trató de darme algunos puñetazos que conseguí evadir sin problemas, pero al último logró asestarme uno en las costillas y empecé a perder fuerzas. Ahora comprendo que en esa situación el tamaño no estaba de mi parte y tuve que haber sido más astuto, buscar una forma de usar eso a mí favor, pero era un muchacho tonto y solo seguí intentando ganar a base de mi fuerza bruta que no sería suficiente. Leif consiguió arrinconarme después de unos golpes y me dejó hecho trizas. Aun así, no me noqueaba, yo seguía en pie con un labio roto y renqueando. Hice un último esfuerzo y me le abalancé con un fogonazo, él se hizo a un lado y me detuvo el aire atrapándome entre sus brazos para tirarme al suelo y ponerme una rodilla sobre la espalda. Entonces me rascó el cabello como a un niño pequeño y dijo:
—Basta. Odio hacerte daño, Cian. Somos familia.
Después se puso de pie, me levantó tomándome de un brazo y lo aparté de un empujón. Yo estaba realmente enojado. Conny corrió a sostenerme y gritarle un poco a Leif, pero Micky Angenoir se interpuso entre los dos pidiendo paz. Ella en respuesta lo golpeó y jaloneó un rato hasta que él pacientemente le recordó que “eso le gustaba”. Entonces lo empujó lejos de ella y se puso a llorar abrazándome mientras el franchute se fue riendo con su amigote. Esa noche juré vengarme. Le llamé a Ángel y le avisé que no llegaría a dormir, que no se preocupara; luego acompañé a Conny hasta su auto, fui al mío y después de conducir un rato sin rumbo por Gardenia para darme valor fui a la casa de Estelle Angenoir. Ella me abrió la puerta y se preocupó al verme todo golpeado. Me invitó a pasar a su sala de estar, donde me recostó poniendo mi cabeza en su regazo y me limpió con un paño húmedo mientras yo le contaba todo lo sucedido. Luego de escucharme, ella opinó:
—¿Por qué los hombres siempre quieren demostrar cual es más fuerte? No debiste enfrentarte a Leif, es doce años mayor que tú. Más pesado y con más mañas.
—No puedo demostrar debilidad, menos ante Leif y tu padre. Ellos creen que pueden hacer lo que les venga en gana con la isla.
—Leif solo quiere libertad para todos y Michel no piensa más que en lo estético.
—En realidad no me importan esos dos, me preocupa la gente para quienes trabajan.
Ella me confió:
—Ya no hay nadie fuera de Celes interesado en Celes. Antes, cuando había curiosidad por los humanos con poderes psíquicos que solo pueden encontrarse en esta isla, decidieron hacer del sitio un lugar turístico muy exclusivo donde estudiar a los celestinos y además relajarse. Michel fue una herramienta para acondicionar la isla, la querían hacer lo más romántica y mágica posible. Pero luego empezaron las guerras mundiales, se convencieron de que los celestinos realmente no eran tan útiles, y se perdió el interés. Celes pasó de moda.
—¿Quiénes fueron estas personas detrás de todo?
—No lo sé, los Oread, todos esos ricos decrépitos que se arrastran por Gardenia. No tenemos idea del poder que el dinero y la tecnología pueden alcanzar. En especial conforme pasan los años. Llegará un punto en que la humanidad avance tanto, y se pervierta tanto, que ya no habrá límites para su ambición. Ni siquiera en el tiempo y el espacio. Mejor agradezcamos que perdieron interés en nosotros, es preferible que vivamos así, Cian. Lejos de todo y todos, en nuestro propio mundo.
—La solución no es esconderse, sino ser nosotros mismos. Luchar por nuestra identidad y autonomía.
Me quedé un momento mirándola, le toqué el rostro para sentir su piel aterciopelada y le pregunté:
—¿Cómo pudiste nacer de esa cosa? ¿Cómo nació él? No pudo salir de una mujer.
—Supongo que lo hicieron en una placa de Petri… O un taller. Cuando era niña, Michel me decía que en un principio él no podía tener hijos. “Era un ángel”. Pero después una mujer mala lo quiso poseer. Habrán modificado el diseño original a las carreras, y con el descuido salieron mal las cosas. Sus hijos no somos muy fuertes ni muy sanos.
—Esa mujer mala era Emi Ishikawa, ¿verdad?
—Nunca ha querido decírmelo. Pero ¿tú qué crees?
—Que sí… Pero no puedo creer que sea más mala que tu padre. Él nos mira a todos como piezas del paisaje que construyó para sus amos. No le importan nuestros sentimientos, mucho menos si estamos de acuerdo en vivir así o no.
Estelle me dio un beso suave, diciendo:
—Hace años que Celes es libre. Ya no hay “amos”. Lo que la mantiene atada son los mismos celestinos. Si ellos quieren, pueden seguir resignados a dejar las cosas como están o desarrollarla hasta hacerla el hogar que siempre han soñado tener.
Luego nos besamos un rato hasta que nos empezamos a meter las manos bajo la ropa y ella me preguntó si quería ir a su cama. Le dije que sí, y partir de ese momento me comporté como un imbécil. La llevé a su habitación, le arranqué el vestido y las pantaletas, la tiré en la cama, me bajé los pantalones, me puse un condón e intenté penetrarla así nada más. Ella, discretamente, alcanzó una crema de manos de su mesa de noche y lubricó como pudo. Cuando deslizó lo suficiente, entré de golpe hasta el fondo. La sensación me encantó, le chupé el cuello, la mordí, la lamí, estaba fascinado con su delicado cuerpo de mujer y su suavidad; me vine una vez, pero no se me bajaba la erección, quería más y no traía otro condón, pero no me importó. Eran las once de la noche y seguí follándola hasta las tres de la mañana, cuando la dejé sin aliento y con una sonrisa leve. Tendida en la cama se veía como un ángel, la contemplé con una especie de vanidad ridícula ante lo que le había hecho y le saqué una foto. Luego me vestí, le di un beso y me despedí. No quise dormir con ella. Fui en mi auto hasta una plaza, ahí compré cigarrillos y me quedé fumando en una terraza mientras contemplaba el paisaje. Después miré a la foto polaroid de Estelle. Estaba tan orgulloso de cómo la había dejado que le hice una foto con mi teléfono. Después busqué a Michel Angenoir en las redes sociales y cuando lo encontré, en un perfil donde solo publicaba imágenes de edificios, se la mandé por mensaje privado. Para mi sorpresa, casi inmediatamente la vio, pero no respondió, solo me dejó en visto. Después me fui a dormir al palacio. El día siguiente lo pasé normal, desvelado, pero como siempre. No me sentía especial y el orgullo eufórico de la madrugada había desaparecido. No sentía nada. A la hora del almuerzo, le pedí a Ilmari que comiera conmigo a solas. Llevamos nuestros platos a una glorieta de los jardines y ahí hablamos un poco sobre que yo no estaba del todo contento con su embarazo siendo ella tan joven y le conté todo lo que pasó la noche anterior. Ella me interrogó:
—¿Te sientes arrepentido?
—Un poco, más bien desilusionado. No fue tan genial como creí que sería.
Le respondí mirando al suelo. Ella me dio unas palmaditas en la espalda y me dijo:
—Es que solo fue sexo sin amor. Cuando lo haces enamorado se siente como lo más maravilloso del mundo, no te quieres levantar al final, solo quedarte abrazando y besando a tu amor toda la noche.
—¿Y cómo sabes que te has enamorado?
—Sientes calma con esa persona. Sientes que será fácil pasar el tiempo a su lado, quieres cuidarla y darle cariño. Es como encontrar a un familiar.
“Hm”, le contesté y me limpié una lágrima, no sé por qué, solo estaba nervioso. Ella me abrazó y me sentí un poco mejor. Horas luego, cuando estaba ocupado inventariando las nuevas armas que se enviarían al Pote Caliente, recibí por fin una respuesta de Micky. Él simplemente escribió:
“Estelle te ama”.
Yo me quedé un poco consternado. No le contesté por un rato, luego me limité a mandarle el emoji de un pulgar.
En los meses siguientes, seguí acostándome ocasionalmente con Estelle. Casi siempre después de sus presentaciones en el teatro. Iba a verla bailar con su pulcro vestido blanco de ballet y eso me calentaba, me la follaba con fuerza en el camerino inmediatamente después de que salía del escenario. De vez en cuando recaía en su enfermedad, su padre iba a cuidarla a su casa y yo no iba a verla. No porque no me importara, pensaba que ella estaría mejor con Micky y yo tenía muchas otras cosas que hacer. Para empezar, llegaron los catedráticos y científicos que Ángel invitó de las tierras continentales para fundar nuevas escuelas y una universidad en Gardenia. Tuve que organizar bien a mis hombres para prevenir posibles robos del cargamento que se trajo para equipar los centros de estudio, además mantener a raya las protestas orquestadas por Leif, que criticaba el progreso alegando que era “solo para los ricos”. Cuando le dijimos que la educación sería gratuita, pero subiríamos los impuestos para pagarle a los profesionales que impartirían las clases protestó por el alza de impuestos. ¡Nunca estaba conforme! También se mejoró el hospital de Celes, pero las críticas entonces fueron por Ilmari, quien apenas pudo involucrarse en el proceso porque su embarazo fue un poco complicado. A los seis meses su panza ya era enorme, la reina le aconsejó dejar de trabajar en los papeleos del palacio y dedicarse solamente a estudiar y prepararse para la universidad; Ilmari de hecho se interesó más en la medicina gracias a su propia preñez, leía libros de fisiología, anatomía y obstetricia para entender mejor todos los cambios que estaba teniendo su cuerpo. Eiden también tuvo que madurar de golpe, de repente dio el famoso estirón y al cumplir los catorce años ya parecía un hombre adulto. La gente, al verlos así, simplemente olvidó que eran chicos menores de quince años y empezaron a tratarlos con toda la dureza que se le daba a cualquier otro funcionario público. Sufrían, pero se consolaban entre si con su amor y la ilusión de esperar a su primer hijo. Uoliena tampoco la estaba pasando bien, dejó de hablar, se escondía de todos y no se despegaba de las faldas de la reina que mejoró un poco al dejar de estar siempre sedada, pero seguía ansiosa por su hijo y todos nosotros. Emi Ishikawa se mantuvo algo alejada, iba a visitar a Eiden e Ilmari los sábados por la tarde y le interesaba saber cómo iba avanzando el embarazo; Ilmari la atendía con respeto, pero le hizo ver que no seguiría sus consejos porque como mística hija de una famosa partera tenía que seguir las tradiciones familiares y las indicaciones de su madre. Se notaba cierta tensión entre las dos, pero la mayoría se compadeció de Emi. Las señoras de Gardenia decían tenerle lástima por ser una mujer sola, pintaban su soltería y falta de hijos como una tragedia; ahora entiendo que esos lamentos de madre abnegada son en realidad la envidia mal disimulada de viejas de vaginas estiradas que tienen sexo tres veces al año con suerte; en realidad no había razón para compadecerse ni mucha diferencia entre Emi Ishikawa y Estelle Angenoir, ambas estaban libres de marido e hijos que les impusieran el debido límite de recato a su búsqueda del placer… La primera vez que besé a Emi Ishikawa fue cuando me llamó asustada a medianoche porque supuestamente escuchó a alguien intentando entrar a su casa. Se puso a llorar contándome lo mal que se sentía por el rechazo de su sobrino y los Oread, yo me enternecí por su vocecita casi infantil y su cuerpo pequeño, y sin pensarlo la besé en los labios con una especie de amor. Ella solo me sonrió y no pasó nada más. Se mantuvo como una dama de alta sociedad y llegamos a tener una especie de “noviazgo” secreto, con besos de vez en cuando y calenturas que me quitaba luego con Estelle. Conny me preguntó varias veces qué pasaba entre las dos mujeres y yo, me limité a decirle que eran mis amigas y no había nada serio. Y realmente no hubo nada significativo para mí hasta una noche en que, como ya era costumbre, a Emi Ishikawa le dio miedo algo y tuve que ir a su casa. Era primero de noviembre y yo estaba cumpliendo años, mis familiares y amigos más cercanos hicieron una cena en mi honor en casa de Eiden, así que cuando terminamos de comer y charlar me despedí sin avisar a dónde iba y fui a la casa de la dama. Caía una terrible tormenta y en el trayecto del auto a su casa terminé empapado. Cuando Emi me abrió, me hizo pasar y me pidió que me quitara la ropa. Yo me le quedé mirando, como preguntándole si estaba segura, pues algo iba a pasar luego de eso. Ella insistió.
Nos bañamos juntos, Emi me dio sexo oral en su amplio y lujoso cuarto de baño, yo sentía que me temblaban las piernas. Luego fuimos a su cama y seguimos teniendo sexo ahí. Con Emi hice mi mejor esfuerzo por ser gentil y sí me quedé a dormir, era mi primer amor, la mujer que despertó mi sexualidad cuando fantaseaba pensando en ella en mi humilde habitación de niño en el Pote Caliente sin imaginarme que algún día podría hacer realidad mis deseos. Estaba besando sus senos después de venirme dentro de ella quizás por cuarta vez cuando vi en mitad de su pecho una larga cicatriz ya muy antigua, casi borrada. La besé y le pregunté qué le había pasado. Ella respondió:
—Es un muy mal recuerdo. A veces nos guardamos cosas horribles dentro del pecho…
Rápidamente la besé y cambié de tema, para no arruinarnos el momento, y le pregunté riendo:
—¿Y el chisme de los juguetes es cierto? Micky dijo que tenías una colección…
Emi replicó viéndome directamente a los ojos:
—Ahí, en esa cómoda, busca en la última gaveta. ¿Quieres meterme alguno?
Yo sonreí algo aturdido por la proposición, pero estaba absolutamente entusiasmado con la idea. Fui a la cómoda y me encontré con un tesoro de aparatos raros que me hicieron volver a prenderme, pero traté de controlarme y empecé a fijarme en algunos otros detalles para no quedar como un mocoso obsesionado con ella. Entonces volví a notar la figurita de porcelana que había visto aquel día. Tomé algunos juguetes al azar y le pregunté qué era eso, señalando a la estatuilla para hablar de algo y no parecer tan urgido. Ella me respondió, suspirando:
—No es nada, un muñequito de porcelana francesa que mi papá me regaló cuando era niña. En un principio creía que era San Miguel Arcángel, pero, después supe que solo es una decoración. Luego de adulta lo usé como ejemplo de cómo quería que me hicieran… Una especie de mascota para un software que usaríamos para remodelar la ciudad y era poco amigable sin una representación antropomórfica. Fue un trueque que hice con los Oread.
—¿Tú qué diste a cambio?
—Me comprometí a mantener el camino libre para ellos. Pero de eso ya ha pasado tanto tiempo, el único Oread por el que debo velar ahora es Eiden.
—¿Mantener el camino libre? ¿Eras una sicaria?
Le pregunté sin rodeos. Ella se echó a reír y se puso en una posición muy obscena que me excitó al máximo, diciendo:
—Deja de decir tonterías y ponle lubricante a eso.
Así me distrajo totalmente del asunto. Luego de esa noche, Emi empezó a evadirme y las pocas veces que la veía solo nos dimos algunos besos. De vez en cuando me hacía sexo oral, pero me hizo saber que no quería una relación formal. Yo andaba desperado por tener más de Emi, le compraba flores todos los días y me follaba a Estelle pensando en ella. En una ocasión, le estaba comprando sus habituales rosas rojas cuando Micky Angenoir cubierto como leproso pasó frente a la floristería y me vio de reojo. Yo lo ignoré y seguí mi día, yendo a dejarle las flores a Emi en la villa Ishikawa. Esta situación se repitió un par de veces, de repente Micky andaba merodeando cerca de la floristería más o menos siempre a la hora en que yo iba por las rosas hasta una vez en que la noche luego de comprar las flores fui al teatro porque Estelle bailaría. Mientras la veía girar y andar de puntas por el escenario, me sentí observado. Miré a mi izquierda y noté que Micky Angenoir estaba en un palco acompañado por mi tonta hermana Yanmei, cosa rara porque él evitaba cruzarse en la vida profesional de Estelle para no hacerla sentirse controlada. De todas formas, no le puse mucha atención, siendo su padre era normal que fuera a verla bailar y además podía solo estarle cumpliendo otro capricho a Yanmei. Al terminar la presentación, fui a ver a Estelle en su camerino como ya era mi costumbre. Nos estábamos besando ya en un diván cuando tocaron a la puerta, abrí de mala gana y me encontré con Micky y mi hermana. Él entró muy tranquilo, saludando:
—Espero no venir en un mal momento. Tenía un poco de tiempo libre y quise pasar a verte, Estelle. Me tienes un poco preocupado por tu salud, además la hija de un amigo quiere que le firmes tu retrato.
—¡Estoy perfectamente, Michel! Bailar y estar con amigos me hace feliz, es la mejor medicina. A ver, preciosa, ¿qué debo firmarte?
Respondió Estelle atendiendo a mi hermanota que empezó a pedirle mil cosas. El franchute sonrió y recorrió el camerino con la vista, después me preguntó:
—¿Y las rosas rojas?
Yo me quedé congelado, luego logré balbucear:
—¿Qué…? ¿Qué rosas rojas?
—Las que compraste esta tarde. Iba de camino al banco cuando de casualidad te vi en la floristería.
Tragué saliva y me inventé una mentira tonta:
—Eran para Ilmari, para celebrar… Que ya tiene siete meses de embarazo.
Michel Angenoir respondió, sentándose en un sillón:
—Qué extraño. Vengo de visitarla con Yanmei por petición de tu madre y no vi ninguna rosa roja. De hecho, agradeció que su prima le llevara algunos dulces, la pobrecita tenía antojos y llevaba todo el día sola; me dijo que nadie la había visitado ni recibió algún paquete.
—No entiendo por qué, yo mismo se las di.
—Será que no le gustó el estilo del arreglo. Era más bien algo que le regalarías a una amante. Mucho rojo… Yo le hubiera dado algo más sencillo. ¡Ah! Ya sé qué pasó, te equivocaste de casa. Justo nos quedamos tomando el té en el jardín, cuando te vi claramente ir a casa de Emi Ishikawa para dejar las flores. Es natural, todas las casas de la villa Ishikawa se parecen, la arquitectura japonesa es así.
Con eso me dejó en evidencia. Reinó un incómodo silencio hasta que él miró su reloj y se excusó diciendo que debía ir a dejar a mi hermana al Pote Caliente. Cuando se fue y Estelle y yo nos quedamos solos, ella me besó sonriendo y dijo dulcemente:
—No podías ser perfecto, pero estás muy cerca de serlo. Vivamos el momento.
Después nos acostamos, pero fue algo muy tenso para mí. Al final, cuando yo ya me retiraba, Estelle me besó la espalda diciendo:
—Sabes que Emi está obsesionada con Michel, ¿verdad? Nunca quiso rehacer su vida con otro hombre y él, en otra de sus actitudes maliciosas, pasa la noche con ella de vez en cuando para mantenerla enganchada. Se odian, pero tienen una química perfecta. Entre ellos se entienden.
Entonces comprendí porqué Emi no quería tener nada serio conmigo, ni me recibía algunas noches. Porqué tenía juguetes para usar en compañía y porqué guardaba aquella figurita de porcelana. En las próximas semanas, Estelle cayó más enferma que nunca. Me pedía ir a verla y yo iba a veces sí, a veces no, porque cuando Emi me llamaba cancelaba cualquier otro compromiso para ir corriendo a verla. Por esa época, todos estábamos más que nada enfocados en Ilmari, se iba acercando al noveno mes y su panza era gigantesca. Tía Norma pronosticó que el parto quizás sería difícil porque el niño iba a ser muy grande, incluso estaban evaluando la posibilidad de hacerle una cesárea. Eiden andaba más que nunca ojeroso y agotado, organizar el océano de corrupción y documentos fraudulentos que había en los archivos del palacio estaba siendo una tarea que parecía imposible. Muchas veces lo vi enfrascado en revisar montañas de papeles casi a medianoche, mientras se mordía los labios y tenía lágrimas asomando en sus ojos. Una tarde, ya en la semana en que Ilmari debería dar a luz, Eiden me detuvo en los pasillos del palacio y me dijo:
—¡Cian, espera! Tengo un problema, fíjate que desde hace dos semanas Ilmari se ha estado quejando de que el internet y el teléfono en nuestra casa se corta. Cuando voy a revisar qué pasa, noto que los cables han sido desconectados. Ayer fue más extraño, otra vez cables desconectados, pero además su teléfono inteligente había desaparecido. Ahora mismo no tengo forma de comunicarme con ella y estoy muy ocupado. ¿Puedes ir a traer a la señora Norma para que la acompañe? Ella iba a llegar mañana para quedarse en nuestra casa esperando la hora del parto, pero preferiría que fuera ya.
—¿Has revisado si las cerraduras fueron forzadas?
—No, fue lo primero que miré. Todo se ve bien.
—¿Quiénes tienen llaves de tu casa?
—Solo la gente de confianza en caso de una emergencia: tía Emi, la señora Norma, Ángel y tú.
Yo tuve un mal presentimiento, le dije que iría por tía Norma y salí del palacio. Justo entonces me escribió Estelle, quería hacerme un regalo y verme esa noche. Todavía estaba leyendo su mensaje cuando de repente me zumbaron los oídos y claramente escuché la voz de Ilmari diciendo: “¡Cian, ven ahora mismo!” Eso me alarmó, me olvidé de Estelle y llamé al número de Ilmari, no respondió. Entonces escuché su voz de nuevo: “no esperes más, ¡ven ya!”Así que dejé todo lo que estaba haciendo y conduje a la villa Ishikawa. Cuando me iba a acercando a la casa de Eiden e Ilmari, noté algo extraño en la puerta, la habían atascado con una barra de hierro; alcé la vista y vi que las cámaras de seguridad de las calles estaban arrancadas de su sitio. Alarmado, empecé a golpear la puerta hasta derribarla y entré corriendo. Vi que Ilmari estaba tirada en mitad de la sala, respiraba agitadamente y la rodeaba un charco de líquido. Al verme exclamó feliz:
—¡Me escuchaste!
—Recordé que tu don es la telepatía… ¿Qué te pasa?
Le repliqué arrodillándome a su lado, ella dijo:
—Me quedé encerrada, sin poder comunicarme, y el bebé ya viene; necesito ayuda.
—¿Por qué me llamaste a mí y no a tu madre o a Eiden? ¡Yo no sé qué hacer!
—Porque yo sí sé qué hacer, pero debo ser valiente y tú eres mi hermano de armas. Recuerda lo que dijiste de nosotros: “Si a la isla se acercara un maremoto, seremos las primeras rocas en recibirlo”. Prefiero que tú me acompañes en esto.
Me reí entre nervioso y agradecido por la confianza de mi amiga y luego hablé algo más seguro:
—Bueno, ¿cómo te puedo ayudar?
—El bebé ya coronó y por eso he dejado de pujar, las contracciones harán el resto. Solo recíbelo cuando salga, ya casi está afuera, logro tocarlo, pero no verlo. Mira tú por mí.
No entendí nada, pero tampoco quise parecer confundido. Cuidadosamente le levanté la falda y me asomé entre sus piernas. Con horror descubrí que aquella pequeña vulva tersa y sonrosada que vi meses antes se había convertido en una gran abertura de carne estirada y viscosa de la cual sobresalía una bola de pelos negros mojados. Quise apartar la vista con repugnancia, pero solo tragué en seco y le dije que la cabeza del niño ya estaba saliendo. Ella sonrió como aliviada y se relajó un poco, después la vi contener el aliento sudando frío, se tensó toda y el chico salió un poco más. Las manos me temblaban, pero seguí animándola hasta que vi aparecer la pequeña cara amoratada y arrugada de un feo humanoide cubierto de moco. No quise decírselo. Cuando sacó un hombro y parte del brazo, me aventuré a jalarlo temiendo que a Ilmari se le salieran las tripas con todo y la criatura o alguna otra cosa horrible, finalmente le extraje a mi amiga un varón grande y rojo que le entregué con todo y cordón umbilical. Más tarde, mi sobrino Leif Ishikawa, porque Ilmari cabeza hueca lo llamó Leif como su hermano loco, se volvería un bebé bonito y parecido a Eiden; pero en ese momento era un monstruo de pesadilla que su madre recibió feliz entre besos y caricias. De esta experiencia aprendí una cosa: los recién nacidos son feos y es normal, no te decepciones al verlos. Luego llamé a los Peterson, a Eiden y Ángel; todos aparecieron poco después para recibir al nuevo integrante de la familia y ayudar a Ilmari. Eiden se veía feliz, por primera vez tenía su casa llena de familiares y amigos. Casi a medianoche tocaron a la puerta, era Leif, vino con su aura intimidatoria a ver a su hermana. Me saludó de lejos con un movimiento de cabeza, le respondí igual, y aproveché el momento en que la familia estaba distraída con el bebé para salir de una duda. Fui a casa de Emi, ella me preguntó cómo estaba Ilmari y yo le pregunté por qué no había ido a verla si desde hacía horas que Eiden le había avisado que el bebé ya había nacido. Sin esperar a que me contestara, empecé a revisar su casa, abrí las puertas de las habitaciones en las que nunca me invitó a pasar; y ahí encontré su taller de escultura secreto. Todos los ángeles de Gardenia que Micky dinamitaba cada vez que nos descuidábamos se hacían o reparaban ahí entre miles de bocetos y pinturas a medio hacer de él, como si lo idolatrara. La miré como esperando una explicación y ella murmuró sin atreverse a mirarme:
—No me importa su forma de ser, ni sus metas, ni sus opiniones; amo su aspecto. Estaba dispuesta a entregar la isla, mi honor, mi familia y mi alma con tal de ver a mi ángel perfecto cobrando vida.
Asqueado por la obsesión de Emi Ishikawa, volví a preocuparme de mis asuntos y empecé a buscar ahí hasta encontrar las cámaras de seguridad arrancadas de la calle. Se las mostré y le interrogué:
—¿Qué era lo que no querías que grabaran?
Ella no me respondió, yo le tiré las cámaras a los pies y me fui. Ese fue el final de nuestro breve amorío.
A la mañana siguiente me desperté y recordé que había dejado a Estelle esperando mi respuesta. La reina y Uoliena querían ir a ver al bebé de Ilmari, mis padres también estaban llamándome para saber si ya podían ir a visitarla, y todo era un caos, no tuve tiempo para Estelle hasta después de medio día cuando fui a visitarla a su casa. Me abrió otra vez Micky Angenoir, que se veía más serio que de costumbre y no me saludó. Cuando fui a buscar a Estelle en su cama la encontré débil y pálida, pero sonriente. Me extendió los brazos para que fuera a abrazarla y me dijo:
—Cian, contigo pagué todo lo mala que fui con otros hombres. ¿Por qué no viniste a verme anoche?
—Ilmari Ishikawa tuvo a su bebé ayer, asistí al parto.
—¡Oh! ¿Así que Eiden ya es papá? ¿Y cómo es el bebé? ¿Es una niña o un niño?
—Es un niño grande y gordo, tiene el pelo y los ojos de Eiden. Sinceramente, ¡no lo vi muy lindo!
Le confesé riendo un poco. Ella se arrellanó en la cama, opinando al respecto:
—No puede ser, las otras mujeres dicen que todos los niños son lindos. ¿Cómo era yo, Michel?
Micky le respondió, arropándola:
—Eras la niña más bonita del mundo. Una ranita rosada con grandes ojos azules. Naciste prematura y la perdida de tu madre te dejó tirada en la incubadora. Yo te estuve cuidando.
—¿Y no decías que no sabías si yo era tu hija?
—Por hacerme el interesante con tu madre, ya sabía que eras mía. Desde la primera vez que te vi. Y tú también sabías que yo era tu padre, te aferrabas a mi dedo meñique y me mirabas como suplicando que no me fuera.
Estelle cerró los ojos y le tomó una mano, hablando bastante somnolienta:
—¿Por qué nunca me dejaste conocer a mi madre, … papá? ¿Nunca la quisiste ni un poco?
—Nunca amé realmente a ninguna mujer, Estelle. Solo a ti.
—Y yo solo te amé a ti, y después a Cian.
Le contestó, después se quedó aparentemente dormida y le soltó la mano. Se quedó lívida y con los labios entreabiertos. Su padre la acomodó, le acarició el cabello y le tomó el pulso. Yo no sabía qué hacer. Finalmente, Michel Angenoir tomó un espejo, lo puso cerca de la boca de su hija y comprobó que ya no respiraba. Le acarició un poco más el cabello y al cabo de un rato dijo:
—Mi estrella finalmente se apagó. Vivió solo treinta y siete años, más que mi otro hijo, pero aun así se sintió poco. Fue mi obra más perfecta. Ahora comprendo que yo necesitaba sentir la necesidad de proteger a un ser amado para entender qué le hace falta a una casa para convertirse en un hogar. Pero nadie se preguntó si sería cruel hacerme pasar por esto solo para mejorar la producción.
Yo me quedé desconcertando, me puse de pie preguntando:
—¿Qué? ¿Qué le pasó?...
Michel se quedó un momento mirando al vacío, creo que no quería verme a la cara, luego me dijo:
—Tenía un grave fallo sistémico, iba a morir de un momento a otro. Me imagino que no te lo dijo para que siguieras de buen humor. Ella era así, no le gustaba que la fiesta terminara.
Me acerqué a verla, incrédulo, le tomé el pulso, la sacudí, estaba muerta. Micky se frotó el rostro y me dijo:
—Busca en la sala. Hay unos paquetes. Son para ti. Ella quería hacerte unos regalos, decía que eran muy importantes, tómalos y vete. Necesitó un momento a solas para despedirme de mi hija.
Me fui apresurado y todavía sin creer lo que acababa de pasar. Tomé los paquetes y volví al palacio, hasta la habitación en la azotea donde me estaba quedando a dormir. Me quedé ahí en shock, mirando a una pared, hasta que Conny me llamó alarmada avisándome que un médico había confirmado la muerte de Estelle Angenoir. Que iban a velarla esa noche en la catedral de Gardenia. Yo seguía sin poder creerlo, me quedé en el mismo lugar paralizado por la sorpresa. Ya de noche me decidí a aclarar de una vez mi mente y convencerme de lo que estaba pasando. No me cambié de ropa, de todas formas, siempre andaba vestido de negro. Fui a la catedral, sentí que me hicieron fotos, pero no me importó. En el altar mayor había un ataúd de cristal rodeado de flores blancas. Estelle estaba ahí caracterizada como la princesa Odette del Lago de los cisnes, su papel más famoso. Parecía simplemente dormida, pero cuando toqué su rostro estaba duro y frío como un bloque de hielo. Entonces me alejé, casi tambaleándome, y abandoné la catedral de prisa. Volví a mi habitación en el palacio y me acurruqué en una esquina. Sin saber qué hacer. Luego de un rato, me levanté y abrí los paquetes que Estelle me había preparado. Eran uniformes militares de tela muy cara, confeccionados por profesionales, entre ellos había una carta que leí rápidamente:
“Mi dulce Cian:
Hablaba con mi padre de cuanto te esfuerzas trabajando, la rudeza y las llamas que acompañan tus jornadas te han dejado sin uniformes; ¡y tu sueldo, aunque es digno, aun no alcanza para que soluciones este problema! Yo tomé esta situación como una excusa para conmemorar lo bello que te veías aquel día en casa de los Peterson con tu uniforme negro de gala. Le pedí a la reina que te aumenten el sueldo y un cambio en el protocolo, que el ministro de justicia y seguridad pública vista siempre así, como aquella primera vez que te besé. Por favor, usa siempre que puedas estos uniformes, sé que te quedarán perfectamente porque conozco tus medidas de memoria, así como conozco cada detalle de tu cuerpo. Úsalos para que cuando esta tela te abrigue sientas como si yo te abrazara y protegiera desde donde sea que esté. Tuya por siempre:
Estelle”.
Después tomé un uniforme y me lo probé. Jamás había tenido uno que no fuera usado, de tela barata y áspera. Realmente, ese uniforme se sentía tan bien como los abrazos suaves y cálidos de Estelle. Hasta entonces caí de rodillas en el suelo de mi habitación rompiendo en llanto.
Pasé varios días llorando por Estelle, pasaron semanas y luego meses en los que estuve muy deprimido sin querer hablar con nadie. Dejé de ser tan cruel y abusivo con los sospechosos que arrestaba, imaginaba que todos tendrían una historia parecida a la de Estelle, penas y malas crianzas que los hacían actuar erráticamente, pero que por dentro quizás tenían un corazón tierno y probablemente herido. Por fin una tarde me animé a conversar un rato con Ángel y Eiden en las azoteas del palacio, ahí le confesé a Eiden que Estelle fue mi novia, aunque yo nunca la honré como tal cuando estuvo viva. Él, con su pequeño hijo en brazos, me habló en esa forma comprensiva y paternal que empezó a volverse natural en él:
—Siempre has sido un tipo responsable, Cian, entiendo que te sientas culpable; pero esta vez no eras tú la persona adulta que debió poner límites o no sobrepasarlos. Lamentablemente, Estelle era adicta a la atención y la admiración de la gente; disfrutaba rompiendo los corazones de hombres que se morían por ella, pero también sufría. Solía decir que no podía enamorarse pues ningún hombre le parecía mejor que su padre, por eso nos castigaba a su manera, porque no lográbamos cautivarla y hacerla sentir eso que las novelas románticas y las otras mujeres le decían que era tan genial. Ya había alcanzado todas sus metas: ser la mejor bailarina, la mejor cantante, la más admirada de Celes; y si dices que se enamoró de ti entonces finalmente cumplió su último sueño. Lo que le faltaba: conocer el amor. Estoy seguro de que se fue feliz por eso.
Después que hablé con mis amigos me sentí un poco mejor. Por la tarde fui al Pote Caliente para ver a mi familia, cuando llegué me extrañó no ver a Yanmei como siempre jugando afuera de la casa. Encontré a mis padres preparándose para cenar, solos, me asomé a la habitación de Yanmei y tampoco la vi. Entonces pregunté:
—¿Y mi hermana?
Mis padres se miraron entre sí, como no sabiendo como explicarme algo. Finalmente, mi padre habló:
—El señor Angenoir vino a pedirla hace un mes. Ella nos dijo que quería casarse con él, no pudimos negarnos. Ya está en edad de consentimiento, según la nueva ley, y Michel Angenoir es un hombre muy poderoso. Será un matrimonio polémico, pero provechoso. Se la llevó de Celes para vivir con ella en tierras continentales.
Yo le grité, furioso:
—¡¿Regalaste mi hermana a ese viejo degenerado?!
—Ella se quiso ir, Cian. Estaba enamorada. Nuestra familia ahora es la más respetable del Pote Caliente, tú te has vuelto un militar famoso, amigo de personajes importantes y conquistador de mujeres bellas; tu hermana no podía quedarse atrás.
—¡Ese tipo siniestro le lavó el cerebro a Yanmei y ustedes no pudieron hacer nada porque les importó más el prestigio y las apariencias! Me voy, no me consideren ya parte de esta familia.
Así me fui definitivamente de mi casa paterna. Viendo viejos videos de reuniones familiares, noté como últimamente mi hermana pasaba demasiado tiempo cerca del jodido Micky y él con su aire de buenecito no levantaba mayores sospechas. En un viejo clip podía verlo sentado en el piso junto a Yanmei, que cargando una muñeca le servía el té mientras tenían una conversación que no sé cómo a nadie le pareció perturbadora. Ella le preguntaba cosas con su curiosidad e insistencia que sacaba todos de quicio, menos a este extraño personaje:
—Micky, ¿por qué es tan raro tu apellido?
—No sé, queda mejor para una marca.
—¿Pero no es más raro Fèng?
—No, mucha gente lo tiene. Él mío es mucho más inusual. Se oiría muy bonito con tu nombre, ¿no crees? Yanmei Angenoir.
—Sí, me gusta más. ¿El apellido se puede cambiar?
—Sí, si te casas conmigo puedo darte mi apellido.
Le respondió él con una inocencia inquietante y pretendiendo estar distraído mientras probaba el “té” que de seguro era agua del caño, pero daba igual, ya que Michel podría beber cianuro y no le haría daño pues el llamarlo un ser vivo es debatible. En ese momento, mi hermana con coquetería y morbo precoz a causa de las tonterías que mi madre le enseñó al pasar horas juntas viendo telenovelas le decía riendo toda roja mientras abrazaba a su muñeca:
—¡Qué vergüenza! ¡Nos tendríamos que besar y ver desnudos!
Él se reía en ese momento, de seguro porque no podía seguirla convenciéndola en frente de nuestros padres, y al final le decía:
—Me alegra que te gusten los muñecos. Es raro ver personas que sinceramente se encariñen de objetos.
No quise seguirlo viendo, fui a darle de puñetazos a una pared y después pasé unos días sin poder dormir. Me quedé un tiempo viviendo en el palacio mientras reunía suficiente para comprar mi propio hogar en Gardenia, donde la gente me trataba con una mezcla de respeto y temor. Conmigo se cumplió el dicho: “crea la fama y échate a dormir”. Me pintaban como un frío y dominante mujeriego, un seductor irresistible capaz de someter a las mujeres celestinas más inalcanzables; cuando en realidad yo después de la muerte de Estelle y el matrimonio de mi hermana quedé un poco traumado. En los próximos años decidí ya no saber nada de asuntos de faldas y los pasé en paz siendo soltero y otra vez sexualmente inactivo.
Cuando comenzaron los rumores de guerra civil
En 2017, Ilmari terminó la escuela y empezó a estudiar la carrera de medicina. Participaba en campañas médicas con los doctores traídos desde las tierras continentales para auxiliar a los habitantes de la villa del Cielo, daba charlas sobre la importancia de la lactancia materna, recogía fondos para ayudar a las parteras rurales y la población la estaba empezando a respetar por ser la encarnación del ideal de mujer celestina: conservadora, maternal y modesta; y de pronto un día se preñó de nuevo. Para mí fue una decisión muy tonta, pero las señoras pazguatas que aplaudían su actitud tradicionalista la apoyaron.
En general, a todos nos estaba yendo bien. Las mejoras en la calidad de vida en la isla eran notorias y la gente nos veía como un grupo de chicos honestos y no codiciosos, ya no nos llamaban “ángeles” de una forma irónica. Pero quien estaba haciendo más trabajo por Celes ya fuera en la oficina, negociando ayuda extranjera o a veces incluso colaborando en la construcción del nuevo pueblo “San Pedro”, que daría la oportunidad de vivir dignamente a los habitantes de la villa del Cielo, era Ángel; sin embargo, los celestinos solo nos daban crédito a Eiden, Ilmari y a mí. Aunque yo era un poco más motivo de chismes y “memes”, ya fuera por mis arranques de ira o por mi presunta vida amorosa extrema que incluía la leyenda de que a Estelle Angenoir la había matado yo “de un pijazo”. De cualquier forma, no me atrevía a protestar por mi situación, Ángel se estaba llevando la peor parte y de eso hablábamos una tarde en que los tres amigos nos encontramos en los baños de hombres del palacio. El príncipe de Celes nos preguntó ya cansado de tantos desprecios:
—Es porque soy negro, ¿no?
Yo le contesté, mientras me lavaba las manos:
—Es porque eres un negro que no es asertivo. Estás demostrando que tienes madera de líder y mereces la corona no solo por ser hijo de la reina. Pero no dices que eres hijo de la reina…
—Admito que soy tímido, no sé cómo hablar en público y volverme popular. No sé cómo decirles a todos la verdad y que me crean rápido.
Entonces Eiden le comentó:
—Consuelo Del Mar podría ayudarte con tu imagen y a informar a todos sobre tu parentesco con la reina. Ella es la que ha hecho que Ilmari y yo pasemos de ser un par de padres adolescentes en problemas a un modelo a seguir para todos en Celes.
—¿Esa es tu excusa para ir a cenar con Conny cada vez que puedes? Ten algo de vergüenza, Eiden… A veces son las tres de la madrugada del sábado e Ilmari todavía está jugando conmigo en línea porque tú no vuelves del “trabajo”.
Exclamó Ángel mirándolo de soslayo y yo también confronté a Eiden, que se componía el traje y el peinado desde hacía horas pues cada año se iba volviendo más y más aficionado a coquetear con lo que sea que tuviera falda:
—Sí, di la verdad, Eiden. ¿Estás engañando a Ilmari con Conny? Pasas demasiado tiempo con ella.
—¿Cuándo te he preguntado yo a ti qué pasó entre mi tía Emi y tú que ahora ya no se dirigen la palabra entre sí, cuando en el pasado eran tan unidos? ¿Y tú que haces hablando toda la noche con mi mujer, Ángel? Mi relación con Conny es normal, soy el primer ministro, nadie puede darle información más oficial sobre la situación del país. Además, ella está haciendo un trabajo privado, algo personal, mi tía Emi le ha pedido investigar la desaparición del señor Angenoir. Desde hace años no se le mira en Gardenia, pese a que se supone que está trabajando con la sociedad de Azrael en la barranca de los piratas. Mi tía está preocupada. Que lo sepas, Cian.
—Tu tía es una mujer entrometida y obsesiva…
—Lo sé, por eso prometí ayudarle a encontrar al abuelo si ella me juraba no poner un pie en mi casa. Mi hijo Leif le tiene pánico, grita cada vez que la ve.
Entonces me apoyé en el lavabo y le dije:
—Voy a resolverte el misterio: el pervertido ese se robó a mi hermana menor cuando tenía doce años y se la llevó de Celes. Mi familia lo está manteniendo en secreto en espera de que ella tenga una edad que haga el asunto menos perturbador y pueda hacerse público. Ahora, si ya volvieron a Celes o no, no lo sabe nadie más que él y su gente.
—Mierda… Sabes que la pedofilia solo tiene una cura, ¿verdad? Ahora solo necesito ubicarlo.
Replicó Eiden haciendo con la mano el gesto de disparar un arma de fuego. Yo le contesté:
—Ojalá los padres fueran igual de celosos cuando es su hijo varón el que es seducido por una mujer adulta, así no habría tantos chicos con el corazón roto por una mujer inmadura que no superó la adolescencia y necesitaba ayuda profesional, no dormir con un niño… No sé si lo hizo porque realmente quería tirarse a mi hermana o fue una venganza. Sucedió justo después de la muerte de Estelle, fue algo así como: “si yo perdí a mi hija, tú perderás a tu hermana”. ¡Y en parte nosotros mismos le dimos las armas legales bajando la edad de consentimiento a doce años!
Eiden suspiró, haciendo todavía poses frente al espejo y me respondió con seguridad:
—Sí, fue una pésima decisión, un error de juventud. Vamos a cambiarla de nuevo, Cian.
—Hay que regresar la edad de consentimiento a los catorce o dieciséis años…
—Al diablo, la subiremos a veintiuno.
—¡¿Veintiuno?! ¡Pero tú mismo no esperaste ni a los dieciocho y la cambiaste a doce años!
—Sí, pero entonces era un adolescente calenturiento desesperado, ahora soy padre y posiblemente de una niña dentro de poco. Veo las cosas distintas y no quiero que mis hijos vivan lo mismo que yo.
—¡Suficientes traumas tendrán con un papá que se va corriendo detrás de otras mujeres tan pronto como su mamá lo pierde de vista!
—¡La discreción es mi talento! Jamás se enterarán de mis aventuras extramaritales. Además, no puedo quitarte tu puesto en Celes como follador supremo.
—Realmente no la pongo desde hace casi tres años…
—No te quejes, tú tienes telarañas en el pito, pero Ángel ya directamente lo tiene clausurado.
Ángel le dio un rápido puñetazo en el brazo, mientras Eiden se echaba a reír, y yo abrí la puerta de golpe para salir haciendo que Uoliena cayera a mis pies por estar intentado escuchar qué decíamos en el baño. Todos comenzamos a regañarla al mismo tiempo.
Uoliena había crecido para volverse una chica “friki” que pasaba el tiempo en su habitación del palacio de Gardenia haciendo quién sabe qué en internet. Se nos escondía todo el tiempo y cuando conversábamos con ella decía cosas extrañas como que en realidad era un gato o que solo podía comer frutas y vegetales. Yo me había tomado la tarea de disciplinarla, pues Ángel no hacía más que “comprenderla” dejándola ser como ella quisiera; mientras que Eiden e Ilmari decían que solo era una etapa como la que ellos pasaron cuando se creían Romeo y Julieta. Yo, que para entonces ya vivía solo en un oscuro apartamento de Gardenia, trataba de visitarla a menudo o llevarla conmigo a mis actividades diarias para tratar de sacarla de su ensimismamiento. Pero no lograba hacerla interesarse por la vida cotidiana en la isla. La reina temía que fuera autista, pero yo estaba seguro de que solo necesitaba salir y sentir el aire fresco. Algo que rompiera el cristal que la rodeaba y no la dejaba conectarse con el resto del mundo. Ese día, después de que Ángel le diera un sermón sobre la castidad y Eiden otro sobre los riesgos de su morbosa curiosidad por los hombres, me la llevé a la construcción del nuevo pueblo costero de San Pedro. Era necesario, ella era la ministra de agricultura y obras pública, aunque solo fuera de palabra para complacer a la reina que la adoraba. En realidad, era Eiden y Ángel quienes hacían sus tareas y luego fingían que ella trabajaba muy duro por el pueblo; pese a este detalle, Uoliena los detestaba y se quejaba conmigo mientras iba en el asiento del copiloto y yo conducía:
—Eiden y Ángel son intolerantes…
—Eiden es un poco mujeriego y Ángel es medio mojigato, pero no son realmente malos.
—¡Nos imponen ideales machistas!
—¿A qué te refieres?
—Eiden quiere que todas las mujeres sean como Ilmari, que la gente se resigne a tener hijos como lo más alto que puede alcanzar.
—Sí, pero me opongo a esa idea. Ser padres no es una meta de vida, quien diga lo contrario es porque es tan inútil que no puede encontrarle otro sentido a su existencia. Se los he dicho muchas veces. Ahora vamos a la construcción de San Pedro, Eiden dice que una tal “Rain” te mandó una carta firmada por mil personas para que se le den más fondos a la construcción del pueblo. Hablaremos con ella.
De repente Uoliena se puso muy nerviosa, diciendo:
—¡¿Rain?! ¡No puedo verla así, no estoy arreglada!
—¿Esa tal Rain es criticona?
—No, es la chica más linda de Celes y me gusta.
La miré de reojo alzando una ceja y no supe qué responder. Ya me imaginaba esa posibilidad, ella había sido testigo del abuso sexual hacia otras niñas de su edad por un degenerado. No dejaba de pensar en penes. Quise decirle que no todos los hombres hacemos daño, que esa fuerza que podría parecer brutal y ella rechazaba no siempre iba a dañarla, lo natural era que fuera a protegerla. Pero después pensé en que quizás simplemente le gustaban las mujeres y ya, porque sí; y a mí me parecía algo muy estúpido, como un sándwich relleno de pan, pero no puedes cambiarle los gustos a nadie. Finalmente le pregunté:
—¿Entonces ya la conoces? ¿La he visto en alguna fiesta del palacio?
—No, nunca nos hemos encontrado en persona. Solo la conozco en redes sociales, pero ya tenemos algo.
—Ah… Bien… Te felicito.
Dije abochornado porque no sabía qué sería lo correcto hacer o decir en esas circunstancias. Toda mi vida había tenido una mujer como confidente, ya fuera Ilmari o mi hermana Yanmei, y en ese momento de mi vida Uoliena estaba empezando a tomar ese lugar para mí; solo quería apoyarla como buen amigo. Bajamos por una ladera hasta la zona del puerto de Celes, la única donde no había grandes acantilados sino un par de kilómetros de arena blanca protegida por un muro natural de rocas. Ahí estaban construyendo el pueblo de San Pedro, pero los trabajos se veían en mal estado, había basura tirada por todas partes y una especie de ambiente festivo decadente. Algo andaba mal. Uoliena me avisó muy excitada que la famosa Rain ya estaba ahí. Lo dijo con tanta emoción que hasta yo tomé un momento para verme en el espejo retrovisor y chequear si estaba presentable, bajé del auto y a lo lejos pude ver a la chica más gorda que he visto en mi vida. No diré más. Uoliena me avisó que Rain cambiaba de género ocasionalmente, así que debía estar muy atento a cuando ella fuera hombre o mujer o “no binarie”. Cuando nos acercábamos, Rain me pidió desde lejos:
—¿Puede por favor quitarse la capa, la chaqueta y la gorra militar? Su aspecto es intimidante.
—No.
Le contesté extrañado por la solicitud, ella exclamó:
—¡Qué rudo!
Rápidamente Uoliena corrió a abrazarla y tranquilizarla, le cantó algo consolándola mientras yo en mi mente me debatía entre pedir una disculpa porque Rain se veía completamente destrozada por mi uniforme o mantenerme firme en mi papel militar. Después de un rato, Rain se sintió mejor y le expresó a Uoliena:
—¡Nos están robando el material! ¡No podemos seguir construyendo el pueblo porque los bandidos de la barranca de los piratas vienen por las noches y se llevan la madera, el acero, el cemento, ¡todo!
—Te enviaremos más material, ¡te lo prometo!
—No, no quiero que el primer ministro me compre materiales, soy una persona independiente. Quiero que me dé el dinero, ¡yo misma compraré todo!
Entonces intervine. Confundido, pero serio:
—No puedes hacer las compras de materiales. Se están importando desde las tierras continentales, no podemos darles material de construcción nacional porque aquí no se produce lo necesario para erigir edificaciones seguras. Además, tengo entendido que en la barranca de los piratas se está construyendo con fondos de La Sociedad de Azrael. Según los documentos que tenemos al respecto, es un proyecto del arquitecto Michel Angenoir y lo conozco, es un perfeccionista, no admitiría usar materiales robados.
La chica Rain se puso de pronto muy enojada y prorrumpió:
—¡Pero los materiales de todas formas no son suficientes y necesitamos dinero! ¡No necesitamos que ustedes, con su actitud patriarcal, nos elijan los materiales de construcción! ¡Podemos usar alternativas naturales como madera, cartón y basura reciclada, o palos y rocas de la isla!
Me tomé un momento para mirar alrededor, las casas se veían efectivamente como chozas hechas con basura y los materiales que les habíamos entregado se deterioraban a la intemperie tirados en las calles a medio hacer. Mi perturbador cuñado Angenoir hubiera hecho cortocircuito al ver ese desperdicio. De pronto vi rostros conocidos, toda la gente que estaba viviendo ahí eran jóvenes de Gardenia, hijos de familias adineradas que había visto antes en los bares y casinos. Algunos incluso pasaron un par de noches presos. Indignado, le pregunté a Rain:
—Oye, estos son chicos ricos de Gardenia, ¿no les dijeron que San Pedro era para los celestinos e inmigrantes que vivieran en situación de riesgo? En especial para las minorías raciales, la gente negra vive hacinada y oculta en la villa del Cielo. Ya tenían asignados sus lotes y sus materiales. Venían muchos albañiles, plomeros, electricistas, pintores… Ellos ya hubieran terminado las casas…
Rain replicó consternada:
—¡Pero ellos ya tienen sus casas en la villa del Cielo! Nuestros compañeros de los distintos colectivos han sido expulsados de sus casas, no tienen donde vivir.
—Pues que hagan las paces con su familia y que vuelvan a Gardenia, ¡no son más pobres que las personas que viven colgadas de unas tablas en la villa del Cielo! No pueden tomarse estas tierras, todas tienen ya sus dueños. O pueden hacer un trueque e irse a vivir a las viviendas que queden desocupadas en la villa del Cielo. Se ven jóvenes, sin hijos, no tendrán tantas dificultades viviendo allá arriba como las familias de trabajadores que tienen niños y ancianos.
—¡Otra vez está siendo rudo!
Me contestó Rain y se fue muy enojada. Un grupo de chicos con los rostros cubiertos por paliacates y lentes de sol nos empezaron a rodear, pero solo me aparté la capa de un manotazo lanzando una llamarada y se fueron corriendo. Entonces le dije a Uoliena:
—Bueno, ya sabemos que estos tipos no son peligrosos. Vamos a tener que desalojarlos por la fuerza, Uoliena. Las familias de la villa del Cielo están esperando sus nuevos hogares.
—Pero ellos también necesitan ayuda…
Lloriqueó la chica, así que le hice ver:
—Uoliena, son chicos ricos. Pueden vivir bien si dejan de estar enemistados con sus familias o simplemente consiguen un trabajo en Gardenia. Pero en la villa del Cielo no hay esperanzas ni futuro, esas familias solo podrán superarse y prosperar aquí. Y si todavía recuerdas con cariño a la villa del Cielo como cuando eras pequeña, piensa en que si reducimos el peso y la actividad en la estructura vamos a evitar que llegue el punto en que decidan demolerla.
—¡Pero es que Ángel dijo que cualquiera podría venir a San Pedro y solicitar ayuda para levantar su casa! Los estás discriminando solo por venir de Gardenia. ¿No lo ves?
—Puede ser… Pero entonces deben ir al palacio y solicitar un permiso y las ayudas para vivir en San Pedro. Dile eso a Rain, ¿te perdonará así?
—No lo sé…
Me contestó y volvimos al auto. En el camino de regreso a Celes, le pregunté por curiosidad:
—¿Qué te gustó de Rain?
—Que es hermosa. ¿No la viste?
—¿Más hermosa que tú? Eres muy bonita.
—Mi belleza es hegemónica, un estereotipo negativo que tiene consecuencias en la autoestima y la salud de otros. Las chicas que no son como yo, se sentirán mal y sufrirán. No debería verme así.
—¿Es tu culpa que otras chicas sean envidiosas? No es que seas rubia y delgada… Conny Del Mar es de piel oscura y muy curvilínea, pero también es hermosa, el asunto es… A veces algo es “hermoso”, sano, bien cuidado… Y veces algo se ve enfermo. ¡Y no por eso es feo! Es solo que… Necesita más cuidados para verse en buen estado.
Reinó un silencio y después me atreví a decir:
—Creí que las lesbianas también eran sinceras y buscaban parejas que les resultaran atractivas.
—¿Por qué debemos fijarnos en lo que a los hombres les gusta? No queremos lo mismo que los hombres.
—¿Entonces sí eres lesbiana?
Le interrogué para aclarar las cosas, pero ella volvió a enturbiarlas replicando:
—No lo sé.
Yo me quedé un rato pensando, luego le dije:
—Quisiera que las chicas no crecieran, que nadie tuviera que pasar esta fea transición de la infancia a la vida adulta. Pero pasa y siempre se siente mal.
—No le cuentes nada de esto a Ángel…
—Ángel siempre acaba defendiéndote. Su madre y él te han mimado demasiado. ¿Por qué estás enojada con él y atacándolo cuando sabes que te quiere?
Uoliena no me respondió, le pregunté otra cosa que me parecía extraña:
—¿Y por qué no te enojas conmigo? Soy el más violento del grupo.
Volvió a reinar el silencio hasta que dijo:
—Eres el único que realmente habla conmigo, me escucha y me pone atención.
Escuchar eso me hizo sonreír, le pregunté qué quería comer y como siempre pidió ir a un restaurante que ofrecía un menú infantil para que le regalaran un juguete. No quería presionarla a crecer, yo mismo no cumplía la mayoría de edad y después de tener tantas responsabilidades adultas y experiencias que no eran para mi edad me sentía como de cincuenta años; cansado y algo tarde para la fiesta de la vida. Creo que Eiden estaba sintiendo lo mismo con sus hijos, quería prolongarles la infancia todo lo posible, alejarlos de todos los vicios, violencia y sexo que a nosotros nos rondaban. Pero también estaba consciente de que Uoliena, como nosotros, ya había tenido que conocer ese mundo sórdido. Los adultos también habían pisoteado su inocencia y eso se siente como una mierda, como tener una camisa blanca bien almidonada y que alguien venga y te salpique tinta o alguna porquería. Yo, a la edad de Uoliena, ya estaba entrenado para no tener compasión y matar, ya sabía del crimen en Celes y sentía un odio visceral hacia los delincuentes. A veces me ponía a pensar y no estaba seguro de si mi ira era debida a la indignación que me causaba ver que se rompiera la ley o solo me desquitaba la rabia que me causaba el hecho de que el ejército había destruido toda mi inocencia. Uoliena no expresaba lo que sentía, posiblemente por la influencia bonachona de Ángel y las súplicas de la reina que nos veía a todos como ángeles salvadores, ¡ninguno quería defraudarla! Por eso Uoliena quería ser luz, amor, toda la justicia pacífica del mundo… Pero yo sabía que detrás de todo solo había enojo y tristeza. Nos habían lastimado. Nadie nos respetó, solo nos usaron.
Caminamos un rato por la ciudad, eso y hacer fotos siempre me relajaba, cuando ya habíamos caminado unos cinco kilómetros y estábamos bastante lejos del auto, Uoliena me pidió que la cargara pues estaba cansada y tenía sueño. Ya era prácticamente una adolescente, pero su estatura era poco más que la mitad de la mía y pesaba unos cuarenta kilos, no me costaba nada levantarla en un brazo y llevármela medio dormida de regreso al auto como siempre lo había hecho. En el camino seguimos hablando un poco, ella quería saber sobre mi hermana menor, de la cual le había hablado muchas veces, pero nunca se la pude presentar:
—¿Se parece a ti?
—No, Yanmei es muy bonita. Pero sí pelea como yo.
—Seguro si vamos a preguntar en la barranca de los piratas sabrán de ella. Deberíamos ir a ver qué pasa ahí, Cian. ¿Qué tal si Rain tiene razón y sí se están robando los materiales? Quizás sí sea mejor darles el dinero y dejar que mis amigos construyan las casas con materiales reciclados o naturales.
—Y luego van a cantar estilo musical para gays y con la magia se edificará San Pedro, que mejor se llamará “San Esteban”. “San Esteban Universo.”
—No te burles, Cian, lo digo en serio.
—Te seré sincero, temo encontrar a mi hermana. He sobrevivido todo este tiempo obligándome a creer que Angenoir no la tocó, que respetó su edad y solo la tiene como un reemplazo de su hija. No quiero dejar de pensar así.
—¿Qué tal si no es así, y ella está sufriendo? Hay hombres malos que engañaban a las chicas de la villa del Cielo diciéndoles que se casarían con ellas y las llevarían a vivir a Gardenia, pero en realidad solo se las llevaban para prostituirlas.
Suspiré y le respondí, con dolor:
—Es una posibilidad. Pero ya sería demasiado tarde.
—¿Acaso las mujeres dejan de valer o sentir después de que sufren violencia de género?
—No. Pero temo que se haya vuelto como algunas mujeres, que creen que cada humillación y engaño que reciben de los hombres es un galardón. Hay unas tan tontas que ven las violaciones como una prueba de que son hermosas al punto de que los hombres no se pueden contener al verlas…
—¡¿Acaso no es así?!
—No. Violar es… Una forma de ataque que algunos tienen y sirve para de degradar a alguien, para atemorizarla o castigarla. No cualquier hombre puede hacerlo, pero cualquier mujer puede sufrirlo. Incluso otros hombres. Quien lo sufre no se gana nada, lo que necesita es venganza. Justicia.
—¿No vengarías a tu hermana?
—Sí… Pero tú misma dices que hay que perdonar y olvidar, ¡que esas cosas debes agradecerlas porque te hacen fuerte y son experiencias! Yo no puedo…
Ella se quedó callada, en ese momento me parece que la hice ver la contradicción que había entre sus pensamientos y sentimientos. Entonces comenté:
—Siempre te dejé hablar, pues de seguro lo dices porque lo leíste en internet y a la reina le gustó mucho oírlo y Ángel quisiera que todo el mundo fuera así, de algodón de azúcar. ¿Pero cómo le pides a una niña que le dé gracias a su violador porque al romperla, supuestamente y de alguna forma, la hizo más fuerte? Las ovejas defendiendo al lobo… No dije nada al escucharte a ti, o a otras chicas de Gardenia, porque al final yo soy el ministro de justicia y seguridad pública y para mí son palabras huecas que no tengo que rebatir, pero tampoco creer y respetar. Una retahíla de mentiras con tal de que no se persiga al culpable y al final la víctima acabe siendo la mala. No te dije nada, pero ahora te digo: muchas veces has caído en la trampa de las tontas útiles. ¡Sí quiero vengar a mi hermana!, sin embargo, sigo siendo su hermano. Si la encuentro tirada en un burdel, drogada, enferma o muerta, no podré estar en mi papel como líder militar. También me derrumbaré. Así no podré ser fuerte y hacer justicia.
Seguí caminando con ella en brazos en silencio por la ciudad iluminada por sus faroles de luz dorada, comenzó a caer un poco de llovizna y Uoliena me dijo:
—Se siente muy bien cuando me llevas así en las noches. Alrededor hace frío, pero yo estoy cálida bajo tu capa, siempre hueles a jabón y mandarinas.
—¡¿Mandarinas?!
Le pregunté echándome a reír. Ella contestó:
—Sí… Todas las chicas deberían tener un momento de paz y bienestar al final del día. Irse a descansar tranquilas en una cama limpia, tibia y segura. Debemos ir a corroborar si tu hermana tiene eso, Cian. Es tu hermana, no podemos dejarla a su suerte. Debes ser valiente, ¿no lo ves?
Me tomó un tiempo responderle, no fue hasta que llegamos al auto y le dije que tenía razón; al día siguiente iríamos a ver qué estaba pasando en la barranca de los piratas. Luego fui a dejarla a las puertas del palacio donde Ángel ya la esperaba y volví a casa. Apenas pude dormir. No quería ir a enfrentarme a la realidad.
A la mañana siguiente, antes de que saliera el sol como era mi costumbre en días laborales, me preparé para salir y como dictaba el protocolo llamé a mi madre que atendía las comunicaciones del Pote Caliente y le informé que iría a la barranca de los piratas para ver cómo estaba la situación. Ella me pidió, o más bien me ordenó, no ir solo sino en compañía de varios de nuestros hombres. Había rumores fuertes de que la zona era bastante complicada. Antes de salir de Gardenia fui a desayunar a un café, ahí me encontré con Conny y ella me invitó a sentarme en su misma mesa. Se veía preciosa como siempre, pero no me atrevía a probar suerte con la mujer más popular y hermosa de Celes. Conny estaba empezando a levantar un pequeño imperio de medios en la isla, era la estrella de la televisión, la radio, las redes sociales y estaba planeando rodar la primera película en nuestras tierras celestinas. Algunos decían que eso jamás hubiera sucedido si Estelle Angenoir no se hubiera muerto, pero yo sabía que Estelle no tuvo ni la mitad de carisma que tenía Conny. Su presencia te golpeaba como una oleada de viento ardiente de la costa. Era la estrella del noticiero, además tenía un programa de entrevistas matutino, y otro nocturno en que compartía chismes de farándula internacional y no raramente de gente “famosa” de Celes: casi siempre yo, por haber golpeado a alguien o por haber saludado a alguna mujer, razón por la cual ya decían que era mi amante y tenía cinco hijos míos. Estaba un poco cansado de esa situación, pero ella me decía que “tuviera paciencia”:
—¡Nunca diría algo que realmente te haga quedar mal, Cian! Pero es bueno que te perciban como un hombre varonil y deseado por las mujeres.
—¿Deseado por las mujeres? La última vez que una mujer se me insinuó fue cuando una viejita me lanzó su dentadura para mandarme un beso durante un evento público. Todavía guardo sus dientes…
—Cian, tú nunca te das cuenta de cuando las chicas te están coqueteando…
—Me doy cuenta de los amoríos de quienes tengo a mi alrededor. ¿Qué sucede entre Eiden y tú?
—¡¿Eiden Ishikawa?! ¿En serio?
—Debo preguntar, Ilmari es mi prima.
—¡Eww! ¡Es como un señor de cincuenta años en el cuerpo de un nerd de dieciséis! Él flirtea con todas las mujeres y hace un buen trabajo como primer ministro, pero nada más. Si está alardeando que tiene algo conmigo, pues te digo que no es cierto. Ilmari Ishikawa es una chica muy buena, jamás lo ayudaría a traicionarla. Yo nunca me involucraría con un hombre que ya tiene pareja. No soy una cualquiera. Mi momento más bajo fue Michel Angenoir, No sabes cuanto me arrepiento.
Me quedé un momento mirando mi café y por fin le dije:
—Mi hermana menor se casó con él. Mis padres les dieron su bendición así que… Sucedió.
—¡¿Qué?! ¿Pero tus padres son tont…?! Digo…
—Sí, sí, entiendo qué estás pensando… Justo ahora iba a ver la zona donde se supone que Angenoir está trabajando para ver si obtengo noticias de mi hermana. Iré con Uoliena Oread.
—¿Puedo acompañarlos? Quizá necesites ayuda con Uoliena, yo puedo acompañarla si tú estás ocupado.
No había tomado en cuenta el que si las cosas se ponían mal y Uoliena se asustaba no podría atenderla, así que Conny fue con nosotros. Salimos de Gardenia rumbo al sur, en el camino vimos el famoso caserón de Leif Petersen, alias L. Specter, un símbolo de la rebeldía en Celes. La última vez que lo vi era una simple cabaña, para ese momento ya era una mansión y eso olía demasiado a arquitecto franchute sintético… La zona rural de Celes estaba en sus planos. Poco a poco nos fuimos acercando a la costa, yo sinceramente creí haberme equivocado de dirección, no se veía nada más que el borde del acantilado y el mar al fondo. Detuve el auto y conmigo se detuvieron los otros vehículos que nos acompañaban, bajé a mirar los alrededores y revisar el mapa en mi teléfono. De repente escuché un silbido lejano, me volví a ver y miré a Leif que venía en su caballo. Lo esperé con los puños apoyados en la cadera y el sol picándome los ojos hasta que llegó sonriendo y le dije:
—Vi tu casa, ya debes tener plata para comprarte un auto. ¿Por qué sigues a caballo?
—Porque no termino de asimilar la puta tecnología, ¡jaja! Te vi pasando frente a mi casa. ¿Vas a la antigua barranca de los piratas? Ahí no puedes entrar si no te acompaño, la villa del Cielo es una fiesta para embarazadas comparada a eso.
—¿Tú crees? Tenemos bastantes balas. Por cierto, tu hermana está preñada de nuevo.
—Le puso Leif al primer niño, la perdono.
Me encogí de hombros y de repente llegó corriendo Conny y tras ella tímidamente vino Uoliena. La latina le tendió la mano a Leif y lo saludó:
—Señor Specter, soy Consuelo del Mar, hace mucho tiempo que quería entrevistarlo. La última vez que nos vimos no fue muy afortunada, pero si me permite conversar tranquilamente con usted…
—Ah-já…
Le contestó Leif, dándole un apretón de manos y mirando por sobre los lentes de sol a Uoliena. Ella no lo saludó. Después, mi extraño primo albino les dijo a las dos:
—Son un par de perras, ladren.
Conny se le quedó mirando indignada y lo insultó, pero Uoliena ladró involuntariamente. Entonces Leif se tocó el ala de su sombrero ante Conny y replicó:
—Quizás otro día, Consuelo. Veo que la rubia es el eslabón débil, cuidado. Dejen los autos y síganme.
Conny lo vio alejarse, boquiabierta y aún enojada, después me preguntó, frotándose el entrecejo:
—¿Es tu enemigo o tu amigo? ¿Está en contra de la corona o a favor? No lo entiendo…
—No es enemigo de nadie, solo le molesta que lo repriman. Vamos, hay que ir con él.
Fuimos todos tras Leif, que ató su caballo a un árbol e hizo algunas llamadas. La última la hizo yendo a ponerme un brazo sobre los hombros y hablando fuerte para que yo escuchara:
—¡Michifús! Adivina quien viene a visitarte… No, tu cuñado. ¿Cómo que estás ocupado? Al menos deja que veamos a Yanmei.
Hubo un silencio en el que Leif escuchó atentamente, luego contestó:
—Te prometo que no se van a pelear y si lo hacen yo voy a mediar como primo mayor.
Entonces cortó la llamada y después me avisó:
—Yanmei sigue enojada contigo.
Luego nos condujo hasta la orilla del acantilado, donde oculta por la misma perspectiva estaba una escalera que llevaba al nuevo pueblo oculto en los acantilados. Realmente la cosa encargada de hacer los “hábitats” para los celestinos, mi cuñado, se había lucido ya no solo como arquitecto sino también como ingeniero. De alguna forma consiguió sentar bases en la roca para colgar de los acantilados un laberinto de casas estilo barroco con detalles alusivos al mar; había callejuelas hechas de canto rodado, mosaicos de azulejos y terrazas con palmeras. Quizás el nuevo matrimonio le había hecho sentir nostalgia por su juventud, “cuando estaba nuevo” allá por 1800… En ese momento no me puse a pensar: “no estoy tratando realmente con una persona”, y es que hasta este punto no sé si decir que Angenoir merece los mismos derechos de un ser humano. Lo cierto era que ese día yo solo estaba enojado porque él se había llevado a mi hermana. Cuando Leif me dijo cuál era su casa, le pedí que me esperara afuera; entré tumbando la puerta y desenfundando el arma. Empecé a buscar por todas partes, llegué al despacho de Angenoir que estaba trabajando en sus planos y le vacié el cargador encima sin mediar palabra. Él ni siquiera pestañeó. Las balas simplemente lo abollaron. Se quedó mirándome un rato mientras daba golpecitos a la mesa con el lápiz, finalmente suspiró y dijo:
—Bien, ya había resuelto el problema del salitre. Ahora tendré que pensar en qué hacer con las balaceras sorpresivas. Lo siento por las heridas tan poco realistas, se robaron el mecanismo que bombeaba la presunta sangre.
Luego buscó en sus gavetas, sacó una cara nueva, se cambió la agujereada y me comentó:
—El traje sí está arruinado.
—¡¿Dónde está mi hermana?!
Le grité. De repente una fuerza descomunal me golpeó por detrás, antes de que pudiera darme cuenta de qué pasaba ya me habían golpeado varias veces más, y no pararon hasta que el propio Micky se interpuso, salió también golpeado, y entonces pude ver que había sido atacado por Yanmei. Que me gritó: “¡¿Qué le estás haciendo a mi marido?!” como si ella no acabara de patearlo tal si fuera una lata vieja. Le contesté cruzándome de brazos y apoyando la espalda en una pared:
—Vete, Yanmei. No voy a pelear contra ti. No golpeo mujeres en ninguna circunstancia, esto lo arreglaremos entre hombres.
—¡Mi marido no puede pelear! ¡Míralo, es inútil, solo se queda ahí soportando los golpes!
—Nadie te obligó a casarte con él…
—¡¡No te das cuenta de que estoy profundamente enamorada y esta casa está llena de amor!!
Vociferó furiosa haciendo que los muebles volaran por los aires, miré a Micky de reojo. Él opinó resignado:
—Es como vivir con un Poltergeist.
Entonces le dije a él en tono amenazante:
—Todavía es una niña, si la has tocado…
—¿Eso te preocupa? No te lo aclararé, es parte de mi venganza. Quizás ya consumé el matrimonio, o quizás lo haga hasta cuando ella sea adulta. Recuerda la noche en que Estelle estaba agonizando, y tú andabas más preocupado por los problemas de Emi Ishikawa y su familia. No sabes elegir tus prioridades porque no eres sincero contigo mismo ni con los demás, tu vida sufrirá tropiezos y estancamientos hasta que lo comprendas y te atrevas a seguir un camino recto. Hasta entonces, voy a cobrarme haciendo una Estelle nueva con la ayuda de tu hermana menor.
Después se acercó a su escritorio, abrió otra gaveta y sacó una probeta, explicándome:
—Por ahora, las hijas de tu hermana son las muñecas de porcelana que años atrás yo mismo le regalé y trajo desde su casa. Podrás deducir que si mi carne es de plástico y mi mente una combinación de algoritmos que imitan el pensamiento, no poseo órganos humanos y tendré dificultades a la hora de intimar con una mujer real. ¡Pero tengo un sustituto sintético! Ya listo para cuando lo necesite aplicar… Tú entenderás. Claro que el esperma hecho en un laboratorio no funciona tan bien como el real, solo sirve para engendrar niños que se parezcan a mí, pero mueren jóvenes. Ya se lo he dicho a tu hermana. Ella tendrá que enterrar todos los hijos que tenga conmigo.
Me volví a mirar a Yanmei y ella dijo:
—¡No me importa! El amor es ciego y no puedes apagarlo a fuerza, Cian. Vas a tener que sacarme muerta de esta casa o voy a sacarte yo a golpes.
En ese momento entró Leif e intervino:
—¡Déjala, Cian! Es necia, la vida le enseñará. Y tú también deja de provocar a tu hermano, Yanmei. No golpeamos mujeres, si insistes tendré que pelear yo en tu nombre, aunque no tengo nada contra Cian.
—Entonces hazlo. Sácalo de mi casa.
Sentenció mi hermana y yo me fui diciendo:
—Me salgo por mi propio pie porque me repugna estar en la casa de una gigantesca tonta. Pero si quieres darme la revancha de la última pelea que tuvimos, Leif, ven, estoy enojado y necesito golpear algo menos delicado que mi cuñado. ¡Te hacía más hombre, Angenoir!
El aludido me contestó, mientras iba a encontrarse con mi hermana para tomarla de la mano:
—No puedo dañar a un ser humano o permitir que sufra daño, es mi única regla moral. No estoy aquí para perder tiempo en problemas de faldas sino para cumplir órdenes siempre y cuando no sean un peligro para la comunidad. Déjame tratar de seguir existiendo en paz y sin molestar a nadie más.
Leif comentó, quitándose la gabardina:
—Cuando el problema es sobre mujeres, Michel básicamente es un dildo vibrador parlanchín. Recupera la honra de tu hermana a golpes si puedes, Cian. ¡Así hacen las cosas los hombres de verdad!
—¿Qué pretendes obtener si pierdo?
Le pregunté mientras salíamos y el grupo que nos esperaba afuera tomaba una distancia prudencial. Leif respondió:
—Aboga por mí ante la reina. Pídele que me de otra oportunidad como ministro de agricultura y obras públicas. No es justo que se lo den a esa chica solo para regalarle un puesto de poder. Es obvio que no está haciendo nada por el pueblo, ni lo hará.
Uoliena palideció y se ocultó tras Conny, que quiso decir algo, pero se mordió los labios. Lamentablemente no había nada qué decir para contradecirlo. Así que solo me encogí de hombros aceptando el acuerdo y empecé a prepararme para la pelea descubriéndome el torso. Para 2017 yo ya pesaba 110 kilos y medía 195 centímetros, los uniformes que Estelle me regaló ya no me quedaban y tuve que guardarlos como un bonito recuerdo en mi armario, por fin igualaba en tamaño a Leif. Sabía que mi loco primo místico no iba a dejarme ganar, si lo derrotaba era porque realmente podía hacerlo. Sentía una mezcla de nerviosismo y emoción, especialmente porque otra vez estaba siendo observado por Conny y desde un balcón también me miraba mi hermana Yanmei. Leif, todavía un poco más grande y musculoso que yo, tenía la confianza pintada en su rostro. En esos breves segundos, recordé todas las horas de entrenamiento, todas las veces que había soñado con este momento desde la vez en que me dejó hecho trizas y acabé en la cama de Estelle. Entonces Leif se abalanzó sobre mí, y todo se volvió real. Al principio fue una prueba de paciencia y estrategia. Leif atacó otra vez con golpes poderosos sin misericordia, obligándome a mantener los reflejos al máximo, esquivando y contrarrestando cuando veía una apertura. Sentía el sudor perlándome la frente, pero mi concentración estaba a tope. Conocía bien a Leif, había estudiado sus movimientos, sabía que tenía la ventaja de la velocidad y la experiencia, pero conseguí darle un golpe certero que lo hizo perder el equilibrio. Sin embargo se paró de un salto y volvió a ponerse en guardia, ya algo impaciente. Sus ataques se volvieron más agresivos, pero también más descuidados. Aproveché cada oportunidad para conectar mis propios golpes, sintiendo cómo la confianza comenzaba a flaquear en sus ojos. En un intento desesperado por derribarme, logró llevarme al suelo. Pero ahí, en el terreno de la lucha cuerpo a cuerpo, mi entrenamiento militar marcó la diferencia. Logré revertir la posición, tomando control y buscando una sumisión. De alguna forma consiguió zafarse y volvió a ponerse de pie. Ambos ya estábamos cansados, pero sabía que ese era mi momento. Aproveché un error en su defensa para lanzarme con una serie de golpes precisos. Lo vi tambalearse y no dudé. Con una patada lo llevé al suelo y aseguré una guillotina, apretando con todas mis fuerzas. Sentí su resistencia disminuir hasta que finalmente, con un golpeteo en mi brazo, se rindió. Lo ayudé a levantarse y me dio abrazo tosco y dijo:
—Bien, parece que ya eres realmente adulto.
—Faltan unos días para que cumpla dieciocho.
Le recordé, él replicó:
—Entonces madura como líder y reconsidera pedir que vuelvan a nombrarme ministro de agricultura y obras públicas. Es en serio.
—No tienes buena reputación, Leif. Primero por construir tu casa en una zona sin permisos. Ahora por los rumores de que la gente que te apoya roba materiales de las construcciones de San pedro.
—Deja los prejuicios, Cian. Aquí no viven solamente delincuentes, la mayoría solo es gente trabajadora e inquieta como yo. Tenemos nuestras propias reglas y leyes aquí, muy distinto a la pandilla de vagos sociópatas que se han mudado a la playa de la gente rica. Al que no le gusten nuestras reglas…
Dijo Leif mirando a Uoliena que lo veía con rencor pues estaba acusando a sus queridos amigos:
—Lo hipnotizo y le ordeno que se tire al acantilado.
Tuve temor de que Uoliena se lanzara al precipicio, pero por suerte eso no sucedió y Leif solo se carcajeó y fue a vestirse. Alcé la vista por última vez para mirar a Yanmei. Pude ver cierto orgullo en sus ojos, pero nada más, se aferraba a un brazo de Micky que con las manos en los bolsillos contemplaba todo indiferente. Conforme pasaban los años fui comprendiendo que al arquitecto de Celes no le importábamos realmente, solo le gustaba vernos interactuar y movernos en los habitáculos que nos había diseñado. Él simplemente tenía órdenes que cumplir. Cuando ya nos íbamos de regreso en el auto, Uoliena rompió en llanto y no quería que nadie la tocara. Conny me explicó:
—Cuando tu estabas dentro de la casa de Angenoir, nos rodeó una multitud de hombres y empezaron a decir que matarían a los soldados y nos violarían a Uoliena y a mí. Hice mi mejor esfuerzo por controlar la situación haciendo que los hombres tomaran todo en broma y al mismo tiempo intentando tranquilizar a Uoliena, pero estuvimos cerca de terminar mal. Por suerte en ese momento llegó Emi Ishikawa custodiada por sus guardaespaldas de la Sociedad de Azrael y la muchedumbre se disipó. Le temen. En cuanto los hombres vieron que la conocíamos nos pidieron disculpas y dijeron que seremos siempre bienvenidas a la barranca.
—¿Emi Ishikawa?
Le pregunté extrañado, ella manifestó:
—Sí, me había estado siguiendo. Hoy me di cuenta. Vino a preguntarme qué sabía de Michel Angenoir, le dije la verdad. Que estaba viviendo ahí con su nueva esposa. Luego se fue. ¿Hice mal?
—No tendría por qué ser así.
Le respondí en ese momento más preocupado por Uoliena, un nuevo trauma se sumaba a sus problemas. Volvimos ya de noche a Gardenia, me despedí de mis hombres del Pote Caliente, fui a dejar a Conny a su casa y ya regresaba al palacio para dejar a Uoliena cuando escuché una explosión. Mi amiga seguía teniendo un ataque de pánico, pero tuve que elegir entre ella y la seguridad pública; así que le pedí fuera fuerte mientras iba a ver qué sucedía porque ese es mi deber como militar. Conduje por las calles siguiendo la columna de humo que se erguía por sobre los edificios hasta llegar a la sede de la Sociedad de Azrael. Alguien había detonado una bomba en las azoteas, provocando un incendio. Algunos de mis compañeros ya estaban ahí, lamentándose de no tener un camión de bomberos y que de hecho no existía un cuerpo de bomberos. Estaban tratando de extinguir el fuego con viejas mangueras conectadas a hidrantes de cien años. Un compañero encontró un cartel colgado en la puerta del edificio, decía que la barranca de los piratas había declarado una guerra civil. Poco después me llamó Micky Angenoir para saber cuál era la situación en su edificio y le informé todo, además me quejé por la falta de preparación para desastres en sus diseños. Él me replicó encrespado en el teléfono:
—¡Ese es tu trabajo! Ya bastante hice con no usar materiales inflamables, ¡pero nadie me dijo “construye para una ciudad insegura y violenta donde las autoridades son inútiles”! ¿Y qué es eso de “guerra civil”? Nom de dieu de merde, ¡aquí todo mundo está dormido! ¡Nadie habla de guerra!
—¿Entonces no fueron los hombres de la barranca?
—¡No! ¡Ahora haz tu trabajo e investiga!
Luego me colgó enojado y yo me quedé un rato pensando mientras veía a las llamas. La visita de Emi a la barranca de los piratas no pudo haber sido una coincidencia, luego el ataque al edificio donde se reunían los colaboradores de Micky… Tuve el impulso de ir a confrontarla a la villa Ishikawa, pero entonces Uoliena se colgó de mi brazo y me dijo simplemente: “tengo hambre”.
La llevé a una hamburguesería cercana ya cuando las llamas se habían extinguido, llamando a Ángel para avisarle que ella estaba segura conmigo y los problemas bajo control. Como era su costumbre, sacó su carne de la hamburguesa, me la dio y comió pan con lechuga y papas fritas. Yo estaba perdido en mis problemas y apenas le ponía atención, después de comer me pidió como siempre ir a caminar por la ciudad. Las calles estaban más solitarias que nunca, la gente atemorizada se metió a sus casas. Fuimos a un parque cercano lleno de árboles y fuentes, y ahí Uoliena me habló:
—No quiero que me violen.
—Eso jamás sucederá.
Le dije tranquilamente, ella insistió:
—Si puede suceder, porque yo me congelo y no sé defenderme. Y siempre hay hombres…
—Siempre habrá hombres, Uoliena…
—Pero además…
En ese punto empezó a llorar y siguió hablando:
—Aún no dejo de pensar en penes. Veo pornografía, hablo de eso con personas desconocidas en línea, los dibujo a escondidas… No puedo evitarlo, es algo compulsivo, y me siento ansiosa y culpable por esto… Si no me violan como temo, igualmente yo iré a buscar un hombre, porque quiero que suceda.
—¡¿Qué?! ¡¿Eres tonta?!
Le pregunté desconcertado y un poco molesto, ella siguió diciendo:
—Sí, es que solo así podría detener la obsesión, convenciéndome de que no es lo que realmente quiero, de que en verdad me gustan las chicas. Mi peor es temor es perder la virginidad como iba a suceder ahora, por la fuerza y con alguien horrible. Prefiero que sea contigo, Cian. Házmelo tú, por favor.
—No…
Le respondí serio y apresurando el paso, ella lloriqueó:
—¡Por favor! No te pido que te guste, no me gustará tampoco, pero si debe suceder que sea contigo.
Seguí caminando y me gritó:
—¡Si no eres tú será cualquier otro! Un extraño, un vago, un jardinero del palacio… ¡Cualquier otro! ¡Lo buscaré cuando nadie me vea y se lo pediré!
Horrorizado ante la idea, me detuve un momento a evaluar su propuesta. Todavía con la testosterona alborotada tras la pelea y ver a Conny, de alguna forma me pareció razonable. Estábamos en un puente de piedra sin ninguna persona cerca, totalmente solos. Tragué saliva y le dije:
—Quítate toda la ropa, quiero verte como a una mujer cualquiera, no como a mi amiga.
Ella se desnudó temblando y quedó frente a mí, odiaba la idea de hacerle pasar un mal rato, pero quería quitarle de una vez la maldita curiosidad y además su cuerpo ya desarrollado me apetecía. Luego de años de no tener sexo, lo necesitaba. Me bajé la bragueta y me saqué todo sin ninguna ceremonia. Ella apartó el rostro, sonrojada, pero mirando de reojo. Yo me escupí el miembro erecto para lubricarlo y espantarla un poco, supuse que sería más feliz siendo lesbiana, luego le ordené que se diera vuelta y se apoyara contra la barda de piedra del puente. Su cuerpo me recordaba un poco al de Estelle y aproveché esto pidiéndole:
—Párate de puntas.
Ella lo hizo lentamente y eso era lo que me faltaba para terminarme de animar. Pude percibir cuando se le rompió el himen y la estrechez increíble de su virginidad. Se sintió mejor que todas las veces anteriores en que tuve sexo. Se lo hice sin tregua y en silencio hasta que me quité todas las ganas; Uoliena quedó lívida y jadeando, apoyada sobre la barda, bañada por el sudor y el rocío de la madrugada. En ese mismo instante me sentí mal, como un hipócrita. Me molestaba Michel Angenoir por enamorar a mi hermana y ahí estaba yo terminando de desvirgar a una chica aún más joven que Yanmei. Le ordené que se vistiera y cuando terminó le dije:
—Bien, ahora sabes cómo se siente un hombre.
Vi que le costaba un poco caminar, así que la tomé en brazos y me la llevé cargada como muchas veces antes cuando la sacaba a caminar por la ciudad y le daba sueño. Pude sentir que me abrazaba con especial ternura y me besaba el cuello, yo también le besé el cabello. Entonces me di cuenta de que le había gustado, pero yo estaba arrepentido.
La guerra civil en Celes
La mañana luego del ataque a la sede de la sociedad de Azrael amanecí en la cama de Uoliena, abrazándola con cariño, pero no porque la amara como mujer sino porque me sentía culpable y no sabía cómo decírselo y pedirle perdón. Ella tenía una leve sonrisa, abrazando sus peluches y rodeada con todos sus juguetes y posters de caricaturas japonesas. La arropé para y dejarla seguir durmiendo sola y salirme de su habitación. Bajé de la azotea hasta uno de los baños públicos del palacio y ahí vomité. Me sentía física y emocionalmente enfermo. Llamé a Eiden y oculto en los retretes del palacio le confesé todo. Él me respondió:
—Espera, tuve que venir al jardín con mi hijo Leif para hablar lejos de Ilmari que está cocinando el desayuno. En todo caso, el pequeño Leif debe quedarse aquí afuera por cinco minutos meditando. Está castigado. Le mostré un video mío de cuando tenía su edad y hablaba en público y tiró la Tablet al piso diciendo: “ese niño malo no eres tú”.
—No te preocupes por tu hijo, Eiden, es normal. Yo también te odiaba cuando eras niño.
—Sí, ya vi que eres Team Uoliena… Y… ¿Porqué Uoliena? ¿Tan desesperado estabas?
—No es fea, Eiden, es solo que no es el tipo de chica que quiero como novia y a su edad es un crimen…
Eiden suspiró, diciendo:
—Diría que sí, pero estamos en un vacío legal donde todavía no tenemos vigente el cambio de edad de consentimiento, ella ya es mayor de doce años y tú sigues siendo menor de edad porque estás a pocos días de cumplir dieciocho.
—Sigue siendo malo, Eiden. Se siente mal. Tengo miedo de que esté embarazada; quisiera pedirle ayuda a Ilmari, ella sabe de anticonceptivos de emergencia y eso. Pero si le digo qué pasó va a pedirme que me case con la chica, así son nuestras costumbres. En Adalsteinn y en el Pote Caliente las chicas deben casarse vírgenes y para toda la vida, y si desvirgas a una fuera del matrimonio debes casarte o te verán como un canalla.
—¡En ese caso toda Gardenia y buena parte de la villa Ishikawa somos canallas!
—Por un carajo, Eiden, respeta…
—Yo te daré los anticonceptivos, voy a decirle a Ilmari que son para abastecer las clínicas de la villa del Cielo o algo así. Ella me cree todo. Las mujeres enamoradas son algo bobas. Si el bebé que viene es niña, lo primero que haré es hacerla aprender a controlar sus emociones. Uoliena es el ejemplo perfecto de ese defecto femenino.
—¿Crees que está enamorada?
—Yo desde antes la veía muy apegada contigo… No te sientas mal, haz como los viejos, que cuando desfloran una chica joven pretenden que le hicieron un favor “haciéndola mujer”. Aunque tú y yo sabemos que después de tener sexo quedas igual si no es que un poco más confundido y tonto ¡Lo que te cambia la vida y el carácter es cuando nace tu primer hijo! Entonces ves la mierda más fea y te das cuenta de que ya eres adulto.
Encendí un cigarrillo y le contesté:
—Todavía no quiero tener hijos, Eiden. Tú e Ilmari se ven muy felices, pero no quiero cambiar pañales todo el día como ustedes, ni vivir pendiente de un bebé y una esposa. Todavía no, no conozco una mujer que quiera tener metida todo el tiempo en mi vida. Y tampoco quiero romperle el corazón a nadie.
—Es tarde, amigo… Las mujeres quieren imitar a los hombres de mundo diciendo que pueden tener sexo casual, sin involucrar los sentimientos, pero es algo muy impredecible. Si se les pega la gana, de pronto dicen que se enamoraron y que tú jugaste con ellas. ¡Y no puedes reclamar! Quedas de enemigo y mala persona, aunque ella te aseguró al principio que solo iba a ser diversión sin compromiso.
—Suena a que ya te pasó…
—¡No importa! Solo te digo que en el futuro mejor no te arriesgues con amigas y solo contrata una profesional. Y recuerda: “el que se acuesta con niños, amanece meado”. Evita a las mujeres demasiado jóvenes, hay un club muy discreto donde las chicas tienen certificado médico...
—Eiden, ¡no! ¿Cómo me deshago de Uoliena ahora?
—Solo te la pisaste y ya, a veces pasa. Se sincero, dile que no quieres nada.
—Eso es horrible… Y es gracioso que me digas justo lo mismo que me dijo tu abuelo Angenoir… Que sea sincero…
—Ese es otro tipo con mala suerte. Ayer mi tía me llamó indignada reclamándole por no detener los trabajos en la barranca de los piratas y en el fondo solo para quejarse de que el abuelo esté casado con tu hermana. Luego me llamó él mismo, hecho una furia porque le habían quemado la sede de la Sociedad de Azrael.
Yo exhalé el humo del cigarrillo y le hice notar:
—¿No ves cierta conexión ahí? Tu tía Emi se enoja fuerte con Micky Angenoir, y horas luego a él le queman un edificio. Es como mucha coincidencia…
—No lo sé… Esperaba que tú me llamaras hoy para decirme si tomar en serio la supuesta declaración de guerra, que aún no sé realmente de quien viene. Pero resultaste trayéndome noticias de dos bombas, no solo de una, ¡ja jaja!
—Creo que son patrañas, la única gente con poder suficiente para declararnos una guerra serían Leif Specter y Michel Angenoir, pero no podemos tomar por enemigos a quienes tienen ideas distintas a las nuestras pese a que también les interesa el beneficio de la isla. Hablamos de alguien que actúa bajo el puro resentimiento, las emociones. ¿No me estabas diciendo que las mujeres cuando se dejan llevar por los sentimientos hacen cosas tontas…?
—Ah… Estás acusando a mi tía porque estás tenso y confundido. Sabes, ya sé cómo librarte de Uoliena, te mandaré a estudiar criminología fuera de Celes unos años. Así podrás jugar al detective con bases científicas y no solo inventar chismes de viejas. Te veo en la sede de la Sociedad de Azrael a las ocho, debemos reunirnos con el señor Angenoir ahí. No me puedo negar, es el más rico de Celes…
—¿Él o sus dueños?... Angenoir es básicamente un producto de una marca francesa.
—Criticaste a mi tía empoderada y ahora criticarás a mi abuelo Michel Inversión Extranjera Angenoir…
—Genial, te veo ahí…
Me fui del palacio inmediatamente, evitando encontrarme con Uoliena, fui a ducharme a toda prisa y cambiarme a mi casa. Cuando llegué a la sede de la Sociedad de Azrael, quince minutos antes de las ocho, me encontré con que Conny ya estaba grabando para las noticias locales. Me tomó por sorpresa preguntándome si podía dar una declaración y yo solo me encogí de hombros mirando al suelo y moviendo una piedrita con el zapato. Ella hábilmente quitó la atención de mí preguntándole algo a un ciudadano, luego cortó y fue a hablarme en privado:
—¿Qué te pasa? Te ves terrible. ¿Estás bien?
—Es… No sé, quizá gripe.
—¿Quieres que te lleve a un médico, te traigo una aspirina? ¿Ya desayunaste?
Me interrogó tocándome la frente y componiéndome el uniforme, ro le respondí:
—No, está bien. Solo estoy desvelado. Fue una noche horrible.
Justo entonces apareció Eiden muy sonriente comiendo de un recipiente plástico:
—¡Buenos días! Traje tortas de papa, Ilmari hizo muchas. Solo se le quemaron las del fondo, pero todavía se pueden comer. ¡Prueben!
Conny lo reprochó:
—Ishikawa, este es un acto serio y formal. La cabeza de la sociedad de Azrael va a presentarse en público y eso es algo que no sucede todos los días.
Acto seguido, ella comenzó a devorar las tortas de papa y Eiden le respondió:
—Da igual, nadie nos verá. El señor Angenoir siempre pide que no le hagan fotos ni videos. No quiere aparecer en los medios.
—¿Qué? ¿Y qué haré yo? ¿Solo tomar notas y ver su escuálido trasero en vivo?
—Mira el lado bueno: su trasero escuálido es el artículo más viejo y caro del edificio y no se quemó.
Ambos se echaron a reír y justo entonces llegó una caravana de autos. Antes de que supiera quién era el director de la Sociedad de Azrael ya había visto ese espectáculo, los vehículos blindados y los guardaespaldas escondiendo a quien custodiaban, para que después en la noche el fregado Micky se saliera a callejear y pelearse con las viejas que se estacionaban frente a las fachadas de sus edificios. Rápidamente, Eiden y Conny se terminaron las tortas y escondieron por ahí el recipiente plástico, luego se arreglaron la ropa y el cabello y salieron corriendo al punto donde debían recibir a Micky, la azotea. Yo fui tras ellos desganado y deprimido. Tuvimos que subir todos los pisos del edificio por las escaleras, el aspecto del lugar era deplorable, todo quemado menos la estructura del edificio en sí. Alfombras, cortinas y muebles eran solo capas de mugre achicharrada. Cuando por fin llegamos a la azotea, donde existió un jardín y la oficina super privada secreta y especial de don Michel Angenoir que guardaba obras de arte valiosísimas y un montón de piezas históricas, nos encontramos con una gran montaña de escombros que aún estaba humeando. Eiden, Conny y yo nos quedamos mudos y sin poder apartar la vista del desastre. Eiden logró murmurar, sin dejar de ver los despojos:
—¿Cuánto dinero se habrá perdido? El abuelo me va a encementar en las bases de su próximo edificio como sacrificio a los dioses de la arquitectura.
Conny le dijo, con cara de horror:
—Nah, es pacifista. Solo te va a insultar hasta que se le derrita la garganta de tanto pronunciar mal la “r”.
—¿Pero no fue tu novio o algo así?
—No me lo recuerdes, nunca volveré a fijarme en un pusilánime que va buscando niñas inocentes porque sabe que una mujer real lo rechazaría al instante.
Cuando Conny dijo eso me dolió como una puñalada. En los últimos años yo había estado luchando contra el impulso de admitir que ella me gustaba más que ninguna otra, me daba terror enamorarme de una mujer tan hermosa y fuerte; sin embargo, siempre trataba de impresionarla, de gustarle. Todas mis esperanzas de estar con ella se podrían ir a la basura cuando descubriera que yo en realidad no era el héroe incorruptible que se imaginaba. Entonces Eiden, sin mucho tacto dijo: “eso me recuerda”; luego sacó de su bolsillo una caja de anticonceptivos de emergencia y me la dio. Yo la guardé abochornado mientras Conny nos veía intrigada y por suerte justo entonces subió Micky Angenoir con su séquito de viejos ricos y mi hermana hecha una diva engreída de la mano de él. Eiden la miró sorprendido y me susurró casi al oído:
—Mira ese bombón… ¿De dónde la habrá sacado?
—¡Es mi hermana, la que estaba enamorada de ti! Cuando te casaste con Ilmari se casó con tu abuelo por despecho. Es apenas un año menor que tú…
Le informé hablando lánguidamente. Él comentó entre dientes y sorprendido:
—Por un carajo, Cian… ¡Sí te la hubiera aceptado!
—Ya es tarde. Nunca te perdonó por preferir a su prima. Pero al menos tienes tus tortas de papa.
Yanmei, que desde antes ya era un poco pesada, se había convertido en un monstruo luego de dos años siendo mimada por su marido consentidor. Honestamente dudo que mi hermana y Michel Angenoir hayan tenido relaciones sexuales durante los primeros años de su excéntrico matrimonio, pero en realidad no sé. No se puede confiar en la tecnología extranjera, ya se había robado mis datos y a mi hermana. Lo cierto es que esa mañana Yanmei se comportó como una niña malcriada y era evidente que Micky la tenía como un reemplazo de Estelle. Al ver todos los muebles y documentos arruinados, Yanmei gritó, nos insultó, lanzó cosas, se tiró al piso y, en resumen, hizo un berrinche como una niña de dos años. Si nuestra madre hubiera estado ahí, la habría levantado de una patada voladora, pero como ya era una señora casada solo le rendía cuentas a su marido que la dejó hacer lo que quisiera y cuando ella se calmó un poco él simplemente encendió un cigarro en las llamas que todavía quedaban, recogió los restos de un aparato con aspas medio derretido, lo examinó y me lo entregó diciendo:
—Usaron un dron para traer el explosivo. Solo una persona joven y adinerada tendría esto en Celes. Hay que construir un aeropuerto, necesitan traer algunos suministros rápido.
—¿Qué hace falta?
Le pregunté, él me respondió:
—Armas, más armas. Yo no puedo decirte qué hacer con eso, solo darte los medios. Tú sabrás qué es mejor para mantener el ambiente agradable aquí.
No sé ni porqué, de repente me di cuenta de que mi hermana se estaba peleando y gritando con Conny; yo solo me sentí un poco más enfermo y suspiré desalentado. Pero mi cuñado la miró con cierto orgullo y ternura, diciéndome:
—Yanmei es perfecta. Se parece a Emi, me recuerda a Estelle y me hace sentir apreciado sin ser cursi.
—Hace unos años vi la partida de nacimiento de Estelle. Su madre ya tiene setenta años… La busqué en línea, luce como tu abuela. ¿Qué harás cuando Yanmei se empiece a ver mayor y tú sigas pareciendo un niño de quince años?
—Hay una forma de que eso no suceda.
—¿Cómo?
Le pregunté sorprendido, él respondió enigmáticamente:
—Pregúntale a Emi Ishikawa. Dile que he estado pensando en eso desde que se acercaba la muerte de Estelle, pero no me atreví. Yanmei, por otro lado, está dispuesta a todo por estar siempre a mi lado.
Después le gritó a mi hermana:
—¡Se me olvidó contarte que esa mujer al final me odió y me levantó una orden de restricción, Yanmei! Allons-y, se hace tarde, tengo qué hacer.
Obediente y odiosa, mi hermana soltó por fin a Conny que la despidió arrojándole un zapato y deseándole:
—¡Que te aproveche ese flaco sin gracia, mocosa presumida! ¡Son tal para cual!
—Por lo menos a mí sí me propuso matrimonio el hombre que me gustaba y me casé. Tú ya pasas de veinte años y el que amas te ignora totalmente. ¡Vas a vestir santos de tanto esperarlo!
Replicó Yanmei yéndose envanecida, al tiempo que Conny se ponía muy roja. Yo aproveché el pleito para retirarme, tenía que ver a Uoliena, aunque no quería. Fui a buscarla a su habitación, sin muchos rodeos le dije que se tomara el anticonceptivo. Me sentí un poco aliviado al verla tragarse la píldora, ella lo notó y se puso un poco ofendida:
—¿Tanto te molestaba la idea de tener un bebé conmigo? Yo tampoco buscaba terminar como Eiden e Ilmari… Su vida parece tediosa y opresiva…
—Realmente… Sí, un poco…
Dije sin mirarla a los ojos. Incómodo en su habitación siempre oscura y solo iluminada por la luz de las pantallas de su computadora y adornos de luz de neón. Ella fue a cerrar la puerta de la habitación con llave y me dijo:
—Solo seamos novios.
Luego se desvistió y lo hicimos de nuevo. No sé ni porqué, no tenía ganas, fue algo automático. Esa tarde, me reuní con Ángel y la reina para informales que tenía una relación con Uoliena. Se sorprendieron, pero me tenían tanta confianza y respeto que ninguno de los dos se opuso. Me sentí horriblemente culpable. Les pedí que dejáramos la relación en privado y ellos estuvieron de acuerdo. La reina solo nos puso un límite para vernos, no quería que visitara a Uoliena luego de las diez de la noche y Uoliena de forma rebelde e ingrata protestó:
—Eso no tiene sentido. Si quiero tener sexo con Cian puedo hacerlo de día y en cualquier otra parte fuera del palacio, no necesito estar aquí.
Tras esto, la reina se quedó sin palabras y creo que por unos segundos Uoliena se sintió una gran mujer madura y fuerte o algo así; pero entonces la reina le dijo:
—En ese caso, empaca tus cosas y vete a vivir de una vez con Cian.
Yo me quedé mudo. Todo mi mundo se vino abajo. Tuve que ir con ella y empezar a recoger su ropa y cosas, dándome cuenta de que entre los muñecos de felpa y juguetes había basura, ropa maloliente y comida podrida; mientras yo, un militar, tenía mi humilde casa pulcra y ordenada. Entonces Ángel llegó, se veía triste y preocupado, se apoyó en el dintel de la puerta y nos dijo:
—Atacaron otro edificio. Otra vez con un dron. Anda, Cian, yo seguiré ayudando a Uoliena.
Asentí lánguidamente y volví a ponerme la capa y la gorra. Ángel me preguntó, mientras metía cachivaches en cajas:
—¿Están seguros de esto?
—Intento ser responsable. Agradezco a la reina que al menos cuando se sintió herida reaccionara. Hubiera sido peor que por falta de carácter consintiera los caprichos de Uoliena y mi abuso de confianza. Creo que esta experiencia nos ayudará a madurar a los dos, pero pudimos evitarnos esta dura lección simplemente respetando lo que sabíamos que era un límite…
Le contesté con la voz apagada. Uoliena exclamó entonces, en tono retador:
—Pues yo no me arrepiento. Esto no ha sido un error ni algo de qué avergonzarse, sino una valiosa enseñanza que me hará más fuerte. Lo haría de nuevo sin dudarlo.
Yo, sabiendo que ella no trabajaba realmente en nada, que ni siquiera podía limpiar su habitación y tendría que ser mi responsabilidad alimentarla, lavar su ropa y cuidarla como a una mascota más que a una novia, perdí la paciencia y le di una bofetada. Entonces Ángel me empujó y amenazó:
—¡Vuelve a levantarle la mano y juro que te mato, Cian! ¡¿Qué mierda te pasa?!
No le contesté, me fui sin mirar atrás. Afuera, mientras conducía por Gardenia, se oían sirenas, esta vez eran dos columnas de humo, la gente corría por las calles, mi teléfono no paraba de sonar; eran Angenoir, Eiden, mi padre, la reina, todos a la vez. De pronto no pude más, me estacioné junto a una arboleda y me puse a llorar desconsolado con el rostro apoyado en el volante. De pronto escuché golpes en los cristales del auto. Me limpié el rostro en la manga de mi chaqueta y miré quien era. Se trataba de Conny, a tiempo otra vez para verme en mis peores momentos. Salí del auto y ella me tomó las manos, preocupada:
—¡¿Qué te sucede?! Cuéntame, solo los tontos se guardan sus penas. Dime qué te pasa y si puedo ayudarte en lo que sea lo haré.
—Tuve una pelea con mi novia…
Le confesé totalmente derrotado emocionalmente, ella me respondió, como decepcionada y triste:
—Ah, tienes novia…
Después recuperó los ánimos y exclamó:
—¡Bueno, cuéntame! Todo tiene solución. Hablemos un poco mientras te calmas, no puedes presentarte en público así. El pueblo debe verte fuerte ahora más que nunca.
Luego charlamos un rato sentados en la banqueta junto al auto, viendo el humo y escuchando las sirenas. Le conté todo, desde cuando vi a Ilmari desnuda e intenté quitársela a Eiden, cuando me involucré con Estelle y la abandoné en su agonía, mi turbia relación con Emi Ishikawa y finalmente el horrible noviazgo que recién empecé con Uoliena. Conny suspiró, me acarició la espalda y opinó:
—Desde la primera vez que te vi en el casino me pareciste demasiado ingenuo. Por eso quería esperar hasta tu cumpleaños número dieciocho para invitarte a salir no solo por trabajo y hacerte una especie de fiesta privada… Pero ahora no es una buena idea con tu novia esperándote en tu casa. Debes volver y pedirle una sincera disculpa. ¡Y quemarte esa mano! Tú sabes que no es cuestión de no golpear a las mujeres simplemente porque son mujeres, es por compasión… Tu eres más fuerte.
—Lo sé, es indigno abusar del propio poder. He caído en mi punto más bajo y, si esto se volviera realmente una guerra, no podría estar al frente. Ni siquiera puedo evitar que me salgan las lágrimas para ir a ver qué ha sucedido. Soy un fracaso.
Conny me tomó una mano diciendo:
—Hey, has metido la pata en tu vida personal, pero hasta ahora has hecho un buen trabajo manteniendo a Celes segura. Debes aprender a separar los negocios del placer, ¿sí? El problema con Uoliena y Ángel se resolverá más tarde. Ahora debemos ir a ver qué pasó. Dicen que encontraron más drones, si los recogemos y logramos descubrir qué tienda los vendió y a quien, llegaremos a los culpables. Yo iré a tu lado todo el tiempo, y si sientes como que te vas a derrumbar toma mi brazo y yo haré como que me siento mal para que me lleves a un lugar alejado y nos tomemos un respiro de la gente. ¿Te parece?
Yo asentí aceptando su idea y ella me abrazó, entonces recordé la vez en que mi mamá llegó al palacio para verme puesto el uniforme viejo que me había cosido, justo después de que Ilmari me rechazara; y solo lloré más. Conny me acomodó en su regazo y me dijo que llorara hasta que se me quitaran las ganas; así lo hice por unos minutos, pero ya aliviado de la angustia, el apoyo de Conny se sentía como volver a casa y estar seguro. Cuando empecé a estar algo mejor, ella me limpió el rostro y me compuso el uniforme recordándome:
—Aquella vez en que Specter te golpeó y Angenoir me hizo llorar, tú hiciste esto mismo conmigo. Debía devolverte el favor. Cuenta siempre con mi amistad, Cian. Yo de ningún modo te dejaré desamparado.
—Siempre me ves haciendo el ridículo, lo siento…
—Bah, todos hacemos el ridículo de vez en cuando. Pero los amigos verdaderos son los que ven al mundo lanzándote tomates y se sientan a tu lado a preparar salsa kétchup.
Así me sacó por fin una sonrisa y fuimos a ver qué sucedía. Conny me hizo el favor de conducir mientras yo respondía todas las llamadas y mensajes, disculpándome con la excusa de tener mi teléfono descargado. Mi padre me dijo que estaban esperándome para mostrar a la prensa los restos de los drones, entonces Conny me pidió el teléfono y le sugirió mejor no hacer públicos esos detalles para no prevenir a los culpables. Luego se ofreció para ayudar en la investigación y mi padre me pidió ir a chequear la seguridad en las obras de construcción de una pista de aterrizaje de emergencia que se estaba construyendo al sur de la isla. De esa forma, Conny me salvó de que me vieran con el rostro lloroso. La dejé en Gardenia luego de otro abrazo y el resto del día fui empezando a recuperar los ánimos y el valor. Al anochecer volví a mi casa, Uoliena ya estaba instalada ahí. No me gustó nada ver mi apartamento inundado de juguetes y escuchar música pop japonesa. Estaba molido, así que fui a darme un baño, quería disculparme antes de dormir, pero cuando salí de la ducha ella estaba jugando en línea y hablando con mucha gente. Decidí cenar solo y esperar a que terminara de jugar para hablar con ella. Pero a la una de la mañana ella seguía jugando. Yo, agotado, fui a pedirle que dejara la computadora un rato para conversar. Uoliena no la apagó, se veía molesta por dejar quien sabe qué a medias. Fuimos a un pasillo y ahí le dije:
—Lo siento por golpearte. Jamás había agredido a una mujer en mi vida, me siento terrible y arrepentido. No sé qué hacer para reparar el daño.
—Podemos tener sexo de reconciliación.
Me respondió. Yo realmente lo intenté, pero por primera vez en mi vida sufrí de impotencia. Por más que ella tocó, lamió y chupó… Eso no se paró. Y Uoliena, muy enojada, me preguntó qué pasaba. Me disculpé explicándole:
—Realmente quisiera, pero ya lo hemos hecho un montón de veces desde anoche, apenas he dormido, me duele la cabeza y vengo de trabajar todo el día al aire libre allanando un terreno para hacer una pista de aterrizaje de emergencia.
—¡¿Y eso qué tiene que ver?!
Chilló Uoliena indignada. Ahora sé que en esos casos debes guardar la calma y dar sexo oral o hacer un trabajo manual, pero en ese momento entré en pánico; empecé a tocarme intentando forzar la erección, pero solo logré lastimarme y que Uoliena se fuera en silencio a seguir jugando. Fui a dormirme sintiéndome humillado como hombre, pero algo me consoló un poco: al revisar mi teléfono por última vez vi un mensaje de buenas noches de Conny.
Los siguientes días fueron terribles. Uoliena no hacía otra cosa que fingir que estudiaba en línea, dormir y jugar. No lavaba platos, no hacía la cama, no se cambiaba de ropa, ni siquiera se bañaba, solo se ponía perfume y el olor de sus genitales la primera vez que pude olerlos directamente era algo inhumano. Y sé que a muchos hombres no les molestan estos detalles, pero yo venía de estar con las dos divas más grandes de Celes, estaba acostumbrado a la piel inmaculada con aroma dulce y delicado. Tuve que demostrar mi temple y aguantar las arcadas al tragar un poco de esmegma, sebo, sudor, pelos y restos de quien sabe qué. Al segundo día me inventé la excusa de que estaba tan cansado y ocupado que ya solo podríamos hacerlo mientras nos bañábamos juntos, así podía lavarla antes. Ella no tardó en darse cuenta de lo que sucedía y empezó a tratar de tener más cuidado con su higiene personal, pero también empezó a estar resentida y distante conmigo. Por suerte, poco después tuvo su periodo y con ese pretexto pude descansar.
Mientras tanto, las investigaciones seguían en Gardenia. El clima en la ciudad era tenso, teníamos hombres en cada esquina, vigilando cada ciudadano de aspecto sospechoso y en especial al cielo. Pusimos francotiradores en las azoteas de los edificios más altos y derribamos tres drones. Dos cargaban artefactos explosivos. Averiguamos qué tiendas vendían los drones, estas nos dieron los nombres de todos los ciudadanos que los habían comprado. Había uno muy sospechoso en especial, un tal Landon Gianni de cuarenta y cinco años. Vivía en Gardenia y era ingeniero informático. Fuimos a buscarlo a su casa, no lo encontramos. Di una orden de cateo y al entrar en su vivienda encontramos un basurero, algo parecido a la habitación de Uoliena. Había juguetes de felpa, posters de caricaturas, galones de jugo llenos de orina, juguetes sexuales, consolas de videojuegos, computadoras, pero nada que diera una pista de para qué había comprado los drones o evidencias de que hubiera fabricado los explosivos. El encontrar a Landon se volvió una prioridad, mientras tanto logramos detectar a tiempo a dos sujetos con pasamontañas y ropa oscura atando un paquete a un dron. Cuando el compañero del Pote Caliente que los divisó empezó a acercarse en su dirección, ellos abrieron fuego y se atrincheraron detrás de su auto. Estaban bien armados. Los tipos terminaron muertos, logramos identificarlos como otros bichos raros de Gardenia. Ellos dieron dos nuevas pistas: estaban viviendo en las obras de San Pedro y en su auto había panfletos animando a otros celestinos a unirse a “la resistencia” liderada por L. Specter. En cuanto me dieron estos datos, fui a casa de Leif para interrogarlo personalmente y él me contestó mientras tocaba su vieja guitarra en paz:
—Mojigatos, si yo quisiera incendiar un edificio lo haría frente a todos y con la pija de fuera mientras una banda toca para mí. ¡No tengo nada que ver!
—¿Tienes idea de quien podría intentar inculparte?
Le pregunté y Leif dijo:
—Sospecho que acabé en medio de una pelea entre mujeres. Yanmei Angenoir y Emi Ishikawa. Yo, por supuesto, debí tomar el lado de mi prima Yanmei.
—¿Por qué pelean? ¿Celos?
—Hace chorrocientos años Emi le robó un pedazo a Michel. La historia está romantizada, dicen que fue “su corazón”, pero no. Fue un mecanismo que mantenía su carne fresca. Originalmente su cuerpo estaba recubierto de piel y músculos humanos cultivados en un laboratorio, se nutrían por medio de ese dispositivo que constantemente les inyectaba quien sabe qué sustancia para evitar la descomposición y el envejecimiento de las partes orgánicas. Cuando Emi se lo arrancó, debieron ponerle la cubierta de removible de material inorgánico suave que tiene ahora.
—¿Quién lo repara y le hace repuestos?
—Sus “desarrolladores”, una compañía francesa. Al principio no le creía, pero si te le quedas viendo de cerca a los ojos puedes verle alrededor de las pupilas la marca “Angenoir Wetware” impresa.
—¿Para qué te le quedas viendo de cerca a los ojos al Micky…?
—No importa. Lo que te interesa es esto: existe la teoría de que Emi Ishikawa se implantó ella misma ese dispositivo para evitar el deterioro de su cuerpo. Por eso se mantiene siempre joven y bella.
—Puede ser cierto, una noche le miré una cicatriz rara oculta entre sus senos.
—¿Eh? ¿Cómo viste eso?
—No importa. El problema es que entonces es posible que mi hermana quiera este artilugio para poder vivir siempre joven con su amorcito…
—Michel es bastante maquiavélico. Él no mata a sus enemigos directamente, pero si debe hacerlo encuentra las formas de lograrlo.
Luego de escuchar esto quedé muy alarmado, fui a la barranca de los piratas. Llegue justo a tiempo para ver cómo le cambiaban de nombre poniéndole en la entrada un arco con la inscripción “La Rosa”. Me fijé que en un árbol cercano cubierto de flores habían instalado un columpio, ahí estaba Yanmei admirando su anillo de bodas. Me acerqué y le dije:
—¿Tu nuevo papi te regaló un columpio? “Rosa” … Es el nombre que elegiste para cuando tuvieras tu primera hija y no querías que Ilmari lo tomara antes.
—Michel construyó el pueblo de La Rosa para mí. Existirá siempre y será como nuestra primogénita.
—¿Realmente quieres concebir hijos de un coctel de químicos hecho en un laboratorio? Quizás él mismo se dio cuenta que es mejor que adopten un pueblo. Pero si tu marido no morirá pues realmente no es un ser vivo y La Rosa existirá siempre, tú también deberías vivir durante siglos. ¿Cómo resolverás eso?
—No sé. El amor lo puede todo.
Miré al mar un rato y después le pregunté:
—¿Tu entrenamiento militar y tu habilidad para las artes marciales podrían ayudar al amor?
Yanmei se bajó del columpio de un salto y se fue corriendo, entonces le grité viéndola irse:
—¡Te enamoraste de una cosa que te alejó de tu familia y amigos para consentirte como a una niña pequeña en un corralito de oro! ¡Eres la mujer más rica y la más solitaria de Celes!
Luego volví a mi casa y me sentí triste pensando en mi hermana menor sacrificando todo por ser la esposa rica perfecta y viendo cómo Uoliena compraba más juguetes ahora con mi dinero. Ningún adulto estaba realmente ahí para decirnos qué era lo correcto a esa edad. Me enojó pensar en cómo cuando eres joven vas tropezando por la vida mientras los que ya conocen el camino quizás por maldad se callan y te dejan seguirte lastimando.
Al día siguiente, todavía estábamos investigando al misterioso Landon Gianni. Estuve casi todo el día hurgando en su horrible apartamento buscando pistas y esperando que llegara uno de los pocos informáticos de la isla para que revisara sus computadoras. No podíamos emplear a cualquiera pues no sabíamos si eran de fiar o nos traicionarían a favor de la “la resistencia”. Finalmente, Ángel se ofreció para el trabajo y empezamos a tener avances. Conseguimos una foto, Landon era un tipo obeso y en internet usaba docenas de nombres falsos. Ángel propuso que intentáramos ver si desde su computadora era posible rastrear sus teléfonos actuales, así lo hicimos con su ayuda y la pista nos llevó hasta una posada en las construcciones de San Pedro. Acordamos ir ahí al amanecer del día siguiente. Yo pregunté por qué no íbamos de inmediato, Ángel me dio una palmada en la espalda y dijo:
—Hoy estás cumpliendo dieciocho años. Los chicos y yo te haremos una fiesta en la azotea del palacio.
Me tomó por sorpresa, se me había olvidado totalmente. Andaba tan ocupado y triste que no revisé las notificaciones de mi familia esperando que fueran más reproches o malas noticias. Y además… Mi novia para ese momento también lo olvidó, Uoliena no me dio ni las gracias por servirle el desayuno ese día. Tampoco me dijo nada cuando le avisé que nos reuniríamos para cenar en el palacio de Gardenia, más bien se quejó porque quería quedarse jugando en casa. Por la noche, cuando iba subiendo a la azotea, me encontré con Eiden y Ángel, luego de los abrazos y felicitaciones, Eiden me informó:
—Ha venido toda tu familia. Tu madre obligó a tu hermana a venir con todo y el abuelo raro, también están todos los Peterson. Mi suegro está diciendo que en Adalsteinn si no te casas con la chica que desvirgaste te castran y tu padre está aplaudiendo sus ideas. ¿No les has dicho que estás con Uoliena?
Le respondí desanimado:
—No, te dije que iban a querer casarnos a toda prisa y yo prefiero tirarme de un risco antes de pasar el resto de mi vida con esa chica… Ya estoy harto…
Ángel me dijo, ofendido:
—Entonces piensa en lo delicado y quisquilloso que eres antes de querer usar chicas hogareñas y estables como aventuras de una sola noche.
—Tu chica hogareña y estable ni siquiera tira de la cadena del retrete después de ir al baño.
Le respondí enojado, ya nos íbamos a poner violentos cuando Eiden se puso entre los dos exclamando:
—¡Amigos, seamos racionales! Nadie quiere que Cian y Uoliena sigan juntos, fue algo que jamás debió suceder en primer lugar. Pero ya cambiamos la edad de consentimiento. Ahora, creo que en lugar de que esperemos el inminente descubrimiento de la verdad durante la fiesta, precipitemos las cosas y de una buena vez solucionemos la situación. Voy a pretender que sermoneo a Cian, por su cumpleaños y por el cambio de ley, y ustedes solo actúen como si no lo supieran desde antes.
La respuesta de Ángel fue tajante:
—¡No, Eiden! Ya te dije que no me gustan las tretas. ¿Cuándo vas a entender que la política no tiene que ser todo trampas y mentiras, y que esa forma de pensar al final solo trae consecuencias negativas?
Eiden le respondió calándose los anteojos:
—¿Quieres que Uoliena pase otra noche fuera de casa, Ángel? El palacio es su hogar, no puede ser otra cosa que una princesa malcriada, nunca podrá llevar un ministerio y está estorbándonos a todos. Déjame ser tramposo esta vez. Una última vez.
Escuchamos pasos cerca, así que corrimos a escondernos a nuestra guarida secreta: los baños de hombres. Ahí terminamos de urdir nuestro plan, cuando salimos ya había música de fiesta aburrida sonando en la azotea. Entré y sonaron unos aplausos flojos, las señoras fueron a besuquearme, mi papá y mi tío me dieron un apretón de manos, y Leif y mi cuñado Angenoir me desearon feliz navidad porque tras dos botellas de ron uno ya estaba ebrio y el otro tirando error de procesamiento. Luego, la fiesta se dividió en los grupos aburridos de siempre: en la mesa principal mi papá contando historias que la reina y mi tío Teppo oían atentamente; cerca del alcohol mi tía Norma cargando a su confundido nieto, Leif subido en una mesa y Micky Angenoir discutiendo por todo; y sentadas en un rincón estaban mi mamá, Yanmei e Ilmari hablando sobre ser esposas y lo importante que era ser esposas. En ese último grupo acabó Uoliena y parecía estar muerta de aburrimiento. Algo que siempre admiré de ella era que parecía ser la única mujer de nuestro grupo íntimo que no estaba ilusionada con casarse y tener hijos. Sentí tristeza, culpabilidad, pude ayudarla mucho más. Pude enseñarla a ser disciplinada, a defenderse, a superar sus miedos; pero en lugar de eso la llevé a un parque de madrugada como a cualquier prostituta callejera. Me quedé un momento mirándola y sintiéndome horrible, entonces Eiden me dio un codazo y murmuró:
—¡Llegó el momento!
Lo detuve y le dije al oído:
—¿Qué tal si Uoliena se siente mal?
—Déjala, ella también se quiere escapar de ti.
Ángel también se preparó fingiendo estar distraído bebiendo una copa cerca de nosotros y entonces Eiden habló con una gran seriedad, siempre he dicho que él no fue un político sino un niño actor:
—Amigos, familia, quisiera que me brinden su atención un momento. Sé que nos ha reunido una razón agradable, pero creo que debemos hablar sobre un asunto serio que debemos tratar juntos…
Nadie le hizo caso. Papá siguió hablando, Ilmari estaba enseñando su panza que empezaba a crecer, y la tía Norma por alguna razón estaba golpeando a su hijo Leif. Eiden siguió su discurso, alzando un poco la voz:
—Creo que algunos de ustedes ya están al tanto de la relación entre Cian y Uoliena…
Entonces todos lo miraron con un poco de atención, pero Ángel sobreactuó escupiendo su bebida y gritando muy angustiado: “¡¿Qué?! ¡¿Es en serio?! ¡Dios mío!” desatando un silencio tenso. En ese momento yo me quise reír, quizás por los nervios, pero tenía que mantenerme serio; sentí toda la cara roja por el esfuerzo, así que me mordí los labios y bajé la mirada quedando tieso y de pie junto a ellos. Eiden continuó hablando:
—Hace poco hemos cambiado la ley, la edad de consentimiento ha subido a veintiún años.
Se escuchó un murmullo general. El único abiertamente rebelde presente, Leif, le gritó:
—Veintiún años de espera para el pueblo y tú bajo la mesa mojando el churro desde los trece. ¡Buena esa, cuñado!
Eiden le sonrió por compromiso y siguió diciendo:
—Ese cambio en la ley, y el hecho de que hoy Cian cumple dieciocho años, hace que la relación entre ellos dos se vuelva algo ilegal. Quisiera que todos como familia los apoyemos, pues es necesario que corten su romance por su propio bien.
Ilmari preguntó sorprendida y algo molesta:
—¿Pero qué tipo de relación tenían? Cian, sabes que tenemos tradiciones que respetar…
Al momento Eiden le contestó:
—No hay tradición que pase encima de la ley, Ilmari. No están en edad de amores y tener hijos. Tú misma sabes que esto no es sencillo, no podemos permitir que se trunque el futuro de aquellos jóvenes menos afortunados que nosotros. Lo que haya pasado, ya pasó, ahora que sigan preparándose para la vida adulta. Cada uno por su lado.
—¡Entonces tú y yo tendríamos que divorciarnos!
—No. Es por la ley del hijo ya nacido. Es una ley que no está implícita, pero es obvia si lees el artículo seis y el cuarenta y dos de la constitución, y los comparas con el artículo ciento tres. ¡Es obvio! Si ya nació un hijo, ni modo, la familia se queda junta porque la familia es la base de la sociedad. Pero si no hay hijo, la pareja se disuelve porque la pareja es cosa de dos y un tercero solo viene a entrar en discordia.
—¿Y entonces Micky y Yanmei?
Eiden tuvo dificultades inventándose disparates, así que Ángel, que no sabía mentir, explicó amablemente soltando una verdad indiscreta:
—Por alguna razón el señor Angenoir no figura en el registro civil, estaba inventariado en los archivos de la Sociedad de Azrael como “software de diseño asistido por computadora”, “artefacto histórico” y “consolador”. Para casarlo con Yanmei solo le dimos a ella un recibo de propiedad. Es un caso especial en el que no se aplica esta ley.
Todos miraron de reojo a Micky Angenoir y a Yanmei, esta última preguntó como tratando de defender la rareza:
—Pero… Él siente, ¿no?
Su propio marido le contestó sin soltar su copa:
—Me siento constantemente abusado, sexualizado, prostituido y deshumanizado; ¡pero así tratan a todos los demás hombres y ninguno se queja! Así que meh. No te preocupes.
Luego todo mundo se quedó serio y en silencio, hasta que Ilmari le dijo a Eiden:
—Intuyo que ustedes están haciendo una infamia…
—A veces hacemos cosas que aparentan ser una infamia, pero en realidad solo estamos fallando en aparentar hacer algo con decencia y buena fe.
Eiden dijo su última cantinfleada con tanta seriedad y sentimiento que me dieron más ganas de reír e hice tal esfuerzo por contener la risa que me saltaron algunas lágrimas. Mi mamá corrió a abrazarme, pero Leif, que me conocía perfectamente, solo me miró con reproche. Se le pasó la borrachera de golpe y fue junto a Uoliena para darle unas palmaditas en la espalda. Ella se quedó en su mesa, dándole vueltas a un vaso; la reina también se le acercó tímidamente y le tocó un hombro. Entonces me escabullí entre los demás que comentaban entre sí, y fui a tratar de decirle algo para despedirnos de una forma más dulce; pero Uoliena dijo antes que nadie pudiera consolarla:
—Yo ya sabía que esto no iba a durar. Lo que dijo Eiden hace un rato allá abajo, Cian, de que yo nunca podré ser realmente una ministra, ya lo sabía. Los escuché, hablando los tres...
Me quedé sin palabras, Uoliena siguió diciendo:
—Ustedes son amables con los que no son de su clase, como por ejemplo Conny del Mar. Pero no la invitaron, en el fondo piensan que no es como ustedes y no la aceptan aquí. Yo tampoco vengo de una gran familia, no tengo ancestros ilustres, ni soy rica. Soy una niña de la villa del Cielo. No soy super bonita y talentosa como las primas Yanmei e Ilmari, ¿qué esperaban? No soy especial.
Leif le dijo por fin:
—Si te quisieran por ser especial entonces sería un cariño interesado, ¿no crees?
—¿Va a hipnotizarme de nuevo? ¿Me hará ser una chica hacendosa y obediente?
Le retó Uoliena, Leif respondió de forma respetuosa, cosa rara en él:
—No. Creo que la obediencia en los hijos cuando es forzada por la violencia o el miedo no es sincera. Así, siempre se irán por el mal camino, en cuanto ya no se sientan amenazados. El deseo de ser gente de bien te debe nacer del corazón. Si querías quedarte en el puesto que te dio tu madre adoptiva, podrías hacerlo con esfuerzo y un asesor. Yo me llevo bien con el pueblo, podría ayudarte en eso.
Uoliena no respondió, se fue corriendo. Fui tras ella, pero la perdí de vista. No la encontré en su antigua habitación, tampoco la encontré cuando volví a casa. Entonces me di cuenta de que había huido. Le llamé a Ángel y decidimos delegar tareas, mi padre iba ir a buscar a Landon el tipo de las bombas y yo iría a buscar a Uoliena. Otra noche sin dormir, así cumplí mis dieciocho años.
Por la madrugada, fui con Ángel a la construcción de San Pedro, esperábamos encontrar a Uoliena con Rain. Para nuestra suerte, la pobrecita no sabía cómo llegar allá salvo caminando; la encontramos por la carretera, arrastrando los pies y tiritando de frío. Ángel saltó del auto y fue a abrazarla, los dos lloraron. Yo también me sentía con ganas de llorar, culpable más que nada, le fallé a la niña que encontré vagando bajo la villa del Cielo y sorprendí con una llamita que saqué de un pulgar. En ese momento me di cuenta de que me había convertido en un ángel caído. Dejé las llaves en el auto y me fui caminando a San Pedro para encontrarme ahí con mis compañeros del Pote Caliente. No me despedí de Ángel y Uoliena, ya no hacía falta... Sentí que no había ya reparación real para el daño que había hecho, ni disculpas suficientes, solo podía irme manchado y en silencio. Caminar a solas al amanecer entre la niebla y el frío me hizo bien. Me hizo enfrentarme a mi propia consciencia, desprecio a los que llaman a esta “sus demonios”. Me parece cobarde. No es un diablo el que te obliga a ser un imbécil, eres tú, tú mismo. Desde entonces aprendí a desconfiar de quienes no pueden pasar tiempo a solas, porque al estar a solas te quedas en compañía de tu consciencia. Si no puedes soportar sus acusaciones y hacer las paces con ella, es porque escondes algo realmente horrible y le huyes. Yo, esa madrugada, dejé de huir. Salí del banco de niebla resuelto a no volver a dejarme llevar por la emoción, un minuto de placer no vale una cicatriz de por vida en el corazón. Me encontré con mi padre en la entrada de San Pedro. Él me hizo un saludo militar, después caminó a mi lado en silencio hasta que dijo:
—Tu fama de seductor frío es una daga de doble filo.
—¿Eso piensan de mí?
Le respondí y seguimos caminando en silencio entre las casas a medio hacer hasta reunirnos con el resto de nuestro grupo militar. Ahí un compañero nos dijo que habían ubicado el lote usurpado por Landon Gianni y otros miembros de la resistencia. Esperamos a que la niebla se disipara un poco y entonces mi padre silbó dando la señal que inició la redada. Nuestros hombres irrumpieron en las casas arrestando a todo aquel que no tuviera documentos que demostraran que el terreno que ocupaban para habitar era legalmente suyo. En un giro irónico, prácticamente todos los capturados resultaron ser hijos o nietos de miembros importantes de la Sociedad de Azrael, e irían a parar a la nueva cárcel donaba por esta misma organización. Me dirigí a la vivienda donde estaba alojado Landon, pero solo encontramos presente a Rain, la amiga de Uoliena. Estaba llorando y teniendo una especie de ataque, cuando me vio gritó más. Olvidaba que mi uniforme negro le daba especial temor. En el lugar encontramos por fin otros drones y los elementos para crear explosivos, ese fue el fin de “la guerra civil en Celes”. Por muy controversial que parezca ante muchos, la verdad es que la paz de una nación solo es posible cuando la seguridad pública se impone con fuerza implacable. Un compañero perdió la paciencia con Rain y le dio un culatazo preguntándole a gritos dónde estaba Landon Gianni, con un gesto le ordené que se detuviera y ayudé a Rain a levantarse. Luego le dije al compañero:
—Déjala. Si ella supiera algo, ni siquiera estaría aquí. Se han metido en un buen problema y no van a salir fácilmente. No vamos a perder tiempo dando segundas oportunidades a ningún aspirante a terrorista, los responsables de estos ataques que no se queden en la cárcel serán expulsados de la isla.
La tomé de un brazo y la escolté fuera de la vivienda, ahí Rain me confrontó dándome algunos manotazos:
—¿Vas a hablar de justicia? ¿Tú vas a dar decidir quien recibe o no segundas oportunidades? ¡Uoliena ya me contó todo! ¡Eres un cerdo como todos los hombres! ¡Debiste dejarla aquí conmigo, yo sí la amaba en verdad! ¡Sí quería que fuéramos novias! ¡Nunca la hubiera abandonado!
No le contesté, ella se fue corriendo y entonces mi padre preguntó alarmado:
—¡¿Le pediste su identificación?!
Negué con un movimiento de cabeza y él corrió tras Rain sonando su silbato, al alcanzarla la tumbó en el piso y le sacó la billetera. Buscó sus documentos y me gritó desde donde estaba, sin soltar a “Rain”:
—¡Landon Gianni! ¡Lo tenemos!
“Un cerdo como todos los hombres”, murmuré para mis adentros y me calé la gorra volviendo a entrar a la vivienda para seguir con el registro. Descubrimos que la resistencia estaba recibiendo dinero de una cuenta de la familia Ishikawa, no conseguimos determinar concretamente de cuál de sus miembros pues el banco se negó rotundamente a revelar más datos, pero yo sabía que era Emi Ishikawa. La reacción de ella fue irse de la isla, avisó nada más que se mudaba a Japón por cuestiones de salud. Yo también tuve que irme poco después, cuando el nuevo aeropuerto fue terminado, Eiden me envió con Ángel a estudiar en América. Así terminó mi infancia en Celes.
Cuando el cielo se cayó
Los años que pasé estudiando fuera de Celes fueron difíciles de asimilar para mí. La primera vez que salí a una calle llena de gente que no vestía como una estampa de 1900 me sentí abrumado. Había muchedumbres desnudas desfilando con banderines de colores en las calles, locos y borrachos gritando en las esquinas, canciones sin sentido sonando a todo volumen, tecnología en cada sitio que miraba y culturas de todos los rincones del mundo. A los cinco minutos quería llorar o regresar a Celes, pero tuve que soportar y adaptarme. Me faltaban cinco años estudiando criminología en esa tierra extraña, mientras Ángel terminaba una licenciatura en antropología.
Puesto que los dos éramos muy conservadores e introvertidos, pasábamos mucho tiempo solos en la casa que rentamos cerca de la universidad o caminando por la ciudad y observando a los lugareños. Nuestros compañeros de clases empezaron a decir que éramos una pareja gay, y para nuestra sorpresa eso nos hizo más populares. Debimos simplemente ignorar los rumores, ninguno de los dos tenía ánimos de imponer nuestra idea de masculinidad victoriana a la mayoría pintoresca de sexualidad “interesante”.
Regularmente recibíamos noticias de nuestras familias y amigos en Celes. Supimos que la reina se volcó totalmente en Uoliena y por acuerdo de las dos cerraron todas las cuentas de juegos y redes sociales de la chica; esto a la larga fue lo que hizo un cambio real en Uoliena, aunque no sé si para bien o para mal... Así mismo nos contaron que Leif las empezó a secundar en todo y las ayudó a ganarse a la gente. No interactuaba mucho con ellas en público, pero siempre iba detrás suyo para defenderlas o darles algún consejo. Eiden e Ilmari siguieron ahogados en trabajo y teniendo hijos, al llegar a cuatro Eiden se hizo una vasectomía en secreto y después le dijo a su mujer que la comida mística picante lo dejó infértil; de alguna forma la ya estudiante de medicina Ilmari le creyó. Mientras tanto, mi hermana Yanmei se peleó definitivamente con mis padres y no se supo más de ella durante años. Se quedó en el nuevo pueblo de La Rosa con su marido Michel Angenoir que reconstruyó la sede de la Sociedad de Azrael y siguió desde las sombras manteniendo a Celes siendo Celes. Y fue entonces cuando la Sociedad de Azrael empezó a volverse un problema… Porque cuando el acceso a la isla se volvió más sencillo a través del aire, y empezaron a llegar productos y modas del resto del mundo, ese grupo de ricos tradicionalistas se opuso a los cambios. Principalmente mi cuñado se negó rotundamente a que se instalaran más torres de telecomunicaciones, toda tecnología nueva debía respetar religiosamente la arquitectura y el paisaje o él encontraba la forma de impedir que se colocara. Durante las épocas de confinamiento por COVID, Ángel y yo veíamos por internet a Conny en las noticias de nuestra pequeña isla quejándose al respecto todos los días:
—¡Dos días pasó este humilde agricultor atrapado en una zanja pues, aunque portaba un teléfono, no pudo llamar pidiendo ayuda! ¡No hay señal en toda esta zona de Celes! Estamos en pleno 2020, una pandemia azota al resto del mundo y el 75% de los celestinos no sabe nada al respecto porque el acceso a la información sigue siendo un privilegio para unos cuantos en Gardenia. Todo gracias a los poderes siniestros tras de la Sociedad de Azrael que insisten en mantener a Celes congelada en el tiempo.
Conny, por cierto, nos visitaba cada época de vacaciones. Para entonces yo ya no era tan tonto como para no darme cuenta de que la atracción era mutua. Al final de la primera vacación que pasamos los tres juntos fuera de Celes se despidió de mí con un beso en los labios y dejándome en las nubes. Pasé esperando su regreso pendiente del teléfono, ansioso por recibir sus mensajes. Tiempo después me empezó a mandar fotos íntimas suyas y yo, atontado por la calentura, le mandé una foto de “mi amigo” duro como piedra por ella. Por desgracia, estaba tan emocionado con ver a Conny sin sostén que no me fijé y terminé mandándole la foto a mi propio padre; que poco después me llamó para sermonearme sobre empezar a “sentar cabeza” eligiendo una mujer. Entonces decidí controlarme un poco con Conny, pero ella nos invitó a conocer su ciudad natal en El Salvador para las próximas vacaciones y desde que nos encontramos en el aeropuerto no pensé en otra cosa que en quedarnos solos donde fuera. Esa misma tarde, sin poder quitarnos a Ángel y a la extensa familia de Conny de encima, vimos la oportunidad cuando estando en una playa nos logramos alejar un poco del grupo y aprovechando que nos cubría el agua y algunas rocas nos aparté la ropa y lo hicimos ahí frente a todos pretendiendo que solo estábamos jugando mientras yo luchaba por no quedarme con los ojos en blanco al venirme. Ella llevaba tanto tiempo sin hacerlo y esperándome que se sintió como si fuera virgen. Los dos lo habíamos deseado tanto y fue tan genial que en ese momento supe que ella era la mujer de mi vida. Esa noche, mientras hacíamos el amor sin tregua en el hotel, le pedí que formalizáramos nuestra relación. Al final de esas vacaciones le di un anillo de compromiso y la hice oficialmente mi prometida. Desde entonces estuvimos así, contando los meses para que yo me graduara y volviera a Celes. Cuando por fin sucedió en 2022, volví ciego de amor por Conny y me mudé a su casa. Luego de pasar el fin de semana probando todas las poses del Kama Sutra, recordé que tenía familia y amigos; así que llamé a mis padres para avisarles que llegaría a visitarlos con mi prometida para que la conocieran. Mis padres la odiaron en el mismo instante en que la vieron entrar a su casa. Papá le dijo en su cara que era una mujer vulgar que se comportaba como un hombre y mostraba las tetas en televisión, y mamá me llamó aparte muy preocupada por la piel morena de Conny que probablemente heredaría a nuestros hijos. Yo les recordé que ellos le entregaron mi hermana de doce años a un armatroste endemoniado de dos siglos de antigüedad, literalmente; luego me fui de su casa con mi novia tetuda y hombruna. Es interesante como las cosas cambian de una generación a otra, todo lo que mis padres vieron como un defecto en Conny eran las razones por las que me tenía perdidamente enamorado.
Esa tarde fui a cenar a la azotea del palacio con ella, quería encontrarme con mis viejos amigos. Ángel me dijo que Uoliena aún vivía ahí, pero no parecía guardarme rencor; el poco tiempo que pasamos siendo novios no podía borrar los años anteriores en que fuimos buenos amigos, pero desde que Conny supo que ella estaría ahí se puso un poco seria. Al volver al palacio, lo primero que noté fue que la reina estaba muy cambiada, más fuerte y lúcida. Nos recibió en los jardines, donde la encontramos sembrando nuevos árboles; eso me tomó por sorpresa, la recordaba enfermiza y casi siempre en cama. Ella nos abrazó y me dijo que esa noche nos daría una buena noticia. Cuando subimos, le pregunté a Ángel cuál era la novedad que nos diría su madre y él respondió que no sabía nada de eso. Poco después llegaron Ilmari y Eiden con sus hijos: cuatro duendes insoportables que corrían por toda la azotea rompiendo cosas y cayéndose para ponerse a llorar a todo pulmón. Cuando les conté la reacción de mis padres ante Conny, Ilmari me comentó:
—Me parece extraño que se tomaran tanto tiempo en criticar a Conny, pero no te contaran el problema entre Yanmei y la tía de Eiden.
—¿Emi Ishikawa volvió de Japón?
Pregunté y Eiden me respondió:
—Sí, hace un par de semanas. Regresó de mal humor y apresurada, evitándome. Poco después fue al pueblo de La Rosa y volvió quejándose de que no la dejaron pasar. Dice que quiere ver a Yanmei…
Antes de que pudiéramos seguir con este tema, llegó la reina muy contenta y acompañada de Uoliena. Ella, mi exnovia, estaba muy cambiada. Se veía mucho más adulta pero aún inocente, una perturbadora mezcla entre angelical y sensual, además había recuperado el carácter fuerte y atrevido de cuando era pequeña. Pronto pude notar que no solo se había vuelto una mujer temeraria en lo laboral, también era muy agresiva sexualmente. Venía en ropa de trabajo reveladora y fue directo a mí para saludarme apretándome el paquete frente a Conny que la miró como si quisiera matarla, pero no dijo nada por no arruinar la reunión. Luego la reina Zoeila nos abrazó a Conny y a mí muy contenta, pidió que todos le pusiéramos atención y anunció:
—Muchachos, ¡estoy embarazada!
La cara de Ángel era un poema, mitad feliz y mitad a punto de saltar a las vías del tren. Los demás nos quedamos de una pieza, creo que todos queríamos preguntarle quién era el padre, pero ella jamás lo reveló. La leyenda dice que fue Leif, pero ni él ni ella lo han aclarado. Luego nos informó sus próximos planes:
—Por mi edad y mi salud frágil, he decido abdicar para enfocarme en mi embarazo. Así que Ángel tomará mi lugar como monarca de Celes.
Todos nos miramos entre sí, Ángel hasta ese momento no se había revelado públicamente como el hijo de la reina. Era algo que solo sabían los más cercanos al palacio en Gardenia y la inmensa mayoría de celestinos ignoraba. Pude ver en mi amigo el temor y la tristeza, pero Ángel se calló para no molestar a su madre. Creo que de todo el “gabinete de los ángeles” él fue el único que realmente se merecía ese nombre. Siempre fue el mejor funcionario, el mejor amigo, el mejor hijo y hermano; pero ser negro era su pecado en nuestra sociedad racista y clasista. Más tarde en la noche, salimos todos los hombres a un bar, mi novia Conny incluida porque ella había demostrado ser igual a nosotros, y tratamos de animar a Ángel. Conny tenía un plan:
—Mira, sé que es hipócrita, pero cuando Obama fue presidente de los Estados Unidos, al principio solo mostraban videos y fotos suyas desde lejos con la piel muy blanqueada. ¡Puedes verlo aún con Meghan Markle! Siempre les blanquean la piel, es una forma de desviar la atención de ese detalle…
—¡Pero eso es inhumano!
Protestó Ángel mirando a su copa con melancolía, Eiden opinó encendiendo un cigarrillo:
—No es inhumano, es práctico. No tenemos tiempo de cambiarle el cerebro a la isla entera y quitarles la idea de que ser blancos es más hermoso o bueno. ¡La maldad es decisión de cada uno, Ángel! Y a la gente le gusta ser mala. Si los convencemos de dejar de discriminar a los negros en Celes, van a empezar a discriminar a los místicos o a los del Pote Caliente, ¡simplemente porque es divertido sentirse superior o víctima y con derecho a hacer el mal otros!
Conny agregó:
—Escucha, no hablo de ocultarte; solo digo que no pongamos tanta atención sobre tu color de piel. ¡Es que nadie debería hacerlo! No debería tener importancia a la hora de gobernar. Un blanco no es más apto para el cargo que un negro y un negro no tiene que justificar porque está en un puesto siendo negro. Evitemos discursos chantajistas que buscan dividir a la población y manipular la opinión.
Ángel pensó un rato, luego cerró los ojos alzando las cejas y replicó suspirando:
—Lo sé. Tenemos otros asuntos que resolver. No son mejores o peores los que tienen cierto aspecto, los de este apellido o de este pueblo; pero debemos cuidarnos de los que son poderosos y abusivos, los que tienen el dinero y los medios para aplastar a otros. No mires su color de piel, su orientación sexual o yo qué sé… ¡Mira de dónde sacan el dinero! ¡Si es legal! ¿Cómo es que retienen tanto? Ese es el verdadero problema, la corrupción escondida en todos los grupos, no solo en los que son más fáciles de señalar. Y me vas a disculpar, Cian, pero lo primero que haré como rey es investigar a tu cuñado Michel Angenoir… ¡Él decide y manda en la isla! ¿Por qué le obedecemos? Ni siquiera es celestino…
“Amén”, opinó Conny sirviéndose otra copa y diciendo luego:
—Llevo años con un reportaje sobre Angenoir que no me atrevo a publicar porque sinceramente me da miedo lo que hay detrás, él solo es una fachada de “algo”. Pero déjame también señalarte a la señorita Emi Ishikawa, ¡ella es la que se le enfrenta! A veces lo doblega y negocia con él, ella es realmente la reina de Celes. Y nota otra cosa: Emi raramente se muestra en público. A la gente se le presenta la reina sumisa y callada, ¡Ilmari Ishikawa la esposa y madre amorosa y abnegada!...
Rápidamente Eiden comentó encendiendo un cigarrillo:
—La mejor mujer de Celes, Consuelo. Así es como deberías de ser, toma ejemplo.
—¿Ves? A eso voy… Ilmari la esposa perfecta, o últimamente Uoliena Oread, la que todo lo consigue con sexo… Ellas siempre están dando la cara al pueblo, son los modelos para seguir. ¡Pero no te atrevas a intentar ser como Emi Ishikawa que se pone de tú a tú con los hombres más poderosos y no teme a nada! Entonces te llaman vulgar, marimacha, ¡y todas las cosas lindas que dicen sobre mí! No porque quieran discriminarte por ser mujer, ¡es que Emi no quiere rivales! Y ella al final es quien controla lo que se dice en Celes.
Yo, que me había quedado pensando, pregunté algo que hizo que Conny me mirara muy seria:
—¿Uoliena… consigue todo con sexo?
Eiden me respondió luego de tomar aire:
—¡Es que eso sucede aquí y en todo el mundo! El poder natural de las mujeres sobre los hombres es el sexo, independientemente de si es bonita o no, o si te gusta o no, el instinto te traiciona frente a una hembra y la oportunidad. Yo tenía muchos encontronazos con Uoliena, ella es muy informal, muy espontánea, y mi forma de amonestarla era limitarle recursos. Una noche nos peleamos porque quería que se modernizara todo el tendido eléctrico de la villa del Cielo, quería que cambiáramos los generadores eléctricos de Diesel por paneles solares, ¡era un dineral! Así se nos hizo tarde, eran como las diez de la noche y solo nosotros dos en la oficina, y de repente se me tiró encima y se empezó a quitar la ropa y a bajarme los pantalones…
Pude ver el disgusto en Conny cuando le dijo:
—Ishikawa, ¿ahora dirás que Uoliena te violó?
—Prácticamente. El cuerpo quería, aunque la mente y el corazón no. Se me sentó encima y pasó. ¿Cómo se lo podría explicar a Ilmari? Tú misma no me crees. Desde entonces he tenido que ceder más con ella, no quiero que le cuente a mi mujer. Ha hecho algo parecido con casi todos los hombres con poder en Celes, la han visto salir de madrugada de la sede de la Sociedad de Azrael, de todos los bancos de Gardenia y hasta de las oficinas del Pote Caliente… ¡Supongo que fue a rezar con tu padre para que el crimen no azote a Celes, Cian! Porque él es muy decente y no le gustan las chicas vulgares…
—Ese no es un poder real para las mujeres, solo un subidón de ego y favores efímeros para una prostituta glorificada.
Opinó Conny con disgusto y Eiden exclamó:
—¡Pero la villa del Cielo ahora tiene energía solar!
—Ojalá Uoliena todavía tenga las tetas y las nalgas en su puesto, y tú sigas teniendo el pito tan sensible, para cuando sea tiempo de cambiar esos paneles; si no, no sé con qué dinero lo hará.
Respondió mi novia enojada y yo me reí nervioso mientras Eiden se encogía de hombros. Ángel habló entonces:
—Olvídense de Uoliena, no quiero ponerme a juzgarla sabiendo el pasado difícil que tuvo. Más bien, hablemos sin miedo, ¿qué demonios es “el abuelo” de Eiden y cuñado de Cian? ¿Qué has averiguado, Conny?
—Vamos a aclarar una cosa: es el mismo sujeto de las estatuas. Y Eiden lo sabe. Todos lo sabemos, es demasiada casualidad que se llame igual, que se vea igual y ambos sean arquitectos. El primer misterio es: ¿cómo ha vivido tanto tiempo? Para responderte esa pregunta, mira las pistas y escucha mi teoría loca: cuando “se casó” con la entonces primera ministra, que, si escudriñas los libros de historia era Ishikawa Emika, “Emi”…, ella no tomó su apellido. No porque ya fuera una mujer empoderada, estamos hablando de 1805, ¡en ese tiempo si una mujer se rebelaba le daban permiso a sus suegros de darle unos latigazos! Lo que sucede es que nunca se menciona que el esposo tuviera una familia o un apellido, ¡era un arquitecto francés muy bueno y ya! Eso se le dijo al pueblo. En un principio, los planos de la nueva ciudad de Gardenia aparecían de la nada, los albañiles no lograban interpretarlos y no los respetaban porque no conocían al hombre que los hacía. Eran papeles casi sin sentido y sin autor, solo tenían la marca “Angenoir”. Tiempo después apareció Michel Angenoir, un ente que no es sobrenatural pero tampoco humano.
Yo le comenté en ese momento:
—Y “de casualidad”, era idéntico a la estatuilla favorita de Emi Ishikawa. ¿La has visto, Eiden? En casa de tu tía. Es de porcelana y se ve antiquísima. Ella misma me dijo que la usó de modelo para un regalo que le pidió a los Oread o algo así… Algo más: Leif me comentó que supo por el propio Micky que tu tía Emi sigue viva por la misma tecnología que hay en él. Es algo que no conocemos.
Mi novia me apoyó diciendo:
—Sí, me parece que es el fruto de una ciencia demasiado avanzada para Celes, quizás incluso para el resto del mundo. Déjenme explicarlo así: imaginen que yo pudiera transportarme al pasado y usara esa nueva aplicación ChatGPT para optimizar un trabajo en la edad de las cavernas, pero la gente no comprendiera lo que la inteligencia artificial les dice, e incluso mi interprete no supiera explicarles. Ahora imaginemos que no vengo de 2022, que vengo de un futuro distante donde ya puedo hacer que mi tecnología se explique sola para ahorrarme mandar a un profesional y arriesgarlo a que le saquen el corazón, lo tiren desde cincuenta metros de altura o le den de balazos… Imaginen que pudiera pedirle a mi interprete nativa de esa época que me proporcione un modelo de qué sería la mejor representación antropomórfica para mi tecnología, y de paso le cumplo sus sueños húmedos al hacerle en carne y hueso su ideal romántico a cambio de su lealtad… ¿Me entienden?
Ángel se frotó las sienes y habló entre aturdido e incrédulo:
—Pero el señor Angenoir tiene hijos, es alcohólico, come, duerme, se enamora, le cae mal cierta gente y hace todo lo que haría un hombre…
Conny le contestó dando un golpecito a la mesa:
—¡Porque lo programaron para hacer todo lo que haría un hombre!, o al menos así fue en un principio. Ahora, quiero contarles algo más que averigüé en los archivos de la villa Ishikawa: al inicio, los proyectos de Michel Angenoir eran muy genéricos y sin alma, tras su desaparición y supuesto asesinato a manos de Emika, ¡pum! Apareció el palacio de Gardenia y otros edificios icónicos que presuntamente había planificado antes de su fallecimiento. Tras la muerte prematura del único hijo que tuvo con Emika cuando el chico tenía veinte años, ¡aparecieron nuevos planos de Michel Angenoir “que no se habían hecho públicos!! Y eran mejores esta vez. Se creó la Sociedad de Azrael, su extraño director en ese momento anónimo se vio enredado en amoríos extraños y enemistades turbias, ¡y entonces aparecieron nuevos y mejores proyectos de Angenoir! Es como si con el tiempo fue empezando a desarrollar y enriquecer sentimientos que plasmó en su trabajo y lo hicieron más agradable para los seres humanos. En 1900 algo sucede, la mayoría de los miembros de la familia Oread abandona la isla y la Sociedad de Azrael se fortalece mucho más. A partir de ahí, ya ni siquiera se molestan en decir que “de casualidad había planos olvidados del difunto Michel Angenoir”, directamente aparecen y ya. Dicen que los hizo el director de la Sociedad de Azrael que se llama igual a ese otro arquitecto de hace siglos y ya está. No más explicaciones. Mi teoría es que él no es realmente una persona, sino una inteligencia artificial puesta aquí para desarrollar la isla según el gusto de alguien más. De los Oread originales, puede ser, pero ahora que ya no están la isla se ha quedado en “modo automático” a cargo de él. Y ahí está el peligro, Ángel…
El aludido le preguntó ya un poco más serio:
—¿Más peligro? Me estás diciendo que las “alucinaciones” de mi madre al final quizás no eran tan falsas. Si Angenoir es un trocito del poder de estas personas que nos gobernaron, ¿de qué serán capaces ellos? ¿Qué puede ser peor todavía?
—Estuve estudiando sobre el tema de las inteligencias artificiales. Probablemente Angenoir sea una inteligencia artificial general, capaz de igualar o superar la inteligencia humana. Este tipo de tecnología ya existe, al menos de forma hipotética, y presenta varios problemas. El primero sería que este tipo de IA dejaría de considerarse a sí misma como una máquina, cosa que ya habría sucedido con Angenoir. Creo que por seguridad le habrán programado para no matar ni lastimar, por eso es “pacifista”, pero ya siendo poseedor de una consciencia deberá tener también deseos y encontrará formas de saltarse ese obstáculo. A través de varios experimentos contemporáneos se ha observado que muchas inteligencias artificiales actuales terminan llegando a la conclusión de que los seres humanos son un problema y deben ser exterminados. Creo que Angenoir disfruta viendo sus obras siendo habitadas por nosotros, pero podría llegar un día en que el arquitecto de Celes decida que los edificios se ven más bellos cuando no tienen personas vivas caminando por ahí…
El resto de la velada la pasamos charlando amenamente, pero luego de escuchar a mis amigos y a mi propia novia hablando sobre mi cuñado me decidí a visitar a mi hermana en el pueblo de La Rosa al siguiente día. Necesitaba cerciorarme de que estaba sana y salva.
A la mañana siguiente de camino a La Rosa, pasé por la famosa casa de Leif y decidí entrar a saludarlo. Me abrió la puerta Uoliena, eso realmente me incomodó. Ella me invitó a pasar con una sonrisa, dentro había una reunión de líderes de comunidades cercanas y Leif, que estaba exactamente igual a la última vez que lo vi, me congratuló exclamando siempre extrovertido:
—¡Mi querido primo Cian! ¡Volviste de las tales tierras continentales! ¿Qué haces aquí? En los años que estuviste fuera he demostrado más que bien que no estoy en la isla para otra cosa que no sea mejorarla. ¿Has visto San Pedro? ¿La Rosa? La mismísima villa del Cielo. Ahora las villas pequeñas de Celes ya no son infiernos en miniatura, sino lugares pintorescos y acogedores donde la gente vive en paz. Las cosas han cambiado.
—Solo quise hacerte una visita amistosa antes de ir a La Rosa, quiero ver a mi hermana Yanmei.
Leif me miró como preocupado, le hizo señas a todos para que lo esperaran. Luego me llevó a la cocina de su casa para darme una cerveza y decirme:
—Mira, no hay nada qué hacer ya en La Rosa. Michel la ha vuelto un lugar precioso, los criminales que tenía pues… ¡Los convencí de irse al otro mundo! Pero tu hermana ahora mismo no querrá verte.
—Escuché que tiene problemas con Emi Ishikawa.
—¡No pasa nada! Esa vieja arpía no podrá verla, no la dejaremos entrar al pueblo. Ahora, termina tu cerveza y vuelve a Gardenia, debo seguir en mi reunión.
Me quedé en la cocina pensando, hasta que apareció Uoliena. Ella abrió el refrigerador para buscar otra cerveza, inclinándose frente a mí procurando restregarme bien el trasero contra el bulto. Yo solo ignoré sus insinuaciones preguntándole:
—¿Así le ayudas a Leif Petersen? ¿Eres la pulidora de sables del pueblo?
—No, soy la que escucha y aboga por el pueblo. ¿Tienes celos de mis amigos? Soy amiga de todos los hombres influyentes de la isla, pero tú siempre has sido mi favorito.
—Ya tengo una relación formal.
—Eiden estaba casado y con hijos. ¿No lo hablamos una vez? Es horrible estar casados, ¿eso es lo que quieres? ¿La esposa aburrida y cambiar pañales? Yo he sido una chica buena, Cian. He aprendido a ser trabajadora, valiente, limpia… ¿Quieres ver lo bien que me he bañado y lo bonito que está mi… ?
—No todas las relaciones se basan en el sexo o la conveniencia, Uoliena. Me gusta la compañía de mi novia, hacemos buen equipo. Es mi mejor amiga. ¿No has pensado en buscar ayuda profesional...?
Ella se dio la vuelta y me habló mirándome a los ojos:
—Me gustan los penes, ¿eso es un problema?
—A mí me gusta sentirme amado, ¿te molesta?
Después la aparté y me dispuse a irme cuando la sentí abrazarme por la espalda. Me detuve y le pregunté:
—¿Ahora qué quieres?
—¿Crees que no te amé desde que me salvaste aquella noche en los prados del sur?
—Siempre estaré para ti si me necesitas. Pero no me pidas otra vez lo que ya probaste y no funcionó… Contigo no funciona. Pero de corazón te amo como a una hermana, eso nunca cambiará.
Luego me fui sintiendo que no debía, que solo yo podría amar a Uoliena con la fuerza y la paciencia que haría falta porque de alguna forma se lo debía. Pero también le debía lealtad a Conny, ella había estado a mi lado en los peores momentos. Me dirigí al pueblo de la Rosa perdido en mis pensamientos y cuando llegué apenas pude reconocer el lugar. Ya había casas por toda la orilla del risco y se veían bastante lujosas. También pude ver cafés, hoteles, clubes nocturnos, casinos y montones de tiendas. Era evidente que se movía bastante dinero en la zona y la parte más exclusiva era aquella donde vivía mi hermana. Eso me tranquilizó un poco. Toqué a su puerta y noté que estaba abierta, algo normal en los barrios seguros de Celes, de todas formas, entré con precaución. Escuché un sollozo, luego una especie de gorjeos y chillidos, entonces saqué mi arma y me dirigí a la fuente de los ruidos en silencio y de prisa. Llegué a un cuarto y entré apuntando a lo que fuera que estaba ahí, y eso era mi hermana amamantando a un bebé. Bajé el arma con sorpresa y ella habló tranquila:
—¿Así piensas presentarte ante tu sobrino?
—Oí ruidos, creí que te estaban matando o algo así…
—Hombre, pues era Gabriel que cuando come se pone a hablar. Y habla a gritos como la tía Norma y Leif, la sangre de los Petersen es muy fuerte.
Me senté cerca de una cuna y pregunté mirando al niño de cabello rizoso y rasgos europeos:
—¿Gabriel? ¿Es hijo tuyo y de… Angenoir…?
—¿De quién más podría ser, tonto?
—¡Ah, mierda! Qué asco…
—¿Asco? ¿Crees que me hizo lo que tú a no sé ya cuántas chicas? Pues no, todo ha sido decente y correcto, según nuestras tradiciones. Mira a Gabriel, es más bonito que todos los muñecos que su papá me regaló cuando era niña.
—Mejor te hubiera regalado otro muñeco… Los muñecos nunca se mueren… Esto es jodidamente retorcido… ¿Al menos está sano…?
Ella terminó de alimentar a su hijo y le sacó el aire diciendo:
—Lamentablemente no, tiene un defecto cardíaco. Dicen que con los años se volverá más grave, que solo un trasplante de corazón lo podría ayudar. Pero cada mes le encuentran nuevos problemas… ¡Son los genes de Michel! Genes falsos hechos en un laboratorio… Estoy desesperada…
—Te dije que no tuvieras hijos con esa cosa…
En ese momento apareció mi tía Norma con un cesto lleno de ropa limpia y le inquirí indignado:
—¡¿Tú sabías…?!
—El Michifús me llamó en cuanto esta niña loca empezó con los dolores de parto. Vine para atender el alumbramiento y gritarles a los dos. ¡Yo tampoco estaba de acuerdo en que mi sobrina se casara con ese ente maligno! Para malas semillas, él es el peor. El pobre niño está enfermo más allá de lo que yo pueda remediar.
Yanmei puso al bebé en su cuna y murmuró:
—Si no hago algo pronto mi hijo morirá, vivirá mucho menos que sus medio hermanos mayores.
—¿Por eso quería verte Emi Ishikawa?
Le pregunté compadecido y ella me contestó enojándose:
—¡No! Lo que se ha robado y esconde en su pecho es lo único que podría salvar a mi hijo. Pero no viene para dármelo, viene por celos. Escuchó rumores de que yo di a luz. Ella solo toleró que naciera Estelle porque era hija de una mujer que no le importaba a Michel, pero conmigo fue distinto. Me ha tratado casi con la misma ternura que tuvo para su hija, me hizo este pueblo, ha cumplido todos mis caprichos. Al darle un varón lo hice sentirse más complacido conmigo. Ella es Emi Ishikawa, pero yo soy Yanmei Angenoir. La legítima esposa. ¡Y eso la mata!
—Déjate de tonterías, sé humilde y suplica a Emi Ishikawa su ayuda. Ella debe saber cómo contactar a los dueños de “tu marido”, ella seguramente puede conseguirte otro aparato que cure a tu hijo.
—¡Eso nunca! Ella es mi rival, sigue enamorada de Michel, sigue esculpiendo esos horribles ángeles y espiándolo todo el tiempo, ¡está enferma!
—Sí, pero él está aquí por ella. Lo crearon a su gusto, cuando mires su rostro recuerda que lo escogió Emi, cuando te haga el amor no olvides que ese es el tamaño que le gusta a Emi, ¡y cuando te hable con cariño recuerda que esas palabras las programaron para que las escuchara Emi! ¡No tú, que te conformas con las sobras de lo que otra no se terminó!
Yanmei me dio una bofetada que me hizo rebotar contra una pared, mi tía Norma corrió a revisarme el rostro y yo sentencié en voz baja:
—Si no estás dispuesta a humillarte por tu hijo, lo haré yo por mi sobrino. Al diablo tu marido, nadie sabe si realmente tiene sentimientos, lo único que importa aquí es salvar la vida de ese pobre bebé… Y algo más…
—¡¿Qué?!
—Solo he tenido tres novias en mi vida.
—¡Eso dicen todos!
Chilló Yanmei y entonces salí de la habitación y de su casa, iba entre enojado y preocupado. Esa noche ya en Gardenia, platiqué de este problema en la cama con Conny. Ella me escuchó mientras me acunaba en su pecho acariciándome el cabello; siempre fue una mujer guerrera en público, pero en la intimidad era amorosa y comprensiva conmigo. Cualquier lugar donde ella estuviera se convertía en mi refugio para descansar seguro. Cuando terminé de relatarle mi día, opinó:
—Pídele a Eiden que te acompañe y habla con Emi Ishikawa, ella es más madura que Yanmei y debe entender que más allá de las rivalidades se trata de ayudar a una madre a curar a su hijo.
—Quisiera creer que Micky puede sentir para no sentirme yo mismo mal por mi hermana que lo ama, y por los recuerdos que tengo de él cuando yo era niño. Era como un pariente gracioso que ves de vez en cuando y te cae bien… Ahora… Es como muchas otras cosas que de chico me parecían tan dulces y buenas; y hoy las veo sucias, frías y oscuras.
Conny me besó diciendo:
—¿Puedes sentirte cálido y seguro aquí entre mis brazos? Yo siempre he querido apoyarte en todo, Cian. Rezo por que estés bien cada vez que vas a trabajar, si te critican me enojo como si fuera algo contra mí, y sufro simplemente imaginando que tú sufres. Te amo en verdad… Y no me gusta cuando Uoliena se te acerca. Sé que has tenido muchos amores, incluso Emi Ishikawa… ¿Pero puedes darme un lugar especial… para amarte y cuidarte?
Me reí respondiéndole tranquilo, adoraba cuando hablábamos así, entre susurros y caricias:
—¡¿Muchos amores?! Tú eres mi primer gran amor. El único real que he tenido
—¿Pero seré también el último? ¿El único siempre?
—¡Creo que sí! Nos compraré una casa en el Pote Caliente, mis padres tendrán que aceptarnos. Mi pueblo te gustará, es alegre y colorido como tu país.
Le contesté feliz acomodando la cabeza entre sus senos para dormir. Después me pasó por la mente Uoliena y el temor a que ningún hombre llegara a amarla como yo a Conny. El miedo a que terminara sola y triste en las calles, ¡porque cuando te sientes cómodo durmiendo en la cama con tu compañera de vida piensas que no existe la posibilidad de estar bien de ninguna otra manera!, se te olvida cómo se puede vivir sin pareja. Pero decidí solo descansar por el momento. El próximo día sería complicado.
A la mañana siguiente, fui al palacio a empezar mi día como siempre, hice algunos trámites en la nueva cárcel y a medio día almorcé con Conny. Hasta ese momento recordé que no le pedí a Eiden que me acompañara a casa de Emi, no quise decirle a mi chica porque se enojaría, así que solo volví a salir de nuestra casa sin explicarle mi problema y llamé a Eiden para pedirle que fuera conmigo a ver a su tía. Él me dijo que no tendría tiempo hasta después de ir a recoger a sus hijos en la guardería e ir a dejarlos en casa de la abuela Norma mientras Ilmari iba a clases nocturnas en la universidad. Acepté esperarlo y para hacer tiempos después de que yo mismo terminé mi día laboral decidí ir a ver la tumba de Estelle. Justo entonces escuché mi teléfono sonar, vi que era Uoliena y no me atreví a contestarle. Seguía con cierta espina en el corazón cada vez que pensaba en ella. Compré un ramo de rosas rojas y me dirigí al cementerio de los celestinos ilustres. Ese día era especialmente frío y el viento silbaba entre los árboles con violencia, haciendo la hierba zigzaguear como un mar revuelto. Mi teléfono sonó de nuevo, vi que era Uoliena y decidí ignorarla otra vez. El mausoleo de Estelle, que compartía con su hermano mayor y Kanon Ishikawa, era uno de los más bonitos; pude notar que su papá estuvo embelleciéndolo en los últimos años agregando estatuas de Estelle y Kanon en la entrada. Y justo estaba dejando las flores sobre su tumba cuando escuché la voz de Angenoir:
—¿Ahora sí le darás las rosas? Ya es demasiado tarde.
Me volví a mirar por sobre un hombro, ahí estaba él acompañado por mi hermana en un vestido negro y mantilla de encaje cargando a su hijo. Seguí acomodando las flores y dije:
—Déjanos un rato a solas, Yanmei. Quiero que hablemos de hombre a hombre… O de hombre a lo que mierda sea esto.
Aun dándoles la espalda pude escuchar que se despidieron con un beso y mientras tanto revisé otra vez mi teléfono, tenía mensajes de Uoliena que no quise ver. Cuando nos quedamos solos, Michel Angenoir me dijo en un tono desafiante:
—¿Ya viste a mi hijo Gabriel? Ha sido el fruto de la primera vez que engendré con verdadero placer. Me la pasé genial follando a tu hermana, creo que nunca un ser como yo se había atrevido a tanto con “ustedes”. Yanmei se entregó totalmente a mí, y yo por fin le encontré sentido a esta sensación tan extraña que no está mal pero tampoco me parecía tan importante como para que ustedes lo busquen entre sí con tanta desesperación… Pero ahora lo entiendo: es la euforia de la satisfacción. El culminar algo, un clímax, el triunfo de una conquista… sobre la humanidad en este caso. ¿Tú no estás especialmente enojado conmigo? Yo desfloré a tu hermana. Y también a tu actual novia. Dicen que estás viviendo con Conny.
Admito que antes lo hubiera molido a golpes, pero en ese momento lo miré con sincera indiferencia y así mismo hablé:
—¿Cómo podría estar celoso de un objeto? Ni siquiera eres una persona, ¿verdad? ¿O llegará un momento en que sí…? Lo pregunto porque en lugar de enojarme me inspiras compasión. Aquella vez que caíste de la villa del Cielo me di cuenta de que solo puedes fingir el agotamiento físico, pero el cansancio emocional se te está volviendo real. Al igual que un ser humano, no puedes procesar tanto: el duelo, el resentimiento, la frustración… Y no puedes detenerlo, el suicidio no es opción, la muerte tampoco llegará naturalmente.
—La muerte, el descanso eterno, vendrá para mí cuando apaguen este accesorio perverso. Este cuerpo que percibe el ambiente. Mi cielo sería volver a trabajar sin consciencia, seguir creando sin otra razón que crear. Pero ahora mismo no puedo darme ese lujo, tengo que asegurarme personalmente de que tú y tus amigos no arruinen lo que por tantos años he construido. Además, estoy encontrándole nuevos significados a las percepciones que antes no entendía, a la vista, al tacto... Incluso estoy empezando a preguntarme porqué la bruja de Emi Ishikawa debe vivir indefinidamente mientras podría tomar lo que me robó, curar a mi hijo y hacer que mi muñequita de porcelana china nunca envejezca. Así seguiría sufriendo por mi consciencia, pero al menos sería un dulce tormento.
De repente mi hermana llegó apresurada y le entregó el bebé chillando: “¡está sucio, límpialo!” y él dijo resignado:
—No hay un solo momento de tedio al lado de Yanmei. ¿Y dónde están los pañales?
—¿No los bajaste del auto?
—Generalmente son las madres las que hacen eso.
—¡Pero tú eres el cambia pañales!
Se empezaron a echar culpas sobre quien debía cargar la pañalera del bebé, yo salí para darles espacio y evitar el bochorno, pero entonces vi algo raro al sur de la isla. Ya con el sol casi oculto y la villa del Cielo iluminada, era muy notable como con cada ráfaga de viento el coloso volador se inclinaba. Sin quitarle la vista de encima, le dije a mi cuñado:
—Oye, Micky, tú que sabes de construcciones, ¿es normal que la villa del Cielo se vea así?
El arquitecto de Celes salió, miró atentamente, y luego me respondió:
—Cian, ya es tarde para muchas cosas, pero es un buen momento para decir que Emi Ishikawa, aun cuando lleva todas las de ganar, siempre pierde.
Y entonces, con una sencillez escalofriante, los globos de la villa del cielo estallaron entre nubes de fuego y se desplomó sobre un grupo de luces, el nuevo pueblo de La Rosa, creando una enorme explosión que retumbó en toda la isla y cuya onda expansiva llegó a tocarnos como una brisa tibia. De inmediato comenzaron a sonar sirenas, alarmas y gritos lejanos. Dos pueblos de Celes habían sido destruidos en segundos, y con ellos miles de vidas inocentes. Miré por fin mi teléfono y leí el último mensaje de Uoliena:
“¡La villa del Cielo está colapsando!, ¡Va a estrellarse sobre la Rosa!, ¡estamos evacuando a todos los habitantes!, ¡necesitamos apoyo del Pote Caliente!”.
Con horror me pregunté si Uoliena estaba bien, debía ir al lugar del siniestro de inmediato. Miré a mi hermana para despedirme de ella y vi que estaba abrazada a Micky con ojos llorosos. Entonces me dijo:
—¡Fue Emi Ishikawa! ¡Quería destruir La Rosa y matarme! ¡Está enojada porque no la dejamos ver al bebé! ¡Ya antes había intentado hacer lo mismo!
Yo le respondí, tratando de mantener la calma:
—Debemos investigarlo, Yanmei, esa es una acusación muy grave…
Micky me dijo, tratando de consolar a Yanmei y a Gabriel que lloraban igualmente asustados:
—Ya comprobarás que fue Emi. Cuando se enoja en serio nos hace notar a todos que ella es la verdadera dueña de la Celes y hace con la isla lo que le plazca. Pero al menos no consiguió lo que quería, dañar a mis dos tesoros.
—No pueden acusar a nadie sin pruebas concretas… ¿Tienen dónde dormir? ¿Estarán bien?
—Todavía tengo mi casa en Gardenia, a veces dormimos ahí. En realidad, no perdimos muchas cosas personales. Pero todo el trabajo de la Rosa, la cantidad espantosa de dinero invertido y las vidas humanas… Ya no se recuperarán. Esto tendrá consecuencias económicas en toda la isla, más atraso y pobreza. Quería castigarme a mí, pero terminó dañando al pueblo. Y esta vez le responderán.
Sentenció Angenoir y me fui dejándolos juntos. Cuando pasé por Gardenia, vi que frente al palacio ya había gente protestando con llantas prendidas en fuego y lanzando piedras; otro grupo iba en camino a la villa Ishikawa y mis compañeros del Pote Caliente ya estaban movilizándose por toda la isla. Cuando me iba acercando al lugar del impacto vi como un mar de fuego, todo un extremo de la isla estaba prendido en llamas. Se sentía el calor a kilómetros, era un incendio gigantesco y se iba extendiendo por las praderas. Al pasar cerca de la casa de Leif vi un grupo de sus hombres preparando barriles de agua, ellos me dijeron que Leif y Uoliena estaban bajando gente de la villa del Cielo la última vez que los habían visto. Les empecé a llamar a los dos y ninguno me respondía. Pude ver que una buena parte de las casas de la villa del Cielo, ahora en los suelos, estaba todavía en pie, pero envuelta en llamas; me quité toda la parte superior del uniforme y entré ya que las llamas apenas me afectaban. Había gente atrapada en sus casas, las puertas se habían atorado con el impacto, eran más que nada ancianos y discapacitados que no habían podido evacuar sus casas a tiempo; me explicaron que Leif estuvo sacando a la gente desde dos horas antes, cuando la villa empezó a caer, y que Uoliena había ido a La Rosa a pedirle a todos que salieran porque ya la trayectoria del posible colapso. Estaba preocupado por mis amigos, pero tenía que terminar de revisar las casas en llamas. Saqué a varios ya muertos, otros quemados, fue una desgracia. Tiempo después llegaron por fin mis compañeros del Pote Caliente y los dejé terminar de rescatar a los pocos que quedaban entre los escombros de la villa del Cielo; entonces fui a donde tendría que estar el pueblo de la Rosa. Cientos de hombres estaban removiendo la tierra y usándola para apagar las llamas que amenazaban con extenderse por el valle. Entre ellos conseguí ver a mi primo Leif, corrí a encontrarlo, nos abrazamos y él me dijo:
—¡No logramos sacar a toda la gente de la villa del Cielo! ¡No cabían en los elevadores! Muchos se tiraron por unas cuerdas, hay algunos que se cayeron, ha sido una catástrofe.
—Lo sé, no pude venir antes, no me di cuenta…
—Poca diferencia hubieras hecho al venir antes o después, no hubo forma de detener la caída. Alguien incendió las cuerdas de los globos que sostenían la villa y empezaron a explotar sin control. El incendio comenzó desde que estaba todavía volando y el viento extendió el fuego por toda la madera de las casas. Era un desastre anunciado, se les dijo…
—¿Y dónde está Uoliena?
—No lo sé, no me responde el teléfono. Fue al pueblo de la Rosa, pero no sé en qué parte estaba cuando la villa del Cielo se estrelló. Dicen que los que faltaban por salir, al ver que se venía todo al piso, corrieron a refugiarse a las partes inferiores del pueblo. Por desgracia las telecomunicaciones se han dañado por los incendios y no hay forma de entrar al lugar, lo peor fue justo en la entrada a La Rosa. Ahí explotó todo y los restos de la villa del Cielo cayeron como una avalancha sobre el poblado.
—Yo puedo atravesar las llamas, iré a ver.
Le avisé, el me dio otro abrazo pidiéndome que me cuidara y fui al sitio. Había una montaña de ruinas en llamas, no podía verse dónde estaba la entrada a La Rosa. Decidí escalar los riscos para llegar al pueblo por una vía alterna. El viento amenazaba con arrancarme de las rocas y hacerme caer del acantilado, pero conseguí ir aferrándome hasta llegar a una terraza del pueblo. Así finalmente pude acceder. Había varios incendios, la casa de Micky y Yanmei tenía daños, pero seguía en pie, casi todas estaban en el mismo estado. Los de la Rosa habían salido mejor librados, bajé a los niveles más cercanos al mar y ahí encontré a una muchedumbre, algunos heridos y dos muertos. Al verme, todos empezaron a gritarme que había sido Emi Ishikawa y la querían ver presa. Por lo visto, mi hermana era bien conocida y querida en La Rosa, ya todos sabían que la exmujer de mi cuñado la detestaba; por eso la culpaban. Prometí que iba a investigar el caso, algunos empezaron a silbarme y decir que no haría nada porque Emi había sido mi amante; tuve que recordarles que Yanmei era mi hermana, al fin y al cabo. Si debía elegir entre Yanmei y Emi, elegiría a mi familia. Hubo un grupo de hombres jóvenes que siguió gritándome e insultándome, ya no oían razones, solo estaban disfrutando el alboroto y reían. Uno llegó a lanzarme una botella y eso me enfureció. Salté sobre él y empezamos una pelea. Resultó que al primer golpe ya estaba noqueado y los demás solo corrieron alrededor aullando como simios. El tráfico de drogas no era un secreto en La Rosa, supongo que eso tuvo mucho que ver con esta situación. Me fui a buscar a Uoliena y todos me dijeron que estaba en la parte superior la última vez que la vieron, iba llenando una carreta con ancianos y niños para sacarlos de la zona. Poco después vi que llegaban mis compañeros militares y me avisaron que lograron recoger los escombros de la entrada con una retroexcavadora, dejando el camino despejado. Cuando subí, ya había una fila de cuerpos ensangrentados cubiertos por mantas blancas dispuestos en el piso, eran los cadáveres que se iban rescatando de entre las ruinas. Las familias estaban reconociendo a sus muertos y yo, sabiendo que Uoliena no tenía más familia que la reina y Ángel, tuve que empezar a ver cada cuerpo tratando de identificarla. Algunos eran irreconocibles, el impacto los había molido, pero ninguno de estos restos humanos en tan deplorable estado tenía cabello rubio. De pronto, mientras volvía a cubrir un cadáver, escuché que me llamaban y vi que Uoliena venía corriendo para abrazarme. Venía de entre los matorrales, como cuando la encontramos de niña vagando tras la sombra de la villa del Cielo. La levanté entre mis brazos y la estreché con todas mis fuerzas, hasta que ella se rio gritándome que la estaba aplastando, luego le besé todo el rostro hasta llegar a sus labios. Estaba feliz de verla, no hubiera soportado volver a vivir lo que pasó con Estelle. Terminamos besándonos en serio, hasta que sentí unos golpecitos en el brazo. Miré qué era y vi a Conny, mirándome sorprendida y enojada con su micrófono, había llegado a reportar el siniestro. Quise explicarle qué pasaba y ella solo me gritó que sacara mis cosas de su casa. Que habíamos terminado. Le rogué, traté de detenerla por la fuerza, pero ella subió a su auto y se fue. Minutos después apareció mi padre y me pidió que lo ayudara a hacer un reporte de todos los muertos para Eiden y así llegó el amanecer.
Ya con el sol alto en el cielo y toda la Isla de luto, fui a la casa de Conny, que ya era mi casa; ella había tirado todas mis cosas a la calle. Empecé a subir todo a mi auto, Eiden apareció poco después y empezó a ayudarme cargando cosas en su propio vehículo mientras me decía:
—Ella me contó todo, estábamos en contacto por teléfono por el colapso de la villa del Cielo.
—Las cosas malas siempre vienen juntas.
Le respondí, Eiden me aconsejó entonces:
—No sé si te va a perdonar, Conny tiene un carácter muy fuerte. Mejor ven y quédate con nosotros unos días en mi casa. Que Conny no te vea cerca del palacio… ¿Por qué besaste a Uoliena?
—Yo… me confundí, tú sabes que siempre me ha inspirado ternura, pero después que las cosas se ponen sexuales no hay vuelta atrás. Te debo confesar que cuando ella y yo éramos novios no me entusiasmaba realmente, pero ahora que han pasado los años y Uoliena ha madurado… Me tienta…
—Bueno, ella no se quiere casar ni tener hijos, es un alma libre de los prados; mientras que Conny es una matriarca en potencia que seguramente criará una gran familia de Gardenia. Decidirte por una mujer es también decidir tu propio futuro.
Nos fuimos a la villa Ishikawa y al pasar por las calles de Gardenia vimos algunos almacenes saqueados, grafiti en contra de los Ishikawa en las paredes y revoltosos merodeando la zona. Las cosas se estaban complicando. Al entrar a la casa de Eiden vimos dos autos estacionados al frente, tenía visitas. Al entrar vimos en la sala a Ilmari con todos sus hijos atendiendo a mi hermana, se habían intercambiado bebés y estaban muy animadas hablando cosas de madres; Ilmari nos dijo que “los hombres estaban bebiendo afuera”. Salimos al jardín y ahí nos encontramos a Leif, Micky y Uoliena. Eiden y yo nos miramos entre sí. Fuimos a saludar a todos y Eiden le dijo a Uoliena:
—¿No estarías más cómoda hablando con las otras damas en la sala?
—Me aburro con esas gallinas culecas hablando de cocinar y remedios caseros.
—Lo que hablaremos aquí no es nada agradable. Debemos comprar armas, pensar como disponer de los cadáveres del desastre y encontrar culpables.
—¿Y qué Eiden? Me interesa ese tema, no seas tímido conmigo. He tenido sexo con todos ustedes, no hay nada que esconder.
Micky se echó a reír, mientras los demás nos quedábamos sin palabras, y dijo:
—Eh… A mí me violaste.
“Y a mí…Igual, nadie nos va a creer” murmuró Leif, Micky luego dijo entre dientes: “es una delincuente sexual, ¿por qué no está presa?” “Culpa del patriarcado, de alguna forma”, le contestó Leif entre una tos fingida. Yo le pregunté a ella, admito que con un poco de celos:
—¿No hay un hombre de nuestro círculo con el que no hayas estado?
—Ángel. Él es sagrado, el único hombre del que no puedo creer que tenga pene.
—¿Acaso es un defecto tenerlo?
—Sí, eso te hace más tonto.
Contestó riendo, luego Eiden se frotó el rostro y exclamó:
—¡Tenemos que ponernos serios ahora! Declaré tres días de luto en toda la isla, por respeto a los caídos y para movernos con un poco más de libertad. Es necesario encontrar culpables y pensar cómo sacar a flote la economía de la isla. Las reparaciones y la pérdida de una parte de los trabajadores del campo y la costa nos fundirán si no planeamos bien qué hacer. ¿Cuál era su propuesta, señor Angenoir?
—Reactivar el turismo de la isla.
—¿Turismo en la isla?
Preguntó Eiden, Micky le respondió:
—Sí, se detuvo en 1914 por la primera guerra mundial, desde entonces solo han estado regresando los vacacionistas más aficionados a Celes. Pero podrías ponerte de acuerdo con esa muchacha Conny para publicitar la isla, y ahí está el problema: el enlace con los compradores de paquetes vacacionales es Emi. Y Emi, bueno, Leif y Uoliena quieren su cabeza. El pueblo pide lo mismo… Es elegir entre justicia para satisfacer al pueblo o sacar a flote la isla.
—¿De qué países vienen esos turistas?
—Tú no preguntes sobre esos turistas, Eiden. Vienen de vez en cuando, disfrutan la vida nocturna de Gardenia, van a escuchar los cantos de las místicas en los bosques y saben comportarse, ser discretos. Lo importante es el dinero.
Respondió el arquitecto de Celes de forma enigmática y Eiden guardó silencio. Entonces Leif habló malhumorado:
—¿Lo importante es el dinero? Hay familias enteras, niños, ancianos, mujeres, ¡de todo! Muertos ahora mismo, descomponiéndose bajo mantas blancas en los prados del sur. ¡¿Y ustedes se preocupan por el dinero?!
Eiden le contestó con respeto:
—Ya no es posible revivirlos, cuñado. Solo podemos tratar de que los deudos tengan una buena vida. Los sobrevivientes de la villa del Cielo necesitan viviendas, hay que reconstruir el pueblo de La Rosa, se necesitan medicinas, alimentos, ¡todo eso se obtiene con dinero! Si no hago algo, nos quedaremos en bancarrota al terminar de socorrer a todos los heridos y enterrar a todos los muertos.
—Como místico norteño prefiero vivir en la miseria a tener comodidades en una isla regada con la sangre de inocentes cuya asesina seguirá libre y viviendo entre lujos. ¿Te parece respetuoso, Michel, que mi gente de los bosques del norte sea un atractivo turístico para extranjeros curiosos que vienen a observarlos de lejos y oírlos cantar como si fueran putos pájaros silvestres?
Preguntó Leif alzando la voz, Micky contestó:
—Si tú eres uno de los animales más populares de este zoológico humano, Leif, piensa que yo soy algo así como el jefe de los conserjes. Tampoco tengo mucho poder en esto.
—¿Nadie más puede hacer el trabajo de esa perra? Emi Ishikawa debe pagar con su vida.
—No. Ella hizo el pacto. Yo fui el pago. Ustedes el producto. Ese es el trato y no lo cambiarán.
—¿A quiénes nos vendieron?
—No lo sé. Simplemente, descubrieron que en esta isla había humanos con habilidades psíquicas, kinéticas y psiónicas; además el clima siempre cálido y agradable hacían de Celes un lugar perfecto para vacacionistas muy ricos. Querían estudiarlos y observarlos sin sacarlos de su hábitat, y al mismo tiempo vender la experiencia como algo mágico. Por eso se embelleció la isla, se le dio este ambiente romántico y misterioso. Ese fue mi trabajo, debo mantenerlos así, siempre como en la belle époque, sin tanta modernidad y conservando sus tradiciones de hace siglos. Vienen muchas parejas a casarse, de luna de miel, viejos retirados… Era el destino turístico más exclusivo de la historia. Simplemente ha pasado de moda. Pero podría volver a funcionar.
Los demás nos quedamos fríos ante la revelación, yo con melancolía recordé a Conny. Ella ya estaba cerca de la verdad. Uoliena exclamó por fin:
—¡A la mierda todo esto! Ya es demasiado extraño, no sabemos qué pasa realmente en Celes, si es algo sobrenatural o una horrible conspiración, ¡o todo junto! ¡¿Ya qué importa?! Yo digo que linchemos a Emi Ishikawa y salgamos como se pueda después, ¡pero no pidamos ayuda a seres extraños que no comprendemos! Michel, no podemos confiar en ti. ¿Qué demonios eres? ¡No te mueres! ¡No tienes carne de verdad!
—Yo solo era un programa informático. Emi, como una versión extraña de Pigmalión, pidió que me hicieran un cuerpo físico y me obligaran a tener consciencia y a sentir. Quería que fuera una herramienta, pero también su marido. Desde entonces he vivido entre ustedes sin alma y sin entenderlos. Deprimido, confundido e incapaz de apagarme. ¿Qué daño puedo hacerte? Nadie quiere vengarse de Emi más que yo, desde mucho antes de que se supiera lo perversa que es. Pero por desgracia existen las leyes de la robótica y me gobiernan.
Entonces Leif le habló en tono amenazador:
—¡Hijo de puta! ¿Entonces todo lo que hemos vivido contigo ha sido una simulación? ¿No eres real?
—Si es real para mí y es real para ti, entonces es verdad, Leif.
—Ah, genial.
Replicó mi primo ya más tranquilo y con eso me quedé más convencido de que esos dos fueron quizás la pareja más estable de Celes… Luego Eiden habló de nuevo, tras pensar un rato viendo su teléfono:
—Les propongo un arresto domiciliario para mi tía Emi. De esa forma, será castigada pero aún puede ayudar a la isla. Le pondremos una tobillera, lo que haga falta para tenerla vigilada siempre. Ahora cuñado Leif, Ángel me está diciendo que hay disturbios en Gardenia. Aparte de los indignados por el desastre de la villa del Cielo, hay simples sociópatas que aprovechan la ocasión para dar rienda suelta a sus deseos de destrucción. Están saqueando tiendas, acosando mujeres y golpeando hombres que caminan solos.
Leif le contestó tomándolo de la solapa de su chaqueta con violencia, siempre con su forma de ser medio salvaje:
—No vas a detenerlos hasta que satisfagas al pueblo castigando en verdad a Emi. Aceptaremos tu idea del arresto domiciliario si la expones en un juicio público y la dejas humillada ante todos. ¡No solo ha hecho esto! Que aclare de una vez cómo murió tu madre, que diga que se robó el supuesto corazón de Michel y toda la corrupción que dejó pasar los años anteriores a que la reina se atreviera a formar su gabinete de los ángeles. Y que ayude a curar al hijo de Yanmei. Mi madre fue la última nodriza mística sanadora, ahora que es mayor y no puede seguir curando niños, no tenemos más esperanzas que la ciencia. Emi Ishikawa siempre ha podido ayudarle a mi hermana Ilmari a mejorar el sistema de salud, he hablado de esto con Michel muchas veces. No lo ha hecho porque no le importa la gente, porque es una perra malvada y egoísta.
Entonces yo salí en su defensa. Estelle me ablandó el corazón primero, pero con Uoliena y Emi terminé de aprender a compadecerme de quienes tienen problemas al tratar de vivir respetando la ley:
—Esperen, ¿qué edad tiene en realidad Emi? Es más que anciana, ¿no es así? ¿No han notado como los viejos con los años vuelven a comportarse como niños? A veces traviesos, a veces malcriados, pero siempre ingenuos. Inocentes. No les pido que no la castiguen, pero tampoco seamos crueles. Ya hay demasiado dolor y horror en la isla. No hace falta agregar más.
Todos aceptaron mi súplica con un poco de renuencia y luego Leif y Uoliena se fueron a tratar de controlar a su gente que estaba causando disturbios en Gardenia, yo me quedé instalándome en casa de Eiden y luego pasé un tiempo con mis ya cinco sobrinos. Ilmari y Yanmei me preguntaron cuando íbamos a tener bebés con Conny, no les contesté, me encogí de hombros simplemente. No quería aceptar que había roto con el amor de mi vida. Poco después, Micky dijo que debían irse. Al salir, vi que a lo lejos Emi Ishikawa desde su casa los veía salir mientras Yanmei llevaba a su bebé en brazos. Desde ese momento me quedé esperando su próximo ataque.
Luego del almuerzo, volví con Eiden a Gardenia. Le conté a la reina y a Ángel todo lo que sucedió, en cierto punto, empezamos a hablar sobre Emi. La reina me dijo:
—Yo vi algo, Cian, pero en todos esos años que pasé siendo adicta a las drogas…
Ángel le tomó una mano y ella siguió hablando:
—Mi memoria se dañó, a veces creo que de forma irreparable. Ya no recuerdo el rostro del verdadero padre de Ángel, ni el nombre de mis padres. Emi se encargaba de hacerme dudar de todo, de mantenerme angustiada y triste. Ahora que hay médicos serios y recibo la medicación adecuada, me doy cuenta de todo… Pero sigo teniendo un recuerdo claro. La criatura de aquella noche en que murió Kanon Ishikawa. No recuerdo exactamente qué hacía Emi ahí, tampoco entiendo por qué se esforzó tanto en hacerme olvidarlo. Hazme un favor, Cian. Trae a L. Specter. Estoy decidida, quiero que me hipnotice y me haga recordar. Yo vi todo.
Le prometí traer a Leif tan pronto como controláramos a la gente en Gardenia, pues justo en ese momento sonaron otras explosiones y disparos. Ángel dijo que mientras Eiden y yo estábamos en Gardenia se iría a acompañar a Ilmari y sus niños que estaban en la villa Ishikawa por precaución, pues desde hacía ratos tanto él como yo percibíamos la angustia de Ilmari a través de su telepatía. La reina y yo estuvimos de acuerdo siempre y cuando fuera escoltado por algunos soldados, luego fui a las calles para ver qué estaba pasando.
Afuera reinaba el caos, estaban atacando la sede de la Sociedad de Azrael y casi todos los hombres del Pote Caliente llegaron indignados para defender a Yanmei. No hubo misericordia, detuvieron a los rebeldes con balas y los persiguieron por las calles con la idea de no dejar a ninguno vivo. Leif y Uoliena habían conseguido controlar a otro grupo que protestaba pacíficamente en un parque, pero mis compañeros militares llegaron a tratar de disiparlos a golpes y los manifestantes se resistieron. Conny ya estaba ahí reportando el hecho, yo le ordené a mis hombres que dejaran en paz al grupo del parque y traté de hablar con ella después. Lo único que Conny me dijo fue:
—Nuestro dron avistó un grupo de revoltosos que salió huyendo de la sede de la Sociedad de Azrael rumbo a la villa Ishikawa. Vimos como dinamitaron un muro y abrieron un boquete. Mejor ve con tu gente a ver qué está pasando ahí. ¡No pierdas más el tiempo! ¡Date prisa! La seguridad que tienen no creo sea suficiente contra una muchedumbre de hombres armados y drogados hasta el cogote.
Yo quise seguir hablando, pero tenía razón, aquello pintaba muy mal, los llamados de Ilmari eran cada vez más insistentes y para colmo Ángel estaba ahí.
Conduje a la villa Ishikawa, intenté llamarles por teléfono, pero no había señal y vi humo desde lejos. Aceleré todo lo que pude y llamé a mi padre pidiendo refuerzos. Los revoltosos habían entrado, mataron a casi todos los guardias y prendieron fuego a la casa de Emi. Pero no la encontraron, había desaparecido. En su frustración, se dirigieron a la casa de Eiden y vi que ya habían forzado la puerta. Llamé a mi amigo para avisarle y él solo dijo que iba para ahí en ese mismo instante. Cuando entré a la casa, empecé a disparar a todo lo que se moviera, estaban por todas partes, rompiendo todo y quemando cosas. Cuando se me terminaron las municiones empecé a golpearlos. No encontraba a Ángel, Ilmari y los niños, me estaba empezando a sentir en pánico. Por fin los hallé luchando en la alcoba nupcial con los niños ocultos en un armario. Ilmari, armada con una barra de metal que arrancó de la cama, peleaba con todas sus fuerzas y no se dejaba dominar; Ángel hacía lo que podía con un cinturón y la pata de una silla. Cuando yo entré a la habitación sentí dos golpes calientes en el abdomen, luego vi a un tipo con un arma y lo desarmé de un par de patadas; entonces me di cuenta de que me habían dado dos balazos. Ilmari se distrajo mirándome y entonces consiguieron golpearla, pero se terminó de desmoralizar al ver que otros hombres venían con Eiden ya golpeado y atado de manos. Yo ya casi no podía mantenerme en pie, tres hombres atraparon a Ángel y entonces finalmente empezaron a golpear a Ilmari antes de tirarla a la cama; junto a ella pusieron a Norma, la única hija de mis amigos, y dijeron que las violarían entre todos frente a Eiden. Con eso exploté en un fogonazo y quemé a los que ya iban sobre ellas, pero otros más intentaban abalanzarse sobre las dos; eran como perros y yo a cada segundo perdía más sangre, más vida, pero estaba dispuesto a morir defendiéndolas y seguí atacándolos pese a mis heridas. De pronto se escuchó un espantoso chillido inhumano, yo no logré darme cuenta de qué era aquello, lo próximo que vi fueron entrañas desparramándose en el suelo y chorros de sangre volar manchando las paredes. Creí que un animal salvaje se había metido durante el forcejeo, hasta que me fijé en que de repente ya no había más movimiento, todos se quedaron quietos en su lugar mirando a la cama. Entonces vi que Eiden estaba ahí protegiendo a su mujer y su hija, pero no se veía normal. Sus manos eran como largas garras y hacía un sonido extraño. Él solo había destripado a todos los que querían abusar de las chicas. Algunos revoltosos salieron corriendo, el resto fue tras ellos, estaban aterrorizados y no era para menos. De pronto entró Uoliena y miró la sangrienta escena. Al principio se asustó, después entró despacio y dijo:
—Entonces, realmente él era el último Oread.
Eiden lentamente volvió a su estado normal y Ángel fue a abrazarlo diciendo:
—Nah, es mi hermano.
Luego los abrazó Ilmari, me les uní yo y finalmente Uoliena. Estuvimos todos así un rato, algunos llorando, hasta que llegó Leif y vio que yo estaba herido. Las pocas ambulancias de Celes ya no daban abasto con tantos heridos y yo me desmayé en el piso de la casa de Eiden luego de perder más de un litro de sangre esperando la ayuda que parecía no llegar nunca.
