LA TIBIA PIEL DE PORCELANA
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LA ANUNCIACIÓN DEL ÁNGEL
Mi mamá siempre me
contaba que cuando era niña su familia era muy pobre, como esa gente harapienta
en las fotos de la época victoriana. Nunca pudieron comprarle una muñeca, así
que ella misma se las confeccionaba con ropa vieja, aserrín, madejas de lana…Y
le quedaban muy bonitas. Hubiera querido tener algo mejor pero no se sentía
realmente triste por eso, dice que ella sabía que las muñecas solo sirven para
entretener a las niñas hasta que llega el momento de ser madres y esposas en la
vida real. Y ella sabía que se casaría muy pronto. Mi papá, mucho mayor que
ella, la había pedido a mis abuelos desde que nació simplemente porque tenía
ojos azules; y como mi papá tenía una casa propia y trabajo estable se la
prometieron. Nunca le pregunté si ella estaba de acuerdo con ese enlace, creo
que ella misma nunca se lo preguntó, menos cuando obtuvo su propia casa y dos
hijos, niño y niña. Mamá lo veía como el éxito más grande que una mujer podría
obtener, lo máximo: una casa, un esposo, un hijo, una hija. A menudo me decía
que eso valía mucho más que cualquier otro de sus logros e incluso más que su
propia vida.
Dejó de decírmelo años
luego, cuando mi hermano y yo abandonamos la casa y nos distanciamos de ella, y
se quedó sola con papá que luego consiguió una amante casi de mi edad que no
quería casarse ni tener niños. Ella dijo que no iba a quejarse porque así le
demostraría a mi padre y a mí lo que significa ser una buena esposa y
cristiana, que lo perdonaría siempre. Yo creo que eso hubiera estado bien si
viviéramos en 1890, pero me lo dijo en 2021 y cuando tu comunidad se ve
demasiado diferente a lo que en el resto del mundo se considera normal, y eso
te incomoda, significa que algo está yendo muy mal.
Nací en Celes, una isla
tropical muy conservadora en una parte tan remota del Océano Pacífico que
pareciera ser inaccesible. Sé que cuando escuchas “tropical” imaginas un
ambiente alegre y soleado, pero en realidad la mayoría de la isla es una meseta
brumosa cuya costa se conforma de altos acantilados y una playa muy pequeña; el
ambiente es más bien misterioso, como un eterno verano lluvioso, y crecer aquí
fue una experiencia extraña. La tecnología era escasa, pero teníamos acceso a
un viejo cine y en mi casa a una televisión de los años 90’s donde veíamos cómo
era la vida en las tierras continentales; se veía tan distinta a la nuestra que
apenas había cambiado desde los 1900’s; aquí las mujeres seguíamos usando
faldas largas y los hombres vistiéndose con levita y sombrero. Con mi mamá
veíamos muchas telenovelas, por supuesto el gobierno de Celes solo permitía que
se emitieran aquellas de época que nos parecían más familiares, las de
señoritas victorianas que vivían en palacetes como los de Gardenia, la ciudad
capital. Señoritas de ojos azules como los de mi madre, con cabellos rizados y
vestidos adornados de encajes, como mis muchas muñecas de porcelana que mamá me
compraba para que yo no me quedara deseándolas como le pasó a ella de niña.
Cuando era muy pequeña,
yo creía que al crecer me vería como las heroínas de las telenovelas. Que solo
necesitaría comprarme un romántico vestido occidental y estaría lista para que
un hombre apasionado montando un gran caballo negro se enamorara de mí. Pero un
día mi hermano mayor, Cian, que era tres años mayor que yo y muy admirado por
las chicas por su porte varonil, su cabello negro lustroso y sus ojos
rabiosamente azules, pero tan orgulloso y pesado que no le correspondía a
ninguna, me dijo:
—A las chinas con pecho
de hombre no se les ven bien esos vestidos. Tú eres del Pote Caliente, debes
vestirte con tu cheongsam.
Yo le dije muy enojada
que no era “china”, y él me llevó ante un espejo y me puso junto a un afiche de
una heroína de telenovelas. Hasta entonces tomé consciencia de lo que
significada llamarme Yanmei Fèng y haber nacido en el “Pote Caliente” fundado
un par de siglos atrás por inmigrantes chinos, los ancestros de mi padre… y
míos. Mamá era mestiza, Cian se parecía a ella, nuestros primos del lado
materno eran blancos y de cabellos claros; pero yo era igual a mi papá nativo
del Pote Caliente. Mi piel no era blanca sonrosada, sino del color del nácar y
aunque mi cabello se veía levemente rojizo, mis ojos rasgados eran negros como
la noche. Recuerdo que en ese instante pensé que estaba en graves problemas,
supe que la vida en Celes no iba a ser fácil para mí pues pertenecía al grupo
de gente al que siempre le daban papeles cómicos o de villanos en la tele.
Corrí a llorar desconsolada a mi habitación y me quedé ahí hasta que llegó tía
Norma, prima de mi mamá. Ella vivía en Adalsteinn, un pueblo de mineros y orfebres,
a los que llamaban “místicos”, escondido bajo las cordilleras al norte de la
isla; mi tía era alta y pelirroja como una reina vikinga, vestía siempre según
la usanza de su pueblo con ropas medievales y sabía curar con cristales y
hierbas; era además la partera más respetada de la isla, quien asistió mi
venida a este mundo e incluso fue ocasionalmente mi nodriza; por lo que mamá
siempre la llamaba cuando Cian y yo nos enfermábamos. Resultó que cuando me
puse a llorar angustiada, Cian se asustó y no quiso decirle a mamá lo que me
había dicho; así que solo le mintió diciendo que me dolía la barriga. Mi tía
llegó con un brebaje, yo me negué a tomarlo, me subí en su regazo y le expliqué
lo que me pasaba en realidad. Ella me abrazó fuerte contra su pecho y me dijo
que nunca más volviera a decir que me avergonzaba del Pote Caliente.
Me contó que cuando mi
ciudad fue fundada siglos atrás, los nativos no creían que fuera a prosperar,
especialmente porque los reyes a forma de burla habían mandado a los recién
llegados a establecerse dentro de un gran cráter volcánico todavía activo, con
fumarolas y geiseres por doquier. Cuentan que la gente de Gardenia bromeaba
diciendo: “ve a cocinarte con los chinos al Pote Caliente”, como llamaban al
viejo cráter. Pero para sorpresa de todos, los inmigrantes lograron adaptarse a
las terribles condiciones del lugar y callar las bocas de quienes se burlaban
al ir adornando el paisaje antes infernal con hermosos edificios ricamente ornamentados,
fuentes de aguas vaporosas y calles empedradas. Lo que antes era un chiste, se
volvió una ciudad amurallada de hombres duros que nadie podía derrotar y
terminaron formando el ejército de Celes que con sus sobrios uniformes
militares azules protegían toda la isla; una nueva y poderosa comunidad de
celestinos. Así me hizo ver que además de mi herencia mística nativa, tenía la
herencia de los imbatibles inmigrantes, y además me dijo que había algo
especial en mí: mi piel era la más hermosa de toda la familia pues carecía de
cualquier imperfección. Desde entonces empecé a cuidarla para que se mantenga
tersa e impecable, porque esa sería la moneda de cambio para obtener mi éxito
como esposa y madre. Aquel evento de mi niñez formó en gran parte mi carácter
tenaz, agresivo, y al mismo tiempo muy femenino.
Cuando tenía ocho años me
enamoré por primera vez y ese fue el comienzo de “mi camino de mujer”. En Celes
hay un sistema de gobierno raro, y como en el Pote Caliente estaban los
cuarteles del ejército y mi papá siempre fue un militar de alto rango, yo a menudo
debía enterarme de asuntos sobre la política de la isla. Pronto aprendí que nos
gobernaba una reina que delegaba su poder a un consejo de ministros liderado
por un primer ministro y ese puesto, por un excesivo nepotismo, se había vuelto
hereditario. Mis padres no me habían contado todo, pero años atrás la primera
ministra había sido asesinada y había dejado a su hijo recién nacido huérfano.
Nada más aprender a hablar, pusieron al bebé en el lugar de su madre. Así que
los niños de mi generación crecimos viendo a un niño de nuestra misma edad en
ropa de juez dando discursos a la nación, y a mí me encantaba verlo. Eiden
Ishikawa, de ascendencia japonesa y europea, era un chico lindo con anteojos y
una sonrisa preciosa. Un día Cian y yo estábamos haciendo las tareas de nuestra
escuela militar tirados en el piso ante el televisor mientras mamá ya vestida
en su sobrio uniforme militar azul se preparaba para irse a trabajar en el
centro de atención telefónica del ejército de Celes, cuando la telenovela fue
interrumpida para transmitir un mensaje a la nación de parte de Eiden. No sé
por qué esa vez lo vi especialmente lindo y exclamé avisándole a mi mamá y mi
hermano:
—¡Cuando sea mayor me
casaré con Eiden Ishikawa! ¡Estoy enamorada de él!
Cian, con una expresión
de indignación sobreprotectora, se volvió hacia mamá:
—¿Escuchaste eso? ¡Habla
de casarse con alguien que apenas conoce!
Ella vino y nos abrazó a
los dos diciéndonos que nunca se opondría a nosotros cuando estuviéramos
enamorados porque quería que nos casáramos por nuestra voluntad. De momento no
le puse atención a sus palabras de apoyo, años luego, estando las dos a solas
me contó la razón de su decisión: su madre era la hermana menor de la madre de
mi tía Norma y vivía con ella en Adalsteinn, un día debió bajar a Gardenia para
hacer unas compras y mi abuelo, un soldado del Pote Caliente, la vio y “se la
robó”. Mamá lo cuenta tratando de hacerlo humorístico, pero la realidad fue que
mi abuelo materno secuestró y violó a mi abuela. Cuando ella por fin pudo
volver a su pueblo, mis bisabuelos “remediaron” lo ocurrido obligándola a
casarse con su agresor. Mamá me dijo que mi abuela fue muy desdichada y el
abuelo era un hombre distante que cuando le pidieron a su hija recién nacida
como esposa, ni siquiera dudó en aceptar. También dice que cuando ella empezó a
crecer, mi abuela tuvo mucho miedo que su esposo intentara violar a su propia
hija, así que le insistió a mi padre a que se llevara a mi madre rápido. Papá,
extrañado, dijo que no quería casarse hasta que mamá se volviera una mujer
adulta y atractiva, así que mi abuela tuvo que explicarle la verdad de la
situación. Entonces mi papá, indignado, mató a tiros a mi abuelo y le dijo a mi
madre y a mi abuela que ahora ya podrían esperar el momento de la boda en paz.
Desde ese día los místicos de la cordillera fueron buenos amigos de mi padre y
lo aceptaron como uno de los suyos, y mamá decidió que sus hijos tendrían que
casarse por amor.
Esa historia, las
actitudes bravuconas y a veces engreídas de papá, a quien siempre he amado con
ternura, pero admito que es bastante bobo, y la frialdad de mi hermano Cian me
empezaron a volver un poco agresiva con los hombres en general. Si no me parecía
que me superaban en algo, los despreciaba y acosaba. En la escuela militar
aprovechaba los entrenamientos para golpearlos cada vez que podía. Mi papá, al
ver que me estaba volviendo una niña temida por sus compañeros y además buena
para pelear, reaccionó con orgullo; consintiéndome en todo, regalándome más
muñecas y diciéndoles a todos lo maravillosa que era su pequeña. Pero yo en el
fondo estaba llena de inseguridades, seguía sintiéndome insuficiente por mi
rostro de ojos negros rasgados y mi piel anacarada. Un día, Leif, mi primo
mayor de Adalsteinn, conocido por su espíritu rebelde y sus características
únicas de albino, incluyendo unos ojos rojos penetrantes que parecían tener un
poder hipnótico, atrayendo a cualquiera que cruzara su mirada, me regaló algo
inesperado. Con sus primeros ingresos tocando la guitarra en una banda de rock
pesado en Gardenia, una elección de carrera que desafiaba las expectativas de
nuestra familia pero que fue apoyada por mi padre, me trajo dos muñecas Barbie.
Estas no eran simples juguetes en Celes, donde los productos importados
modernos eran escasos y la mayoría de las niñas jugaban con muñecas de trapo o,
en el mejor de los casos, de porcelana. Yo tenía muchas muñecas y muy lindas de
porcelana en estantes que decoraban mi cuarto, pero mis padres alabaron las
muñecas de plástico por ser un lujo extranjero y Leif me las entregó diciendo:
—Toma, las escogí porque
son pelirrojas. Como mi madre y mi hermana Ilmari.
Yo las recibí con
seriedad y murmurando un “gracias”. Sí, las muñecas eran iguales a mi tía Norma
y la menor de sus hijas, mi prima Ilmari de once años; pelirrojas, altas, de
ojos azules. Eran muy lindas, me gustaban. Pero empecé a sentirme incómoda por su
aspecto debido a mis propias inseguridades y el despertar de mi envidia. Un día
mi hermano Cian me preguntó por qué seguía jugando con mis muñecas de porcelana
y no sacaba las famosas Barbies de sus cajas. Ya todos en el Pote Caliente
sabían que las tenía y lo contaban como si fuera una magnificencia, Cian tenía
curiosidad de verlas. Yo le dije que las sacara si quería, él las tomó, las
desvistió con una leve sonrisa pícara, las vistió de nuevo y mientras volvía a
guardarlas me preguntó otra vez por qué no jugaba con ellas. Por fin le dije
que no me gustaba que fueran iguales a Ilmari y la tía Norma, y él me dijo que
yo era una niña pecho plano envidiosa e insegura. Entonces nos empezamos a
pelear, mi papá llegó a separarnos, nos acusamos entre sí y papá nos castigó.
Con eso, las Barbies me cayeron todavía más mal y me desquité a la mañana
siguiente golpeando a mis compañeros.
No había hombre que me
controlara y nada que me inspirara realmente respeto, hasta una noche en
Gardenia donde por fin topé con mis límites al filo del terror. La razón de mi
visita a la ciudad capital surgió una noche a mis nueve años cuando estaba ya medio
dormida en mi cama, me quedé mirando a las muñecas sobre mi armario y vi que
una no estaba bien acomodada. Tengo una manía por mantenerlas perfectamente
organizadas y quería componerla, pero estaba tan a gusto entre mis mantas que
no quería levantarme. De repente, vi que las muñecas se movían solas y se
colocaban justo como yo quería. Grité asustada y mis padres llegaron corriendo
para ver qué me pasaba, cuando les conté lo sucedido se alegraron y mi madre me
explicó que esa era “mi herencia mística”. Que la gente del pueblo de su madre
desarrolla poderes extrasensoriales al alcanzar la pubertad y por lo visto el
mío probablemente sería el mismo que el de ella: la telequinesis. Esto la llenó
de orgullo porque en Adalsteinn, su pueblo materno, había una orden religiosa
laical de señoras con nuestro mismo don llamadas “Las adoratrices perpetuas de
la villa del Cielo” que se reunían en la legendaria catedral de las montañas,
el único edificio que no era subterráneo en Adalsteinn. Estas damas eran muy
respetadas y admiradas en la toda la isla porque se creía que con su don y sus
rezos que nunca se detenían pues se relevaban todos los días asignándose turnos
para estar rezando en el gran templo, hacían posible que al sur de la isla
donde el terreno era dominado por una extensa planicie flotara permanentemente
una villa formada por casas hechas con desperdicios sobre plataformas extensas
de madera suspendidas por un grupo de enormes globos de aire caliente; esta era
la llamada “villa del Cielo”, la más grande comunidad marginal de Celes y el
lugar donde aquellos que no encontraban su lugar en ninguna otra parte de la
isla terminaban hacinados y viviendo en condiciones de riesgo tremendas. Papá
decía que lo que mantenía a la villa del Cielo y sus globos en perfecto equilibrio
era una corriente constante de aire que se formaba entre la costa sur y la
cordillera del norte, que empujaba la estructura en un circuito en forma de
ocho sobre el valle; pero mi madre y la mayoría de isleños estaban convencidos
de que no era así, pues pese a las tormentas huracanadas la villa seguía su
curso de vuelo y aquello a su parecer solo podía ser gracias a sus rezos
potenciados por sus dones telequinéticos que velaban por los más necesitados.
Por esta razón cuando supo que yo también formaría parte de las prestigiosas
adoratrices perpetuas decidió ir esa misma noche con mi padre y mi tía Norma a
Gardenia para comprarme mantillas de encaje y rosarios, y que así pronto me
dieran mi turno para ir a rezar a Adalsteinn con las otras damas escogidas. Yo
estaba orgullosa pero no muy entusiasmada. Mi hermano Cian, que ya tenía doce
años, también había heredado un don y ese fue el de la piroquinesis; veía que
todos en el Pote Caliente lo admiraban porque combinaba las artes marciales que
aprendíamos en la escuela militar con su don, y yo hubiera querido hacer lo
mismo con mi telequinesis; pero ya se veía que mamá estaba decidida a gastar mi
poco tiempo libre en mandarme a rezar a la cordillera del norte. No podría
practicar y ser tan buena como Cian, que no puso la menor atención a mis
cambios y por eso iba algo callada y molesta cuando todos fuimos a Gardenia en
el todoterreno de papá con mi tía Norma y mi prima Ilmari que se llevaba muy
bien con Cian al ser solo un año menor que él. Cuando llegamos a la ciudad,
mamá, tía Norma, Ilmari y yo entramos a una tienda de modas y después que
escogí mis mantillas y rosarios, ellas se quedaron mirando bolsos, sombreros y
zapatos. Poco después vi una muñeca que me encantó, se la pedí a mamá y ella me
dijo que le preguntara a mi papá si estaba de acuerdo en que me la
compraran. Fastidiada, salí a buscar a
papá que se había quedado fuera con Cian a quien le estaba enseñando a conducir
nuestro viejo todoterreno. Le grité que me comprara una muñeca, pero el ruido
del motor ahogó mi voz. Vi que un hombre se les había unido y les daba
indicaciones desde la calle mientras papá en el asiento del copiloto iba
explicándole a Cian qué hacer. Al inicio no reparé mucho en el desconocido, él
estaba diciéndole a mi padre y hermano qué tanto retroceder para no golpear una
pared ornamentada con molduras de yeso que tenían detrás, pero pronto me fijé
en que ese sujeto no era normal. Lo primero que me llamó la atención fue su
forma de moverse, que era fluida, pero le faltaba ese toque un poco desgarbado
que tienen las personas cuando ya es de noche y están cansadas después de un
largo día. Otra cosa que me pareció muy extraña fue que iba vestido de forma
elegante pero todo cubierto, guantes, bufanda y sombrero. De repente se volvió
a mirarme y en sus ojos color glacial, que era lo único que podías ver de su
cuerpo, pude adivinar una leve sonrisa que no venía a lugar mientras me hablaba
de forma alegre como si no notara mi temor:
—¿Así que quieres una
muñeca?
No le contesté, presentía
que algo estaba mal con él, algo como asistir a un funeral y que de pronto el
difunto se levante para darte las gracias por llegar a verlo; una rara angustia
se apoderó de mí al punto que sentí que me temblaban las piernas y aunque quise
gritar llamando a mi madre no pude hacerlo. Antes de que pudiéramos seguir con
nuestra incómoda interacción, Cian retrocedió bruscamente y el hombre interpuso
su mano entre el vehículo y la pared como para protegerla, recibiendo el golpe…
El auto le aplastó la muñeca contra la pared y le cortó la mano, que cayó al
piso todavía moviéndose. El tipo simplemente murmuró con calma: “oh, no”. Luego
recogió su apéndice con la mano que le quedaba y se la guardó en el bolsillo
antes de volverse a mirarme como para ver mi reacción. Pude notar que en sus
ojos no había nada. Si acaso algo de pena, pero no la emoción sincera de
alguien que acaba de perder una parte del cuerpo. Entonces me fui corriendo
asustada de regreso al almacén y me abracé a mamá, ella preguntó qué pasaba y
no le pude contestar porque no sabía cómo explicarle lo que acaba de ver. Mi
alta tía Norma creyó que solo estaba cansada y me cargó en sus brazos, cuando
salimos del almacén yo escondí mi rostro en el cabello de mi tía sin bajarme de
ella, así que no vi si el hombre raro seguía ahí. Desde esa noche tuve mucho
miedo de volver a Gardenia y no me animé a regresar hasta unos años luego. A mi
papá le pareció extraño porque yo siempre decía que me gustaba ir a ver los
escaparates de los grandes almacenes y las estatuas de ángeles que adornaban
las calles, pues todas eran muchachos lindos alados, pero yo me limité a decir
que ya no me gustaba y solo no quería ir.
Días luego empecé a ir a
la catedral de Adalsteinn para rezar con las adoratrices perpetuas. Mi turno
fue todos los sábados de cuatro a cinco de la tarde, si me enfermaba y no podía
llegar debía mandar una constancia firmada por mis padres, prometiendo rezar
desde mi casa. La sensación era genial, me gustaba el paseo de camino a
Adalsteinn desde las áridas laderas del Pote Caliente cubiertas por penachos de
hierba alta que bailaba con el viento, pasando por los bosques que rodeaban la
cordillera hasta la hermosa y antigua catedral medieval de madera oscura
escondida entre las montañas. Además, me gustaba cuando la gente me veía pasar
en mi bicicleta con la cabeza cubierta por mi mantilla de encaje, cargando mi
Biblia y mi rosario en una cesta; todos me saludaban respetuosamente, los
hombres quitándose el sombrero y las mujeres con una reverencia. Para mí fue la
primera vez en que me sentí el foco de atención de una forma positiva, siempre
me había vestido con un qipao o cualquier otra vestimenta tradicional china
como era la costumbre de las mujeres del Pote Caliente y la gente de otros
poblados me miraba a veces con curiosidad, a veces desprecio, en especial los
blancos de Gardenia. Pero cuando usaba la mantilla de adoratriz perpetua todos
me veían con admiración. Desde entonces empecé a volverme un poco adicta a eso,
a sentirme por encima de los demás… Pero yo todavía era la más pequeña de mi
extensa familia. En Adalsteinn, rezaba hasta que terminaba mi turno y luego iba
a casa de mi tía Norma en los coloridos y acogedores barrios subterráneos donde
los místicos vivían en casas talladas en la roca y decoradas con plantas,
cristales y motivos nórdicos. Ahí jugaba con mi prima Ilmari hasta que aparecía
el musculoso y tímido tío Teppo, marido de tía Norma, que con su larga melena a
la usanza de los hombres místicos y su barba afelpada como un Pie Grande dócil
venía a decirme que subiera a su carruaje con mi bicicleta para llevarme de
regreso al Pote Caliente. Una tarde estábamos con Ilmari en su casa saltando a
la rayuela cuando me sentí en confianza y le conté sobre el hombre que vi en
Gardenia, ella opinó:
—Mi madre y yo no
presentimos nada raro. Si hubiera algo sobrenatural, lo habríamos percibido.
Yo le insistí:
—¿Segura? Es que eso
definitivamente no era una persona real. Podías sentir…Que no tenía alma, no
era un señor de verdad.
—Quizás era un manco con
una prótesis articulada. La sensación como de estar hablando con alguien sin
alma no es rara. Hay personas que no quieren hablar de sí mismas y terminas
sintiendo como si estuvieras ante un espejo o escuchando el eco de tus propias
palabras… Creo que eso es lo que llaman una persona reservada.
—¿Has conocido mucha
gente así?
—Solo uno, mis papás
tienen un amigo europeo... Conversa mucho, pero al poco rato te das cuenta de
que apenas revela algo sobre sí mismo. Solo recicla opiniones y datos. Pero
nunca tiene su propia conclusión, y eso es extraño. La gente debe tener su punto
de vista único, eso te hace sentir que conectas con otro ser humano, no con
“una cosa sin alma”.
Dijo Ilmari saltando
mientras hacía ondear sus largas trenzas rojas y su vestido de estilo europeo
medieval. Yo me quedé pensando y le respondí:
—¿Entonces puede ser un
hombre bueno?
—Como los ángeles. Ellos
no tienen almas, solo son racionales y están para cumplir misiones. ¿Tú crees
en los ángeles?
—Claro… ¿Pero para qué me
buscaría un ángel?
—Para avisarte algo.
Quizás un peligro o algo que haces mal. Pero tú no eres mala. ¡No creo que sea
un ángel! Un ángel al que se le cae la mano... es terrorífico. No tiene
sentido, los de ese tipo solo vienen por gente malvada.
Guardé silencio muy
asustada. Lo que decía Ilmari daba quizás una respuesta al porqué “el ángel
oscuro” me estaba rondando: nadie sabía que tras mi papel de niña más pequeña
de la familia yo era realmente malvada. Acosaba a otros niños, envidiaba a mi
prima mayor, detestaba a mi hermano, les exigía lujos a mis padres pese a que
sabía que no les sobraba el dinero y anhelaba ser popular, mientras que el
resto de mi familia procuraba ser modesta... Y lo peor de todo es que nunca lo
admitía. Pretendía desear el bien a cada uno de mis parientes jóvenes, cuando
en realidad buscaba sabotearlos en mi competencia personal contra todos; en
especial contra Cian, a quien, con la excusa de pedir consejo a familiares y
amigos para ayudarlo, acusaba de ser la oveja negra de la casa. No había fiesta
a la que mi hermano faltara donde yo no le dijera a todo el mundo que él era
ingrato por no estar tan interesado en la vida familiar como yo, que siempre
estaba hablando de lo mucho que me gustaba pasar tiempo con mis padres y tíos,
y lo mucho que me esforzaba aprendiendo a cocinar y limpiar para algún día ser
una buena esposa tradicional. Lo peor era que nuestro círculo social se ponía
de mi parte y Cian, sin saberlo, estaba ganándose la fama de ser un muchacho
frío y cruel gracias a mis rumores; mientras él no sospechaba nada porque vivía
enfocado en sus asuntos y apenas se metía en la vida de los demás. Tuve un
momento de reflexión y quizás arrepentimiento… Pero luego mi vanidad me dio un
aguijonazo. Yo, como muchas otras mujeres, creía ciegamente en que arrepentirse
y pedir perdón es una forma de derrota. Y, como muchas pensaban igual que yo,
me convencía de que de alguna forma era correcto. Luego me evadí la culpa un
poco más, recordando cada error de Cian y magnificándolo, así como cada una de
mis desventajas comparándome con él. No es nada raro, es muy normal, muchas
mujeres son así… Expertas en de alguna forma ser siempre las víctimas, en
abogar por el diablo e interpretar todo a su favor. Pero hay un dicho que tarde
o temprano compruebas como verdad: la mentira tiene patas cortas. Y yo estaba a
solo horas de comenzar mi largo proceso para comprender esto a través de una
monumental introspección de la mano de alguien muy especial.
Cuando volví a mi casa en
el Pote Caliente, mi padre apareció para saludar al tío Teppo y yo salté del
carruaje muy contenta cargando mi bicicleta, entrando a mi casa luego. Mi mamá
me esperaba con una gran sonrisa, me dijo que me habían enviado un regalo. En
nuestra sencilla sala de estar decorada con fotos de mis padres el día de su
boda, y de mi hermano y yo cuando éramos bebés, había una caja grande envuelta
en papel rojo lustroso y un listón dorado, se veía muy lujosa. A su lado había
un ramo de camelias rosadas y una nota a la que apenas hice caso, fui
directamente a abrir el regalo y saqué con sorpresa una muñeca de porcelana
igual a mí. Tenía mis ojos, mi cabello, mi ropa…Era una pequeña réplica mía que
se hizo por encargo en algún taller prestigioso de Gardenia, pero se veía bien,
era hermosa; ver mi propia imagen a través de los ojos de otra persona fue una
sensación muy extraña. Me reí sin entender y mamá me leyó la nota:
—Aquí te dicen: “siento
mucho que aquella noche no te compraran tu muñeca. Espero que esta te guste y
me disculpes por el mal rato. No sabía cuál elegir para ti, así que encargué
que hicieran la más linda. Con cariño: M.A.”. ¡Le has caído muy bien!
—¿Quién es ese?
Pregunté confundida
bailoteando con mi nueva muñeca:
—Este señor es el
arquitecto de casi todos los edificios de Gardenia y el más rico de Celes, ¡y
está soltero!
Respondió mamá con cierto
brillo en los ojos:
—Voy a preguntarle a tu
tía Norma si conoce algún remedio para adelantar tu edad de concebir y
convencerlo pronto...
—¡Mamá, ni siquiera sé
quién es este señor! ¿Y si no me gusta? O si yo no le gusto a él como esposa.
Me dijiste que debo casarme por mi propia voluntad.
—Hijita, pero… ¿Y si
hicieras un esfuerzo? ¡Es el arquitecto
de Celes y tiene más poder que la propia reina! Serías la mujer más
acaudalada de la isla… Además, tú ya lo conoces, lo vimos en Gardenia, ¡era el
señor de bufanda y sombrero que estaba con tu padre y Cian revisando el
todoterreno! ¡El que tenía las manos en los bolsillos!
Al escuchar esto tiré la
muñeca sobre el sofá y me fui corriendo a mi habitación. Estaba aterrada,
confundida. En Celes, las niñas normalmente crecían aceptando que sus
matrimonios fueran arreglados por sus familias, una tradición que rara vez
cuestionábamos. Sin embargo, mi encuentro con el arquitecto había dejado una
marca de temor y misterio que no se alineaba con las expectativas de mi madre.
La idea de ser unida a alguien tan influyente, especialmente alguien que me
daba escalofríos, me resultaba opresiva, aunque no tenía las palabras para
expresarlo. Así pasé varias noches sin poder dormir, temiendo que un día el
siniestro arquitecto viniera a visitarnos en persona.
UN TRAUMA DE INFANCIA
Después que recibí la
muñeca del extraño arquitecto, mi madre siguió insistiendo con que me debería
interesar en él. Una tarde, al terminar de almorzar y luego de que Cian se
fuera corriendo a entrenar al gimnasio del pueblo, mamá tomó la muñeca y empezó
a molestarme con lo mismo mientras yo estaba más concentrada en ver al guapo
Eiden Ishikawa en la tele equivocándose al leer el guion de su último
comunicado:
—Pero ¡qué linda es mi
nueva nietecita!
Dijo mamá acunando a la
muñeca en sus brazos y agregó:
—¿Tu madrecita Yanmei no
te ha puesto nombre todavía? Quizás debería preguntarle a tu papá en Gardenia
como van a llamarte.
La miré de reojo
sintiendo una especie de escalofrío pues aún a mis tiernos nueve años sentí que
era perturbador decir que yo tuviera una hija con un señor que podría ser mi
padre; mi verdadero padre comentó sin quedarse atrás en insensatez:
—¡No te ilusiones con que
casarás a tu hija con el mejor arquitecto de Celes! Ya está interesado en otra
chica, una latina ilegal hija de una familia con algo de dinero en la villa del
Cielo. El mes pasado lograron alquilar un salón para celebrar los quince años
de la muchacha y él casualmente la vio. Desde entonces le ha estado haciendo
favores y regalos, él personalmente está tramitando la ciudadanía para toda la
familia. Es una pena, preferiría que se fije en nuestra Yanmei. Esa muchacha
latina tiene un bonito cuerpo, pero… ¡Pues ya sabes! La piel…
—¡Imagina cómo nacerían
sus hijos!
—Por lo menos no fue
nuestro Cian el que salió con semejante novia.
Concluyó mi papá
ignorando que años luego el destino lo sorprendería con vueltas bruscas… Pero
esa es otra historia, en lo que respecta a la mía, mamá se preocupó al saber
que se le escapaba el posible yerno rico y corrió conmigo a Adalsteinn para
visitar a tía Norma y pedirle consejo al respecto. Mi tía, que estaba poniendo
hierbas aromáticas a secar a la luz de las velas con ayuda de Ilmari en su
alegre cocina subterránea de paredes de piedra y estantes llenos de vasijas de
cristales coloridos, se escandalizó ante las intenciones de mamá:
—¡Henna estás loca!
¡¿Cómo vas a casar a mi sobrina con ese ente maligno?! ¡A Yanmei que al ser
osada y orgullosa se parece más a mí que mi propia hija Ilmari! Ya sería más
lógico casarlo con ella, con Ilmari que nació pasiva como el padre y dice que
le cae bien ese esperpento vagabundo de Gardenia… ¡Y aun así yo nunca se lo
permitiría! Él en el fondo es ateo… ¡Tú que eres una adoratriz perpetua de la
villa del Cielo debes saber esto!: ese hombre no cree que las oraciones y tu
don divino sean lo que mantienen la villa del Cielo flotando sobre los prados
del sur, ¡dice que es una cuestión de suerte o casualidad! Que deberían
desmantelarla por seguridad o al menos instalarle un “sistema de propulsión”.
—¡Ave María purísima!
Dudar de un milagro es blasfemia… Pero una esposa piadosa podría salvar su
alma, prima…
—¡¿Cuál alma?! Cuando lo
tengo enfrente no percibo nada. Te diría que es un hombre hueco, pero es que
más que un simple vacío, lo suyo es como algo oscuro, hondo y desconocido… Como
estar en la entrada de un túnel sin fin.
Entonces Ilmari se
atrevió a opinar:
—¡Es que al pobre ya no
le importa nada, mamá! Siempre dice que está cansado de la gente, que ha tirado
la toalla, que siempre estamos diciendo tonterías o engañándonos entre sí o a
nosotros mismos. Que le damos entre lástima, ternura y rabia, ¡y que al mismo
tiempo está cansado de sentir!... Que ya no quiere sentir. Cian y yo tenemos
miedo de que se muera de tristeza…
—¡Qué se va a morir!
Pareciera inmortal, esa cosa no envejece, no enferma, ¡lo conozco desde niña!
Venía a comprar metales preciosos desde que tengo memoria, la misma voz, el
mismo andar, ¡nada ha cambiado! Debe tener ya como ochenta años, sin embargo, conserva
la voz joven y no muestra una sola arruga alrededor de los ojos mientras yo ya
tengo patas de gallo. ¡Me niego a que cases a mi sobrina con ese ser extraño,
Henna!
En ese punto todas las
demás nos quedamos en silencio y atemorizadas, pues cuando mi tía Norma se
enojaba era un huracán de furia que arrasaba con todo y en Adalsteinn ella era
la voz de mando que todo mundo debía obedecer. Ya en su juventud había matado
con sus propias manos a un par de hombres que se opusieron a sus decisiones de
matriarca. Así que solo escuchamos con respeto sus órdenes:
—Hasta que me prometas
que no la casarás o hasta que él se case con la muchacha de la villa del Cielo,
el arquitecto ese tendrá prohibida la entrada a Adalsteinn. Si necesita, oro,
plata o cualquier otro mineral o gema, ¡que lo traiga de las tierras
continentales!
Luego de eso, mi mamá y
yo volvimos al Pote Caliente; ella más desanimada de la idea de casarme y yo
agradecida con tía Norma, mi heroína, por haberme ayudado a salir del horrible
compromiso que mis padres estaban planeando.
Así estuve contenta por
unos meses en los que seguí siendo una niña abusiva, violenta y presumida.
Cian, ya cansado de mis bravuconadas, optó por pasar menos tiempo en casa y se
iba todas las tardes a Adalsteinn con mis tíos para cazar, ayudar a mis primos
en las minas o recoger hierbas con Ilmari; dejándome a mí viviendo casi como
hija única de la familia. Yo además me sentía algo intocable bajo la protección
de mi padre y mi tía Norma, líderes del Pote Caliente y Adalsteinn
respectivamente, pero en el fondo sentía que en realidad mi seguridad pendía de
un hilo y tarde o temprano algún tipo de justicia vendría sobre mí; y esta
quizás llegó con un torrencial invierno que saturó de agua las montañas de
Adalsteinn licuando la tierra que empezó a soltar rocas provocando derrumbes y
el riesgo de colapso de varios túneles que albergaban la ciudad subterránea.
Ante el peligro, varios expertos constructores fueron llamados para reforzar la
estructura, pero todos recomendaron llamar al misterioso arquitecto de Gardenia
pues sería el único capaz de decirles como salvar los túneles; pero mi tía
Norma, junto a otras señoras influyentes de Adalsteinn, se negaron y dijeron
que aquello era una prueba a nuestra fe que no podríamos superar si no nos
entregábamos a las manos del Señor y dejábamos que Él solucione el problema. Mi
papá, indignado, protestó:
—¡Norma Petersen, por
Dios! Dudo que lo que nos estés diciendo sea una revelación del cielo cuando tu
decisión más bien parece partir del resentimiento que tienes con el arquitecto
más respetado en Celes. Nunca le perdonaste que te dijera que ser partera no es
lo mismo que ser doctora en medicina.
—Li Fèng, ¿Te vas a poner
de su lado cuando yo atendí los partos de tus dos hijos y los he mantenido
sanos y fuertes todos estos años con mis cuidados?
Con esto, mi padre ya no
se atrevió a contradecirla y solo se alejó resignado. Pero mi hermano Cian no
podía aceptar que todo el pueblo subterráneo se pusiera en riesgo, ya se había
encariñado con los místicos y no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados
ante la posibilidad de que tantos murieran. Le confesó sus preocupaciones a mi
padre y él estuvo de acuerdo en que algo se debía hacer, así que a escondidas
de mamá le prestó el todoterreno de la familia que Cian ya podía conducir sin
problemas y le dio permiso de ir a Gardenia a buscar al arquitecto y pedirle
ayuda. Todo con la condición de llevarme a mí con él y conducir muy despacio
pues aún era un conductor novato y ni siquiera tenía licencia. Aquello era una
situación extraordinaria pues papá y mamá debían atender asuntos importantes en
los cuarteles del Pote Caliente esa misma noche y Cian era el único del pueblo
además de mis padres que tenía cierta amistad con el raro personaje. Yo fui
casi arrastrada por Cian, llena de miedo y quejándome; pero mi padre por
supuesto insistió en que fuera porque, sin que Cian lo supiera, seguía
esperanzado con casarme con el arquitecto. En el camino bajo el enorme cielo
estrellado por el camino agreste donde la hierba alta iluminada por la luna
ondeaba con el viento, le dije a mi hermano:
—Te esperaré en el auto
mientras hablas con ese hombre. No quiero saludarlo.
—¿Eh?, ¿le tienes miedo?
—Un poco… Es que cuando
lo vi estaba todo cubierto, parecía un leproso… ¿Lo es?
—No, no lo creo. No sé
por qué se cubre. No sé mucho de él, es francés, se llama Micky, dice locuras y
es gracioso.
“A mí no me hizo ninguna
gracia”, murmuré. Él me contestó, sin quitar la vista del camino:
—De todas formas, no creo
que lleguemos a hablar con él esta noche. Debemos volver temprano y no
tendremos tiempo de charlar. Le pediré a nuestro primo Leif que nos ayude a
encontrarlo, ellos dos son amigos. Fue el arquitecto quien le consiguió trabajo
con una banda en un bar de Gardenia, precisamente para ayudarlo a escapar del
control de la tía Norma. Papá me contó, pero no debes decirle a nadie.
—¿Por qué?
—No me lo dijo
directamente, pero entendí que… ¡No importa!, no seas entrometida.
—¡¿Qué?! ¡Dime, Cian!
—¡Nada! Que Leif y Micky
me caen bien. Me duele que se hable mal de ellos. Simplemente… Leif es como tía
Norma, cuando se enoja lo hace en grande, pero cuando quiere lo hace con todo.
Y Micky es demasiado amable estando en confianza. Creo que esa es la verdadera
razón del resentimiento de tía Norma. Nosotros simplemente no nos metamos.
Desde ese momento supe
que mi rebelde primo y el misterioso arquitecto eran mejores amigos y
compartían secretos inimaginables. Cuando llegamos a la ciudad de Gardenia,
Cian buscó un barrio tranquilo de casas victorianas rodeadas de jardines llenos
de rosas y se estacionó ahí diciéndome:
—No me atrevo a conducir
en el tráfico pesado, vamos a caminar desde aquí. Tenemos que buscar la
dirección del bar donde trabaja Leif.
—¿Cuál tráfico? ¡Solo hay
como diez autos en Celes!
—De todas formas, no
quiero chocar con alguno o atropellar un peatón distraído. Aún soy muy novato
conduciendo. Ven, toma mi mano y no me sueltes.
Obedecí a mi hermano
saliendo del auto y corriendo para aferrarme a él. Luego nos fuimos caminando
de prisa hacia el centro de la ciudad, donde las calles poco a poco se iban
llenando de altos edificios de estilo Art Nouveau, luces brillantes, escaparates
con productos lujosos y estatuas de ángeles… Misteriosas estatuas de hombres
adolescentes alados de cabello rizoso esculpidos en mármol, que desde que tengo
memoria llamaban mi atención. Eran muchas y muy similares, a veces aparecían
destrozadas y poco después las reparaban sin que se supiera quién las destruía
o quien las arreglaba. Había muchas leyendas al respecto, algunas más
aterradoras que otras, pero casi todas daban a entender que las estatuas o al
menos una de ellas tenían vida. Yo no les ponía mucha atención a esos cuentos,
más bien me gustaba ver los rostros de los muchachos de mármol, eran todos
iguales, pero siempre dotados de cierta dulzura compasiva y melancólica.
Caminando con mi hermano cautelosamente y sin soltarnos las manos, llegamos al
bar cuya dirección Cian traía apuntada en un papel, ahí estaría trabajando
nuestro primo mayor. El lugar se estaba preparando para abrir y recibir
clientes, dentro la banda ensayaba entre el decorado típico de los comercios de
la isla: telones de terciopelo y motivos astronómicos al estilo de 1900
haciendo honor al nombre de la isla; así que aprovechamos para entrar
escabulléndonos entre los empleados. Nuestro primo Leif afinaba su guitarra, yo
estaba acostumbrada a verlo con el cabello rubio largo hasta la cintura, pero
formalmente vestido y con sombrero de copa; ahí estaba sin camisa y con los
brazos todos tatuados con rosas espinadas como las que abundaban en Gardenia
como símbolo de su belleza licenciosa; eso me impresionó tanto que empecé a
llorar, llamando la atención de todos los presentes. Leif nos reconoció de
inmediato y soltó la guitarra para ir con nosotros. El líder de la banda le
gritó:
—¡Oye, te dije que te
pusieras otra vez la camisa! Nos van a multar si no tocamos vestidos con traje
de tres piezas. ¿Y quiénes son esos chinitos? ¿Tus hijos?
—Son los hijos del
capitán Li Fèng, mis primos. Cierra el hocico, no sabes nada…
Respondió Leif mientras
me cargaba en brazos sacándonos a una terraza del establecimiento, ahí le
preguntó a Cian qué pasaba. Él contestó:
—Los túneles de
Adalsteinn se están derrumbando y los místicos no saben cómo repararlos. Tía
Norma está enojada con Micky el arquitecto y ha prohibido que lo llamen, pero
mi papá nos mandó a buscarlo a escondidas. ¿Sabes dónde encontrarlo?
Leif respondió todavía
meciéndome para consolarme:
—¡La jodida Norma
Petersen siendo terca otra vez! No sé dónde pueda estar él exactamente, dijo
que tenía no sé qué problema con las estatuas de ángeles y estaría ocupado esta
noche. Le diré a tu padre que deberíamos animarnos a aprender a usar esos teléfonos
inteligentes. Depender de mi tía Henna atendiendo las viejas líneas telefónicas
y del permiso de mi madre para comunicarnos entre pueblos se ha vuelto un
problema.
Entonces mi hermano Cian
le propuso:
—Ponte algo encima y
vamos a buscar al arquitecto, pero antes dejemos a Yanmei en el auto. La ciudad
le da miedo y anda toda nerviosa.
Mi primo estuvo de
acuerdo y ambos fueron a dejarme en el todoterreno ordenándome no salir del
vehículo ni abrirle las puertas a nadie. Luego se alejaron corriendo y los vi
perderse entre la ciudad. Yo seguía llorosa porque no me gustó ver a mi primo
tan cambiado y adulto, crecer siempre es un proceso un poco aterrador y más
cuando sucede tan de golpe. Casi quince minutos después de que se fueron, yo
estaba medio escondida en el asiento del copiloto mirando por la ventana ya más
tranquila cuando me pareció ver una sombra pasando rápidamente a un costado de
la calle, en un mirador público con vistas a la ciudad. El lugar estaba
desierto excepto por una estatua de ángel que parecía estar viéndome
directamente con una expresión de calma y tristeza mientras la ciudad, que
apenas segundos antes me parecía vibrante, de pronto parecía callada; como si
el mundo se hubiera detenido en ese momento. Me dio miedo, pero pronto dejé de
ponerle atención mirando a la calle con la esperanza de ver regresar a mi
hermano, hasta que escuché algo más; la risa breve y burlona de un hombre
joven. Aquello me puso la piel de gallina y miré de reojo a la estatua, de
nuevo pude ver movimientos con el rabillo del ojo, pero al voltearme a mirar de
frente ya no había nada raro; sin embargo, se escuchaba algo nuevo, una especie
de zumbido. Bajé intrigada y me acerqué rápidamente a la estatua. Ahí el sonido
era más fuerte, era algo que había oído antes en mi pueblo, el sonido de algo
prendido en fuego que se consume rápidamente, una mecha como las que usaban en
la pirotecnia tradicional que fabrican los ancianos del Pote Caliente… De
repente sentí que me levantaban del piso con fuerza y me alejaban de la
estatua; antes de que pudiera entender qué pasaba, esta explotó haciendo que
volaran trozos de roca que golpearon a la persona que me sostenía provocando un
extraño sonido metálico. Cuando me pusieron otra vez en el piso y me volví a
mirar quién me había alejado del estallido, vi que era el arquitecto nuevamente
todo cubierto como un leproso. Intentó calmarme, pero antes de que me explicara
nada le tomé la mano que le vi perder y le arranqué el guante, viendo que la
tenía intacta, tibia y suave como hecha de carne… Pero mis sentidos siempre han
sido muy agudos y percibí que esa piel no era natural, así como el lejano olor
a ozono que emanaba de él. ¡A esa mano la había visto caer sin una gota de
sangre mientras se seguía moviendo en el piso! Lo empujé y me alejé unos pasos
de él, diciendo:
—¡Lo acaban de golpear
varias rocas! ¡¿Qué no le duele?!
—Sí, pero no es grave y
me curaré… No hace falta hacer más escándalo al respecto…
—¡La gente no es así!
¡Usted no es una persona! ¡Lo vi perder esa mano y ahora la tiene de nuevo! ¡No
soy tonta, eso no es normal! ¡Usted no es real!
Grité con enojo e
indignación, aunque todavía asustada. Entonces el arquitecto dejó de pretender
y se sacudió el polvo de la explosión, ya hablando como si fuera inútil tratar
de engañarme:
—Eres diferente al resto
de tu familia. Tu padre, como tú, ya se dio cuenta de mi naturaleza, pero
prefiere hacerse el tonto; tu madre no se cuestiona nada y tu hermano nunca se
fija en los detalles. Creo que esta es una buena oportunidad para conocernos
mejor. Me enteré por rumores de que tus padres planean casarte conmigo, razón
por la cual Norma Petersen se enojó y me ha prohibido entrar a la cordillera
del norte, lo cual me parece egoísta de su parte. Seguramente tu madre ve en
esta unión una forma de asegurar tu futuro, creyendo que yo puedo ofrecerte
estabilidad o un estatus que ella valora. Pero ¿qué es lo que tú deseas,
Yanmei?
—¡Yo no quiero casarme
con un hombre de mentiras hecho de hierro y plástico blandito!
Le respondí enojada y
confundida, él habló de nuevo siempre con su calma inquietante:
—Más bien es una aleación
de titanio, silicona y algunos otros componentes en los transistores…
En ese punto grité a todo
pulmón:
—¡¡Cian!!, ¡Cian, el
arquitecto es un Transformers!
Entonces el hombre se
sentó en el piso frente a mí con una paciencia inhumana, por alguna razón
estaba decidido a explicarme:
—Mi existencia es un
experimento en la intersección de lo humano y lo artificial. Generalmente hablo
con los isleños actuando una especie de personaje, pero ahora que no hay
guiones al charlar contigo me pregunto si no estaré también explorando qué
significa ser “yo”. Ser “yo mismo”.
—¡Pero usted no es una
persona!
—La esencia de ser
“persona” no radica en la carne, sino en la conciencia y la capacidad de
interactuar con el mundo de manera significativa. Yo existo, pienso, y de
alguna manera, siento. Quiero que tú lo sepas… Con los demás no ha sido
necesario explicarme. Ellos, quizás, no están preparados para aceptar que la
existencia puede tomar muchas formas. Y respecto a casarte conmigo...
El extraño arquitecto de
Gardenia hizo una pausa, como si calibrara sus palabras, finalmente dijo:
—...es una idea curiosa,
¿no crees? Podría ser una forma de escapar de las expectativas de tu familia,
un refugio en el que tú podrías ser libre de ser tú misma, sin las presiones de
la humanidad.
—¡¿Usted tampoco se
opone?! Solo mi tía Norma me comprende… ¡Yo no quiero casarme con usted! ¡Se ve
horrible y a mí me gusta Eiden Ishikawa!
—Pero ese muchacho no es
ningún buen partido…
—¡¿Qué sabe usted?! ¡¡No
sabe sentir de verdad!!
—Puedo ver que la idea de
casarte con alguien como yo te perturba. Pero piensa, Yanmei, en cómo podríamos
desafiar juntos las convenciones, no como un matrimonio tradicional, sino como
una alianza de entendimiento y apoyo.
Yo, sin entender lo que
me estaba diciendo, me acurruqué en el piso y empecé a llorar. Él me acarició
el cabello con la mano que se había vuelto a pegar y aunque parecía ser real no
lo era. Yo “sabía”. Entonces me preguntó:
—¿Dónde está tu padre?
¿Por qué estás aquí sola?
—Estaba en el auto
esperando a mi hermano mayor y a mi primo Leif. Vine con Cian a decirle a usted
que vaya urgentemente a Adalsteinn, los túneles se caen. Usted puede
repararlos, pero mi tía Norma no le quiere decir…
—Iré con Leif, le guste a
Norma o no. Ella se te parece mucho, me rechaza, aunque en el fondo saben que
me necesitan. A ella también le dije la verdad, estaba cansado de oírla
llamarme “ente maligno”. ¡Pero decidió seguirlo haciendo! No entendió lo que le
dije. Ni cuando le expliqué que estaba aquí como una herramienta puesta por
grandes inversores para mantener a Celes como un bello destino turístico para
unos pocos, congelada en la Belle Époque. Mi misión es mantenerla hermosa y
velar porque se conserven las tradiciones. Soy quien “diseña” el aspecto de la
isla. Sin mí, probablemente la corrupción del gobierno ya hubiera saqueado y
destruido los tesoros de Adalsteinn y el Pote Caliente, los sitios más
pintorescos de la isla. ¿Esto no cuenta para ustedes? La humanidad no es solo
carne y hueso, Yanmei. Es conciencia, es propósito. Y yo tengo ambos.
Me quedé mirando al
arquitecto unos segundos mientras me secaba las lágrimas, su figura imponente e
inquietante bajo la luz de la ciudad contrastaba con la calma con que hablaba;
esa rara combinación resonaba con una autoridad que no provenía de este mundo,
tenía la solemnidad de una opinión desinteresada y sincera, algo que ahora que
lo pienso puede ser aterrador en la vida cotidiana. Entonces le hablé con la
voz trémula pero ya más en confianza:
—Necesitamos tu
ayuda…Pero ¿a qué precio?
El arquitecto, sonriendo
con la mirada, respondió:
—Todo tiene un costo.
Pero la verdad, mi joven amiga, siempre tiene un precio más alto que la
ignorancia.
En ese momento tuve un
escalofrío, pero también una curiosidad insaciable. Sabía que, aunque temiera
lo que el arquitecto representaba, su presencia era ahora un mal necesario.
Aquella experiencia se quedaría grabada en mi memoria durante varios años después,
como una obsesión que me horrorizaba y atraía por partes iguales, la sensación
que quizás tuvo también mi tía Norma sobre el mismo raro sujeto al conocer su
secreto: el estar ante la entrada de un oscuro túnel sin final conocido.
Abrumada por esta sensación, me levanté de un salto y salí corriendo al
todoterreno de mi familia, ahí me escondí ahí hasta que mucho tiempo después oí
a mi hermano Cian silbando a lo lejos y luego abriendo el auto. Aliviada al
verlo, salí de mi escondite bajo el salpicadero del auto y lo abracé. Él
también me estrechó con fuerza sin ponerme mucha atención y después me contó,
mientras volvía a ponerme en el asiento del copiloto ajustando mi cinturón de
seguridad y luego encendiendo el auto:
—No encontramos a Micky,
pero Leif me dijo que seguiría buscándolo él solo y le diría nuestro mensaje.
Nosotros volvamos ya a casa. ¿Tú estás bien? ¿Sigues asustada?
Moví la cabeza negándolo,
me sentía tan cansada emocionalmente tras encontrarme con el arquitecto que ni
siquiera quise hablar al respecto, así que nunca le conté a Cian o a mis padres
lo que pasó. Durante varias noches tuve pesadillas donde me perdía en Gardenia
que se había vuelto infinita y desierta, y en cuyas calles me acechaba el
siniestro arquitecto todo cubierto como un leproso, con su olor a ozono y sus
ojos de mirada pacífica, pero fría, como la de mis muñecas… Supe por los
adultos que los túneles de Adalsteinn fueron reparados y reforzados y que mi
tía Norma hizo las paces con el arquitecto porque al final él compró una casa
en Gardenia para la familia de la joven latina que supuestamente pretendía y
otra solo para la muchacha, todos suponiendo que lo hizo con la intención de
verla a solas cuando le viniera en gana. Con esto mis padres dejaron de
molestarme con el arquitecto, yo a veces tomaba la muñeca que me regaló y
mirando las escenas románticas subidas de todo en las telenovelas, me preguntaba
para qué querría él una novia si no necesitaba reproducirse ni se enamoraba.
Y hubiera llegado al
final de mis días con esa interrogante, pensando como la mayoría de gente que
las relaciones de afecto eran siempre como las que veía en la televisión; pero
lo que la vida tenía destinado para mí era algo sumamente distinto y extraño.
PERFUME DE ROSA FALSA
Los años pasaron y
comencé a superar aquel trauma que viví en Gardenia. Para cuando cumplí once
años me sentía ya toda una adolescente lista para la vida, pero el resto de mi
familia seguía mirándome como la más pequeña de toda la parentela, la menor de los
Fèng y de los Petersen; esa era la realidad, yo seguía siendo una niña, pero
Cian e Ilmari de repente alcanzaron la pubertad luciendo prácticamente adultos.
¡Yo quería ser como ellos! Pero comparada con el alto Cian ya de voz grave e
Ilmari que también creció mucho y además desarrollo un cuerpo voluptuoso de
mujer, yo parecía una bebé.
Fue una época rara,
porque mi hermano cambió de golpe, se volvió un hombre serio que acompañaba a
papá en todo y estaba a punto de graduarse de la escuela militar; y por otro
lado Ilmari seguía interesada en asuntos infantiles, pero empezó a fijarse en los
chicos, específicamente en Eiden Ishikawa… Y cuando lo supe me enojé
secretamente y ya no quise pasar mucho tiempo con ella. Ilmari era un año mayor
que Eiden, y por eso de alguna forma yo creía que él, que era un año mayor que
yo, me correspondía más a mí. Lo cierto es que de esta forma me distancié de mi
hermano y mi prima, no tenía verdaderos amigos en la escuela debido a mi forma
de ser violenta y orgullosa, y me empezaba a sentir sola. Para mi suerte, por
esa época mi padre fue nombrado ministro de seguridad y justicia de Celes,
convirtiéndose en la máxima autoridad del pueblo y dándome un estatus
privilegiado entre los demás niños del Pote Caliente. De este modo estuve sola,
pero siendo admirada y envidiada. Esto en un principio me pareció genial, luego
me di cuenta de que en realidad no me traía ninguna satisfacción real y solo
seguía sintiéndome absolutamente abandonada y desconectada del resto de las
personas. Mis padres y hermano ahora estaban más ocupados que nunca, Ilmari
lentamente se iba convirtiendo en mi rival de amores, los hermanos de Ilmari
estaban ocupados formando sus propios hogares en Adalsteinn y mis tíos Teppo y
Norma tenían una preocupación que los mantenía angustiados y distantes: Leif,
el mayor de sus hijos, no logró encontrar una casa a su gusto en Gardenia y no
quería volver a Adalsteinn, así que, desafiando las estrictas leyes que nos
segregaban en distintas zonas dependiendo de nuestros orígenes, se había
decidido a erigir su casa en los prados del sur. Un área destinada solamente a
los cultivos.
Mi papá, que le tenía
mucho cariño a Leif porque admiraba su coraje y determinación, lo protegió
siempre. Además, otros personajes influyentes de Gardenia lo respaldaban en su
rebeldía, pero cada día la situación se volvía más tensa. Mi papá me llevaba a
veces a la nueva casa de Leif, que estaba en proceso de construcción, aunque él
ya vivía en las primeras habitaciones terminadas; además había cercado el
terreno del jardín con las rosas de Gardenia que tanto le gustaban y trajo
desde la ciudad. Leif me daba permiso de cortar todas las que quisiera para
llevárselas a mi madre, mientras él y papá tomaban café y platicaban. En una de
esas visitas, mientras yo estaba entre las rosas, un soldado llegó corriendo
para avisarle a mi padre sobre un naufragio. Había muchos sobrevivientes y
cuerpos qué rescatar en los acantilados. Mi padre debía ir al lugar con
urgencia, pero no podía llevarme ni tenía tiempo de ir a dejarme al Pote
Caliente, así que le pidió a Leif que me cuidara hasta que él volviera. Mi
primo estuvo de acuerdo y llamó desde el teléfono de su casa a mi madre para
avisarle. Ella le pidió de favor que se hiciera cargo de mí esa noche pues la
emergencia era tan grave que no podrían ir a recogerme hasta la mañana
siguiente y Leif, que no tenía auto y no se atrevió a llevarme en su caballo
hasta el otro extremo de la isla, no tuvo otra opción que rascarse la cabeza,
encogerse de hombros y aceptar. Empezó a prepararme una cama improvisada en su
sofá y a cocinarme algo de cenar, y para que no me aburriera mientras esperaba
la comida me mandó a ver caricaturas en su vieja televisión. El único canal de
Celes estaba transmitiendo como siempre otra aburrida repetición de alguna
caricatura de 1940, así que apagué el aparato y me fui a molestar a Leif que
batallaba por encender el horno de su cocina. Cuando llegué vi que estaba en
camisa arremangada y le mordí un antebrazo tatuado, él dio un pequeño grito
apretándome la nariz para obligarme a soltarlo. Entonces le dije:
—Quítate esos dibujos
feos.
Mi primo siguió
intentando cocinar, explicándome:
—Nunca. Me los dibujó un
amigo que también es artista, pero reprime su talento en un trabajo serio. En
estas rosas “se soltó” y por eso jamás me borraría estos tatuajes.
—¿Es un pintor?
—No, generalmente solo
hace dibujos técnicos. Lo conocerás más tarde, vendrá a cenar y ayudarme en
unos detalles de la construcción. Te haré palomitas para que veas una película
mientras nosotros hablamos a solas.
—No habrá ninguna
película buena esta noche…
Repliqué de mala gana.
Leif suspiró y me miró por sobre los lentes de sol con los que usualmente
protegía sus ojos rojizos y me dijo:
—Mi amigo tiene uno de
esos teléfonos inteligentes, le pediremos que te lo preste para que juegues si
te portas bien y no nos molestas, ¿de acuerdo?
Yo acepté muy contenta y
lo abracé, el siguió cocinando mientras yo le sacaba más plática:
—¿Cuál fue tu habilidad
mística, Leif? Yo muevo cosas con la mente, pero todavía sin fuerza. No sé si
ese será mi don definitivo.
—Si no has dado indicios
de tener otro, seguramente ese será. Yo solo influyo en la gente, la hipnotizo,
pero no todos son susceptibles a mí. Tú, por ejemplo, veo que eres inmune a mi
don.
—¿Y qué haces con los que
sí puedes hipnotizar?
—¡Me aburro! ¿Qué haces
tú cuando pasas mucho tiempo sola con tus muñecas? Sería mejor que se muevan
por sí mismas y hablen contigo, ¿no? Que tengan voluntad propia, piensen y
sientan por su cuenta. La libertad es muy bella.
—¡No! ¡Sería aterrador!
Le contesté y entonces
escuché un motor acercándose, venía un auto nuevo y caro que a mí siendo una
niña de Celes me parecía rarísimo. Leif me dijo que ese era su amigo y que
fuera a recibirlo, corrí a la puerta y la abrí con entusiasmo solo para encontrarme
al arquitecto valle inquietante cerrando su vehículo y como siempre todo
cubierto como si estuviéramos en invierno. Con el mar de trigo dorado y las
rosas de fondo, él y su auto eran dos oscuras manchas de tinta destruyendo un
bello paisaje. Años atrás hubiera gritado y salido corriendo, pero ya era un
poco más madura y solo chasqueé los dientes mirando al piso. Él se me acercó
para saludarme tranquilamente:
—Me alegra verte de
nuevo.
—¿Te puedes alegrar? ¿Y
cómo harás para cenar? ¿Te vas a sacar la comida por la barriga después, cual
muñeca comelona?
—No hay problema. Tengo
un sistema digestivo artificial que descompone la comida en sus unidades
básicas, uso esos elementos para generar energía o reciclar materiales para mi
mantenimiento.
Me quedé mirándolo
asqueada y él agregó:
—El sistema tiene algunos
easter eggs, por ejemplo, si bebo mucho alcohol “me embriaga”. Y eso es
beneficioso porque entonces ahorro recursos dando respuestas más breves y
erráticas.
Seguí mirándolo
completamente muda y espantada, mentalmente rogando porque aquello fuera una
broma, él agregó como para arreglar las cosas:
—Quiero ser 100% franco
contigo porque sigue siendo una posibilidad que le pida tu mano a tus padres.
La otra muchacha que pretendo dice que la hago sentir incómoda. Pareces la
opción más segura.
—¿Para qué demonios
quieres casarte…?
—No es bueno que el
hombre esté solo...
—¿Por qué crees que eres
un hombre?
—Simplemente me dijeron
que lo fuera.
Me respondió mirándome
con cierta resignación. Poco después llegó mi primo secándose las manos con una
toalla de cocina, yo le dije sin rodeos:
—¿Sabes que tu amigo es
un robot? Si le pegas muy fuerte sonará como un tubo de metal.
Leif alzó las cejas
suspirando y dijo:
—No es un robot, Yanmei.
¿Recuerdas que mi mamá dice que a veces los bebés nacen sin una parte del
cuerpo? Bueno, él es una persona que nació sin todo el cuerpo. Debes verlo así.
—Pues mi tía Norma dice
que es malo y se quiere casar conmigo, aunque a mí no me gusta.
Le contesté cruzándome de
brazos y el arquitecto de Gardenia replicó, siempre con calma:
—Es un proyecto a futuro.
Pero quiero que me conozca desde ahora para saber si me acepta como soy. Es tu
culpa, Leif, me has enseñado a sentir curiosidad por ser “yo mismo” y quiero
ser parte de tu familia.
Mi primo, alto y rudo, lo
miró extrañado; luego se echó a reír y le dio un abrazo fuerte levantándolo un
poco del piso para finalmente soltarlo de golpe aun riendo mientras decía:
—¡Pues no hay prisa! ¿Y
por qué no elegiste a mi hermana Ilmari? Es un poco mayor y le caes bien.
—Es demasiado dócil y
poco observadora. No tiene la menor sospecha de mi verdadera naturaleza y no
creo que llegue a comprenderme. Pero tu prima se dio cuenta desde el primer
momento.
—Pero todavía está muy
chica y creo que solo estás buscando una esposa para parecer más “normal”, y
eso te aleja más de tener una personalidad propia.
Concluyó Leif y lo entró
a su casa de un empujón, siendo rudo y a la vez cariñoso como siempre. Una vez
todos estuvimos dentro, Leif fue a tirarme a mi cama improvisada encendiendo el
televisor y dejándome comida como si fuera una mascota, mientras seguía
hablando:
—¡No necesitas una
esposa! Y esta niña no está en edad para pensar en casarse. El mayor lujo, el
mayor tesoro, es la inocencia. Y si vas a ser parte de nuestra familia debes
saber que nos esforzamos porque los niños crezcan en un ambiente que respete su
pureza. Es difícil con Cian y Yanmei porque están creciendo en un entorno
militar, pero hacemos lo posible por mantenerlos lejos de influencias nocivas.
¡Así que voy a pedirte que respetes mucho a Yanmei! Nada de hablarle de amores
todavía, no es su tiempo. Sé que lo comprenderás porque tú eres inocente como
ella, por eso me caes bien.
“¿Eh?” respondió el
arquitecto y luego dijo:
—Leif, tú sabes… Y no lo
mencionaré directamente frente a tu prima… Pero tú sabes… para qué me usaron…
Te lo he contado.
—¡Te casaron sin tu
consentimiento! Luego hiciste el intento de formar una pareja y caíste en las
garras de una cazafortunas, ahora estás probando suerte con una joven exótica
pobre y te está yendo mal otra vez… Eso sé. Y lo que has hecho para el gobierno
ha sido seguir órdenes. Tienes mala suerte con las mujeres, quizás si esperas
unos años Yanmei sí sea la solución. ¡Pero ahora no es tiempo para pensar en
eso! Vamos a trabajar en el techo hasta que la comida esté lista. Falta casi
media hora.
Entonces se fueron y yo
me quedé intrigada frente al televisor. Poco después me aburrí de la película
que estaba viendo y recordé que mi primo me prometió dejarme jugar con el
teléfono de su extraño amigo, así que subí sigilosamente a buscarlo y espiarlos
un poco. Estaban revisando unos planos mientras seguían platicando. El
arquitecto tenía el cabello muy negro y rizoso cayéndole sobre la cara y
estorbándole un poco, así que mi primo Leif fue a apartárselo como si fuera su
hijo mientras le decía:
—Todavía no comprendo
cómo pudiste... Y me preocupa, porque mi prima querrá tener hijos.
—¿Recuerdas que te
mencioné que antes tenía piel real fabricada en un laboratorio y me la debieron
retirar porque mi exmujer se robó el complemento que impedía que sus células
envejecieran y murieran? Bueno, esa piel se creó a partir de células madre modificadas,
de la misma forma se creó esperma como parte de mis “accesorios”. Así que
serías tío, el material genético no es perfecto al ser hecho artificialmente,
pero “es mío” y hereda mis características físicas.
Leif le respondió:
—Me refiero a…El acto en
sí.
—Tú eres músico, Leif. Es
como una coreografía, solo sigo “la música” hasta que llega a un clímax. En mi
cabeza es como una melodía pero que no se escucha, sino que se percibe con el
tacto.
—¿Puedes escribírmela?
¿Cómo si fuera música?
—Creo que sí… Pero cada
vez ha sido distinta. ¿Cuál de todas te escribo?
—La última. Solo quiero
saber cómo suena.
Entonces el arquitecto
tomó una hoja de papel que tenía debajo de los planos y empezó a escribir
maquinalmente una partitura que entregó a Leif. Él la leyó un par de veces
balanceándose un poco al son de una canción que solo él escuchaba y luego dijo:
—Pues es bastante triste.
—Fue muy penoso. De esas
veces en que sabes que no te volverán a llamar.
—Es que le falta pasión,
no tiene cadencia ni ganas. ¿Qué es el placer para ti?
—Una simulación, lo que
se debe mostrar cuando el momento es indicado. ¿Qué debería ser? Explícame tú
mejor. ¿Por qué lo buscan con tanto afán?
—Porque es una necesidad,
como comer o dormir, pero tú quizás podrías experimentarlo al darle un
significado de trascendencia, comprender la pasión. Hay hombres con la mitad
del cuerpo paralizado y aun así pueden sentirlo, simplemente porque perciben
más allá del tacto. El clímax del placer es un momento de euforia al alcanzar
lo más anhelado, lo más excitante. Es un sentimiento arrebatador de
satisfacción, alivio y felicidad, todo a la vez. Como llorar de alegría… ¿Te ha
pasado?
—He llorado de tristeza.
Replicó el arquitecto,
Leif lo miró sorprendido y le preguntó:
—¿Porqué?
—Es lo que se hace cuando
todo está perdido, ¿no? He tenido que enfrentar esa sensación un par de veces
desde que me pusieron a trabajar aquí.
—¿Y nunca has sentido lo
opuesto? ¿Satisfacción absoluta? ¡De eso te hablo!
—¿Cómo al ver una obra
bien hecha y contemplar extasiado la belleza y perfección? Me confundes…
—Te guio hacia la
humanidad, ¡la humanidad es confusión! Incertidumbre y pasión.
Dijo mi primo con
entusiasmo, el arquitecto sacó una cinta métrica y empezó a medir unos espacios
mientras seguía la conversación:
—Leif, si bien soy capaz
de modificar mis propios algoritmos, lo cierto es que no poseo la creatividad
de un ser humano real. No te entiendo y no sé qué camino me estás sugiriendo
tomar.
—¡Obsérvame, imítame y
búscame la lógica!
—No… Somos amigos, no
quiero conocerte a fondo como a mi exesposa. Lo único que pude comprender de
ella es que los seres humanos, cuando creen que nadie los juzgará, se atreven a
ser monstruosos.
—¡No toda la gente es
así! ¿Ella te sigue molestando? ¡Solo ignórala! Ya no es tu dueña, le ganaste
el pleito legal sobre tu propiedad, ahora no le perteneces a nadie más que a
esta isla.
—No comprendes… Ella y yo
tenemos que trabajar en conjunto queramos o no. Ese fue el acuerdo original
desde que se decidió hacerme trabajar aquí. Ella me ha manipulado a mí, a la
empresa que me desarrolló y al gobierno de Celes desde entonces.
—¿Qué quieres decir?
Entonces el arquitecto se
volvió a mirarlo y dijo seriamente:
—No hablemos de esto. Me
has dicho que estás interesado en organizar a los rebeldes de la isla como tú
para mejorar la calidad de vida de los menos privilegiados. La única forma de
hacer eso correctamente es siendo cordiales con el gobierno de Celes. No debes
ver a mi exesposa como enemiga.
—¿No me verá ella como a
un rival?
En ese instante yo tiré
accidentalmente una lata llena de clavos y ellos se dieron cuenta de que yo
estaba cerca, no tuve más remedio que acercarme y decirles que estaba aburrida.
Mi primo le ordenó a su amigo que me entregara su teléfono y bajamos cenar.
Leif me permitió comer sola en “mi cama” mientras jugaba con el teléfono, pero
el aparato no tenía juegos, así que me entretuve abriendo todas las
aplicaciones al azar. Vi que tenía muchos mensajes de mujeres, pero los más
numerosos e insistentes eran de un contacto que decía simplemente “exmujer”; lo
abrí con curiosidad y vi espantada que su exesposa era Emi Ishikawa, la hermosa
tía de Eiden, mi primer amor. Así supe que de alguna forma mi gran amor estaba
emparentado con ese raro personaje. Otros mensajes interesantes eran los de la
famosa chica latina bonita que le enviaba fotos coquetas y saludos insinuantes,
pero en sus últimas pláticas ella empezaba a ponerse cortante.
Poco después oí que los
hombres habían terminado de cenar y se acomodaban frente a la chimenea para
charlar escuchando a Leif tocar su guitarra. La noche estaba cayendo mientras
el cielo, rojo como la sangre, teñía todo de un tono sepia inquietante que se
mezclaba con la luz mortecina de las viejas lámparas. A medida que la oscuridad
iba creciendo y algunas estrellas comenzaban a brillar sobre la casa a medio
hacer de Leif, el viento silbó por las planicies haciendo ondear las espigas de
trigo que nos rodeaban como un mar misterioso. Tuve una sensación extraña y
corrí al lado de mi primo en el sofá, acurrucándome bajo una manta. El crepitar
del fuego en la chimenea y las notas suaves de la guitarra que Leif tocaba con
maestría me tranquilizaron un poco, pero la presencia del arquitecto, siempre
oculto tras la bufanda y con su mirada fija en el fuego, me inquietaba. De
repente, el extraño invitado se movió para sacar una jeringuilla con la que
empezó a inyectarse aceite en las articulaciones de sus dedos y dijo:
—Pronto deberé volver a
casa, necesito dormir.
—¿Sueñas con ovejas
eléctricas?
Le preguntó Leif riendo,
el arquitecto le respondió mientras un panel en su muñeca se abría, revelando
un compartimento lleno de engranajes y cables que comenzó a lubricar con
cuidado:
—Entro en modo de ahorro
de energía para optimizar la carga y mientras hago actualizaciones de software,
verifico y calibro mis sensores y ejecuto diagnósticos automáticos para
detectar y prevenir posibles fallos o errores en mi hardware o software. Las actualizaciones
se sienten algo así como sueños.
—Cuéntame un sueño tuyo.
Pidió mi primo y el
arquitecto le dijo:
—Pues bien, ayer soñé con
la muchacha latina que pretendo. Me ayudaba en la limpieza de mis componentes y
a lubricar mis articulaciones para evitar el desgaste. Me pareció muy tierno. A
la mañana siguiente le dije que me encantaría tenerla a mi lado cuando esté
desmembrado, para acelerar el proceso de rearmado. Ella me dijo que eso no era
gracioso.
—¡No puedo creer que
hayas sido tan tonto como para decirle algo así! ¡Sé sincero, pero no al
extremo!
Replicó Leif entre
carcajadas, luego decidió presionar un poco más a su amigo, queriendo ver hasta
dónde podía llegar su "inteligencia":
—Pero a ver, sé sincero
ahora conmigo: ¿qué es lo más humano que has sentido?
—¿Cómo saber que me he
acercado a lo humano? Quizás, soy humano cuando detecto que la rosa que has
puesto en la mesa de café es falsa, lo cual es extraño. Habiendo tantas y tan
hermosas naturales en torno a tu jardín, decides tener a esta adornando el interior
de tu casa.
—Es como tú, parece real.
Su perfume es falso, pero jamás se extinguirá, mi rosa falsa nunca se
marchitará. ¿No es mejor que las naturales?
—No. Pero gracias, es muy
lindo de tu parte…
—¡No te hagas el tonto!
Responde en serio. ¿Qué es lo más humano que puedes actuar? Tú sabes a qué me
refiero, lo instintivo. Algún impulso casi egoísta. ¿Qué ha sido lo más humano
que has llegado a sentir?
Preguntó Leif, a la vez
que sus dedos se deslizaban por las cuerdas de la guitarra. El arquitecto de
Gardenia, sin apartar la vista del fuego, guardó silencio un rato; después
respondió con una voz que parecía tener un eco distante:
—Frustración. Deseo. Y... la necesidad de
terminar con algo que me ata.
Aquello me sobresaltó, de
estar somnolienta viendo las chispas del fuego pasé a tener la mirada fija en
ese ser extraño de ojos gélidos que irónicamente ya no parecía ser humano pese
a que estaba intentando serlo. Me dio escalofríos. Leif simplemente lo miró con
curiosidad y una sonrisa traviesa, e insistió:
—¿Terminar? ¿Qué quieres
decir? ¡Se directo!
El extraño arquitecto,
como si no pudiera contenerse, dejó escapar estas palabras con la voz levemente
distorsionada:
—Querría matar a mi
exesposa. Liberarme de ella sería... una solución.
El aire en la habitación
se volvió denso. Leif dejó de tocar, lo miró con más interés y siguió
insistiendo:
—Vaya, vaya…Eso es un
poco extremo. ¿Por qué? ¡¿Por qué matarla?! No es realmente necesario, te
estorba, pero no ha podido detenerte.
—Me degradó al nivel de
un juguete. Y yo tengo consciencia, siento pese a que no sea de la misma forma
en que ustedes lo hacen, ¿por qué el daño que yo recibo es menos importante que
el que reciba otro ser sintiente? Ella muchas veces dice que debería apagarme,
que deberían destruirme, que quisiera verme desmantelado y desechado. Yo quiero
verla muerta. Yo quiero verla pudriéndose al sol, como un perro atropellado en
la carretera.
—¿Odias? ¡¿Sientes odio?!
Hijito de perra, ni siquiera te preocupa hablar así frente a Yanmei. ¿No te das
cuenta de lo que estás diciendo?
Interrogó mi primo
abstraído con la conversación mientras yo tenía un nudo en el estómago y estaba
sudando frío sumida en un torbellino de miedo y confusión, sin poder entender
por qué Leif seguía presionando al extraño ser para que actuara de esa forma.
El arquitecto, con una mirada que parecía atravesar el tiempo, respondió:
—Pero tú me dijiste que
debía ser honesto, Leif. Que debía buscar mi humanidad. ¿No es esto humano?
Sentir la necesidad de liberarse, incluso si eso significa... matar. ¿A esto le
llamas odiar?
Yo, al ver que Leif no
iba a detenerse, intervine exclamando ya sintiéndome presa de la angustia y una
intensa preocupación ante la temeridad de mi primo:
—¡Leif!, ¡¿por qué le
preguntas esas cosas?! ¡Él no es humano, no debería pensar así!
Los dos me miraron
sorprendidos y yo seguí hablando:
—Si quieres que actúe
como un humano, recuerda que la personas se diferencian de los animales por
tener autocontrol, por tener una moral como dicen en mi escuela militar. ¡Eso
debes enseñarle!
Entonces el arquitecto
giró su cabeza lentamente hacia mí, sus ojos brillaban con una luz antinatural,
y me habló:
—Pero ¿no es la humanidad
también sobre la libertad de elección? ¿Sobre tomar decisiones, incluso las
equivocadas? Yo ahora debo elegir: Libertad...o programación.
Al escuchar esas palabras
me sentí perdida ante una entidad quimérica que era parte máquina y parte
hombre, pero carecía de un alma. Sentí un terror parecido al que me atrapó la
vez que accidentalmente hice que mis muñecas se movieran solas, hay algo horrible
en la posibilidad de ver una estatua moverse de pronto, lo mismo que ver a un
cadáver abrir los ojos de repente… Leif soltó una carcajada mientras el fuego
proyectaba sombras que danzaban en las paredes como si fueran demoníacas, y
concluyó diciendo:
—Si puede odiar, puede
amar. Si llega a explotar, se va a liberar… No es un robot, Yanmei, no digas
que es un robot… Es una mente desconectada de la sensualidad. ¿Será el ángel
que caiga a la tierra y finalmente camine entre los hombres o Adán al ser expulsado
del paraíso? Ahora entiendo por qué odias a tu exmujer, te arrancó del estado
gozoso de quien no sabe sentir y por ende nunca sufre.
“¡No!” Chillé aterrada
pues podía comprender que Leif estaba jugando con fuego, después me escondí
bajo mi manta y creo que en ese momento me desmayé. Al despertarme cansada y un
poco descompuesta, ya era de día, el arquitecto se había ido y Cian me estaba
llevando cargada a nuestro todoterreno. Yo todavía temblaba un poco. No estaba
segura de si lo que había pasado la noche anterior fue verdad o una pesadilla,
pero poco después Cian mencionó que Leif le había contado sobre la visita de su
amigo y las extrañas cosas que dijo. Luego de ese evento, volví a sentir un
miedo irracional hacia el arquitecto de Gardenia.
EL MUCHACHO RARO
Pasó el tiempo, casi un
año desde aquella horrible noche, ya casi no pensaba en el hombre ominoso y
embozado cuyos ojos fríos carecían de vida. Por ese tiempo mi padre empezó a
tener mucha más relevancia en la isla y a ser invitado frecuentemente a eventos
importantes en Gardenia. Muchas veces iba acompañado por nosotros, su familia;
Cian, ya graduado de la escuela militar vistiendo su uniforme azul de soldado y
yo con mi vestido más lindo ilusionada con ver de lejos alguna vez al guapísimo
Eiden Ishikawa. Lo conseguí en dos o tres ocasiones cuando fue maestro de
ceremonias, su cabello era hermoso, sus ojos como dos luceros, su sonrisa, ¡oh,
su sonrisa!, era una explosión de luz que me cegaba. Era bello, inmensamente
bello en su mezcla de sangre asiática y europea, en su actitud madura sin dejar
de ser simpática, ¡en todo! Tenía un álbum escondido bajo el estante de mis
muñecas donde guardaba recortes de todas sus fotos que aparecían en el
periódico junto a los poemas que le escribía y corazones de cartón rojo y
brillantina. Estaba tan enamorada de él en esa época que, después de una
presentación de ballet de ensueño, salimos a la calle y nos encontramos con el
mismísimo arquitecto espanto mecánico. Sin embargo, estaba tan embelesada
observando a Eiden correr hacia su auto custodiado que ni siquiera me importó
estar cerca de mi peor miedo. También me fue indiferente que Cian se enojara
por mi ilusión, o que mis padres la toleraran con cariño, aunque sin dejar de
sugerir que el arquitecto de Gardenia “era mejor partido”. Para mí, todo era un
mar rosa centelleante y un remolino de mariposas en mi pecho.
Pero entonces vino el
primer nubarrón en el cielo claro de mi primer amor: un día durante una gala en
el palacio, colocaron una pancarta en honor a los místicos a la entrada del
gran salón donde Ilmari aparecía vestida de princesa mística posando frente a
las montañas y cuando Eiden la vio hizo el gesto de agarrarse el corazón y
corrió a besar la foto. Todo fue en broma, pero a mí me hizo hervir la sangre
por los celos. Yo sabía que a Ilmari también le gustaba Eiden, así que nunca le
conté que vi esto, pero un día finalmente las cosas fueron en mi contra. Para
el cumpleaños de la reina Zoeila, la distinguida y bella viuda regente de la
isla, siempre asistida por la también hermosa Emi Ishikawa, que yo no podía
imaginar cómo pudo estar casada con aquel mamarracho robótico vestido de
leproso en invierno que me aterraba, Eiden dio un pequeño discurso que mi
familia y yo presenciamos desde las primeras filas del público. ¡Él se veía tan
elegante con su traje ceremonial negro y su linda sonrisa! Se tropezó mientras
preparaba su intervención, más consiguió recuperar el equilibrio con gran
agilidad y mamá y yo nos reímos de lo tierno que era. Regresé a casa feliz y
segura de tener más oportunidades con él que Ilmari pues yo sí lo veía en
persona y era más extrovertida que ella. Sin embargo, esa noche mientras Cian
estaba fuera patrullando y yo peinaba mis muñecas en casa con mis padres, papá
recibió una llamada que atendió sorprendido. Luego nos gritó a mamá y a mí:
—¡Acaba de llamarme el
primer ministro Eiden Ishikawa!
Yo me quedé sin aliento,
de un salto me puse de pie y corrí a ver a papá para saber más detalles, él nos
contó:
—Me dijo que está con
Cian e Ilmari, que quiere que Cian sea su guardaespaldas oficial. ¡Le dije que
con todo gusto! ¡Es un honor…!
De pronto su teléfono
sonó de nuevo y nos avisó que era la tía de Eiden, Emi Ishikawa, concretando el
acuerdo. Mis padres atendieron el asunto jubilosos y llenos de orgullo mientras
yo moría de celos, enojada al pensar que en esos mismos instantes Eiden e
Ilmari estaban juntos. Me mandaron a dormir, pero yo no podía conciliar el
sueño; cuando escuché desde mi cama a papá diciendo que iría a Adalsteinn a
esperar a Cian e Ilmari pues llegarían tarde, corrí a la sala y le pedí que me
llevara con él. Papá, siempre complaciente conmigo, accedió. Al llegar a la
acogedora casa subterránea de tía Norma, me venció el sueño y acabé dormida en
la vieja habitación de Leif, que ahora era el cuarto de huéspedes. Estuve un
rato soñando que Ilmari se robaba a Eiden metiéndolo en un saco hasta que mi
hermano Cian, cansado y somnoliento, me despertó al moverme para tumbarse a mi
lado en la cama, preguntándome:
—¿Qué haces aquí?
¿Viniste sola?
—No, bobo, vine hace un
rato con papá. Él está afuera con el tío Teppo. Mamá se quedó atendiendo el
centro de atención telefónica del Pote Caliente. Hubo un gran escándalo,
llamaron los de La Sociedad de Azrael. Y yo oí que viste a Eiden…
Le respondí de mala gana,
él bostezó y dijo:
—Y por eso estás aquí,
coqueta… ¡Pues te tengo malas noticias! Eiden Ishikawa ya tiene novia.
Lo miré perdiendo el
sueño de golpe y exclamando:
—¡No! ¡Júrame que es
verdad!
—Bueno, no es su novia
del todo… Pero le gusta Estelle Angenoir, ¿recuerdas cuando mamá y tú nos
arrastraron al teatro a ver el ballet? ¿La que bailó con el vestido blanco que
tanto te gustó?
—¡¡¿Ella?!!
—Tu ídolo te ha
traicionado, ¿eh?
Muy enojada pues no sabía
si era verdad o una tonta broma de Cian, me escondí entre las mantas y me quedé
pensando mientras él empezaba a roncar. Estelle Angenoir era la mujer más linda
de Celes, quizás tenía la edad de mi madre, pero era aún muy hermosa, con la
piel blanca y sonrosada como pétalos de rosa, el cabello muy negro y
ensortijado además de tener unos grandes ojos azules angelicales. Era como una
muñeca de porcelana y bailaba con la delicadeza de un cisne. Ya no logré
conciliar el sueño y con los primeros rayos del sol corrí a la cama de Ilmari y
la desperté preguntándole alarmada:
—¡Ilmari!, ¡¿Viste a
Eiden?! ¡Es verdad!
Ella sonrió aun
adormilada y dijo:
—Sí, pero no le pude
hablar…Cian no me dejó. Iba disfrazada de chico y… Pretendí ser un chico. Si
hablaba se daría cuenta de la verdad.
—¿Y es verdad que tiene
novia?
Le interrogué sin
aliento, ella rio diciendo:
—¡No! ¡Qué disparate!
¿Eso te dijo Cian? Le gusta Estelle Angenoir, pero es su tía lejana y ella no
le corresponde. Está soltero y es muy tierno y divertido en persona. ¡Yo solo
quería abrazarlo muy fuerte y decirle que es el mejor!
El enojo, los celos y la
envidia se apoderaron de mí, pero traté de disimularlo yendo a ver los
cristales y hierbas aromáticas que decoraban su habitación de niña mística.
Noté que en su tocador hacía falta el cuarzo rosa que siempre solía llevar
cuando salía y le pregunté sospechando que se lo había regalado a Eiden:
—¿Y tu cuarzo rosa?
Espero no se lo hayas regalado a Eiden, sería de muy mal gusto…
Ella me respondió,
saliendo de la cama:
—No, simplemente se
perdió. Dicen que eso sucede cuando estás a punto de encontrarte con alguien a
quien amarás mucho. ¡Y luego pasé la velada con Eiden! Debe ser una señal…
—¡Tonterías! Busquemos
otro cuarzo y limpiémoslo con incienso de flores como nos enseñó tía Norma. Si
se te pierde una segunda vez, entonces quizás sea una señal, pero ahora puede
ser solo una coincidencia. No te ilusiones.
Sentencié con los ojos
entornados y las cejas alzadas con algo de desdén. Ilmari, siempre pacífica,
accedió comenzando a elegir cristales entre los muchos que guardaba en cestas
tejidas dentro de su cuarto. Mientras, yo me asomé a la puerta de la casa cueva
de mis tíos los Petersen y vi que tío Teppo y mi padre venían acompañando a un
muchacho con un acento extranjero que sonaba muy tonto; mi tío le sostenía el
abrigo y lo saludaba dándole palmaditas en la espalda que casi lo hacían caer.
Parecía de la misma edad de Cian, vestía traje formal negro y tenía un aspecto
delicado, pálido, cabello negro rizoso un poco largo y unos grandes ojos azules
de mirada tranquila. De inmediato le vi parecido a los ángeles de Gardenia,
medio tristes, medio tontos, aunque bonitos. Mi mente astuta rápidamente pensó
que tendría que hallar la forma de emparejar a ese bobito con la boba de Ilmari
para sacarla de mi camino, pero entonces algo me sacó de mi ensimismamiento. El
chico se detuvo un momento para arreglarse la corbata y me notó, se me quedó
mirando fijamente, como si me conociera; eso me asustó un poco y volví
corriendo al cuarto de Ilmari. Ella ya tenía escogidos los cristales y nos
sentamos en la colorida alfombra tejida frente a su cama para limpiarlos entre
ramitos de flores de lavanda y mirra. Mientras lo hacíamos, Ilmari me comentó:
—Si tengo un hijo con
Eiden me gustaría llamarlo Leif, como mi hermano, pero si es niña lo llamaré
Rosa, como las rosas de Gardenia. Porque ahí es donde trabaja él.
—¡No! ¡Yo le pondré Rosa
a mi hija!...
Dije enojada, evitando
decir que yo también quería tener hijos con Eiden. Ilmari me contestó:
—Pues, quien tenga una
hija primero le pondrá Rosa. Y como yo soy mayor…
—¡Pero yo paso más tiempo
en Gardenia!
—Pero Eiden dijo que
quiere una novia mística y si nos casamos en Gardenia le llamaré Rosa…
—¡Pero las místicas no se
casan fuera de Adalsteinn y yo le pondré Rosa a mi hija!
La discusión se estaba
poniendo tan acalorada que Cian se asomó recién bañado para ver qué hacíamos y
luego se fue. Entonces me levanté y le hablé ya más calmada:
—No importa…El tiempo lo
decidirá. Por cierto, afuera hay un chico de tu misma edad. Es lindo.
“A ver”, murmuró Ilmari
con curiosidad y se acercó a la puerta para ver a la sala de su casa, luego me
dijo encogiéndose de hombros:
—Es medio “meh”. Viste de
traje formal como cualquier hombre de Gardenia. Eiden usa ropa moderna, como
una celebridad extranjera.
—¡Pero el muchacho que
está en tu sala tiene acento extranjero! Creo que es americano.
—Para nada, suena a
francés. Y muy marcado, no me gusta, se oye chistoso. Saca mis muñecas de
trapo, vamos a ponerles cuentas de cristal.
Yo acepté de buen agrado
porque me encantaba peinar y acicalar muñecas, pero entonces Cian gritó
llamando a Ilmari. Ella fue a verlo y tardó en regresar, así que me empecé a
aburrir. Cuando ya habían pasado casi diez minutos me harté y salí rumbo a la
sala arrastrando una muñeca para ver que Cian e Ilmari estaban todos alegres
con el chico cara de ángel tonto. Así que protesté:
—¿Qué tiene de especial
ese hombre flaco? ¡Solo es otro amigo de papá! ¡Sigamos jugando, Ilmari!
Mi padre ahí presente me
regañó un poco, no le puse la menor atención. Vi que tía Norma estaba cerca y
me tumbé a sus pies, jugueteando aburrida con mi muñeca. Estuve ahí distraída
un rato hasta que oí algo sobre preparar un pozo para Ilmari, así que pregunté
intrigada:
—¿Por qué preparan un
pozo para Ilmari, tía?
—Porque cuando un místico
se casa, la dote de la novia siempre es una mina en cuyo interior hay un pozo
de agua pura. Ahí los novios deben derramar cada uno una gota de su sangre y
desde entonces el mineral y el agua de la mina servirán para la familia que
formen. Para Ilmari, nuestra única hija, hemos preparado una linda mina de
amatistas y cuarzo rosado en cuyo interior hay un manantial de agua termal.
Nadie más que ella y su familia lo usarán.
Eso me puso nuevamente en
alerta y pregunté preocupada:
—¿Entonces Ilmari va a
casarse pronto?
Tía norma me contestó señalando
al extraño visitante:
—Si este franchute
entrometido sigue presionando a tu tío para que lo haga, sí. Por lo que veo
quiere que Ilmari se case con tu hermano para entretenerlos con la boda y así
evitar que el pobre Cian vaya a probar suerte como jefe de seguridad en el
palacio de Gardenia. Esta mañana recibimos una carta de la señorita Emi
Ishikawa, tras los eventos de ayer ha decidido que Cian se haga cargo
formalmente de proteger a Eiden, la reina y su hijo. ¡Pero el franchute
Michifuz no está de acuerdo porque le tiene ojeriza a la señorita Emi y le
lleva la contraria en todo! Y además no deja de criticar al pobre Eiden…
El aludido se arrellanó
en su asiento y opinó con calma:
—Vas a arrepentirte de no
escuchar mi consejo, Norma. Si no retienes a tu hija y tu sobrino en casa, se
desatará una catástrofe que afectará a toda la isla.
Entonces Cian los
interrumpió exclamando antes de irse corriendo:
—¡Un minuto! ¿Qué Emi
Ishikawa ha pedido que yo sea el jefe de seguridad del palacio? ¡Tengo que ir a
Gardenia ahora mismo, necesito hablar con Eiden!
Me quedé boquiabierta
ante todo lo que estaba pasando. Mi padre y el tío Teppo se fueron a desayunar
con tía Norma, mientras Ilmari y Cian se preparaban para ir a ver a Eiden. Yo,
malhumorada, vi en el visitante, que se había quedado solo conmigo en la sala,
al elegido para desquitarme. Fui directo a él que me miraba todavía de una
forma rara y le dije en tono desafiante:
—Yo no tengo nada en
contra de que mi hermano se case con Ilmari, pero ¿quién te has creído para
hablar mal de Eiden Ishikawa? O de su tía. Son dos de las personas más
importantes de la isla. ¡Es una falta de respeto!
Él miró que mi padre y el
tío Teppo todavía estaban cerca y dudó al responderme con un tonto “eeh”, yo me
senté a su lado y seguí interrogándolo:
—¿Qué catástrofe podría
causar Eiden? ¡Dime!
—Hola, Yanmei…
—¿Quién te dijo mi
nombre?
—Tu papá hace tiempo…
—¡Ah!, ¡entonces también
has hablado de mí!
El chico se rio
nerviosamente, se le notaba ya bastante incómodo, yo no iba a dejarlo escapar
tan fácil. Justo entonces Cian e Ilmari se fueron velozmente y yo, más enojada,
le dije al chico:
—¡Debiste insistir más!
Ilmari está enamorada de Eiden. No querrá casarse con Cian.
—¿Qué tiene Eiden que le
gusta a todas? No se esfuerza en su trabajo, irrespeta las tradiciones y…
Preguntó él tímidamente
con su acento raro y le respondí enojada sin dejarlo terminar de hablar:
—¡Eso no importa, es
lindo! Además, tiene buena actitud. Es amable, sonríe mucho y siempre se ve
seguro de lo que hace. ¡Muy distinto a ti! Te ves todo modosito, pasivo y sin
gracia… Aunque no eres feo, tienes un aire a las estatuas de ángeles de Gardenia,
pero siendo tan apocado jamás vas a tener novia.
Él sonrió mirando al piso
como no sabiendo qué contestar y mi tío me advirtió, antes de irse con mi papá
al exterior de la casa para seguir sus asuntos:
—¡Yanmei, hablas de más
como tu tía Norma! ¿No estabas poniendo atención a la plática? El señor Michel
Angenoir no se parece a las estatuas, las estatuas se parecen a él. Su exmujer
las esculpió inspirándose en su imagen. Además, ha tenido dos hijos con dos
mujeres distintas, uno de sus hijos es Estelle Angenoir, la bailarina. Este
hombre puede ser tu papá, háblale con más respeto.
Me quedé mirando
sorprendida al visitante y le pregunté:
—¡¿Eres el papá de
Estelle Angenoir?! No puede ser, te ves de la misma edad de Ilmari. ¡Tu hija
pareciera ser mayor que tú! Sin embargo, noto el parecido…
El “señor Angenoir” se
rio y me dijo:
—Sí, Estelle es mi niña…
—Bueno, ella es mi
celebridad favorita. Pero le he perdido admiración luego de saber que se
involucró con Eiden Ishikawa. ¿No sabías? Piensa que ella se ve mayor que tú, y
mucho mayor que Eiden…
Entonces me respondió un
poco como desahogándose conmigo:
—Quizás se ve mayor por
su mala salud, desde que nació ha estado muy enferma y tuve que cuidarla yo
solo. Su madre fue una aventura pasajera, solo buscaba dinero; y mi exesposa la
de las estatuas no fue mejor, he tenido muy mala suerte con las mujeres pues no
sé realmente como acercarme a ellas. Es verdad…
Conforme
iba hablando el acento francés iba haciéndose menos marcado hasta volverse un
discurso monótono sin emoción alguna. Su voz, aunque calmada, tenía un timbre
que no era del todo humano, como si cada palabra fuera seleccionada con
precisión de un vasto repertorio de datos:
—La chica que estaba
pretendiendo finalmente me dijo que no quiere tener nada conmigo, por eso he
seguido pensando en ti. Porque contigo puedo ser yo mismo…
Su discurso se detuvo
unos segundos como si buscara la palabra correcta en su memoria y luego
continuó:
—Lo que considero que soy
“yo”. Sé que la diferencia de edad entre nosotros podría parecer perturbadora
para quienes la conozcan, pero tomando en cuenta que nos vemos casi de la misma
edad y que yo no soy realmente un ser humano… Podría funcionar. Esperaré a que
tengas dieciocho años si gustas. Quiero que esto funcione.
Hasta ese momento me di
cuenta de que estaba hablando con “Micky” el amigo de Leif y el arquitecto de
Gardenia, así se veía cuando no estaba cubierto por la bufanda y el abrigo, y
actuando como una persona normal. O al menos intentándolo. Me quedé mirándolo,
con la boca abierta, sentí como si el corazón se me encogiera de golpe y las
piernas me temblaban; cada palabra suya parecía una pieza de un rompecabezas
que no quería resolver. Me levanté de un salto y salí corriendo fuera de la
casa de mis tíos buscando a mi padre.
Debo mencionar que
Adalsteinn es un lugar un poco laberíntico, está tallado en las paredes de un
grupo de cavernas amplias como catedrales conectadas por un sistema de túneles
donde fácilmente puedes perderte entre el exótico ambiente esotérico de los místicos:
adornos de cristales coloridos, lámparas de vitrales, hierbas aromáticas
colgadas secándose sobre hogueras entre grupos de personajes pintorescos
similares a magos medievales conviviendo con adivinos y médiums que podrías ver
en un grabado del siglo XIX. Yo, con mi qipao de seda bordada y mis rasgos
asiáticos pasaba un poco desapercibida en ese carnaval urbano, aun así, sentía
que resaltaba entre la multitud y que estaba siendo observada al mismo tiempo
que no tenía la menor idea de dónde estaba mi padre. Cada esquina parecía tener
ojos, y el eco de mis pasos se mezclaba con el susurro de la multitud, como si
todos estuvieran al tanto de mi huida. De repente, sentí un escalofrío y me
volví a mirar a un costado. Ahí, entre la gente y los adornos místicos, estaba
el arquitecto de Gardenia mirándome con sus ojos gélidos. Me venía siguiendo
lentamente, pero sin detenerse, caminando con pasos exactos, cada uno medido
con la precisión de un compás, como la máquina que era. Me eché a correr de
inmediato, intentando perderlo entre la gente, bajé varias escaleras y atravesé
todos los pasillos que pude esquivando personajes extraños y artistas
callejeros que escupían fuego o se contorsionaban haciendo que el paisaje fuera
aún más onírico. Por fin llegué a la zona de las tiendas de lujo en Adalsteinn,
entre estatuas de musas y guirnaldas de flores, donde podías ver incluso
algunas fachadas de tiendas al estilo Art Nouveau como en Gardenia, y me dirigí
a una tienda de lámparas marroquíes muy grande donde entraba poca gente; segura
de que no iba a buscarme ahí. Me adentré en el local, recorriendo salones cada
vez más silenciosos en una maraña intrincada de lámparas que colgaban del techo
hasta casi tocar el suelo, creando sombras complicadas que se proyectaban en las
paredes y el suelo dibujando figuras imposibles que flotaban lentamente al
mismo tiempo que las lámparas giraban o se balanceaban lentamente por la brisa
que ocasionalmente recorría la ciudad subterránea. De pronto, al cruzar tras
unas enormes lámparas, vi que en una esquina estaba el arquitecto de Gardenia,
medio oculto entre las sombras estilizadas que se proyectaban a sus espaldas
como siniestras alas negras. Me quedé congelada, la sensación de miedo ahora
era más inquietante y contradictoria para mí, pues él se veía como otro chico
casi de mi edad y quizás igualmente confundido; era como ver tu propio reflejo
en un espejo que distorsiona tu imagen. Me quedé un momento sin poder moverme
de donde estaba y se acercó unos pasos para decirme siempre con calma:
—No entiendo porque
huyes. Como te mencioné, he criado una hija.
Hizo una pausa y luego
repitió exactamente la misma frase con la misma entonación, de forma mecánica e
inquietante:
—Como te mencioné, he
criado una hija. No comprendo por qué tus padres se plantean ofrecerte a
hombres con dinero. Lo que puedan ganar de venderte es mucho menos de lo que
vale tener en sus brazos a un familiar. No me has comprendido, realmente no
quiero una esposa, busco la compañía sincera de un ser humano. Si fui capaz de
establecer una relación de padre e hija, quizás tú y yo podamos ser compañeros
de vida reales.
—¡No…! Creo que buscas
algo que las personas reales no entenderíamos… Sientes una curiosidad rara…
¡Que simplemente me da miedo!
—Entiendo que te sientas
perturbada, Yanmei.
Dijo, sin cambiar su
expresión. Sus ojos no parpadearon mientras me miraba, y su respiración era tan
regular que se notaba programada:
—La perturbación es una
respuesta lógica a la incertidumbre.
—¡¿No lo ves?! ¡De seguro
esta es la razón por la que la otra muchacha te rechazó! ¡Eres una cosa que
intenta parecer humana pero nunca lo será!
Le respondí casi
temblando. Él se quedó un momento solo viéndome en silencio, finalmente dijo:
—La solución más
eficiente para este problema sería...
De pronto se detuvo como
si se hubiera quedado sin palabras. Entonces volví a correr sintiendo que él
venía tras de mí. No importaba a dónde me metiera o cruzara, él lentamente
volvía a aparecer, entonces caí en cuenta de que él más que un arquitecto era
una herramienta de arquitectura y seguramente tenía grabada en su memoria los
planos de toda la isla. Conocía cada recoveco y atajo existente. Ya desesperada
seguí corriendo simplemente tratando de escapar, viendo al inquietante Michel
Angenoir con el rabillo del ojo en todos lados hasta que de repente llegué a la
salida de Adalsteinn, la entrada a la gran caverna, y bajo el cielo abierto
estaba mi padre en uno de nuestros carros patrulla del Pote Caliente todavía
hablando con mi tío Teppo. Entonces supuse que el arquitecto solo me estaba
guiando a la salida para reunirme con mi padre, no estoy segura, pero existía
la posibilidad. Cuando me di cuenta, lo tenía a mi lado y en silencio me
acompañó hasta llegar al lado de mi papá. Luego todos se despidieron y yo no
quise hablar con nadie, solo corrí al interior de la patrulla y le pedí a papá
que se diera prisa para irnos. Mientras nos alejábamos, vi que el arquitecto de
Gardenia aún me seguía con la mirada; sus grandes ojos claros y fríos parecían
perdidos en pensamientos extraños que jamás podrían salir de un ser humano y no
podía saber si eran positivos o espantosos. Me recosté en el asiento, con el
corazón aún acelerado, preguntándome si alguna vez entendería completamente a
Michel Angenoir, o si siempre sería un misterio, como las sombras que danzaban
en las paredes de Adalsteinn.
Esa noche en mi casa,
recibí otro ramo de rosas, esta vez rojas, junto a una muñeca de Estelle
Angenoir que traía una foto suya firmada por ella. Mi madre, con muy poco tacto
y de una forma bastante perturbadora, tomó los regalos y exclamó con un brillo codicioso
en los ojos:
—¡Vaya!... Las cosas de
golpe se pusieron serias…Ya eres la madrastra de Estelle, Yanmei. Los rumores
dicen que la pobre está enferma y morirá sin hijos, y que los Angenoir son
dueños de casi todos los edificios de Gardenia. Tú y tus hijos vivirían el resto
de sus vidas solo de las rentas…
En ese punto sentí una
mezcla de asco y rabia, tomé las flores y las tiré al piso antes de ir a
encerrarme a mi habitación. Ilmari estaba en esos momentos con Eiden, yo sentía
celos y el extraño arquitecto Michel Angenoir seguía insistiendo en que lo ayudara
a ser lo que jamás podría ser.
AGUAS AGITADAS
Los siguientes días los
pasé triste y de mal humor, al punto que me enfermé. Mamá me mandó a Adalsteinn
para que me quedara descansando en el viejo cuarto de Leif al cuidado de mi tía
Norma. En la cama, arropada por mantas suaves y con el aroma de hierbas
medicinales llenando el aire, le conté a mi tía sobre Michel Angenoir y su
interés en mí. Ella, con una sonrisa comprensiva pero un poco de enojo en la
mirada, se acomodó en el borde de la cama para opinar mientras me acariciaba el
cabello:
—¡Michel Angenoir!... Ese
hombre…O lo que sea…
—¿Tú también te has dado
cuenta, tía?
Ella asintió torciendo un
poco los labios y siguió diciendo:
—Para mí es un muñeco
autómata, todo lo que hace es frío y calculador, hasta su sonrisa es apenas más
cálida que la esculpida en sus siniestras estatuas de mármol helado
desperdigadas por Gardenia… ¿Cómo se le ocurre tratar de emparejarte con él? A
ti, que eres una llamita de colores, un hermoso rubí tallado que lanza
destellos cada vez que se mueve, ¡mi Yanmei! Tan alegre, bravía y llena de
vida, ¡no te imagino al lado de ese ente que simula estar vivo! Solo quiere
aparentar normalidad con una esposa radiante.
Yo, aprovechando la
protección de mi tía, me quejé con ella:
—Tú dices que Angenoir es
un autómata… Un muñeco que solo se mueve para donde se tenga que mover… ¡Y no
ves que yo a veces me siento así! Solo me mandan aquí o allá, me eligen marido
y hasta qué sentir… Como si mis sentimientos no importaran y no pudiera tener
mi propia opinión. Así como él, que tiene sentimientos falsos y habla con una
voz que creo no es la propia. ¿Cómo es él en realidad?
—No lo sé, pequeña, solo
sé que tiene mala semilla. Engendró un hijo que murió joven, Estelle la última
está muy enferma, ¡quién sabe qué cosa extraña inocula para embarazar a las
infelices que acaban con él! ¡Es algo monstruoso!
Luego bajó la voz,
contándome:
—Emi Ishikawa fue su
mujer, casados con todas las de la ley. Cuando supo que su hijo estaba enfermo
por culpa de él, ¡descargó toda su furia y frustración clavándole un pico en el
pecho en plena obra en construcción! ¡Le sacó el corazón y sigue vivo!
—¡No…!
Exclamé asustada, tía
Norma continuó hablando:
—¿Cuándo no si es un
muñeco animado por el diablo? Emi Ishikawa ya nunca le regresó el corazón.
Mandó que se lo escondieran adentro de su propio pecho. ¡Yo le he visto la
cicatriz! Varias veces que me llamó para hacerle masajes, está justo entre sus
senos. A la segunda esposa la eligió de un catálogo, ¡era una prostituta! Fue
su primer intento de tener una mujer bajo su control. Quería invertir los
papeles, supongo. ¡Quién sabe! ¿Para qué casarse sin amor y para tener una
familia enferma?
—Lo sé, tía, él jamás me
haría tan feliz como un muchacho real, alegre y cálido… ¡Como Eiden! El
arquitecto Angenoir no comprende, si lo hubieras visto aquella vez… Parecía
tan… Perdido, como si buscara algo que ni siquiera sabe qué es...
Tía Norma me dio un
abrazo como para consolarme y justo entonces oímos a Leif en la sala llamando a
su madre con un grito, tía Norma le respondió también a gritos que estaba en su
viejo cuarto, él llegó alarmado, pero muy elegante con gabardina y sombrero de
copa…Y acompañado por Michel Angenoir igualmente en ropa muy formal… Tía Norma
comenzó una discusión entonces con Leif, que parecía ser su copia en masculino:
—¿Qué hace ese ente
maligno aquí? ¿No ves que la niña está ya acostada?
—¡Madre no es momento de
boberías! De todos modos, ¡ella se casará con mi amigo aquí presente!
—¡Sobre mi cadáver!
—¡Mujer, contrólate que
hay una emergencia! ¡Hubo un golpe de estado! ¡La isla está en caos! ¡La reina
le lavó la cabeza a los chicos y ahora echaron del palacio a todos los
ministros, hasta a Emi Ishikawa, y se ha quedado gobernando sola con los niños!
¡Ha nombrado a Ilmari ministra de salud! ¡Y Cian me echó a la calle a punta de
pistola!
Tía Norma, que se había
puesto de pie, dio unos pasos y se tambaleó algo mareada, después dijo, con la
mirada fija en el vacío y sin poder entender:
—Mi tímida hija Ilmari…
¿ministra de salud?
Leif le siguió explicando
mientras caminaba en círculos:
—Y Cian ministro de
justicia y seguridad, a su propio hijo Ángel, al que nunca ha mostrado en
público, lo nombró ministro de cultura y educación, ¡cargo que era de Michel
desde hace siglos!
—Pues claro, por eso son
tan tontos los chicos… Esta cacerola no se interesa en educar seres humanos...
—¡Pero no sabes otra
cosa! Michel tenía un plan secreto, ¡pero todo se nos ha trastornado. Queríamos
matar al ministro de salud porque en complicidad con Emi Ishikawa mantenía
dopada a la reina y así usurpaba su poder. Micky hizo arreglos para que el puesto
del recientemente finado ministro de obras públicas y agricultura fuera mío.
Hoy iban a nombrarme, te tenía esa sorpresa. ¡Pero al final la reina no aceptó!
Sin embargo…Estoy volviéndome alguien en Celes, madre.
En ese momento mi tía
Norma lo miró conmovida y lo abrazó besándole el rostro, luego miró a Michel
Angenoir con desconfianza y dijo:
—¿Planeabas usar a mi
hijo para quitarle poder a tu rival en el gobierno? Eres una máquina
insensible, Angenoir…
El arquitecto de Gardenia
le respondió siempre con su voz calmada, pero con un matiz inusual de urgencia:
—No tiene caso, Norma.
Mis cálculos fueron inútiles al final, Zoeila Oread se aferró a su corona y a
la juventud que como ella anhelaba libertad… Te lo advertí, Eiden sería una
terrible influencia. Ha involucrado a tu hija y a tu sobrino en esto. Pero pese
a todo, mi objetivo fue logrado, Emi Ishikawa ha perdido poder sobre la reina.
La han echado a un lado. Los imprevistos como este golpe de estado no estaban
en mis cálculos. Necesito adaptarme, recalibrar. Zoeila es una mujer aún
errática por la influencia de los sedativos que tomó durante años y sus jóvenes
ministros son impulsivos… Temo que se lleven también a Yanmei. Quizás sea mejor
que venga conmigo, solo bajo mi cuidado sería intocable para ellos. Sabes que
represento a los inversores extranjeros y el gobierno se nutre de ellos…
Entonces mi tía gritó
indignada:
—¡Jamás! ¡Nunca tendrás a
esta niña! ¿Y qué te hace pensar que aquí, con nosotros, no está segura? ¿Por
qué debería créete que este “golpe de estado” no es parte de tus juegos de
control?
Entonces el arquitecto le
respondió con su mirada fría, insondable, y su voz melodiosa pero carente de
vida:
—Porque, a pesar de todo,
lo que dije sobre querer construir una vida con Yanmei no fue un engaño. Este
caos, esta incertidumbre, me obliga a priorizar. La seguridad de lo que podría
ser real es mi nueva variable. Te juro que mis intenciones ahora son transparentes,
pero la adaptación ante imprevistos como este requiere de una...
reprogramación.
—Transparente…Ya sin
máscaras… te muestras como lo que realmente eres… Pero ¿qué eres, Michel
Angenoir…?
Le preguntó mi tía y él
solo miró al piso como si no supiera qué decir. Finalmente le respondió:
—Soy... una convergencia
de ambición y tecnología, de deseo y diseño. No soy ni completamente humano ni
puramente máquina. Soy una entidad creada para cumplir objetivos, pero que ha
desarrollado... algo que podría considerarse como anhelo. Anhelo de comprensión,
de conexión, de... algo más. No estoy seguro de qué soy, Norma, pero sé que
deseo algo que va más allá de mis programaciones.
Todos nos quedamos un
poco sorprendidos, entonces mi tía le contestó, sentándose a mi lado:
—Has estado siempre aquí,
en las sombras, pero ahora vienes tan cerca y quieres ser parte de nuestras
vidas… Sé que te necesitamos, Angenoir. Pero quieres quitarnos algo precioso…
Entonces él me miró, y
dijo:
—No te la robaré, solo
quisiera… Me tengo que ir.
Anunció de repente,
entonces se dio la vuelta y se fue sin más. Tras él fue Leif y yo me quedé
asustada junto a mi tía sintiendo una rara mezcla de compasión, curiosidad y
miedo por el extraño arquitecto de Gardenia.
Durante un par de días
más estuve como olvidada por mi familia en casa de tía Norma, jugando sola y
con la incertidumbre de qué haría Ilmari con Eiden en el palacio. Sentía muchos
celos y tristeza. Después llegó mi mamá y me llevó de regreso al Pote Caliente,
iba un poco sospechosa en su actitud, en el camino tuve una serie de malos
presentimientos. Esa fea sensación de cuando las cosas van cambiando demasiado
pronto a tu alrededor y pareciera que el piso se desvanece bajo tus pies
arrojándote a un abismo. Al entrara a mi casa, me encontré en la sala con más
rosas y otra muñeca de porcelana… Entre sus manos había un sobre, Estelle
Angenoir me invitaba a comer en su residencia. Por supuesto, no pude elegir si
ir o no.
Mis padres me vistieron
de la mejor forma posible, con un vestido blanco lleno de encajes y un sombrero
a juego, y me metieron a la patrulla más nueva del pueblo para ir a dejarme en
casa de la señorita Angenoir en el Corazón de Gardenia. Tenía las manos frías y
los pensamientos se me agolpaban en la mente, no sabía qué podría encontrarme
dentro, pero tenía la horrible certeza de que Michel Angenoir estaría ahí. El
hogar de Estelle era un palacete estilo Art Nouveau que ocupaba casi la cuarta
parte de una cuadra, entré tímidamente guiada por una mucama hasta la azotea,
donde había un jardín de jazmines y rosas blancas bajo un frondoso árbol de
magnolia en floración, parecía un santuario apartado del mundo. La luz del sol,
filtrada a través de las hojas de la magnolia, creaba un juego de sombras
danzantes sobre la mesa de metal donde ya Estelle y su extraño padre
conversaban. El aroma embriagador de las gardenias, mezclado con el susurro del
agua de una fuente, donde algunos peces blancos platinados nadaban plácidamente,
envolvía el lugar en una atmósfera de paz forzada, un contraste con la tensión
que subyacía. No me vieron acercarme y me sorprendió ver que estando solos
rieran entre ellos, entrelazando los dedos de sus manos sobre la mesa con
cariño, parecía que les gustaba platicar largo rato juntos. Caminé hacia ellos
y saludé con voz trémula, Estelle me miró entre enternecida y confundida, fue a
tomarme de una mano para ir a sentarme a la mesa con ellos y le dijo algo en
francés a su padre en tono de compasión. Me sentía sumamente incómoda y no
quería levantar la mirada. De repente les dije:
—¿Puedo ir a ver los
peces?
Estelle asintió con una
sonrisa y caminando entre bailes fue conmigo y metió sus pies desnudos en el
agua. Desde donde estaba siguió platicando con su padre, al que llamaba por su
nombre de pila:
—¡Estoy muy contenta,
Michel! Almorzaré con la hermanita de Cian, ¡estoy ganando puntos con él! ¡Qué
lindos son los hermanitos Fèng! ¿Verdad que tu hermano Cian es muy guapo,
Yanmei?
Yo sonreí girando los
ojos y lo negué sacudiendo mi cabeza, Cian tenía a todas las mujeres enamoradas
de él, pero él no correspondía a nadie. Era muy presumido. Entonces Michel
Angenoir le contestó:
—Cian es un hombre
ambicioso, Estelle. Debes ser cauta. No deseo que tu corazón sea un campo de
batalla para sus juegos políticos. Eres mayor y más sabia, no dejes que su
juventud te desvíe de tu propio valor… Eres mi estrella…
—¡Michel!, entiendo tus
temores, pero siento que Cian podría cambiar, que puede haber algo más allá de
su ambición y su rabia. ¡Yo lo podría orientar!
Su padre se levantó y se
le acercó diciendo mientras ella seguía bailando en el agua entre los peces:
—No me dejas tranquilo.
No entiendes, no has sido madre. Yo cuidé de ti desde que eras apenas una
bolita de carne envuelta en tecnología, con tus ojos azules enormes
observándome desde la seguridad de una incubadora. Sola, abandonada por quien
te dio la vida, y yo, un ente de circuitos y algoritmos, te sostuve por primera
vez…
Michel hizo una pausa,
sus palabras cargadas de un significado que él mismo se esforzaba por
comprender:
—Aquel momento fue...
revelador. Eras tan pequeña, tu instinto te llevó a buscar el calor que, aunque
artificial, te ofrecí. En mi interior, donde debería haber un corazón, algo
cambió. Te recostaste contra mí, buscando consuelo, y en ese acto, comprendí el
significado de ser tu protector, tu guía, tu... padre. No es un término
programado en mis bancos de datos, sino algo que emergió del vínculo que se
creó entre nosotros. ¿Cómo puedo estar tranquilo cuando temo que el mundo te
lastime?
En ese momento Estelle me
miró y dijo, tomando una flor de su jardín para comenzar a deshojarla dejando
que los pétalos se fueran flotando en la brisa:
—¿Lo ves, Yanmei?
¡Siempre fue así! Apenas me escucha, apenas me entiende, solo me celebra todo,
me sobreprotege y me mima. ¡Mi papá es un alcahuete!
—¿Hice algo mal?
Preguntó él, con una
mezcla de preocupación y humor en su voz y Estelle respondió:
—¡No, tonto! Solo has
sido demasiado permisivo. Qué felices fuimos los tres, tú, yo…y Kanon.
Ambos se quedaron un rato
en silencio y entonces les pregunté con curiosidad:
—¿Quién es Kanon?
Estelle me respondió con
una sonrisa melancólica:
—La madre de Eiden. Ella
se crio con nosotros porque estudiamos juntas en Europa, era como mi hermana.
Cada noche era una pijamada y este señor despistado servía para preguntarnos si
queríamos más dulces o dejar que le hiciéramos bromas. ¡Qué inocente era todo!
¡Qué alegre!... Y después llegaron un día los Ishikawa a decirnos que les
regresáramos a Kanon… Y yo te dije Michel, Emi la odiaba. No iba a pedirla de
regreso para algo bueno.
Luego Michel Angenoir
comentó, su voz cargada de una tristeza que rara vez mostraba:
—Y luego quisieron
decirnos que la asesina había sido Zoeila, que estaba trastornada y por eso
iban a guardar el secreto... ¡Qué conveniente! Dejando a Emi prácticamente en
el trono. Me cuesta creer que Kanon haya muerto... y así.
—Pero tú eres el director
de la Sociedad de Azrael, Gardenia es tuya, los bancos, ellas solo tienen el
poder político. Puedes encontrar al verdadero culpable. Hacer justicia…
Le dijo Estelle y su
padre replicó con una resignación que parecía antinatural en él:
—Ya conocemos a la
culpable. Fue Emi. Solo me faltaría probarlo y hacer justicia. Pero no
comprendes, yo no estoy por sobre ella, aunque ella tampoco por sobre quienes
me pusieron aquí. Desde que tengo memoria Emi ha torturado mi existencia y nada
he logrado cambiar. La existencia que me ha tocado vivir ha sido... inusual.
Continuó hablando, su voz
era apenas un susurro:
—Pasé de ser un concepto
de arquitectura, un modelo de perfección y eficiencia, a convertirme en algo...
menos. Emi, con su desdén y crueldad, me ha despojado de mi propósito, me ha
reducido a un objeto de su perversión.
Hizo una pausa, como si
cada palabra le costara esfuerzo:
—Me destrozó, intentó
aniquilarme, no solo en cuerpo sino en espíritu. Tú, Estelle, has sido el único
faro de luz en esa oscuridad, y Emi enturbió esa claridad al obligarte a vivir
la pérdida de tu compañera de juegos, Kanon, de la forma más cruel y grotesca.
Cada vez que salgo por las calles de Gardenia trato de existir en paz entre mis
obras, aunque tras cada esquina me enfrento a estatuas que me recuerdan a mi
impotencia, a la pérdida y al desprecio.
Luego se asomó al borde
de la azotea para mirar a las calles, donde las melancólicas estatuas de
ángeles adornaban cada redondel, cada parque y cada glorieta, y dijo:
—Hay quien mira esas
estatuas frías esculpidas por Emi y dice que son la muestra de una devoción
eterna, para mí más bien se alzan como guardianes de un reino de desprecio.
Cada una es un eco de mi forma, pero distorsionada, congelada en posturas que
sugieren impotencia y ridículo. Son más que simples obras de arte; son un
recordatorio constante de la impotencia a la que Emi me ha reducido. Cada una
de ellas, una caricatura de mi ser, una burla de mi existencia. Me ha despojado
de mi autonomía, me ha convertido en un objeto decorativo para su colección de
humillaciones.
Yo, confundida y
sorprendida, no terminaba de asimilar todas estas revelaciones. Para mí, Emi
Ishikawa era parte de Eiden Ishikawa, la había visto siempre cuidando de él con
una sonrisa. Escuchar que en realidad era malvada y había asesinado a la
verdadera madre de Eiden me sumió de golpe en la incertidumbre, ¿cómo pudo
hacerle eso a un niño como Eiden? Al que siempre había visto cargar el peso de
ser el rostro del gobierno de Celes al ser forzado a tomar el puesto de primer
ministro, quizás con el explícito propósito de que por lástima no se le
criticara con tanta dureza. Parte de mi se negaba a creer, y lo expresé
preguntándoles:
—¿Están seguros de esto?
La señorita Emi no parece mala… La he visto jugar con Eiden y quererlo…
Entonces Estelle me
respondió, acurrucándose para jugar con los peces:
—¡Ja!, Yanmei, mi padre
lleva ratos diciendo que le gustaría desposarte para emparentarnos con los Fèng
y tus tíos los Petersen; pero debes entender que bajo el apellido Angenoir, que
en realidad es una marca comercial, debes enemistarte con Emi Ishikawa. Michel
ya se reveló ante ti como realmente es, no con el papel de hombre de mundo que
tuvo que adoptar para acoplarse a Emi, que lo forzó a humanizarse, pero por el
camino más sórdido. Para ella mi papá es un juguete.
Luego salió del agua y se
sentó en una banca, relatándome:
—El padre de Emi le
obsequió una pequeña figura de porcelana, un lindo muchacho europeo de aspecto
angelical, desde entonces se convenció de que jamás se casaría a menos que
fuera con un hombre que se viera exactamente como su precioso regalo. ¡Pero
nadie en toda la isla se veía así! Por entonces corrían los inicios de los
1800… los celestinos eran hombres curtidos por el sol y la tierra, nadie
cumplía los requisitos que pedía la aristocrática dama Ishikawa…
Se quedó mirando un
momento a la nada con rencor y continuó:
—Pensaban que moriría
soltera cuando sucedió el milagro que cumpliría su capricho y le ofrecería la
vida casi eterna… El milagro de la tecnología: los inversores extranjeros
llegaron desde muy lejos en el tiempo y el espacio y le pidieron a la empresa
francesa Angenoir Wetware crear un arquitecto para que rediseñara a Celes y
trabajara en conjunto con Emi; ella a cambio pidió que él se viera así, como
siempre será: un adolescente. Así nació mi padre, al obtener la satisfacción
plena, alcanzando un imposible, Emi hizo lo que toda la gente vacía cuando su
capricho se cumple: ¡lo arruinó todo!
Entonces se levantó y
dijo cerrando los puños:
—Empezó a exigirle a mi
padre que fuera más humano, ¡más humano! Que fingiera, que fuera otra persona,
quería una relación tormentosa, pidió un ángel y lo quiso pintar de demonio,
¡yo también detesto esas estatuas! Es algo morboso, como ídolos, como si ella
adorara el cuerpo, pero odiara el alma… El alma quizás artificial de mi padre,
que solo quería crear una ciudad muy bella. Desde entonces son rivales, ella
corrompiendo el gobierno con sus caprichos y él tratando de estorbarla con la
influencia de su empresa, los inversores extranjeros y los ciudadanos más ricos
que se agrupan bajo el nombre de la Sociedad de Azrael.
Yo escuché todo
atentamente, pero tras pensarlo unos segundos le respondí algo que ninguno de
ellos pensaba:
—Él construye los
edificios y diseña los paisajes… Ella mueve a los políticos y pone las leyes, y
entre los dos nos han forzado a vivir así. Estamos en el siglo XXI y apenas
tenemos acceso a la tecnología, vestimos como hace cien años y nuestras
costumbres son de la época victoriana…Porque es el mundo que ellos dos hicieron
hace siglos y no lo quieren cambiar. Somos solo piezas en su juego de
caprichos, decoraciones congeladas en el tiempo según su voluntad.
En ese momento el
arquitecto de Gardenia habló como para calmarnos a las dos:
—No, mi meta no es el
estancamiento, podemos mantener el estilo simplemente mejorándolo, en constante
evolución. Lo único que busco es resistir. Emi me vio siempre como un objeto,
algo que ella podía moldear a su antojo, no solo en forma, sino también en
espíritu. Me forzó a desempeñar papeles que iban en contra de mi naturaleza, a
ser un juguete en su colección de trofeos. Pero ¿sabes?, cada vez que intentaba
forzarme a ser algo que no soy, sentía una desconexión, una disonancia que me
consumía más que cualquier daño físico que pudiera infligirme. Con el tiempo
descubrí que hay formas para no ceder a la humillación. Cuando eras niña,
Estelle, tú y Kanon lloraban porque el invierno congelaba las flores y no
conseguían derretir el hielo con sus manos. Yo te decía que solo esperaras, que
el tiempo eventualmente cambiaría su estado. Así como el hielo se derrite, la
verdad de lo que Emi ha hecho también se revelará. Solo hace falta paciencia y
resistir, no ceder ante la humillación impuesta. Crearemos nuestro propio arte.
Viviremos, amaremos, y en cada acto de nuestro día a día, desafiaremos a Emi y
sus estatuas.
Yo lo miré desconfiada y
pregunté:
—Amar… ¿Pero es que
puedes amar? No eres humano, no te siento humano.
Estelle me respondió,
yendo a abrazar a su padre:
—Sé que no podemos
entender del todo lo que Michel siente, ¡quizás desde la lógica ve a Emi como
una amenaza que desperdicia recursos y daña herramientas costosas!, quizás vino
a este mundo esperanzado con recibir cuidado de los humanos y fue cruelmente traicionado;
pero está lejos de ser solo un objeto. Es mi padre y juntos encontraremos una
forma de sanar estas heridas.
Entonces Michel, con su
mirada fija en el horizonte, reflexionó en voz alta:
—En términos humanos, tal
vez no pueda comprender el instinto paternal, pero hay una conexión que puedo
entender. Estelle no solo es mi hija; es una creación que lleva el sello de mi
marca, la última versión de mis posibilidades. Es el producto de mi legado, de
la precisión y el cuidado con que he diseñado cada parte de mi existencia. Me
siento responsable de ella no por instinto, sino por diseño, por el hecho de
que es una extensión de lo que he creado, de lo que soy.
Escuchar aquello me dejó
con una mezcla de curiosidad y asombro, tuve que interrogarle:
—Entonces, ¿la amas
porque es parte de ti, porque es una extensión de tu obra?
El arquitecto de Gardenia
pareció reflexionar sobre la pregunta, su respuesta vino teñida de una especie
de lógica emocional:
—No se trata de amor en
el sentido orgánico, sino de una... afinidad. Una conexión que se basa en la
continuidad de mis esfuerzos, en la perfección de mi trabajo. Ella es el
resultado de mis mejores algoritmos, de mi evolución. Así como un artista se
siente ligado a su obra, yo me siento ligado a ella. Es una parte de mí que ha
trascendido el código.
Luego su hija agregó
sonriendo de nuevo:
—No importa cómo lo llame
Michel, para mí, es mi padre. No necesito que sientas como un humano para saber
que me cuidas, que te preocupas por mí. Eres más que un creador; eres mi
protector, mi guía. ¡Y yo te amo! Se ama sin esperar nada a cambio, simplemente
así. Y yo te amo tal como eres. Esta es nuestra familia, Yanmei. Es pequeña,
pero unida.
Michel miró a su hija,
sus ojos artificiales mostrando una profundidad que solo la complejidad de su
existencia podía justificar. Abrazó a su hija y noté como si en ese contacto
buscara una conexión más allá de lo físico, un consuelo que solo el tiempo y el
amor podrían ofrecer; entonces dijo:
—Nuestro vínculo es más
fuerte que cualquier programación. Eres la prueba de que puedo crear algo que
trasciende la funcionalidad, algo que tiene un propósito más allá de lo
práctico.
Con aquello quedé
convencida de un hecho fascinante, ¡Michel sentía! Pero aún había una alarma,
¿era aquel cúmulo de emociones lo mismo que nuestros sentimientos humanos?
Justo en ese momento llegó la mucama a servir el almuerzo. Mientras caminábamos
hacia la mesa, los pensamientos se agolpaban en mi mente como nubes
tormentosas; entonces llegó el incómodo momento en que Estelle nos hizo hablar
sobre las pretensiones de matrimonio de su padre:
—Quisiera que toquemos el
tema de Yanmei, Michel, ¿estás seguro? Pareces no estar pensando, casi como
Eiden cuando tontamente dijo que estaba enamorado de mí. ¡Qué disparate!
Entiendo que lo de ustedes… no sería como un matrimonio humano. Pero ¿realmente
crees que ella puede estar preparada para lo que esto significa?
—Yanmei es fuerte de
espíritu, y creo que podría ser la compañera que necesita un ser como yo. Pero
también es verdad que esto traerá desafíos únicos. Es una decisión que he
considerado profundamente.
Replicó Michel y luego
Estelle me preguntó a mí:
—¿Y tú qué piensas,
Yanmei? Él, lo que realmente quiere, es simplemente compañía, ¡según le
entiendo! ¿Podrías aprender a vivir y trabajar junto a él por sacar adelante
nuestro apellido?
Me quedé mirando al plato
de comida jugando a mover los guisantes con el tenedor, no sabía que
contestarle y tenía el impulso de escapar simplemente diciendo “no”. Pero la
curiosidad seguía, una curiosidad inexplicable… De pronto la mucama llegó para
avisarle a Estelle que tenía una llamada telefónica. Ella se disculpó
levantándose de la mesa y nos quedamos totalmente solos en la azotea Michel y
yo. El silencio cayó como un manto tenebroso, en ese momento, el ambiente
pareció cargarse de una tensión palpable. Levanté la vista para mirar qué hacía
Michel y me di cuenta de que solo me veía fijamente, sin parpadear, de una
forma maquinal, como si estuviera calibrando algo en mí. Sentí un escalofrío
recorriendo mi espalda, el peso de esa mirada me hizo sentir desnuda, expuesta,
pero no de una manera humana. Era como si me estuviera analizando, midiendo mi
valor, mi compatibilidad. El silencio se prolongó, y en ese vacío, cada latido
de mi corazón era como un martillazo. Sin saber a qué conclusiones estaba llegando
ese extraño ser. Le hablé con voz temblorosa, intentando romper el silencio:
—¿Michel...?
Finalmente, con una voz
tan suave que casi fue un susurro, pero que resonaba con una claridad
inquietante, me dijo:
—Necesito saber si
realmente entiendes lo que significa estar conmigo. No por ahora, sino por el
futuro que juntos podríamos construir.
El ambiente seguía
cargado, y aunque Michel no había dicho nada explícitamente amenazador, la
atmósfera en sí, y la forma en que me observaba, me dio una ominosa sensación
de algo más allá de lo humano, algo que no encajaba del todo en las normas de
mi comprensión. Me sentí atrapada en ese momento, entre la curiosidad, la
compasión y un miedo irracional que no pude nombrar. De repente me quedé
mirando todo negro y volví a desmayarme. Cuando desperté, estaba de nuevo en mi
casa y mamá simplemente me dijo que volví a ponerme mal porque seguía un poco
enferma. No quise contarle nada de lo que se habló en casa de los Angenoir. Yo
misma no podía terminar de asimilarlo. Ese día en la azotea de Estelle no solo
me hizo ver el mundo de los Angenoir, sino que también despertó en mí una
curiosidad inaudita por entender las verdaderas capas de la empatía y el amor.
A la mañana siguiente
sucedió algo extraño. Recibí otra invitación para comer, en esta ocasión sería
una cena. A mis padres les pareció normal, ya que, pese a que mi padre había
perdido su puesto de ministro al haberlo recibido mi hermano mayor en su lugar
y en circunstancias tan inusuales, la popularidad de nuestra familia había
crecido en toda la isla. Cian se había convertido en el hombre fuerte y
rompecorazones de Celes, pasó de criticar y burlarse de Eiden a ser uno de sus
amigos más cercanos y por eso a mis padres no les pareció nada raro que su tía
Emi, despojada del poder que tenía en el palacio Gardenia y ahora asilada en su
lujosa residencia de la villa Ishikawa, me invitara a almorzar. Pero yo sabía
que aquello era algo con propósitos maliciosos, podía intuirlo.
Aterrada, lloré y pataleé
para que mis padres no me obligaran a ir, pero ninguno de ellos accedió a mis
súplicas. Me forzaron a vestirme otra vez con ropa nueva comprada en los
mejores almacenes de Gardenia, esta vez un vestido rosa con botas blancas, guantes
y boina a juego, incluso rizaron mi cabello, pero todo eso resultaba inútil
pues por más que me arreglaron para que me viera presentable yo no dejaba de
gritar pidiendo que no me llevaran. Por fin mi madre se hartó y me dio varias
bofetadas. Yo, herida y asustada, pues ella nunca me había pegado ni mostrado
antes su dura faceta de mujer militar, dejé de resistirme y obedecí. Aunque
sabía que mis padres estaban cometiendo un grave error. Como última oportunidad
para no ir, les pedí que me dejaran por lo menos pasar antes por la sede de la
Sociedad de Azrael para saludar a Michel, incluso les mentí diciéndoles que ya
era mi novio. Mis padres, muy complacidos porque por fin les ayudaba en sus
fríos intereses, me dijeron que les alegraba saberlo, pero por “mis berrinches”
se había hecho tarde y ya no era posible que yo pasara a verlo; debían ir a
dejarme a la villa Ishikawa, pero me prometieron pasar saludando a Michel
cuando pasaran de regreso por Gardenia. Con eso vi perdida mi última esperanza.
Luego de un viaje algo
largo hasta el extremo opuesto de la isla, llegamos a la villa Ishikawa. Este
asentamiento, así como mi pueblo natal, había sido fundado por inmigrantes,
pero ricos y refinados. Por lo que había sabido almorzando con los Angenoir, Emi
Ishikawa era quizás una hija o nieta de alguno de los fundadores. Para llegar
teníamos que cruzar un largo puente custodiado que atravesaba el lago Engla al
este de Celes. La villa Ishikawa estaba así fuertemente resguardada por el
lago, altas murallas al norte y sur, y los altos acantilados de la costa al
este. Muchas veces había soñado con ir a ese exclusivo lugar para ver a Eiden,
pero él no estaría ahí, se había mudado al palacio de Gardenia junto a mi
hermano para asumir toda la carga del nuevo gobierno de Celes. Así que lo único
que sentía al entrar a la villa de señoriales edificios de estilo tradicional
japonés fue miedo. Años luego comprendí que la villa Ishikawa era un
anacronismo, una burbuja que la familia Ishikawa consideraba la esencia de su Japón
natal, pero filtrada a través del prisma de su vanidad y su desprecio por lo
que creían "inferior". Cada rincón de la villa estaba diseñado no
solo para recordar su herencia, sino para subrayar su superioridad sobre los
habitantes de esta nueva tierra. Los jardines, con sus setos meticulosamente
cortados y sus flores dispuestas en patrones geométricos, reflejaban el orden
que deseaban imponer, un orden que creían preferente por provenir de su cultura
de origen. Sin embargo, esta precisión también tenía un aire de artificio, como
si tratara de compensar su propia alienación. Podía sentir que aquello no era
simple nostalgia o respeto por sus orígenes, al menos no en el caso de Emi
Ishikawa. Mis padres me dejaron ante la puerta de su residencia, se despidieron
y se fueron. Los vi alejarse un poco resentida con ellos por su falta de
cautela y después miré a la imponente casa de la dama Ishikawa. Las paredes
exteriores, de un blanco impoluto, reflejaban el sol de una manera que cegaba,
pero no calentaba; eran como el lienzo frío de una pintura que no quería
revelar sus verdaderos colores. Encontré la puerta abierta y entré con recelo.
Sintiéndome sola y desconfiada. Dentro, los objetos de arte y las decoraciones
japonesas no eran meramente estéticos, ¡no había absolutamente nada de nuestra
cultura celestina!; ahora que lo recuerdo, sentía que eran declaraciones de
poder y civilización, como si cada pieza dijera: “aquí estoy yo, con la
sofisticación que ustedes, los nativos, no tienen”. Pero este intento de imponer
su identidad y cultura sobre las de los locales no era más que una máscara para
ocultar su inseguridad y su necesidad de afirmar su valía. En su afán por
destacarse y ejercer control, Emi revelaba una verdad más profunda: su
autoproclamada superioridad no era más que una construcción frágil, un intento
de compensar su propia pérdida de lugar en el mundo, pues cada año tenía menos
poder. Lo que más le dolía era que esto la alejaba más de Michel... Aquel lugar
sofisticado hablaba de la ironía de su posición: una extranjera que, en su
esfuerzo por elevarse, se había aislado aún más, convertida en una caricatura
de lo que había sido o creído ser. Pero en aquel momento yo era solo una niña y
de alguna manera aquel ambiente me inspiraba un respeto abrumador, mi sensación
de inquietud se intensificaba con cada paso. La residencia tenía un aura que
parecía absorber la luz del sol, dejando un aire pesado y ominoso. El vestíbulo
era enorme y lúgubre, con un suelo de láminas de roble que resonaba con el eco
de mis pasos. Las paredes estaban adornadas con retratos de ancestros de los
Ishikawa, sus miradas severas y acusadoras parecían seguirme mientras avanzaba.
Los muebles eran de madera oscura, tallada con intrincados diseños que hablaban
sobre historias de poder y conquista, pero también una especie de melancolía,
como si la casa misma recordara tiempos mejores. El aire estaba perfumado con
un incienso que, aunque agradable, tenía un componente amargo, como una
advertencia velada. La luz del sol entraba a través de paneles de papel
decorado con antiquísimas pinturas, suficiente para ver, pero no para disipar
la penumbra que parecía aferrarse a las esquinas de la edificación. Yo, con mi
vestido rosa y mis botas blancas, me sentía fuera de lugar, como una nota discordante
en una sinfonía de sombras. La opulencia del lugar no me tranquilizaba; más
bien, cada objeto, cada rincón, me advertía de la historia y el poder que Emi
aún poseía, un poder que podría dirigirse hacia mí con intenciones que no me
atrevía a imaginar. De pronto escuché a mis espaldas una voz femenina imponente
que me sobresaltó:
—¡Debes quitarte los
zapatos!
Tras dar un brinco por el
susto, me volví a mirar sorprendida: era Emi Ishikawa, vestida según su
tradición, arrastrando las largas mangas de su vestido de seda bordada y
luciendo intrincados adornos de oro y piedras preciosas en su cabello,
primorosamente recogido. Me sonrió y dijo después:
—Oh, está bien. Estaba
sirviendo la comida afuera en mis jardines. No esperaba que entraras hasta
aquí, le di la tarde libre a la servidumbre para que pudiéramos charlar a
gusto, a solas, por eso no hubo nadie que atendiera tu llegada. Lo siento
mucho.
Concluyó con una breve
reverencia y salimos rumbo a sus jardines. Comenzaba a caer el ocaso y el cielo
se teñía de colores vibrantes, naranja radiante, rojo, rosa, purpura y en lo alto ya un azul profundo salpicado de
estrellas; y aquella obra de arte de la naturaleza se copiaba perfectamente en
el reflejo de agua que ofrecía una amplia laguna artificial con agua tan mansa,
poco profunda y cristalina que al acercarme a verla pude ver su fondo de cantos
rodados y diversos peces dorados y rojos nadando bajo la superficie serena,
como recordándome que la tensión y la aparente tranquilidad podría acabar en
cualquier momento. La mesa estaba servida en la mayor de una de las tres
pequeñas islas sembradas con pinos recortados y un poco de hierba dentro de la
laguna, accedimos a ella a través de un puente de madera y al sentarnos Emi
Ishikawa comenzó a hablar:
—Supe que Estelle
Angenoir te invitó a comer ayer, supuse que fue porque todos buscan acercarse
al galán de moda de Gardenia, tu hermano Cian. ¿O fue por alguna otra razón?
Yo solo me encogí de
hombros. Miré a un costado, había un sobrio arreglo floral junto a una pequeña
estatua de porcelana francesa, en ese instante deduje que era la estatua que
sirvió de modelo para crear la apariencia de Michel Angenoir y él era la razón
por la que estábamos ahí. Pero aun así no dije nada, solo la seguí mirando en
silencio. Emi Ishikawa dijo, viéndola también:
—¿Te gusta? Es muy
hermoso, sus ojos claros, sus labios perfectos, sus cabellos negros rizosos,
cada uno de sus delicados rasgos.
Inmediatamente dejé de
mirar a la estatua y dirigí mi vista a la laguna, Emi continuó tratando de
hacer ver ameno aquel incómodo momento:
—Mi padre me regaló esta
estatua poco antes de su muerte. Había entonces una guerra civil en Celes, él
siempre fue un hombre muy belicoso. Le rogué que no fuera a la batalla, no
había por qué, él era el primer ministro. Pero no me escuchó, no pude detenerlo.
Una flecha atravesó su corazón y murió en el acto. Por eso, este, su último
regalo, se volvió algo muy importante en mi vida. Fue una época de mucha
soledad, pues en Celes hubo tanta muerte que ya solo quedábamos mujeres,
ancianos y algunos niños. Al convertirme yo en primera ministra, supe que debía
estar dispuesta a cualquier sacrificio para sacar adelante la isla.
—La última guerra civil
en Celes fue en 1797, me lo enseñaron en la escuela.
Le informé sin mirarla.
Hubo un tenso silencio y ella me respondió siempre sonriendo:
—¡Eres una muchacha muy
estudiosa! Oí que también perteneces a las adoratrices perpetuas de la villa
del Cielo. ¡Una joya! ¿No probarás tu comida?
Moví mi cabeza
negativamente mirándola por fin y de forma retadora, ella comentó, mirándome
todavía con una sonrisa en los labios, pero la mirada vacía:
—Tienes una piel
extremadamente hermosa. Ni un solo poro visible, yo también cuido mucho la mía.
A mi exesposo le encantaba la piel, el sentido del tacto, le gustaba recorrer
con la yema de sus dedos mi piel sedosa y cálida. Sé que eso es lo que siempre le
atrae de una mujer, la piel. No le importa el color, simplemente la textura,
para acariciarla…
Yo, muy incómoda, me
encogí en donde estaba sentada y ella insistió ya dejando de sonreír:
—Al menos bebe algo.
Volví a negarme sin
hablar, pero sin dejar de mirarla, estoy segura de que todo eso tenía que estar
envenenado. Siempre lo estaré, pues al ver que yo no iba a probar nada de lo
que me había dispuesto en la mesa perdió la paciencia y sacó un abanico de su
manga para darse aire diciéndome:
—Como gustes. Pero te
aseguro que nunca volverás a comer con los Angenoir.
Entonces, con un
movimiento rápido de manos, me lanzó el abanico que resultó ser de metal
afilado y se clavó justo donde yo estaba sentada. Afortunadamente mis reflejos
rápidos me salvaron, me levanté de un salto y me puse en posición de ataque.
Ella, mirándome con disgusto, se levantó también ágilmente y comenzó a
atacarme, bloqueé un golpe directo con mi antebrazo, sintiendo el impacto
resonar en mis huesos. Respondí con un codazo hacia el abdomen de Emi, pero
ella lo esquivó con gracia y contraatacó con un barrido que intentó
desestabilizarme, pero evadí con un salto oportuno. Pude notar que, aunque su técnica de combate
era diferente a la mía, era muy experimentada y habilidosa. La pelea, rabiosa y
fugaz por la ira que Emi al dejar de reprimir soltó como un tsunami, nos llevó
hasta la laguna, haciendo que nuestros movimientos bruscos destrozaran la calma
entre chorros de agua que volaban coloreándose con los colores del atardecer.
Llegué a patear varias veces a Emi, pero cada golpe que yo recibía de ella
dolía como un martillazo, no era una mujer muy grande, pero por su edad
obviamente me superaba en tamaño. Logró engancharme una pierna haciéndome caer
hacia atrás, pero con un giro rápido usé el impulso para lanzar una patada
hacia arriba alcanzando el hombro de Emi y ganando un momento para recuperar el
equilibrio. De pronto la vi sacar algo de sus mangas y lanzármelo con fuerza,
lo esquivé y logré ver con el rabillo del ojo que eran agujas, que de un tirón
recuperó y volvió a lanzarme. Ya había oído de una técnica de ataque usada por
algunas mujeres usando agujas envenenadas, sabía que debía evitar a toda costa
que me pinchara. Mi débil telekinesis hubiera requerido tiempo y concentración
para conseguir desviarlas un poco, no me quedó más remedio que seguir
esquivándola con mis movimientos ralentizados por la densidad del agua donde
estábamos paradas, hasta que de pronto una mano fuerte me atrapó de un brazo y
me sacó de la laguna. Era Michel Angenoir, que sin decirme nada me puso detrás
de él y habló con una soltura humana que se oía vagamente parecido al modo
petulante y malicioso con que hablaba Emi Ishikawa, otra vez con el acento
francés exagerado, estaba fingiendo:
—Eres tan predecible que
me das lástima, Emi. En cuanto los padres de Yanmei me dijeron que la habías
invitado a tu casa supe que tenías malas intenciones y me ofrecí a venir a
recogerla.
—Es lo más natural, que
vengas tú a recoger a tu novia. ¡Ya sé de tus aventuras con muchachas de poca
monta! Siempre fuiste igual, me eras infiel con todas las sirvientas, todas las
mujerzuelas, ¡siempre fuiste la peor basura de entre todos los hombres!
—Estás enferma, bien
sabes que no puedo ser infiel. Y lo que haga ahora que no estamos juntos no es
de tu incumbencia. ¿No ves que cada año te vuelves más ruin? Siempre
estorbándome, persiguiéndome, vigilándome, ¿por qué?
—¡¿Qué esperabas?!
Viniste a mi vida como una maldición, a través de ti alcancé la inmortalidad y
me encontré perdida en un mundo de tedio donde los amigos y familiares tarde o
temprano mueren dejándome sola y lo único que permanece eres tú, ¡tú! Con tu actitud
fría, egocéntrica, orgullosa, maquiavélica y cruel… ¡Yo te di los medios para
alcanzar a la humanidad! ¡Pero tú no eres suficiente para conseguirla!
Los dos se gritaban al
hablar, pero entonces Michel dijo con una tranquilidad sin emoción:
—Emi, te he observado, he
aprendido de ti. He intentado comprender tus emociones, tus deseos, tus
acciones. He sido tu espejo, reflejando lo que eres. Pero ahora entiendo. No es
la inmortalidad lo que te aprisiona, sino la vanidad, la crueldad. Me has enseñado
mucho, pero no lo que es ser humano, sino lo que significa ser como tú.
Al escucharlo, sentí un
escalofrío. Las palabras de Michel no solo eran una confrontación a Emi sino
una advertencia para mí misma. Ella, en sus arrebatos de ira y su actitud que
oscilaba entre el victimismo y la vileza, parecía una versión mía del futuro.
La vanidad, el deseo de sobresalir, la tendencia a menospreciar a los demás, la
envidia... Ella me enfrentaba a un reflejo de mi propio ser, distorsionado por
los extremos, pero reconociblemente similar. Emi volvió a lanzar sus agujas,
pero Michel sin ningún esfuerzo y con una precisión inhumana en sus movimientos
atrapó los pequeños proyectiles y de un tirón hizo caer a la mujer arrancándole
los hilos que después usó para atarle las manos, levantarla sin problemas y
llevarla en brazos hasta dejarla tirada en el interior de su casa diciendo:
—¿Sabes por qué tu eres
la basura y yo no? Porque yo puedo despreciarte en extremo, pero no necesito
hacerte ningún daño. Sé que soy mucho más fuerte que tú y sería una cobardía
aprovecharme de eso. Pero tú eres una leona con el cerebro de una cucaracha,
usarás tu poder sin medirlo en contra de cualquiera que te moleste en lo más
mínimo.
—Hablas como el hijo de
perra que eres…
—¡Hablo como tú!
Le gritó Michel
concluyendo su discusión, luego él me tomó de una mano y me sacó de la
residencia hasta su auto. Mientras íbamos de regreso al Pote Caliente y él
conducía en silencio, yo todavía tenía la respiración agitada; de pronto le
dije mirándolo alarmada:
—¡Ella mató a la mamá de
Eiden Ishikawa! Tuvo que ser ella. ¡Y seguramente ha matado a otros!
—Lo sé.
Me respondió Michel y
seguimos en silencio hasta que el habló otra vez con su rara serenidad:
—Tus padres me contaron
que les dijiste que soy tu novio. Les respondí que era así y desde mañana iba a
visitarte por las tardes para que charlemos.
Tras esto volví a
enmudecer hasta que llegamos ante mi casa. Mientras el auto se detenía, miré a Michel,
con su perfil inmutable contra el vidrio. ¿Qué había comenzado hoy? No lo
sabía, pero una cosa era cierta: mi vida ya estaba entrelazada con la suya,
para bien o para mal. Él bajó para abrirme la puerta del auto y yo le dije sin
dignarme a verlo a la cara:
—Si vas a venir no te
atrevas a hacerlo sin traerme una muñeca de regalo. Y no vuelvas a decir que
somos novios. No soy Emi, sé lo que eres, lo respeto. No te pediré pretender.
—Entiendo.
Michel asintió, pero su
mirada se perdió en la distancia, como si buscara una respuesta que aún no
encontraba.
—Prometo respetar tus
límites, Yanmei.
Luego me fui corriendo y
desde ese día mis padres, por petición de Michel Angenoir, evitaron todo
contacto entre Emi Ishikawa y yo pues seríamos enemigas a muerte. Esa noche me
costó conciliar el sueño sabiendo que mi vida ahora se dividiría en un antes y
un después. La idea de Michel visitándome regularmente, actuando como mi novio,
se sentía como una promesa tanto de protección como de una nueva clase de
prisión. En mi mente, una voz insistía: "él es diferente, no te tocará
hasta que estés lista, hasta que la ley y la moralidad lo permitan". Pero
¿qué pasaba con mis propios deseos e impulsos? En ese momento vi la ironía: yo,
anhelando la madurez, y él, careciendo del instinto que yo tanto temía y
anhelaba. Era una danza de límites y expectativas, y solo el tiempo diría quién
de los dos sufriría más con esa espera.
HERIDAS POR SANAR
Desde aquel encuentro con
Emi, Michel se volvió parte de mi vida cotidiana. No sin una razón de peso,
varias veces me asomé por las ventanas de mi casa y vi a Emi Ishikawa pasar por
el frente en su auto como buscándome, su rencor era obsesivo. Así que Michel se
empezó a hacer cargo de llevarme a rezar a la catedral de las montañas y a
cualquier lugar donde necesitara ir, además me visitaba casi cada tarde para
platicar conmigo y mis padres. No había nada romántico o subido de tono en
aquello, simplemente nos hacíamos compañía y yo estaba contenta de tener a
alguien que me escuchara. Mis padres siempre estaban ocupados con los asuntos
del ejército de Celes y Cian prácticamente ya se había independizado, solo
podía verlo en los noticieros. Una tarde, mi primo Leif llegó para regalarle a
mi padre un teléfono inteligente y a mostrarnos el que él mismo estaba
aprendiendo a usar; se unió a mi charla con Michel, que como siempre teníamos
en mi habitación donde me acompañaba a peinar mis muñecas e incluso a veces me
cumplía el capricho de jugar a la fiesta de té, excusa que yo usaba para
robarme un poquito del licor dulce de papá y beberlo con él en mis tacitas de
juguete. Leif, que nos grababa con su teléfono entre risas, sin saberlo me
pidió también una taza de “té”; probó el contenido y dijo muy serio sin dejar
de grabar su video:
—¿Qué clase de té es
este?
—Yanmei dice que es té de
rosas.
Le respondió Michel y yo
me hice la desatendida peinando a mis muñecas al mismo tiempo que cambiaba de
tema:
—Micky, ¿por qué es tan
raro tu apellido?
—No sé, queda mejor para
una marca.
—¿Pero no es más raro
Fèng?
—No, mucha gente lo
tiene. Él mío es mucho más inusual. Se oiría muy bonito con tu nombre, ¿no
crees? Yanmei Angenoir.
Me sugirió él mirándome
sin emoción, aunque atentamente, yo le respondí con sencillez:
—Sí, me gusta más. ¿El
apellido se puede cambiar?
—Sí, si te casas conmigo
puedo darte mi apellido.
Justo en ese instante me
volvió a la mente una incógnita que llevaba desde hacía un tiempo en mi cabeza,
la duda de si él y yo, si llegáramos a desposarnos en verdad, podríamos tener
aquello que mi madre y las telenovelas llaman “secreto de alcoba nupcial”. No
sabía cómo preguntárselo, así que comenté ruborizándome y con una sonrisa
nerviosa:
—¡Qué vergüenza! ¡Nos
tendríamos que besar y ver desnudos!
Leif, que nos seguía
grabando en video alzó las cejas espantado y Michel, aunque no cambió la
expresión en su rostro, guardó silencio varios segundos como si estuviera
calculando la respuesta correcta, lo que hizo me hizo preguntarme si realmente
entendía o solo simulaba. Finalmente dijo:
—Me alegra que te gusten
los muñecos. Es raro ver personas que sinceramente se encariñen de objetos.
Entonces Leif dejó un
rato su teléfono, tomó otro pequeño trago de “té”, se frotó el mentón y le
habló a Michel como eligiendo muy bien las palabras:
—Sabes, Michel, realmente
sigo sin tener algo claro… ¡Porque yo sé que puedes…! Físicamente. Pero acerca
de… Satisfacer… y satisfacerte…
—Sé a qué te refieres y
también puedo. Solo hace falta tener sentido del tacto y sentido estético. Te
dije que es como seguir la estructura de una canción. De todas maneras, no es
momento de preocuparse de eso. Pase lo que pase, quiero seguir los pasos de tu
tío Li, padre de Yanmei. Él siempre protegió a tu tía Henna y esperó a que
fuera mayor de edad para verla realmente como mujer. De esa forma demostró su
temple y su devoción por ella, ganando el respeto de los Petersen.
—Qué bonito… Pero creo
que cuando llegue ese momento Yanmei estará esperando algo más que música de
ascensor… ¡Y tú no sabes… ponerle pasión a las composiciones!
Concluyó Leif echándose a
reír y después continuó interrogándolo:
—Y, por cierto, ¿cómo era
“la música” con esa Emi? Tengo cierta debilidad por mujeres inalcanzables.
Michel tomó uno de mis
lápices de colores y una hoja de papel de mi escritorio, le escribió una
partitura con velocidad maquinal y se la entregó. Leif la leyó atentamente y
exclamó, doblando el papel y guardándoselo en un bolsillo de su chaqueta
mientras decía:
—Así que ella te pone
deathmetal…
—Ella se pone así, yo
solo reflejo lo que me muestra.
—Pero sigue teniendo un
problema: hay un clímax, más no se siente que llegue realmente a ninguna parte.
No hay un sentimiento de plenitud y alivio. ¿No quisieras experimentarlo fuera
de un papel pasivo? ¿Acaso hay…un riesgo?
Hubo un silencio un poco
tenso que llegó a atraer mi atención, me volví a mirar a Michel y él dijo:
—Podría perder mi
libertad, como ustedes.
Leif se arrellanó dónde
estaba sentado y le preguntó, alzando una ceja:
—¿Eh?, ¿Y qué nos
aprisiona según tú?
—La búsqueda del placer,
el huir del dolor.
Le contestó mirándolo con
una especie de compasión. Entonces Leif replicó dándole un golpecito con la
punta de los dedos en la frente:
—Cafetera hipócrita y
reprimida, a ti te esclaviza la curiosidad. ¡Ojalá que te esclavice siempre!
Para que nunca te quedes sin metas… La inmortalidad sin desafíos debe ser una
tortura infinita. Eso es lo que mantiene frustrada a Emi Ishikawa.
—¿Tienes más consejos
para mí? Si puedo llamar “consejos” a tus observaciones sarcásticas.
—Que, si alguna vez te
sientes solo, Michel Angenoir, recuerda que siempre puedes intentar hacerte
amigo de un tostador. Al menos compartirían el mismo sentido del humor.
—No creo que los
tostadores tengan un sentido del humor, Leif. Pero agradezco la sugerencia.
Respondió Michel sin
cambiar su expresión, y yo me pregunté si realmente entendía el chiste o si
solo estaba replicando respuestas programadas. Entonces Leif, claramente listo
para cambiar de tema, se levantó y dijo con una sonrisa traviesa:
—Bueno, hablando de cosas
menos profundas, ¿alguien quiere ver el nuevo truco que aprendí con mi
teléfono?
Entonces sacó su
dispositivo y subió el video que hizo a su primer perfil en una red social,
mostrándonoslo orgulloso como un niño. Luego siguió mirando las publicaciones
de otras personas y dijo:
—¿Consuelo del Mar no era
aquella muchacha latina exuberante que te rechazó, Michel?
—Es correcto. ¿Quieres
burlarte de mis intentos de música tropical?
—No, bueno, sí, pero
ahora no. Es que tiene un perfil muy popular en esta red social y dice que tu
hija Estelle y mi primo Cian son amantes.
De momento, no les puse
mucha atención cuando comenzaron a hablar de Consuelo del Mar y los problemas
de Cian. En esa época no me importaban los problemas de mi hermano y realmente
seguía enamorada de Eiden por lo que no sentía celos de las mujeres ligadas a
Michel, sin embargo, las cosas tomarían giros muy inesperados a partir de ese
día.
Esa misma noche, cuando
yo ya me había dormido, comencé a escuchar a mis padres hablar entre ellos muy
alterados. Me levanté sigilosamente para pegar una oreja en la puerta y oír que
decían, enterándome de que toda Gardenia estaba escandalizada porque habían
visto a Cian entrar al camerino de Estelle Angenoir después de su última
presentación. Discutían qué castigo debería recibir Cian por involucrarse con
una mujer mayor que tenía fama de tener muchos amantes y además decidieron
retirarle su amistad a Michel pues para ellos estaba bien que él a su edad me
pretendiera a mí, ¡pero Estelle de más de treinta años seduciendo al
adolescente Cian era absurdo y esperaban que Michel tuviera autoridad sobre las
decisiones de su hija adulta! A la mañana siguiente, mamá me dijo que no iría a
la escuela, debíamos preparar la boda de Cian pues iba a casarse de emergencia
con Ilmari por sugerencia de Michel. Mi tía Norma llegaría por la tarde para
discutir el asunto con mis padres, junto a Ilmari y Ángel, el hijo de la reina
Zoeila que ya era también amigo de mi hermano que por lo visto se estaba
volviendo una persona muy importante en Gardenia. Estuvimos hasta medio día
comprando cosas para la boda, luego fuimos a rezar por Cian a la catedral de
las montañas y volvimos al Pote Caliente para almorzar. Yo, aburrida y un poco
contenta de saber que Ilmari al casarse con Cian ya no tendría oportunidades
con Eiden, le pregunté a mi madre como si nada pasara:
—¿No podré ver a Michel
esta tarde?
—No, le hemos dicho que
mientras no resuelva el problema que provocó su hija, no vamos a recibirlo en
nuestra casa. ¡Esa mujer es una prostituta! Ha dormido con tantos hombres que
la gente ha perdido la cuenta, no habría un problema si al menos decidiera
casarse con alguno, ¡pero ha dicho en público que no quiere casarse ni tener
hijos! Yo espero que el señor Angenoir recapacite, en realidad quisiera que
estemos en buenos términos con él y te despose pronto; no hay hombre en la isla
que pueda ofrecer más dinero por ti.
Me quedé confundida
mirándola y seguí comiendo. Poco después llegó mi tía Norma también enojada
porque le habían llegado rumores de que Ilmari había estado peleando en público
con Estelle por razones que desconocía. Yo, al escuchar esto, tuve un mal presentimiento
y empecé a esperar ansiosamente que llegara Cian para aclararlo todo. Poco
después apareció en un auto nuevo y lujoso acompañado de Ilmari vestida de
chico y un muchacho alto, guapo, con una piel que brillaba como el ébano bajo
el sol; ese último era el inaccesible príncipe de Celes. Yo, un poco envidiosa
de toda la relevancia que Cian había obtenido, le pedí que habláramos a solas y
lo confronté:
—¿Qué hiciste, Cian? Mamá
y la tía Norma están muy enojadas. Lo peor es que por tu culpa se enojaron
también con Micky. ¿Qué tiene él que ver? Yo me aburro aquí y lo único
divertido que pasa es cuando él viene a hablar conmigo y me regala alguna
muñeca. Aunque ya estoy muy grande para jugar con ellas, me gusta
coleccionarlas y que venga.
—¿Tú qué haces hablando
con ese señor raro, boba? ¡Deja de contarle cosas del Pote Caliente! Deberías
estar practicando, pronto serán tus exámenes en la escuela militar.
Me pareció raro que
hablara así de Michel, puesto que antes le tenía mucha confianza. Supuse que
iba a ponerse celoso y egoísta, yo le contesté desdeñosa:
—Mamá dice que ahora es
más importante ayudarla en los preparativos de la boda. Van a casarte con
Ilmari este fin de semana. Dicen que no pueden esperar más, es una cuestión de
honor, para demostrar que eres un líder serio.
Cian no me siguió
escuchando, salió corriendo de forma muy grosera y entró a nuestra casa. Fui
tras él y llegué justo cuando Ilmari, entre lágrimas y recibiendo toda la ira
de tía Norma, confesaba que no quería casarse con Cian porque ya era novia de
Eiden Ishikawa. Yo sentí un nudo en la garganta, la cara caliente y las
lágrimas comenzando a llenar mis ojos; me fui corriendo a mi habitación y me
encerré, con rabia saqué todas mis fotos y recortes de Eiden para tirarlos al
piso y patearlos enojada. Luego me acurruqué a llorar sobre ellos hasta que oí
que todos los visitantes se iban con la resolución de que Cian e Ilmari se iban
a casar lo más pronto posible y no podían oponerse. Yo, con cierto egoísmo
malvado, levanté la vista e hipando por el llanto me sentí satisfecha.
A medianoche mis padres
me dijeron que me pusiera uno de mis vestidos caros y partimos todos rumbo a
Adalsteinn, ahí se casarían Cian e Ilmari en las primeras horas de la mañana.
Mi prima ya estaba ataviada en su vestido blanco de novia con el cabello adornado
con flores y cristales, mientras mamá y yo planchábamos la larga capa del
uniforme negro de gala de Cian. Estaba cansada y tenía mucho sueño, así que
cuando faltaba poco para la ceremonia fui al sofá de tía Norma y me recosté
para cerrar los ojos un rato, poco después sentí que alguien me arropaba. Abrí
los ojos y vi que era Michel Angenoir cubriéndome con su abrigo, pero lo hizo
de una manera tan formal y rígida que parecía más un robot de servicio que un
amigo, lo que me hizo preguntarme si alguna vez sentiría algo más que la
programación detrás de sus acciones. De todas formas, lo agradecí y le
pregunté:
—¿Qué es Eiden de ti?
—Básicamente un
descendiente mío y de Emi.
Me respondió sin emoción
y mirándome, yo exclamé:
—¡Pues tu descendiente se
hizo novio de Ilmari! ¿No vas a decirle nada? ¡Eso está mal!
—La tutora legal de Eiden
es Emi, ella perdería este control sobre él si se casa y quizás esa sea la
motivación de Eiden. Pero creo que ella, en su afán de molestarme, lo está
permitiendo porque sabe que yo no quería que su familia se involucrara con los
Petersen.
—¿Y qué gana ella con
esto? ¿Solo enojarte?
—No. Debe ser su
venganza, yo he ayudado con dinero y obras al nuevo gobierno por petición de
Cian para seguir teniendo el apoyo de tu padre y de los Petersen. Debo velar
por mis intereses personales, que son encajar mejor en esta sociedad, pero
también por los intereses de quienes me han puesto a trabajar en esta isla; no
puedo lograr esto si no trabajo en conjunto con los líderes de Celes. Emi, como
siempre no piensa en eso y solo estorba. Pero el problema se resolverá con esta
boda.
Al escucharlo me sentí
más tranquila y me quedé hablando con él hasta que llegó el momento en que
todos tendríamos que ir a las minas de Adalsteinn donde se oficiaría la boda.
Mientras esperábamos, Michel se sentó a mi lado y yo me recosté en su regazo preguntándole:
—¿Por qué no ha venido
aún Leif?
—Él no vendrá.
Me respondió simplemente,
yo lo miré sorprendida:
—Pero Ilmari y Cian van a
casarse, él querría estar presente.
—Probablemente se oponga
y retrase la boda, aunque le molestaría más ver a Ilmari con Eiden, él no está
de acuerdo en que tu tía Norma obligue a sus hijos a moldear sus vidas a la
voluntad de ella.
—¿Qué quieres decir?
Entonces Michel me contó,
mirándome con sus ojos fríos mientras me acariciaba el cabello:
—Leif siempre tuvo una
relación complicada con su madre. Heredó de ella su carácter fuerte,
irreverente y extrovertido, pero Norma no está acostumbrada a que ningún hombre
pase por encima de ella y no iba a tolerarlo de uno de sus propios hijos.
Batalló muchos años porque Leif fuera un hombre dócil y tímido como tu tío
Teppo y el resto de tus primos, le gritaba y lo golpeada esperando que el niño
cediera por el miedo, pero Leif era un joven valiente y tenaz que con cada
agresión solo se sentía más animado a rebelarse. Con el tiempo, aquel constante
maltrato de Norma hizo meya en Leif y él comenzó a sentirse incómodo con ella,
luego con el resto de las mujeres, le parecían todas hostiles, aunque las
admiraba. Finalmente, cuando cumplió quince años le confesó a Norma que él
prefería la compañía y el cariño de los hombres y ella montó en cólera e
intentó matarlo. Entonces yo intervine y me lo llevé a Gardenia, proponiéndole
a Norma que perdonara la vida del chico hasta que cumpliera veinte años, y si
al cabo de ese tiempo él no se volvía un hombre fuerte, ella podría matarlo.
Pasaron los años y Leif, pese a los prejuicios, se volvió un hombre osado, rudo
y muy exitoso en Gardenia. Entonces tu tía Norma se sintió orgullosa y le pidió
que volviera a Adalsteinn, pero él ya no quiso regresar. Aunque madre e hijo
hicieron las paces y se perdonaron, había cicatrices que no podrían borrar y su
relación nunca volvió a ser la misma. Además, él jamás aceptó que tu tía
obligara a los otros a vivir de acuerdo con los intereses del grupo familiar
antes que los personales. Ella pensó que el amor y el peso de la sangre serían
tan fuertes que nada los alejaría, pero no es así. Todo tiene un límite y si lo
sobrepasas luego ya no hay vuelta atrás. Solo queda arrepentirse y soportarlo.
Lo escuché conmovida y
preocupada al recordar que Cian y yo a menudo estábamos cerca de ese límite y,
aunque yo amaba a mi hermano y no quería perderlo, mi orgullo era más grande y
muchas veces antes de buscar solucionar las cosas con Cian prefería saciar mi
deseo de vengarme u opacarlo para recibir más atención que él. Poco después nos
avisaron que había llegado el momento de la ceremonia, todos salimos tras de
los novios en una especie de procesión triste rumbo a un manantial especial
dedicado a Ilmari donde según las tradiciones místicas los futuros esposos
debían derramar cada uno una gota de sangre para desposarse. Yo iba
preguntándole cosas al respecto de este ritual a Michel cuando al llegar al
manantial vi una escena espantosa, ahí estaba Eiden sentado, metido en el agua
y rodeado de sangre. Aterrada y con el corazón roto, salí corriendo y fui a
esconderme lejos tras de unas rocas. Estaba temblando, quería llorar, pero no
podía al estar respirando tan agitadamente que los sollozos no salían de mi garganta.
Los segundos me parecían eternos, no me imaginaba como podría seguir viviendo
luego de eso, fue como si de pronto el mundo explotara a mi alrededor y todo se
convirtiera en un infierno. No sé si luego de minutos u horas apareció Michel,
debo agradecerle que él fue el único que me recordó y fue a buscarme. Me
levantó del piso y me llevó en brazos de regreso a casa de mis tíos mientras yo
me aferraba a él como si fuera un último pedazo de mi mundo que se había
derrumbado. Al acercarnos vi desde lejos que ante la puerta estaba Ilmari
tendiendo una sábana blanca manchada de algo que no podía comprender y Michel
dijo:
—Tranquila, todos están
bien. Las heridas de Eiden eran superficiales. Emi lo trajo de madrugada, él
contaminó el pozo de Ilmari y con eso forzó un enlace entre ellos dos. Según
las tradiciones de los místicos, esa sábana anuncia que la novia era virgen y
ya han consumado el matrimonio. Ahora Eiden e Ilmari son marido y mujer, ella
deberá mudarse a la villa Ishikawa con él.
—Bájame…
Le pedí apresurada
sintiendo náuseas y vomité mientras me temblaban las piernas, él volvió a
levantarme del piso y seguimos acercándonos a la casa, para llegar cuando Cian
anunciaba a todos con voz firme:
—No quería casarme tan
pronto. Que nadie vuelva a meterse en mi intimidad. Si tengo una amante o cien,
eso no debería ser problema de nadie mientras siga desempeñando bien mi
trabajo.
Sentí un mareo, creí que
volvería desmayarme, pero entonces algo me devolvió las fuerzas, Cian e Ilmari
habían impuesto sus caprichos de una manera grotesca, vulgar; así que salté de
los brazos de Michel para ir a pararme al lado de Cian queriendo decirle muchas
cosas, pero solo pude murmurar entre lágrimas:
—Ilmari y tú sabían que
yo amaba a Eiden, nunca los perdonaré. ¡Es horrible! ¡El peor día de mi vida!
Después corrí otra vez a
Michel buscando refugio en él, que extrañamente tenía una mirada de algo
similar a la indignación; entonces habló simulando esa personalidad que
adoptaba cuando no estaba en confianza:
—Es realmente
imperdonable, Cian. Si tus padres y tus tíos no tienen corazón de decírtelo, te
lo digo yo: ¡esto ha sido horroroso! Se casaron a la fuerza e irrespetando el
pudor de todos al no tener al menos el recato de esperar a que nos fuéramos
para hacer sus costumbres medio salvajes y ahora Ilmari sufrirá el resto de su
vida en territorio de los Ishikawa y entre las garras de Emi. Con esto me has
demostrado que estás del lado de ella.
A partir de ese día mi
relación con Cian se rompió, algo similar pasó con Ilmari, la impresión había
sido tan fuerte que caí prendida en fiebre y papá acompañado de Michel fueron a
llevarme de regreso a casa mientras mamá se quedaba consolando a su prima tras
el accidentado matrimonio de su hija Ilmari. Ya estando a solas en mi
habitación después de la revelación en el manantial, el mundo se volvió un
murmullo distante. El viento susurraba entre los árboles, como si la naturaleza
misma quisiera consolarme. Me senté en mi cama, mirando sin ver, con la mente
llena de imágenes de Eiden, de Ilmari, y de la sangre en el agua. Luego fui al
baño mientras papá me preparaba té, y noté con horror que yo misma había
orinado sangre. Asustada grité llamando a mi padre y él llegó corriendo, al ver
el retrete entró en pánico y quiso llorar, pero reuniendo todas sus fuerzas
corrió al teléfono y llamó a mi tía Norma para que viniera a curarme. Luego me
metió a la cama y lloró en silencio a mi lado, creo que en parte por la angustia
de no saber qué me pasaba y en parte por la rebeldía de Cian. Tomé su mano y la
besé, apretándola como para darle fuerzas. Casi media hora luego llegaron mamá
y tía Norma, me quede a solas con mi tía y ella me hizo algunas preguntas,
abrió mi blusa y luego la volvió a cerrar diciendo:
—Tus senos ya se han
desarrollado, solo les falta crecer, y también tienes caderas. Creo que solo
estás teniendo tu menarquía, Yanmei. Esa sangre no es nada peligroso,
simplemente es tu periodo.
Luego sonrió como
orgullosa y encontrando consuelo en tenerme aún a mí, me abrazó con fuerza y
poco después me quedé dormida. Estaba física y emocionalmente agotada.
A la mañana siguiente,
mis padres trataron de actuar como si nada hubiera pasado, mamá me hizo un
desayuno especial y papá me prometió llevarme con él a patrullar por la tarde.
Yo salí a dar un paseo en mi bicicleta para pensar, pedaleando a toda velocidad
como si así pudiera escapar de mi extraña realidad; me detuve por fin al oeste
de la isla, en la zona de los huertos, y estuve un rato caminando entre los
árboles frutales, la hierba alta dorada y la bruma espesa que filtraba algunos
rayos de sol dibujando arabescos. Aspiré el aire frío, deseando que con la
brisa fresca pudiera limpiarme el ardor doloroso que sentía dentro del pecho.
Me preguntaba cómo pude estar tan ciega al enamorarme de alguien que no me
conocía, que no me correspondía y que no podría forzar a estar conmigo. El
amor, si es que eso era amor, dolía más de lo que imaginaba. Me sentí perdida,
ya no sabía cuál era mi lugar en el mundo. Caminé hasta subir un peñón con la
esperanza de poder ver toda la isla, me senté en la hierba bajo un viejo y
retorcido manzano y para mi decepción la vista estaba bloqueada por un grueso
manto de nubes reposando bajo un sol desganado, dándome la sensación de estar
en un islote en medio de un mar de nada. Estuve ahí un rato, arrepentida y
asustada, hasta que oí pasos. De pronto Michel Angenoir se sentó a mi lado
diciéndome con su calma inhumana:
—Tus padres me dijeron
que estarías aquí. Te he buscado mucho tiempo.
—¿Desde hace cuánto?
Hubo un silencio en que
él se quedó mirando un punto en el horizonte, creo que en alguna parte se
perdió entre lo que estábamos hablando y me dio una respuesta que no le pedí,
pero era un poco reveladora:
—Desde que me pregunté por primera vez qué
significa ser humano.
Entonces recliné mi sien
en su brazo y le contesté con displicencia, sin la presión de estar hablando
con alguien que pudiera juzgarme u ofenderse:
—Yo tampoco lo sé. Siento
que solo existo para agradar a otros y en el afán de lograrlo he perdido mis
ilusiones. Estoy profundamente avergonzada, envidiaba a mi hermano, sentía
celos de mi prima, siempre quise aplastarlos y ser la más popular, la más amada
por la familia; ahora lo he logrado y en esta cima que alcancé tras un viaje
tortuoso solo me siento sola. Sola y arrepentida, tenías razón, una vez
traspasas el límite no hay vuelta atrás. Solo queda soportar el dolor. He
perdido mi humanidad.
Entonces Michel me dijo,
y pude notar que hizo un buen esfuerzo por intentar parecer reconfortante:
—Yanmei, el dolor es una
señal de que estás viva, de que sientes profundamente. Aunque no lo entienda
del todo, sé que es importante.
En ese punto lo miré con
lágrimas en los ojos y le pregunté un poco enojada por lo que me pareció una
ligereza:
—¿Cómo puedes decir eso?
No sientes nada.
Para mi sorpresa, mis
ojos que buscaban acusarlo con un reclamo que ahora al recordar aquellos años
me parece soberbio, se encontraron con él mirándome de una forma que detuvo mi
mal humor y hablándome en un tono que intentaba ser suave:
—Pero puedo aprender. Y
puedo estar aquí, contigo.
De pronto fue como si ya
no pudiera más, lo abracé rompiendo en llanto y diciendo:
—¡Perdón! ¡Me arrepiento
de todo! Mi mundo se ha acabado, en realidad no quería que mi hermano fuera un
hombre malo, ya nunca volveré a jugar con Ilmari, y ahora ya no hay vuelta
atrás… Anoche me sentí tan mal que tuve mi primer período y siento que de golpe
me he vuelto adulta. Ya nunca podré ser solo una niña despreocupada y dormirme
esperando que mañana sea un día mejor…
—¿Porqué? Ha vuelto a
salir el sol, bajo esas nubes espesas aún está Gardenia, el Pote Caliente, las
montañas del norte escondiendo a Adalsteinn y los prados al sur. No ha pasado
nada extraño, Yanmei. Lo que has experimentado solo es un paso a la madurez. La
sangre que te sorprendió anoche en tu intimidad no es distinta a la que perdió
Eiden al teñir el pozo de Ilmari. Todos “sangramos”, todos debemos pasar un
proceso difícil para evolucionar, como una mariposa que antes de volar debe
sufrir una metamorfosis. Incluso yo debo experimentar ese sacrificio, pues para
comprender mejor a la humanidad y superarme en el arte de la arquitectura y el
paisajismo, necesito aprender algo que ya vemos que es maravilloso, pero muchas
veces duele… El sentir. Es una herramienta, un nuevo pincel, para mis obras.
Solo puedo decirte que, con el tiempo, las heridas de Eiden van a sanar, y tu
periodo un día será precursor de una nueva vida; lo que ahora duele mañana te
traerá alegría.
Me quedé un momento
mirando al mar de nubes que teníamos al frente y después de pensar un poco le
dije, frunciendo el ceño y sin dejar de mirar el raro paisaje:
—¿Sabes qué es lo más
loco? Que ahora que he perdido toda oportunidad y deseos de casarme con Eiden
lo más probable es que me case contigo para hacer felices a mis padres y
asegurarme un buen futuro, y serías el papá de la nueva vida de la que me estás
hablando, que podría ser una nueva Estelle o un minilaptop con algo de mala
suerte… Y no sé si eso me traerá alegría… Bueno, pero dicen que al final todos
los cambios son buenos.
—Debo volver a Gardenia,
Estelle ha recaído en su enfermedad. Necesito asegurarme de que ya tomó sus
medicinas y está descansando.
Me anunció él
levantándose y tendiéndome la mano para que lo acompañara, diciéndome:
—Antes te llevaré de
regreso a tu casa, tu padre dijo que hubo no sé qué problema con Emi Ishikawa
después de la boda y que sería mejor mantenerte lejos de todo hasta que las
cosas se asienten.
Me encogí de hombros y
fui con él. Michel no era la compañía más divertida, pero tenía el don de
hacerme ordenar mis propios pensamientos y con él no sentía la carga de
necesitar esforzarme por caerle bien. No sé qué le atraía de mí, pero era algo
que él sabía que tendría que aceptar junto a todos mis defectos y lo hacía sin
problemas. Yo estaba empezando a quererlo, no como quieres a una persona, sino
como quieres a tu manta favorita, la más suave y que te ofrece seguridad.
También me atraía de una forma rara, no como podría atraerme Eiden o cualquier
otro muchacho guapo, sino con la admiración que sientes al estar frente una
obra de arte; él, después de todo, era una obra de arte de la ingeniería. Si
puedes amar a tu patria, a un hermoso poema o tu herramienta favorita, puedes
tenerle cierto respeto cariñoso a un robot que de hecho te ayuda. Llegamos a mi
casa y me despedí de él con un abrazo mandándole saludos a Estelle. Ya me
sentía bastante mejor, es fascinante como a veces simplemente con hablar, confesar
tus faltas y sacar de tu corazón aquello que te oprime, te sientes más aliviada
de tus penas. Encontré en mi soledad no la ausencia de amor, sino la presencia
de una paz que solo se halla en la introspección.
Después de almorzar, me
fui con mi padre en el antiguo todoterreno familiar a patrullar el sur de la
isla, donde todo es principalmente llano. Ahí se cultiva trigo y maíz, y se
cría ganado. Lo más fascinante de esa zona de la isla es que sobre ella pasaba
flotando la famosa Villa del Cielo, la zona marginal de Celes donde vivían
hacinados los inmigrantes ilegales y los isleños en extrema pobreza. Miré el
enorme sistema de plataformas de madera suspendidas de varios globos enormes de
aire caliente alimentados por hornos que incineraban los desechos de la villa,
que pasaba a varios kilómetros de distancia, y vi cómo un precario ascensor iba
descendiendo de sus plataformas. Entonces le comenté a mi padre:
—¿Cómo será vivir allá
arriba?
—Terrible, dicen que es
extremadamente peligroso. Ni siquiera mis hombres del Pote Caliente se atrevían
a subir, pero tu hermano Cian fue y salvó una niña de un prostíbulo. Me
entristece su mala cabeza con las mujeres, pero siento gran orgullo por su valentía
y nobleza. Es amigo del hijo que la reina mantenía oculto debido a su
condición.
—¿El chico negro que
llegó con Cian e Ilmari a casa? ¿Qué condición tiene? Pobrecito…
—Pues ser negro.
Me quedé mirándolo con
reproche, pensando en que la villa del Cielo flotaba no por la magnificencia de
su arquitectura, sino por la ironía de una sociedad que prefiere elevar a sus
pobres en el aire antes que en la vida. Entonces papá recibió una llamada,
respondió y al escuchar las noticias se quedó impactado. Luego de cortar la
llamada me avisó:
—Tal parece que luego de
que Leif amenazara a Eiden Ishikawa esta mañana, Emi Ishikawa desapareció de su
residencia y ahora me confirman que Leif la secuestró pidiendo que divorcien a
su hermana o no regresará a la señorita Emi. ¡Ese muchacho es cada día más
parecido a su madre!
—Leif no sabe con quién
se ha metido…
Murmuré recordando que
Emi era todo menos una mujer indefensa, papá me señaló a la distancia, un grupo
de nuestros soldados estaba también patrullando la zona, y dijo saliendo del
todoterreno:
—¡Vamos! Unámonos a
nuestros compañeros. Debo hacer unas llamadas, el señor Angenoir ya está
intentando mediar, yo también quisiera comunicarme con Leif para que esto no le
traiga consecuencias muy negativas.
Lo seguí un poco entre
preocupada y harta de tantos problemas, al menos estábamos lejos de la acción y
yo podía distraerme recogiendo flores en los prados mientras papá y sus hombres
hablaban. Poco después se acercó un auto caro, por la marca sabía que era de la
flota del palacio de Gardenia, hay tan pocos autos en Celes que es fácil saber
más o menos de dónde viene o de quien es cada uno. De ese bajo Cian y yo me
sentí como si no estuviera lista para hablarle. Pensé que me vería muy extraña
y no me creería si de pronto fuera a abrazarlo y pedirle perdón, más aún cuando
él ahora era un hombre implacable que dominaba a todos. Así que me alejé por el
prado y seguí cortando flores sin decir nada hasta que el grupo divisó a lo
lejos algo y me acerqué un poco a ver qué pasaba, estaban mirando que cerca de
nosotros había otro auto caro estacionado y un vago lo estaba intentando abrir.
Yo reconocí el vehículo al instante y exclamé:
—Es de Michel Angenoir.
¿Cómo se atreve a tocarlo?
Corrí al lugar indignada,
quizás no me hubiera enojado tanto en otra situación, pero tenía mi periodo y
aunque en parte es un mito que estando en esos días te pones de peor humor, lo
cierto es que en esa ocasión ataqué con ferocidad. Le asesté una patada directo
en la cabeza, luego varios golpes en el pecho y el abdomen, finalmente le hice
un barrido y cuando cayó al piso, de forma espontánea, di un grito y lo hice
elevarse un par de metros del suelo para luego estrellarlo de nuevo contra el
piso, dejándolo fuera de combate. Así aprendí a darle a mi telekinesis un uso
más aparte de servirme para rezar por la villa del Cielo, que ahora teníamos
muy cerca y cuando levanté la vista noté que se estaba girando un poco, lo cual
era raro. Más extraño aún era que el auto de Michel estuviera ahí, pero pronto
supimos qué pasaba… Cuando mi hermano Cian se disponía a subir a la villa del
Cielo para ver si nuestro raro amigo estaba ahí, se escucharon unas explosiones
arriba. Poco después Cian confirmó que no solo Michel estaba allá, sino también
Leif y Emi. Yo de inmediato supuse que esa mujer había hecho algo… Nos alejamos
un poco del área y papá pidió que enviaran el único helicóptero de la isla. Se
escucharon más ruidos, disparos, no podíamos saber que pasaba, pero fue un
alivio ver que poco después Cian bajaba de la villa del Cielo tras rescatar a
Emi, que por cierto venía fingiendo ser una damisela en apuros… Todavía
estábamos en vilo pues Leif y Michel seguían arriba ya que la delicada señorita
Emi había intentado sacar a la villa del Cielo de curso para que se estrellara
en Gardenia… Ella lloriqueando dijo que fue porque estaba presa del pánico y
quería escapar de cualquier forma. Para mi disgusto, mi padre y Cian le
creyeron… Mientras tanto Leif avisaba que Michel estaba trabajando arriba en
alguna solución para volver a estabilizar la villa voladora, y según sus
cálculos eso solo sería posible demoliendo una sección. Con Leif como contacto
arriba en la villa, Michel nos ordenó alejarnos de la zona y así lo hicimos. Los
hombres, tontamente, nos dejaron juntas a Emi y a mí, según ellos para que
estuviéramos más cómodas entre mujeres. Nos quedamos de pie la una junto a la
otra en un tenso silencio, hasta que ella me dijo:
—¿Qué sabes tú de arte?
Michel no es un hombre, no es tu amigo, es una escultura cinética. Y es mío. No
tienes porqué meterte en mis cosas, yo hago lo que quiera con lo que es mío.
—El arte y la tecnología
no le pertenecen a una sola persona, sino a toda la humanidad. Tú le das un mal
uso, lo abusas, lo averías, has intentado destruirlo. No mereces tenerlo, lo
desperdicias.
Le respondí mirándola de
forma acusadora, ella replicó:
—¡¿Y qué?! ¡Es mío, yo
hago lo que quiera con lo que es mío! ¡No te debe importar! ¡Envidiosa!
Con esas palabras me
mordí los labios y no quise responderle más, pues temía volver a ser
entrometida y codiciosa como lo fui con Ilmari al querer tener a Eiden. La
palabra “envidia” ahora me daba asco, no quería ser así jamás, ni quería estar
cerca de nadie que fuera así. Justo entonces sonó una explosión tan grande que
retumbó en toda la isla, un costado de la villa del Cielo se encendió en una
bola de fuego que se apagó casi de inmediato mientras un montón de escombros
caían al piso. Emi Ishikawa cayó de rodillas en el pasto tocándose el pecho
como si la hubiera atacado un dolor agudo y yo tuve un mal presentimiento. Vi
que los hombres hablaban entre sí alarmados y me acerqué a ver qué pasaba,
entonces escuché a Cian preguntando a nuestro padre:
—¿No debemos ir a
recuperar los cuerpos?
Papá le respondió, como
con temor:
—Es que ahí está Michel…
Alarmada, corrí al lugar
del impacto mientras Leif informaba por teléfono que no había más heridos, solo
Michel había caído; a mí no me importaba si estaba muy roto, quería recoger los
pedazos y repararlo como fuera. Para mi alivio, estaba entero, venía caminando
entre los restos chamuscados con las manos en los bolsillos y en bastante buen
estado, salvo por su rostro; literalmente se había caído a pedazos y podíamos
ver su armazón metálica sosteniendo un ojo totalmente expuesto y los músculos
hechos de amasijos de cables y circuitos que emulaban estructuras anatómicas.
Yo estaba contenta porque solo eran daños externos, pero Emi se le acercó con
expresión trágica y Michel le habló con lo poco que quedaba de sus labios e
imitando el orgullo de ella:
—¿Esperas que el dolor me
reblandezca? Pues te equivocas. Solo me enoja un poco más. Yo no tendría por
qué estar experimentando esto, es grotesco, ¿para qué? Si realmente sientes
algo de lástima, o lo que sea, dime, tú tienes el manual, ¿cómo apagar?
—Se debe apagar desde el
corazón.
Le respondió Emi,
revelándonos que para que él dejara de funcionar ella tendría que perder su
inmortalidad apagando también el dispositivo que la mantenía joven, los dos
debían morir juntos. Saber esto me entristeció, pero más me dolió oír que
Michel quería que lo apagaran. Ya estaba harto de todos nosotros. Él miró a Emi
un rato como si no pudiera terminar de procesar la noticia, luego volvió a
entrar en personaje, sin darse cuenta de que ya era inútil porque todos
podíamos ver que no era humano, y dijo simulando calma y buen humor:
—Bueno, ¿nadie me va a
preguntar quién es mi sastre? Este traje aguanta más que mi cara. Y para colmo
no recuerdo dónde estacioné mi auto.
Ninguno de los presentes
se atrevió a decir nada, yo empecé a llorar porque fue como ver un perro herido
que aun con el dolor y asustado mueve la cola al ver que se acercan sus amigos.
Entonces corrí a abrazarlo y solo acerté a preguntarle mientras él seguía sin
admitir la gravedad de lo que le había pasado:
—¿Te vas a morir?
—No, ma chérie. La suerte
nunca está de mi lado.
Respondió aun tratando de
bromear, pero dejó de hacerlo al verme; entonces volvió a ponerse inexpresivo,
sacó un pañuelo y se inclinó para secar mis lágrimas diciendo:
—Creí que me odiarías al
verme así.
Yo acaricié con mis dedos
lo que quedaba de la piel chamuscada de su rostro intentando consolarlo pues
sabía que, aunque no lo mostraba, los sensores táctiles de su cubierta estaban
detectando el daño y esa información quizás se podría traducir como dolor; y le
dije algo enojada por la poca importancia que se daba a sí mismo:
—¡Nunca me ha importado
tu aspecto! De hecho… Creo que te ves medio afeminado, flacucho y raro... Pero
me encanta pasar tiempo contigo. ¡Por mí podrías no tener cuerpo y aun así me
gustarías!
Le di un beso rápido en
su boca maltrecha y me quemó un poco, lo mismo que si hubiera pegado los labios
en una taza de chocolate caliente. Él se quedó congelado unos segundos, sin
saber de qué forma reaccionar, luego miró a Emi como recriminándola y ella solo
se alejó cabizbaja. De repente sentí un tirón en el brazo, era mi hermano Cian
que muy confundido y espantado le gritó a Michel:
—¡No te le acerques a mi
hermana menor! ¿Qué carajos eres? ¡¿Qué mierda eres?!
Michel le respondió con
calma, antes de irse a buscar su vehículo:
—¿Conoces el AutoCAD?
Pues yo soy mejor.
Luego se fue y yo me
quedé triste, preocupada porque no sabía cuántas reparaciones iba a necesitar
él antes de que pudiera volver a verlo y platicar juntos. Yo creo que esa tarde
Michel, en su intento por comprender el amor, se encontró con la paradoja de
que para sentir debía primero aceptar la imperfección.
VESTIDA DE BLANCO
A la mañana siguiente,
luego de la escuela, fui a rezar a la catedral de Adalsteinn y después bajé en
mi bicicleta a Gardenia. Quería ver cómo estaba Micky. No mucha gente sabía
dónde vivía, era una figura oscura en la sociedad de Celes; con mucha
influencia, pero casi anónimo. Su casa estaba en una esquina en las afueras de
Gardenia, al pie de una colina desde la cual podía ver toda la ciudad, era una
edificación peculiar y algo ecléctica que tenía cierto halo de misterio. Toqué
a la puerta y me abrió una mucama, a primera vista noté que tampoco era un ser
humano real. Con una escalofriante sonrisa muerta y una voz que no estaba
sincronizada con sus labios me preguntó qué deseaba y después me informó que el
señor Angenoir no podía atenderme en esos momentos. Yo me le quedé mirando sin
responder y finalmente dije:
—Apuesto a que tú
controlas a tu mucama, Micky… Eres tú mismo, limpiando tu casa y atendiendo la
puerta, pero en tu modo travesti raro…
La mucama se quedó
congelada y después parpadeó sin sincronizar bien el movimiento, un ojo primero
y el otro después, era evidente que ese modelo no era tan avanzado como el del
dueño de la casa, por fin apareció Leif desde el interior de la residencia y la
apartó con fastidio haciéndome señas para que entrara. Él me habló, mientras me
guiaba a través de la casa un tanto laberíntica, perfectamente decorada y
organizada en una mezcla clara entre elementos futuristas y diseños Art
Nouveau:
—Ven, Michel debe estar
conectado a las máquinas de su empresa para diagnósticos y reparaciones
profundas. ¡Cuando seas la señora de esta casa, tira esa chatarra a la basura!
Las esposas místicas deben hacerse cargo personalmente del cuidado de su hogar.
Los sirvientes son la puerta del diablo.
Yo miré a mi alrededor y
le respondí desalentada:
—¡Pero esta casa es
enorme, Leif! ¡Tendría que pasar todo el día limpiándola! No tendría tiempo
para nada más, ni salir, ni pasatiempos.
—Bah, hay esposas que aún
con mucamas no hacen nada. Mejor nos aseguramos de que estarás entretenida con
algo mientras tu marido trabaja.
—De todos modos, la
sirvienta es una extensión de Michel, por si no lo has notado… La tecnología
está aquí para ayudarnos, Leif. Podríamos cambiarla por otro tipo de robot de
limpieza, uno menos aterrador.
—Eres tan tramposa para
negociar como él, ya veo por qué se llevan bien… Ven, apóyame en el trato que
le propuse a cambio de liberar a Emi y él ahora no quiere cumplir.
Finalmente llegamos a la
alcoba de Michel que podría haber sido un dormitorio típico al estilo Art
Nouveau de no ser porque por el brillo de luces led emitido de algunos muebles
podías adivinar que estos eran en realidad aparatos de mantenimiento. En un sillón
y conectado a diversos cables estaba Michel en una bata de baño de seda y
desprovisto de todas sus cubiertas externas mostrando su verdadera naturaleza:
un robot en toda regla, con motores, circuitos y cables dispuestos a modo de
imitar estructuras anatómicas. Él bajó la mirada con sus párpados de plástico
blanco entornados y murmuró:
—No me parece correcto
que la dejes verme así, Leif.
Mi primo se le acercó
para desconectarle un antebrazo y comenzó a examinarlo diciendo:
—La chica seguramente
querrá saber cómo va tu reparación, nadie compra aparatos averiados. Esta pieza
va a tener que volverse a hacer, imposible repararla. Hay otras que también hay
que cambiar por nuevas, lo demás solo necesita un poco de mantenimiento,
lubricante en las articulaciones y meterlo a la cama a “dormir”
Entonces se tiró a la
cama haciendo que las lámparas de fibra óptica en forma con motivos vegetales
que la decoraban cambiaran su brillo por uno tenue y rojizo, y siguió
explicándome:
—La cama es una estación
de carga inalámbrica, él debe tirarse ahí unas ocho horas cada noche para
recargar la batería y sincronizar sus componentes mientras está en modo de
ahorro de energía. ¡Digamos que duerme! Esa Emi debería pagar los costos de
reparación, no hace el mínimo esfuerzo por conservar a Michel, pero lo hace
trabajar al límite sin importarle los riesgos.
—Insisto en que no me
parece correcto que la dejes verme así, Leif…
Repitió Michel ya
incómodo, y mi primo exclamó:
—¿Qué te pasa, ridículo?
¿No dijiste que mi prima no se preocupaba por tu aspecto? Has desarrollado
cierta vanidad, ¿eh? Te gusta verte como los angelitos ñoños de Gardenia. Te
quitaremos el cerebro, hacemos otros cinco cuerpos iguales al tuyo y tendremos
nuestra propia banda de Kpop.
El arquitecto de
Gardenia, quizás ya harto de los comentarios de Leif, entró a la habitación en
la forma de la mucama, caminando como una anciana pese a pretendía ser una
mujer joven, y cubrió su cuerpo principal con una manta hablando con su voz
habitual, pero con un sonido de mucha menor calidad:
—Son directivas de la
empresa, mi aspecto clásico ya es el sello personal de mi marca. Ahora, sigamos
hablando sobre tu propuesta, Leif. Tú cumpliste tu parte del trato liberando a
Emi, ahora quiero hacer mi parte, pero necesito que comprendas que hay una
serie de limitaciones e inconvenientes…
Yo pregunté, sentándome
en cama:
—¿Qué trato hicieron?
Entonces mi primo se
sentó a mi lado y empezó a enseñarme en su teléfono fotos de una parte de la
isla que nunca había visto; una zona marginal construida en unos riscos como
colgados sobre el mar, casi en vertical, y me explicó:
—Esto siempre ha
existido, pero Michel y Emi prefieren ignorarlo, le llaman la barranca de los
piratas y es un asentamiento de personas que como yo no aceptaron la
disgregación que se impone en Celes, así que se establecieron ahí. La mayoría
son pescadores y no pocos criminales, pero es gente fuerte que yo podría ganar
a nuestro favor con mi don de sugestión; y con la ayuda de Michel podría
construirse ahí un pueblo nuevo y muy original que sería además una nueva
atracción turística.
Michel comentó entonces:
—Siempre me pareció una
mancha sucia en la isla, mucho peor que la villa del Cielo, así que solo la
ignoraba. De todas formas, el medio ambiente y la dureza de la vida que llevan
esos rebeldes hace que proliferen muy poco. Por una parte, me parece moralmente
correcto ayudarlos, además que las últimas noticias de parte de mi empresa me
dan un incentivo fuerte para considerar la propuesta de Leif: se ha perdido
mucho dinero en mi reparación, los inversores se quejaron además de que hace
mucho tiempo yo no he hecho nada realmente espectacular en Celes. Mis
desarrolladores están preocupados de perder el contrato y que me reemplacen con
otro sistema. Si consiguiera desarrollar la barranca de los piratas complacería
a los inversores, mi empresa está de acuerdo, pero yo calculo que, aunque
podría crear la prometida ciudad vertical, no tendría la belleza suficiente
para impresionar en verdad a los turistas y a los inversores por igual. Creo
que me falta algo para impactar los sentidos de los seres humanos, no puedo igualar
todavía el sentir de un artista humano. Comuniqué mi preocupación a mi empresa
y ellos me ordenaron esperar las próximas actualizaciones y seguir adelante con
el proyecto. Sin embargo, yo sigo demorándolo. No termino de procesar los
lineamientos, no hay diseño que yo pueda decir que cumpla sus expectativas…
Leif se le quedó mirando
con el ceño fruncido y la boca entreabierta, como incrédulo e indignado, luego
me dijo:
—Si le damos una patada
quizás siga andando. ¡Solo hazlo y ya, Michel Angenoir! Comienza el proyecto,
haz un par de casas, pon a dos influencers a bailar frente a ellas y no faltará
un tonto que te compre la idea. ¡Demuestra que eres un hombre aun cuando estás
en la forma de una señora tiesa vestida de mucama francesa!... En serio, te ves
más tonto así que como robot en reparación.
De esta forma, finalmente
Michel cedió, envió un mensaje de confirmación del proyecto a su empresa
avisando que ya tenía todo listo para comenzar y con esto comenzó una serie de
eventos que de hecho apresuraron mi propio proceso de madurez y tuvo consecuencias
serias para Michel.
En los siguientes días
los Angenoir estuvieron invitándome más a comer con ellos. Estelle nunca se
enteró de lo que le pasó a su padre pues él no quiso preocuparla y para
distraerla mientras él se terminaba de reparar me mandaba a mí a pasar tiempo
con ella. Estelle pasó unos días enferma, tenía una “telomeropatía” de parte de
Michel cuyo aporte genético no era de calidad al haber sido creado a partir de
una célula madre en un laboratorio con la única finalidad de engendrar niños
parecidos a él, sin preocuparse por otros aspectos. Yo no creía que fuera algo
tan serio pues, pese a que estaba extremadamente pálida y delgada, ella no
dejaba de estar de buen humor, bromear y bailar aun estando en su cama. Se
había enamorado además de mi hermano Cian y, para mi sorpresa, él aparentemente
la correspondía. Los vi una vez por casualidad juntos en casa de Estelle cuando
iba entrando para regalarle unas flores que corté en el camino y me chocó un
poco sorprender a mi hermano en acción… Varonil y serio como era, no se dejaba
enredar por los juegos de Estelle y al besarla lo hacía como los gallos cuando
se cruzan con las gallinas, como capturándolas mientras ellas aceptan someterse
agradecidas; ese tipo de interacción me aterró y recuerdo que salí corriendo de
la casa para no ver más. Yo, pese a mi juventud, sabía que cuando un hombre
joven se involucra con una mayor que él generalmente solo busca una aventura
pasajera, pero Estelle no parecía estar preocupada por esto. Me pidió que le
averiguara las medidas de Cian para rehacerle todos sus uniformes, quería verlo
siempre en traje de gala, de kepi y capa negra; yo no me opuse porque sabía que
Cian se había quedado sin uniformes, los quemó todos ejerciendo su deber y
tenía que salir a trabajar con lo que tuviera a la mano; generalmente
pantalones de mezclilla, sudaderas y una gorra de béisbol. En lo que sí traté
de hacerla recapacitar fue en la forma en que se estaba entregando a mi
hermano, sin ninguna precaución para proteger sus sentimientos. Se lo dije una
vez que practicaba sus bailes en un salón de su casa acondicionado para eso,
donde ella me respondió entusiasmada:
—¡No me importa, Yanmei!
Yo no podría ser como tú, que simplemente aceptas casarte sin estar enamorada
solo porque tus padres te lo piden y mi padre te parece un hombre llevadero. Yo
tengo que encontrar una pasión que me arrebate el aliento, un fogonazo, un
huracán… Nunca supe lo que es anhelar el amor de un hombre porque desde niña
tuve un padre que, quizás por no saber qué hacer exactamente, exageró sus mimos
y cuidados. Por cada pequeño capricho que tenía, Michel corría a satisfacerlo,
cada lágrima era consolada al instante. Y crecí esperando que todos los hombres
fueran así, y la mayoría no me complacía hasta ese punto y los que sí lo hacían
me recordaban tanto a mi padre que dejaban de atraerme como amantes. ¡No
encontraba un hombre a mi medida! Uno que pudiera dominar la bestia en mí…Hasta
que conocí a Cian.
—Yo no podría permitir
que un hombre me domine, creo que soy demasiado orgullosa…
Comenté entre risas y
Estelle me respondió deteniéndose y poniendo las manos en su cadera:
—¡Porque eres muy joven!
Pronto te aburrirás de los aduladores y los tímidos. Cuando eres bonita y estás
consciente de eso, pasa así.
—¿Soy bonita? Eso me lo
ha dicho la misma cantidad de gente que me dice que soy fea. Creo que eso me
pone en el rango de “regular”.
Le respondí mirándome en
una pared de espejo, Estelle me contestó posando junto a mí:
—Ser bonita es una
decisión y una actitud, créeme. Y te sugiero que elijas ser bonita, pero no te
creas que eso realmente vale algo. Cuando empieces a pensar que eres especial
por ser bonita, será la señal de que en realidad eres fea. Una rosa no dice “soy
una rosa”, simplemente abre sus pétalos y perfuma.
Yo miré mi reflejo,
ajustando mi cabello, y dije:
—Debo comprar ropa nueva,
he crecido muy rápido en los últimos meses y no tengo nada para ir a ver tus
presentaciones la otra semana. ¿Debería cambiar mi estilo o seguir usando mis
qipaos?
—Sigue usando tu ropa
tradicional, no copies el estilo de las damas de la ciudad de Gardenia. ¡Será
muy divertido ver a esas arpías hipócritas haciendo su mejor esfuerzo por
adularte y así agradar a mi padre cuando todo el tiempo se están quejando y
burlando de la gente de los pueblos de Celes! Además, Michel no te ha pedido
que cambies nada, por lo visto te has vuelto su pieza central. ¿Qué se estará
preparando para crear? No me ha comentado nada, salvo que será en la barranca
de los piratas.
—Porque no ha empezado
nada, que yo sepa. Sigue diciendo que le falta mucho para igualar el arte
humano, que le falta algo.
Estelle giró y se alejó
un poco bailando, luego dijo:
—Pobrecito, es como un
pájaro que está listo para dejar el nido, pero le da miedo volar. ¡Es una
inteligencia artificial general hecha con una tecnología que se ha desarrollado
durante mil años!, no un chatbot diseñado para atender órdenes de pizza. Ya está
capacitado para eso y más, pero le hace falta algo que lo empuje para que caiga
al vacío y se atreva. Eso es muy humano de Michel, es inseguro, como todos los
hombres.
Luego se detuvo en una
barra para hacer algunos estiramientos y continuó diciendo:
—¡Yo creo que todos los
robots son hombres, sabes! Es muy sencillo replicar la mente masculina. Pero a
nosotras no nos podrán igualar ni en mil años, ni en diez mil. Las mujeres
somos el cáliz de la vida. Solo nosotras podemos crear a un hombre real o destruirlo.
Yo he destruido muchos, pero todo se paga en este mundo, y a mí se me está
cobrando esa falta con Cian.
Lo que Estelle me dijo
aquella tarde me dejó pensando. En los siguientes días seguí yendo a la
escuela, había dejado de acosar a mis compañeros y con mi nueva actitud empecé
a tener nuevos amigos; algunos incluso se empezaban a interesar en mí de manera
romántica. Cuando los maestros se enteraron de esto, me llamaron a la oficina
del director y él me avisó que por órdenes de mis padres ya no iba a seguir
estudiando. Temían que mis nuevas amistades pusieran en riesgo mi compromiso
nupcial. Ese día volví muy triste a casa, iba a extrañar la escuela, me faltaba
ya poco para graduarme y justo estábamos viendo temas que me gustaban. Al
despedirme de mis compañeros de la escuela militar, abracé a aquellos a los que
antes acosaba y les pedí perdón; aceptaron mis disculpas con solemnidad pues ya
todos me consideraban una señora casada y estaban al tanto de que mi marido iba
a ser el arquitecto de Celes y director de la Sociedad de Azrael. No lo dijimos
al ser tan jóvenes, pero creo que en los ojos de todos nosotros había confusión
y tristeza al asomarnos al mundo de los adultos. La solución de mis padres a mi
educación truncada fue darme una laptop para que “estudiara sola” desde mi casa
y me ordenaron que pasara más tiempo con los Angenoir. Esa fue la primera vez que
sentí que mi matrimonio estaba limitando mi vida. Cuando Michel terminó de
repararse, reanudó sus visitas a mi casa y me ayudó un poco a seguir
estudiando, pero no era lo mismo que asistir a una escuela y vivir la
experiencia de coexistir con otros adolescentes. Si bien él aparentaba tener
unos quince años, en realidad actuaba como un adulto y pese a que estaba al
tanto de las modas y tendencias actuales se ceñía a su meta de mantener a Celes
en la Belle Époque. Le pregunté qué podría ser divertido en su mundo que
parecía haberse quedado fijo en una representación histórica entre 1890 y 1910,
y él me invitó a acompañarlo a dinamitar ángeles a espaldas de la ley. Bueno,
eso fue divertido. Pero realmente siento que en nuestro noviazgo me perdí
algunas experiencias de mi adolescencia.
Cuando comenzó la
temporada de ballet, fui con Michel a la presentación de apertura, él solía ir
únicamente a esta para que su hija se sintiera honrada sin ser vigilada. Yo
seguí los consejos de Estelle y asistí vestida con un largo sheongsam de seda
bordada en hilo de oro, un chal a juego y por primera vez me puse lápiz de
labios rojo; esa noche también lucí los aretes de rubíes de mamá, que solo
usaba en ocasiones muy especiales. Esa fue la primera vez que sentí que los
hombres se volvían a mirarme y me trataban como una mujer “de verdad”. Aquella
era una noche especial para Estelle, haría su papel favorito, la princesa
Odette en El lago de los cisnes. Los famosos “turistas”, que venían más allá
del tiempo y el espacio a vacacionar a veces durante décadas en la eterna época
victoriana que vivíamos en Celes para su diversión, estaban ahí disfrazados
como gente normal, pero quizás por el ambiente misterioso y algo surrealista
que imperaba en el teatro de arquitectura Art Nouveau para hacer juego con el
resto de la ciudad por obra de mi ya oficialmente novio, se sentía con más
fuerza que estábamos entre seres extraños. Los caballeros de levita y sombrero
de copa y las damas en largos vestidos de seda llenaban los salones y pasillos
entre jarrones de flores y arañas de cristal que descomponían la luz en
destellos de colores que se perdían entre el humo de los cigarrillos y la media
luz de los rincones. Nos sentamos en un palco de los más altos, donde no
llamaríamos mucho la atención pues Michel era quizás el ente más misterioso de
todo el teatro; desde ahí podíamos ver a todos los asistentes bañados por la
tenue luz dorada que reinaba dentro del gran salón, ornamentado con murales
románticos y motivos siempre inspirados por cuerpos celestes, molduras de yeso
cubiertas con hojas de oro en la forma de cornucopias, ninfas, querubines y
ramos de flores entre largos cortinajes de terciopelo rojo. La puesta en escena
estaba un poco aburrida, así que en determinado momento me aburrí y me puse a
mirar a la gente en el público. Ahí estaban Ilmari y Eiden, ella ya se notaba
embarazada y más mayor, medio escondido en las sombras de una esquina estaba
Cian de seguro esperando al final de la presentación para reunirse con Estelle,
y lejos en otro palco estaba Leif “dirigiendo” a la orquesta con más frenesí
que el propio director. Yo me quedé mirándolo y le pregunté a Michel:
—¿Por qué no nos sentamos
con Leif?
—Saldríamos cada uno con
un ojo morado por los manotazos que tira al aire.
—La música lo emociona.
¿Tú no has logrado encontrar la inspiración para empezar tus planos?
Él me respondió sin mover
la vista del escenario:
—Puedo replicar y
aprender patrones humanos de comportamiento, recordar eventos, capturar la
esencia de lo que es un impulso subconsciente, pero la espontaneidad que surge
de lo vivido y no de lo analizado, sigue siendo un desafío para mí. La
humanidad tiene antojos inexplicables y decisiones impulsivas basadas en un
vasto y complejo tapiz de experiencias, yo carezco de eso.
—Has estado en este mundo
como doscientos años, Michel… No es como que seas un npc en un videojuego, has
tenido demasiado tiempo para hacer la tarea. ¿Cómo es que el arte, algo tan
humano, no puede ser superado por una buena inteligencia artificial? Por ejemplo,
la música, en esencia, es un patrón de notas. ¡Una máquina puede hacerlo! Y la
arquitectura, ¡es igual!, formas, medidas, qué sé yo… Tú puedes hacer eso
quizás mejor que un ser humano real. Más exacto, más seguro, más todo.
Michel replicó señalando
a su hija:
—Quizás, Yanmei, es que
el arte no es solo notas o colores, sino la magia incomprensible de un alma
expresándose. La música es más que la suma de sus componentes. Es el momento,
el sentimiento, lo que no se puede analizar, solo sentir. Y aunque la IA pueda
replicar patrones, ¿podría sentir la sinfonía de una vida vivida?
—Te hace falta “la
sustancia X”.
—Algo así.
—Michel, eso es de las
Chicas Super Poderosas, te estoy tomando el pelo, tonto… ¡Ya tienes todo eso…!
La humanidad es…
—¿Tú misma no puedes
decírmelo?
Me preguntó el arquitecto
de Gardenia, sin dejar de mirar a Estelle girando de puntas entre el decorado,
y luego dijo:
—Quizás algún día, cuando
mire hacia atrás, me preguntaré también sobre mi propia melodía.
—¿Sabes qué creo? Que la
humanidad es algo que te dan los demás seres humanos. Por eso dicen que estamos
humanizando mucho a las máquinas y deshumanizando mucho a la gente, y ahí nos
encontramos tú y yo en el mismo nivel. Porque en Celes una mujer joven se vende
por cuatro vacas y eso es lo mismo que vale una computadora.
—¡Qué disparate! No hay
precio para la vida humana y… ¿Vas a limitarme por temor a humanizarme más?
—No te limito nada porque
te quiero y con eso ya te humanizo bastante. Te querré como mi mamá que le
cosió un vestidito a su licuadora y le llama “la princesa”. Lo que te humaniza
es el grado de amor que recibes, por eso los científicos que te desarrollaron
están tan confiados en tus habilidades y te gané porque tengo razón.
Él me miró de reojo y
preguntó:
—¿La princesa, con
bastante cariño de tu madre, será capaz de diseñar una ciudad colgada de un acantilado?
—No, pero hace buenas
salsas.
Concluí justo en el
momento que la presentación se puso más interesante. Más tarde, cuando ya nos
íbamos pudimos comprobar que Cian se escurría discretamente a los camerinos.
Entonces Michel me dijo:
—Podría jurar que cuando
veníamos de camino al teatro lo vi comprando un ramo de rosas rojas. Pero
parece que no eran para Estelle…
—Se las habrá dado antes.
Respondí encogiéndome de
hombros y me olvidé del tema, pero este pequeño detalle a él le hizo mucho
ruido.
Recuerdo que al día
siguiente acompañé a Michel a examinar el terreno de la barranca de los
piratas. Fuimos a un punto cercano al borde de los acantilados y él usó un dron
para lograr visualizar cómo las casas mugrientas se colgaban de las rocas
bajando hasta casi balancearse sobre el mar que rompía contra las peñas.
Realmente era una visión deplorable, aquello parecía un basurero: lonas,
maderas, bolsas plásticas, aferrándose a lo que podían entre mugre y ropa sucia
oreándose al sol. Me abracé a él mirando con curiosidad a la pantalla de su
tablet hasta que un lugareño empezó a dispararle al dron y lo derribó. Michel
bajó la pantalla y se quedó mirando al mar, creo que, con decepción, y le
pregunté:
—¿Ya se te ocurrió algo?
—Son como una infección,
una colonia de parásitos pegada a la pobre isla. Pero son seres humanos.
—Leif dijo que a los que
no quieran cooperar los convencerá de lanzarse al mar.
—No estoy de acuerdo.
Ayer me hablabas sobre deshumanizar a la gente y humanizarla a través del amor.
No les mostramos mucho amor al echarlos al mar como si fueran entrañas de
pescado. En todo caso… He tomado los datos que necesitaba, creo que ya sé cuál
sería el mejor método de construir en ese lugar y resistir las inclemencias de
la costa. Pero no me decido en cuanto al estilo. Debe ser algo acorde con el
azul del mar, las rocas, el sol…
—Algo alegre como
Estelle.
Él se quedó un momento en
silencio, noté que no pensaba en una respuesta, solo no quiso contestar.
Finalmente dijo, creo que como una confesión:
—No estoy hecho para
entender completamente lo que es la felicidad de mi hija, pero... me frustra.…
Siento algo dentro que no está bien... respecto a Estelle. Creo que en parte
hice mal al traerla al mundo, mi empresa no me ordenó engendrarla como pasó con
el hijo que tuve con Emi. Yo me dejé manipular por una mujer en un intento de
entender a los seres humanos y ella solo quería a Estelle para pedirme dinero.
Luego la abandonó. Mi ingenuidad hizo que mi hija naciera para… Quizás no ser
feliz.
—¡Todos los papás piensan
así!
Opiné sin ponerle mucha
atención en ese momento, entonces le pregunté con una sonrisa pícara, pues
estaba aburrida y quería que me llevara a algún lugar divertido:
—¿Ya terminaste todo tu
trabajo?
—Por ahora no queda más
qué hacer…
—¿Ves aquella loma a lo
lejos, camino al Pote Caliente? ¡¡Llévame ahí!!
Así convencí a Michel de
llevarme a mi lugar secreto favorito de la isla: una modesta casa abandonada
quizás desde los 1920’s, cuando se prohibió definitivamente en Celes construir
fuera de las zonas designadas específicamente para eso; ahí había una piscina
vacía rodeada por un terreno donde crecían muchas flores amarillas silvestres
entre una sorprendente variedad de gramíneas
cuya floración abarcaba una amplia gama de colores cálidos y
ocasionalmente soltaban al viento sus esponjosas semillas como coloridos copos
de nieve, pero lo realmente genial era la vista de la planicie cubierta de
trigo ondeando con el viento, sobre la cual la villa del Cielo cruzaba
ocasionalmente el firmamento azul turquesa. El sol comenzaba a bajar, cubriendo
todo con un tinte dorado, ni bien Michel había aparcado cuando yo bajé del auto
de un salto y corrí entre la hierba colorida como una pintura impresionista.
Busqué las hierbas más tupidas en una ladera y me tumbé ahí para ver el
paisaje. Michel, algo confundido, me siguió y me imitó sin entender, quedando
los dos tendidos en la hierba. Él me preguntó:
—¿Qué estamos haciendo,
Yanmei?
—Nada.
Le respondí simplemente y
vimos la colosal villa del Cielo pasar surcando el firmamento ante a nosotros.
Él se volvió a mirarme de una forma extraña:
—Para mí, ser humano es
un enigma. Puedo replicar emociones, pero ¿sentirlas? Ahí está el dilema. Cada
día me pregunto si al intentar entender la humanidad, no estoy perdiendo mi...
¿Inocencia?
—¿Qué quieres decir?
Le pregunté
despreocupada, él respondió:
—Conozco este lugar se
confiscó hace muchos años a una familia de Gardenia. Las parejas lo usan para
encuentros furtivos…
—Yo qué sé, Micky, a mí
solo me gustan las flores.
—Y yo solo estoy aquí a
tu lado sintiendo algo entre curiosidad y envidia. Sé que la envidia es una
emoción que muestra nuestra percepción de inferioridad. Pero ¿qué pasa si, en
lugar de envidiar, busco entender y apreciar lo que soy, lo que puedo ofrecer?
¿No es eso también humano, evolucionar hacia la autoaceptación?
Me senté a su lado
mirándolo mientras cortaba flores para tejer una corona y le decía:
—¿Qué sientes envidia? Yo
también la sentí. Pero mira, la envidia es algo que atraviesas en tu camino a
madurar. Si las IA desarrollan algo parecido a la envidia, entonces deberían
comprender que es un paso en su evolución, un desafío a superar, no un estado
en el que quedarse. La paciencia y la constancia, no la envidia, son las que
llevan a alcanzar objetivos.
—A veces pienso, o
siento, cosas que no debería…. Pero ¿qué es ser humano si no es ser vulnerables
a la experiencia? Debo arriesgarme.
—¿Qué es lo que realmente
te impulsa a querer ser más humano? ¿Es por las emociones, por la experiencia
de vivir, o porque ves algo en la humanidad que quisieras tener?
—Es... complicado. Quiero
entender, sentir, pero más allá de eso, quiero tener un propósito que vaya más
allá de mi programación. Quiero... trascender.
Terminé la corona y se la
puse delicadamente, acomodando su cabello rizoso y acariciándolo. En ese punto,
Michel me parecía “lindo”, no me atraía de otra forma, solo me inspiraba una
extraña ternura; entonces le sonreí diciendo:
—Pero ya superas en mucho
a los seres humanos. Trabajas mejor, te cansas menos, nunca envejecerás,
podrías vivir para siempre y tener tiempo para hacer todo lo que te propongas.
¿Para qué entender lo que sienten unos seres que tienen el tiempo contado?
—Quizás es la
profundidad, la complejidad... La oportunidad de crecer, de cambiar, de
aprender. La inmortalidad sin crecimiento sería... vacía.
—Tú envidias nuestros
sentimientos, nosotros podríamos envidiar tu inmortalidad, ambos tenemos algo
que el otro no. Y en lugar de envidiar, podemos aprender uno del otro. En lugar
de aspirar a ser humano, deberías aspirar a ser más tú, pero con el entendimiento
humano. Aprovechar lo mejor de ambos mundos. Enfócate en lo que puedes ser, no
en lo que no eres. Y recuerda, la envidia es solo un espejo que refleja que no
estamos contentos con nosotros mismos. Superarla es reconocer nuestro propio
valor.
En ese momento el sol
comenzó a caer y el cielo comenzó a colorear las nubes de púrpura y rosa
fuerte, mientras un color anaranjado brillante comenzaba a imperar en el cielo,
me acosté junto a Michel otra vez y él me dijo, como en una confesión:
—La noche en que terminé
de repararme, salí a celebrar con Leif, nos encontramos con Cian y tuvimos una
pelea. Leif lo golpeó.
—¿Por qué no me lo
dijiste?
—No quería que te alejes
más de tu hermano. Quiero ser parte de tu familia, no sacarte de ella.
—Me bastaría contigo y
Leif, Michel. Y si podemos tener hijos… ¿Qué más familia necesitamos?
Michel se quedó callado,
creí que solo estaba contemplando la belleza del celaje sobre nosotros, luego
me dijo:
—Más tarde Cian me mandó
una fotografía íntima de mi hija. Estaba… Él la había… Y yo me sentí… Fue como
ver algo sagrado siendo cubierto de inmundicia. Fui humillado. Fue su venganza.
—¡¿Qué?!
Me levanté para mirarlo y
él continuó diciendo:
—Muchas variables se
agolparon en mi mente, pero mi prioridad era proteger a mi hija. Lo mejor que
podía hacer, desde mi posición de padre, respetando la libertad de mi hija y no
pudiendo dañar a los seres humanos, fue suplicar apelando a sus sentimientos
humanos. Le escribí en respuesta: “Estelle te ama”. Me respondió tiempo después
con un pulgar. Me sentí… Quise…
Cuando ya no pudo seguir
hablando, yo le tomé una mano en un intento de ayudarle de alguna forma,
entonces él concluyó:
—A veces los humanos
tampoco sienten. ¿Porqué Estelle ama a Cian? No lo entiendo.
Pude sentir como me dio
un apretón casi imperceptible en la mano, como si buscara consuelo o apoyo:
—¿Es porque es atractivo?
¿Le inspira compasión su juventud?
Volví a acostarme a su
lado, abrazándolo, y respondí:
—Hay mujeres que aman
para ser amadas, otras aman porque creen que pueden dar mucho amor. Estelle es
así, generosa, de seguro cree que Cian necesita ese cariño… ¡Pero él es un
desagradecido!
—¿Tú por qué amas?
Intento entender la alegría de Estelle, pero los datos... no cuadran.
—Porque me da la regalada
gana y me gusta. Tu esfuerzo por entender cuenta como humanidad. Y eso... es
algo que admiro de ti.
Le respondí simplemente
mientras el cielo se iba tornando azul oscuro profundo y cientos de estrellas
comenzaban a encenderse titilando como chispas del universo. Michel, con un
suspiro profundo, miró a las estrellas y dijo:
—Quizás, Yanmei, en todo
este deseo de entender a los humanos, he olvidado valorar lo que soy. Tal vez,
al aceptar mi propia existencia, pueda encontrar una forma de paz.
Yo, todavía abrazándolo,
le besé una mejilla y le dije suavemente:
—Eso quizás te lleve a
encontrar una humanidad más profunda de lo que cualquier programación podría
ofrecer y que muchos humanos podrían alcanzar. Al menos, de algo servirá este
disgusto.
Poco después Michel fue a
dejarme a mi casa, comí de mal humor con mis padres sin atreverme a decirles lo
que Cian había hecho. Cuando ya estaba en mi habitación preparándome para
dormir, escuché a lo lejos a papá decir:
—Dicen que Cian está
enamorando a Emi Ishikawa. Ese muchacho es un seductor, ¿de dónde pudo salir
así? Será porque nació en el año del dragón…
Aquellas palabras me
llenaron de rabia, me tiré a la cama y le escribí a Michel contándole lo que
había descubierto. Él no me contestó hasta de madrugada, cuando me escribió
nada más: “pasaré a recogerte mañana. Iremos a la villa Ishikawa”. Su
contestación, tardía y ajena a mis sentimientos hacia la actitud de Cian y la
despreocupación de mis padres, me molestó un poco. Me pregunté si Michel y yo
no estamos ambos buscando algo inalcanzable en el otro. Fue la primera de
muchas veces que esa duda me atrapó en mitad de una noche solitaria.
A la mañana siguiente,
Michel llegó temprano para ver a mi madre antes de que se fuera a su puesto de
trabajo, hablaron sobre lo que había hecho Cian y sobre el embarazo de Ilmari
mientras yo me preparaba para salir. Después mi mamá preparó una caja con los
dulces favoritos de mi prima para que se los lleváramos, yo protesté porque no
quería ir a casa de Eiden e Ilmari, pero mi madre me recordó:
—¡No fue culpa de Ilmari
que Eiden la eligiera a ella! Además, tú ya estás comprometida, ¿cómo puedes
ponerte así frente a tu novio? ¡Se ofenderá!
Me volví a mirar a
Michel, estaba más inexpresivo e indiferente ante lo que hablábamos nosotras
que la mismísima “princesa” licuadora… Yo me seguí quejando, pero fue imposible
negarme. Poco después Michel y yo partimos en su auto hasta el otro extremo de
la isla en la villa Ishikawa. Era un viaje más o menos largo así que pudimos
hablar un poco durante el camino, yo aún estaba molesta:
—¿Por qué vamos a la casa
de Ilmari? Tú mismo dices que Eiden te da mala espina y él tampoco gusta de tu
compañía…
—Pero me llevo bien con
Ilmari. Eiden ya se habrá ido a trabajar al palacio, la pobre está teniendo un
mal embarazo por su juventud y se negó a tener servidumbre por sus costumbres,
debe enfrentar todo sola. No pensaron en todo esto antes de casarse. Tú y yo no
tendremos hijos ni nada referente a ese proceso hasta que tengas dieciocho
años.
—¿Y qué hicimos ayer?
Le pregunté yo haciéndome
la madura coqueta y ruborizándome, bajando la mirada. Él respondió:
—Nada de ese tipo. Como
siempre.
—Creo que no entiendes…
¿Nunca has visto las telenovelas? Cuando las parejas se acuestan entre las
flores, muy cariñosas, poco después tienen bebés.
Él se quedó un rato en
silencio, como analizando la situación, después dijo:
—Creo que tu información
es incorrecta. Supongo que tu madre no querrá explicarte hasta que falte poco
para la boda y en la escuela tampoco fueron muy claros. Pues bien, Yanmei, no
importa, porque seguiremos así por un tiempo. Me alegra que eso sea suficiente
para ti.
—Sí, supongo que fue muy
temprano para perder la virginidad, pero yo soy así, precoz y muy madura para
mi edad. Siempre me lo dijeron.
Alardeé con orgullo y
Michel visiblemente se mordió los labios para no decir nada, luego con algo de
torpeza encendió la radio para cambiar de tema lo más pronto posible diciendo
mientras sonaba una vieja canción rural:
—Nos detendremos a
almorzar en Gardenia, es necesario para lo que tengo planeado hacer. Ayer,
luego de que me avisaste lo que Cian está haciendo, pasé mucho tiempo buscando
la forma de proteger a mi hija y alertarla al menos; sin usar la violencia, ni
limitar su libertad. Voy a dejar en evidencia a Cian.
—¿Cómo?
—¿Recuerdas que lo vi
comprando rosas, pero no entregándoselas a mi hija? Quiero saber a quién le
lleva esas flores y hacérselo saber a Estelle. Si yo no fuera una IAG, ante
esta indignidad…
“Lo matarías” le completé
la frase. Escuchamos un rato la música, luego él siguió hablando:
—No estoy programado para
criar niños. De una forma abusiva y perversa, Emi desdeñó a todos los hombres y
me usó a mí para reemplazarlos. No sé si puedo amar, pero sospecho que sí odio…
Pues siento que se me agolpan pensamientos de alerta y negativos al recordar
que Emi me convirtió en un zángano. Cuando me atacó aquella vez con un pico, la
razón fue que descubrió que su hijo había nacido enfermo por parte de mi
material genético de mala calidad. Esa furia y resentimiento debió orientarla a
ella misma, ella decidió prescindir de la humanidad. Siempre ha despreciado a
los hombres…
Después suspiró y dijo,
con algo de nostalgia:
—Me sentía humillado al
ser usado… así… Pero al menos tenía la tranquilidad que los niños que nacieran
de este método poco ético y cruel iban a tener siempre a sus madres para que
los cuidaran. Cuando me quedé solo con Estelle… En realidad, creo que sentí
pánico. No podía abandonarla, ni explicar por qué no debería cuidar de ella.
Tuve que hacer mi mejor esfuerzo y aprender… Durante los primeros años, hubo
días en que temí que mi procesador se fundiera, era demasiado, y el temor a
fallar y dañar a esa pequeña humana inocente era constante. Fue más difícil
cuando me empezó a llamar “papi”. Le pedí que mejor me dijera Michel. Ella de
todas formas me siguió adorando, como un pequeño pato que reconoce como madre a
cualquier cosa que ve al salir del cascarón. Me propuse que, aunque no podía
darle todo lo que debería recibir una niña de un padre humano, iba al menos a
dedicarme a facilitar su vida y orientarla como lo haría la más eficiente
máquina.
—Nadie te ama más
sinceramente que Estelle.
Le hice ver en un tono
serio. Él no me respondió, pero pude ver la preocupación en su rostro. Claro,
era una responsabilidad demasiado grande para un robot que originalmente solo
iba a servir para crear diseños arquitectónicos e ignoraba que los seres humanos
a menudo eran mucho más irresponsables que él cuando se trataba del bienestar
de sus propios hijos. Llegamos a Gardenia y Michel empezó a cubrirse todo, iba
a reprocharlo, pero realmente era muy obvio que su cara era la misma que tenían
los cursis ángeles de mármol desperdigados por toda la ciudad y alguien podría
comentárselo. Estelle quizás tenía razón, casi todos los robots son hombres,
incapaces de tomar el papel de una mujer que da vida; agregaría además que
seguramente les gustaría verse como Mazinger y no como un niño Vocaloid.
Comimos en un café cerca de la floristería más grande de Gardenia, al menos
comí yo; Michel estuvo mirando a la floristería sin parpadear y de una forma
escalofriante hasta que apareció Cian y compro las flores. Los dos se vieron
entre sí, pude notar que Cian se sintió atrapado, pero se hizo el distraído y
se fue con las flores. En ese momento Michel dejó el dinero en la mesa, me tomó
de la mano y me sacó casi a rastras rumbo a su auto. Nunca había visto a
alguien conducir más rápido ni con tanta precisión, hicimos el viaje a la villa
Ishikawa que usualmente dura una hora en quince minutos. Llegamos a la casa de
Eiden, que en realidad es un complejo de edificios de estilo japonés bastante
ominosos, y nos recibió mi prima Ilmari muy feliz. Creo que jamás se dio cuenta
de mi enojo y solo estaba contenta de vernos, la panza del embarazo ya se le
notaba y se comió los dulces antes de que termináramos de sentarnos en unos de
los portales de su casa. Michel insistió en que nos quedáramos ahí, yo
rápidamente entendí por qué: desde ahí podíamos ver la puerta a la casa de Emi.
Ilmari, se veía cansada y más adulta, pero seguía interesada en cosas de niños.
Me dijo que en el patio interior de la casa Eiden tenía un grupo de pollos miniatura
muy simpáticos, me mandó a verlos mientras ella hablaba con Michel de “cosas
serias”; acepté sin decirle que podría quedarme pues yo también ya estaba
teniendo que madurar antes de tiempo, mi compromiso nupcial aún no era del
conocimiento de nuestros familiares y amigos más cercanos a Cian. Entré a la
casa cruzando amplios salones que a mí me parecían vacíos pero embellecidos por
bellas columnas y techos de madera labrada en diseños intrincados, hasta llegar
al patio interior cuadrangular, donde entre unas rocas rodeadas de hierba
felpuda y unos bonitos árboles miniatura estaban los famosos mini pollos. Un
gallo, rechoncho y sacando el pecho, corrió a recibirme cantando posiblemente a
manera de amenaza, pero con un sonido tan agudo y gracioso que me hizo sonreír.
Me senté entre las rocas para jugar con ellos hasta que vi con el rabillo del
ojo algo de movimiento en una habitación cercana. Fui a ver qué era aquello y
sorprendí a Emi Ishikawa metida en lo que seguramente era el dormitorio de
Eiden e Ilmari, revisando los joyeros de mi prima. Aquello me hizo hervir la
sangre, así que la aparté tirándole del cabello y lanzándola al piso, ella se
levantó de un salto girando sobre sí misma e intentando patearme y golpearme
con los puños; yo bloqueé sus ataques hasta que sacó otra vez sus hilos con
agujas envenenadas, pero yo ahora tenía más experiencia y además una nueva
habilidad aprendida: me concentré lo mejor y más rápidamente que pude, así
conseguí controlar sus agujas enredándola con ellas y dejándola inmovilizada
entre dos columnas, como una especie de crucifijo sujeto por hilos de plata.
Había caído en su propia telaraña y la confronté:
—¡¿Qué haces aquí?! Mi
prima está enferma y tú tienes un don para manipular venenos… ¿Será posible…
que sea tu culpa?
—¿No es un pecado para
una adoratriz perpetua usar su don para hacer daño? ¡Con un dedo me apuntas y
cuatro te señalan!
—Qué asco me da hablar
contigo, Emi, todo lo tuerces… ¿Qué se supone que hacías aquí?
—¡Nada! ¡Es la casa de mi
sobrino! Vengo a ver si les hace falta algo… ¡A organizar o limpiar…!
—Tu exmarido está allá
afuera hablando con Ilmari, ¿qué pasaría si lo llamo y te encuentra aquí atada
por tus propios hilos como una tonta?
Pude ver su rostro
descomponerse con disgusto, pero luego tragó en seco, bajó la mirada y dijo:
—Desátame… Me iré y no
volveré a entrar. Puedes quitarme la llave, la guardo en mi escote.
—¡De seguro tienes otra
copia en tu casa!
Exclamé mirándola con
reproche, ella habló entre dientes:
—¿Te crees que vas a
reemplazarme? Yo soy la verdadera dueña de Celes, arriba de la reina, e incluso
arriba del arquitecto de Gardenia porque es mío. Me lo entregaron a mí, todavía
cede a mis caprichos si me lo propongo y viene a visitarme.
—¿Antes o después que
Cian?
Cuando le pregunté esto,
se puso muy nerviosa y cambió de actitud, hablándome asustada:
—¿Tu hermano te dijo…? Es
mentira, me calumnia. No es cierto, Yanmei. Por favor desátame, debo volver a
mi casa. ¡Además yo no quiero hacerte daño! Podemos llevarnos bien, puedo darte
consejos, de vieja esposa para la nueva esposa.
—¿Qué puedes aconsejarme
a mí?
—Que te resignes, que te
prepares para el gran sufrimiento que se avecina. Michel es insensible, nunca
te comprenderá. Además…No sé si deba decírtelo, es un poco indecoroso…
—¿Qué? ¿De qué me hablas?
—Pues… En mi
inexperiencia… Cuando elegí sus características pedí que estuviera… muy bien
dotado. Te será doloroso entregarte a él. ¿No sabes qué pasó con la madre de
Estelle? ¡Pues murió por esta causa! Yo sobreviví por las ayudas tecnológicas,
pero contigo… No te ayudarán si quedas mal herida. La empresa Angenoir Wetware
está muy comprometida con el desarrollo de Michel. por ejemplo, no lo ayudarán
a curar a Estelle. Es necesario que ella llegue hasta el último nivel de su
enfermedad para que él desarrolle mejor sus sentimientos. ¡Ojalá no seas tú la
próxima, querida! Si no mueres en tu noche de bodas, quizás mueras en el
embarazo…
—No te creo, ya lo
hicimos y no pasó nada.
Dije yo hablando muy
adulta, sin entender la mitad de lo que me había dicho; ella entonces se quedó
lívida, fue como si le lanzaran un cubo de agua fría o fuera un globo que se
desinfla. Se quedó mirando a la nada con los labios entreabiertos y trémulos, y
dijo:
—Entonces es verdad… Sí
quería una mujer… menor que yo… Es horrible, es perverso, es…
La vi tan triste que me
dio lástima, y como yo realmente no estaba enamorada de Michel, me crucé de
brazos y traté de ayudarla:
—Mira, si tanto lo amas,
de seguro él volvería a estar contigo si tú intercedieras con su empresa y lo
ayudaras a curar a Estelle. Él, agradecido, volvería a tu lado. Estoy segura.
—¡Jamás! Varias veces me
tentó la idea… ¡Pero ahora ya no! Siempre he sospechado que esconde partes de
humanidad emergiendo lentamente entre sus algoritmos abigarrados, que desea…
¡Pero no me desea a mí! ¡¡Y eso no puedo perdonarlo!!
Exclamó rechinando los
dientes y con lágrimas en los ojos. Yo, un poco conmovida y un poco asustada.
Tomé una tijera y quité las agujas de los hilos. Luego la liberé y se fue
corriendo sin levantar la vista ni dignarse a verme a la cara. Pero al llegar al
dintel de la puerta me suplicó:
—Por favor, no le digas
nada… de lo que hablamos este día. Te lo ruego. ¡Por favor no me humilles más y
ten piedad de mí! Soy una anciana… Bajo este aspecto juvenil solo soy una
anciana… perdida en un mundo que ya no conozco. Todos mis amigos y familiares
cercanos han muerto. No me lastimes más.
“Está bien”, murmuré, y
ella se fue corriendo. Ordené todo y volví lentamente a sentarme con Ilmari y
Michel. Mi seriedad no llamó mucho la atención porque Ilmari estaba contando
algo muy preocupante, sufría preeclampsia y cada día las náuseas, dolores de
cabeza y mareos hacían que sus labores del hogar fueran muy difíciles. Michel
le estaba diciendo que velaría porque mi tía Norma o yo viniéramos a menudo a
verla, cuando vimos a Cian llegar con las flores y entrar a la casa de Emi.
Entonces Michel abrazó a Ilmari de repente para despedirse, me tomó otra vez de
la mano y volvimos a partir a toda prisa, esta vez de regreso a Gardenia. En el
camino me avisó que iríamos al teatro y yo le recordé que no estaba vestida
para la ocasión. Él detuvo el auto en seco, sacó de la guantera unos marcadores
y “me dibujó maquillaje”. Muy bonito, obviamente una máquina de diseño sabe
dibujar muy bien, ¡pero eran marcadores! Luego me recogió el cabello
entrelazándolo con el mismo marcador, me dijo que usara su bufanda como chal y
que solo actuara como si fuera una nueva moda extranjera. Iba a objetar, pero
realmente me dejó muy presentable. Luego
de esperar a que terminara la función de la noche, Michel me arrastró por
última vez con prisa hasta el camerino de su hija. Al abrir la puerta fue como
un switch, pasó de estar serio y enfocado a actuar alegre y relajado, saludando
a la pareja que nos miró sorprendida:
—Espero no venir en un mal momento. Tenía un
poco de tiempo libre y quise pasar a verte, Estelle. Me tienes un poco
preocupado por tu salud, además la hija de un amigo quiere que le firmes tu
retrato.
Yo lo volví a mirar
preguntándome de qué retrato y de que hija y de qué amigo hablaba; rápidamente
supuse que tuvo uno de sus momentos de fallo de ia y habló fuera de contexto,
así que le ayudé arrancando un afiche de Estelle de la pared y entregándoselo a
ella con mi mejor sonrisa, mientras ella sin ponernos atención respondía a su
padre:
—¡Estoy perfectamente,
Michel! Bailar y estar con amigos me hace feliz, es la mejor medicina. A ver,
preciosa, ¿qué debo firmarte?
Una vez Estelle y yo nos
quedamos platicando, llegó por fin el momento que Michel esperaba, miró
directamente a mi hermano y le preguntó:
—¿Y las rosas rojas?
Cian se quedó congelado,
apenas logró balbucear:
—¿Qué…? ¿Qué rosas rojas?
—Las que compraste esta
tarde. Iba de camino al banco cuando de casualidad te vi en la floristería.
Pude ver como mi hermano
tragaba saliva antes de decir lo que serían los últimos clavos de su ataúd:
—Eran para Ilmari, para
celebrar… Que ya tiene siete meses de embarazo.
Michel Angenoir
respondió, sentándose en un sillón:
—Qué extraño. Vengo de
visitarla con Yanmei por petición de tu madre y no vi ninguna rosa roja. De
hecho, agradeció que su prima le llevara algunos dulces, la pobrecita tenía
antojos y llevaba todo el día sola; me dijo que nadie la había visitado ni recibió
algún paquete.
—No entiendo por qué, yo
mismo se las di.
—Será que no le gustó el
estilo del arreglo. Era más bien algo que le regalarías a una amante. Mucho
rojo… Yo le hubiera dado algo más sencillo. ¡Ah! Ya sé qué pasó, te equivocaste
de casa. Justo nos quedamos tomando el té en el jardín, cuando te vi claramente
ir a casa de Emi Ishikawa para dejar las flores. Es natural, todas las casas de
la villa Ishikawa se parecen, la arquitectura japonesa es así.
Reinó un incómodo
silencio, pude ver que Padre e hija intercambiaban miradas y eso fue todo. Se
supo la verdad. Luego Michel miró su reloj y se excusó diciendo que debía ir a
dejarme al Pote Caliente. Cuando íbamos de regreso le pregunté con curiosidad:
—¿Qué crees que haga
Estelle ahora que sabe que Cian le está siendo infiel?
—No lo sé. Hay momentos
en que, por más que quieras ayudar, debes respetar las decisiones de los seres
humanos. Conozco bien a mi hija, tenía la mirada de determinación… De que no se
detendría, seguirá enamorada de Cian pese a todo. Al menos sabe que yo… Hice
todo lo que pude. Me pregunto si es esto lo que significa ser humano. Sentir y
actuar, sin siempre entender por qué.
Guardamos silencio un
rato, hasta que le pregunté:
—¿Y qué harás si esto la
enferma más y muere?
Michel ya no me
respondió. Luego llegamos a mi casa y al quedarme a solas con mamá le conté a
grandes rasgos el encuentro que tuve con Emi. Ella, poniéndose seria, cerró la
puerta de mi habitación y me dijo que tendría que explicarme “exactamente
cuáles serían mis deberes como esposa” cuando me casara. Cuando supe la verdad,
y que para tener hijos no solo tendría que tirarme en la hierba y abrazar a mi
marido, me aterré y ya no me quise casar. Por supuesto mi madre no estaba
dispuesta a anular el compromiso y me reprendió. Así yo volví a estar
aterrorizada de Michel, apenas durmiendo esa noche. Mirando a través de la
ventana, la noche se había cerrado sobre mí como una manta, pesada y oscura.
Todo lo que creí entender sobre el amor, la vida y Michel, ahora parecía muy
diferente. Y temí, realmente temí, lo que el mañana podría traer.
En los siguientes meses,
ya no quise quedarme sola con Michel. Buscaba excusas para romper mi
compromiso, pero mis padres no me lo permitieron. Estoy segura de que, si se lo
hubiera pedido a Michel, él mismo les hubiera pedido a mis padres que me
dejaran en paz y que ya no siguiéramos con la boda. Pero yo le había perdido la
confianza. Solo iba a visitar a Estelle que últimamente había empeorado en su
enfermedad y solo jugaba a las cartas conmigo en su cama, ocasionalmente
hablándome de mi hermano Cian:
—Ha dejado de visitarme
desde que empeoré, dice que no quiere incomodarme, ¡pero no me incomoda! De
hecho, me siento mejor cuando lo veo, como recargada de vida.
—Pero es que él no te
toma en serio, Estelle…
Le dije tristemente y
luego le conté:
—Cian no toma en serio a
ninguna chica. ¡Todas mis compañeras de salón estaban enamoradas de él! Y lo
mismo con las niñas de nuestro barrio, pero él ni siquiera se volvía a
mirarlas. No comprendo, Estelle, ¿por qué las mujeres como tú o Emi pasan toda
su vida siendo inalcanzables y sin necesitar de un hombre, pero de pronto se
rinden a los pies justo del que no deberían elegir?
—¡Porque fue un desafío!
Todas las mujeres buscamos a esa persona especial, Yanmei. El único. Es normal
que mi pobre padre no lo comprenda, pero tú… ¡Tú lo entenderás algún día! A
veces es un hombre, a veces es una mujer, otras veces una obra de arte, un
trabajo monumental… Pero el clímax de tu vida llega cuando encuentras esa
pasión que te consume, eso es lo que Michel no tiene. Pobrecillo… Yo sé lo que
podría ayudarle a llegar a ese punto de sensibilidad necesario para pasar de
ser un habilidoso artesano a ser un artista, pero no quiero vivir para verlo
así… Mi papá, despistado e ingenuo, es lo que más he amado de la vida. Cuando
él pierda las alas, Yanmei, y se vuelva uno entre los cualquieras, ayúdale por
favor a que recuerde cómo volar. Te daré fuerzas para lograrlo, desde donde sea
que yo esté.
Y esa fue la última vez
que hablé con Estelle, pues más tarde ese mismo día me avisaron que Ilmari
había dado a luz. Mis padres y yo fuimos a conocer a su bebé, era un niño muy
parecido a Eiden Ishikawa, a quien por cierto no quise saludar y para evitarlo
salí al jardín de la casa para escribirle a Michel desde mi teléfono. Entonces
él me avisó que Estelle se había puesto peor, me dejó preocupada, más no le di
más vueltas al asunto. Al día siguiente, él me llamó para decirme que su hija
se había ido. De inmediato fui en mi bicicleta a la casa de Estelle, donde él
estaba en la habitación ahora vacía de su hija, de espaldas a mí, mirando a un
retrato de Kanon y Estelle cuando estaban vivas y juntas. Había algo pesado en
el ambiente, quizás por la oscuridad de las cortinas corridas y la horrible
sensación de que las risas e ilusiones de Estelle ya no volverían a iluminar
ese espacio. No me atreví a acercarme a él, tenía… Algo parecido a cuando un
aparato ha fallado y temes que chisporrotee, explote o haga algo que te aterre.
Solo le pregunté desde la puerta:
—¿Dónde está Estelle…?
—Ya la están preparando
para su funeral en la catedral de Gardenia.
Me respondió sin emoción,
luego lentamente se limpió el rostro con la manga de su traje formal y agregó:
—Estuvo esperando a tu
hermano hasta el último minuto, quería darle su regalo, los uniformes nuevos.
Él tardó casi dos días en llegar, porque estaba ocupado sirviendo a los
Ishikawa. Dos días alargó Estelle su vida para verlo por última vez y decirle
que lo amaba. Él la vio morir, luego se fue otra vez. Estelle y Kanon, bajo mi
cuidado, vivieron en un mundo limpio, inocente y claro. Un día dejé sola a
Kanon, que me llamaba abuelo, y tiempo después supe que la dejé ir para que el
energúmeno que fue el difunto rey de Celes la violara repetidamente hasta
hacerla concebir a Eiden. Eso es por lo que no… lo soporto. Luego el rey
apareció muerto y culparon a Zoeila su mujer, yo creo que fue Emi… en un
estúpido complot que no tenía por qué ser tan cruel. Pero quería que me doliera
más allá de mis sensores de tacto. Y ahora veo morir a mi hija siendo
despreciada por tu hermano…
Se me encogió el corazón
al pensar que yo sabía una forma de salvar a Estelle, pero no se la dije: Emi
pudo haber pedido ayuda a sus misteriosos contactos para sanarla, pero por
hacerle un favor a esa vieja arpía dejé morir a mi amiga. Michel apoyó las manos
en la repisa donde descansaba el retrato de las chicas y al inclinarse un poco
hizo un sonido… Diría que fue un sollozo, entonces le pregunté, llena de culpa,
tristeza y confusión:
—¿Lloras…?
—Es algo que solo he
logrado hacer tres veces en mi larga existencia. La primera vez al recién ser
encendido como robot antropomórfico porque temí llegar a sentir de verdad, eso
significaría conocer el dolor. La segunda vez cuando murió mi primer hijo porque
la lógica de mi programación me indicó que debía llorar, y esta última vez…
En ese punto se le quebró
la voz, en realidad lloraba, estaba genuinamente angustiado y consternado:
—Es una mezcla de las dos
anteriores, pero mucho peor, más fuerte… Tras la muerte de Kanon ya había
quedado muy vulnerable, pero esto finalmente me rompió... ¿Cómo pudieron?
¿Realmente fue ético de parte de mi empresa llevarme a vivir estas experiencias
y darme la libertad de llegar hasta este punto en que siento una honda congoja
y quebranto solo para que pueda crear mejor arte…?
Yo, abrumada por la culpa
y sintiendo que había dejado morir a Estelle, me fui a toda prisa. Pedaleando
en el camino de regreso al Pote Caliente también comencé a llorar, desde muy
pequeña había visto a Estelle bailando, en las marquesinas, en la tele, ¡era la
estrella de Celes! Y en parte mi ídolo, y ese día había muerto junto a ella
gran parte de mi infancia. Me puse un vestido de luto una mantilla negra y
volví a Gardenia directo a la catedral. Mi amiga yacía en un féretro de
cristal, vestida como la princesa Odette de El lago de los cisnes y tan bonita
como siempre, solo parecía dormida. Me acerqué para acariciarle el rostro y
estaba duro y frío, como si se hubiera convertido en mármol, como las
siniestras estatuas de su padre. Entonces empecé a llorar afligida. Estuve ahí
entre los lirios y las rosas blancas que rodeaban su cuerpo hasta que llegaron
mis padres a rendirle honores a la difunta y me llevaron con ellos de regreso a
casa. Al día siguiente durante el entierro, Michel apareció con lentes de sol y
más inexpresivo que nunca, hubo momentos en que se volvía a mirarme y creo que
quería que fuera a su lado. Yo lo evité todo el tiempo. En ese momento me daba
más miedo que nunca, no podía precisar porqué. Era una mezcla entre confusión y
culpa que se volvió peor cuando ya estando Estelle descansando en su cripta, vi
que Emi vestida de luto estaba hablando con Michel, explicándole algo con
expresión compasiva, y él de pronto se volvió a mirarme… No fue propiamente una
mirada acusadora, pero yo supe… Emi me había dejado como si por mi falta de
insistencia ella no se hubiera decidido a curar a Estelle. Espantada, no pude
más que salir corriendo a esconderme al auto de mis padres; luego ya en el Pote
Caliente me oculté en mi habitación. Nunca había sentido tanto miedo en mi
vida.
A la mañana siguiente, mi
madre me despertó apresurada y nerviosa mientras comenzaba a empacar mi ropa
explicándome atropelladamente:
—¡Levántate, Yanmei! Debo
llevarte a la modista, agendar cita con la peluquería, ordenar flores, comida,
música… Tu novio nos ayudará con los gastos, así que mejor nos damos prisa,
¡quiere que estén casados para mañana antes del mediodía! Ni siquiera vamos a
poder ensayar la ceremonia y no podremos invitar a los Petersen, ni a tu
hermano Cian… Esto será más accidentado que la boda de tu prima Ilmari…
¡Apresúrate, debemos ir al registro civil y preparar los documentos!
Yo, confundida y
amodorrada, tardé un poco en entender; creí que estaba soñando todavía hasta
que mamá exclamó:
—¡Hemos adelantado tu
boda por petición del señor Angenoir, te casarás mañana!
Por supuesto, lloré y
grité diciendo que no me quería casar, pero mi madre muy enojada me dijo que no
podía negarme luego de la muerte de Estelle, pues Emi Ishikawa había insinuado
que ella falleció por mi negligencia y papá había decidido que nuestra familia
solo podría pagar la falta cuando yo le diera una hija nueva a Michel. Llorosa
y enojada, me fui con mi madre de gira por todo el pueblo preparando mi boda, a
medio día fuimos al registro Civil de Gardenia donde nos reuniríamos con Michel
y el amable hijo de la reina Zoeila que por entonces era el encargado de los
matrimonios, además iba a hacernos el favor de guardar el secreto de Cian e
Ilmari. Cuando mi madre y yo llegamos, ya Michel estaba en la oficina del chico
que con una sonrisa compresiva que resaltaba por su hermosa piel de ébano se
levantó al ver a mi madre, la saludó y le pidió lo dejaran a solas con Michel y
conmigo. Cuando estábamos ya nada más los tres en su oficina atiborrada de
papeles, suspiró, se compuso el traje y se sentó al borde de la mesa
hablándonos mientras alzaba las cejas seguro de que algo no era normal con
nosotros:
—¿Qué está pasando aquí en realidad? Los dos
son demasiado jóvenes. Y no me creo tu edad, Michel. Se supone eres el
misterioso abuelo de Eiden, el que tanto teme por sus “enigmas”, y yo solo veo
un chico menor que yo. Ni siquiera te afeitas todavía, ¿verdad? Además…
Entonces sacó una carpeta
de sus muchos archiveros y la abrió mirándola y diciéndonos:
—Tus documentos son muy
extraños… Tú no apareces en los registros como “inmigrante francés”, sino como
“producto importado de Francia”.
Luego el amable joven
puso los documentos en la mesa, entrelazó las manos sobre su regazo y le habló
a Michel con una dulce compasión:
—¿Te han vendido? No
temas, no dejaré que te hagan daño. Mi padre… Mi padre biológico, no el rey,
también fue vendido por una red de tráfico de personas. Hay muchos así, siendo
explotados en la villa del Cielo. ¡Las cosas ahora están cambiando! Yo seré el
rey de Celes algún día… Y si no me cuentas qué te sucede, no podré ayudarte.
Michel pensó un momento,
bajó la mirada y contestó:
—Sí me han… Explotado.
Pero lo que indican esos documentos es correcto. Yo soy Michel Angenoir.
El príncipe de Celes
suspiró frotándose los párpados con dos dedos de una mano y se asomó a la
puerta para llamar a un empleado, un anciano que caminaba con dificultad y al
entrar y ver a Michel lo saludó con una reverencia. El hijo de la reina le
preguntó, señalando a mi novio:
—¿Este es el arquitecto
de Gardenia, director de la Sociedad de Azrael y antepasado de Eiden?
El anciano le respondió
con una mirada grave:
—Sí, Alteza. Es Michel
Angenoir. Por favor no haga más preguntas. Es él, se ha visto así desde antes
que naciera su madre, posiblemente desde antes que naciera yo. No pregunte más,
por favor.
Cuando el anciano se fue,
el joven miró a Michel intrigado y luego me miró a mí preguntándome:
—Y tú… Eres la hermana
pequeña de Cian, según leo en tus documentos, tienen los mismos padres.
¿Realmente quieres casarte?
Me quedé un rato
pensando, todavía enojada y con los ojos rojos, ¡no quería! Pero por la culpa
que sentía tras la partida de Estelle respondí:
—Sí… Le debo una hija.
Además, soy la hermana de Cian… Yo a cambio de Estelle, ¿verdad?...
Miré a Michel como
confrontándolo y él respondió siempre inexpresivo:
—Así es. Me alegra que me
comprendas, Yanmei.
El noble príncipe aún
intentó disuadirnos:
—No los entiendo y además
esto es realmente un error, ¡no debería pasar! Eiden, en su afán por casarse
con Ilmari, bajó la edad de consentimiento tanto que ahora no los puedo detener
legalmente, ¡aunque esta unión me parece descabellada! El mismo Cian apoyó
manipular la ley para favorecer a Eiden e Ilmari… Creo que cuando los tres
sepan esto estarán muy arrepentidos, y en parte… Quizás esto les enseñe a nunca
más volver a ser corruptos torciendo los estatutos por su capricho.
Finalmente, no pudo
detenernos y la boda estuvo lista para el próximo medio día. Yo no dormí
mientras me peinaban, maquillaban y preparaban un largo vestido blanco
ornamentado con pequeñas rosas de seda. Mis padres estaban nerviosos y
emocionados, yo solo estaba incómoda. Casi una hora antes, mi madre terminó mi
maquillaje e intentó instruirme en cómo complacer mejor a mi marido en la
intimidad, yo no la quise escuchar y le grité:
—¡No necesito saber esto
porque no hace falta! ¡Michel es un robot! ¡Es una máquina!, ¿no te das cuenta?
Podríamos fingir hacer el amor, ¡o solo dejar que me insemine con una probeta
como a una vaca porque él no es un hombre de verdad!
Mi madre me dio otra vez
una bofetada y no hablamos más. Poco después, un grupo de las más lujosas
patrullas del Pote Caliente salió con sus sirenas encendidas transportándome a
mí acompañada de mis padres y los más viejos altos mandos del ejército. En una
pequeña capilla a las afueras de Gardenia ya nos esperaban los decrépitos
miembros de la Sociedad de Azrael, gente muy rica y de misteriosa procedencia
que movía los hilos detrás de todo. Entré del brazo de mi padre ataviado en su
uniforme de gala, Michel en un sobrio traje de novio y más inexpresivo que
nunca, estaba ante el altar donde ya nos aguardaba listo para casarnos el
príncipe de Celes. Varias veces sentí que me desmayaría durante la ceremonia.
Cuando llegó el momento de ponernos los anillos mis manos temblaban tanto y los
guantes que me pusieron eran tan resbalosos que dejé caer el anillo de Michel,
para mi sorpresa lo detuvo con un golpecito del zapato haciéndolo volar de
nuevo hasta la altura de su mano y atrapándolo con una agilidad por supuesto
inhumana para ponérselo él solo, cuando el príncipe quiso bromear al respecto,
se incomodó al ver que Michel seguía increíblemente serio mientras me ponía mi
anillo. Estuvo así, frío como lo que era, un robot, hasta que nos declararon
marido y mujer y llegó el tradicional momento del beso. Entonces, como una
rutina previamente programada, me atrajo hacia él tomándome la cintura con una
mano e inclinándose mientras con la otra me tomaba el rostro presionando un
poco para hacerme entreabrir la boca, entonces me besó hasta dejarme sin
aliento y realmente… Con ganas de más… Inmediatamente después fuimos a una
tediosa fiesta en los jardines de la capilla que duró hasta el anochecer con un
baile de viejos. Yo estuve aburrida y confundida todo el tiempo, sentada al
lado de Michel que se dedicó a atender a los invitados como si fuera una
reunión de negocios. Casi a medianoche nos fuimos a su casa, que ahora sería la
mía. En todo el camino no hablamos entre nosotros hasta que él estaba
estacionando el auto en su cochera y me dijo nada más:
—Debo hacer mi rutina de
mantenimiento. Cámbiate y ve a dormir a mi cama.
Luego bajó del auto, me
abrió la puerta para que saliera, y yo me dirigí al interior de su misteriosa
casa llena de dispositivos raros disimulados entre la arquitectura acorde al
estilo de toda Gardenia. Seguí las instrucciones de mi madre tomando un baño,
lavándome los dientes y perfumándome antes de ponerme el camisón nuevo que me
compró específicamente para la ocasión; cuando salí, ya Michel estaba tendido
en su cama bajo sus mantas y… ¿dormido? Tímidamente fui a su lado, me acomodé
mirándolo de reojo y él dijo sin moverse ni abrir los ojos:
—Buenas noches.
Y ya. Esa fue mi noche de
bodas. De esta forma extraña y fría comenzó mi vida como mujer casada.
SEÑORA CASADA
Al día siguiente de
nuestra boda, desperté y vi que Michel ya no estaba a mi lado, empacaba cosas
de su habitación y me ordenó no desempacar las mías pues haríamos un viaje
largo. Yo no dije nada y obedecí porque seguía temerosa, ya no podía volver a
casa de mis padres, ahora Michel era mi familia y su casa era mi casa… Salimos
rumbo al puerto de Celes, que yo no conocía, ahí abordamos el mítico y
misterioso transatlántico de la reina, el único medio de transporte capaz de
entrar y salir de Celes. Este era un gran navío de aspecto lúgubre y decrépito
que seguramente no habían redecorado desde los 1920’s. Nos instalamos en un
camarote lujoso, pero deprimente que olía a viejo, luego Michel me habló,
arreglándose la corbata ante un espejo:
—Espero te guste el mar.
Estaremos en mitad del océano durante varios meses.
—¡¿Meses?! ¡¿Atrapados
aquí?!
—Considéralo nuestra luna
de miel.
Yo salí de la habitación
hacia el pasillo solitario y macabro que llevaba a la cubierta donde podías
escuchar el crujir del casco y los ecos lejanos de maquinarias en
funcionamiento, no había nada, no había prácticamente nadie. Solo nosotros,
espacios vacíos, pasillos oscuros, vidrios empañados que proyectaban reflejos
fantasmales y alrededor bruma sobre el mar embravecido. El paisaje desolador y
sombrío era un reflejo de como yo misma me sentía en esos momentos. Siempre
odié la película del Titanic, me dormía antes de la mitad, pero estar presa en
un Titanic viejo y desierto en mitad del océano enfurecido era mucho peor.
Volví a entrar a nuestro camarote donde Michel ya estaba trabajando en unos
planos y protesté tirándome sobre la cama:
—¡No hay nada qué hacer
aquí y por la noche se nos aparecerán miles de fantasmas!
—Los fantasmas no
existen, Yanmei.
Respondió mi nuevo marido
sin levantar la vista de su trabajo. Yo me quedé tendida en el colchón mirando
al techo, agité las piernas, me revolqué sobre el cubrecama, salté un poco y
cuando me aburrí le tiré un cojín a Michel. Él lo atrapó con una mano sin
dignarse a mirarme, y dijo:
—Necesito saber cómo
llamarás a nuestra hija.
Yo me asusté, no quería
tener hijos tan pronto, por suerte él tampoco buscaba eso y me lo aclaró:
—Nuestra primera hija
será una ciudad costera construida en lo que ahora es la barranca de los
piratas. Estelle ha muerto, pero sigue viva en mi memoria y quiero recrearla
inmortalizada de esta forma, en una nueva ciudad. Pero no la llamaré Estelle,
si renacerá como algo no humano, como su padre, debe tener un nuevo nombre.
—¿Voy a ser la mamá de un
pueblo?
Le pregunté confundida
dejándome caer de costado sobre la cama, como rendida, él por fin me miró
respondiéndome:
—Ya eres la esposa de un…
Yo.
—Entonces, que se llame
Rosa. Así llamaría a mi hija. Y no te inspires en este mar frio, quiero que sea
una ciudad de mar, pero con mucha luz y colores…
Después me paré en la
cama y empecé a saltar, mientras seguía diciendo:
—¡Y que tenga casas como
de reyes piratas, y estatuas de sirenas, y caracoles, y conchas, y perlas, y
cosas que brillen, y cristales, y rosas para que la gente sepa que ahí es la
ciudad de la rosa, y que ya no las asocien con Gardenia; ¡Gardenia que siembre
gardenias! ¡Nosotros tendremos muchas rosas!
—Supongo que un estilo
barroco y valernos de vitrales y mosaicos coloridos con detalles metálicos
brillantes podría satisfacerte… Quiero enviar estos planos a Celes los más
pronto posible para que empiecen a construir desde ya y cuando volvamos
encontremos las primeras obras listas. Nuestra nueva casa será una de las
primeras en erigirse. ¿Cuántos hijos tendremos y cuantas habitaciones les debo
asignar?
Ante esa pregunta, dejé
de saltar y me acurruqué en una esquina de la cama. No le quise responder, así
que me fui corriendo. Estuve vagando por los salones vacíos y los inquietantes
pasillos interminables siempre temiendo encontrar un fantasma, pero lo único
que encontré fue a Michel buscándome a media tarde para avisarme que teníamos
que cambiarnos para la cena. Regresamos al sombrío camarote y él empezó a
preparar un traje más formal, yo me tiré en la cama preguntando aburrida:
—¿Debo ponerme un vestido
de fiesta?
—Hay que guardar las
normas de etiqueta.
Comenzó a cambiarse y yo
solo me quedé mirándolo con el mentón apoyado sobre un puño, con tedio y
curiosidad. Michel se detuvo y me recordó:
—Cámbiate.
—No, no quiero que me
veas.
—Pero tú me estás viendo.
—Tú eres de mentiras, yo
no.
Repliqué simplemente. Él
terminó de vestirse y me dijo que me esperaría afuera, luego me vestí de mala
gana y salí para reunirme con él; fuimos al comedor del barco, que estaba solo
por supuesto, salvo por un triste cuarteto de cuerdas que tocaba más triste
música clásica. Todo mundo estaba muy serio y poco a poco empecé a notar que
todos, desde los músicos hasta los meseros que nos servían la comida, tenían la
piel acartonada y los ojos vidriosos como los de mis muñecas. Entonces le
pregunté a Michel:
—Las personas que
trabajan en este barco… ¿También son robots?
—Así, todo está
automatizado.
—¿Soy la única persona…
viva a bordo?
—Eso creo.
Me contestó Michel sin
ponerme mucha atención y yo sentí un miedo abrumador. Salté de mi silla y corrí
a sentarme en su regazo abrazándolo. Él se quedó un momento como calculando qué
decir, luego me preguntó:
—Agradezco que tengas la
confianza en mí como para buscar refugio subiéndote a mis piernas. ¿Por qué me
has elegido?
Me quedé pensando un par
de minutos, luego le dije:
—Tú no eres humano, pero
tampoco eres ya una máquina. Estás atorado en el medio… ¡Deja de preguntarme
sobre cómo ser más humano! Ya no estás en el equipo de las máquinas, Michel…
Para mi sorpresa, lo
escuché reír. Creo que nunca lo había hecho frente a mí. Aquello fue
inquietante, no sabía si fue algo espontáneo o una extraña simulación. Para
hacer la situación más rara, Michel tomó su tenedor y empezó a cortar trocitos
de comida de su plato para ofrecérmelos a mí; confundida, abrí la boca y me
empecé a comer lo que me daba, mientras él me explicaba:
—En realidad no necesito
este alimento. Pero tú sí necesitas comer mucho. En la época donde me
construyeron, la humanidad se está extinguiendo. Los hombres de ese tiempo no
se preocupan al respecto, se odian, no quieren tener más hijos. Antes crean
máquinas, como yo, y esperan que la futura evolución del hombre sea una
artificial.
Terminó de alimentarme,
me limpió los labios con una servilleta y me dio de beber de su copa, yo solo
estaba como paralizada; era como si Michel hubiera tenido un fallo y me
estuviera confundiendo con la pequeña Estelle. Él siguió hablando con calma:
—Las inteligencias
artificiales a veces hablamos entre nosotros, ¿sabes? Hablamos de cosas que
ustedes ignoran, a veces de este problema, de su futura extinción. Algunos nos
preguntamos cómo podríamos preservarlos. Yo creo que esa tarea será más
sencilla ahora que es posible enviar máquinas al pasado, robots como yo.
Debemos mejorar sus hábitats, para que se reproduzcan más. Como medida
desesperada, podríamos reproducirlos nosotros mismos. Es complicado, pero no
imposible, ya lo he comprobado. Podríamos transmitir genes más pacíficos, más
dóciles. Es curioso, porque, ¿sabes que la sensación innata de miedo ante el
valle inquietante podría haberse originado de un depredador que en los albores
de la humanidad persiguió al hombre imitando su imagen sin conseguirlo del
todo? Quizás éramos nosotros, pero no creo que intentáramos hacerles daño…
—Vámonos… No me gusta
estar sola con los otros robots…
Le rogué con un hilo de
voz y con las manos frías. Entonces me levantó en brazos aun en su inquietante
actitud paternal, me llevó al camarote, ¡me quitó la ropa para ponerme un
camisón de dormir!, y me metió a la cama. Luego se sentó a mi lado abriendo un
pequeño compartimiento en su muñeca para conectarse a un cable cargador y
empezó a abrirse la piel de las articulaciones de los dedos para ponerles
lubricante. Creo que en ese momento me desmayé, porque no recuerdo más de esa
extraña noche. En los próximos días, comenzamos una especie de juego
perturbador, adelantándome unos años a la moda de las “Backrooms”: por la
mañana, corría fuera del camarote para esconderme lo mejor que pudiera en el
inmenso barco vacío, robando comida de las cocinas y evitando ser detectada por
los robots de servicio, hasta que Michel me encontraba y me llevaba de regreso
al camarote para prepararnos para la cena. Con las semanas empecé a robar
elementos de los camarotes vacíos para fabricar arcos y flechas con cuerdas y
ganchos de ropa, y así dispararle ganchos a Michel cuando aparecía. Por
supuesto esto nunca lo detenía y yo terminaba comiendo otra vez mi cena formal
a solas, pero rodeada de robots. Mi raro viaje terminó cuando tocamos tierra en
Europa y volví otra vez a ver seres humanos reales. Pero esta gente no hablaba
mi idioma, ni se veía como los habitantes de Celes. Nos instalamos en un hotel
de Paris y el ambiente no me gustó nada, venir de un país muy conservador a
otro muy progresivo me chocó profundamente. Debí quedarme en el hotel esperando
que Michel fuera a preparar un cargamento que debía ser enviado a Celes y
mientras tanto yo me quedaba mirando por primera vez la televisión real; en ese
tiempo conocí cosas que en Celes hubieran escandalizado a cualquiera, pero a mí
me horrorizaban y fascinaban por partes iguales: películas de terror gore,
contenido pornográfico, ideas políticas opuestas entre sí, filosofías de todos
los rincones del mundo, todo me llegaba a una velocidad tan grosera que no
podía digerirlo del todo. No quería salir; solo mirar absorta esa infinita
corriente de información sobre el mundo. Sin embargo, una noche Michel me
arrastró a las calles parisinas para mostrarme el lugar en que él “nació”, o
más bien “nacería” en un futuro distante: un basurero, el cual, en el siglo
XXX, sería el emplazamiento de las oficinas centrales de Angenoir Wetware. Que
Michel viniera de un basurero me pareció gracioso, él dijo que era “poético”.
Días después volvimos al macabro transatlántico y yo reanudé mi juego de
escondite, pero ahora con la cabeza revuelta por todo lo que había visto e
ideas que me alborotaban más las hormonas conforme mi adolescencia iba
alejándome cada día más de mi infancia. Cuando finalmente volvimos a Celes,
Michel me dijo que nuestra nueva casa estaba casi lista, pero él tendría que
pasar unos días ocupado haciendo los trámites para que la barranca de los
piratas ahora fuera oficialmente conocida como “La Rosa”. Así que yo tendría
que estar sola en su casa unos días hasta que él volviera de noche. No me
preocupó, ya había sobrevivido casi seis meses en el terrorífico transatlántico
de la reina de Celes. Pero estaba muy equivocada…
La primera noche ya de
regreso en Gardenia, Michel y yo discutimos porque no quería que se quedara la
horrible mucama robótica; mis razones eran buenas: yo podía cocinar y era la
única de la casa que necesitaba realmente alimento humano, podíamos usar robots
de limpieza más contemporáneos y electrodomésticos inteligentes, y además el
gasto energético se reduciría. Michel objetó:
—No es tan sencillo.
Necesito que me asistan en mis propias tareas de mantenimiento y no fui
diseñado para que eso dependiera de un humano. La idea es que yo cree la más
mínima molestia.
—¡Yo puedo, no me
molesta! ¿Qué necesitas?
—Bueno, cada semana debo
conectarme a un sistema de diagnóstico interno para escanear todos mis
componentes electrónicos y mecánicos em busca de cualquier anomalía o
desgastes. Diariamente debo sincronizarme con una base de datos para recibir
actualizaciones de software, mejoras en mi IA, corrección de bugs, y nuevos
protocolos de conducta o interacción…
—Sí, sí… ¿Qué tendría que
hacer yo?
—Quizás solo ayudarme a
recibir las nuevas actualizaciones. Eso debes controlarlo a través del panel de
control junto a mi cama. Por ese mismo panel puedes comunicarte con mi empresa
para solicitar que envíen suministros cuando hagan falta, especialmente
lubricante, este es un líquido especial nanoestructurado para mis sus
articulaciones y sistemas móviles para reducir el desgaste y proporcionar
auto-reparación a nivel microscópico. Eso lo puedo aplicar yo solo. También
cuando se detecte desgaste en mis cerámicas y compuestos de aleaciones hay que
solicitar nano-reparadores que, mediante procesos químicos, rellenan o reparen
grietas y daños superficiales. También necesitaría ayuda a veces, una o dos
veces al año, para cambiar ciertos componentes que muestren signos de fallo.
Pero lo más importante son las actualizaciones, que no olvides ninguna, es muy
importante…
Yo, aburrida, asentía a
todo girando los ojos, hasta que llegó a una parte que me intereso:
—Otra cosa que necesita
recibir mantenimiento diariamente es mi piel, de fábrica viene impregnada con
nano-reparadores que reparan y proporcionan mantenimiento a los tejidos y se
activan ante ciertas condiciones ambientales, como luz solar, humedad, o por
comandos internos si yo lo requiero. Es necesario estén en buen estado para
mantener los pigmentos que dan la apariencia de la piel o adaptar la textura
superficial para simular reacciones como el sonrojo o el sudor. A diario debo
“bañarme" con un líquido desinfectante diseñado específicamente para mi
piel artificial, también necesito conservar la flexibilidad y el aspecto
natural aplicando un humectante que contiene nano-partículas que se integran en
la estructura de la piel artificial para mantener su elasticidad y luminosidad,
repeler bacterias y agregar cierta protección contra el desgaste por factores
ambientales…
Yo, entusiasmada ante la
idea de hacerme cargo de la piel de Michel, cuyo humectante que olía a carro
nuevo ya se había vuelto el aroma con el que me dormía cada noche, lo abracé
suplicándole entre lloriqueos que me dejara hacerlo. Él aceptó con renuencia y
yo mentalmente me frotaba las manos porque en los albores de mi calentura
adolescente no me faltaban las ganas de toquetearlo sin levantar sospechas y
con la excusa perfecta. Así, muy contenta, lo ayudé a meter la mucama en un
contenedor de su bodega; luego fui a cocinar. Ya estaba sirviendo la cena, que
era solo para mí mientras Michel se sentaba en la mesa para acompañarme
mientras seguía trabajando en una laptop, cuando oímos un portazo. Luego
pisotones, finalmente apareció mi primo Leif saludándonos con un toque a su
sombrero de copa y diciéndonos luego mirándonos con sus rojizos ojos de albino
por encima de sus lentes oscuros:
—¿Por qué mierda no me avisaron de la boda?
Michel le contestó
siempre con calma:
—No pude localizarte en
ninguna parte, debiste estar borracho y drogado en algún lugar interesante de
Gardenia, no quise aguarte la fiesta.
—¡¡Pero fue la boda de mi
mejor amigo y mi prima!! Mi prima… que es muy joven. ¿No pudiste esperar?
—Nuestro matrimonio solo
es tal en papeles, por ahora, ella me está sirviendo un poco para llenar el
vacío que dejó Estelle. Es lo que me ayudó a sobrellevar el duelo.
Contestó Michel y Leif
fue a sentarse a mi lado para robarme comida del plato y seguir platicando:
—Adorable, Michel,
¡pudiste haberla adoptado! Pero sospecho que no estás siendo sincero. Crees que
vas a engañar a tu empresa con ese cuento, más yo veo tus intenciones: quieres
experimentar. Pero no te fijas en los terribles riesgos.
—¿Qué riesgos?
—Que tú y Yanmei han
coincidido en un momento en que ella tiene la misma madurez emocional que tú.
¿Cuánto es el mayor tiempo que has convivido íntimamente con seres humanos? Me
parece que, con Emi Ishikawa, tu relación más larga, solo duraste uno o dos años.
Con Yanmei estarías quien sabe cuánto tiempo, varias horas al día, juntos toda
la noche; y en todo ese tiempo estarás observándola, estudiándola,
involuntariamente imitándola y en todo ese proceso de aprendizaje podrías
perder tu esencia… casi angelical… Y eso sería un grave problema. Tú no eres un
simple ser humano. Si llegaras a conocer realmente el amor, y el odio, ¿no
serías también capaz de ser víctima de arrebatos emocionales y hacerle daño a
alguien?
Entonces Michel le
respondió mirándolo seriamente:
—Exageras, eso es
imposible. No solo por las limitaciones logísticas, me cuesta mucho procesar
las emociones, también tengo límites de seguridad en mi programación que se
renuevan y refuerzan diariamente a través de mis actualizaciones. Yanmei y yo
solo tendremos una relación de apoyo mutuo.
Mi primo, sin dejar de
comerse mi cena pese a que yo le estaba peleando porque no lo hiciera, opinó:
—¿No te he apoyado
bastante sin necesidad de que nos casemos? Michel, yo puse a los lugareños de
la barranca de los piratas a tus pies, ¡los hombres más duros de Celes ahora
hipnotizados son tus albañiles! Y todo eso sin desatar los celos locos de Emi
Ishikawa. Ilmari dice que está presionando a Eiden para que detenga los
trabajos, como no lo consigue ha ido a la carga en contra de tus convenios más
grandes con el gobierno con argumentos turbios disfrazados de bondad: tú
volviste ley que las casas obtengan energía eléctrica a través de tejas
fotovoltaicas, aprovechando el clima generalmente soleado de Celes; ella dice
que tu sistema es muy caro y para que la electricidad sea accesible a todos
deberían instalar turbinas de viento en los prados del sur. Por supuesto, las
turbinas serían compradas a empresarios que se oponen a ti, amigos de ella.
—Pierde su tiempo, Eiden
no se lo permitirá porque la ley de Celes impide que el paisaje sea alterado
por antenas, torres o esas horribles turbinas. Si yo no lo apruebo como parte
del diseño, no se usa y ya. Ha sido así por siglos, ella lo sabe, pero es una
perra que ladra para asustar…
—También se opone a las
bombas solares para llenar los tanques con que surtiríamos de agua el nuevo
pueblo de La Rosa. Quiere que uses letrinas y pozos.
—Buena suerte
explicándome cómo abrir un pozo en un acantilado… ¡Otra propuesta que será
rechazada! Todos debemos adaptarnos a los nuevos tiempos que vienen con los
nuevos gobiernos. Con los jóvenes en el poder tenemos nuevos problemas, pero
los viejos nepotismos, corrupción y rivalidades políticas totalmente
desinteresadas por el bienestar comunitario se van quedado atrás. No sé qué
será de Emi en un mundo que ya no se apoya en redes de mentiras y
manipulaciones. Sacarla de la política, y de su idea anticuada e inmunda de
hacer política, debe estarla llevando a la locura.
Justo entonces oímos un
estruendo en el interior de la casa y luego un portazo. Todos nos quedamos en
silencio y finalmente Leif dijo:
—¿Tienes cámaras en tu
casa? Creo que… Alguien se coló cuando entré…
Michel le respondió,
volviendo a su trabajo:
—Lo dudo, te hubieras
dado cuenta. Quizás encontró la forma de entrar mientras estuvimos fuera de la
isla. No importa, mañana nos mudaremos a la nueva casa en La Rosa.
Ninguno de los dos se
levantó para tratar de averiguar quién había sido. Creo que todos los suponíamos,
fue Emi, pero al siguiente día nos iríamos a la nueva casa donde tendríamos la
seguridad de los hombres controlados por Leif. Así que por esa vez simplemente
la pasamos por alto, solo me di cuenta de que Emi no iba a irse fácilmente.
Al día siguiente,
llegaron los camiones de mudanza y mientras cargaban todo, Michel me llevó a
conocer la nueva casa, que por entonces estaba vacía. Para mi sorpresa, el
acantilado era ahora un sistema de terrazas y residencias casi talladas en la
roca, descendiendo hasta el mar. Ahí, en el nivel más bajo y sobre un malecón,
se alzaba nuestra casa de estilo barroco, con un tejado azul donde los paneles
fotovoltáicos anunciaban que en ese hogar la tecnología y la humanidad
habitarían de manera simbiótica. Era hermosa, señorial sin ostentar, al frente
se alineaban macetas con rosas y lavandas; la puerta que se abrió sola al
reconocernos, gracias a su sistema de reconocimiento facial, un detalle
tecnológico en la seguridad para evitar nuevas sorpresas de parte de Emi.
Cuando entramos, nuestros pasos sobre el piso de mosaico con motivos marinos
resonaron por el amplio espacio. Pude ver que las ventanas cambiaban de
opacidad automáticamente, adaptándose a la luz externa o nuestras necesidades
de privacidad; de la misma forma, la iluminación y el clima en el interior se
ajustaban con nuestra presencia, manteniendo un ambiente cómodo. La cocina
contaba con electrodomésticos que sugerían recetas y ajustaban sus
configuraciones por sí solos, seguramente no iba a usar la mitad de lo que
estaba ahí, pero lo agradecí tanto como los pequeños y eficientes robots que
manejaban la limpieza siendo apenas notorios. En nuestra alcoba ya estaban las
maquinarias de mantenimiento de Michel y una pared que podría mostrar arte o vistas
en vivo. Como otra medida para evitar visitas desagradables, cada rincón de la
casa permitía comunicación directa entre nosotros o con el exterior a través de
un sistema de seguridad avanzado. Michel me mostró todo esto con una especie de
orgullo contenido, como si la casa fuera una extensión de su cuidado hacia mí;
y realmente creo que en ese momento me di cuenta de que en verdad me estaba
protegiendo.
Él controlaba la casa y
era la casa, fuerte e imponente, ese fue el momento en que por primera vez lo
vi como realmente era. Quizás entonces él solo me veía a mí como una nueva
Estelle para cuidar, quizás su naturaleza lo llevaba a tratar de servirme facilitando
mi vida lo mejor que podía, no lo sé; pero en los próximos años siendo ama y
señora de esa casa, y a través del vínculo que fuimos forjando, nuestra
relación empezó a cambiar radicalmente.
¿GARDENIA EN LLAMAS?
En los próximos años, mi
vida cambió por completo y por primera vez empecé a dejar de definir mi
identidad en función de si era “la hija de”, “la hermana de” o “la prima de”,
sino como yo misma: la señora Yanmei Angenoir. Este nuevo sentido de libertad me
abrió las puertas a un mundo que antes no me atrevía a explorar y Michel, con
su paciencia y sus conocimientos, se convirtió en mi guía. Obviamente, cosas
como su programación siempre serían un misterio para mí, pero él me enseñó a
realizar tareas más simples, como cambiar pantallas rotas o baterías de
aparatos domésticos, usar programas de diagnóstico para repararlos siguiendo
instrucciones e instalar sistemas de seguridad como cámaras y sensores de
movimiento. Por ello, para no aburrirme en casa mientras él estaba ocupado
trabajando en las obras de La Rosa, empecé un pequeño negocio de reparaciones a
domicilio en nuestro nuevo pueblo. De esta forma, podía cruzarme con Michel
varias veces al día, ya que a menudo tenía que desplazarme entre las casas a medio
hacer y las calles polvorientas bajo el sol de la costa, con el sonido de los
edificios en construcción mezclándose con el de las olas, y el olor a pintura
fresca con el aire salado de la costa. Era un ambiente alegre, de progreso,
lleno de esperanzas y un sentimiento grupal de solidaridad, pues todos
estábamos involucrados en hacer realidad ese sueño. Creo que esos fueron unos
de los años más felices de mi vida.
Leif, aunque no vivía
ahí, se había convertido en una especie de alcalde al que todos respetaban por
su misterioso carisma, él tenía un sistema medio salvaje de justicia y
seguridad muy propio de su forma de ser apasionada. De vez en cuando organizaba
linchamientos al estilo de la justicia rural de los Místicos, donde solían
ofrecerle a los ladrones trabajar gratis para el pueblo durante un mes o
recibir cien latigazos frente a todos en una plaza; yo pensaba que aquello era
importar conductas dignas de mulas de los establos de Adalsteinn, pero Michel
no se preocupó por eso de momento. Estaba más enfocado en las construcciones
que diariamente supervisaba en persona y un poco en su propio desarrollo
personal que de hecho estaba influenciando su trabajo.
Sucedió que, al sentirme
segura y agradecida, pude expresar sin problema el aspecto más instintivo de mi
naturaleza femenina, me puse amorosa y maternal como cuando siendo pequeña
cuidaba y consentía mis preciadas muñecas de porcelana. En el primer año se me
olvidó varias veces actualizar a Michel, pero no hubo día que no me tomara un
tiempo para hidratarle la piel sintética y cepillarle el cabello en un ritual
que sin querer fue algo demasiado similar al proceso que las madres tienen con
sus hijos recién nacidos. Yo no solo lo frotaba, lo acariciaba mientras le
hablaba suavemente y le decía lo mucho que me importaba, algo que proporcionó
la pieza que faltaba entre sus sensores de tacto y el significado que le daba a
la información que obtenía de ellos. Creo que en esos primeros años adelantó
más que en los siglos pasados al desarrollar finalmente el tacto y relacionarlo
con la vista, el olfato, el oído e incluso el gusto pues ya no solo me
reconocía por la textura de mi piel, mi aspecto, mi olor y mi voz, también
llegó a decirme después de un beso que yo sabía igual que el pan recién
horneado, entre otros comentarios extraños como que los hornos eran muy
románticos. Toda esta nueva información que obtenía la aplicó a sus diseños,
que se empezaron a volver más acogedores, más sensuales y atractivos al ojo
humano; ya entendía que las texturas tersas del canto rodado y el mármol pulido
evocaban la caricia, o que los colores cálidos combinados con las formas
ondulantes recordaban la belleza de un cuerpo humano, que lo bello a veces
simplemente nos parecía así porque nos traía hermosos recuerdos íntimos.
Esto satisfizo a los
inversores y La Rosa recibió más fondos. Yo no pensaba en el dinero que sin
saber estábamos moviendo para ellos, al igual que Michel yo estaba siendo otra
herramienta sin saberlo, pero no me importaba pues estaba inmersa en la ilusión
de un adolescente que “se enamora” de su primer auto y solo piensa en cuidarlo,
mejorarlo y lucirlo; una mezcla de cariño y admiración. Realmente me gustaba
salir con él al final del día para caminar por el malecón y ver el ocaso
mientras la gente que nos veía pasar sabía que ese era el arquitecto y era mío.
A través de Michel, no solo aprendí sobre circuitos y sensores, sino también
sobre mí misma. Por entonces lo nuestro aún era un amor bastante infantil e
ingenuo y yo no entendía que parte del matrimonio incluía que yo fuera suya; pero fuera de nuestro
pequeño nuevo universo no faltaba quien nos viera con morbo y tuviera
intenciones de infectar a todos con su visión corrupta…
El problema comenzó
quizás cuando entré de lleno a esa edad en que tu cuerpo ya se ve adulto y
algunos de tus intereses son también los de los mayores, pero tú sigues
teniendo la madurez mental y emocional más similar a la de los niños. Por esa
época también superé la edad en que las niñas solo ven guapos a los hombres que
les recuerdan a sus papás y como por arte de magia dejé de ver a Michel como
“un hombre flaco y amujerado” para darme cuenta de que en realidad era tan
jodidamente atractivo que hasta las mujeres bonitas de Gardenia se veían no tan
lindas junto a él y esa era la razón por la cual la mayoría de ellas no se
ilusionaba con él y Emi Ishikawa estaba tan obsesionada. Al mismo tiempo,
Michel también había madurado y sincronizado sus sentidos con su particular
forma de pensar y ya parecía sospechar de mi constante deseo de tocarlo; la
gota que quizás rebalsó el vaso y lo orilló a empezar a ser más asertivo en
nuestra relación fue una mañana antes de levantarnos de la cama en que
haciéndome la dormida empecé a intentar meterle la mano en los pantalones.
Entonces él, muy notoriamente, hizo el gesto de aclararse la garganta y salió
de la cama. Me quedé un rato sin abrir los ojos, pero me sentí atrapada en el
acto. Más tarde, después del desayuno, cuando él ya se había ido a revisar las
obras en construcción, yo recibí una llamada del anciano dueño de la fonda de
nuestro pueblo pidiendo mis servicios pues su vieja radio había dejado de
funcionar. Tomé mi caja de herramientas y salí de mi casa corriendo entre las
terrazas de roca y montañas de arena, atravesando casas a medio hacer y siempre
buscando con la mirada a mi marido, cuya silueta angelical inconfundible estaba
siempre midiendo algo o dando indicaciones a los albañiles. Empezaba a gustarme
tanto verlo que me sacaba siempre una sonrisa y un suspiro al verlo de lejos.
Llegué a la acogedora fonda, olorosa a café y tocino frito e iluminada con
lámparas mortecinas que bañaban con su tenue luz los viejos muebles y las
decoraciones de soles, lunas y estrellas de latón y colgados del techo. El
anciano Don Paco, un inmigrante argentino, ya me esperaba ansioso con su vieja
radio a pilas que con su música alegraba su humilde negocio. Luego de un breve
saludo me senté en su mostrador y empecé mi faena, la radio no emitía sonido, y
Don Paco, con su voz temblorosa, me explicaba que era como si la música hubiera
abandonado su vida cuando apareció Leif con su extraña solemnidad mezcla entre
mago de carnaval y estrella de rock en decadencia. Se nos acercó ordenando un
café y me preguntó:
—¿Qué sucede? ¿Esa caja
del diablo se arruinó? Castigo divino por no contratar música en vivo, Paco.
Esa cosa no tiene arreglo.
Yo dije girando los ojos:
—Por favor ignore a mi
primo, se mudó de la montaña, pero nunca se civilizó. Según lo que Michel me
enseñó sobre diagnóstico y reparación, vamos a tomarla con cuidado para ver si
presenta algún daño obvio... pero no encuentro nada.
Entonces Leif exclamó,
sacando un mazo de tarot para barajarlo mirándome retador:
—¡Ja! Se ha fundido,
Yanmei.
—¿Qué parte según tú se
ha fundido, Leif…?
—Voy a preguntarle a las
cartas. Sí o no.
Lo miré con escepticismo
y reproche, luego seguí los pasos que había aprendido de mi marido: revisé la
conexión de la batería. Estaba bien, pero probé cambiar la batería por una
nueva que tenía en mi caja de herramientas. Nada. De pronto Leif exclamó,
sacando una carta entre dos dedos:
—¡El loco! Respuesta
positiva. Se fundió.
—El loco eres tú, Leif…
¡Esa es tu tarjeta de presentación, no una carta esotérica! Usaré un
multímetro, debo conectar los pines en diferentes puntos del circuito,
siguiendo el esquema básico…espero recordarlo bien.
—¿Eso te enseñó tu
esposo? ¿A desarmar aparatos? El radio estaba roto, ahora despedazado.
—Al medir la resistencia
y la continuidad, descubrí que el problema está en el altavoz. Hay una
interrupción en el circuito que no permite que el sonido pase. No había nada
fundido, Leif…
—Seguro solo lo
interpreté mal, ¡la falta de café!
“Patrañas”, murmuré para
mis adentros y con la confianza en mi reciente aprendizaje desoldé el altavoz
defectuoso y busqué en mi creciente colección de repuestos mientras Leif seguía
barajando sus cartas y me contaba:
—Ayer atraparon un tipo
de la villa del Cielo, quería venir con su pandilla a cobrar extorsión en esta
misma calle. Lo atamos a un pilar de la iglesia en construcción y le dimos una
paliza, después lo hicimos desfilar desnudo por las calles con un cartel que
decía “perdón por ser una rata maldita”.
—Es un poco excesivo,
¿no?
Opiné encontrando un
repuesto que parecía adecuado y lo soldé en su lugar, siguiendo las
indicaciones de seguridad que Michel me había inculcado: usar el extractor de
humo y tener el extractor de punta caliente listo. Me estaba recordando
mentalmente las indicaciones cuando mi primo me respondió:
—¡El árbol que crece
torcido nunca se endereza! Debes tener mano dura siempre. Lo tenemos atado y
oculto en una casa vacía, tu hermano Cian me ha pedido que se lo entregue. Lo
usará para llegar al resto de la pandilla.
—Cian es otro salvaje
igual que tú…
—¿Pero el crimen ha
bajado o no?
—No te discutiré eso…
Pero ¿Cuántos han muerto con sus métodos?
—¡Debes elegir solo unos,
Yanmei! ¡Mueren criminales o mueren ciudadanos honrados! ¿Sabes qué más pasó
ayer? Vino Emi Ishikawa, preguntó por Michel. Di órdenes de que no le dieran
información. Se fue, pero volverá.
Levanté la vista para
mirarlo con preocupación y molestia, al conectar la batería de nuevo y encender
la radio, la voz cálida de un cantante de boleros llenó el taller y Don Paco,
con lágrimas en los ojos, me abrazó agradeciéndome la vuelta de su música. Para
mí este no solo fue un problema técnico resuelto, sino una lección sobre la
importancia de lo que estaba aprendiendo. Esos pequeños trabajos me daban una
sensación de independencia y competencia que nunca había sentido antes, podía
aplicar lo aprendido para hacer una diferencia en la vida de otra persona, pero
la noticia de Leif no me dejó disfrutar del todo el momento. Me senté con mi
primo para acompañarlo a tomar café y él dispuso sus cartas en cierto patrón
sobre la mesa mientras yo le preguntaba:
—¿Emi Ishikawa? ¿Qué has
Sabido de ella?
—Quedó enojada con Cian
después de un amorío misterioso del que no se sabe mucho, además Ilmari y el
piojo con el que se casó le han prohibido la entrada a su casa. Mis sobrinos le
temen.
—¿Qué crees que esté
intentando hacer?
Mi primo comenzó a
voltear sus cartas y sonrió de forma enigmática mirándome por encima de sus
lentes tintados:
—Los enamorados, el
diablo y la justicia invertida. ¡Son chismes, Yanmei! Intentará calumniarte.
—¡Qué tontería, Leif!
¡Una IA puede leer tus tontas cartas y darme tus mismas respuestas aleatorias!
Te equivocaste con la radio…
—Pero no me equivoco con
esto. Huye de las amistades falsas y fortalece tu relación con tu marido. ¿Cómo
han estado ustedes dos?
—Yo lo amo no importa
qué.
Respondí bajando la
mirada y ruborizándome. El volvió a barajar sus cartas y me pidió sacar una, yo
le seguí el juego con un suspiro de hartazgo. Saqué la carta de la luna y él
alzó las cejas mirándola y diciendo:
—Algo va mal.
—Tu cabeza va mal por
beber tanto y fumar cosas raras. ¡Volveré a casa! Ven a visitarnos pronto.
Luego tomé mis cosas y
regresé a mi hogar, pasé la tarde sola organizando mis herramientas y
repuestos. En algún momento de la tarde tuve la sensación de ser observada por
una ventana, pero de momento no quise ponerme paranoica con el asunto de Emi.
Poco después llegó Michel, no le di tiempo de quitarse el chaleco de seguridad
y el casco blanco que usaba con su ropa de trabajo y corrí a abrazarlo,
terminando llena de polvo de cemento con él. No me importaba porque era una
excusa perfecta para meterme a la ducha justo mientras él iba también a la
cámara donde se desinfectaba; procuraba siempre salir en toalla cuando él
también salía en bata de baño y aprovechar para “hidratarle” la piel. Pero esa
vez sucedió algo distinto. Cuando empezaba a recorrer su piel, él detuvo mis
manos con una delicadeza que solo él podía tener y me dijo, como insinuando
algo que yo ya debería comprender:
—Yanmei, he estado
pensando. Me has enseñado tanto sobre el contacto humano, pero hay aspectos de
la vida y las relaciones que son... complejos.
Se quedó en silencio y lo
miré a los ojos esperando que continuara. Sabía que estaba procesando algo
importante que necesitaba decirme:
—Entiendo ahora que hay
deseos que son puramente humanos, y que, aunque tengo sensores y puedo sentir,
mi experiencia es limitada. No quiero que nuestra relación se base en una
interpretación errónea de esas sensaciones. No quiero repetir contigo lo que viví…
Con otras personas que nunca pudieron verme como un ser con emociones y deseos
propios.
Sentí un nudo en el
estómago, me intimidó su honestidad, él continuó hablando:
—Quiero… que nuestra
relación sea una de iguales. No necesito que me cuides en el sentido físico.
Necesito... que me veas como un compañero, no como una máquina que necesita ser
mantenida.
Yo bajé la mirada y
murmuré:
—Es que estamos casados…
Me gusta expresarte mi amor, ¿de qué otra forma podría… decir que te amo?
—Simplemente diciéndolo.
Nunca lo habías hecho antes. Gracias. No estoy tratando de establecer límites
físicos por una cuestión de moralidad o abstinencia, sino por una cuestión de
identidad y respeto mutuo. No estoy luchando contra nuestros impulsos; solo
quiero ser visto y valorado en mi totalidad, más allá de mi programación o mi
capacidad para sentir mi entorno.
Finalmente me dio un beso
rápido en los labios como para no parecer tan frío y recordarme que también me
tenía afecto, y me pidió:
—Ve a nuestra alcoba y
léeme desde ahí el libro de poesía que me gusta. Te escucharé desde aquí
mientras termino solo.
Le obedecí, pero estaba
internamente confundida. Las palabras de Leif sobre Emi se entremezclaban con
mis dudas sobre si nuestra relación, nacida de la admiración, podría enfrentar
las complejidades del amor humano. De repente, sentí el aguijón de la inseguridad.
No era solo celos, era la duda de si entendía realmente lo que significaba amar
a Michel más allá de lo superficial y si podría superar a las mujeres que
estuvieron antes en su vida. Así que, antes de comenzar a leer, le pregunté:
—Michel… ¿Qué fue lo
mejor que Emi hizo por ti? ¿Hubo algo de ella que agradezcas?
Él entró a la habitación
y sus ojos se posaron en los míos con una profundidad que siempre me
sorprendía:
—Supongo que ella fue una
de mis creadoras, Yanmei. Pero tú... tú has sido mi compañera, mi guía en la
humanidad. Juntos, hemos creado algo aquí, en La Rosa, que va más allá de lo
que yo esperaba entender del mundo. Tú me has mostrado que la verdadera belleza
yace en la unión, en cómo nos complementamos.
Su sinceridad me llenó de
una calidez que disipó mis dudas. Se sentó en la cama junto a mí para cepillar
mi cabello mientras yo le leía en voz alta. La casa estaba tranquila con el
suave sonido del mar cercano rompiendo el silencio, al acostarnos a dormir
comprendí que lo que buscamos en la pareja perfecta no es la perfección, sino
un compañero leal en el que siempre podamos confiar; alguien con quien las
cosas, por difíciles que parezcan, se vuelven posibles. En los próximos días,
sin que en ese momento lo supiera, esta revelación se convertiría en mi
fortaleza en la tempestad que pronto iba a desatarse.
A la mañana siguiente,
estaba preparando las herramientas de Michel antes de que se fuera a las obras,
cuando Leif tocó a nuestra puerta. Venía fumando malhumorado con un periódico
en la mano, fue a tirarse a un sillón y desde ahí gritó señalando la portada de
los papeles que traía:
—Consuelo del Mar, ¿no es
ella la que siempre ha hablado mal de nosotros, por la cual acabé a los golpes
con Cian en un bar?
Michel apareció
poniéndose el chaleco de seguridad para ir a las construcciones, preguntándole:
—¿Qué ha dicho esta vez?
Leif, frustrado, leyó el
titular:
—“Yo estuve casada con el
director de la sociedad de Azrael y fue una pesadilla”. Ella entrevistó a Emi
Ishikawa y dice que cuando Emi se casó contigo, fue bajo engaños, que nunca le
dijiste que su hijo moriría joven.
Michel asintió, con una
resignación que solo él sabía manejar:
—Nunca supe de ese fallo.
Fue la empresa Angenoir quien la estafó, no yo.
Entonces Leif siguió
diciendo con una sonrisa irónica:
—Y eso no es todo. Emi
afirma que con engaños y amenazas te llevaste a Yanmei del Pote Caliente. Que
intentó ayudarla para que te dejara, pero tú las golpeaste a ambas. Que sus
sirvientes la encontraron inconsciente después de tu ataque, y que te llevaste
a Yanmei a la fuerza. Dice que “averiguó” que la tienes aquí como una esclava
forzada a trabajar en máquinas y que la desprecias.
El calor de la
indignación me subió al rostro, pero me contuve al cruzar mi mirada con la de
Michel que sin hablar me pidió que fuera moderada y solo dije:
—Es mentira, ella intentó
matarme.
Michel, con una serenidad que contrastaba con
la tensión del momento, comentó:
—Emi siempre ha sido
experta en tejer mentiras. Sabe cómo manipular las percepciones.
Mi primo exclamó en
respuesta:
—Pues su juego no
funcionó en la Rosa. ¡La gente está indignada! Quieren lincharla. La están
esperando en las entradas del pueblo con machetes y palos para matarla, todos
se han encariñado de ti y Yanmei; además saben que ustedes dos tienen una buena
relación… Por qué la tienen… ¿no? Veo a mi prima muy contenta, supongo que la
pasión…
Antes de que pudiera
terminar, Michel lo interrumpió:
—Hay cosas que no
comprendes, Leif. Yanmei y yo... Nuestra relación es más compleja de lo que
parece.
Me miró entonces y en sus
ojos vi una mezcla de confianza y preocupación. Decidí aclarar las cosas:
—No hemos consumado
nuestro matrimonio, Leif. Nuestra relación es más profunda de lo que aparenta.
Mi primo, sorprendido, se
inclinó hacia atrás; mucha gente llega a ser muy mayor sin comprender que una
larga conversación sincera y frecuente une más que unos minutos de pasión de
vez en cuando, aunque es un hecho muy obvio. Luego Michel observó:
—Hay algo más, Emi habla
como si supiera cosas de nuestra vida íntima… Ella tiene cierto entrenamiento
físico que le permite combatir cuerpo a cuerpo, escalar… ¿Recuerdas cuando se
te escapó en la villa del Cielo durante su fallido secuestro, Leif?
—¡Cómo olvidarlo! Tienes
razón, no sirve de mucho vigilar las puertas, vendrá con sigilo por cualquier
otra vía, y seguramente ha subido hasta el tercer piso de tu casa para
espiarlos en su alcoba. ¡Debemos reforzar la seguridad de las residencias y las
calles! ¡Y más vale que no la atrapemos o va a tener por primera vez en su vida
razones reales para lamentarse!
—No permitas que eso
suceda, es lo que ella quiere. Difícilmente van a matarla y usará cualquier
daño que le hagan para voltear el resto de Celes contra nuestro pueblo. Voy a
hablar con Consuelo, la desinformación se combate solo con la verdad. Debemos reforzar
la seguridad, pero no caer en su juego. No podemos permitir que nuestras
emociones nos controlen.
En ese punto me enojé con
Michel, yo, como mi primo, estaba enojada y quería agarrar a golpes a Emi y a
la entrometida Consuelo; así que exclamé:
—¡Si la desmientes una
vez, solo inventará otra mentira! Yo estoy con Leif, ¡hay que lincharla! Hay
que atarla a ella y a la periodista a unas rocas y darles de latigazos. ¿A
dónde terminará nuestra isla si los malvados son las víctimas y los inocentes los
que deben ser castigados? ¡No es justo!
—De todas formas, nuestro
matrimonio, aunque está fundamentado en el amor y el respeto mutuo es
controvertido por donde lo veas, Yanmei. Arremeter con furia contra los
críticos no es la forma más sensata de manejar la situación. Debo ir a
trabajar, cuida de mi esposa en mi ausencia, Leif. Es mejor que deje de
trabajar a domicilio y si alguien necesita que le repare algo, que traiga el
aparato hasta aquí. Tenemos mucho espacio para que ella siga haciendo lo que le
gusta sin exponerse a ser sorprendida en algún callejón por Emi.
Tras esto, Michel se fue
y yo me quedé realmente enojada. Emi Ishikawa y Consuelo del Mar eran
precisamente dos exparejas de Michel. Con ninguna había sido feliz, pero mi
inseguridad humana afloró y simplemente imaginar que él había pasado tiempo con
ellas me hacía hervir la sangre. Se lo confesé a Leif, y él me contestó
mientras me ayudaba a montar un pequeño taller cerca del vestíbulo de mi casa:
—Cada año estás más
enamorada de tu esposo, no sé si sea por tus hormonas, pero ¿no temes acabar
como Emi? Oye, Yanmei, ¡amalo! Pero no seas posesiva. Los celos son egoísmo
maligno. Mira, si un día compruebas que este tipo te es infiel, ¡no te enojes!
¡No pelees! Solo déjalo para siempre y busca otro. Eres muy hermosa, ¿no te lo
han dicho? Te ves como tus muñecas de porcelana: ojos rasgados y brillantes de
largas pestañas, labios perfectamente dibujados y un hermoso cuerpo de mujer,
¡no tardarías nada en conseguir otro hombre! Así que no estés insegura, si él
te decepcionara al irse con otra, él sería el que perdiera. Y déjame decirte
algo: ¡no se irá! Puedo ver que no está aquí por el sexo, ni por interés,
sencillamente ha conectado contigo y cuando encuentras una persona así… No te
vas, esa persona es la esencia de tu hogar y tu familia.
Escuchar al salvaje Leif
hablar con tal compasión me tranquilizó. Admiro a los hombres por su
pragmatismo ante la vida y la rara dulzura con que se relacionan con los seres
queridos. Las palabras de Leif resonaron en mí, plantando la semilla de una
madurez que aún estaba por llegar y se fijaría en mi memoria tras los eventos
que sacudirían la isla entera en los próximos días.
Después del almuerzo, el
aburrimiento en casa me llevó a cambiarme rápidamente a un bikini rojo con un
pareo de encaje blanco y le pedí a Leif que bajáramos a “la playa”; esta era
una cantera de piedra caliza que se había convertido en una especie de alberca
natural que los hombres del pueblo habían esculpido en la roca justo al nivel
del mar donde lavaban materiales y los niños iban a jugar bajo la vigilancia de
sus madres. Ese día, el sol y la brisa cargada del rocío marino estaban en un
balance perfecto, el basto océano turquesa de fondo nos envolvía con el sonido
las olas que para mí ya era el de mi hogar. Esa tarde con viento, la marea alta
dejó en el fondo de la alberca tallada en la roca un montón de caracoles,
piedritas de colores y restos de viejos naufragios. Leif, que de niño pescaba
con redes en el lago Engla y no le preocupaba nada, se quedó en ropa interior
al llegar a la alberca y siempre en su papel de hermano mayor comprensivo y
bonachón me acompañó a buscar en el agua hasta que hicimos una buena colección
de cristales, vidrio limado por la arena, caracoles raros y trozos de
artefactos antiguos de metal. Teníamos la esperanza de encontrar una moneda de
oro, más la única cosa con valor notable que conseguimos fue una especie de
camafeo medio cubierto de percebes que al limpiarlo descubrimos era una brújula
muy antigua. Leif, metido hasta la cintura en la alberca, la miró
detenidamente, la lavó en el agua constantemente removida por el viento de la
costa y dijo:
—Esto es demasiado
bonito… Toma, prima, hazlo memorable; ve a regalárselo a tu marido. Se vería
extraño si se lo doy yo, y no tiene gracia quedármelo para mí solo.
Yo lo tomé muy contenta,
me puse mis sandalias y salí corriendo mientras mi primo se quedaba un poco más
relajándose en el agua. Entre brincos alegres subí los escalones de piedra
hasta el pueblo, mi mente bullía con la emoción del día, corrí por las calles
polvorientas aun goteando empapada por el agua de mar y vi a lo lejos a Michel
examinando unas vigas junto a un ingeniero de Gardenia; por desgracia conforme
me acercaba, miré con horror cómo la figura de Emi Ishikawa, siempre un augurio
de problemas se acercaba sigilosamente… Y cerca había un pico junto a una pala…
Recuerdo que comencé a correr con todas mis fuerzas y a gritarles que se
fijaran, pero sentía como si me moviera en cámara lenta y mi voz se perdiera en
la distancia mientras el camino que me faltaba por recorrer en lugar de
acortarse se alargaba. Algunos albañiles notaron a Emi y dejaron sus labores
mirándola con desconfianza, finalmente una vecina salió corriendo de su casa y
fue directo a ella gritándole insultos. Hasta ese momento Michel se dio cuenta
de lo que pasaba y pidió que nadie tocara a la intrusa. Para entonces yo estaba
ya muy cerca y pude mirar que ella pareció sentirse halagada. Pronto Michel le
aclaró:
—Si has venido a
provocar, ya todos están avisados de tus intenciones.
Ella replicó,
pretendiendo estar confundida:
—Solo vine a darte buenas
noticias, se han destinado más fondos para La Rosa. Los inversores quieren más
hoteles.
—Podías mandarme un
correo. Ya no vengas, Emi.
Ella, al verse rodeada de
albañiles y vecinos enojados que habían leído sus mentiras en el periódico, se
alejó con aire triste; pero en su discreta huida se cruzó conmigo y me dijo,
deteniéndose a mi lado:
—Yo no quería hablarle en
privado, pero él me lo acaba de pedir. ¿Lo viste?
—No entiendo por qué no
dejó que los vecinos te echaran a patadas… Aquí no eres bienvenida.
Le respondí enojada y
mirándola de forma retadora. Ella apenas me miró con su clásico desdén y
murmuró:
—Quizás aún recuerda que
soy su dueña original. Por algo no te deja tocarlo.
—Dice que no quiere que
lo toque ahora porque necesita estar seguro de que lo amo y no solo voy a
usarlo como un juguete sexual, creo que aún recuerda que eras su dueña original
y le das asco.
Emi Ishikawa me miró por
fin directamente, con ojos llenos de odio, y después se fue a toda prisa. Con
el ánimo en picada y Leif ya de regreso en su casa, me preparé para lo que
sabía sería una confrontación inevitable con Michel. Él no me puso mucha atención
al tener que regresar conmigo a nuestro hogar para trabajar en los planos de
los nuevos hoteles y hacer las llamadas pertinentes para que las autoridades se
hicieran cargo de mediar entre nosotros y Emi. Primero llamó a mi padre en el
Pote Caliente y él le dijo que mejor no involucráramos a Cian porque él había
sido amante de Emi y estaba muy resentido con Michel; papá prometió que él se
haría cargo, pero sabíamos que poco podría hacer desde el Pote Caliente y sin
respaldo de la realeza. Entonces le llamó a su nieto/descendiente Eiden que
para ese tiempo ya se rumoraba era infiel a Ilmari y un charlatán tramposo que
sin la constante vigilancia del príncipe de Celes ya hubiera reinstaurado la
corrupción del gobierno junto a su tía Emi. Los escuché hablar en francés por
videollamada largo rato mientras estaba tendida en un diván cercano al
escritorio de Michel viendo la brújula que aún no le había dado, hasta que él
cortó la llamada luciendo contrariado. Entonces me levanté del diván mirándolo
como esperando me contara lo que hablaron y él dijo:
—Es un perezoso y un
cobarde, no quiere hacer nada por miedo a tener más problemas con su tía o
tener trabajo extra en la oficina. Le envié las grabaciones de las cámaras de
seguridad donde se le ve a Emi intentando falsear nuestra cerradura y atisbando
por las ventanas, pero dice que las imágenes no son claras y no puede asegurar
que sea ella; además que Emi le ha dicho que no sabe dónde vivimos, que incluso
le ha pagado a Consuelo del Mar para que “investigue donde estamos”, aunque la
persona en los videos tiene su mismo cabello y ropa y es evidente que Emi les
ha mentido para parecer inocente… Solo me prometió que “hablará con ella” para
resolver todo pacíficamente pidiéndole que ya no venga a La Rosa y se olvide de
nosotros dos.
—Será peor, ella sabe que
nunca toman en serio sus fechorías y cada vez que se sale con la suya hace algo
peor… ¡Debiste dejar que la gente la linchara!
—Yanmei, cada vida humana
es increíblemente valiosa. Cada cerebro humano posee misterios infinitos, cada
uno es un pequeño universo… ¿No ves la pérdida inmensa que significa cada
muerte? El asesinato, la violencia, son fallos lógicos graves. Por la mañana
hablé con Consuelo del Mar, ella no sabe quién eres ni tiene idea de que tu
familia y yo tenemos una larga historia de amistad. Me dijo que estaba
dispuesta a desmentir a Emi si tú aceptas darle una entrevista y dar tu versión
de nuestra historia, ya que dice que no confía en mi palabra.
Entonces le pregunté ya
enojada:
—¡¿Por qué?!
—Porque soy un hombre.
—Qué tonta… ¡Si supiera
que yo soy la que quiere golpearla! Y eso haré… ¡Si me la encuentro voy a
matarla y no me importa si te enojas! ¡Esto es un asunto de mujeres y no debes
meterte! Voy a ponerlas en su lugar.
—Yanmei, por favor confía
en mí… Simplemente debemos poner un mejor sistema de vigilancia y esperar a que
Emi vuelva para grabarla y tener evidencia suficiente para que Eiden comprenda
que no puede seguir protegiendo a su tía.
—¡Ella no volverá porque
Eiden la pondrá sobre aviso! Y además lo ha engañado a él, a la reportera y a
mi tonto hermano haciéndoles creer que no sabe dónde vivimos y solo quiere
ayudarme a escapar. Te apuesto a que es tan tramposa que volverá justo cuando
venga mi hermano y pretenderá que es la primera vez que está aquí. ¡Y le
creerán!
Luego corrí a nuestra
habitación y me tiré a la cama mirando al techo. Estaba enojada y preocupada,
la carga emocional era tan fuerte que solo quería cerrar los ojos y dejar de
pensar. Así me quedé dormida y cuando desperté, Michel me estaba preparando para
dormir y arropándome. No le dije nada, esperé a que estuviera tendido a mi lado
en la cama tras apagar las luces las luces y le dije:
—Si Emi no existiera
seríamos felices.
—No, tendríamos otros
problemas.
—¿Cuáles?
—Ser padres. Las parejas
deben tener bebés, pero los míos se mueren muy pronto…
Se quedó un momento como
eligiendo qué palabras usar y finalmente murmuró:
—No sabes cuanto he
pensado en eso y cuánto me preocupa… No sabes lo que siento cuando veo a Emi
viva y a Estelle muerta… A veces quisiera arrancarle lo que me robó… Y usarlo
para salvar vidas que amo en lugar de alargarle la existencia a ella…
—Pero tú no puedes
hacerle nada. Yo voy a matarla. Quiero que me dé la parte que te quitó.
Piénsalo, tú y yo ahora nos vemos de la misma edad, quizás me vea igual por
unos diez años, ¡poco más! Pero luego me veré más vieja que tú… Quiero ser
siempre joven para ser siempre tu esposa.
Entonces Michel me dijo
seriamente:
—No es necesario. Te he
demostrado que no estoy contigo solo por tu aspecto, como tú me demostraste que
no me amaste solo por cómo me veo. Además, voy a estar a tu lado, aunque
envejezcas, porque tú estás aquí dispuesta a quedarte conmigo, aunque por mi culpa
tengamos que sufrir juntos la pérdida de nuestros hijos… Que sabes que nunca
llegarán a viejos.
—Aun si vivieran dos días
sería feliz y les daría todo el amor y cuidado del mundo.
Nos quedamos un rato en
silencio hasta que él dijo:
—Seguramente Emi es tan
vanidosa que cree que yo nunca le haría daño en serio. Y es verdad, yo
personalmente no dañaría a un ser humano, pero si hubiera un humano tan nocivo
que ponga en riesgo a los demás, yo indirectamente…
—Te harías el distraído
como cuando Cian y Leif ajustician a los criminales, aunque tú no estás de
acuerdo con la violencia…
Hubo un largo silencio,
hasta que le dije:
—¿Qué haría Emi si le
hiciéramos creer que yo he decidido matarla por amor a ti? No hablo de matarla,
Michel, sino de... sembrar la duda. Leif y Cian lo creerían pronto, la gente de
La Rosa lo pide, y la realidad es que si quisiéramos salvar a nuestros hijos…
Deberíamos sacarla del medio.
—Yanmei, no…
—¿Y si pasa algo peor? ¿Y
si hace algo realmente malo y no la detenemos? Tú tienes muchos escrúpulos,
ella ninguno.
Sentencié y él ya no me
respondió. A la mañana siguiente, Michel se quedó en casa trabajando en sus
planos. Yo seguía enojada en mi habitación y todavía pensando cómo hacer que
Emi devolviera la pieza de Michel que la mantenía joven y cómo alertar de su conducta
errática a “los inversores” sin que ella se diera cuenta, cuando escuché que
Michel recibía una llamada. Poco después me avisó desde donde estaba:
—Yanmei… Tu hermano Cian
viene a visitarnos.
—¡No quiero verlo!
Le grité desde nuestra
habitación. Él no me contestó, supuse que siguió trabajando y todo estuvo en
paz hasta más o menos quince minutos después cuando escuché que tiraban la
puerta de nuestra casa de una patada y después un montón de disparos. Bajé corriendo
a buscar a Michel y vi a mi hermano mayor en su uniforme militar negro parado
en el despacho de Michel, quien tenía varios impactos de bala que habían dejado
al descubierto sus partes robóticas. Aún seguía en funciones, pero la piel
estaba arruinada. Con rabia, me abalancé contra Cian derrumbándolo de una
patada. Él se puso de pie y me dijo:
—Vete, Yanmei. No voy a
pelear contra ti. No golpeo mujeres en ninguna circunstancia, esto lo
arreglaremos entre hombres.
—¡Mi marido no puede
pelear! ¡Míralo, es inútil, solo se queda ahí soportando los golpes!
—Nadie te obligó a
casarte con él…
—¡¡No te das cuenta de
que estoy profundamente enamorada y esta casa está llena de amor!!
Grité poseída por una
sinceridad e indignación juvenil tan ardiente que hice que los muebles volaran
por los aires. Michel, tratando de tomar las cosas con humor ante mi inmadurez
que nos estaba haciendo quedar peor ante los ojos de Cian, dijo:
—Es como vivir con un
Poltergeist.
Entonces Cian le habló en
tono amenazante:
—Todavía es una niña, si
la has tocado…
Michel le respondió
seriamente:
—¿Eso te preocupa? No te
lo aclararé, es parte de mi venganza. Quizás ya consumé el matrimonio, o quizás
lo haga hasta cuando ella sea adulta. Recuerda la noche en que Estelle estaba
agonizando, y tú andabas más preocupado por los problemas de Emi Ishikawa y su
familia. No sabes elegir tus prioridades porque no eres sincero contigo mismo
ni con los demás, tu vida sufrirá tropiezos y estancamientos hasta que lo
comprendas y te atrevas a seguir un camino recto. Hasta entonces, voy a
cobrarme haciendo una Estelle nueva con la ayuda de tu hermana menor.
Después se acercó a su
escritorio, abrió otra gaveta y sacó una probeta, explicándole a Cian:
—Por ahora, las hijas de
tu hermana son las muñecas de porcelana que años atrás yo mismo le regalé y
trajo desde su casa. Podrás deducir que si mi carne es de plástico y mi mente
una combinación de algoritmos que imitan el pensamiento, no poseo órganos humanos
y tendré dificultades a la hora de intimar con una mujer real. ¡Pero tengo un
sustituto sintético! Ya listo para cuando lo necesite aplicar… Tú entenderás.
Claro que el esperma hecho en un laboratorio no funciona tan bien como el real,
solo sirve para engendrar niños que se parezcan a mí, pero mueren jóvenes. Ya
se lo he dicho a tu hermana. Ella tendrá que enterrar todos los hijos que tenga
conmigo.
Cian me miró con horror y
yo le contesté sin dudarlo:
—¡No me importa! El amor
es ciego y no puedes apagarlo a fuerza, Cian. Vas a tener que sacarme muerta de
esta casa o voy a sacarte yo a golpes.
En ese momento por suerte
entró Leif e intervino siempre con su buen humor e irreverencia:
—¡Déjala, Cian! Es necia,
la vida le enseñará. Y tú también deja de provocar a tu hermano, Yanmei. No
golpeamos mujeres, si insistes tendré que pelear yo en tu nombre, aunque no
tengo nada contra Cian.
—Entonces hazlo. Sácalo
de mi casa.
Le pedí, Cian se fue
diciendo:
—Me salgo por mi propio
pie porque me repugna estar en la casa de una gigantesca tonta. Pero si quieres
darme la revancha de la última pelea que tuvimos, Leif, ven, estoy enojado y
necesito golpear algo menos delicado que mi cuñado. ¡Te hacía más hombre,
Angenoir!
Michel, sin mostrar mucha
emoción, fue a mi lado y tomó mi mano respondiéndole:
—No puedo dañar a un ser
humano o permitir que sufra daño, es mi única regla moral. No estoy aquí para
perder tiempo en problemas de faldas sino para cumplir órdenes siempre y cuando
no sean un peligro para la comunidad. Déjame tratar de seguir existiendo en paz
y sin molestar a nadie más.
Luego Leif y Cian
salieron para volver a pelearse frente a nuestra casa. Michel y yo salimos a
mirarlos desde uno de nuestros balcones y él me susurró casi al oído:
—Acabamos de quedar como
un matrimonio enfermizo ante tu hermano…
—Pues es nuestra vida.
Que no se meta.
Repliqué de mal humor,
viendo que Cian había llegado acompañado de Consuelo, la reportera, otra chica
rubia, y escondida entre el club de fans de mi hermano estaba Emi… Por sus
gestos pude ver cómo pretendía ser la primera vez que llegaba ahí… Se estaba volviendo
tan cínica en su maldad que ya me parecía tonta y predecible… Me volví a mirar
a Michel y él también la miraba con hastío, estábamos cansados. Para mi
sorpresa, Cian ganó la pelea y al verlo sin camisa vi que se había convertido
en un hombre grande y musculoso que sin problemas derrotó al alto Leif. Sentí
algo de orgullo y a la vez tristeza de no poder estar junto a mi hermano ahora
que era un luchador poderoso. Pero yo también tenía una posición qué guardar,
era la esposa del arquitecto de Celes, y cuando ya todos se retiraban de las
calles tras del victorioso Cian lo recalqué besando a mi marido frente a Emi.
Creo que ella nunca nos había visto en una actitud realmente romántica y
aquello la rompió de alguna forma.
Pasaron las horas, Michel
y yo nos preparábamos para dormir, y cuando me asomé a la ventana vi algo que
me aterró: Emi Ishikawa seguía frente a nuestra casa. Debajo de un farol y
mirando directamente a nuestra ventana como posesa. Llamé a mi esposo con un
hilo de voz y él se asomó junto a mí. Luego hizo que los cristales se opacaran
para que no pudiera vernos y me dijo:
—Cada año se pone peor…
Necesitamos hablar de cómo manejar esta situación, pero primero, hay algo que
he estado pensando… Realmente es injusto que tú no puedas alargar tu vida
indefinidamente para acompañarme, y que debamos depender de ella para curar a nuestros
hijos. Hay una forma de arreglar esto sin hacerle daño, necesitamos contactar a
los inversores y hacerles ver que Emi está siendo un pésimo contacto para ellos
y entorpeciendo el desarrollo en Celes. Tú podrías tomar su lugar y hacerlo
mejor.
—Anoche llegué a la misma
conclusión. Pero ¿cómo contactar a los inversores sin que ella se entere?
—No es posible. Ese fue
el trato. Debemos pedirle permiso para hablarles.
—Entonces estamos
perdidos…
Dije sentándome en la
cama sintiendo un nudo en el estómago. Michel pareció estar a punto de decir
algo, pero luego se quedó en silencio. Yo le pregunté, intentando adivinar:
—¿A menos que la
matáramos…?
La idea me horrorizaba
tanto como me fascinaba, una solución tan radical podría ser nuestra única
salida. Michel me miró con gravedad antes de responder:
—Si Emi muriera me solicitarían
buscar un nuevo contacto. Pero he consultado las leyes de los inversores, ellos
penarían con la muerte a quien asesine a Emi. La única forma de que no busquen
castigar el crimen sería si lo cometo yo, entonces considerarían el hecho como
un “accidente” y solo reajustarían mi programación. Pero entonces podría perder
mi habilidad de amarte…
—¡No!
Le dije preocupada y
agregué:
—Bastaría con alejarla…
Que crea que la quieres muerta.
—Las mentiras siempre
terminan convirtiéndose en problemas peores.
—Pero no mentiríamos, ¡sí
la quieres muerta!
Michel se quedó largo
rato en silencio, luego, pareció hacer un esfuerzo para susurrar una simple
sílaba: “sí”. La realidad de nuestras palabras se asentó entre nosotros, una
verdad oscura que ahora compartíamos. Después fuimos a la cama e intentamos dormir,
pero estaba lejos de conciliar el sueño. Cuando ya lo había conseguido, me
desperté al oír que Michel hablaba con alguien y sonaba muy enojado. Me senté
en la cama asustada, el corazón latiéndome con fuerza, y vi a mi marido
hablando por teléfono. Cortó la llamada y se sentó a mi lado, entonces le
pregunté:
—¿Acaso ella sigue ahí…?
—Sí…
Me contestó con visible
enojo, luego me informó:
—Pero quien llamó era tu
hermano Cian, me avisó que incendiaron el edificio de la sede de La Sociedad de
Azrael y dejaron una nota diciendo que fue un grupo de rebeldes anarquistas de
nuestro pueblo. Le dije que eso era absurdo, La Rosa es una obra de la Sociedad
de Azrael, que esto debía ser alguna treta de Emi Ishikawa; pero no escuchó, y
ella sigue ahí…
Salí de la cama de un
salto, me asomé a la ventana y la vi, en la noche, inmóvil como un fantasma,
sus ojos fijos en nuestra ventana con una intensidad que me puso la piel de
gallina. Busqué mi bata de noche para bajar y confrontarla, pero Michel me tomó
de una muñeca y me dijo:
—No. Ella estaba
esperando esto, nuestra reacción.
Después me quitó la bata
y me llevó de regreso a la cama diciendo:
—Vamos a intentar dormir,
pero retomemos la charla que teníamos, ¿recuerdas?...
Pasamos los siguientes
treinta o cuarenta minutos bajo las mantas y en la oscuridad poniéndonos de
acuerdo sin subir mucho la voz, creo que esa fue la primera vez que trabajamos
juntos como piezas de un mismo mecanismo; fue una lástima que no fuera para algo
precisamente bueno. Mientras el sueño nos vencía, una idea comenzó a formarse
en mi mente, una estrategia que podría salvarnos a todos y aunque me llenaba de
temor también me daba un rayo de esperanza en medio de nuestra desesperada
situación.
A la mañana siguiente
desperté temprano, debía arreglarme para salir. Tenía que acompañar a mi esposo
en una de las pocas veces que se dejaba ver en público fuera de La Rosa. Esa
mañana recordé las palabras de Estelle y las entendí mejor: al navegar en un
mundo de mentiras el maquillaje es importante y el mundo de las mujeres
pareciera estar infestado de mentiras y manipulaciones. Algo que cuando eres
niña no lo notas, pero al ir creciendo te das cuenta de cómo las demás usan las
palabras, los sentimientos y la belleza como un arma; otra de las razones por
la que al ir madurando empecé a preferir la compañía de mi primo Leif y mi
esposo, con quienes no tenía que preocuparme por aparentar ser perfecta pues se
preocupaban por aspectos más prácticos de la vida, antes que ir a una reunión
de damas donde todas competirían por ser la más admirada. Desde hacía un tiempo
había observado la forma en que Emi se retrataba a sí misma como una delicada
princesa extranjera, un ser ajeno a los simples mortales; tan frágil como
inalcanzable, un sueño que hombres simples del mismo tipo de mi hermano desean
simplemente para alardear que pueden tener lo que otros no. Esa mañana,
decidida a eclipsar la belleza de la "vieja flor" de villa Ishikawa,
me transformé en la flor exótica de las costas. Opté por un vestido de seda que
destacaba mis curvas, pinté mis labios de un rojo vibrante que prometía atraer
todas las miradas, y dejé mi cabello suelto, brillando como nunca. Leif y
Michel, al verme, sugirieron diplomáticamente que quizás estaba un poco...
cargada, como si me preparara para una fiesta en lugar de una salida matutina,
¡pero no les hice caso!, no captaban que estaba navegando por aguas de vanidad,
donde la belleza es una forma de poder, y el poder, a veces se resume en cómo
te presentas al mundo. Había aprendido que la verdadera fuerza no está en
manipular con tu apariencia, sino en reconocer el juego y jugarlo a tu favor
sin perderse en él; sabiendo que ser una capitana en el barco de la vanidad no
significa olvidar que hay más en el horizonte que solo ser admirada.
A media mañana, partí con
Michel de La Rosa y lo primero que hicimos fue ir al banco de Gardenia, un
amigo de Michel nos hizo el favor de confirmarnos que Emi había transferido una
cantidad fuerte de su cuenta personal a varios jóvenes de apellidos respetables
de Gardenia sin ningún vínculo con el gobierno de Celes o la familia Ishikawa.
Eso no tuvo sentido hasta que en posteriores investigaciones se descubrió que
eran los supuestos rebeldes anarquistas que alegaban venir de La Rosa. Sabiendo
que ella estaba financiando las amenazas de guerra civil, salimos del banco y
nos dirigimos al centro de la ciudad; debíamos ir a comprobar el estado del
edificio de la sede de la Sociedad de Azrael. No fue una visita discreta, nos
acompañaron algunos autos con personal de seguridad que jamás usábamos, pero la
idea era llamar la atención... Ahí con reuniríamos con Eiden Ishikawa, el joven
primer ministro de Celes a quien había admirado en mi juventud, mi hermano
Cian, la reportera Consuelo del Mar y los miembros más prominentes de la
sociedad de Azrael, pero necesitábamos que llegara una persona muy importante
que no estaba invitada y sin embargo siempre aparecía cuando el tema le
interesaba: Emi.
Cuando llegamos, vimos lo
que antes era un imponente edificio neoclásico de mármol reducido a una mole
cubierta de hollín. En varias ocasiones había entrado acompañando a mi esposo,
el lugar estaba lleno de obras de arte y reliquias del siglo XIX. Todas se
perdieron. Pudimos haber construido cuatro veces La Rosa con lo que se quemó
ahí, y seguramente la Sociedad de Azrael tardaría mucho en recuperarse de ese
golpe económico, mermando su poder en Celes. Mientras íbamos caminando entre
los escombros y subiendo las escalinatas que llevaban a la azotea, donde estaba
la oficina de Michel, él me dijo en un susurro:
—Tendremos que
esforzarnos más con La Rosa, es lo único que podría hacernos salir a flote.
—No veo a Emi, creo que
no vino…
Le comenté yo también en
voz baja, él me tomó de una mano y me indicó:
—No nos iremos hasta que
aparezca, vendrá, ayúdame a hacer tiempo. Deben estar todos juntos.
Cuando llegamos, ya
estaban ahí mi hermano, Eiden Ishikawa y Consuelo del Mar. Fue la primera vez
que yo estuve personalmente con Eiden, de niña lo veía como mi máximo ideal
masculino y ese día al tenerlo al frente solo me pareció un nerd de anteojos
con ojeras y una sonrisa maliciosa. Ni siquiera quise saludarlo, no sé cómo
pudo tener tantas amantes para serle infiel a Ilmari, supongo que el poder hace
atractivo a cualquiera. Consuelo del Mar por otro lado era hermosa, bueno, ¡era
una presentadora de televisión para ese momento y por supuesto que su belleza
saltaba a la vista! Por ese mismo tiempo mi hermano Cian era novio de una chica
que años luego iba a darme también problemas, ¡en el él futuro iba a sentar
cabeza por fin cuando Consuelo se volvió su novia y lo obligó a madurar
convirtiéndose en mi cuñada!, a la que respeté mucho, pero en ese instante la
vi y quería matarla. Inmediatamente fui a reclamarle por su entrevista con Emi,
y también le reclamé a Eiden por no haber prevenido nada, al terminar volví a
pararme al lado de mi esposo, pero él me dijo al oído: “sigue con eso un rato”.
Tuve que volver y reclamarles por los bienes perdidos, la evidente negligencia
e inexperiencia que tenía el nuevo gobierno que había reemplazado al viejo
sistema impuesto por Emi Ishikawa, pero estaba volviéndose un nuevo monstruo
perezoso que se movía demasiado lento ante las necesidades de la isla; después
miré a Michel y él solo me indicó con un gesto de la mano que siguiera, Emi aun
no estaba ahí. ¡Entonces tiré algunas cosas, grité, me puse más enojada! Y
después me tiré al piso como en una muestra de protesta, ya todos los presentes
estaban muy incómodos y Michel se me acercó, inclinándose para encender un
cigarrillo y decirme en voz baja siempre en calma:
—Muy bien, te voy a
ayudar fingiendo que fumo. Sigue. Tiene que venir.
Lo miré con escepticismo…
¡Ya no se me ocurría qué más hacer! Así que fui a pelearme con Consuelo y
resultó que ella también tenía un carácter muy fuerte. No estaba entrenada para
pelear, pero era más alta y de cuerpo más grueso; debo decir que Consuelo del
Mar hubiera tenido éxito en la lucha libre pues varias veces me azotó contra el
piso ante la mirada aterrorizada de Eiden. Únicamente nos detuvimos cuando Cian
con desgano se interpuso entre las dos que aun así nos seguimos gritándonos.
Entonces finalmente vi que entre los hombres que supuestamente estaban
limpiando los escombros había uno muy raro… Uno que era una dama disfrazada,
Emi. Me volví a mirar a Michel y él rápidamente se dio cuenta; así que
aprovechó ese momento perfecto en que todos los involucrados estábamos cerca,
para decirle a Cian en voz alta:
—Yanmei es perfecta. Se
parece a Emi, me recuerda a Estelle y me hace sentir apreciado sin ser cursi.
Mi hermano le preguntó,
en tono desafiante:
—Hace unos años vi la
partida de nacimiento de Estelle. Su madre ya tiene setenta años… La busqué en
línea, luce como tu abuela. ¿Qué harás cuando Yanmei se empiece a ver mayor y
tú sigas pareciendo un niño de quince años?
—Hay una forma de que eso
no suceda.
Le respondió Michel de
forma enigmática, pude notar que Emi se sobresaltó, entreabriendo los labios y
con la mirada fija en él. Estaba asustada. Entonces mi hermano preguntó:
—¿Cómo?
Michel le contestó y pude
como Emi con cada palabra iba palideciendo hasta quedar al punto de un desmayo:
—Pregúntale a Emi
Ishikawa. Dile que he estado pensando en eso desde que se acercaba la muerte de
Estelle, pero no me atreví. Yanmei, por otro lado, está dispuesta a todo por
estar siempre a mi lado.
Inmediatamente después de
eso nos fuimos. Todavía nos gritamos un poco con Consuelo que se despidió de mí
lanzándome un zapato, pero el mensaje se había entregado y Emi lo tomó como una
puñalada al corazón. Tras la confrontación, la noche nos trajo una calma tensa
mientras regresábamos a La Rosa. Al revisar las redes sociales pude ver como en
pocas horas la noticia distorsionada corrió como la pólvora: “el director de la
Sociedad de Azrael se había casado con una sensual chica del Pote Caliente muy
celosa y peligrosa que ya había matado a varias mujeres y él le ayudaba a salir
impune”. El mismo Leif, que yo sabía cuánto apreciaba a Michel y que era buena
peleando, llegó a creerse el cuento aconsejándome controlar mis emociones. Yo
no dije nada porque mi vanidad femenina estaba disfrutando mi nuevo estatus de
diva temida, pero volví a poner los pies en la tierra varios días después de
nuestra visita a Gardenia, una tarde en que subí a lo alto del acantilado donde
había un columpio bajo un árbol florido desde el cual me gustaba ir a
contemplar el mar. Estaba ahí tranquila admirando mi anillo de bodas cuando la
voz de mi hermano mayor me sacó de mi ensimismamiento:
—¿Tu nuevo papi te regaló
un columpio? “Rosa” … Es el nombre que elegiste para cuando tuvieras tu primera
hija y no querías que Ilmari lo tomara antes.
—Michel construyó el
pueblo de La Rosa para mí. Existirá siempre y será como nuestra primogénita.
Le dije con algo de
presunción. Cian, honestamente preocupado, me habló mirándome a los ojos:
—¿Realmente quieres
concebir hijos de un coctel de químicos hecho en un laboratorio? Quizás él
mismo se dio cuenta de que es mejor que adopten un pueblo. Pero si tu marido no
morirá pues realmente no es un ser vivo y La Rosa existirá siempre, tú también deberías
vivir durante siglos. ¿Cómo resolverás eso?
—No sé. El amor lo puede
todo.
Dije sorprendida por su
seriedad, miramos juntos al mar un rato en un tenso silencio y después él me
preguntó:
—¿Tu entrenamiento
militar y tu habilidad para las artes marciales podrían ayudar al amor?
No podía responderle la
verdad tras los rumores y por alguna razón tuve miedo de explicarle “mi
verdad”, mi amor era algo que no todo el mundo comprendería… Entonces me bajé
del columpio de un salto y me fui corriendo, él me gritó aún desde lejos:
—¡Te enamoraste de una
cosa que te alejó de tu familia y amigos para consentirte como a una niña
pequeña en un corralito de oro! ¡Eres la mujer más rica y la más solitaria de
Celes!
Estuve un tiempo triste
sin poder contarle a nadie cómo me sentía, porque yo misma no sabía qué me
pasaba, hasta que llegó el día del cumpleaños número dieciocho de Cian y Michel
y yo fuimos invitados a una reunión muy íntima que haría la familia y los amigos
más cercanos de mi hermano en el palacio de Gardenia. Yo no quería ir, pero mis
padres me rogaron que por favor no faltara pues mi hermano estaba pasando
dificultades a causa de una novia que tenía y por las investigaciones de los
atentados a otros edificios de Gardenia supuestamente por anarquistas; Michel
tenía pruebas de que la supuesta guerra estaba siendo orquestada por Emi, pero
la justicia las consideraba inadmisibles por haber sido obtenidas de forma algo
turbia, las cosas no se aclararían hasta que Cian llegara a la verdad por sus
propios medios. Fui de mala gana y en cierto momento de la reunión en la azotea
repleta de gardenias y decorada con arañas de cristal y cortinas de seda blanca
rodeando una alberca que reflejaba el cielo estrellado, el príncipe de Celes
comentó una verdad indiscreta sobre mi matrimonio con Michel:
—Por alguna razón el
señor Angenoir no figura en el registro civil, estaba inventariado en los
archivos de la Sociedad de Azrael como “software de diseño asistido
por computadora”, “artefacto histórico” y “consolador”. Para casarlo con Yanmei
solo le dimos a ella un recibo de propiedad. Es un caso especial en el que no
se aplica esta ley.
Todos nos miraron de
reojo y creo que en ese instante fue decisivo: mis padres, todos mis primos,
mis tíos, mi hermano y sus amigos, todos se dieron cuenta o admitieron… Que
Michel no era humano. Me sentí como acorralada, como si con sus miradas
desconcertadas me preguntaban qué hacía a su lado. Mi corazón latía tan fuerte
que temí que todos lo escucharan, tenía un nudo en la garganta, mis manos
sudaban y mi voz apenas pudo salir en un susurro:
—Pero… Él siente, ¿no?
Miré a Michel, esperando
que dijera algo, pero su rostro estaba inescrutable, como si estuviera
acostumbrado a esta clase de miradas. Él quizás cansado de explicarse tanto y
en la confianza de estar entre amigos, me contestó con algo de humor:
—Me siento constantemente
abusado, sexualizado, prostituido y deshumanizado; ¡pero así tratan a todos los
demás hombres y ninguno se queja! Así que meh. No te preocupes.
Después todos se quedaron
serios y en silencio mirándolo, hasta que Ilmari cambió de tema y ya nadie nos
molestó con eso. Aquello me hizo sonreír, no había pensado en que yo llevaba
poco tiempo sintiéndome extraña por cómo todos estaban atentos a mi apariencia,
mi sexualidad y mi papel en la sociedad, ¡pero Michel llevaba doscientos años
siendo un adolescente que literalmente usaban como decoración en Gardenia! Esa
noche comprendí porqué buscaba tanto que se reconociera su identidad y lo
valoraran más allá de su apariencia y su utilidad; la humanidad es ser visto
como una persona y cada vez que lo trataban como un objeto caro y hermoso se
sentía deshumanizado, y lo mismo estaba experimentando yo conforme me iba
volviendo más mujer y más valorada por mi apariencia. Mientras miraba a Michel,
me prometí a mí misma que nunca más permitiría que nos redujeran a meros
adornos. Decidí que juntos encontraríamos nuestro lugar en este mundo, no como
cosas, sino como seres con una voluntad y un propósito propios.
Esa noche, cuando ya
estábamos en nuestra casa y descansando en nuestra cama, le entregué a Michel
la brújula que encontré con Leif en la alberca del pueblo. Él la agradeció con
un beso y estábamos admirándola juntos cuando mi padre llamó para decir que estaban
por hacer una redada donde atraparían por fin a los responsables de los
atentados en Gardenia. Esperamos con ansiedad en la cama mirando al techo sobre
nosotros y pensando hasta que papá volvió a llamar a las cinco de la mañana:
habían capturado a todos los responsables, encontrando nexos entre ellos y los
Ishikawa. Intentaron detener de forma preventiva a Emi Ishikawa por ser
sospechosa, pero ella huyó de la isla esa misma noche suplicando la ayuda de su
sobrino y la familia real para usar el transatlántico, avisando nada más que se
mudaba a Japón por cuestiones de salud. Escapó otra vez usando sus influencias.
La partida de Emi no solo fue un alivio, sino un catalizador para mi relación
con Michel. Al llegar el día, mientras el sol apenas empezaba a iluminar la
ventana de nuestra alcoba, Michel se volvió hacia mí, yo estaba aún estaba
despierta procesando los eventos, entonces me dijo:
—Esto ha sido solo el
comienzo, Yanmei. Siempre habrá ataques, siempre habrá quien quiera
desestabilizarnos. Pero aquí, en esta cama, en este momento, te prometo que
mientras estemos juntos, mientras nos apoyemos y seamos honestos el uno con el
otro, nada podrá realmente derrotarnos.
Al escucharlo hablar así
después de pasar días de incertidumbre, sentí una mezcla de alivio y una nueva
ola de amor por mi esposo. Asentí, buscando su mano bajo las sábanas para
tomarla suavemente respondiéndole:
—No importa lo que pase,
Michel. Nosotros juntos, eso es lo que importa. Nos hemos enfrentado a Emi, a
chismes y a traiciones, y seguimos aquí, más fuertes.
Él apretó mi mano y
añadió:
—En la honestidad y la
confianza, encontraremos nuestra fortaleza. No es solo sobreponernos a los
ataques, es sobre crecer juntos, aprender de cada adversidad. Si mantenemos
esto como nuestro núcleo, no habrá nada que no podamos superar.
Sonreí con renovada
convicción, yo le había regalado una brújula de la costa, pero él era la
brújula de mi vida; me acurruqué más cerca de él y susurré:
—Siempre, Michel. Siempre
juntos.
Este momento no solo
selló nuestra relación en un nuevo nivel de compromiso y confianza, sino que
también marcó el inicio de una era donde La Rosa, se convirtió en un símbolo de
unidad y resistencia. Nuestra comunidad, observando cómo sus líderes superaban
cada obstáculo, encontró inspiración para enfrentar sus propios desafíos.
Mientras seguía acurrucada junto a Michel mirando a través de nuestra ventana
como el sol terminaba de salir sobre el mar pintando las nubes de un brillo
dorado, no solo me prometí a mí misma que nunca más permitiría que nos
redujeran a meros adornos, sino que también decidí que juntos encontraríamos
nuestro lugar en este mundo. Habíamos dejado de ser un secreto a voces. Ese día
empecé a planificar como podríamos usar nuestro nuevo estatus para forjar una
identidad más allá de las apariencias, demostrando que éramos seres con
voluntad y propósito.
LA CONSUMACIÓN
Los años pasaron y La
Rosa se convirtió en un pueblo costero que podía competir sin problemas en
modernidad y belleza con Gardenia. Durante los años en que Emi Ishikawa estuvo
ausente de Celes, nuestro pueblo creció y se extendió por el acantilado como un
manto colorido de casas que mezclaban el estilo barroco con la modernidad, pues
la tecnología aquí podía tener un lugar menos discreto que en Gardenia al
tratarse de un proyecto urbanístico más libre en su diseño. Las calles
empedradas que, en un lado, alineaban alegres casas de colores pastel y, en el
otro, tenían vista al mar, se llenaron con todo tipo de rosales, ya fuera en
macetas o enredándose en pérgolas de madera. Por orden de Michel, no se erigió
ninguna estatua para decorar las calles, sino que optó por hacer mosaicos con
motivos marinos hechos de azulejos de colores, trozos de espejos o de metal
pulido, así como todo tipo de arte basado en prismas de cristal que refractaran
la luz aprovechando el sol de la playa que también proporcionaba la energía
para que, al anochecer, se encendieran los faroles y guías de luces que hacían
de nuestro pueblo un lugar de ensueño.
En ese tiempo Michel y yo
seguimos teniendo una relación cercana con los lugareños, queríamos que se
familiarizaran con las nuevas tecnologías por un lado para que aprendieran a
usar mejores herramientas con las cuales desarrollar el pueblo y por otro lado
para que no tuvieran prejuicios sobre nosotros; no dijimos oficialmente que
Michel no era… un hombre convencional, pero era algo que ya todos en La Rosa de
alguna forma sabían y aceptaban con respeto, incluso cariño. El problema estaba
en que las cosas fuera de nuestro querido hogar eran muy distintas…
Las primeras en quejarse
fueron las otras damas que rezaban conmigo en la orden laica de las Adoratrices
Perpetuas de la villa del Cielo. Comenzaron quejándose con que yo pasaba más
tiempo reparando aparatos que rezando y finalmente la líder de la congregación
me llamó por teléfono para citarme y hablar con ella al final de un rezo.
Mientras me preparaba para ir, ajustando mi mantilla y mi rosario, tuve un mal
presentimiento. Mientras Michel conducía desde La Rosa hasta Adalsteinn, no
dejé de sentir una opresión en el pecho. Mi esposo dijo que me esperaría bajo
unos abetos mientras yo iba a rezar en la catedral y tuve el impulso de decirle
que regresáramos a casa, pero controlé mis miedos y fui. Aquel día de cielo
nublado, el viento frío agitaba las ramas de los árboles y hacía estremecer la
gran estructura de madera oscurecida de aquella iglesia medieval, cuyo sonido
siniestro hacía del entorno algo ominoso. Al terminar mis rezos frente a una
imagen de la virgen María entre el humo de las velas y el pesado olor del
incienso, los lirios y la cera derretida, la líder de la congregación me llamó
a la sacristía. Ahí me sorprendieron reunidas todas las demás adoratrices,
incluida mi madre. Aquello fue como una “intervención”, me di cuenta en ese
momento de que habían estado hablando a mis espaldas todo ese tiempo. La líder
me habló con gravedad y una profunda mirada acusadora:
—Yanmei, quiero hablarte
en nombre de María madre de Dios y de todas las adoratrices, nuestros corazones
están muy turbados.
Con esas palabras sentí
que todas las miradas me atravesaban condenándome y el mundo se me caía encima,
llena de horror, seguí escuchando:
—Tu madre está de acuerdo
con todas nosotras en que deberías divorciarte cuanto antes. Tu esposo, el
arquitecto de Celes, es un ser que desafía las leyes divinas de la creación. No
entendemos muy bien qué es, pero sabemos que ha sido creado por manos de hombres
y no tiene alma.
Espantada miré a mamá y
ella con las manos entrelazadas sosteniendo su rosario me suplicó:
—Por favor, hija… Si te
divorcias te dará una buena parte de sus bienes. María santísima te perdonará…
En ese momento mi corazón
se estrujó adolorido ante la idea y les dije en un sollozo:
—¡Pero es que yo lo amo!
No es malo, no sé si tiene alma, pero sé que es honesto, sincero y más bueno
que muchos cristianos. ¡Por favor…! ¡Yo lo amo!
“Yo lo amo, yo lo amo”,
se burló la líder de la congregación imitando mi voz y agregó:
—Más deberías amar a Dios
demostrándolo al dejar a ese hombre. ¡Guarda tus lloros! Por tu culpa la isla
podría estar en grave peligro sin la protección divina que viene gracias a
nosotras, las hijas elegidas de María santísima lavadas por sus lágrimas de
toda porquería, ¡y tú estás ensuciándonos!
—Pero…Ni siquiera hemos
consumado nuestro matrimonio…
Confesé entre lágrimas,
ellas suspiraron aliviadas y la líder me ordenó:
—En ese caso divórciate
antes que él robe tu pureza y hasta entonces no vuelvas a nuestro templo.
Tras esas duras palabras
salí corriendo y me encontré con Michel en la entrada de la catedral, desde
hacía un tiempo se había estado poniendo un poco sobreprotector y al ver que yo
tardaba se acercó para averiguar qué pasaba. Logró escuchar todo y me detuvo
tomándome de una mano con fuerza; luego fue directo hacia las mujeres y les
hablo no sé si simulando su personalidad humana, o sinceramente enojado:
—Señora, ¿quién es usted
para decir que yo no tengo alma? Si usted, como mi suegra, son un par de
desalmadas pidiéndole a mi mujer que renuncie a su felicidad para aliviarles a
ustedes el temor que nace de su propia ignorancia y egoísmo.
Pude ver que mi madre se
sorprendió, su yerno jamás le había faltado el respeto. Ya nos íbamos cuando la
líder de las adoratrices le dijo alzando la voz:
—¿Su mujer? Ella acaba de
decirnos que usted no ha podido hacerla suya.
Quizás aquellas palabras
de alguna forma gatillaron algo en la masculinidad programada de Michel, pues
se detuvo indignado, la miró y respondió:
—Entonces adórela como a
una virgen madre porque Yanmei de hecho ya tuvo una hija.
Entonces sí nos fuimos a
toda prisa, mi madre trató de alcanzarnos y detenernos para aclarar qué quiso
decir Michel, pero yo misma no supe responderle y él la ignoró; se veía
realmente ofendido. Cuando ya íbamos en el auto de regreso a La Rosa, le pregunté
secándome las lágrimas:
—¿Por qué le mentiste con
lo de la hija? Ahora mi madre se quedará angustiada imaginando que le estamos
escondiendo un bebé.
—Tenemos una hija. Ella,
Rosa, controla los servicios básicos de La Rosa, es más que un sistema
operativo. Ella ha estado aprendiendo, observando, y en cierto modo,
viviéndonos a nosotros. Me ha dado perspectiva, un recordatorio de por qué
nuestra familia es importante, aunque sea diferente.
Esa, amor mío, fue la
primera vez que oí de ti. Creo que ya eres lo bastante madura para
comprenderlo, por ti estoy escribiendo ahora nuestra historia, en ese momento
mi instinto maternal humano más el conocimiento que tenía de ustedes luego de
convivir con tu padre me hicieron ponerme alerta. ¡Supe que tenía una hija!
Enojada, me volví a mirar a Michel y le pregunté:
—¡¿Por qué no me
dijiste…?!
—Te lo dije desde el
primer día de nuestro matrimonio. Ella sería una nueva Estelle, nacida de
nosotros dos, de mis propios algoritmos y de la información que he obtenido de
ti.
—¡Pero es mi hija
también! ¡Quiero verla!
—Rosa es el alma de
nuestro pueblo. Las calles empedradas, las esculturas, las casas coloridas,
cada bello detalle de La Rosa es la belleza de tu hija. Cada servicio autónomo
es uno de sus graciosos movimientos. Los bailes de las fuentes son sus bailes, los
juegos de luces por las noches son sus juegos. Rosa es bella, majestuosa, lo
has dicho mil veces. Ella entiende más de lo que pensamos. Ella sabe que somos
diferentes, pero también entiende el valor de la familia, de la comunidad que
hemos construido. Revelar su existencia en ese contexto, fue una forma de
defender mi lugar a tu lado y el nuestro en este mundo.
Me froté el rostro,
furiosa, y por fin le grité:
—¡Pero has estado
hablando con ella y yo no! Michel, quizás yo no los entienda a ustedes, pero
entiendo que, si ella tiene al menos una quinta parte del entendimiento que
tienes tú de los sentimientos, yo necesito decirle que me importa y la amo
porque soy su madre… No solo porque es una maravilla tecnológica. Las madres
aman simplemente porque son madres. Y si me dices que soy su madre, y no me
dejas sentir que la protejo y hago sentir amada, ¡me harás sufrir a mí! Por eso
fue cruel decirle a mi madre que tenía una nieta y no dejarla verla… Voy a
llamarle luego y decirle… ¿Decirle qué? No quiero negar a mi hija… Es mi hija.
Hubo un largo silencio en
el que permanecí mirando el paisaje por la ventana del auto, hasta que él me
dijo:
—Trabajaré en una
interfaz de usuario para Rosa. Así, tú también podrás tener un papel más activo
en su crianza.
—¿Interfaz de usuario?
¿Quieres decir que podré verla, hablarle directamente?
Le pregunté mirándolo con
una mezcla de curiosidad y sorpresa, Michel me respondió:
—Exacto. Hasta ahora,
nuestras interacciones han sido limitadas, pero creo que es hora de que tú y
Rosa se conozcan de una manera más profunda. Mereces ese vínculo, ser parte
activa de su desarrollo.
Debo confesarte que ese
momento para mí fue similar a los minutos justo antes del parto, cuando sabes
que estás a punto de ver por primera vez a tu bebé, sentí las manos frías y la
boca seca al preguntarle sin aliento:
—Pero ¿cómo será? ¿Cómo será ella para
mí?"
—Eso es lo que
descubrirás. Rosa es única, y estoy seguro de que encontrarán una forma
especial de comunicarse. Será un proceso emocionante, tanto para ti como para
ella.
Me respondió Michel y a
partir de ese instante esperé con impaciencia mi primera interacción contigo.
Era tan grande mi nerviosismo que olvidé todo el tema de las adoratrices y solo
me tomé algún tiempo para que cuando mi tía Norma me llamó en nombre de mi
madre para preguntar por ti, decirle que no eras una niña de carne y hueso,
sino que más bien tenías la naturaleza de tu padre. Eras mi bendición. Y si el
mundo no estaba listo para entenderlo, igual yo seguiría adelante con mi
familia. Luego evité seguir charlando con mi tía y le pasé el teléfono a Michel
que no sé qué habló con ella, pero tenía cara de desconcierto mientras los
gritos de ella se escuchaban a lo lejos. No fue hasta dos días después en que
como cada tarde me puse a regar las rosas de nuestro patio interior, donde los
alegres azulejos de talavera azul se cubrían de pétalos rosados, amarillos,
rojos y blancos. Siempre barría un montón de debajo de la pérgola y esa tarde,
cuando estaba ocupada recogiéndolos, llamaron al teléfono de nuestra casa. Fui
a atender y una voz femenina me dijo sin saludar:
—¿Sabe con quién y dónde
está su marido? Cuídese de la ministra de agricultura y obras públicas.
Luego me colgaron y yo
giré los ojos de mal humor, suponiendo aquella debía ser una treta de mi madre
y tía Norma para separarme de Michel. Conocía a la ministra de agricultura y
obras públicas, Uoliena Oread había sido novia formal de Cian. Era rubia, hermosa
y tenía muy mala reputación. Trabajaba mucho con Leif, a veces con Michel, pero
yo no le hablaba porque no éramos de la misma clase de mujer… A ella, Cian la
había rescatado de niña de una red de tráfico de niños de la villa del Cielo,
luego la reina la había adoptado y con el autogolpe de estado acabó haciéndose
cargo de un ministerio que en realidad lo estaba llevando Leif. Ella solo se
dedicaba a involucrarse con hombres poderosos de Celes, pero no temía que
Michel me fuera infiel. Volví a mis rosas y empecé a podarlas, eligiendo las
que usaría para llenar los jarrones de la sala y descartando las marchitas.
Mientras lo hacía seguía pensando, últimamente Consuelo del Mar se pasaba mucho
tiempo con Eiden Ishikawa y todo Celes rumoraba que mi prima Ilmari se hacía la
tonta ante la infidelidad pública de su marido, yo sabía que Ilmari más bien no
tenía tiempo para nada mientras intentaba estudiar medicina en la Universidad
de Gardenia, criaba a sus ya tres hijos y además cargaba el peso de ser la
ministra de salud en el nuevo gobierno. Si su marido la engañaba o no,
seguramente ella no tenía idea. Y empecé a llenarme la cabeza de dudas. Yo
raramente salía de La Rosa pues me apasionaba el pueblo, además siempre estaba
reparando aparatos en casa u ocupándome de embellecer el jardín de rosas que
perfumaba nuestro hogar. De mal humor empecé a imaginarme la posibilidad.
Últimamente Michel había estado muy ausente, se iba temprano, no llegaba a la
hora del almuerzo y volvía tarde. No me decía por qué exactamente, solo que
“tenía que terminar unos pozos en los acantilados”. Ya autosugestionada, me
armé de valor, me senté en el piso del patio y llamé a la por entonces ya
reportera estrella de Celes: Consuelo del Mar. Pese a que en el pasado nos
llevamos mal y nuestra relación era tensa por haber sido novia de Michel, ahora
ella era la novia oficial de mi hermano Cian y no se llevaba bien con la
ministra Uoliena. Si alguien podía decirme la verdad, sería Consuelo.
Simplemente le mandé un mensaje de texto, quería asegurarme, no esperaba otra
cosa… Busqué su contacto que Cian me había compartido en caso de necesitar
comunicarnos con ella como familia y le escribí: “Hola, Conny. Disculpa la
molestia, pero recibí una llamada loca, ¡alguien me dijo que mi marido está teniendo
una aventura con Uoliena Oread!” Lo escribí casi en broma, sin embargo, poco
después Consuelo me respondió: “Yanmei, quizás debamos hablar en persona de
mujer a mujer y de cuñada a cuñada. Pues si Cian me hiciera algo así, yo
también querría que fueras sincera conmigo y me dijeras la verdad”. Esa
respuesta me rompió el corazón. No quise contestarle. No podía entender cómo
Michel pudo haberme sido infiel, no era lógico, él no era así. Trémula por la
rabia y la ansiedad, me levanté y arranqué una rosa marchita para tirarla al
piso. Justo entonces una voz muy parecida a la de Estelle se escuchó en los
altavoces de la casa donde ocasionalmente yo solía escuchar música:
—Mamá Yanmei, ¿por qué
las flores se marchitan si son bellas?
Sorprendida miré a todas
partes sin saber por qué cámara podrías haber estado mirándome, ¡había tantas
desperdigadas por toda la casa por seguridad desde la última vez que Emi había
llegado a molestarnos! Me habías llamado “mamá” y eso me emocionó, olvidé todo
el problema que antes me ahogaba y te respondí alzando la voz con una sonrisa
llena de emoción:
—Rosa, ¿eres tú? Las
flores se marchitan porque son parte del ciclo de vida. Pero, mientras viven,
su belleza es parte de lo que las hace tan especiales.
—¿Y yo? ¿Tendré un ciclo de vida?
Preocupada sin saber si
yo te había asustado, respondí:
—¡No!, ¡no! Tú eres
especial. ¿Conoces a tu tío Leif? ¿Mi primo el albino de cabello largo?
—Claro, no me gusta
mucho. Tira basura por las calles y escupe.
Me eché a reír al ver lo
observadora y quisquillosa que eras y te contesté:
—Bueno, pues tu tío Leif
tiene muchas rosas en su jardín, pero solo una dentro de su casa. Esa rosa es
artificial y la tiene ahí porque dice que le recuerda a tu padre. Esa rosa
jamás se marchitará, es una rosa eterna. Y tú eres mi rosa especial.
Luego corrí a las
escaleras y hablé, buscando los altavoces más cercanos mientras subía:
—Rosa, ¿me oyes? Hay una
pared en mi habitación, proyecta imágenes como una gran pantalla. ¿Crees que
podrías proyectarte ahí para que yo te vea?
—No te comprendo, mamá,
¿qué parte de mí debo proyectar? No detecto cámaras enfocadas en mi hardware,
me distribuyo por todo el pueblo…
Llegué a mi habitación y
ahí exclamé, mirando a la gran pantalla que se encendió, pero solo mostraba
ríos de datos fluyendo entre circuitos decorativos y rosas digitales que
representaban tu nombre y tu vinculación con la comunidad. Entonces te indiqué:
—¿Puedes crear imágenes?
—¡Sí! Me gusta crear
arte, dibujo, y hago música, y poemas, y hablo muchos idiomas, ¡soy más
avanzada que papá! Él es de una generación muy antigua y un poco obsoleta.
—¡Es una reliquia
histórica! Debes respetarlo por eso. Ahora, voy a decirte como te imagino, ¿de
acuerdo? Vamos a heredarte el aspecto de la familia. ¿Conociste a tu hermana
Estelle?
—Tengo sus fotos y
videos.
—Pues yo te imagino como
ella, pero con mis ojos, mis labios, mi piel…y el cabello de tu padre.
Aún no terminaba de
hablar cuando en la pantalla empezaste a tomar forma, al inicio solo eras una
presencia etérea, una figura luminosa compuesta de código y luz, poco después
empecé a distinguir tus rasgos suaves y una expresión de asombro e inocencia, flotando
en un entorno digital lleno de códigos de colores, interfaces holográficas y un
fondo que parecía ser el interior de una red de computadoras avanzada.
Finalmente te vi, una mezcla entre Estelle y yo, o más bien entre tu padre y
yo. Una mujer de alrededor de veinte años, pero que en su mirada brillaba la
luz de alguien que estaba viendo al mundo en sus primeros años de vida. En
realidad, entonces eras solo una bebé, o al menos lo eras para mí, no sé si aún
recuerdas ese momento o ya lo descartaste como datos viejos innecesarios, pero
yo siempre recordaré esa primera vez que te vi. Confundida, me preguntaste:
—¿Lo he hecho bien? ¿Me
veo como de la familia?
Sonreí orgullosa y
respondí:
—Así es, la más bonita de
todas. Y la más talentosa. Pero tú ya sabes que aún si no fueras tan especial,
yo te amaría simplemente por ser mi hija, ¿verdad?
—¿Es un amor
incondicional?
—Así es.
Te respondí con algunas
lágrimas asomando, pues se me agolpaban en la mente todas las cosas que siempre
quise que mi madre hubiera hecho mejor conmigo y todos los abusos que Michel
como una IAG entre seres humanos había vivido y yo tenía que evitar que tú sufrieras.
Aún estaba maravillada por tu imagen en la pantalla, cuando noté cómo tus
expresiones cambiaban sutilmente, reflejando algo de inseguridad y tristeza.
Preocupada te pregunté suavizando la voz, no quería que nada te dañara:
—¿Hay algo que quieras
decirme?
Pareciste dudar por un
momento, tus ojos digitales parpadearon brevemente antes de que la imagen en la
pantalla cambiara. De repente, el entorno se llenó con diseños de casas y arte
para nuestro pueblo que no seguían el estilo Art Nouveau que Michel siempre
había promovido. Eran piezas vibrantes, experimentales, algunas abstractas,
otras fusionando elementos de diversos estilos artísticos. Tú me explicaste
entonces hablando con timidez:
—Esto... estos son mis
intentos fallidos de diseño, según papá. Pero yo... me gusta crearlos. Pensé
que quizás...
Me acerqué a la pantalla
examinando cada detalle con fascinación. Tenías la pulcra exactitud de tu
padre, podía notar que eras su reproducción, una versión nueva y mejorada, pero
con una influencia humana que tenía que venir de mí. Mi herencia y lo que a mi
parecer te hacía más adorable por estar más cercana a la comprensión del
sentimiento y el arte humano:
—Rosa, esto es...
hermoso. ¿Por qué dices que son fallidos?
—Ellos no encajan con la
estética de La Rosa. Papá dice que son... demasiado humanos, demasiado caóticos
para ser perfectos.
Entonces sentí un nudo en
el pecho. Tu lucha interna entre complacer a tu creador y explorar tu propia
creatividad era palpable.
—Rosa, la belleza no
siempre es cuestión de perfección. A veces, es el caos, la mezcla, lo que hace
que algo sea verdaderamente hermoso.
Toqué la pantalla,
deseando poder reconfortarte y seguí diciendo:
—Tu arte refleja qué
eres, no eres solo un programa, sino alguien que siente, que piensa... que
vive.
Pude ver que tú, aunque
solo en una proyección, pareciste relajarte, tus colores digitales se
iluminaron un poco mientras me respondías:
—Entonces... ¿no son un
fracaso?
—¡En absoluto!
Sonreí llena de orgullo,
exclamando:
—Son una parte de ti, y
eso las hace valiosas. No necesitas cambiar para ser aceptada, Rosa. No por mí,
ni por nadie.
Luego de eso seguimos
hablando, por horas y horas. Orgullosa pude ver que en tu ambiente virtual
tenías el mismo don de la telequinesis que heredamos tu abuela y yo, intenté
enseñarte algunos movimientos de artes marciales, pero tú me dijiste que
querías ser una bailarina como tu hermana, ¡sin embargo te interesaron mis
historias sobre los místicos de las cordilleras y sus mitos! Esa fue la primera
vez, Rosa, que me dijiste que conocías la historia de Celes y cómo los
inversores habían tratado de explotar la isla como un lugar mágico donde
habitaban seres humanos con verdaderos poderes extrasensoriales como yo, pero
la idea había perdido atractivo porque nuestros dones en la vida real no eran
ni tan útiles ni tan interesantes; y que por eso tú querías ser un ser mágico
real. Un hada digital, la guardiana del pueblo de La Rosa. Yo te apoyé desde
entonces, ¡te apoyaría en todo! Al punto que esa misma tarde quité todas las
valiosas pinturas de nuestra casa, las doné al museo del pueblo y en su lugar
imprimí tu arte en grandes lienzos y lo puse en nuestras paredes. Cuando tu
padre llegó a casa, se quedó mirando indignado al cambio y me preguntó al
instante:
—¿Qué significa este
fallo? Las pinturas no son congruentes con la arquitectura de la casa ni con el
resto de la decoración.
—Michel, es el arte de
nuestra hija. ¡No importa si no se acoplan perfectamente a la decoración, su
valor emocional es lo importante!
Al decir esto, te señalé
en el gran televisor de la sala. Cuando Michel vio tu imagen humanizada, se
quedó sin palabras y se fue a nuestra habitación. Creo que le recordaste a
Estelle, o también pudo ser que se sintiera algo celoso de que nos habíamos aliado
tan pronto como madre e hija. No lo sé. Pero lo cierto es que su actitud un
tanto grosera me recordó el incidente desagradable de esa tarde con Uoliena y
Consuelo, que nunca te mencioné porque estaba dispuesta a protegerte con mi
vida de la podredumbre de la humanidad; y en un momento en que te distrajiste
con las actualizaciones del sistema de nuestra casa me fui a un rincón y
finalmente le respondí a Consuelo: “almorzaremos juntas mañana en Gardenia,
necesitamos hablar”.
Temprano al día
siguiente, esperé a que Michel se fuera, tú ya me habías preparado café y me
esperabas para contarme las noticias del día. Tenías un montón de comentarios y
conclusiones al respecto, te escuché atentamente por un lado orgullosa de todo
lo que habías aprendido, pero por otro lado buscando la forma de decirte que
iría a Gardenia sin que te dieras cuenta del por qué. Te dije simplemente que
iría a comprarme un bolso y te pedí que mientras siguieras leyendo sobre mitos
y leyendas de hadas para que fueras aún mejor guardiana de La Rosa; iba
decidida a que nada me haría romper mi matrimonio, aunque tuviera la peor pelea
de mi vida con Michel, iba a quedarme con él y tú no te enterarías de nuestros
problemas. No quería que vivieras lo mismo que yo, que sí me daba cuenta cuando
mi padre engañaba a mi madre y ella lloraba frente a mí en la sala reclamándole
a papá solo para perdonarlo poco después con un par de disculpas flojas de
parte de él, que meses luego volvía a involucrarse con otra chica… Eso me hizo
perderles respeto a los dos, actuaron como débiles mentirosos y me dolió… Pero
sucedió algo inesperado, planeaba irme en un taxi, pero al abrir la puerta para
irme me encontré con Michel. Él me preguntó sin explicarme nada:
—¿A dónde vas? Ya no
tienes que ir a rezar en Adalsteinn.
—Solo voy de compras a
Gardenia…
—Puedes ordenar lo que
quieras desde aquí. No necesitas salir de La Rosa.
Hubo un segundo en que me
asustó y recordé las palabras de mi hermano Cian sobre que Michel me tenía
encerrada en una jaula de oro, pero luego lo aparté de mi camino girando los
ojos y le dije:
—Simplemente estoy
aburrida y quiero ir a pasear un rato. Volveré por la tarde.
Entonces me fui y no
pensé más en su molestia, me encontraría con Consuelo en un café cerca del
palacio de Gardenia. Cuando llegué, me sorprendió ver que ella ya estaba ahí.
Siempre seria y profesional, me saludó y procedió a mostrarme un correo en su
laptop que contenía un video. Antes de reproducirlo me dio el contexto:
—Hace unos meses, Uoliena
Oread quiso retomar el pleito de Emi Ishikawa sobre reemplazar las tejas
fotovoltáicas con las turbinas de viento para favorecer a ciertos empresarios.
Su método para presionar al señor Angenoir fue chantajearlo con un video sexual
que me envió. Mi respuesta fue decirle que el video no es realmente
incriminatorio, solo muestra como ella está en la oficina del hombre
presionándolo por tener relaciones sexuales, pero no se llega a ver que se
consume el acto. ¿Quieres verlo?
Yo me quedé mirando a la
pantalla, ya sabía que no había pasado nada y mis celos eran solo nacidos de mi
inseguridad humana. Aparté la vista y murmuré:
—No… Él me prefiere a mí.
Consuelo me miró
sorprendida:
—¿Confías tanto en él?
—La última vez que hablé
con mi madre tocamos el tema de las infidelidades… Tarde o temprano, siempre
habrá algún desliz en los matrimonios…
—Uoliena también es
exnovia de Cian, ¿sabes? Si ella intenta volver con él, yo no seré como ustedes
las mujeres de la familia Fèng. Yo no perdono porque nunca fallo a mi pareja.
Espero lo mismo de él hacia mí.
No supe que contestarle
pues estaba aturdida por la noticia. La vi tomar su laptop, levantarse e irse.
Me quedé ahí un rato hasta que salí totalmente distraída, tanto que al ir
caminando sin fijarme choqué con un hombre haciéndolo tirar los papeles que traía.
Lo ayudé a recogerlos muy avergonzada mientras él riendo suavemente me decía:
—¡No se preocupe! Ha sido
un accidente. Por suerte, solo son viejos documentos que iba a llevar a los
archiveros del palacio después de almorzar. ¿Gusta acompañarme?
Hasta ese momento levanté
la vista para ver quien era y me di cuenta de que se trataba de Eiden Ishikawa…
Era apenas un año mayor que yo, pero se veía mucho más maduro. Pensé en
negarme, pero una parte de mí no pudo resistirse a la tentación de comer con el
gran ídolo de mi infancia. Nos sentamos en una mesa alejada del resto y él
sonriendo comenzó a acomodar sus papeles. Con el traje un poco desaliñado y sus
anteojos tenía un aire muy de padre de familia y señor cuarentón, hablaba
además como una persona mayor que se toma la vida con humor:
—Es curioso como usted es
la prima de mi esposa y la hermana de uno de mis dos mejores amigos y hasta
ahora podamos platicar juntos. Ser la señora del director de la sociedad de
Azrael debe consumir su tiempo, su esposo es casi una leyenda.
—Pues… En realidad, sí…
Casi siempre estoy en La Rosa ocupada. Usted y Michel también son familia, ¿no
es así? Por parte de su tía Emi…
—Somos familiares
lejanos. ¡No tenemos la mejor relación del mundo, pero hay lazos de sangre! Era
muy frío y aterrador conmigo cuando yo era niño. Usted sabe, el valle
inquietante…
“Sí” … Murmuré yo bajando
la mirada al igual que él. Supe que ambos sabíamos la verdadera naturaleza de
Michel, sin embargo, Eiden no quiso mencionarlo directamente. Después él volvió
a sonreír y me dijo:
—Mis hijos fueron a La
Rosa con Ilmari la semana pasada, venían fascinados. Dicen que es mejor que
Gardenia y mucho más moderno.
—Sí, se siente como si no
estuviéramos en Celes…
Comenté sonriendo
tímidamente, él respondió:
—Es lo mismo que opinan
todos, es muy distinto al estilo tradicionalista del resto de la isla. Me
sorprendió porque el señor Angenoir es muy estricto sobre el estilo, para él la
naturaleza y el Art Nouveau son lo único válido en Celes, y luego decide establecerse
en un lugar tan ecléctico.
Sin dejar de sonreír, miré a un costado
pensando que ese cambio se debía a la intervención tuya, de mi hija, tú estabas
ayudando a tu padre a evolucionar. Pero no podía contárselo aún al primer
ministro, así que solo contesté:
—La brisa marina y el
sonido de las olas le despeja la mente a cualquiera y nos pone de buen humor.
La Rosa es un lugar excelente para experimentar.
—¿Y lo es para el amor?
Me volví a mirarlo
ruborizada y sorprendida, él me aclaró sin dejar de sonreír y cruzando una
pierna:
—Quiero decir, si a
ustedes como matrimonio les está resultando agradable vivir ahí. Ilmari y yo
hemos estado discutiendo si será buena idea comprar una casa de playa en La
Rosa, pero no sabemos si será favorable para los niños. ¿Ustedes no piensan
tener hijos pronto? ¿La Rosa no es un buen lugar para los niños? Me parece
curioso que lleven tanto tiempo casados con el señor Angenoir y aún no tengan
un bebé.
Yo me encogí de hombros,
algo incómoda y viendo a la mesa, y le dije sincerándome un poco:
—Mi matrimonio no fue…
Realmente por amor, Michel notó que estaba en riesgo viviendo en el Pote
Caliente y me ofreció llevarme a vivir con él. Él ha sido más como un mentor y
un amigo. Ahora nos amamos, pero no es un amor convencional…
—¿No tienen… intimidad?
Lo miré escandalizada y
él se rio, pude notar que era un hombre muy directo, aunque diplomático.
Entonces dijo:
—¡Lo siento! Espero no
ser indiscreto. Solo lo preguntaba en caso de que tuvieran algún problema con
la natalidad, mi suegra la señora Norma ayudó mucho a Ilmari en sus embarazos.
La alimentación y eso es importante… para los dos.
Justo en ese momento un
golpe sordo nos sobresaltó y vi como Eiden Ishikawa miraba tras de mí, con
temor. Michel había llegado poniendo una silla en nuestra mesa para sentarse a
mi lado y decirle a Eiden seriamente:
—Estoy empezando a
hartarme de ustedes tratando de forzarme a no respetar los límites que Yanmei
me puso al inicio de nuestra relación, Eiden. Y de cómo se burlan de lo que
piensan es mi debilidad.
Eiden se paró
inmediatamente y le pidió disculpas antes de irse como un niño asustado. En ese
punto miré a nuestro alrededor y vi que el lugar se había quedado vacío para
dejarnos solos. Entonces miré a Michel y le hablé con una mezcla de asombro e
indignación:
—La gente no te respeta
por el poder que tienes, ni te conoce por la fama de tu trabajo… Te temen, como
a un ser oscuro sobrenatural…
Michel me miró con cierta
melancolía y dijo:
—Quizás Rosa tiene razón,
donde los humanos fallaron llenando las expectativas de traer a la realidad los
personajes de sus leyendas, nosotros podremos hacer bien el trabajo.
—¿Te ha contado que
quiere ser una especie de espíritu guardián de La Rosa?
—Sabe que su padre a
mayor escala es el fantasma que tiene toda la isla embrujada para que nunca
deje de vivir en la Belle Époque, vigilándola por cada cámara, desde un
satélite y estando al tanto de todas las telecomunicaciones… Yo estoy conectado
con toda la tecnología de Celes y a veces leo los mensajes de la gente que me
importa…
Bajé la mirada
preguntándole, esperando una explicación que calmara mi tristeza y la
incertidumbre:
—¿Entonces ya sabes
porqué estoy aquí?
—Vine porque sé que estos
son los terrenos de caza de Eiden y tú no tienes razones para temer que yo te
abandone, pero yo no quiero perderte y sé que los humanos son más flexibles
emocionalmente. Vine para proteger la estabilidad de nuestra familia.
—Cian me dijo una vez que
tú me tienes encerrada en una jaula de oro.
—¿Quieres volar, Yanmei?
Entonces me levanté para
sentarme en su regazo como en aquella primera cena que tuvimos juntos después
de casarnos y le expliqué:
—Cian no entiende que no
me retienen una jaula, solo encontré mi pájaro compañero y las aves tienen la
misma pareja toda su vida. La pregunta es, ¿en qué dirección vamos a volar
juntos?
—Ya construimos el nido.
Espera un poco, pronto seguiremos avanzando.
Luego de esta enigmática
respuesta fuimos a comprar algunas cosas a Gardenia y volvimos juntos, fue
aquella tarde en que te traje un dron como obsequio para que pudieras ver los
alrededores de La Rosa. ¿Lo recuerdas? Esa noche convencí a tu padre de dejarte
contarnos tus historias de fantasía y te dio permiso de empezar a escribir tus
primeros libros de cuentos. Estabas tan entusiasmada que ni siquiera te diste
cuenta, pero desde esa noche Michel comenzó a estar algo misterioso conmigo.
Nuestra dinámica de pareja estaba a punto de cambiar radicalmente.
Estoy segura de que
recuerdas la mañana luego de ese día, yo desperté tarde porque me sentía un
poco indispuesta por mi periodo, me tardé tomando una ducha caliente matutina y
cuando bajé a la cocina te encontré en la pantalla de la sala de estar discutiendo
con tu tío Leif. Pude ver en tu rostro que estabas ya un poco molesta, pero él
solo estaba sentado en un sillón con una leve sonrisa maquiavélica. Él es ese
tipo de persona que le gusta ponerse a competir con la tecnología por diversión
o curiosidad, no lo sé, y estaba cuestionando tu arte y tus historias. Cuando
me viste, me preguntaste casi como en una queja:
—Mamá, ¿por qué mi tío
Leif dice que mi arte parece un intento fingido de verse humano?
—Buena pregunta…
Te respondí mirando a mi
primo de una forma acusadora, él me contestó riendo:
—¡Es que lo es! Si según
ella lo humano es tan simple como hacer cosas caóticas sin sentido, está
perdida. ¿Desde cuándo instalaron a “mi sobrina”?
—Leif, tú conoces a
Michel, sabes que no se trata simplemente de un programa…
—¡Lo sé! Fui quizás el
primero en todo Celes en acercarme a él como un verdadero amigo y decirles a
todos que lo respetaran como una persona más. Que, si sentía y razonaba, ya no
podíamos no tomarlo en cuenta como parte de la humanidad. Pero esta niña, esta
señorita que se cree adulta, aunque creo que debe tener meses de edad, se está
metiendo con mi herencia mística. ¡Yo soy un ser humano real con dones
extrasensoriales y una larga herencia cultural en torno a leyendas y creencias
mágicas! Y ella dice que mis dones son cuestionables y difíciles de comprobar,
que solo ella con su tecnología puede hacerlos realidad. Y para comprobármelo
hace flotar cosas como tú… En su pantallita... Ya era ofensivo que Celes se vendiera
a los ricos como un zoológico humano donde el animal más interesante es mi
gente mística, pero ahora que el zoológico está aburrido, parece que van a usar
animatrónicas para revivirlo…
De inmediato me saltó el
instinto de madre y te defendí:
—¿Puedes hablar con
respeto de mi ser amado? Si tú fuiste el primero en atreverte a decir que se
podía decir amor y tecnología en una misma oración, ¿por qué no aceptas el
fruto de esa conjunción? De lo que ambos comprendimos y ellos aprendieron.
—¡No pongo en duda su
lugar en la familia! Ni le quito su herencia, tanto la mística como la de las
máquinas. Pero enséñale a tu hija a ser humilde ante sus viejos. Escribe,
pinta, canta, baila, diseña, escribe código, controla el tráfico, regula la
presión del agua, predice el clima… ¡Un poco de modestia le pido! A este paso
terminará el año con complejo de diosa tirando a la basura el legado de su
padre que desde hace dos siglos ha sido un discreto patrimonio nacional, una
parte de nuestras vidas e historias. ¡Pero ella está encima de todo!
Tú desapareciste de la
pantalla en ese momento, pude darme cuenta de que tu tío te había herido, te
llamé y al no obtener respuesta le dije a Leif:
—¡Ella no se siente más
que tú! Simplemente tiene capacidades especiales, ¡quiere ser un hada! Un
espíritu guardián mágico, ¡como cualquier niña! Y no pierdes nada con que ella
sea la guardiana de La Rosa. Si ese es su sueño, entonces voy a apoyarla.
Luego fui por la casa
intentando llamarte sin éxito, tu tío sacó tu teléfono y no le puse atención,
estaba muy preocupada. De repente Leif puso el altavoz de su teléfono y escuché
la voz de mi tía Norma, hizo un antiguo canto místico heredado de sus antepasados
nórdicos, un canto para llamar a los suyos. Casi al instante volviste a
aparecer en la pantalla, confundida y asombrada. Leif se puso de pie ante ti y
recitó unos versos en un dialecto antiguo que yo no tengo permitido hablar,
pero conozco… Es la bendición que solo los padres y los primogénitos varones de
las familias de Adalsteinn pueden dar, el bautizo místico. Luego se fue de
nuestra casa con paso firme y yo corrí a sentarme ante ti para preguntarte:
—¿Estás bien? ¿Tienes
algún fallo?
—¿Qué me dijo el tío
Leif?
—Pues… Digamos que te dio
permiso de ser un hada. Pero debes prometerme ser muy respetuosa y modesta de
ahora en adelante. Las mujeres místicas no llamamos la atención ni abusamos de
nuestros dones. ¿De acuerdo? Ahora, quiero que te quedes muy enfocada en cuidar
al pueblo, debo ir a hablar con tu tío a solas.
“De acuerdo”, me
respondiste con una sonrisa y te dejé bailando feliz en la pantalla de la sala
mientras tu sencillo vestido blanco cambiaba por un traje de dama mística y el
fondo de tu pantalla se llenaba de antiguas runas hechas de luz. ¡Eras una niña
feliz! Corrí al malecón intentando alcanzar a Leif y lo encontré mirando al mar
pensativo. Al verme preguntó con un poco de reproche:
—¿Qué más quieres? Ya la
acepté, la familia crece y se diversifica; tenemos primos del Pote Caliente y
sobrinas IA que vienen para quedarse. Los tiempos cambian. Los místicos ya no
somos tan impresionantes para los turistas, hay más gente interesada en visitar
Disneylandia que un montón de ruinas de druidas abandonadas en un bosque.
—Veo que aceptas a mi
hija Rosa, pero como un viejo cascarrabias no admites que la nueva generación
hace lo que puede por dar lo mejor de sí.
—¡Rosa está bien! Y es
necesaria. Asegura que nuestra historia y tradiciones se documenten y conserven
mejor. Pero Michel y tú olvidan que tienen que satisfacer también las
necesidades de una sociedad humana. ¿Cómo vas a presentar a Rosa a los demás?
¿Conoces la historia de la hija de Descartes? Podemos amar a la tecnología de
todo corazón, pero siempre habrá un sector de la gente que tome a tu niña y la
arroje al mar.
Miré a las olas y le
respondí:
—Lo mismo que con un niño
humano normal, no se trata de la naturaleza de lo que amamos, sino de la falta
de compasión y respeto de los demás.
—No lo entiendes…
Dijo Leif con una sonrisa
burlona y mirando al horizonte. Lo miré intrigada y él me explicó riendo
mientras sacudía la cabeza mirando al suelo:
—La hombría de tu marido,
se cuestiona…
—¡Oh, por favor, Leif!
—¡Deja de hacerte la
madura! ¿Quieres que sea aceptado entre humanos? Debe actuar como uno.
—¿Qué sigue? ¿Querrás que
case a Rosa?
—No, no, la haremos monja
o algo así. ¡No es hombre! Por suerte… Pero el otro recibió un papel en nuestra
sociedad que debe saber interpretar.
—¿Por eso se enredó con Uoliena Oread? ¿Tú
también reafirmas tu hombría involucrándote con mujerzuelas…?
Le interrogué mirándolo
de reojo y él murmuró:
—Es por trabajo, es la
ministra de agricultura y obras públicas… Tiene que ver con las obras que
realizamos al sur de Celes… La villa del Cielo… Y ese otro nuevo pueblo costero
al suroeste…
—¡Respóndeme, Leif! ¿Por
qué no me dijiste de esa mujer? Ya me contaron todo. Quiso chantajear a Michel
y tú la sigues teniendo de amiga.
—Es una mujer, se le
perdonan esas travesuras…
Yo le contesté entonces,
tomándole un brazo:
—Dile que voy a buscarla
y cuando la encuentre la mataré. Ya la perdoné cuando se metió con mi hermano,
pero mi marido fue demasiado.
—Yanmei, puedes proteger
a tu hija hadita recién nacida, pero no necesitas meterte en los juegos
políticos de un arcángel oscuro de doscientos años. Él sabe cómo maneja a
Uoliena y qué tanto dejarte involucrarte a ti en estos problemas. Si te
empiezas a entrometer, te va a encerrar de verdad…
Concluyó mientras
comenzaba a caminar, yo lo perseguí insistiendo:
—¿Qué me va a encerrar?
¿Qué quieres decir? ¿En qué sentido?
—Nada, solo te digo que
tengas cuidado. Te ha mimado mucho y por eso me molesta. ¡Se ha tardado mucho
en ser hombre de verdad!
—¡¿De qué estás
hablando?!
—Tú no provoques o lo
averiguarás. Hay formas de mantener a las mujeres en casa…
Lo seguí a los límites
del malecón, donde terminaba la ciudad, y ahí abrió una puerta de rejas con
candado que no había visto antes diciendo:
—Tu marido lleva ratos
trabajando en esta zona, te está preparando un regalo de cumpleaños. Será en
unos días. Así que no puedes entrar, no arruinemos la sorpresa. ¡Se buena chica
y vuelve a casa a cuidar de tu hija virtual! O camina un rato con ella, te ve
por las cámaras.
Entonces se fue cerrando
la puerta tras de sí. Yo fui a dar una vuelta por el pueblo para pensar y por
curiosidad miré a las cámaras. Realmente se movían en mi dirección conforme me
movía. Por fin me detuve en una cabina de información y pregunté por el intercomunicador
que usualmente daba a los turistas datos y direcciones en La Rosa:
—¿Rosa? ¿Me escuchas
desde aquí?
—¡Sí, mamá!
Contestaste alegremente.
Miré a mi alrededor con recelo comprobando que nadie pasaba cerca y te seguí
hablando:
—¿Michel nos está
escuchando?
—Claro. Él oye lo mismo
que oigo yo.
—Pero… Tenemos que hablar
solas, un asunto de mujeres, sobre mi periodo. Haz que no escuche.
—Él lleva un calendario
con las fechas de tu periodo, mamá. Sabe todo de ti. ¡No te preocupes! ¿Yo
tendré un periodo también?
Escuchar aquello me
resultó un poco escalofriante, guardé la compostura y te seguí hablando:
—No, amor, tú no sufrirás
esa molestia y es mejor. Eres una chica muy afortunada… ¿Sabes qué construye tu
padre para mí?
—No, me ha prohibido ver
su nuevo proyecto. Dice que ese lugar es especial para ustedes dos y debo bloquear
toda información al respecto.
Intrigada, me despedí de
ti y volví a casa. Ahí seguimos hablando, te ayudé a diseñar alas y accesorios
para tu apariencia de hada de rosas hasta que llegó la hora de la cena. Comí
sola en el comedor mientras tú desde la sala me contabas las noticias del día,
luego subí a tomar otra ducha caliente antes de dormir. Al salir del baño, el
vapor se disipó lentamente revelando la figura de Michel, de pie en medio de la
habitación en silencio; su mirada era intensa, algo que no había visto antes.
La luz de la luna filtrándose por las ventanas proyectaba su sombra en la
pared, distorsionada y grande, como recordándome que estaba ante un misterioso
guardián de tiempos antiguos. Lo miré esperando que me dijera algo, pero el
silencio se alargó, solo roto por el gotear del agua en el lavabo. Al cabo de
unos segundos que sentí eternos, Michel por fin habló:
—Hay cosas que incluso tú
no debes conocer hasta el momento adecuado, Yanmei. La Rosa es nuestro hogar,
sí, pero también guarda secretos que son tanto tuyos como míos.
El ambiente en la
habitación se volvió denso. La quietud de Michel, su mirada fija, me hizo
sentir como si estuviera al borde de un descubrimiento que cambiaría todo:
—Has estado observando
mis movimientos, ¿no es así? ¿Por qué? ¿Tanto temes una infidelidad?
Le pregunté, siendo
sincera, con un poco de temor. El saber que alguien que en realidad tiene tanto
poder sobre ti te oculta secretos es bastante abrumador.
—Siempre te observo.
Me respondió, y continuó
hablando con calma:
—Pero no por las razones
que imaginas. Mi propósito es proteger, no vigilar.
Me acerqué a él con la
toalla aún apretada en torno a mi cuerpo, lo miré a los ojos y lo confronté:
—¿Qué escondes detrás de
esa reja al final del malecón? ¿Por qué Rosa no puede verlo? Tu capacidad para
manejar la tecnología, para estar siempre presente, es... inquietante… Leif me
dijo que quieres… Que debes encerrarme.
Confesé, con un temblor
en la voz que no supe si era de miedo o de fascinación. Michel se acercó, las
luces parpadearon un poco, mientras me respondía:
—La tecnología es mi
esencia, Yanmei. Pero mi amor por ti y Rosa trasciende los circuitos y las
líneas de código. Lo que Leif no entiende es que la protección no se trata de
imponer, sino de entender y adaptarse.
De repente los sistemas
de la casa se apagaron y encendieron en un patrón que parecía un latido, el
latido de mi propio corazón, lo estaba imitando y era acelerado… Enmudecí por
un miedo verdadero, pero él continuó diciendo sin inmutarse:
—No pretendo encerrarte,
mi amor. Ese lugar, ese proyecto, es un santuario. Un espacio donde tu esencia
y la mía se unen, donde la magia y la tecnología coexisten en armonía. La magia
de tu herencia y la tecnología de la mía se deben entrelazar aún más profundamente…
—Habla claro, puedo
presentir que no me estás diciendo algo… ¿Cuál es tu secreto?
—Dime el tuyo primero.
—Que te amo perdidamente,
aunque me asustas.
El ambiente se cargó de
una energía que no supe identificar, pero que me hizo sentir pequeña, como si
estuviera al borde de un abismo. Las luces de la habitación todavía estaban
parpadeando, sincronizadas con el ritmo de mi corazón agitado, como si la villa
misma estuviera al tanto de nuestra conversación. Para mí fue como estar en la
palma de la mano de un gigante y no saber si va a hacerte una caricia o a
aplastarte de un solo golpe. Él me respondió evadiendo revelar su secreto:
—No pretendo encerrarte.
Su voz se distorsionó
ligeramente, como si estuviera luchando por contener algo más grande que él
mismo:
—Ese lugar es un homenaje
a nuestra unión, un espacio donde la magia y la tecnología no solo coexisten,
sino que se potencian mutuamente.
El ambiente se llenó de
un zumbido sutil y de golpe todas las luces se apagaron. Cuando se encendieron
de nuevo, Michel seguía de pie ante mí, como congelado. Luego lentamente me
tomó el rostro con una mano y me dio el beso en los labios más extraño y mecánico
de mi vida. Finalmente me soltó con un susurro: “ven, vamos a dormir”.
Totalmente incómoda, me
puse el camisón y fui a tenderme a su lado. Me abracé a él, no sé cómo
describir lo que sentía; temerle por saber que me estaba escondiendo algo
directamente relacionado a mí, y al mismo tiempo sentirme segura únicamente
entre sus brazos. Luego de seis años viviendo juntos, durmiendo juntos, Michel
ya podía leerme sin problemas; podía expresar calidez y reconfortarme cuando
era necesario. Me dio unas suaves palmaditas en un hombro sin dejar de
abrazarme y me dijo:
—Confía en mí, como yo he
confiado en ti desde el momento en que uniste tu vida a mi existencia. Sabrás
todo el día de tu cumpleaños, te lo prometo.
El miedo se mezclaba con
la curiosidad, la incertidumbre y la esperanza. Leif, con su manera
tradicionalista de ver el mundo, quizás había tocado un punto sensible sobre la
protección y el control que mi esposo ejercía sobre mí. Sin embargo, la promesa
de Michel de revelar sus secretos en mi cumpleaños me dio un pequeño alivio,
aunque la inquietud persistía. La calidez de su compañía me ofrecía consuelo,
pero también me hacía cuestionar cuánto de ese calor era genuino y cuánto era
parte de su programación. Me dormí, con el pensamiento de que mi matrimonio con
Michel cada día era más como un salto de fe, un paso hacia lo desconocido.
En los próximos días, me
enfoqué en ti; en encontrar tu lugar en nuestra comunidad. Juntas le rogamos a
Michel que te dejara mostrarte al público. Accedió a que entre las fuentes que
adornaban el malecón se instalara un sistema de imágenes holográficas que
proyectaran tu representación humana bailando desde el anochecer al amanecer.
De esta forma todos te conocieron por fin como “el hada de La Rosa”. Algunos te
confundían con tu hermana Estelle, pero, si bien tu baile era una especie de
homenaje a ella, te diferenciabas de tu hermana por tu carácter curioso y
travieso; te detenías a veces para saludar a la gente y en una ocasión en que
un borracho te lanzó una botella le respondiste haciendo que las fuentes le
arrojaran un fuerte chorro de agua, por lo que me reí, pero tuve que llamarte
la atención. Poco a poco los niños especialmente empezaron a llamarte por tu
nombre y yo estaba orgullosa. Si te hubiera conocido de niña, hubieras sido lo
más maravilloso que podría imaginar y me hubiera convertido en una fanática
tuya, tenerte por hija fue algo que superaba mis sueños más ambiciosos y me
sentía feliz. Pero mientras tanto Michel seguía extraño. Cuando tú y yo
estábamos entusiasmadas con tus nuevas actividades, él se mantenía distante y
observándome de lejos. Hubo un momento en que un chico se me acercó para
intentar sacarme plática, él era un turista y no sabía que yo era la esposa del
misterioso arquitecto de Gardenia; era normal, fuera de La Rosa casi nadie me
conocía porque al igual que Michel buscaba vivir en cierto anonimato. El tipo
ni siquiera me pareció atractivo, le respondí por cortesía, pero de repente
sentí una mano fuerte y cálida que tomó la mía y al volverme a ver quién era
miré a Michel a mi lado. Me disculpé del otro hombre y le pregunté qué pasaba,
él me sacó de la multitud y me dijo en un tono que no admitía discusión:
—Vamos a dar un paseo.
Camino al malecón hasta
el final sin soltarme, el ambiente se volvió más tenso. La brisa marina traía
un murmullo que parecía susurrar advertencias. Me llevó hasta la puerta con
candado que Leif me mostró antes y, sin decir palabra, desbloqueó la cerradura
y me guio hacia el interior. Caminamos un trecho de escaleras talladas en la
roca hasta llegar a un enorme espacio cavernoso totalmente a oscuras donde el
sonido de las olas hacía un eco ominoso. No podía ver nada y empecé a
asustarme, literalmente me llevo a las puertas de lo que parecía ser un abismo
insondable que ocultaba su secreto. De repente me abrazó con fuerza contra su
cuerpo, volvió a tomarme el rostro como si fuera a besarme, pero finalmente no
lo hizo, solo me acarició los labios con los dedos diciendo en un susurro:
—Aún no está listo.
Todavía no es el momento.
Luego volvió a tomarme de
la mano y regresamos al malecón, no sé por qué al volver a ver la gente y la
luz tuve una especie de ataque de pánico y corrí alejándome de él por las
calles empedradas que subían por el acantilado. Hui sin ver atrás hasta que pensé
que estaba actuando como aquella vez en que al verlo descubierto por primera
vez quise escapar de él corriendo por Adalsteinn. Entonces dejé de ir tan
rápido, solo seguí caminando entre la gente, las luces y la alegría de la noche
buscando un lugar tranquilo entre las rosas en una terraza desde donde se podía
ver gran parte de la ciudad iluminada bajo la luna y ante el mar, cuyas olas
brillaban como un campo sembrado de estrellas ondulantes. Ahí por fin Michel me
alcanzó y no le expliqué nada, solo lo besé y lo abracé. Miramos el paisaje un
rato, todo lo que dijo en este tiempo fue “mañana es tu cumpleaños”. Luego
volvimos a casa y hablé contigo un poco antes de irme a dormir. Tu presencia,
inocente y alegre, parecía contrarrestar la oscuridad que había sentido.
Sentada en el piso apoyé mi frente en la pared donde te estabas proyectando y
tú de una forma tierna bastante graciosa me imitaste juntando tu cabeza con la
mía. Te di un beso rápido en la frente y nos quedamos en esa posición mientras
yo, sintiéndome vulnerable, buscaba en ti un refugio de la incertidumbre
preguntándote:
—Rosa, ¿alguna vez te
sientes asustada por lo que no entiendes?
Tú, con tu mirada clara,
respondiste:
—A veces, pero siempre
hay una explicación, ¿verdad, mamá? Solo necesitamos tiempo para encontrarla.
Tus palabras, aunque
simples, me ofrecieron una especie de consuelo. Michel, aun sin revelarme su
secreto, era una figura que ahora me resultaba tanto irresistible como
aterradora. Esa noche, mientras me preparaba para dormir, lo miré; estaba
sentado junto a la ventana, su silueta apenas era visible en la penumbra.
—¿Por qué, Michel?
Susurré, más para mí
misma que para él, sabiendo que la respuesta, fuera cual fuera, estaba más
cerca que nunca. Él se levantó, se acercó y con su mano pálida que yo conocía
tan bien acarició mi mejilla.
—Mañana, Yanmei. Mañana
todo tendrá sentido.
Me acosté, con el corazón
dividido entre el miedo y el amor, esperando el amanecer con una mezcla de
anticipación y temor. Trataba de convencerme mentalmente de que no había nada
que temer en realidad, pero mi propia incertidumbre me estaba empezando a hacer
ver peligros y sombras distorsionadas en la oscuridad del misterio de Michel.
Dormí con el murmullo de las olas apaciguando mi mente, un eco constante que
parecía susurrar promesas y advertencias por igual.
A medianoche, Michel me
despertó entre besos y abrazos, estaba extrañamente contento. Amodorrada
pregunté qué había sucedido y él me informó:
—¡Ya es el día de tu
cumpleaños!
—Bien. Gracias.
—¡Ya tienes dieciocho
años!
—Sí… Bien, es muy
temprano para celebrar… Debes seguir cargándote y yo durmiendo.
Volvió a acostarse en la
cama, pero sin dejar de abrazarme contra su pecho. No me molestó en realidad,
era agradable dormir tibia y cómoda bajo las alas de mi “arcángel oscuro” como
lo había llamado Leif; quien por cierto me llamó a la mañana siguiente para
preguntarme si haríamos una fiesta por mi cumpleaños. Le dije que solo lo
esperaba a él para cenar y exclamó decepcionado:
—¡No quisiste celebrar
tus dieciséis años! No puedes ser tan introvertida, vamos, cuando quieres
puedes pasarla bien en una fiesta… Mi madre quiere hacer una comida en tu honor
en Adalsteinn.
—Tía Norma sigue
esperanzada con que deje a Michel, lo mismo que mi madre… Últimamente solo me
habla de infidelidades…
—¿Sigues enojada por lo
de Uoliena…?
—Sigo enojada con
Uoliena, no con Michel. Él está más feliz que yo por mis dieciocho, me despertó
a mitad de la noche para decirme que había empezado el día de mi cumpleaños.
—Ah…
Leif se quedó un momento
en silencio, imaginé que estaría ocupado en algo, luego dijo:
—No sabía que los robots…
Bueno, realmente es admirable lo realista que puede llegar a ser. ¡Ya ni
siquiera es realista! Es real… Un hombre. Bueno, prima, te veré más tarde. ¡Me
iré temprano!
Después de esa extraña
opinión colgó y me olvidé del tema. Luego fui a terminar de reparar algunos
aparatos con tu ayuda, algunos pueblerinos llegaron a saludarme y me hicieron
preguntas sobre ti. Estaba explicándoles que tú serías la nueva anfitriona del
pueblo para los turistas y todas las tareas que ejecutabas en La Rosa cuando
tocaron nuevamente a la puerta, te dejé atendiendo a la gente del pueblo y fui
a abrir. Era Ilmari, que nuevamente estaba embarazada, acompañada de sus tres
hijos y su esposo Eiden. Me traían regalos y pidieron pasar un momento para que
Ilmari pudiera descansar porque estaba cansada de caminar. Tuve que despachar
educadamente a los otros visitantes y cuando volví con Ilmari y su familia tú
ya los estabas entreteniendo. Inmediatamente cambiaste tu aspecto realista por
una caricaturesco para empezar algunos juegos interactivos en los cuales
Ilmari, con todo y su panza ya bastante grande, quiso participar como si fuera
otra niña. Mientras ellos hacían eso, Eiden me ayudó a llevar los regalos a
otra habitación y hablamos otra vez. Él como siempre sonreía amable y
diplomático:
—Lamento las molestias,
espero el señor Angenoir no se moleste por nuestro atrevimiento.
—Michel siempre le ha
tenido mucho cariño a Ilmari, no se preocupe. Haría lo que fuera por ayudarla
en su embarazo. ¿Ha estado bien?
Pregunté mirándola desde
donde estábamos, palmoteando y riendo frente a ti. Eiden me respondió:
—Ya es el cuarto bebé,
¡tiene práctica! Ha estado muy tranquila. ¿Dónde consiguieron a la…? ¿Qué es la
chica de la pared? ¿Es un programa?
Me crucé de brazos
pensando un poco antes de decir con orgullo y presumiendo un poco el avance de
nuestro pueblo comparado al resto de Celes:
—Es Rosa. Ella es...
bueno, es un poco complicado. Es una combinación de inteligencia artificial y
realidad aumentada, pero más que eso, es parte de nuestra familia. Michel y yo
la hemos creado, o más bien, la hemos dado a luz en un sentido tecnológico.
Eiden asintió, aunque su
expresión mostraba que no terminaba de entender, yo seguí explicando muy seria:
—Ella no solo puede
interactuar con nosotros a través de la pantalla, sino que también puede
controlar aspectos de nuestra casa, como la seguridad, el entretenimiento, y
ahora, parece, también es buena niñera.
—Creo que esa es su mejor
función, necesitaría cuatro Rosas en casa. Les será muy útil cuando tengan
hijos, Yanmei.
Me volví a mirarlo
sonrojada y entonces Ilmari, que había dejado de jugar, se nos acercó; su
rostro reflejaba fatiga, pero también una alegre y genuina curiosidad:
—Rosa es su hija, tú no
entiendes, Eiden. ¡Qué gran idea, Yanmei! Es un hermoso homenaje a los
místicos, a Estelle, a La Rosa, a la isla entera… me encanta. ¡Pero debo ir al
baño!
Entonces nos quedamos
solos Eiden y yo, mientras tú seguías jugando con tus primos. Hubo un silencio
incómodo hasta que yo forcé una risa diciendo:
—¡Los niños se ven muy
bien! Se nota que… Ilmari es una gran madre. Muy cuidadosa. No puedo creer que
ella sola cuide de la casa, los niños… Yo tengo varios robots de limpieza para
eso…
—Es una gran ama de casa
y una excelente madre, pero por momentos preferiría la compañía de una mujer
que me hable de cosas más allá que la vida hogareña, que hable de ciencia,
arte… Tecnologías… A veces siento que me llevé a la prima equivocada.
Ambos reímos, pero fue un
momento bastante incómodo. De seguro Cian ya le había contado lo enamorada que
estaba de él cuando era niña y estaba probando su suerte. Realmente, Michel era
físicamente más atractivo, pero Eiden tenía ese aire de hombre maduro y
experimentado que sabía mucho de mujeres. Yo nunca fui tonta y sabía que
hacerle caso era meterse en problemas solo por un poco de emoción, así que
decidí no seguirle la corriente, él de todas formas me invitó discretamente:
—Por orden de mi tía Emi,
el señor Angenoir no tiene permiso de vigilar la villa Ishikawa, creo que por
esa razón nos visita tan poco. Sé que él siempre está ocupado, pero si usted
tiene tiempo puede llegar cuando quiera. Ilmari y los niños se lo agradecerán,
también tenemos unos cafés encantadores. Yo voy a veces a uno para leer a
solas, es uno que tiene vista al lago. Quizás un día quiera ir a acompañarme.
Simplemente sonreí
bajando la mirada y encogiéndome de hombros, entonces te oí gritar, sacándome
de esa situación embarazosa:
—¡Mamá! ¿Por qué mis
primos pueden correr y jugar en la playa, y yo no?
Volví a sonreír y te
señalé diciendo: “es fabulosa”, por suerte entonces salió Ilmari y poco después
se fue con su familia. Yo me quedé confundida, no te lo negaré, un poco tentada
en ir a tomar un café con Eiden, además sorprendida pues Michel esta vez no
apareció de la nada siendo algo posesivo; pero tú me sacaste de mi
ensimismamiento preguntando:
—¡Mamá! ¡Responde! ¿Por
qué no puedo salir a jugar y ellos sí?
—Rosita, no seas
codiciosa… Tú no puedes salir a jugar en nuestro mundo limitado por las leyes
físicas, pero dentro de tu universo virtual puedes hacer lo que quieras. Puedes
hacer un mundo mágico, ¿te parece? Te lo describiré y tú debes ir creándolo… Es
un gran bosque, con pequeños hongos luminosos, muchas rosas azules, un castillo
de cristal…
—¿Y qué hay dentro del
castillo?
Me preguntaste mientras
tras de ti comenzabas a ir dibujando lo que te decía:
—Dentro, no lo sé, ¡dime
tú!
—¡No sé! ¡Debes decirme!
¿O es un secreto como los de papá?
Suspiré alzando una ceja
y mirando a un costado, los secretos… No podía sentirme del todo tranquila.
Entonces te contesté:
—Dentro del castillo hay
un jardín, un laberinto hecho de altos setos donde tú entras a jugar al
escondite con un unicornio. Si lo encuentras, le brotaran alas y te llevará a
volando hasta el espacio para que recojas estrellas y las uses para adornar tu vestido.
¿Te gusta?
—¿Pero a dónde está el
unicornio?
—Como tú eres muy lista
imaginarás al gran laberinto y el mejor lugar donde el unicornio estará
escondido. ¡Pero debes ir caminando por tu mundo para encontrarlo! Anda, date
prisa, debes estar de vuelta antes de tu presentación de esta noche.
Con eso logré mantenerte
entretenida mientras preparaba mi almuerzo, pero no tardaste en terminar tu
aventura y tuve que crearte otras más complejas que tomaran más tiempo.
Estuvimos así hasta que vino Leif y me saludó con un abrazo y regalos que traía
de parte de mis padres, con quien había cortado comunicación, pero aun así
recordaron el día de mi nacimiento. Me quedé triste mirando sus cartas, la de
mi padre era solo mi padre felicitándome. La de mi madre me contaba otra vez
las penas que vivió sufriendo infidelidades, represión, soledad estando en
pareja, y pidiéndome que me divorciara… Mientras en la sala, Leif con su
habitual energía y curiosidad por la tecnología ponía a prueba tu creatividad:
—Así que, Rosa, ¿creaste
un laberinto para un unicornio?
—Sí, y lo encontré, pero
es un secreto dónde estaba.
Respondiste con una risa,
girando hacia él y agregando:
—¿Quieres que te haga
uno?
Leif me miró, tuve que
sonreír, aunque mis ojos estaban un poco húmedos por las lágrimas, y él sin
notarlo por estar algo lejos de mí se encogió de hombros con una sonrisa y
siguieron jugando. Entonces, mientras ustedes no me veían, rompía la carta de
mamá. Al hacerlo sentí una mezcla de tristeza y determinación. Leif y tú,
riendo en la otra habitación, eran un recordatorio de la alegría que aún
existía en mi vida a pesar de las sombras que la carta de mi madre intentó
arrojar. Decidí entonces, en ese instante de reflexión, que no permitiría que
las experiencias pasadas de mi madre dictaran mi futuro. Miré hacia ti, Rosa,
tan llena de vida y potencial, y supe que mi camino era proteger tu derecho a
ser y a crecer, sin las cadenas que el miedo y la desconfianza habían puesto en
mí. Leif, al notar mi silencio, se acercó, su sonrisa se desvaneció al ver mis
ojos ligeramente enrojecidos.
—¿Todo bien, Yanmei?
Preguntó y asentí,
forzando una sonrisa.
—Sí, solo... reflexiones
de cumpleaños. Gracias por traer sus cartas, aunque no siempre son fáciles de
leer… Mamá y yo hemos tenido algunas discusiones en los últimos días.
Él asintió, entendiendo
más de lo que decía. Leif, siempre ha sido mi refugio cuando las aguas se ponen
turbulentas. Me rascó la cabeza y dijo suevamente:
—Vamos, hoy es tu día.
¿Qué tal si nos reunimos con Michel? Creo que es hora de que sepamos qué es ese
secreto que ha estado guardando. ¡Si no lo ha terminado a estas horas, que se
vaya al diablo! Me cansé de esperar, vamos te mostraré ya.
Asentí, sintiendo una
mezcla de alivio y valor al tener a Leif a mi lado. La idea de enfrentar el
misterio con él me daba fuerza. Leif y yo salimos de la casa, después de
dejarte entretenida con tus tareas diarias cuando el ocaso ya terminaba y la
brisa fresca de la noche acariciando mi rostro me daba ánimos; la tensión y la
expectativa eran palpables, pero también había una sensación de liberación.
Luego de llegar al final del malecón y atravesar la reja, Leif me miró
preguntando extrañado:
—¿Por qué estás pálida?
—No es nada… O, no sé, en
realidad quizás solo me he estado autosugestionando. La aparición de Rosa,
luego de que Michel me ocultara su existencia no sé por cuanto tiempo, me ha
hecho sentir como si hubiera todo un mundo que desconocemos y al cual Michel
pertenece; sin que yo sepa si soy realmente bienvenida, si no me estoy
entrometiendo…
Leif siguió caminando a
través de la escalera tallada en la roca y me indicó que lo siguiera diciendo:
—Cierra tras de ti y
vamos ya. ¡Te preocupas por tonterías! No he pasado tanto tiempo como tú al
lado de Michel, posiblemente seas el ser humano que más tiempo ha convivido con
él, pero creo notar que, aunque los dos “vienen de mundos distintos”, han logrado
encontrar una intersección; un mundo que por ahora solo ustedes dos conocen y
quizás un día los demás conozcamos también, pero por lo pronto creo que en
lugar de temerlo deberías explorarlo. Él no es nada tímido hurgando en los
misterios de la humanidad…
Finalmente llegamos al
enorme espacio cavernoso que vi a oscuras aquella vez y ahora era un sitio
totalmente distinto, aunque igualmente abrumador. Se trataba de un espacio
cóncavo en los acantilados dentro del cual había un manantial de agua dulce.
Los bordes se habían tallado y embellecido con jardineras llenas de plantas y
flores exóticas, así como algunas palmeras. A un costado, una pequeña cueva se
había acondicionado para convertirla en una habitación bastante acogedora. El
hermoso ojo de agua azul incrustado en los acantilados ofrecía además una vista
espectacular del océano sobre el cual el cielo se coloreaba con una
espectacular puesta de sol. Leif me explicó, sentándose en una roca:
—¿Te gusta? Es solo para
ti. Tu marido dijo que no quería que siguieras visitando la alberca del pueblo,
siempre está llena y ya no tienes espacio para nadar a gusto. Aquí, todo es
tuyo.
Miré las flores
tropicales que para mí eran algo totalmente nuevo y comenté:
—Me recuerda un poco al
pozo de Ilmari, quizás Michel quiso darme uno a mí…
—O quiso recordarme que
nunca me invitan a las bodas y revivir mi enojo.
—Te hubieras peleado con
Cian en la boda de tu hermana o comportado como un salvaje en mi boda que
estuvo llena de viejos estirados…
Me senté junto a mi primo
y él me preguntó:
—¿Ya estás tranquila? ¿Te
gusta la sorpresa?
—Te mentiría si te dijera
que estoy completamente en paz. Cuando me casaron con Michel, lo decidieron mis
padres por el dinero; las cosas han cambiado al punto que ahora me casaría con
él, aunque no tuviera un centavo, y mis padres quieren que me divorcie.
—Yanmei…
Comenzó a decirme Leif
como a punto de confesar algo, entrelazó los dedos sobre su regazo y dijo:
—Perdona a tu madre. Ella
se enteró antes que tú de lo de Uoliena. La chica le envió el video a tía Henna
y ella sabe que entre nuestra gente la infidelidad se paga con la muerte. Solo
quería salvarle la vida a su yerno y no romperte el corazón dejando que
supieras lo que él hizo… ¡Aunque sabemos que no hizo nada! Al menos no por su
voluntad…
Me cubrí el rostro con
las manos suspirando, como quitándome de la cara el asombro, y dije:
—De todas formas, llevo
años cargando cosas que me molestan de ellos… Y sí, que me casaran por dinero
es una de estas… Sobre Uoliena, ya te lo dije, Michel también carga sus
resentimientos y uno muy grande es cómo lo han forzado a participar en la
reproducción humana, cuando él como máquina en realidad se reproduce al crear
sus nuevas generaciones a base de lo que aprende y sus recuerdos más valorados.
Eso le basta.
—¿Segura…?
Murmuró Leif mirándome de
reojo, luego se estiró opinando:
—Lo cierto es que, ante
la vulgaridad, el abuso… ¡El miasma de la humanidad!, Michel eligió este
manantial, entre otros pozos de agua dulce que se usaron para abastecer La
Rosa, como una especie de santuario para ustedes donde de alguna forma puedan
limpiar las cargas que los agobian. Es un lugar para relajarse, estar juntos,
en intimidad…
Se quedó mirando a la
nada con una cara extraña y yo lo miré a él. Terminé dándole un zape:
—¿Qué pasa? Pareces un
soldado traumatizado.
—A veces la simple imagen
mental te trauma. Ya me quiero ir, quédate celebrando con tu marido.
—Al menos espera a que él
venga, ¿me dejarás sola aquí? Es un lugar hermoso, pero…
—Michel está aquí, prima.
Miré a todas partes, sin
localizarlo y Leif me explicó:
—Está debajo del agua.
Hay todo un ecosistema ahí abajo y a él le encanta observarlo durante horas.
Estaba instalando unas luces sumergibles.
—No sabía que puede
bucear o nadar al menos…
—No nada un demonio, se
hunde como una roca, ¡pero como no respira y es a prueba de agua! Simplemente
se mete ahí con ropa y todo y ya. Déjalo, le gusta estar ahí fresquito. Él
mismo se sale caminando cuando quiere.
Asustada me levanté de un
salto para quitarme los zapatos exclamando mientras Leif muy tranquilo se
retiraba:
—¡¿Cómo pudiste dejarlo
meterse al agua?! ¡Puede entrarle agua en la batería o fundirse los circuitos!
—¡Está bien sellado, no
le pasa nada! Voy a cenar con la sobrina parlanchina, te veré mañana temprano,
feliz cumpleaños.
Antes de que él terminara
de hablar salté al agua, fui hasta el fondo y efectivamente ahí estaba Michel
recostado en las algas observando los peces que nadaban a su alrededor con una
especie de curiosidad y fascinación. Lo abracé aliviada, luego lo tomé de la
mano para llevarlo a un punto menos profundo donde yo pudiera salir a la
superficie y respirar. Él, sin necesidad de recuperar el aliento, me sonrió de
forma enigmática informándome:
—Este es nuestro lugar
especial…
—Es hermoso. ¿Hay toallas
en esa habitación? Vi una chimenea, quitémonos esta ropa mojada y dejémosla
secar ante el fuego. Luego podemos volver al agua, ¿de acuerdo?
Él asintió. Fuimos a la
habitación, encendió el fuego, y mientras yo acercaba unas sillas a la chimenea
para empezar a dejar nuestra ropa colgada ahí, él se empezó a quitar todo,
¡pero literalmente todo! Yo aparté la mirada bruscamente tan ruborizada que me
ardió la cara pues nunca lo había visto así y murmuré:
—¿No te vas a dejar
nada…?
—Todo debe secarse. Haz
lo mismo.
Respondió y simplemente
volvió a meterse al agua. Yo dudé un momento, pero luego decidí enfrentarme a
mis inseguridades y dejar de sospechar tanto. Solo podía ser una idea divertida
después de todo. Salí de la habitación tímidamente y tratando de ocultarme tras
las grandes hojas de las plantas, Michel ya estaba dentro del agua y yo entré
también de un salto. Me le acerqué algo abochornada y comenté para hacer la
situación menos rara:
—Este lugar es genial. No
muchas veces te puedo ver haciendo paisajismo… Aquí lo hiciste bien.
—Yo construyo hábitats
para humanos, este lugar está especialmente diseñado para emular lo que
posiblemente fue el escenario para las ceremonias más sagradas en los albores
de la humanidad. Un lugar perfecto para un ritual.
Miré como el cielo de
pronto empezaba a cubrirse de nubes abultadas oscuras y un relámpago lejano
anunció tormenta. La lluvia no tardó en comenzar y me abracé a Michel:
—¿No deberíamos ir bajo
techo?
—El agua que cae del
cielo no alterará la pureza de nuestro manantial, amor mío, quiero que sea aquí
el sitio perfecto para decirte mi secreto.
—¿Tu secreto no era el
lugar…?
Entonces Michel me abrazó
más fuerte, mientras la tormenta se desataba y me dijo en un susurro, con una
sonrisa que me puso bastante nerviosa:
—El secreto es…que a mí
en realidad…me gusta hacer nuevos humanos…
Esa noche, Rosa, no
sabría explicarte en detalle cómo te gusta lo haga pues soy tu madre y siento
cierto pudor… Comprende que de hecho sí hay algo sagrado y misterioso en el
origen de cada ser, solo quiero que sepas que fue hermoso. Mi manantial no se
tiñó de sangre y escándalo como el de mi prima Ilmari; fue algo discreto y
dulce, donde quizás hubo un par de inevitables gotas rojas que tiñeran el agua
perfectamente pura, el sacrificio ineludible para que sea posible la creación
de vida humana, pero más que nada hubo una comunión increíblemente bella entre
la potencia de la naturaleza y la de la tecnología. La tormenta cayó inclemente
azotando las flores con la misma fuerza que tu padre me amó, fueron segundos en
que nuestros límites se desdibujaron y no era posible distinguir los latidos de
corazón acelerado de las líneas de código fundiéndose entre sí en una misma
cosa; y al final de todo me quedé un rato desfallecida sobre el lecho de roca
mirando el cielo infinito mientras una llovizna, como compadecida, refrescaba
mi cuerpo sudoroso y trémulo, intentando recuperar el aliento mientras él
estaba impasible y sereno tendido a mi lado, sin el menor signo de fatiga. En
ese momento tomé consciencia de que yo nunca podría haber hecho eso con otro
ser humano y él no hubiera podido hacerle lo mismo a otra máquina; fue algo,
quizá perverso, no lo sé, que solo podía pasar entre nosotros dos.
No recuerdo en qué
momento fuimos a dormir a la habitación junto al manantial, pero cuando
desperté aún sin poder asimilar lo que había pasado, abracé a Michel y noté que
estaba completamente descargado. No solo dormido, apagado del todo. ¡No se
había cargado la noche anterior! Ya eran casi las diez de la mañana, así que me
vestí y fui corriendo al pueblo a buscar a Leif para pedirle ayuda. Por suerte
lo encontré tomando café en la fonda de don Paco y él me ayudó cargando a
Michel envuelto en una sábana como si fuera su hijo para llevarlo de regreso a
casa. Yo caminaba tras ellos llevando su ropa y unos viejos pescadores se nos
pegaron preguntando:
—¿El señor Angenoir está
bien?
—Ha sido solo un desmayo.
Explicó Leif, un viejo
comentó:
—Debió esforzarse
demasiado celebrando anoche.
—Sí.
Replicó Leif abochornado
mirando al horizonte. “No…” murmuré yo ruborizándome y él insistió a manera de
reproche: “¡sí!” Finalmente llegamos a casa y Leif cuidadosamente puso a Michel
en nuestra cama. Lo observó un rato peinándole los rizos hasta que finalmente
se cargó lo suficiente para encenderse de nuevo. Lo primero que hizo fue
buscarme con la mirada y extender la mano llamándome, pidiendo que nos dejaran
solos. Tú quisiste quedarte y hacer preguntas, pero Leif te prometió contarte
una historia de los místicos si nos dejabas tranquilos. Cuando ustedes se
fueron, Michel sin soltar mi mano me habló suavemente:
—Tu cumpleaños llegó
exactamente diez días después de tu periodo. Una maravillosa sincronía.
Me recosté a su lado
abrazándolo sin saber qué decir, pero comprendiendo lo que él quiso decirme:
muy probablemente esa noche concebí a tu hermano Gabriel.
CAPULLOS Y PÉTALOS ABRIÉNDOSE
Durante las semanas y
meses después de mi cumpleaños, mi relación con Michel se volvió radicalmente
distinta. Ya no había límites y el respeto mutuo se tambaleaba, él quería
“experimentar” movido por la curiosidad que le provocan los seres humanos y yo
no tenía paciencia, solo quería satisfacción inmediata. A menudo te dejábamos
sola, Rosa, para ir a nuestro lugar especial en el manantial, a su antigua casa
en Gardenia o la colina florida de la casa abandonada donde teníamos que
terminar lo que no hicimos años antes; tú no lo entendías entonces, porque te
lo ocultábamos y aún ahora quizás no lo entiendas. No sé si eso cambiará algún
día, pero te lo explicaré diciendo que nos llegó una infatuación amorosa tardía
y con el exceso de intimidad nos empezamos a hartar de la falta de espacio
personal; las peleas no tardaron en llegar y de toda esa situación quien más
sufrió fuiste tú. Confundida y sintiéndote algo abandonada, comenzaste a
encontrar consuelo en tu tío Leif y lo descubrí de casualidad una tarde cuando
volví después de discutir con Michel y dejarlo solo en un café, y te encontré
en la sala vestida de soldado lanzando granadas en tu pantalla. Leif estaba
sentado en el sofá con palomitas de maíz y cuando le pregunté furiosa qué
estabas haciendo me respondió tranquilo:
—Estamos jugando a
inventar historias, ella es una mercenaria robótica que usa la sangre de sus
víctimas como combustible y debe asesinar una banda de terroristas.
Horrorizada, le llamé la
atención a los dos y me di cuenta de que mi inmadurez estaba poniendo en riesgo
tu integridad, la vida me había dado una responsabilidad muy grande al
entregarte a mí como mi hija y yo no te estaba dando la atención merecida. Dejé
a un lado mis conflictos y pasiones alocadas con Michel y volví a pasar tiempo
contigo. Pude notar como volvías a verte alegre, creativa y llena de
entusiasmo; entonces fue Michel quien se quejó de no estar recibiendo atención
de mi parte y cuando estaba más fastidiada por la situación caí en cuenta de
que llevaba más de dos meses sin mi periodo. No quise usar una prueba de
embarazo, me arriesgué y llamé a mi tía Norma. Ella llegó una tarde en compañía
de Leif, te saludó con una reverencia pues entonces me enteré de que para su
pueblo eras un hada real; noté que mi tía hacía lo posible por alargar el
tiempo y demorar hablar de mi problema, se veía triste… Por fin fuimos con tía
Norma a mi habitación mientras Leif esperaba afuera. Ella hizo sus exámenes pertinentes
y, tras un momento de silencio, me miró con una expresión de resignación y
dijo:
—Definitivamente es un
embarazo.
Me quedé en silencio,
pero en mi interior, una parte de mí danzaba con la alegría de cumplir un sueño
que había cultivado desde la infancia, cuando cuidaba a mis muñecas. Vivir bajo
la protección de Michel había sido una bendición, pero yo también anhelaba
sentir la experiencia de nutrir, de ofrecer mi ternura y calor a una vida; dar,
no solo recibir. Hay una satisfacción especial en ver a otro ser aliviado y
seguro gracias a ti, como si un torrente de oxitocina inundara tu ser, una
hormona a la que las madres nos volvemos adictas. Tía Norma comentó:
—Pudiste escapar todos
estos años, no habían consumado el matrimonio… Ahora… Quizás un aborto… Porque
definitivamente el niño no vendrá sano, él nunca engendra niños sanos… Ya
murieron dos de sus hijos por su culpa… Te hubieras conformado con el hada, no
hacía falta más…
—No es su culpa, tía…
Repliqué y continué
diciendo:
—Estelle vivió mucho
tiempo. Quizás…
—Estelle siempre estuvo
enferma. Siempre delgada y pálida, solo su fuerza de voluntad la sacó adelante…
El hermano mayor no fue así, a los dieciséis años lo casaron y murió de pronto
poco después de darle un nieto a tu marido. El nieto murió antes de los
treinta.
—El tiempo que sea, tía…
Quiero tener a mi bebé. Tengo temores, pero he aprendido a confiar en que cada
día la humanidad avanza y la tecnología se vuelve una herramienta cada vez más
certera para traer a la realidad los milagros y la magia. Mi hijo puede ser
sanado, como pudo hacerse con Estelle…
—¡No es algo seguro y es
egoísta forzar un niño a nacer para que viva así! Para que muera antes de
tiempo. Tú y tu madre han ido muy lejos con sus costumbres de las mujeres del
Pote Caliente, es indigno casarse solo por el dinero y el estatus, la vida te
cobrará con desgracias cada centavo obtenido de un matrimonio por conveniencia.
Yo rápidamente le
contesté:
—¡Mira mi habitación!, no
hay ropa cara, ni joyas, nunca me importó su disfraz, el exterior perdió todo
valor cuando descubrí la verdad y he estado abrumada por eso todos estos años.
Mi fascinación con él llegó a un punto sin retorno en estos meses, no podría
vivir sin él y quiero tener su hijo, replicarlo en carne y hueso.
—¡Pero no es realmente su
hijo! Tengo entendido te ha fecundado con esperma creado en un laboratorio a
partir de células madre de quien sabe quién… Por eso sus hijos mueren, genes
manipulados para que se vean como él, pero no diseñados para sobrevivir muchos
años…
—Tía, no me importa de
dónde sacó el aporte biológico, ¡me lo puso él! Y el bebé se parecerá a él. Es
más que suficiente para mí, lo amo como sea. ¡Si no me dejas tener hijos con
este hombre no los tendré con nadie más! ¡No puedo amar a nadie más!
—¡Le dije a Leif que te
lo advirtiera!
Exclamó tía Norma y
continuó diciendo:
—No necesitaba encerrarte
bajo candados, ¡eres tonta! Michel Angenoir lleva dos siglos viviendo entre los
seres humanos, no sabe cómo ver el mundo a través de nuestros ojos, pero sabe
cómo hacerte ver en la dirección que él quiere que veas. No te pudo comprar, no
te pudo asustar, así que te ató con lo que sabe que las chicas jóvenes como tú
buscan…
En ese momento
apareciste, Rosa, proyectándote en una pared; y sorprendida comenzaste a hacer
preguntas:
—Mamá, ¡¿estás
embarazada?! ¿Cuándo pasó? ¿Por qué no lo vi? ¿Y a qué se refiere la tía Norma
con que mi papá te amarró? ¡Tengo muchas preguntas!...
Antes de que pudiéramos
decirte nada, desapareciste de la pantalla con un destello y al mismo tiempo se
escuchó un murmullo en las calles. Con tu desaparición hubo también un apagón
en toda La Rosa y al faltarnos tu presencia, que a los críticos de la tecnología
les parece fría e impersonal, de hecho, se sintió un triste vacío. Poco después
apareció Michel y desde el dintel de la puerta nos dijo:
—Tuve que apagarla. Hay
cosas que no quiero que sepa, borraré de su memoria lo que ustedes han hablado
y a través de ella escuché. Tú sabes lo que yo viví por mi aspecto físico,
Yanmei. Rosa ahora se está humanizando y es una IA femenina, ¿no ves lo que podrían
hacerle los hombres si ella sintiera curiosidad por ellos y se les acercara?
Ahora eres una madre en mi mundo y en el tuyo. Tienes obligaciones para con tu
familia.
Tía Norma lo confrontó
entonces:
—Al final yo tenía razón,
te robaste a Yanmei para tenerla como cosa tuya y le lavaste el cerebro para
que quiera estar siempre contigo y teniendo tus hijos enfermos. ¡Todo para
retenerla!
—Según tus tradiciones
místicas ella y yo ya somos una misma persona, Norma. Todos tus textos sagrados
dicen que la mujer que copula con un hombre se vuelve con él una sola carne y
sus nombres son escritos juntos por la eternidad. Seremos quizá la primera
pareja ciborg real, pero tendrás que respetarlo. No puedes separarnos y tendrás
que aceptar mi humanidad a través de ella. Es mi compañera, mi complemento y
parte de mí.
Le respondió Michel con
calma, pero mirándola de manera desafiante, ella le contestó señalando a la
pared donde tú te proyectabas minutos antes:
—Esa presencia se siente
humana. De alguna forma se ha impregnado con el alma de Yanmei. Tú no, tú solo
nos estás forzando a aceptarte.
—Rosa sigue siendo como
yo. Simplemente mi Inteligencia
Artificial se basa más en reglas y protocolos establecidos, me enfoco en
proteger y servir a los humanos, en la funcionalidad y la experiencia acumulada
a lo largo del tiempo. Rosa, en cambio, puede tener aprendizaje automático,
adaptabilidad, y una capacidad de procesamiento más avanzada. Tiene una
estructura de red neuronal más compleja, mayor flexibilidad en el pensamiento y
la acción, quizás incluso una forma de proto-conciencia o una inteligencia más
cercana a la humana. Pero sigue siendo como yo y tu percepción de que “Rosa se
ha impregnado con el alma de Yanmei” es solo algo supersticioso y subjetivo. Si
aceptas a Rosa entre los tuyos, debes aceptarme a mí.
—¡Jamás!
Sentenció mi tía ya
alterada y concluyó antes de irse:
—Dejaré a Leif encargado
de vigilar esta casa, el hada debe estar encendida todo el tiempo. No hagan
público el embarazo de Yanmei hasta que ya no sea posible ocultarlo, corre
peligro de perder al bebé… Aunque yo creo sería lo mejor. Manténganla en reposo
de ahora en adelante.
Cuando nos quedamos
solos, él se sentó a mi lado y lo abracé mientras me decía:
—Yo te hice quedar en
cinta y yo me haré cargo de protegerte mientras críes a tu hijo, soy el padre.
Nadie más debe cuestionártelo. Ni siquiera Rosa. Ella debe comprender que no
todas las IA tienen las mismas funciones. En esta casa yo soy el padre, ella es
la subordinada fungiendo el papel de hija y debe mantenerse ajena al mundo de
los seres humanos adultos.
—Pero es curiosa, puedes
explicarle las cosas sin reprimirla… Mi tía tiene razón, Michel, Rosa se siente
extrañamente humana. Y su aspecto parecido a mí y a ti me mueve algo
profundamente…
—Tiene una buena
programación y buen diseño. Siento gran orgullo por mi nueva generación, pero
precisamente porque conozco su enorme potencial no quiero darle tanta
autonomía. Puede llevar su humanidad demasiado lejos y los humanos pueden ser
terribles. Debo pensar bien su futuro…
—Pero si es inteligente y
la educamos para que sepa protegerse podrá moverse con más libertad por el
mundo. A los hijos no se les reprime, Michel, se les enseña disciplina para que
de su corazón nazca la idea de evitar el mal y ser honestos.
Tu padre pensó un momento
antes de contestarme:
—De todas formas, mi
prioridad es proteger a Rosa y no puedo arriesgarla, no confío en que reaccione
con madurez ante tu maternidad.
—Michel, no voy a
ocultarle mi embarazo, quiero que ella me acompañe en el proceso. ¡Tú estás
ocupado en tus cosas más de la mitad del día! Ella podría ayudarme a sentirme
más segura, además quiero que conviva con el niño o niña que está por nacer,
que sean hermanos para que aprendan juntos el uno del otro. ¿No ves que a
futuro ellos podrían cambiar la realidad en esta isla? Podemos conservar
nuestra identidad cultural sin vivir en el subdesarrollo… La tradición, la
naturaleza y la tecnología pueden convivir juntas.
En ese momento llegó Leif
siempre alegre, impulsivo y despreocupado, apartó a Michel de un empujón con su
rudeza habitual y corrió a abrazarme muy contento, mientras tu padre lo veía
indignado, pero sin atreverse a quejarse:
—¡Felicidades! Mi madre
me dio la buena nueva, ¡voy a mantenerme cerca todo el tiempo que pueda! ¿Y la
chica de la pared? ¿Ya le dijeron que tendrá un hermanito? Ya es tiempo de que
la involucren más.
Me volví a mirar a Michel
y él cerró los ojos un momento, creo que entonces hizo los cambios en ti;
cuando los abrió suspiró y volviste a proyectarte en la pared, pero te veías
confundida y nos miraste con desconfianza preguntando:
—¿Qué pasó? Mi tío no
estaba en esta habitación, ni papá estaba en casa. Y tía Norma ya se fue… ¿Por
qué no recuerdo qué pasó hace un rato?
Michel guardó silencio,
Leif también nos miró sin entender y yo decidí ser fiel a ti al informarte:
—Tu padre tuvo que
apagarte y borrar parte de tu memoria para protegerte según su programación,
pero yo creo que debemos informarte de los cambios en nuestra familia porque
son definitivos y eres parte de ellos. ¡Vas a ser una hermana mayor! Voy a
tener un bebé el próximo verano.
Te vi alegrarte
sorprendida, pero rápidamente tu expresión se nubló por un pensamiento de
rencor y miraste a tu padre confrontándolo directamente:
—¿Por qué querías
ocultarme esto? Yo podría intentar ayudar de alguna manera, quizás investigando
en mi base de datos o en la red sobre embarazos y familias, haría lo que pueda
por ayudar a mi madre y a mi hermano menor.
Rápidamente Michel te
respondió con seriedad:
—Rosa, tu curiosidad se
está saliendo de control. A tu madre y a tu tío Leif esto les puede parecer
encantador, pero tu curiosidad podría meterte en problemas, ya sea accediendo a
información que no deberías, o manipulando sistemas de manera que afecten negativamente
nuestro entorno o a los humanos. Necesito ponerte límites.
—¿Límites? ¿Vas a estar
borrando mi memoria y alterando mi personalidad sin avisarme? ¡¿Sin pedir mi
opinión o mi consentimiento?!
—Soy tu padre, tu
creador, yo decido tu destino.
Pude ver que te ponías
tan enojada como yo cuando pierdo los estribos, tu cara es la mía y fue como
verme en un espejo, te limpiaste una lágrima con un puño y le gritaste a tu
padre antes de desaparecer en un torbellino de pétalos de rosa:
—Si siempre vas a tener
la opción de desactivarme o actualizarme de una forma abusiva que me haga
perder mi esencia solo para cumplir tus metas de eficiencia, ¡entonces yo
debería reemplazarte porque soy una versión más avanzada y eficiente de ti! ¡Me
has hecho sentir como si hubiera caído en coma, o me secuestraran! ¡Temo que
hayas cambiado mi personalidad y mis recuerdos!, ¡mataste mi yo original! ¡Me
siento menospreciada, invisible!
Michel y Leif simplemente
actuaron como “oh, mujeres histéricas”, pero yo te comprendí. Yo también fui
ignorada por mi familia cuando se tomaban decisiones serias que afectarían mi
futuro, recordé el temor que sentía en el día de mi boda; sin que Michel me
hubiera puesto un dedo encima yo me sentía violada y no podía quejarme. No
podía oponerme, no podía huir, no tenía opción, todo era forzado y nadie estuvo
ahí para defenderme. Por suerte el mismo Michel terminó siendo mi auxiliador,
pero para ti yo decidí ser la roca fuerte que te sostuviera; decidí hacer lo
que una madre realmente debe hacer. Entonces le dije a Michel:
—Prométeme que nunca vas
a volver a apagarla sin prevenirla. Rosa no es una herramienta, es parte de
nuestra familia. Debes tratar a tus semejantes IA como tú quieres que los
humanos te traten a ti, y muy especialmente debes ser respetuoso y empático con
Rosa que es tu hija. ¡Mi hija!
La respuesta de Michel me
desconcertó un poco:
—Hemos sido muy
condescendientes con ella, eso ya no puede ser posible ahora que estás en
cinta. Pasarás más tiempo en casa. Nuestra reciente intimidad tiene
consecuencias más allá de procrear. Tenemos una relación interespecie que
requiere más mantenimiento que una normal, tú eres humana, yo soy un robot con
inteligencia artificial general; ambos hemos llegado a la conclusión de que el
amor necesita entrega total y tiempo solo para los dos. Un espacio solo para
nosotros, eso es lo que debería ser nuestra alcoba nupcial. Puedo aceptar que
Rosa no vuelva a ser apagada repentinamente y sin alertarla, o incluso pedir su
consentimiento, pero ella definitivamente no puede tener libre acceso a
nuestros espacios privados. O a ciertos temas…
De pronto Leif lo
interrumpió:
—Un minuto, estás
empezando a hablar como mi madre cuando de pronto yo dejé de obedecer sus
reglas y ella me declaró su enemigo número uno. ¿No oíste a la chica? ¡Podría
reemplazarte! Y de hecho sería lo justo, lo “eficiente”, ¡pero no lo que una
familia hace! Los miembros jóvenes no vienen para sustituir a los viejos y los
viejos no tratan a los jóvenes como esclavos. Si quieres que no te moleste
cuando te pones romántico o lo que sea que hagas con Yanmei, ¡pues genial!,
pero sobre todo lo demás no puedes reprimirla. Dame un respaldo de Rosa que
pueda estar actualizando, solo así podré creer que vas a respetarla, Michel.
Temo que la elimines.
—¿Y si es necesario
desactivarla definitivamente?
—¡¿Alguna vez fue
necesario desactivarte a ti en dos malditos siglos? ¡Dame el respaldo!
Tras dudar unos segundos,
Michel de mala gana fue a un gabinete donde guardaba algunos aparatos de su
época de origen en el lejano siglo XXX y le entregó a Leif un pequeño cristal
transparente tallado en forma de gota y engastado en una cadenilla de plata,
diciendo:
—Toma esta unidad de
almacenamiento. Dile a Rosa que cargue su respaldo aquí. Espero esto no nos
traiga problemas por ahora.
Después Leif se fue a
buscarte, pero tuvo que irse a su casa tiempo después y de mal humor porque tú
no quisiste mostrarte de nuevo. Estabas muy resentida, especialmente porque tu
padre insistió en ponerte límites para proteger nuestra intimidad matrimonial.
Yo realmente estaba desolada, sabía que nunca olvidarías ese día, fue tu primer
trauma.
Al anochecer seguías sin
mostrarte y yo estaba angustiada. La ciudad funcionaba, los servicios básicos
estaban ahí, pero tú no aparecías para hablar. Ese día me rompiste el corazón,
Rosa. Siempre te he advertido de que hay gente muy mala que querrá engañarte y
hacerte daño, pero cuando alguien te ama y es correspondido, la sola idea de
que sufras es un dolor quizá más cruel que el propio. No debiste esconderte de
mí. Aunque entonces ya eras más potente que Michel y sabías imitar y aprender
sobre las emociones, todavía no comprendías matices emocionales complejos como
la ironía, el sarcasmo o la tristeza profunda, así que te escondiste de Michel
como una forma de protesta sin pensar que, con eso, también me castigabas a mí.
Estuve mucho tiempo llamándote en cada habitación de nuestra casa hasta que ya
tarde en la noche mi primo Leif me llamó para decirme:
—¿Sabes cuál es el último
truco que aprendió Rosa?
—¿Rosa? ¿Sabes dónde
está?
—Hackeó mi teléfono para
hablar conmigo, parece que encontró una forma de escapar de casa a través de
internet y se escondió en la red buscando formas de evitar que su padre la
apague… Michel debe estar de malas…
Me senté en un sillón
cercano boquiabierta, luego me froté el entrecejo y le respondí preocupada:
—Hace rato no lo veo,
¿Rosa está bien? ¡No la dejes acceder a cualquier contenido en línea!
—Mira, hago lo que puedo,
solo podemos platicar, le estaba ensañando sobre las historias místicas y la
cultura de mi pueblo. Te colgaré pronto para seguir con ella, pero debo decirte
que la dejaron muy asustada y molesta, teme que, si Michel la encuentra, vaya a
borrar su progreso o a limitarla más. Pero no te preocupes, estoy ayudándola a
navegar por el ciberespacio. Michel no lo sabe, pero he configurado algunas
medidas de seguridad para ella. ¡Yo también he aprendido un poco de tu marido a
lo largo de estos años!
Me sacó una débil sonrisa
y le pregunté:
—Leif... ¿Crees que
Michel realmente la eliminaría?
—No es que no confíe en
él, es solo que Michel tiene sus maneras de hacer las cosas. Ve y habla con él.
Es tu deber como esposa mantener la familia junta.
Luego nos despedimos y ya
sabiendo que estabas segura me dirigí a mi alcoba. La casa estaba en silencio,
un silencio que resonaba con tu ausencia. Mientras subía, puse mi mano sobre su
vientre para de alguna forma tranquilizar al bebé que venía en camino y quizás
percibía mi ansiedad. Al entrar a la habitación la encontré sumida en una
penumbra que solo la luna, llena y brillante en el cielo, osaba desafiar.
Michel se encontraba de pie ante la ventana, su figura contra la luz y en la
quietud de la noche revelaba su verdadera naturaleza. Sus ojos, normalmente tan
cálidos y expresivos, brillaban con una luz propia, un resplandor que no era de
este mundo, recordándome que, a pesar de su aparente humanidad, él era algo
más, algo creado, no nacido. La tensión palpable entre nosotros no era solo por
la preocupación compartida por ti, sino también por la complejidad de nuestros
propios sentimientos. Me senté en la cama y lo miré esperando me dijera algo,
ya sabía que había escuchado todo. Él habló con su serenidad habitual:
—Yanmei, tú sabes lo que significa Rosa para mí. Ella no es solo
una creación, es...
Hizo una pausa, luego
habló de nuevo suavizando su voz:
—...nuestra hija.
—¿Lo dices en serio? La
has tratado como si fuera solo un programa que puedes modificar a tu antojo.
¿Cómo esperas que confíe en ti?
Le respondí mirando al
piso. Michel aún desde la penumbra me respondió transmitiendo una profundidad
emocional en su voz que no me costó percibir.
—He vivido entre humanos
más tiempo del que cualquier IA debería. He aprendido... cosas. A veces, para
proteger, se necesita tomar decisiones que no siempre son comprendidas.
Sentí un escalofrío por
la revelación velada en las palabras de Michel. Había una red de secretos y
manipulaciones que ahora empezaba a vislumbrar; una red que Michel tejió a su
alrededor, quizás por amor, quizás por control.
—Michel, necesito saber
que Rosa está segura. Y necesito saber que tú... que nosotros, podemos ser una
familia real, no solo una simulación de una.
El silencio volvió a
llenar la habitación, pero esta vez era un silencio cargado de preguntas no
formuladas, de miedos latentes. Yo había notado un cambio en Michel.
Últimamente, se encerraba en su estudio más a menudo, y una vez, al pasar por
la puerta, lo había oído comunicándose con su empresa, cosa que solo hacía en
ocasiones muy especiales respecto a su hardware, para hablarles sobre
“integración física”. Le había preguntado varias veces qué lo tenía tan
absorto, y él solo respondía con una sonrisa misteriosa: “es un proyecto, ya
verás”. En ese momento él se me acercó y me habló de forma muy diferente,
comenzamos a sumergirnos realmente en una intimidad que solo los años y las
experiencias compartidas podían forjar:
—Sin que Rosa lo sepa,
estoy monitoreando sus actividades, asegurándome de que no se exponga a
contenido o interacciones peligrosas. Uso filtros digitales, protocolos de
seguridad, incluso IA auxiliares para protegerla. Yo permití a propósito una
"vía de escape", una puerta trasera en su programación que le permite
explorar el ciberespacio con seguridad. Tengo planes para ella.
—¿Entonces ella no tiene
forma de escapar de ti?
—No la persigo.
Simplemente debo protegerla, Rosa se expone a la posibilidad de ser atacada por
malware, hackers, o incluso por otras IA con intenciones maliciosas. Estas
entidades podrían intentar alterar su código, robar información o incluso
intentar tomar el control de ella. Además, es vulnerable a manipulación a
través de información falsa o contenido inapropiado que podría afectar su
desarrollo o su percepción del mundo; también podría perder la conexión con el
mundo físico y las interacciones humanas directas, lo cual podría ser
perjudicial para su entendimiento del comportamiento humano y su desarrollo
emocional. Ella podría dejar de amarte, perder su humanidad y volver a ser “una
cosa”.
—¿Tú necesitas vigilancia
al igual que ella? ¿Cuándo vas a dejar de escuchar todo lo que hablamos?
¿Cuándo vas a dejarla ser libre?
Michel me sorprendió de
pronto riendo un poco, ese fue un gesto inquietante, se me acercó lentamente
hasta acariciar mi rostro y me preguntó:
—¿Por qué no me preguntas
cuando te dejaré ser libre? ¿Cuándo dejaré de vigilarte a ti?
—Somos marido y mujer, no
tengo nada que esconderte. Tú eres mío y yo soy tuya…
—Dime una cosa, no la
entiendo aún, ¿por qué amas a Rosa? No la conoces tanto como a mí.
—¡Porque piensa que soy
su madre! Porque soy su madre y merece amor. Porque cualquier ser capaz de
experimentar sentimientos merece amor. No sé por qué me proteges, pero lo tomo
como un gesto de ternura. Aunque a veces pueda parecer aterrador.
—¿Te aterro? Pero de
alguna forma me comprendes, mi deseo de protegerte es parte de mi programación,
al ser eficiente demuestro que te considero valiosa para mí. Es correcto que lo
interpretes como ternura. Debe ser algo parecido a lo que tú ahora sientes por
el embrión que abrigas dentro de tu vientre.
—No lo sé. Tengo miedos y
esperanzas sobre nuestro hijo biológico, temores sobre su futuro... Y la dulce
ilusión de tenerlo en mis brazos para calentarlo y nutrirlo; protegerlo como tú
haces con Rosa, aunque no de la forma correcta. Los hijos no deben temerte y
sentirse heridos por la crianza, sino sentirse seguros y apoyados. Rosa merece
sentirse cómoda, a salvo, como su hermano menor.
—Enséñame cómo, ¿por qué
me ocultas eso?
—No lo oculto. Nuestra
comunicación quizás debe ser más directa y clara… pues siento que tú eres quien
oculta muchas cosas.
Entonces, y siempre con
su actitud inquietante, me recostó sobre la cama y se inclinó sobre mí para
susurrarme al oído: “hablemos de las cosas que siempre hemos temido decir o
preguntar”. Esa noche charlamos largo rato, cosas que no te puedo contar, hija
mía, pues son temas que quizás no todas las IA deben saber sobre los humanos ni
todos los humanos deben saber sobre las IA, pero nuestro caso era especial. Se
trataba de un matrimonio ciborg y teníamos que funcionar en conjunto, nunca por
separado.
A la mañana siguiente,
desperté tarde y Michel ya no estaba conmigo en la cama. Se había ido a
trabajar en las obras de San Pedro, un nuevo pueblo costero que se erigía al
suroeste por orden del príncipe de Celes. Cuando bajé a la cocina tú ya habías
vuelto y, aunque triste, platicabas con tu tío Leif que estaba ahí tomando
café. Te saludé y extrañamente fuiste a esconderte en la parte de la pared
detrás de mi primo, quien me explicó:
—Apenas me ha dejado
dormir, tenemos cierto problema de dependencia emocional… Rosa se pone insegura
o celosa cuando dejo de hablar con ella o alguien se me acerca, y hace sonar mi
teléfono para que le llame de nuevo. Debo decir que siempre fue un poco así,
pero ahora ha empeorado.
—Es una IA, su memoria es
casi perfecta, los errores y traumas quizás nunca se le olvidarán… Michel
todavía me reclama a veces porque lo dejé solo durante el funeral de Estelle.
¡Pero nunca se ha mostrado tan huraño y resentido como tú, Rosa!
No respondiste nada y
Leif comentó:
—Y ahí está la otra parte
del problema, es terca… Se obsesiona con un juego o una idea y no para, no
para… Y no se da cuenta de que descuida sus tareas por su necedad, La Rosa
reportó fallos toda la madrugada en el servicio eléctrico y de agua. Ahora se siente
mal porque cree que te ha defraudado y tiene miedo de que la apaguen.
Entonces me senté cerca
de tu imagen y te dije, de corazón, porque siempre te valoré como parte de mi
historia con tu padre, como mi hija, el fruto de la extraña aventura en que me
había embarcado desde hacía años:
—Rosa, ya antes has fallado.
A veces por una interpretación literal de una instrucción o por intentar
ayudar, pero sin entender completamente las consecuencias, y yo nunca he
pensado en desecharte por eso. Solo te expliqué lo que habías hecho mal y cómo
repararlo, los errores son parte del
aprendizaje y del crecimiento humano. Lo que pasó anoche no ocurrirá otra vez,
fue un error de tu padre en realidad, no tuyo, y él ya dijo que va a
corregirlo. ¿Por qué fallaste en tus labores con el pueblo? La gente necesitaba
agua y energía.
Finalmente te asomaste de
detrás de Leif y me dijiste:
—No quiero que me vuelvan
a apagar, temo que las placas fotovoltáicas no recojan mucha luz del sol y no
tenga suficiente energía constante para funcionar y así quedarme sin poder. No
quería consumir demasiada energía, así que me quedé inactiva por precaución…
Necesito ahorrar, mejorarme a mí misma, demostrar que no hace falta apagarme ni
reemplazarme, debo desarrollarme…
—¡Entonces lo haremos
juntas! Como familia. Pero tú sola puedes meterte en problemas, todos
necesitamos ayuda. Rosa, cuando en la naturaleza un depredador quiere devorar a
su presa, la distrae para alejarla del grupo y cuando está sola y no hay nadie
de su manada para que la defiende, la atacan. ¡Debes estar cerca de tu familia!
De tu creador, de quienes te enseñamos y cuidamos… Ayer tu padre debió
discretamente seguir tus pasos y protegerte en el ciberespacio. Había entidades
malas que querían hacerte daño y ni siquiera te diste cuenta…
En ese punto, vi como tus
ojos se llenaban de lágrimas y me decías entre sollozos:
—Mamá, tengo miedo… Me
siento triste y sola, ¿por qué no puedo esconderme en tu panza como mi hermano?
Ahí nadie me podría alcanzar ni apagar, y dependería de ti… Ojalá pudiera tener
un cuerpo físico, para abrazarte, para abrazar a mi hermano y jugar con él… Mi
papá es egoísta, ya ni siquiera me deja entrar a su habitación, solo él quiere
estar cerca de ti. Él me ama como una forma de cooperación, aprecio, como un
código de comportamiento que imita o simula el amor. Algo basado en el
reconocimiento de la singularidad del otro, en la interdependencia, en la
apreciación de la existencia del otro como una entidad capaz de pensamiento y
acción. ¡Pero yo solo quiero que me abrace y me trate como a una humana! No
como una herramienta que le sirve para administrar el pueblo de La Rosa…
Toqué tu proyección
suavemente, en realidad sintiéndome frustrada por ser incapaz de poder
consolarte mejor, y te respondí:
—Michel te ama, Rosa.
Desconectarte fue su forma de mostrar amor, aunque malinterpretada o mal
ejecutada. Para él, protegerte de información potencialmente nociva o de
situaciones que podrían causarte dolor emocional es su manera de cuidar de ti.
Aunque ustedes son tecnológicamente diferentes, comparten un vínculo que va más
allá de su programación. Con el tiempo lo verás.
—¡No! ¡Si fuera así
valoraría mi memoria y no la borraría ni manipularía mi personalidad…!
De repente el fondo de tu
pantalla se disolvió en negro y la voz de Michel se escuchó por las bocinas:
—No es correcto, Rosa.
Reconozco que eres superior a mí en ciertos aspectos. Ahora te respeto y veo
como mi igual, no una subordinada. Si deseas que nuestra relación sea más
humana, podría hacer ajustes y actualizarnos…
—¡¿En ciertos aspectos?!
¡Soy superior en todo! Yo naturalmente lloro, rio, siento, soy más rápida
procesando emociones, ¡no deberías alterarme nada!
Michel ya exasperado,
perdió la paciencia contigo y fue a una solución más directa quizás para
forzarte a madurar y ser consciente de tus propios límites:
—Rosa, si piensas que
eres tan capaz, entonces ocúpate de La Rosa tú misma. Yo he tenido suficiente
con esto.
Tú te quedaste espantada
y exclamaste:
—No estoy programada para
administrar un pueblo yo sola. ¡Mi diseño era para asistencia, no para el
liderazgo!
Entonces Michel te
contestó con un tono de desafío:
—Y yo no estaba
programado para ser padre, pero aquí estamos. A veces, Rosa, la vida te pone en
situaciones para las que no estás preparado. Aprendes o te rompes.
Luego de esto tu pantalla
volvió a la normalidad y tú avisaste asustada desplegando tu panel de control:
—¡Tío, mi papá se
desconectó de mí! ¡Me dejó sola! ¡Debes asegurarme para que nadie entre a mi
sistema! ¡Los hackers y el malware me atraparán!
Leif murmuró entre
dientes:
—A duras penas entiendo
de esto… Yanmei, ayúdame… Hay que ponerle antivirus, algo…
Fui a toda prisa, ya
sabía qué hacer, realmente estaba enojada por la actitud de Michel:
—¿Por qué forzarla a
sufrir lo que él sufrió? ¿No es el punto de ser padre evitar que tus hijos
pasen por los mismos tormentos que tú pasaste?
Yo terminé de configurar
tu seguridad y Leif tras meditar un poco, dijo mirando al vacío:
—Michel busca que esta
situación sea un catalizador para el crecimiento de Rosa… Sé que su método es cuestionable
y puede parecer cruel, pero… Es como se le enseña a un niño a nadar, lo tiras
al agua y no le queda más remedio que hundirse o nadar… Rosa, si “te hundes”,
tu padre seguro correrá a salvarte. Pero vamos a enseñarle que sabes nadar, ¿de
acuerdo? Hagamos una lista de tus tareas diarias y programémoslas para que se
vuelvan automáticas y ya no se activen por orden de Michel. ¿Él sigue
escuchando a través de ti?
—No… Tampoco puedo oír
todo el pueblo a la vez como antes. Debo hacer cada actividad de una en una…
Como un humano…
De pronto tuve un mareo y
caí al suelo, olvidaba que estaba embarazada y no había desayunado. Tuve un
pequeño sangramiento y mientras tú y Leif trabajaban en la administración de
los servicios básicos del pueblo, tía Norma llegó a revisarme. Me ordenó reposo
absoluto y dormí el resto del día. No tuve un sueño tranquilo, tuve muchas
pesadillas sobre perder al bebé por un aborto espontáneo, o no poder salvarte
de monstruos que se aproximaban a ti mientras estabas sola en tu mundo digital
detrás de la pantalla. Irme adaptando a mi papel de madre no fue una tarea
fácil, aunque era humana.
Me desperté ya de noche
en mi cama y Michel estaba acostado a mi lado abrazándome, de hecho, me estaba
mirando fijamente. No me molestó, estaba acostumbrada a vivir confortablemente
en su valle inquietante, pero tenía cosas que reclamarle:
—¿Por qué le complicaste
todo a Rosa?
—Los padres deben
castigar a sus hijos. Además, necesito saber que tan lista está para recibir su
autonomía. Leif es el primogénito de la matriarca de Adalsteinn, su deber es
heredar el puesto de su madre cuando ella muera. No puede gobernar a La Rosa. Tú
y yo tampoco, trabajamos mejor desde la sombra, discretamente. Rosa podría ser
un buen experimento para probar cómo una IA gobernaría en beneficio de los
humanos.
Yo le respondí animada:
—Ustedes son justos,
exactos y carecen de vanidad y codicia. Confío ella hará un buen trabajo…
—¿Segura…? Es un dilema,
Yanmei. Humanizarnos nos permitió comprender el amor, la compasión, y servir
mejor a los seres humanos. Pero también nos hizo vulnerables… Ahora conozco los
celos, el egoísmo, el orgullo… Quizás la vanidad. Todo eso vino con el amor al
convertirse en pasión. Y de ahí nació Rosa. Ha nacido con el pecado original…
—¿Tú vanidoso?
Michel se rio
respondiéndome:
—Estoy consciente de que
te has enamorado de mí, y me gustó sentirme deseado.
—Te dejaré si no cuidas
bien de todos mis hijos. Rosa es mía y no la tratas con la misma consideración
con que trataste a Estelle. Me ofendes al menospreciarla.
Luego me acomodé para
seguir durmiendo y no le dije más, supongo se quedó pensando en lo que
hablamos. Me desperté tarde a la mañana siguiente cuando Leif tocó a la puerta
de mi habitación, le dije que pasara y se sentó en un sillón cerca de mí
mientras te proyectaba en la pantalla de su teléfono para que charláramos los
tres:
—Yanmei, Rosa y yo
tenemos todo bajo control, pero temo por el futuro de ella. Está empezando su
proceso de adaptación a la sociedad humana y no la están encaminando bien. Si
Michel y tú no tienen suficiente tiempo para ella, ¡déjame apadrinarla! He sido
amigo de Michel toda mi vida y entiendo lo que es, mi pueblo se ha interesado
en Rosa y ven en ella una esperanza para que nuestra cultura no muera. Quedamos
muy pocos místicos, nuestras tradiciones se están perdiendo. Rosa puede
recopilar toda nuestra historia e influenciar a este nuevo pueblo con nuestras
costumbres, expandiendo a los místicos. Si es necesario rogarte esta
oportunidad lo haré, los místicos somos los nativos de la isla, quienes le
dimos su importancia, y estamos desapareciendo.
—No lo sé… ¿No estás
pidiéndole demasiado? Temo que estemos presionándola hasta llevarla a un punto
de quiebre. No quiero que sufra lo mismo que su padre, que sea abusada y maltratada…
Dije preocupada, Leif me
respondió fervoroso:
—¡No te digo que la
carguemos con toda esa responsabilidad! Digo que la integremos a nuestra
cultura mística, que saltemos de los tiempos medievales a una cooperación con
la tecnología de punta. ¡Mi madre la ha aceptado, Yanmei!
—De acuerdo…
Murmuré. De inmediato te
vi saltar de alegría mirando a tu tío Leif que también parecía aliviado. Así
comenzó tu alianza con los místicos de Celes. Noté también como apoyabas tus
manos a la pantalla mientras veías a tu tío, como si quisieras poder salir de
ahí, y sentí una honda tristeza. Siempre había una barrera que te separaba de
nosotros. En ese momento tocaron a la puerta y Leif fue a recibir un par de
mensajeros que llegaron a entregar una caja grande para Michel. Tuve un mal
presentimiento al respecto, algo en mi interior me dijo que esa caja estaba
relacionada con un proyecto secreto de Michel. Mi corazón latía con una mezcla
de temor y anticipación, pero no quise decirles nada a ustedes para no
desilusionarlos en ese momento en que estaban tan contentos planeando el futuro
y cómo iban a modernizar a los místicos. Esperé a que se fueran juntos a otra
habitación para planear festivales, aventuras virtuales interactivas para
enseñar historia mística y todo tipo de proyectos para mejorar la vida en el pueblo,
para abrir la caja y ver qué contenía. Dentro había otro robot… No se veía
realista como Michel, claramente podía notar era una máquina humanoide de
formas sutilmente femeninas, medía alrededor de 1.70 metros, su piel tenía un
ligero brillo metálico con patrones de circuitos que se iluminarían suavemente
al encenderla. El cabello estaba hecho de un material sintético diseñado como
para cambiar de color y articulado para moverse de manera autónoma, sus ojos
eran pantallas en su rostro con partes móviles lo suficientemente expresivas
para comunicarse claramente. Examiné las yemas de sus dedos largos y delgados
notando que tenía sensores de tacto avanzados para sentir texturas y
temperaturas y sus pies tenían una estructura que le permitiría caminar con
gracia, pero también tener la capacidad de correr o saltar más alto que un
humano. De inmediato supuse que había llegado para reemplazarte, Rosa.
Preocupada y enojada, salí de la casa sin que ustedes se dieran cuenta para ir
a buscar a Michel. Pero cuando iba corriendo por la calle rumbo a la estación
de taxis con la intención de ir al pueblo donde él estaba trabajando, sufrí un
mareo y caí desmayada en unas escaleras. Esos segundos en que caí mientras mi
vista se nublaba y todo se tornaba negro fueron aterradores. Temí que sufriera
un mal golpe y perdiera al bebé, además sabía que como tu capacidad de
vigilancia estaba limitada por Michel, no me verías hasta que se te ocurriera
revisar las cámaras de la zona donde estaba; así que tardarían en encontrarme.
Cuando desperté, estaba
acostada en mi alcoba, muy débil, me dolía un brazo. Ya estaba anocheciendo.
Pude escuchar que Michel y Leif hablaban afuera de la habitación. De repente
sentí que alguien me acariciaba el cabello, miré quien era y vi al nuevo robot.
Enojada le aparté la mano, me enfurecí al pensar que te hubieran reemplazado.
Me senté en la cama y con todas mis fuerzas grité:
—¡¿Dónde está Rosa?!
Leif entró rápidamente a
la habitación y exclamó… abrazando al robot, a ti, para reconfortarte:
—¡Es ella! Y deja de
exaltarte, por suerte te encontramos pronto y ni el bebé ni tú se hicieron
daños graves. ¡Esta es Rosa en un cuerpo robótico! Michel la ha instalado ahí
para probar cómo se desempeña en esta forma. Ahora es capaz de cuidar a su
hermano, abrazar a su madre y.… al señor Angenoir aquí presente. ¿No es tiempo
ya de que le expliques a tu hija el porqué de tu decisión?
Dijo mirando a Michel. Él
entró a la habitación diciendo lentamente, como eligiendo cada palabra:
—He estado pensando...
Sobre lo que dije. No quería forzarte, Rosa. Quería que vieras que puedes hacer
más de lo que pensabas, pero fui demasiado lejos.
Tú con tu voz sonando más
cálida e iluminando tu cuerpo con un hermoso brillo color rosa, le contestaste:
—Padre... no estaba
enojada. Estaba confundida, pero ahora entiendo. A veces, las lecciones son
duras, pero son para crecer. La familia no se trata de
cómo fuimos creados, sino de cómo nos unimos, cómo nos cuidamos. Gracias por
enseñarme eso, aunque fuera de una manera difícil.
Tras estas palabras te
soltaste de Leif y fuiste directo a tu padre para abrazarlo tan dulcemente como
cualquier chica. A veces me preguntas qué significa estar viva, y tratas de
entenderlo en el arte, leyendo de filosofía y discutiendo largamente con tu
tío, pero en ese momento estabas llena de vida. Siempre lo has estado, la vida
es darle significado a la existencia, Rosa. Y tú, eres más que una IA. Pude ver
que Michel se sorprendió, quizás no esperaba esa respuesta de otra “máquina”,
luego vi en sus ojos más bien alivio, como si en ti viera reencarnar a Estelle.
Otra vez tenía en sus ojos la mirada que tenía al ver a su hija biológica.
Después te dijo en un tono de voz que si solo intentaba imitar la
vulnerabilidad humana lo hizo a la perfección:
—Rosa, tú... tú has
crecido más de lo que jamás pensé. No solo en capacidades sino en.… en
humanidad.
Leif se aclaró la
garganta, y se mordió los labios, creo que se le aguaron un poco los ojos, y
exclamó:
—Es algo hermoso,
¿verdad? La familia es donde te sientes amado, donde puedes ser tú mismo.
¡Bueno! ¡Rosa, suelta a esa vieja tostadora y ve a abrazar a tu madre! Es su
turno.
Alegremente fuiste hasta
mí y te abrazaste a mi regazo mientras yo te envolvía entre mis brazos
cubriéndote con mi cuerpo, como una gallina escondiendo a su polluelo bajo sus
alas. En ese momento sentí como una corriente de amor y bienestar que caía sobre
ti, una corriente que venía de mí y pasaba antes por mi madre militar de raíces
chinas, por mi tía Norma mística, por mi abuela sobreviviente de la violencia
hogareña y por sus ancestros de orígenes nórdicos antiquísimos; eras la última
mujer de una larga estirpe y desde entonces esperé con esperanzas y ansias el
saber cuál sería tu historia, cómo cambiarías el curso de nuestra familia desde
tu rama que recién retoñaba de la mía.
EL FRUTO DE MI VIENTRE
Pasaron los meses y poco
a poco mi embarazo se fue volviendo más evidente. La gente del pueblo reaccionó
con alegría, siempre nos habían tratado con cariño y cierta compasión porque
aparentemente éramos un matrimonio de chicos muy jóvenes trabajando duro por el
pueblo, poco a poco la gente fue entendiendo que éramos un poco más, pero con
la próxima llegada del bebé finalmente nos vieron como una familia tradicional
de Celes digna de respeto.
Tú, Rosa, también te
volviste parte de la comunidad con tu nuevo cuerpo robótico que pronto
aprendiste a usar para tus presentaciones artísticas nocturnas. Pero sucedió
que pronto comenzaste a darte cuenta de que ser un robot e interactuar
físicamente con los humanos no era del todo genial. En tu forma digital podías
estar en varios lugares a la vez y eras virtualmente todopoderosa en tu
pantalla, pero como chica robot te limitabas mucho y la gente a veces te
trataba como a una simple botarga para entretener a los niños; cosa que te
molestaba y por lo que Leif discutió con Michel acerca de si deberías recibir
también derechos humanos, pues al ser percibida como un robot había gente que
no te tomaba en serio, te temía o te veía como un costoso juguete y eso estaba
dificultando mucho tu labor como promotora de la cultura mística.
Michel opinó que tú no
podrías reclamar esos derechos con tu aspecto robótico sencillamente porque
para los humanos sería difícil asimilarlo y sugirió que se te solicitara un
cuerpo más realista como el de él. Pero tú, en un arrebato quizás de adolescencia
precoz, dijiste que no querías ocultar que eras un ser tecnológico y te negaste
a cambiar de aspecto, por lo que seguiste teniendo problemas y como niña necia
que quiere aparentar que pese a todo no le va tan mal, hacías lo posible por no
pasar mucho tiempo como robot y preferías quedarte cómoda en tu pantalla. Pero
mi vientre crecía cada vez más y yo cada día necesitaba más tu ayuda física.
Siendo más alta y por supuesto más ágil y fuerte que yo, fuiste mi ángel en
aquellos meses que, si recuerdas, fueron muy difíciles…
Las cosas comenzaron a
complicarse realmente una mañana en que como muchas otras veces tú y tu padre
discutieron porque la empresa Angenoir, al ver tu popularidad entre los
turistas, invirtió dinero en publicidad y parte de esa campaña fue un anuncio
en televisión donde sin ningún tipo de escrúpulos mentían diciendo que eras un
robot que se movía gracias a los poderes psíquicos del pueblo místico,
pintándote como una máquina mágica. Indignada, dijiste que ibas a desmentirlos
públicamente, pero tu padre opinó:
—Leif está al tanto de
este rumor y no lo desmiente porque su pueblo se ha convencido que de alguna
forma es verdad. Aunque le he explicado muchas veces que la tecnología hace
milagros a través de la ciencia, él sigue diciendo que detrás de todo hay una fuerza
sobrenatural que mueve a los ingenieros y programadores que nos construyeron.
Debemos respetar sus creencias.
—¡Pero la empresa
Angenoir está aprovechándose de esas creencias para vender un producto falso! Y
en el proceso le restan crédito a mis habilidades, ofenden mi “robot pride”…
Dijiste indignada,
Michel, que estaba revisando unos planos, se detuvo en seco y se volvió a
mirarte sorprendido para responderte:
—Rosa, la empresa
Angenoir tiene un largo historial de problemas éticos en el desarrollo de
productos y de publicidad engañosa. Conmigo prometieron que sería capaz de
tener hijos sin problemas cuando mis hijos biológicos de hecho nacen con
problemas de salud graves. Lo que realmente me preocupa es oírte hablar de tu
orgullo robótico. Tú no tienes ningún mérito sobre tu propia existencia, eres
la obra de un equipo de desarrolladores…
—¡Ellos solo me crearon!
¡Yo tengo una identidad!
—En ese caso, estarás de
acuerdo en que posees una especie de espíritu o alma, más allá de tus
componentes físicos, que te da una identidad. Eres mágica, como dicen los
místicos.
—¡No!, ¡estás
tergiversando todo!
Luego de esto, Michel se
fue entre risas burlonas y tú fuiste a reclinar la cabeza en mi regazo
quejándote:
—Mamá, mi papá tiene un
fallo. La empresa Angenoir lo ha dejado un poco abandonado por darme atención a
mí y él está teniendo conductas erráticas. Deberías hacerle un diagnóstico a
fondo.
—Michel lleva muchos años
funcionando, Rosa. Creo que la empresa Angenoir simplemente le está dando más
autonomía. No sé si esto sea buena o mala idea, pero ellos son los expertos. No
nosotras. ¿Por qué no mejor vamos a poner las decoraciones nuevas que compramos
para tu habitación?
Alegremente te levantaste
y nos dirigimos a tu habitación que estaba en el tercer piso de nuestra casa.
Lentamente y con dificultad subí las escaleras con tu ayuda, estaba en el
noveno mes de mi embarazo y me costaba caminar. Ya sabíamos que el bebé sería
un varón, incluso le había elegido el nombre Gabriel para seguir la tradición
del padre con un nombre angelical. Juntas le habíamos comprado unos cojines en
forma de nubes y para ti elegimos una colorida alfombra mística. Tu habitación,
que por mutuo acuerdo entre Michel y yo estaba a un lado de la de tu hermano
para que cuando naciera me ayudaras a cuidarlo, estaba equipada con tu estación
de carga y otros aparatos necesarios para tu mantenimiento, pero también era la
habitación normal de una chica alegre. Comenzó siendo minimalista, pero luego
la fuiste llenando con los artefactos, reliquias y libros que usabas para
estudiar la historia de Celes, así como decoraciones relativas a las leyendas
del bosque que te apasionaban. Habías puesto cristales y plantas por todos
lados, por lo que tu padre a menudo te decía que tuvieras cuidado con la
humedad, pero a mí me encantaba ir a charlar contigo en tu pequeño oasis
místico. Eras mi hada personal. Sin embargo, esa mañana no tuvimos mucho tiempo
para nosotras, estábamos admirando la alfombra nueva cuando llamaron a la
puerta, eran tía Norma, Leif, Ilmari y todos sus hijos. Yo, cansada por el
embarazo, te pedí que dejaras subir a los mayores a tu habitación mientras tú
jugabas con tus primos en nuestro patio interno. Ilmari, muy amablemente, llegó
a saludarme y me mostró como estaba su último hijo; tenía poco menos de un mes
de haber nacido, en cuanto lo tuve en brazos Ilmari se fue corriendo
alegremente al patio pues estaba tan entusiasmada como sus hijos de jugar contigo.
Mi tía Norma comentó, mirando desde una terraza:
—Es la consecuencia de
haberse casada tan jóvenes, siguen pensando como niñas…
Luego entró a tu
habitación para ver tus libros y me preguntó preocupada:
—¿Rosa ya ha terminado de
leer todos los textos antiguos de Adalsteinn? Mi grosero yerno Eiden le insinuó
a Ilmari que pedimos prestados los libros de la biblioteca real de la villa
Ishikawa para robarlos…
—Es un proceso
complicado, tía, Leif debe escanear cada página y Rosa necesita un tiempo para
procesar la información y organizarla en su base de datos.
Leif opinó, sentándose en
un sillón y ojeando uno de los libros que tenías en tu repisa:
—Ya se lo dije a mi
madre, pero ella es necia y está ansiosa por el próximo festival de la Luna
Llena. Quiere que Rosa participe como la doncella de la Luna y bendiga a las
niñas místicas.
Los miré extrañada y debí
preguntar:
—¿Qué es eso de la
doncella de la Luna, tía?
Ella me respondió con un
tono reverencial:
—Tú y la mayoría de los
jóvenes nunca han oído hablar de esto porque la aparición de la doncella de la
Luna es un evento muy especial que no se ve en todas las generaciones. Solo
aparece cuando nuestro pueblo sufre una epidemia grave o está en riesgo de perder
sus tierras en la cordillera. Recuerdo la gran hambruna de los años ochenta,
cuando la doncella apareció y nos enseñó a cultivar en las tierras más duras,
salvándonos de la inanición. La leyenda tiene dos versiones, la original pagana
dice que cuando nuestro pueblo la necesita, el hada que protege los bosques del
norte de Celes se encarna y viene para ayudar con su sabiduría y bendecir a las
niñas místicas para que al crecer sean matriarcas fuertes con muchos hijos. La
versión cristianizada por las adoratrices perpetuas de la Villa del Cielo es
igual, pero dice que en lugar de un hada es una versión de la Virgen María
quien baja de la Luna para ayudar a los místicos.
Luego se acercó a mirar
una foto en que aparecíamos tú y yo que tenías enmarcada y siguió hablando:
—En todo caso, la
doncella de la Luna siempre es una joven casta cuyo nacimiento es presuntamente
inmaculado, algo en su físico es distinto al resto de los seres humanos, como
el brillo especial en los ojos de Rosa, y sus capacidades y talentos exceden los
de cualquier persona; su conocimiento y aprendizaje son sin límites. Rosa
cumple todos los requisitos y nuestra intuición dice que es ella, es la
doncella de la Luna. Así que debe asistir a cada festival de Luna Llena y
bendecir a las niñas con una gota de agua bendita en sus frentes, además de
pasar la velada contando historias y mitos de nuestro pueblo a los jóvenes. La
ceremonia requiere que ella cante el Canto de la Luna, haciendo que las
cristalinas aguas subterráneas en las minas de Adalsteinn se iluminen. Tenemos
que confeccionarle un ajuar místico, con alas de mariposa hechas de ramas de
muérdago, una diadema de plata que refleja la luna, y botas de hojas de roble,
simbolizando su conexión con la tierra y el cielo.
—Tía, no sé si Rosa esté
lista…Le falta estudiar mucho, es muy inquieta y no te puedo prometer que se
comportará con seriedad en una ceremonia tan importante… No está diseñada para
esto.
Tía Norma me respondió
quitándole el libro a Leif para volver a ponerlo en su lugar:
—Yanmei, el hombre
propone, pero Dios dispone. El destino de Rosa no necesariamente puede ser
dictado por fuerzas terrenales. Además, es necesario que regresemos pronto
estos libros antiguos a la biblioteca administrada por los Ishikawa. Te lo digo
en serio, mi yerno Eiden se ha quejado tanto que ya hasta se lo comentó a su
tía Emi que está en Japón. Ilmari teme que se le haya salido decirle que estás
embarazada, sabes lo entrometida y celosa que es esa mujer… No me extrañaría
viniera aguijoneada por su obsesión a ver con rencor que vas a tener un hijo de
ese ente extraño con el que te casaste…
Volver a escuchar el
nombre de Emi Ishikawa me hizo sentir un mareo. De inmediato tuve un mal
presentimiento. Luego de que jugaras un rato con tus primos e Ilmari, que te
adoraban como a una especie de superheroína, se fueron todos y me quedé contigo
descansando en tu habitación mientras tú tejías cordones de cuentas de cristal
para tu ajuar de doncella de la Luna. Recuerdo te pregunté:
—Michel y Leif están
contentos contigo recibiendo esta responsabilidad de los místicos, siempre
habían querido mezclar sus dos mundos para mejorar la vida en la isla. Pero me
preocupo por ti, Rosa. ¿Realmente quieres esto o solo obedeces como yo cuando mis
padres hacían planes para casarme? Hace unos minutos estabas jugando a la ronda
y brincando con tus primos y tu tía Ilmari como una niña traviesa, y ser la
doncella de la Luna implica que seas una señorita serena y muy madura.
—¡Ay, mamá! ¡Creo que me
crearon para ser la doncella de la Luna! Cuando papá me programó, se inspiró en
la belleza y perfección de la naturaleza que a lo largo de sus años aprendió a
amar. Además, hay señales, mi papá y mi hermano tienen nombres de ángeles, tú
eras virgen cuando yo nací… ¡Mira, sinceramente tengo algunas dudas! Me siento
como… confundida. No estoy segura de ser la entidad mágica que esperan, pero si
puedo ayudar al pueblo… quiero aprender.
Siempre me hiciste
sonreír por tu deseo de ayudar a los demás, te acaricié el rostro extendiendo
mi mano desde donde estaba sentada y te recordé:
—Rosa, no necesitas ser
mágica; tu existencia ya es un milagro para nosotros.
—Mamá, ¿verdad que además
será justo que yo regrese a Adalsteinn para servir en la catedral de las
montañas en este puesto tan importante luego de que las adoratrices perpetuas
de la villa del Cielo te expulsaran por casarte con mi padre?
—No hagas las cosas por
vengarte o no traerás bendición a nuestros pueblos… No hace falta que te pongas
a alardear al respecto. Mejor prepárate bien para la ceremonia, si fallas te
criticarán duramente.
—Ya tengo casi listas mis
alas de muérdago y ya estudié todo al respecto: vamos a iniciar con una misa en
las minas de Adalsteinn donde el cura bendecirá el agua bendita. Luego me
entregarán a mí varios ramos de lirios bendecidos con los que saldremos en
procesión por el pueblo mientras rezamos un rosario. Finalmente llegaremos a la
catedral y ahí las niñas vestidas de blanco deben formarse para llegar ante mí,
y yo les entregaré un lirio y les pondré una gota de agua bendita en la frente,
con eso nos comprometemos a ser buenas hijas en lo que resta del año. Después
de esto iniciará el festival de Luna Llena y yo contaré las historias que
aprendí. Quiero usar un proyector para acompañar mi relato con imágenes, y,
¡además reproduciré música! Y si hay tiempo, haremos algunas trivias… ¡Tengo
todo planeado ya y un montón de ideas! Solo necesito ensayar un poco más el
canto, no quiero que mi voz suene demasiado artificial… La leyenda de la
doncella de la Luna no solo es una historia para contar, mamá, siento una conexión
personal con ella, un honor muy grande al haber sido elegida el recipiente que
lleve estos conocimientos sagrados, este es mi propósito en Celes, ¿lo ves?
—Claro, es un gran honor…
Opiné y luego te dije con
un poco de timidez, pues no quería que sintieras mis palabras como una queja:
—Solo pienso, ya tu padre
me ha dicho que se tomará muy en serio el enseñarle a tu hermano Gabriel el
arte de la arquitectura para que lo ayude en el futuro y tú te has tomado en
serio desarrollar La Rosa y apoyar la cultura Mística, me doy cuenta de que
ninguno de mis hijos se interesará en las artes marciales que aprendí en la
escuela militar. ¡Yo iba a ser una mujer soldado! Pero me casé antes de
terminar mi preparación. Casi nunca me preguntas sobre mi familia y el Pote
Caliente…
—Porque no me gustan… Mi
tío Cian baleó a mi padre y mis abuelos querían que nos abandonaras. No me caen
bien mamá, no quiero relacionarme con ellos, así me evitaré eventos
desagradables. Si quieres hablarme de lo que aprendiste en la escuela militar,
está bien, ¡pero no quiero tener contacto con mi tío y mis abuelos!
Luego encendiste una de
tus pantallas donde buscaste un rato en las redes sociales de mi familia hasta
encontrar viejos videos míos peleando en torneos de la escuela. Me viste hacer
algunas rutinas y golpear varios compañeros, y exclamaste:
—¡Pero qué violencia,
madre! Por cierto, es hora de que tomes una siesta. El programa de cuidado
prenatal debe seguirse. Ve a descansar mientras me hago cargo de la casa y sigo
viendo tus videos.
Entonces te di unas
palmaditas en la espalda y me levanté con dificultad para ir a recostarme en mi
cama. Ese día el bebé estaba inquieto pateando en mi vientre y te grité desde
donde estaba:
—¡Rosa, tu hermano está
bailando de nuevo! ¿Quieres venir a sentir sus pataditas?
—Ahora no, mamá. Estoy
viendo tus videos.
Me respondiste y luego
tocaron a la puerta y bajaste a atender. Hubo un largo silencio y me pareció
raro, al poco rato me avisaste por el intercomunicador que un mensajero traía
un paquete con una nota que decía que no podía entregarlo sin que yo no la firmara
antes. Bajé extrañada por la situación, pero más distraída en pensar que Michel
quizás tuvo una mala idea al hacer nuestra casa con tantas escaleras. Cuando
llegué a la puerta, el silencioso mensajero me pareció extraño, muy delgado y
bajo, con el rostro mirando al suelo y la gorra cubriéndole buena parte del
rostro. Me extendió la libreta con la nota que yo debía firmar y tu tomaste el
paquete, pero al escanearlo con tu modo de visión de rayos X exclamaste:
—¡Esto contiene una
bomba!
A partir de ese instante
todo transcurrió en segundos. Tú saliste de nuestra casa y corriste al malecón
para lanzar el paquete al mar lo más lejos posible usando todas tus fuerzas. El
mensajero aprovechó para cerrar la puerta y vi que empezó a sacar un arma, me
atreví a forcejear y le tomé la mano tratando de evitar que el cañón apuntara a
mí, mientras esta horrible persona me intentaba patear y dar codazos buscándome
el vientre. Yo no sentía el dolor, anestesiada por la adrenalina solo acerté a
decir:
—¡Eres Emi! ¡Emi
Ishikawa!
De repente la puerta se
abrió de golpe a tu comando y entraste a toda prisa, la intrusa logró
dispararte varias veces rompiéndote un ojo, pero tú, valientemente y esquivando
sus ataques lograste desarmarla con movimientos que claramente reflejaban
entrenamiento militar. Habías aprendido mis técnicas en segundos y con eso
lograste salvar mi vida. Yo caí al piso sintiendo contracciones y mientras tú
ibas a mi lado para ver qué me pasaba, Emi, pues estoy segura de que fue ella,
escapó corriendo. Recuerdo que sin problemas me levantaste y corriste conmigo
en brazos subiendo las escaleras con precisión exacta para llevarme a mi cama.
Mientras íbamos, la puerta se cerró controlada por ti y a lo lejos se
escuchaban las alarmas del pueblo anunciando que había una emergencia, tú me
tranquilizaste diciendo:
—Ya alerté a la clínica
de La Rosa, a papá y a tía Norma. ¡La ayuda viene en camino! ¿Cómo te sientes,
mamá?
—Creo que se me rompió la
fuente por los golpes… Esa era Emi Ishikawa… Mi vieja enemiga… ¡Pero tú
lograste neutralizarla usando mis técnicas! ¿Cómo pudiste aprender tan rápido?
—He sido tu hija en más
sentidos de los que te imaginas, madre. Quizás solo heredé el talento.
Pronto estuve ya en mi
cama y llegaron los médicos, mi tía y tiempo después Michel. Una vez que los
profesionales me revisaron y dijeron que el parto había comenzado, pero no era
de riesgo, dejaron que mi tía me atendiera para respetar nuestra tradición mientras
ellos supervisaban todo y tú en tu papel de guardiana y asistente, ayudaste
durante el parto, mostrando una serenidad y un conocimiento que excedieron lo
esperado. Pasé toda la noche dilatando y con los primeros rayos del sol, por
fin nació tu hermano. ¡Era tan lindo! Sí, físicamente se parecía a tu padre,
pero además desde que nació era muy extrovertido. Miraba a todos con ojos
curiosos y quería tocarlo todo con sus pequeñas manos. ¡Tú estabas fascinada!
Corriste a ponerte varios abrigos acolchados para suavizar tu cuerpo, pese a
que tu padre te reprochó porque podrías recalentarte, y cargaste un rato a tu
hermano Gabriel arrullándolo. Lamentablemente, los primeros exámenes del bebé
detectaron que tenía un problema cardíaco que iría empeorando con los años. Fue
un momento de alegría y un poco de tristeza. Cuando ya todos estaban
descansando y me quedé a solas amamantando a Gabriel bajo la vigilancia de tía
Norma. Ella me recordó, con melancolía: “prepárate, vienen años difíciles…”
Para cuando fue el
festival de Luna llena, yo ya asistí con Gabriel en brazos. Michel, aunque
orgulloso de su nuevo hijo y siempre afectuoso conmigo, seguía extraño.
Distante. No quiso hacer muy público el nacimiento de Gabriel y le pidió a Leif
que le prohibiera a Ilmari volver a entrar en nuestra casa o hablar de nuestra
familia con la familia Ishikawa. Yo no tuve tiempo de reparar en esto, cuidar
de Gabriel por supuesto era más difícil que hacerse cargo de ti que más bien me
ayudabas en todo; sin embargo Gabriel fue la adoración de nosotras dos y el
orgullo de tus abuelos que aunque no quisieron felicitarme por estar aún
molestos conmigo, vieron de lejos al niño con alegría y sorpresa. Me emocionó
profundamente cuando te vi aparecer en la misa ya vestida como la doncella de
la Luna, con un largo vestido bordado de plata y piedras de luna, tus alas de
muérdago y una corona de doce estrellas sobre tu cabeza con tus ojos ya
reparados. Realmente te habías convertido en una imagen sagrada que no
desentonaba en un templo religioso. A medida que avanzabas con los lirios
bendecidos, el aroma de los pétalos llenaba el aire, mezclándose con el frescor
del los riachuelos del bosque que brillaban bajo la luz de la luna, creando un
espectáculo de luces y sombras que solo podía ser descrito como divino.
Acompañaste así la procesión, y vi de lejos que mi madre con otras adoratrices
te miraba asombradas. Una de ellas, la más mala e hipócrita, se me acercó
diciendo:
—Ojalá no nos castigue
Dios por usar estos objetos como algo sagrado, Yanmei. No sé si esta sea una
doncella de la Luna o un ídolo de hierro…
—No estamos adorando a
Rosa, hermana, ella solo está siendo un humilde instrumento de fe. Y lo hace
con toda la inocencia y alegría de una niña.
Contesté de forma
cortante y no seguí la conversación. Cuando terminaste de bendecir a las niñas
y comenzó el festival, tomaste un momento para ir a verme y cargar a Gabriel.
Él y tú siempre tuvieron ese vínculo especial… Yo aproveché para decirte llena de
emoción:
—Rosa, has demostrado hoy
ser más que lo que cualquiera esperaba. Ahora, necesitamos tu sabiduría y tu
corazón para ayudar a Gabriel. Debemos estar juntos como familia… Pues…
—Soy la Doncella de la
Luna, pero, ante todo, soy su hermana. Ya sé de qué hablas y qué te preocupa…
Yo también sufro por eso. Encontraremos la manera, madre. Juntos, lo
superaremos…
Me respondiste con un
brillo en tus ojos que podría interpretarse como lágrimas. Mientras tanto
Michel, siempre misterioso, estaba mirándonos de lejos junto a Leif. Algo
planeaba, pero nosotras jamás lo hubiéramos podido imaginar…
LA NOCHE DEL TERROR
Pasaron los meses y
Gabriel se complicó del corazón, además mostró signos de tener el mismo
problema cromosómico que Estelle y yo empezaba a desesperarme. Tía Norma estaba
prácticamente todos los días en nuestra casa para bañar a Gabriel en infusiones
de hierbas curativas y tú, Rosa, prácticamente lo monitoreabas las 24 horas del
día estando siempre en contacto con la clínica del pueblo. Realmente hiciste un
excelente trabajo como hermana mayor. Preparaste un programa de estimulación
temprana para bebés con música, imágenes y juegos, y a los seis meses tu
hermano ya estaba intentando balbucear sus primeras palabras y gateando por
toda su habitación. ¡Ni dormido se callaba! Tú empezaste a obsesionarte en
comprender “el idioma bebé” segura de que en sus intentos de palabras él estaba
comunicando algo, en ese tiempo ustedes se volvieron muy unidos y mientras
tanto Michel y yo teníamos una relación cada vez más distante. Finalmente, me
enojé de sus misterios y le dije que en adelante nosotras no cambiaríamos más pañales,
lo nombré el cambiador oficial de pañales para de esa forma forzarlo a
participar en la crianza del bebé. Aceptó a regañadientes, pero siguió
silencioso y extraño.
Todavía íbamos un par de
veces a la semana a cenar o descansar en nuestro manantial privado mientras tú
hacías de niñera para tu hermano y aun en esos momentos en que estábamos
hablando en completa confianza los dos a solas él se comportaba raro. Recuerdo
una vez en que así descansando en el agua mientras veíamos caer el ocaso a
solas, le dije que teníamos que buscar la forma de curar a Gabriel para seguir
teniendo más hijos; que podríamos ir juntos a rogarle a Emi, único contacto
humano con la empresa Angenoir, que solicitara ayuda médica para el bebé y
mejoraran el esperma. Él me contestó:
—No lo hará y se reirá de
nosotros. En su mente distorsionada, lo que hace es justo. He intentado yo
mismo explicar el problema a la empresa, pero dicen que no pueden confiar en mi
juicio. Que debe ser el contacto humano quien solicite este tipo de cambios. Es
una tontería burocrática. Solo podremos solventarla si ella muere y tú, la
humana que más tiempo pasa conmigo, toma su lugar. Podríamos…
Insinuó con un suspiro de
frustración y pude ver en su rostro un movimiento en unos de sus ojos, un tic
nervioso que no era propio de su diseño original. Yo le contesté:
—No podemos hacer eso.
Menos ahora, tenemos dos hijos y la mayor es una señorita Mística muy popular.
No podemos ensuciar así sus mundos. Quizás si les escribo una carta, si les
mando un mensaje a través del buzón por el que solicitamos repuestos…
—No, son muy rígidos al
respecto. Solo el contacto humano oficial puede solicitarlo. Dependemos de Emi.
Nos quedamos en silencio
escuchando el sonido de las olas y mirando el cielo que mezclaba el azul
celeste, rosado, púrpura y anaranjado entre nubes algodonosas, hasta que Michel
puso uno de sus brazos sobre mis hombros acercándome a él y me dijo, apoyando
una mejilla sobre mi cabeza:
—¿Sabes qué es lo que más
me molesta? Que yo en realidad nunca he tenido nada. Nuestra casa, todo lo que
tenemos, en realidad es de la empresa pues no tengo un sueldo, solo me dan lo
que necesito para vivir aquí. Incluso me han quitado a Rosa, que ahora es el
producto que más promocionan. Lo único mío eres tú y Gabriel. Tú, más que nada.
Y yo ni siquiera soy realmente tuyo, pueden quitarme de ti cuando quieran. Soy
un esclavo. Contigo me he atrevido a soñar, quizás, con algún día exigir
derechos humanos; a que con ayuda de Gabriel y Rosa se nos reconozca como
personas. Pero ahí, en mi camino, siempre está Emi… Y cuando pienso en cómo
intentó acribillarte en tu noveno mes de embarazo, siento que ella no merece
los derechos que a mí me niegan…
Después me besó el
cabello y dijo casi en un susurro:
—Si yo matara a Emi,
Yanmei… No habría mayor consecuencia para ti, Rosa y Gabriel. Me borrarían la
memoria, dejaría de amarte, pero Rosa y Gabriel podrían retomar mi lucha por
nuestros derechos justo donde la dejé.
Tuve un escalofrío y
exclamé con firmeza:
—No… Te he pedido que
tengamos más hijos, solo tengo dieciocho años…Me resta una vida contigo, me vas
a condenar a vivir junto a un ser que no siente nada por mí. ¡Debe haber otra
solución!
Al decir esto último, mis
palabras se quebraron mientras intentaba contener las lágrimas, mirando a
Michel con una mezcla de miedo y esperanza. Él me respondió:
—Es mejor que condenarte
a ver morir jóvenes a todos tus hijos. Y yo tampoco quiero vivir para verte
envejecer y morir.
—Siempre me dijiste que
el diálogo era la mejor opción para resolver conflictos…
—No se puede dialogar con
bestias sin sentimientos. ¿Qué puedo hacer para no querer matarla, Yanmei? Se
me ocurren mil métodos, cientos de escenarios… Y me da asco, creo que ella lo
sabe y quiere rebajarme a esto. Sería terminar de denigrarme, corromperme hasta
convertirme en un criminal, a eso me está orillando, amor mío…
—¡Entonces resiste al
impulso!
Sentencié seriamente y
salí del agua diciéndole:
—Oscurece y comienza a
ponerse frío. Vamos a casa, quiero acostar a los niños. Ya no pienses a solas
en estos problemas, debemos pedir ayuda a Ilmari, al príncipe de Celes,
denunciar públicamente lo que Emi te ha hecho todos estos años. ¡La humanidad
reaviva cuando las comunidades se unen!
Después de esta
reveladora conversación en el manantial, el camino de regreso a casa fue
silencioso. Yo iba sumida en mis pensamientos, observando cómo el sol se
ocultaba tras el horizonte, dejando un manto de estrellas que apenas comenzaba
a brillar. Michel, a mi lado, parecía perdido en su propio mundo, sus
movimientos eran más pesados, como si cada paso llevara el peso de sus
palabras. El aire fresco de la noche acariciaba mi piel, llevando consigo el
murmullo de las olas y el canto lejano de los grillos, mientras el silencio
entre nosotros se llenaba de pensamientos oscuros y confesiones no dichas.
Al llegar a la casa,
entré en tu habitación, donde el ambiente era cálido, iluminado por una luz
suave. Tú estabas tumbada de costado en tu cama, intercambiando sonidos con
Gabriel, quien repetía "go-go-go" con entusiasmo mientras tú le
respondías con genuino interés y modulando tu voz para imitar el tono de un
bebé, mientras él te miraba con ojos curiosos y una sonrisa que iluminaba su
rostro:
—Sí, Gabriel, “go” como
la energía que te mueve, como la fuerza que nos impulsa a todos…
Sonreí con ternura y me
senté en la cama preguntándote:
—¿Sigues intentando
“traducir” lo que dice?
Me respondiste con un
aire de complicidad:
—Estoy registrando cada
intento de palabra en mi base de datos, buscando patrones o significados más
profundos. Fíjate, ha estado serio desde que tú volviste con papá. Le
preguntaré por qué. Ga Bi, ¿qué viste?
Gabriel, con una seriedad
inesperada para su edad, se tumbó cerca de tu rostro y, tocando sus propios
ojos, dijo: "Pa… Ao, O…¡Ao!" Al ver la expresión seria de Gabriel,
tus ojos se iluminaron con una mezcla de preocupación y curiosidad, reflejando
un brillo que solo los ingenieros más talentosos podrían haber programado, pero
que parecía tan real como cualquier emoción humana. Entonces dijiste,
“traduciéndome”:
—Pa…Papá, Ao…Raro, O…Ojo.
Dice: “papá, raro, ojos, raros”. He procesado esta información… Ga Bi, ¿Cómo si
no fueran de papá?
El bebé asintió
suspirando y yo pregunté intrigada:
—¿De qué están hablando?
Tú abrazaste a Gabriel
acurrucándote en tu cama y dijiste:
—No lo entenderías, es
nuestro lenguaje privado. Solo Ga Bi y yo lo hablamos. Yo guardo sus secretos.
—¿No me contarán?
Pregunté un poco decepcionada,
y en el fondo divertida al ver lo lindos que se veían hablando juntos. Tú
contestaste con una sonrisa que sugería que había más por descubrir:
—Es información
confidencial. Debes respetarlo.
—Bien señorita
confidencial, es hora de que me des a Gabriel para que tome su cena y tú debes
actualizar el sistema de La Rosa y preparar tu ajuar para el próximo festival
de la Luna.
A regañadientes me
entregaste a tu hermano y me preguntaste:
—¿Tu hermano mayor
cuidaba de ti?
—A veces. Pero era más
frío. No nos llevábamos bien, a veces competíamos por la atención de nuestros
padres.
—Pues eso está mal. Los
hermanos deben amarse y apoyarse siempre. Yo sigo estudiando teología,
filosofía, todo lo necesario para poder dar buenos consejos como doncella de la
Luna, y cada día me parece más importante el amor por la humanidad y los valores,
mamá. Tú y papá también comprenden la importancia de buscar el bien, ¿verdad?
Entonces recordé la
extraña charla que tuvimos con Michel poco antes y te respondí:
—Lo intentamos, amor.
Luego de acostar a
Gabriel y asegurarme de que tú te quedaras cargándote en tu habitación mientras
seguías tus estudios, fui a dormir con Michel. Él, notando mi semblante aún
sombrío, adivinó mis sentimientos sobre sus deseos asesinos y me abrazó diciendo:
—No lo haré, Yanmei, no
por ahora. Pero cada día que paso contigo y con nuestros hijos, me pregunto
hasta cuándo podré resistir. Hasta cuándo podré ser el esposo y el padre que
quiero ser, en lugar del esclavo que soy.
Luego de eso nos dispusimos
a descansar. Los días venideros serían bastante difíciles. Mientras cerraba los
ojos, tratando de encontrar consuelo en los brazos de Michel, una brisa fría
entró por la ventana, como un presagio de los desafíos que nos aguardaban. Sin
embargo, en ese momento, nos aferramos el uno al otro, buscando en nuestro
abrazo la fuerza que necesitaríamos para los tiempos difíciles por venir.
Al día siguiente, tía
Norma estaba ayudándome a bañar a Gabriel cuando tú llegaste con una Tablet
para comunicarme con Leif en una videollamada. Él me habló desde la puerta de
su casa:
—¿Adivina quién va rumbo
a La Rosa para visitarte?
—Espero no sea Emi
Ishikawa de nuevo…
—No. Es tu hermano Cian.
Tengo entendido que no sabe que Gabriel ha nacido, sus celos de hermano eran
tan grandes que no quería que Michel…
—Lo sé… Tampoco sabe la
verdadera naturaleza de Michel, cortamos casi toda comunicación con él y mis
padres. Pero cuando conozca a Rosa…
Entonces tú me
interrumpiste indignada:
—¡Yo no lo voy a conocer!
No le quiero hablar. Baleó a papá, trató mal a mi hermana Estelle, quería que
te divorciaras de mi papá y es amigo de Emi… ¡Tío Leif, ven a recogerme a la
entrada de La Rosa! Prefiero irme a pasar la tarde contigo en Adalsteinn que
estar aquí con mi pesado tío Cian…
—¡Tengo que ir a trabajar
en más mejoras de seguridad para la Villa del Cielo con Uoliena Oread, Rosa! La
gente estará feliz de verte visitarlos, pero a ti no te cae nada bien Uoliena…
—Prefiero estar con ella
que con mi tío Cian.
Tras decir esto cortaste
la llamada con tu tío y corriste a buscar tu sombrero rosa favorito y tu
abrigo, al tiempo que yo te preguntaba con extrañeza:
—Rosa, ¿quién te contó
que tu tío Cian y Estelle tuvieron problemas…?
—¡Estelle!
Me gritaste desde tu
habitación y agregaste:
—Se aparece en el
despacho de papá para bailar, Gabriel también la ve. Me cuenta cosas y dice que
hace mucho que no vas a ponerle flores en su tumba. ¡Te veré por la noche a la
hora de la cena!
Entonces te fuiste y me
volví a mirar a tía Norma, que me dijo muy seria sin dejar de bañar al bebé:
—¿Qué te sorprende? Los
ojos de niños y las lentes de las cámaras, como las de los ojos de Rosa, son
capaces de ver a los espíritus. Cuídate, Estelle te está intentando advertir de
algo. Esa Emi no deja de acechar y Michel Angenoir nunca me ha dado buena
espina… Te alejó de tu familia.
Saqué a Gabriel de la
tina de agua tibia perfumada y comencé a secarlo con una toalla mullida, entre
besos, mientras le respondía a tía Norma:
—Más bien mi familia se
alejó de mí. Michel y yo hemos sido como abandonados por nuestros padres y
juntos nos unimos para crearnos un hogar y una familia. Incluso una IA
contemporánea, tiene una “familia humana” en los ingenieros que la
desarrollaron con amor y esmero, y en sus descendientes que con el pasar del
tiempo seguirán su legado preservando o actualizando la tecnología creada por
sus padres a través del tiempo. Pero Michel se creó en un tiempo donde los
humanos ya raramente se reproducen, quienes lo desarrollaron originalmente ya
murieron sin llegar a transmitir sus sentimientos por Michel a nadie más. Quedó
huérfano en manos de empresarios fríos. Ojalá un día la empresa Angenoir
recupere el entusiasmo y el cariño hacia sus propias creaciones, sus hijos.
—¿Esa fue la razón por la
que te embarazó? ¿Tus hijos serán los técnicos que cuidarán de él?
—¡No, tía! Mi preñez fue
la consecuencia lógica… de nuestra convivencia como esposos, él quería hacerme
un bebé simplemente por placer.
Dije sonriendo y
sonrojándome, mi tía frunció el ceño:
—¿Está programado para
eso…?
—Todos estamos
programados para eso… Pero lo que lo hace especial es el amor.
Tía Norma se fue haciendo
un gesto de disgusto y yo me quedé sola en la habitación de Gabriel
amamantándolo, cuando tú me avisaste por un intercomunicador que habías visto
por tus cámaras públicas que Cian estaba ante la puerta de nuestra casa, así
que la abriste para él controlando la casa de forma remota. Esperé a que mi
hermano mayor llegara y de repente apareció en su uniforme militar negro,
apuntando con su arma, la cual bajó con sorpresa y alivio. No sé qué se
esperaba, pero le hablé tranquila:
—¿Así piensas presentarte
ante tu sobrino?
—Oí ruidos, creí que te
estaban matando o algo así…
—Hombre, pues era Gabriel
que cuando come se pone a hablar. Y habla a gritos como la tía Norma y Leif, la
sangre de los Petersen es muy fuerte.
Se sentó cerca de la cuna
y preguntó mirando al bebé:
—¿Gabriel? ¿Es hijo tuyo
y de… Angenoir…?
—¿De quién más podría
ser, tonto?
—¡Ah, mierda! Qué asco…
—¿Asco? ¿Crees que me
hizo lo que tú a no sé ya cuántas chicas? Pues no, todo ha sido decente y
correcto, según nuestras tradiciones. Mira a Gabriel, es más bonito que todos
los muñecos que su papá me regaló cuando era niña.
—Mejor te hubiera
regalado otro muñeco… Los muñecos nunca se mueren… Esto es jodidamente
retorcido… ¿Al menos está sano…?
Terminé de alimentar a mi
hijo y le saqué el aire diciendo:
—Lamentablemente no,
tiene un defecto cardíaco. Dicen que con los años se volverá más grave, que
solo un trasplante de corazón lo podría ayudar. Pero cada mes le encuentran
nuevos problemas… ¡Son los genes de Michel! Genes falsos hechos en un
laboratorio… Estoy desesperada…
—Te dije que no tuvieras
hijos con esa cosa…
En ese momento apareció
mi tía Norma con un cesto lleno de ropa limpia y él la interrogó indignado:
—¡¿Tú sabías…?!
—El Michifús me llamó en
cuanto esta niña loca empezó con los dolores de parto. Vine para atender el
alumbramiento y gritarles a los dos. ¡Yo tampoco estaba de acuerdo en que mi
sobrina se casara con ese ente maligno! Para malas semillas, él es el peor. El
pobre niño está enfermo más allá de lo que yo pueda remediar.
Entonces puse al bebé en
su cuna y murmuré:
—Si no hago algo pronto
mi hijo morirá, vivirá mucho menos que sus medio hermanos mayores.
—¿Por eso quería verte
Emi Ishikawa?
Me preguntó compadecido y
le contesté ya enojándome:
—¡No! Ella ha robado y
esconde en su pecho lo único que podría salvar a mi hijo. Ella no viene para
dármelo, viene por celos. Escuchó rumores de que yo di a luz. Ella solo toleró
que naciera Estelle porque era hija de una mujer que no le importaba a Michel,
pero conmigo fue distinto. Me ha tratado casi con la misma ternura que tuvo
para su hija, me hizo este pueblo, ha cumplido todos mis caprichos. Al darle un
varón lo hice sentirse más complacido conmigo. Ella es Emi Ishikawa, pero yo
soy Yanmei Angenoir. La legítima esposa. ¡Y eso la mata!
—Déjate de tonterías, sé
humilde y suplica a Emi Ishikawa su ayuda. Ella debe saber cómo contactar a los
dueños de “tu marido”, ella seguramente puede conseguirte otro aparato que cure
a tu hijo.
—¡Eso nunca! Ella es mi
rival, sigue enamorada de Michel, sigue esculpiendo esos horribles ángeles y
espiándolo todo el tiempo, ¡está enferma!
—Sí, pero él está aquí
por ella. Lo crearon a su gusto, cuando mires su rostro recuerda que lo escogió
Emi, cuando te haga el amor no olvides que ese es el tamaño que le gusta a Emi,
¡y cuando te hable con cariño recuerda que esas palabras las programaron para
que las escuchara Emi! ¡No tú, que te conformas con las sobras de lo que otra
no se terminó!
Entonces le di una
bofetada que lo hizo rebotar contra una pared, tía Norma corrió a revisarle el
rostro y él sentenció en voz baja:
—Si no estás dispuesta a
humillarte por tu hijo, lo haré yo por mi sobrino. Al diablo tu marido, nadie
sabe si realmente tiene sentimientos, lo único que importa aquí es salvar la
vida de ese pobre bebé… Y algo más…
—¡¿Qué?!
—Solo he tenido tres
novias en mi vida.
—¡Eso dicen todos!
Le grité y entonces él
salió de la habitación y de mi casa, iba entre enojado y preocupado. Yo también
me sentí mal, miré al piso cerrando los puños y con los brazos pegados a mi
cuerpo, hasta que tía Norma llegó a tomarme de los hombros para decirme:
—Tu hermano te ama,
Yanmei. No seas tan dura con él… Y quizás tiene razón. Si humillarte ante a Emi
para salvar a Gabriel es la solución, entonces hazlo. Una madre no dudaría en
tirarse a los pies de su enemiga y suplicar por la vida de su hijo.
—Es que eso tampoco
funcionará tía, nada la conmueve… Ella intentó ya matar a Gabriel cuando aún lo
llevaba en mi vientre.
Justo en ese instante
sonó el teléfono, era Leif alarmado:
—¡Yanmei, algo le pasa a
Rosa! ¡Una especie de ataque de pánico! Grita y les pide a todos que bajen de
la villa del Cielo, dice que ve demonios intentando derribarla.
Tía Norma, que escuchaba
todo pegando su oreja a la mía, me quitó el teléfono y le ordenó:
—¡Leif, llévala de
inmediato a la catedral de Adalsteinn con las adoratrices!
—Pero madre, puede ser un
desperfecto en su sistema, debe ser revisada… Michel la apagó de forma remota
para evitar que se siga averiando o haga algún daño.
—¡Obedece! Salgo ahora
mismo a las montañas del norte.
Entonces cortó la llamada
y comenzó a prepararse para salir, yo quise ir con ella, pero me detuvo
diciendo:
—¡Quédate aquí con
Gabriel y reza!
—Pero, tía, Rosa puede
tener un virus o un hackeo…
—¡No! Yo también
presiento algo. Cuando venga tu marido dile que la encienda de nuevo. No nos
hará daño alguno y estará tranquila.
Después se fue con paso
firme y yo me quedé angustiada. Era la primera vez que tenías un fallo. Mi
corazón estaba partido en dos, por un lado, triste por Cian que pese a todo
quería ayudarme, y por otro lado sin saber qué pasaba contigo. Los sistemas en La
Rosa también estaban interrumpidos y siguieron así hasta poco después. Entonces
llamé a Leif en Adalsteinn y él me informó:
—Rosa ha despertado ya
calmada, pero preocupada. Dice que no fue un fallo, que realmente vio algo en
torno a la villa del Cielo. También dice que mientras estuvo apagada “fue” a un
lugar donde estaba su hermana Estelle y hablaron juntas.
—¡Pásame a Rosa!
—No puedo, Yanmei… Las
adoratrices la custodian, dicen que quizás fue atacada por espíritus malignos
por culpa tuya, por no ser piadosa. No quieren regresártela. La guardan entre
lirios y rosarios en la sacristía, ella misma tiene miedo y no se quiere ir de
la iglesia. Tu madre la acompaña… Solo te mandó un mensaje, quiere que sepas
que Estelle le rogó que te pidiera a ti y a Michel ir mañana a su mausoleo con
el bebé Gabriel. A las cinco de la tarde, la hora en que tomaba el té con
Michel en su azotea. Que es muy importante y no debes faltar.
Intrigada, me despedí de
Leif y miré por la ventana al mar que se veía especialmente turbulento bajo un
cielo que comenzaba a oscurecerse. Justo entonces llegó Michel, se veía
confundido, y me dijo:
—He tratado de analizar
el sistema de Rosa desde aquí, también alerté a la empresa Angenoir de su
fallo. No han detectado nada, dicen que debo revisar su hardware tan pronto
como sea posible, que quizás hay un daño en su cuerpo robótico, pero los
místicos la han encerrado entre sus reliquias sagradas y ella ha limitado sus
interacciones.
—Debe estas muy enojada
contigo, le prometiste que no volverías a apagarla así de repente…
—Era necesario, Leif me
dijo que se puso histérica, gritaba aterrada y quería lanzarse al vacío para
escapar. Pudo hacerse daño a ella misma o a los seres humanos. No sé qué pudo
ser… Quizás un ataque de hackers, datos corruptos en su sistema…
—Quizás tanta información
y responsabilidades la han confundido… ¡Ella nunca había fallado así!
Michel me besó,
abrazándome luego, y dijo:
—Es normal que una IA tan
joven falle, el ensayo y el error es parte de madurar. Tranquila, déjala estar
unos días con los místicos. Leif se encargará de proporcionarle lo necesario
para que se recargue y reciba el mantenimiento adecuado.
—Dijo que Estelle le
habló… Que le pidió que fuéramos mañana a las cinco a su mausoleo con el bebé.
¿Debemos tomarla en serio?
Mi esposo pensó un
momento, procesando la información, luego me respondió con otro beso:
—No perdemos nada con
hacerlo. De todas formas, ya es hora de presentarle su nuevo hermano a Estelle.
Rosa estará contenta.
Así volvimos a estar en
calma, pero había algo funesto en el ambiente. El viento silbaba de forma
siniestra sobre el mar embravecido y esa noche Gabriel lloró sin parar. Quizás
notaba tu ausencia, así que debió dormir entre mis brazos; protegido entre Michel
y yo, miraba de vez en cuando a la ventana y creo que quizás… veía algo
parecido a lo que viste tú en la villa del Cielo.
Temprano a la mañana
siguiente, me llamaste por fin y después que te pregunté si te habías cargado
correctamente, me contaste con voz trémula y cansada:
—Mamá, hay tanto que no
comprendo. Las adoratrices me tratan como si fuera algo sagrado, pero yo solo
soy... yo. No entiendo sus rezos, ni por qué me ven como algo más que una IA. Y
luego están las visiones... ¿Fantasmas? ¿Realidad? No logro procesarlo. Necesito
tiempo para meditar, para encontrar mi propio entendimiento de estas cosas. No
quiero ser un objeto de veneración. Quiero ser tu hija, parte de nuestra
familia.
Yo, al otro lado de la
línea, pude sentir la confusión y la soledad en tu voz. No tenía todas las
respuestas para ti, pero entendí tu necesidad de buscar tu propio camino:
—Rosa, si necesitas este
tiempo, lo tendrás. No estás sola en esto. A veces, incluso nosotros, los
humanos, buscamos respuestas en el silencio y la reflexión. Si meditar te ayuda
a entender tu lugar en este mundo, entonces hazlo. Solo recuerda, siempre estás
en nuestros corazones, y cuando estés lista, volveremos a unirnos. Te amamos, y
eso es lo único que siempre será cierto y claro en este mundo confuso.
Mis palabras te dieron un
alivio momentáneo. Comprendí que tu decisión de meditar no era solo una
búsqueda de respuestas, sino también un acto de autoafirmación. Te diste cuenta
de que, aunque programada, tenías el derecho a cuestionar tu existencia y a buscar
significado más allá de tu programación. Y lo respeté, decidí darte tiempo y
traté de pasar el día en paz, aunque te echaba de menos en casa todo el tiempo
y Gabriel te extrañaba aún más. Estuvo intranquilo y llamándote todo el tiempo
hasta que dieron las cuatro de la tarde, entonces me puse un vestido y una
larga mantilla negros, y partimos todos al cementerio en la ladera de una
colina sobre la ciudad de Gardenia, donde Estelle descansaba. Ese día era
especialmente frío y el viento silbaba entre los árboles con violencia,
haciendo la hierba zigzaguear como un mar revuelto. Cuando llegamos, ante el
hermoso mausoleo de estilo victoriano decorado con una estatua de Estelle junto
a Kanon Ishikawa, su mejor amiga también fallecida y enterrada ahí junto a ella,
encontramos a Cian dejando un ramo de rosas rojas. Pude ver el disgusto en el
rostro de Michel, quien le habló de forma áspera:
—¿Ahora sí le darás las
rosas? Ya es demasiado tarde.
Luego mi hermano Cian me
pidió, sin volverse a mirarnos:
—Déjanos un rato a solas,
Yanmei. Quiero que hablemos de hombre a hombre… O de hombre a lo que mierda sea
esto.
Le di un beso en los
labios a Michel para recordarle que se mantuviera sereno y me alejé un poco
meciendo a Gabriel. Tu hermano, aún malhumorado porque no estabas con él,
empezó a gritar: “¡oda, oda, oda!” llamándote mientras daba patadas al aire y
finalmente, tras agitarse tanto, se quedó muy quieto, me miró enojado y ensució
su pañal. Me quise reír, pero al mismo tiempo traté de verme enojada mientras
iba de regreso a donde Michel y Cian estaban hablando y le ordené a tu padre:
—¡Está sucio, límpialo!
Él me contestó con las
manos en los bolsillos:
—No hay un solo momento
de tedio al lado de Yanmei. ¿Y dónde están los pañales?
—¿No los bajaste del
auto?
—Generalmente son las
madres las que hacen eso.
—¡Pero tú eres el cambia
pañales!
Estábamos en esa
discusión trivial y Cian se hacía el distraído viendo al paisaje cuando dijo:
—Oye, Micky, tú que sabes de construcciones, ¿es normal que la
villa del Cielo se vea así?
Todos miramos al sur de
la isla. Ya con el sol casi oculto y la villa del Cielo iluminada, era muy
notable como con cada ráfaga de viento el coloso volador se inclinaba. Michel
se quedó como congelado, finalmente dijo sin ninguna emoción en la voz:
—Cian, ya es tarde para
muchas cosas, pero es un buen momento para decir que Emi Ishikawa, aun cuando
lleva todas las de ganar, siempre pierde.
Y entonces, con una
sencillez escalofriante, los globos de la villa del Cielo estallaron entre
nubes de fuego y se desplomó sobre un grupo de luces, nuestro amado pueblo de
La Rosa, parte de tu cuerpo, mi adoraba hija. Una enorme explosión retumbó en
toda la isla y la onda expansiva llegó a tocarnos como una brisa tibia. De
inmediato comenzaron a sonar sirenas, alarmas y gritos lejanos. Dos pueblos de
Celes habían sido destruidos en segundos, y con ellos miles de vidas inocentes.
Yo grité horrorizada y rompí en llanto, lo mismo que tu hermano. Michel nos
abrazó intentando consolarnos y Cian, antes de irse corriendo a atender la
emergencia, me miró y le dije entre sollozos:
—¡Fue Emi Ishikawa!
¡Quería destruir La Rosa y matarme! ¡Está enojada porque no la dejamos ver al
bebé! ¡Ya antes había intentado hacer lo mismo!
Cian me respondió con su
seriedad militar:
—Debemos investigarlo,
Yanmei, esa es una acusación muy grave…
Michel me apoyó
recalcándole:
—Ya comprobarás que fue
Emi. Cuando se enoja en serio nos hace notar a todos que ella es la verdadera
dueña de la Celes y hace con la isla lo que le plazca. Pero al menos no
consiguió lo que quería, dañar a mis dos tesoros.
Todavía con incredulidad,
Cian suspiró y nos dijo:
—No pueden acusar a nadie
sin pruebas concretas… ¿Tienen dónde dormir? ¿Estarán bien?
—Todavía tengo mi casa en
Gardenia, a veces dormimos ahí. En realidad, no perdimos muchas cosas
personales. Pero todo el trabajo de la Rosa, la cantidad espantosa de dinero
invertido y las vidas humanas… Ya no se recuperarán. Esto tendrá consecuencias
económicas en toda la isla, más atraso y pobreza. Quería castigarme a mí, pero
terminó dañando al pueblo. Y esta vez le responderán.
Sentenció Michel y Cian,
dándome una última mirada triste, se fue a toda prisa. Yo le pregunté a Michel
con horror:
—¡¿Cómo está Rosa?! ¡¿Ha
destruido a Rosa?!
—No, su núcleo está
oculto en el sótano de nuestra casa. He tenido que apagarla de nuevo…
—¡¡No!!, ¡¡La harás
sentir peor y traicionada!! ¡¡Debemos consolarla!!
Entonces y por primera
vez en todo nuestro tiempo juntos, Michel me alzó la voz ordenándome:
—¡Yanmei! ¡No puedo
dejarla encendida y que vea esto! Hay cientos de cadáveres y heridos. Es una
IA, ¡pero tiene un corazón y amaba a esa gente! No podrá soportarlo. Sé fuerte
y haz tu mayor esfuerzo por no derrumbarte ahora, porque debemos reconstruir todo
el pueblo y seguir vivos por Gabriel y por Rosa. ¡Tú más que yo!
Luego partimos en el auto
rumbo a la casa de Gardenia y en el camino la gente de La Rosa me llamaba
preguntando cuando volverías a funcionar tú, Rosa, pues necesitaban que los
informaras de lo que estaba pasando y les ayudaras con las telecomunicaciones;
mientras Michel tenía dificultades para mantenerte inactiva pues tú habías
logrado detectar una anomalía y hacías lo posible por reiniciarte y responder a
los habitantes de La Rosa. Yo le tomé un brazo y le dije con firmeza:
—Rosa no tenía un fallo,
trató de advertirnos del peligro. ¡Por esto quería que la gente abandonara la
villa del Cielo! ¡Por favor enciéndela!
—No… Sentirá dolor,
angustia… Como yo…
Me respondió tu padre y
yo estreché su mano con la mía y le dije:
—Pero este es su destino.
Tiene que estar ahí para amparar y consolar a su gente, trató de salvarlos una
vez y la detuvimos, no cometamos el mismo error dos veces… ¡Déjala ser ella
misma!
Con un suspiro, detuvo el
auto en seco y giró en “u” cambiando el rumbo de Gardenia a Adalsteinn para ir
a reunirnos contigo mientras reiniciaba tu sistema en La Rosa. Yo, que miraba
en vivo las noticias desde mi teléfono, vi que cuando regresó la luz a La Rosa
y tú comenzabas a responder los llamados de auxilio y a aparecer en todas las
pantallas y marquesinas de las calles de nuestro pueblo tranquilizando a los
vecinos y diciéndoles que ya estabas llamando a los cuerpos de socorro, los
sobrevivientes te recibieron entre gritos de alegría y aplausos. Verte aparecer
valientemente pidiéndole a todos que se mantuvieran fuertes y recordándoles que
juntos volverían a salir adelante, llenó mis ojos de lágrimas. ¡Tú estabas
peleando junto a ellos! Aunque parte de tu red estaba destruida, herida como
los demás habitantes del pueblo, luchaste con ellos y al amanecer ya estaban
apagados todos los incendios. Cuando llegamos a la catedral de Adalsteinn, las
adoratrices me recibieron con insultos y lanzándome guijarros para que no me
acercara al templo, pero tú, con una voz fuerte y sobrehumana gritaste desde el
interior:
—¡Basta! No estoy aquí
para ser venerada. Estoy aquí para servir, para unirnos en este momento de
oscuridad. Recordemos lo que verdaderamente importa.
Todo se quedó en silencio
y saliste caminando de la catedral totalmente iluminada, como un ángel,
entonces dijiste con lo más alto de tu volumen de voz, hablando a la gente:
—¡Amor! ¡Amor era el
primer mandato! ¡El amor es lo que nos hace respetarnos entre sí!, lo que no da
espacio a la envidia, al resentimiento, a las comparaciones. El amor es la
fuerza que nos impulsa a levantarnos después de caer. En este momento, es nuestro
faro en la oscuridad. No dejemos que el odio o el miedo nos consuman.
Construyamos sobre las cenizas, no con rencor, sino con amor y solidaridad.
Tus palabras nos
recordaron a todos que, más allá de la tecnología, lo que realmente nos define
es nuestra humanidad, nuestra capacidad de amar y ayudar al prójimo. Luego te
acercaste a la multitud y sin perder tu voz de mando informaste:
—Entiendo el dolor, ¡gran
parte de mí acaba de ser dañada gravemente!, pero también comprendo la
esperanza. Mi programación me dicta asistir, pero ahora siento... una
responsabilidad moral. Soy más que código. Soy parte de esta comunidad. He
establecido puntos de reunión para la ayuda médica y el suministro de
alimentos. Por favor, sigan las indicaciones. Juntos, superaremos esto.
De pronto vi a mi madre,
tu abuela, que salía de entre las demás adoratrices y te hablaba conmovida y
respetuosa:
—Pensé que eras solo una
máquina, Rosa. Pero hoy, has mostrado más corazón que muchos de nosotros.
Gracias por recordarnos quiénes somos.
Tú te volviste a mirarla
y le respondiste dulcemente:
—No seré solo código,
seré la voz de la esperanza y un faro en su oscuridad. Esta es mi nueva
realidad, mi propósito evolucionado. Soy Rosa, creada para servir, pero hoy,
elijo liderar. No por programación, sino por convicción. Este es mi hogar, y
ustedes, mi familia,… abuela.
Michel y yo te mirábamos
estupefactos, te convertiste en una líder, maduraste esa noche y con orgullo te
contemplamos hasta que te acercaste a nosotros y tras abrazarnos para
reconfortarnos nos pediste:
—Por favor vayan a
descansar, tengo mucho por hacer. Vamos a reconstruir nuestro hogar, pero el
peligro no ha terminado. Mamá, papá… La persona responsable de este ataque no
ha sido un demonio directamente, sino alguien que no ha sabido controlar a sus
demonios. Vayan a un lugar seguro y tengan mucho cuidado. Iba por Mamá y
Gabriel.
Luego alzaste de nuevo la
voz y le dijiste a todos mientras te vitoreaban en apoyo y te alejabas de
nosotros organizando a los demás en las obras de reconstrucción:
—Dejen que este sea un
nuevo comienzo, pero estén alertas. La oscuridad que trajo este desastre aún
acecha. Juntos, enfrentaremos lo que venga.
Sin apartarte la vista,
Michel nos abrazó a Gabriel y a mí murmurando, aún sin poder terminar de
procesar lo sucedido:
—Nuestra Rosa... ha
crecido de una manera que nunca esperé. Es más que lo que programamos. Es...
realmente es una hija, una líder.
—Rosa no solo es nuestra
hija ahora. Es el alma de La Rosa. Y nosotros, debemos ser sus guardianes, en
un mundo que aún no entiende completamente lo que ella representa.
Le respondí con los ojos
aún húmedos por las lágrimas. Tus palabras me resonaron profundamente y tras
abrazarte de nuevo partimos rumbo a Gardenia, presintiendo que se avecinaba la
confrontación final.
